ACTO PRIMERO
Salen por una puerta, al son de cajas, BELISARIO, FLORO,
FABRICIO. Por otra
LEONCIO, de peregrino
FLORO: Como
tus hechos divinos
son
asombro de la muerte,
todos han salido a verte.
Ciudades son los caminos.
Los riscos y árboles son
miradores, donde están
pasmados,
hombres que dan
ojos a la
admiración.
En el vulgo
incierto y vario
cada cual
está diciendo:
"¡Válgame Dios, que estoy viendo
al
valiente Belisario!"
BELISARIO: Alabar
sin ocasión
es de
necios, no es de sabios.
Las
lisonjas son agravios
para el
prudente varón.
Habla
menos y obra más.
FLORO: Lisonjeros
hay valientes
y en la
guerra serví.
BELISARIO: Mientes.
FLORO: Algún día
lo verás.
LEONCIO: (Dicha
ha dado la ocasión; Aparte
si le mato
la tendré,
aunque en
esta ocasión se
que es
temeraria intención.)
Capitán, tú que has ganado
los reinos que el Ganges ven,
manda que limosna den
a este
mísero soldado.
BELISARIO: ¿A un
hombre le oigo decir
"soldado y mísero" cuando
de Persia
vengo triunfando?
No lo
podrá consentir
la
piedad que yo profeso.
¿Dónde servisteis, soldado?
LEONCIO: (En
estando descuidado Aparte
este puñal
le atravieso.)
Con
Leoncio el general
en las guerras de Asia.
BELISARIO: Fue
gran
capitán.
LEONCIO:
Hoy se ve
desterrado, pobre y tal,
que
lástima le ha tenido
el que
envidia le tenía.
Su fortuna
fue la mía.
Por
seguirle me he perdido.
(Cuando limosna me dé, Aparte
teñiré en
sangre el puñal.)
BELISARIO: Leoncio ha
sido leal
como
desdichado fue.
Envidias le han desterrado,
mas ya que
a la corte vengo,
dicha y
favor le prevengo.
¡Vive
Dios, que perdonado
será
del Emperador!
De mis
victorias no espero
otro
premio; sólo quiero
sus mercedes y favor
para Leoncio, y así
éste será mi trofeo.
Mucho su
amistad deseo.
Años ha
que no le vi,
y vos,
que fuisteis soldado
de buen
capitán, tomad.
Dale una cadena
No tenga
necesidad
quien a mis
pies ha llegado.
LEONCIO: (¿Qué
es aquesto, cielos? ¿Quién Aparte
se puede
atrever a un hombre
que merece
inmortal nombre,
valiente y
hombre de bien?
¿Cómo
podrá mi crueldad
dar a
Belisario muerte,
si en sí
tiene un peto fuerte
de virtud
y de piedad?
¡Vive
Dios!, que aunque me ordena
que muerte
le dé Teodora,
ha de
perdonarme agora.
Prisión es
esta cadena.)
Tu
esclavo soy, general,
columna
gallarda y fuerte
del
imperio. Dame muerte
Arrójale el puñal a los pies
con este
mismo puñal.
A tus
pies llegué traidor,
y lealtad me has enseñado.
De clemencia está armado.
Mal te
ofenderá el rigor
de los
hombre. Si he venido
a matar,
pague el pecado
del
haberlo imaginado
y del haberlo
emprendido.
Porque
a delito tan fuerte
aun no hay
pena establecida;
poca
pérdida es la vida,
pequeño
mal es la muerte.
FABRICIO: ¡Muera
el traidor!
FLORO: ¡Muera digo!
BELISARIO: Dejadle,
que ese rigor
no es dar
la muerte a un traidor,
sino matar
a un amigo.
Mucho
pierdo en él si muere.
Cuando
matarme quería
esa pena
merecía;
no agora
que ya no quiere.
Pues
bien de mí ha recibido
y él
reconociendo ya
su
obligación, claro está
que ha de
ser agradecido.
Si éste
después de obligado
darme la
muerte quisiera,
pena
inmortal mereciera,
pero si ya
ha confesado,
arrepentido su error
y a mi
amistad no es ingrato,
claro está
que si le mato
vengo yo a
ser el traidor;
y seré más liberal
si en esta
opinión que digo
de un
contrario hago un amigo
y de un
traidor un leal.
Levanta.
LEONCIO:
Una pena airada
quisiera
más, que comienza
a matarme la vergüenza,
y es
muerte más dilatada.
Beso
tus pies.
BELISARIO:
¿Por qué, di,
me
matabas?
LEONCIO:
Fui mandado.
BELISARIO: ¿Quién mi
muerte ha deseado?
LEONCIO: El secreto
prometí
y si
agora te lo digo
es hacer otra acción fea,
y no es bien que traidor sea
cuando llego a ser tu amigo.
BELISARIO: Sí; mas
no sabiendo yo
de quién
me debo guardar
siempre en
peligro he de estar.
Y aquél
que no me avisó
de mi
daño, no es mi amigo.
LEONCIO: Yo me
confieso obligado,
y con el
mismo cuidado
has de
estar si te lo digo.
Yo he
de hacer que tú no mueras;
tu vida he
de defender,
y así yo
pretendo hacer
lo que tú
si lo supieras.
Callando cumplo conmigo;
honrado en
esto seré,
y siendo
honrado podré
cumplir obrando contigo.
Tu
guarda soy.
FLORO:
¿No es mejor,
sin que la
ocasión se pierda
darle diez
tratos de cuerda,
y que diga
este traidor
quién
te ha mandado matar?
BELISARIO: Yo, Floro,
por muchos modos
tengo de
hacer bien a todos,
y esto me
habrá de guardar.
Su
afrenta lleva consigo
quien mal
al bueno desea;
haga yo
bien siempre, y sea
quien
quisiere mi enemigo.
FLORO: Tu
misma virtud será,
que
envidias te habrá causado.
BELISARIO: ¡Que el
malo no es envidiado,
y el bueno
siempre lo está!
LEONCIO: No es
envidia, que es mujer
tu enemigo, si es verdad
que la
envidia y la amistad
entre
iguales ha de ser.
BELISARIO: ¡Mujer
enemiga mía!
Ya más
cuidado recibo,
que es
animal vengativo
cuando
obstinado porfía.
En todo
tiene mudanza
su fácil
naturaleza,
y sólo
tiene firmeza
en el odio
y la venganza.
¡Ay,
miserable pensión
de la
vida! ¡Ay, hado fiero!
El triunfo
y pompa que espero
es la
rueda del pavón.
FLORO: ¿Una
mujer desanima
tu valor?
BELISARIO:
¡Válgame Dios!
¿Quién es
ésta?
FLORO:
Una de dos:
la
emperatriz o su prima.
Claro está que es poderosa
la que te
quiere ofender.
BELISARIO: Floro,
cualquiera mujer
puede
mucho si es hermosa.
Pero de
esas dos ninguna
al
discurso de mi vida
puede
mover ofendida
la rueda
de la Fortuna.
Antonio
Patricia fue,
¿cómo en
esto no reparas?,
el altar
en cuyas aras
el alma
sacrifiqué.
Favorece mi cuidado,
mi mismo aumento
desea.
¿Cómo
quieres que ella sea
la que mi
muerte ha intentado?
FLORO: ¿Y la
emperatriz Teodora?
BELISARIO: Es un
ángel soberano,
y si
provincias le gano
en los
reinos del aurora,
si los
reyes del oriente
pongo a
sus pies, ¿qué ocasión
puede
darle indignación?
FLORO: Si mi
memoria no miente
y mi
discurso no es necio,
no
pensando que sería
emperatriz,
te quería;
y hoy se
venga del desprecio,
y
porque a su prima amabas
con tal
afecto y ardor
que
llevado de este amor
sus
favores no estimabas.
BELISARIO: No la
amé, y en esto fundo
que no es su pecho tirano,
pues la
amó Justinïano
y es
emperatriz del mundo.
FLORO: Pues,
Antonia será.
BELISARIO: No.
FLORO: ¿Por qué
no si la mujer
siempre
suele aborrecer
al mismo
paso que amó?
Suenan atabalillos
FABRICIO: A
recibirte ha salido
sin duda
el emperador.
FLORO: ¡Grande
bien!
FABRICIO:
¡Grande favor!
LEONCIO: (Pues que
no soy conocido Aparte
quiero
esperar hasta ver
si me
consigue el perdón
Belisario. ¡Oh, gran varón,
inmortal
habías de ser!)
FLORO: Señor,
el César entienda
que en el
guerra le serví.
BELISARIO: Si tú me
sirves a mí,
merced te
haré de mi hacienda.
La del
rey para el soldado
solo se
debe guardar.
¿Si no te
vi pelear,
cómo he de
verte preciado?
FLORO: No ves
siempre al que pelea.
Muchos
persianos maté.
BELISARIO: Pues haz
que el César te dé
premios
sin que yo lo vea.
Sale el EMPERADOR, con acompañamiento.
Suenan cajas
EMPERADOR:
¡Belisario amigo!
BELISARIO:
El nombre,
gran
señor, de la amistad
en sí
contiene deidad;
no se debe
dar a un hombre.
Proporción no ven contigo
mis
merecimientos, y hallo
que en
llamarme tu vasallo
me honras más que en ser tu amigo.
EMPERADOR: Más, Belisario, mereces.
Dame los brazos.
BELISARIO:
Señor,
a tus pies
estoy mejor.
EMPERADOR: La
modestia miente a veces.
¡Vive Dios!,
que más quisiera
ser yo tú
que ser el dueño
del mundo,
reino pequeño,
clima
estrecho, corta esfera
para
tus méritos. Di,
¿no es más
saberlo ganar
que
acertarlo a gobernar?
Tú no
dependes de mí.
Contigo
traes el valor,
ser te da
tu mismo ser;
pero yo te he menester
para ser emperador.
Reinos me ganas, y así,
¡cuánto mejor me estuviera
que yo
provincias te diera
que no el
dármelas tú a mí!
BELISARIO: Como tu
deidad es mucha,
reflejos
de luz nos da.
EMPERADOR: ¿Persia es
del imperio ya?
BELISARIO: Sí, señor.
EMPERADOR: Di,
¿cómo?
BELISARIO: Escucha:
Cuando
Persia, señor, las armas toma
sin temer
del imperio los blasones
y la fatal
violencia con que doma
tigres en Asia, en Africa leones,
con las invictas águilas de Roma
rompieron
tus gallardos escuadrones
ondas de
plata, arenas de granates
en el
rápido curso del Eufrates.
En
Duras, que es de Persia la frontera,
un fuerte
fabricamos eminente
que
amenazó del sol la rubia esfera
con el
altivo ceño de su frente;
émulo fue
del Olimpo, y de manera
admiró las provincias del oriente,
que temieron que Júpiter quería
fulminar
desde allí su monarquía.
Nuestro
ejército estaba dividido.
Yo la
mayor Armenia conquistaba
cuando el
persa feroz nos ha impedido
el
edificio, maravilla octava.
La fábrica
postró, y al gran rüido
volvió del
Tigris la corriente brava
atrás, y en desiguales
horizontes
temblaron las columnas de los
montes.
Babilonia gimió, y
estremecida
de ser cadáver
ya tuvo recelo
creyendo
que a borrar la humana vida
desataba
sus máquinas el cielo.
Yo que el
estruendo, no de la caída,
de la fama
escuché, el trágico vuelo
de aquel
agravio me encendió de suerte
que tembló
de mi cólera la Muerte.
Como
suele el halcón de la Noruega,
si teme el
trasmontar del breve día,
darse
prisa a cazar, y no sosiega
hasta ver
su rapante tiranía;
temiendo la ocasión que se me niega
a la
venganza fue la prisa mía;
torbellino
de Armenia, en un momento,
rayo del
cielo fue y halcón del viento.
Al fin
vengué el agravio, y luego parte
el vencedor ejército, marchando,
como
suelen relámpagos de Marte,
deshaciendo las nubes y tronando.
Apenas el
católico estandarte
en Persia
tremoló sus plumas cuando
tímidos
lloran a la humana suerte
los
pálidos asombros de la muerte.
Si
viste, gran señor, langosta parda
talando
rubia mies; si viste un río
que la ley
de sus márgenes no guarda
porque las
lluvias le causaron brío;
si viste
fiero incendio que acobarda
las fértiles campañas del estío,
nuestro ejército, así,
latino y griego,
río,
langosta, fue, diluvio y fuego.
Su
ejército me oponen y confían
en la
bárbara furia de elefantes
que con
navajas de marfil herían
las tropas
de caballos y de infantes.
Cien
torres que montañas parecían
llevaban
estos brutos arrogantes,
y tantas flechas disparaban de ellas
que eclipsaron el sol y las
estrellas.
Su natural instinto
prevenido,
en medio
de los campos he formado
un arroyo
de sangre, que han vertido
cien bueyes del bagaje, y el
airado
escuadrón de elefantes
suspendido
quedó
cuando en la sangre ha reparado,
y, así,
volviendo atrás con furia brava
los suyos sin piedad despedazaba.
En efecto, vencí, ¡feliz
suceso!
Ya es del
imperio cuanto el Tigris baña;
Arsindo,
rey de Armenia, viene preso,
y el
general de Persia le acompaña.
Asia
temblando está, y alegre beso
tus pies,
cuando en el mar y en la campaña
adoran las
provincias del oriente
el laurel
soberano de tu frente.
EMPERADOR:
Belisario, ¿qué favor
no es
pequeño para darte?
Sólo
pretendo pagarte
con mí
mismo, con mi amor;
que ése es inmenso, y así
grandes mercedes te doy,
dando lo mismo que soy
para que
vivas en mí.
Dos
anillos con dos sellos
mandé
hacer de un propio modo,
porque
podamos en todo
ser los
dos uno con ellos.
Toma el
uno, y la amistad
finezas haga y extremos.
Cástor y Pólux seremos.
Belisario es mi mitad.
BELISARIO: Sólo
una cosa te ruego.
EMPERADOR: Hazla
tú, ¿Qué me propones
ni ruegas?
BELISARIO: Es
que perdones
a Leoncio.
EMPERADOR:
Venga luego,
y no
sólo le perdono,
pero
mercedes le haré;
porque hombre que digno fue
de tu
intercesión y abono
ofenderme no ha podido.
Por buen
vasallo le tengo;
y por eso
a entender vengo.
Envidias
le han perseguido.
BELISARIO: Beso tu
mano.
LEONCIO:
(¡Que yo Aparte
viniese a
matar así
al que me
da vida a mí!
¡Mal haya
quien lo mandó!
¡Mal
haya quien lo ha intentado
y quien le
fuere traidor!
FLORO: Mirando al
Emperador
Fabricio
quedó elevado.
Si de
esta caja pudiera
sacarle un
papel, sería
buena
fortuna la mía
porque
servirme pudiera;
que él
mismo me lo ha mostrado.
Ni nombre
ni señas tray.
Sácale un papel de una caja de latón y métele
otro
Valientes
industrias hay
para un
gallina soldado.
Topélo;
el alcance sigo.
¡Helo! En esto no soy manco.
Zámpole un
papel en blanco,
que acaso
traigo conmigo.
Boquiabierto Juan Paulín
a los dos
césares mira
y de su
amistad se admira.
¡Bisoño en
la corte al fin!
Así supiese mi amo
que
aquestas manos pelean.
EMPERADOR: Ya es tiempo que todos vean
cuánto tus virtudes amo.
Triunfar debes; llega ya
en esa
imperial carroza
a Constantinopla,
y goza
aplausos
que el vulgo da.
FLORO: Todo es
confuso tropel
en la
corte. Aquí te tengo.
Pues que
de servirte vengo,
lee,
señor, este papel.
Dale el papel al EMPERADOR
BELISARIO: ¿Qué
intentas, necio?
FLORO: Que creas
que Floro
en la guerra fue
valiente
duende, y que sé
pelear sin
que me veas.
Lee
EMPERADOR:
"Gran señor, el que éste lleva
es un valiente soldado.
Dos
banderas ha ganado.
No hay
hombre que a más se atreva.
Julio,
maestre de campo."
Besarme la
mano puedes.
Tenga en
la corte mercedes
quien
servir sabe en el campo.
Una
villa tienes ya,
y esta
merced no es muy rica
según
Julio certifica.
FLORO: (Y aun
agosto lo dirá.) Aparte
BELISARIO: Di,
¿cúyo es este papel,
necio?
FLORO: Del maestre de campo.
BELISARIO: Otra vez
que esté en el campo,
pelead en
mi cuartel.
FABRICIO: (Si a
este gallina le han dado Aparte
sin
méritos galardón,
gozar
quiero la ocasión.)
Yo señor,
soy un soldado
pobre,
que en Persia serví,
según en
éste verás.
Dale otro papel
EMPERADOR: No has servido; servirás,
que el papel lo dice así.
Si en
blanco traes los servicios,
en blanco quedarte puedes.
Rómpelo y vase el EMPERADOR
FABRICIO: ¡Buenas
son estas mercedes!
Perderé
dos mil jüicios.
¿A una
gallina maldiciente
una villa
y a mí nada?
FLORO: No tiene
igual esta espada.
Sed,
Fabricio, más valiente.
FABRICIO: ¡Un
loco rascacaballos
tiene
suerte más dichosa!
FLORO: Sois,
Fabricio, poca cosa
para un
señor de vasallos.
LEONCIO: Espera,
blasón del mundo.
BELISARIO: ¿Qué
quieres?
LEONCIO:
Besar tus pies.
Leoncio es
éste que ves.
BELISARIO: ¡Oh,
capitán sin segundo!
No te
conocí, que el traje
desmintió
tu calidad.
LEONCIO: En manos
de la amistad
vuelvo a hacer pleito homenaje
de ser
tuyo.
BELISARIO:
Entre los dos
habrá
amistad verdadera.
LEONCIO: El
emperador te espera.
Adiós,
Belisario.
BELISARIO:
Adiós,
y a esa mujer no ofendida
templa el
injusto rigor.
LEONCIO: Yo te
encomiendo mi honor.
BELISARIO: Yo te
encomiendo mi vida.
Vanse. Salen
TEODORA y MARCELA
MARCIA: Señora,
¿no me dirás,
perdona mi
atrevimiento,
por qué
has mandado matar
al que es
blasón del imperio?
Dime la
causa, pues ya
me
descubriste el secreto.
¿Qué te ha
hecho Belisario?
¿Tan
grande aborrecimiento
merece un hombre famoso,
hombre que
conquista reinos,
hombre que
reyes cautiva
para darte
a ti trofeos?
¿En qué te
ha ofendido?
TEODORA: Marcia,
no alabes
lo que aborrezco,
porque es
indignarme más.
Bien le
quise y mal le quiero.
Antes que el Emperador
pusiese en mí sus deseos
y para feliz consorte
su amor me
eligiese, dieron
a
Belisario mis ojos
favores,
que con desprecios
me pagó, y
tomo venganzas
cuando
Emperatriz me veo.
Quiero
casar a Filipo
con
Antonio, demás de esto;
y ella
amando a Belisario
no corresponde a mis ruegos.
MARCIA: De un rey
se dice que tuvo
un
contrario, antes de serlo;
y, siendo
rey, sus privados
que le
matase dijeron.
Él
respondió, "No es razón
que un rey
vengue agravios hechos
a un
particular." Lo mismo,
señora,
decirte puedo.
Los
agravios de Teodora
no ha de
vengar a este tiempo
una
emperatriz del mundo.
TEODORA: Soy mujer;
piedad no tengo.
Sale ANTONIA
ANTONIA: Señora, si
a esos balcones
hacen oriente los cielos
de tus ojos, hallarás
el mayor triunfo que vieron
los
romanos. En un carro
de oro y rubís,
compitiendo
con el
carro del aurora
en los
hermosos reflejos
de luz y
púrpura, viene
terror de
persias y armenios,
Belisario,
dando a Europa
gloria y
blasones eternos.
Tráele a su mano derecha
el
Emperador; que en esto
se
descubre en un vasallo
la
grandeza de su dueño.
Al
concurso de la gente
y a los
aplausos del pueblo,
las aves
se han suspendido
en las
esferas del viento.
Dos
generales y un rey
lleva
delante, que, presos
con
cadenas de oro, dicen
la gloria
del vencimiento.
TEODORA: (¡Válgame
Dios! No ha podido Aparte
el
alborozo del pecho
disimular
con la lengua
al amor
que está allá dentro.
Por la
boca y por los ojos
vas
exhalando el incendio
que en el
corazón no cabe.
Imprudente
es el contento;
mal sabe
disimular.
Rabiando
estoy, y no puedo
sufrir
alabanzas suyas.
¡Que
Leoncio no le ha muerto!
¡Ah,
cobarde!) Antonia, Antonia,
yo te juro
por los cielos
y por la
vida dichosa
-- atiende
a este juramento --
del grande
Justinïano,
que si en
público o secreto
das favor
a Belisario,
si con los
ojos atentos
le miras,
si con palabras
lisonjeas
sus deseos,
si le
escribes ni respondes
apacible,
Antonia, muerto
le has de ver, por mí mandado.
No he de castigar sus yerros
en ti sino en él, y así
tu amor
será su veneno.
Tú le
matas si le quieres;
y a jurar
otra vez vuelvo
del
Emperador la vida
que han de
darle muerte.
ANTONIA: ¿Y debo
ser
ingrata y descortés
a quien
con tanto respeto
me sirve?
TEODORA: Si
yo te caso
con Filipo
que es mi deudo,
¿por qué a
mi gusto te opones?
ANTONIA: Celos me
dieras con esto
a no saber
que es venganza.
(¿Qué
desdicha es ésta, cielos? Aparte
¨No he de
amar a Belisario?
¿No he de estimar sus afectos?
¿No he de agradecer su amor?
¿No he de honrar sus
pensamientos?
¿No de mirar su buen talle?
¡Remedio,
cielos, remedio!,
que si
tanto amor reprimo,
ha de
reventar el pecho.
Salen el EMPERADOR, BELISARIO, NARSÉS, FILIPO, y
acompañamiento
BELISARIO: Déme
vuestra majestad
la mano.
TEODORA:
(Disimulemos, Aparte
ira y
venganza.) Seáis
bienvenido. Alzad. (Yo vuelvo Aparte
a ver si
Antonia le mira.)
A ANTONIA
Baja esos
ojos al suelo,
que le
costará la vida.
ANTONIA: (Muero por
mirarle, y temo Aparte
de esta
tigre los enojos.
¡Remedio,
cielos, remedio!)
(¡Ay,
Antonia de mi vida! Aparte
Gracias al
Amor, que veo
el cielo
de tu hermosura.
Dudoso del
bien que tengo
no doy
crédito a los ojos;
mas, ¡ay
de mí! ¿Qué es aquesto?
Los suyos
no ha levantado
para
mirarme. Recelo...
Mas, ¡qué
recelo, qué digo,
si con mis
dudas la ofendo,
con mis
sospechas la agravio?
Recato ha
sido discreto.
Ella su
amor disimula.)
ANTONIA: (Más os
valiera estar ciegos, Aparte
ojos, si
no habéis de ver
lo que con
el alma quiero.)
Sale LEONCIO, de caballero
LEONCIO: Leoncio
está a vuestros pies,
gran
señor, agradeciendo
el perdón
que le habéis dado,
la merced
que le habéis hecho.
TEODORA:
(¿Perdonado está Leoncio?
Aparte
Nuevos
enojos prevengo.
Este
traidor me ha vendido,
Él
descubrió mi secreto.)
LEONCIO: Déme
vuestra majestad
la mano.
A LEONCIO
TEODORA:
Traidor, ¡qué es esto?
¿Cuando el
perdón te ofrecí
porque le
matases, veo
que él
vive y tú le consigues?
LEONCIO: No hallé
ocasión, ni pretendo
darle
muerte.
TEODORA: Basta, basta.
(Pues éste
a la gracia ha vuelto Aparte
del
Emperador, sin duda
que ha
revelado mi intento
a
Belisario. No fío
de Leoncio
más, ni quiero
dilatar
esta venganza.)
Narsés.
NARCÉS:
Señora.
TEODORA:
El gobierno
de Italia
tendrá, si matas
a
Belisario.
NARSÉS:
Yo acepto
tu
palabra, y cumpliré
lo que
mandas.
TEODORA:
Te encomiendo
el secreto
y brevedad.
NARSÉS: Todo está
a mi cargo.
ANTONIA: (Temo Aparte
que le
mato si le miro,
y si no le
miro muero.
Con dos accidentes lucho,
con dos
contrarios peleo,
y con dos
muertes batallo.
¡Remedio,
cielos, remedio!)
EMPERADOR: Belisario,
ven.
Vase
el EMPERADOR
BELISARIO: (Sospechas, Aparte
muchas fuerzas vais teniendo.
Con rigor me mire Antonia,
turbado su
rostro veo.
¡Matadme,
sospechas mías,
antes que
lleguéis a tiempo
de ser en
mí desengaños!
A ANTONIA
TEODORA: ¿Mirándole
estás? Muy necios
y livianos
son tus ojos.
ANTONIA: Y crüeles tus preceptos.
TEODORA: No amas mucho, pues no temes...
BELISARIO: (Ella se
mudó. Soy muerto.) Aparte
Vanse todos. Se
queda ANTONIA
ANTONIA: ¿Que
ponga ley a mis ojos
un
colérico interés?
Obstinado
animal es
una mujer
con enojos.
De sus
fáciles antojos
aprisa
toma venganza.
En todos tres hay mudanza.
Ella manda sin razón,
él se va
sin galardón,
yo adoro
sin esperanza.
Mi
pecho amando es ingrato,
favoreciéndole es fiero,
si le
aborrezco le quiero,
y si le
quiero le mato;
su vida
está en mi recato,
su muerte
está en mi favor,
en mis ojos hay rigor.
Amor, a muerte condenas.
¡Oh,
laberinto de penas!
¡Oh,
confusiones de amor!
Sale TEODORA junto al paño
TEODORA: Cuando
una mujer porfía
aborrece
de esta suerte.
Belisario
vuelve. Advierte
que tras
de esta celosía
te he de
escuchar.
ANTONIA:
Tiranía,
es la
tuya, imperio no.
¿Qué
amante triste se vio
en tal
trance? Estoy sin mí.
Con el
alma diré sí.
Con los
labios diré no.
Sale BELISARIO sin ver a TEODORA
BELISARIO: A tus
pies llega vencido
un amante
vencedor,
aunque mal
he dicho "amor"
lo que
"obligación" ha sido;
si es
fuerza haberte querido
después de
haberte mirado,
"un
corazón obligado"
llega a
tus pies a vivir;
que no me
atrevo a decir
"corazón enamorado."
¿Cuando
triunfo del oriente,
muestras
tú tristeza extraña?
O es tu
amor el que me engaña
o es mi vista
la que miente.
Si el alma
está diferente,
estélo,
señora mía,
tu beldad;
que es tiranía,
si he de
amarte, que se vea
mudada el
alma y que sea
la beldad
la que solía.
ANTONIA: Con ese
amoroso engaño
a la
mariposa imitas,
pues tu
muerte solicitas
amando tu
propio daño;
y así yo
te desengaño
que es tu
amor, si en ti no mueve
niño que
un cuchillo quiere,
y como el
peligro ignora,
cuando no
se lo dan llora
y si se lo
dan se hiere.
Y, así,
de ese amor te olvida.
BELISARIO: Oye,
escúchame, por Dios.
ANTONIA: (Vivid,
Belisario, vos Aparte
y cuéstame
a mí la vida.)
Vase ANTONIA
TEODORA: Eso sí.
Vase ANTONIA
BELISARIO:
¿Cuándo, homicida,
se ha
mudado de esta suerte
mujer
alguna? ¿Tan fuerte
es en ti el
aborrecer?
Mas, ¿si
es ella la mujer
que ha
procurado mi muerte?
Contra
el alma y los sentidos
hay ejército de enojos;
desengaños ven los ojos,
rigor sienten los oídos
el corazón llora olvidos,
suspensión
el pensamiento,
y es tan
grande el sentimiento
que, de
todos combatida,
sólo se
escapa la vida
para darme
más tormento.
Que se
mude una mujer
ya se vio,
cualquiera alcanza
mayorazgo
en la mudanza,
y que dé
en aborrecer
también
común suele ser;
pero que
matar intente
al
desdichado que ausente
su luz hermosa adoró,
rigor es
que no se oyó
en las
lenguas de la gente.
Sale el EMPERADOR. Sacan una luz y recado de escribir
sobre
un bufete
EMPERADOR: Tu
amigo verdadero
pienso ser
hasta la muerte,
no dirán
que vengo a verte
sino
también que te quiero.
Con la
amistad son iguales
el vasallo
y el señor,
y es la
riqueza mayor
que
tenemos los mortales.
Y como la majestad
de un rey
no ha comunicado
otro rey,
en el privado
goza el
bien de la amistad.
Conózcase mi favor
en todo
aqueste hemisferio.
Príncipe
eres del imperio
y perpetuo
dictador.
BELISARIO: Deja
que bese tus pies
por honras tan desiguales.
EMPERADOR: Toma estos tres memoriales.
Uno elige de esos tres
para el
supremo gobierno
de Italia.
BELISARIO:
Yo, gran señor,
no merezco tal favor.
EMPERADOR: ¡Y mereces nombre eterno!
Libre elección has de
hacer
aunque más
lo dificultes.
Voyme,
porque no consultes
conmigo tu
parecer.
Vase el EMPERADOR
BELISARIO:
Fortuna, tú que me subes
hasta la
región del fuego,
y como el
Olimpo griego
me has
coronado de nubes,
si me
levantas así
para
desdicha mayor,
o niégame
tu favor
o ten
lástima de mí.
Siéntase
Aunque
la melancolía
conduce a
mis ojos sueño,
quiero
obedecer el dueño
que de mi
elección se fía.
Lee
Memorial de Leoncio. Aquéste
a mil
Numas le anticipo
yo. Memorial de Filipo.
Bien se
puede confiar de éste
Italia,
que es sin segundo.
¿De quién
el tercero es?
Narsés dice. Todos tres
pueden gobernar el mundo.
La abundancia es la que
impide
la
elección que Italia espera,
porque a
cada cual quisiera
darle el
gobierno que pide.
La duda
que tengo es fuerte.
Dejémoslo
a la Fortuna.
No he
errado empresa ninguna.
Haga esta
elección la suerte.
Sólo de
Antonia la fe
mi mayor
desdicha ha sido.
En mi vida
fui vencido.
Catorce
veces triunfé.
Baraja los memoriales
Sin que
los títulos vea,
éste
elijo. Narcés dice.
Él ha sido
el más felice.
¡Quiera
Dios que yo lo sea!
Escribe en el memorial
El
decreto escribo, y luego
si el
sueño me ha de vencer,
que el
odio de una mujer
me ha de
permitir sosiego,
ganar
amigos procuro;
mi
descanso es hacer bien
y el proverbio dice: "Quien
hace bien,
duerme seguro."
Sale NARSÉS, de noche
NARSÉS: Con el
silencio y quietud
de la
noche está el palacio,
pintando
en sombras y lejos
la soledad
de los campos.
Mal
sosiega un ambicioso;
mal
reposan los cuidados
de los soberbios que a oficios
en las cortes van trepando.
Teodora me ha prometido
si doy
muerte a Belisario
el
consulado de Roma
y de
Italia el magistrado.
Si es
emperatriz, ¿qué mucho
que vengue
yo sus agravios?
Aquí está
y está dormido.
Bien dicen
que es un tirano
de la
mitad de la vida
el
sueño. Ya no es retrato
sino vivo
original
de la
muerte su letargo.
Saca la daga
A nunca
más despertar
le
considero. ¡Qué vanos
son los
discursos del hombre!
¡Qué
designios tan errados!
A éste le
juzgué inmortal
cuando
venciendo y triunfando
fue la
pompa del imperio,
y ya le
está amenazando
en este
puñal la muerte.
No se
mueve. Yo le mato.
Aquí
memoriales veo.
La
curiosidad me ha dado
antojos de
ver primero
si dio
oficios soberanos
del
imperio. Éste es el mío.
Pienso que
está decretado.
Su letra
es y dice así:
Lee
Merece,
señor, el cargo
de Italia
Narsés. Electo.
¿Cómo
puedo ser ingrato
al que
procura mi bien?
¡Oh, valor
extraordinario
de capitán
invencible
y de prudente privado!
Yo he de ser agradecido,
aunque caiga en este caso
de la
gracia de Teodora.
Sepa el
peligro en que ha estado.
Aquí le
escribo un aviso
Escribe
si bien el
secreto guardo
de quien
es la que desea
su
muerte. El acero clavo
sobre el
mismo memorial,
Clava la daga
y así le
digo callando,
por enigmas, que fui yo,
el que la vida le ha dado.
Ya
desvelados los ojos
muestran
que fue breve rapto
del
sueño. Vele, quien tiene
tan
poderoso contrario.
Vase.
Despiértase BELISARIO
BELISARIO: sólo el
sueño y el amor
me han
vencido. No es agravio
el del
sueño, que es pasión
natural. ¿Qué es lo que hallo
tan cerca
de mí? Fortuna,
¿si son
éstos los amagos
de tu
mudanza? Dos veces
vi puñal
amenazando
mi
vida. De la tercera
me libre
Dios. Y clavado
en el
memorial de Narcés,
¿qué
significa? Reparo
en dos
renglones escritos
de otra
letra y de otra mano.
Lee
"Hacer bien te dio la vida"
Y escrito
está más abajo:
"Guárdate de una mujer."
¡Válgame
Dios! ¿Tan tirano
es el
corazón de Antonia?
¿Tan
aprisa está buscando
mi
muerte? Éstos son avisos
que da el
cielo soberano.
En el
memorial se muestra
mi dicha,
pues doy los cargos
del
imperio, y el acero
diciendo
está cuán cercano
tiene su
peligro aquél
que ocupa lugares altos.
Memorial y
acero juntos
no es
nueva unión, no es milagro;
ejemplo
son de las cortes,
sucesos de
los palacios.
Mas si el
hacer bien me guarda,
pensamiento,
no tememos;
hagamos
bien, porque al fin
esto no
podrá faltarnos.
Sale el
EMPERADOR con cartas, y un criado que
tome la vela.
ANTONIA al paño
EMPERADOR: Nuevas
guerras me amenazan.
Las cartas
me dan cuidado.
¿Africa se
me rebela
cuando
tengo a Belisario?
ANTONIA: (Siguiendo
voy recelosa Aparte
del
Emperador los pasos.
Temo que
guerras emprende
y ha de ausentar
a quien amo.
Quiero
escuchar desde aquí.)
EMPERADOR: Amigo,
amigo, temblando
está el
imperio, si tú
no le das
la invicta mano;
los feudos
de Africa roban
los
vándalos.
BELISARIO: ¡Castigarlos,
triunfar
de ellos! Cipïón
segundo
seré en Cartago.
EMPERADOR: Quiero ver
las demás cartas.
Lee aparte
BELISARIO: (A Antonio
he visto acechando Aparte
en esta
puerta, y mi muerte
quiso
ver.) ¡Ingrata, en vano
has
intentado dos veces
mi
desdicha y mis agravios!
ANTONIA: Agora temo
tu ausencia.
BELISARIO: Sólo de mi
ausencia trato
porque,
ausente, no podrás
conseguir
tu intento falso.
Allá me
darán la muerte
en los
reinos africanos.
ANTONIA: Primero
será la mía.
BELISARIO: ¿Tanto lo
deseas, tanto?
EMPERADOR: Oye.
BELISARIO: Señor.
EMPERADOR: Hoy conviene
que a Africa partas.
BELISARIO:
(Hoy salgo Aparte
de
peligros más crüeles.)
Al
momento, señor, parto.
EMPERADOR: Quiero ver
el otro pliego.
Adviértase que el EMPERADOR está en medio leyendo
y un
criado alumbrando, y BELISARIO le habla a hurto con
ANTONIA, llegándose y
desviándose cuando llama el EMPERADOR, y ella se
est siempre en la
puerta porque no la vea el EMPERADOR
ANTONIA: ¿Así te
partes, ingrato?
BELISARIO: Temo tu
furor aquí,
y en los reinos más extraños
no temo los enemigos.
ANTONIA: ¿Así me
dejas?
BELISARIO:
No aguardo
a que
tercero puñal
vea en mi
sangre bañado.
ANTONIA: ¿Qué? ¿No
sientes irte?
BELISARIO: No.
ANTONIA: ¡Y serán
eterno llanto
mis ojos en tanta ausencia!
BELISARIO: Y yo ruego
al cielo santo,
pues que
vengarte deseas,
que en los
reinos africanos
algún alarbe
crüel,
con alguna
flecha o dardo,
de
Belisario la vida
acabe, y
así quedamos
tú vengada
y yo en morir
entre mis
fieros contrarios,
[............ ]
No han de
permitir los hados
ni los
cielos que se logran
tus
intentos que tiranos
son para
mí.
ANTONIA:
Bien lo creo
de un
corazón desdichado.
BELISARIO: ¡Ah,
falsa! ¿Que no lo niegas?
EMPERADOR: Belisario.
BELISARIO:
Señor.
EMPERADOR:
¿Cuándo
te
partirás?
BELISARIO:
Esta noche.
EMPERADOR: Si tú me
vuelves triunfando
serás el
mayor ejemplo
de la
dicha; que estos brazos
te han de
levantar al cielo.
BELISARIO: Ejemplos
del mundo raros.
¡Oh,
mundo, aquí me levantas,
y allí me
están derribando!
ANTONIA: Oye.
BELISARIO: Sin
causa me ofendes.
ANTONIA: ¿Te vas?
BELISARIO:
Sí.
ANTONIA:
Quedo rabiando.
BELISARIO: ¡Qué
intentos tan fementidos!
ANTONIA: ¡Qué
amores tan desdichados!
FIN DEL ACTO PRIMERO