ACTO TERCERO
[Salón de palacio.]
Salen RAMÓN y
FLORES
FLORES: Pues de Nápoles
llegaste
en día de tanta fiesta,
Ramón, todas esas voces
que has escuchado celebran
victorias de don
Fadrique;
mantener en una tela
quiso
una justa, y mandó,
caprichosa, la duquesa
que
torneo de a caballo
fuese y
no justa.
RAMON:
¿Qué intenta
la
duquesa en tal rigor?
¿Quiso
que a peligro vieran
sus
vidas los caballeros
que la
sirven y festejan?
FLORES: Por
averiguar cuál es
más
valiente. Es una tema
en que
ha dado esta mujer
aunque
locura parezca:
que ha
de ser quien es su amante
valiente por excelencia,
ya que
en otras calidades
los ha
probado.
RAMON: No cuentan
semejante condición
de
mujer ninguna.
FLORES: Es bella
y
fantástica. Diez días
ha que
encubre la grandeza
fingiéndose
Porcia, y pueden
su
cuidado y diligencia
disimular y fingir
sin que
esos duques lo sepan.
Ella
sale, Ramón, vete
y no te
vea su alteza.
Vase RAMÓN y sale SERAFINA
SERAFINA: ¿Qué
hay, Roquillo?
FLORES: ¿Qué ha de haber?
¡Mucho
pesar y tristeza
de que
ese español soberbio
a mis
tres amigos venza!
¡Que no
quiera la Fortuna
derribar tanta soberbia
española! ¡Que no hubiese
un
gigante de gran fuerza,
desatado de algún libro
de
caballerías necias
que
descomunal y bravo
su pan de perro le diera!
¿Habéis
visto algún cohete
andar
cruzando la tierra
aquí y
allí sin para
hasta
que cruje o revienta?
Así
andaba aquel marrano
de uno en
otro con presteza
dando
golpes que era ver
--¡Ah,
Porcia, cuánto me pesa!--
cuatrocientas herrerías.
¡Un
juego de bolos era!
El
español los birlaba
pues
también birló al que llega.
Vase [FLORES] y sale URBINO
URBINO: ¡Oh,
Porcia! ¡Oh, señora mía!
En hora
dichosa y buena
te veo
donde podré
suplicar que favorezcas
mi
pretensión. Porcia ilustre,
seis
mil ducados de renta
ofrezco
para tu dote
si
dispones que yo sea
duque
de Mantua y esposo
de
aquella ingrata belleza
de
Serafina.
SERAFINA:
Señor,
haré
por vos cuanto pueda.
Sale escuchando don FADRIQUE
URBINO: Desde
el punto que te vi,
Porcia
hermosa, dije: "Aquésta
ilustre
sangre contiene
y parece
hermosa piedra
engastada en metal pobre".
¿Quién,
mi señora, te viera
que no
conociera luego
el
ánimo y la grandeza
de tu
pecho generoso?
No
quiero que me agradezcas
lo que
ofrezco y lo que digo.
Al sí
que me has dado es fuerza
que,
alegre y agradecido,
tu
esclavo perpetuo sea.
[Primero, cuando de tí,
luego
conocí quién eras;]
que mal
pueden encubrirse,
cuando
pulsan las estrellas
sus
visos y resplandores.
SERAFINA: Vete,
duque, norabuena;
que tu
dama será tuya.
URBINO: Tuya mi
vida y hacienda.
Vase URBINO
FADRIQUE:
(Fortuna adversa, ¿qué es esto?
Aparte
"Luego conocí quién eras;
que mal
pueden encubrirse
cuando
pulsan las estrellas
sus
visos y resplandores."
Amor, ¡o muerte o paciencia!)
SERAFINA: Don
Fadrique, ¿estáis cansado
del
torneo?
FADRIQUE:
(Que no muera Aparte
quien
oyó tales razones!
"Al sí que me has dado es fuerza
que, alegre y agradecido,
tu
esclavo perpetuo sea."
Serafina elige al duque,
ella le
dijo quién era;
mi
desengaño ha llegado,
pero mi
muerte no llega.
¿Por qué,
si el morir es dicha,
la vida
ha de ser eterna?)
SERAFINA: Don
Fadrique de Aragón,
¿qué
suspensión es aquésta?
FADRIQUE: (Y,
"Tu dama será tuya" Aparte
"Tuya mi vida y hacienda".
Yo lo vi, yo lo escuché.
Amor,
¡o muerte o paciencia!)
SERAFINA: Ya
parece frenesí.
¡Despierta, español, despierta!
FADRIQUE: Bien
has dicho, si fue sueño
mi
esperanza lisonjera.
SERAFINA: ¿Qué te
divierte?
FADRIQUE: El oírte.
SERAFINA: ¿Qué te
suspende?
FADRIQUE: Mis quejas.
SERAFINA: ¿Qué
has oído?
FADRIQUE: Mis desdichas.
SERAFINA: ¿Qué
tienes?
FADRIQUE: No sé qué tenga.
SERAFINA: ¿Qué te
aflije?
FADRIQUE: ¿Qué? La vida.
SERAFINA: ¿Y qué
sientes?
FADRIQUE: No querella.
SERAFINA: ¿Qué
dices?
FADRIQUE:
No sé qué digo.
SERAFINA: No te
entiendo.
FADRIQUE: Ni me entiendas.
Por eso
pido al Amor
que me
dé muerte o paciencia.
SERAFINA: Yo no
asistí en el torneo;
en él
estuvo su alteza
tras de verdes celosías,
pero yo
he estado indispuesta.
FADRIQUE: ¿Aun
eso más? ¿Eso falta?
¿Sabes
que ha sido en defensa
de tus
méritos?
SERAFINA: Sí, sé.
FADRIQUE: ¿Sabes, --di-- cómo sustenta
este
brazo que yo sirvo
la más
celestial belleza
de este
mundo?
SERAFINA:
Así lo has dicho
en el
cartel.
FADRIQUE:
Pues si es ésta
la
causa de este torneo,
no
honralle con tu presencia,
¿no fue
crüel tiranía?
Y si lo
vistes y lo niegas,
¿no es sequedad más crüel?
SERAFINA: Cuenta,
don Fadrique, cuenta
el
suceso del torneo,
para
que yo te agradezca
el
mantenello y contallo.
FADRIQUE:
(Disimularé mi pena Aparte
hasta
mayor ocasión).
Escucha, y es bien adviertas
que la
cólera me obliga
a
contallo sin modestia.
Llegó
el día del torneo
y un
cartel...
SERAFINA:
Detente, espera,
pues,
¿qué cólera es la tuya?
FADRIQUE: ¿No
quieres tú que la tenga
si veo
que diste un "sí"
al
duque de Urbino?
SERAFINA: Es necia
esa
presunción, Fadrique,
y a
palabras tan groseras
no doy
yo satisfacción.
[Hace que se va]
FADRIQUE: Espera,
señora, espera.
SERAFINA: Vuelvo,
por sólo esperar
esta
relación. Empieza.
FADRIQUE: (Yo no
entiendo esta mujer). Aparte
SERAFINA: Refiere
o voyme.
FADRIQUE: Está atenta.
Murmuraron de mí porque servía
dama de
la duquesa, y yo, enojado,
respondí que en beldad y bizarría
ninguno
de este mundo la ha igualado;
y que tanta beldad defendería,
y con
valor, en campaña o en poblado.
A la
plaza salí, gallardo y fiero,
con
nombre de Dudoso Caballero,
y
cuando...
SERAFINA:
Esperad un poco;
primero
es razón que sepa
por qué
os llamáis el Dudoso.
FADRIQUE: Pues,
¿hay más dudas que tenga
un
amante desdichado?
Siempre
confuso me dejas,
con acciones
a dos visos:
ya me dad de amar licencia,
ya matas mi confïanza,
ya la
licencia me niegas,
ya me
dejas con un guante;
enojos en los labios muestras,
piedad en los ojos tienes,
y en la banda me
desprecias,
ya la
admites, ya la rompes,
ya te
quedas con la media.
Eres,
en fin, parecida
a la
que llaman hïena,
animal
tan enemigo
del
hombre que con cautela
con
tener el rostro humano
nuestra
voz finge y se queja.
[Al]
hombre llama escondida.
El
caminante que piensa
que es
afligida mujer
sigue
la voz de la fiera,
da en
sus garras, halla muerte;
y ella,
furiosa y sedienta,
vase a
una fuente a beber;
y al
ver su rostro se acuerda
que mató
su semejanza,
y allí
con lágrimas tiernas
llora
el mismo que mató;
de
donde dijo un poeta
de
aquellos que las auroras
tienen a sus musas gratas;
"Si me quieres matar, ¿por qué me lloras?
Y si
me has de llorar, ¿por qué me matas?"
SERAFINA: El
ignorante halla dudas
donde
no las hay; no creas
que has
tenido viso alguno
de
favor. Bien claras muestras
te di
siempre de no amar;
y pues
en vano te quejas,
quédate
contigo mismo.
(¡Qué
crüel estoy!) Aparte
FADRIQUE: Espera.
Ya me
matas. (¡Oh, que Circe!) Aparte
SERAFINA: Refiere
o voyme.
FADRIQUE: Está atenta.
De
la batalla o fiesta llegó el día;
era
cada balcón florido mayo.
Vieron
primero la persona mía,
sobre
los hombros de un hermoso bayo.
Pisó el
circo gentil con bizarría
aquel
hijo del Betis y de un rayo,
haciendo, como diestro en los torneos,
corvetas una y otra escarceos.
Caminando a la tienda de campaña
no cesaban las cajas y clarines;
la damas repitieron:
"Viva España"
y aun
me vertieron cándidos jazmines.
Una
sirena, cuya voz engaña,
llevada sobre el mar de dos
delfines,
mi
empresa fue. La letra: "En esta calma
me
lleva Amor para enajenarme el alma."
Pero
si me abraso en celos
y mi
corazón revienta
con agravios declarados,
¿cómo
desata la lengua
palabras disimuladas?
"Sí" dijiste al duque, fiera
que no
te ves en la fuente
por no
convertir en cera.
La
impiedad queda contigo
que con
una crüel te quedas;
que yo
no puedo contar,
cuando
agravios me atormentan,
acciones que no agradeces;
tú me
matas.
SERAFINA:
Oye, espera.
El
duque me dijo aquí
que por
él intercediera
con la
duquesa, y que hiciese
por su
amor la diligencia.
Sí, le
dije, y este "sí"
escuchaste.
FADRIQUE: No, no pretendas
dar
color a mis recelos.
SERAFINA:
Engáñaste; y si supiera
que de
mí se imaginara
la más
mínima sospecha,
no
diera satisfacción
a
palabras tan groseras.
FADRIQUE:
¿Lloras? Temo no me mates.
Calla,
señora.
SERAFINA: Pues, cuenta.
FADRIQUE: No hay
quien te entienda, mujer.
Prosigo
de esta manera.
Salió
a la plaza Urbino, fue el primero;
una
selva de plumas ha sacado
de
color verde y blanca en el cimero;
cuando
el viento sutil las ha ondeado,
ya parecen abril, ya son enero;
un árbol pareció que está
nevado.
Ondas eran del mar las varias
plumas,
pues mezcladas se ven olas y
espumas.
Con señas a batalla me
provoca,
un
duelo de dos tigres se dibuja,
ya para el curso la trompeta toca.
ya
sacamos las lanzas de la cuja,
ya
acometemos, cada cual fuenroca;
no hay
hasta que no rompa y que no cruja;
tocaron
los pedazos las regiones
del fuego, descendiendo hecho
carbones.
Los
brazos a la espada el duelo fían;
tantos
los yelmos combatieron ellas
que
fraguas de Vulcano parecían,
y
relámpagos eran las centellas;
como nocturnas sombras no se
veían
el
vulgo se admiró de ver estrellas.
Mi
contrario quedó tan sin sentido
que ni
bien era muerto ni dormido.
Ya esperaba
en el puesto el de Ferrara,
que el
iris vistió de su librea;
corrimos, y el caballo le arrojara
si al
arzón no se asiera; titubea,
ya cae,
ya no cae, ya sí, no para
el caballo,
y él libre se pasea,
pues su
dueño perdió sentido y freno
cuando
mi lanza fue rayo sin trueno.
Aquí
el de Parma me provoca al duelo;
la
fuer[te] lanza puesta ya en el ristre,
exhalaciones fuimos, que en el
cielo
no hay
vista perspicaz que no registre.
Su
caballo se vio correr en pelo
sin
silla, y sin señor que le administre,
porque
en tierra cayó, y medir pudiera
lo que
habrá menester cuando se muera.
Entrando van después aventureros
por
mostrar su valor mostrando fama
ya con
las lanzas, ya con los aceros,
aquéste
me acomete, aquél me llama;
yo,
invocando el favor de los luceros
que son
los bellos ojos de mi dama,
feroz
en los estribos me levanto,
matando
unos de herida, otros de espanto.
Todo
es aplauso, todo alegres voces,
crece
la admiración, la noche llega,
aquéllos con valor, éstos feroces,
todos
me embisten, invención fue griega;
corren
ligeros, sombras son veloces,
aquél repara, el otro no sosiega,
discurro sin pensar, cólera tengo,
muchos
me cercan, el agravio vengo.
Las
damas dicen: "Paz". El sol se
puso.
Suena
"España" una voz, otra "Victoria".
Pasmó
lo noble, el vulgo va confuso,
salgo
sin mí, tú estás en mi memoria;
dichas
prevengo, de feliz me aviso,
hallóme
mi pesar, perdí mi gloria;
tuyo en efeto soy, y mis deseos
servirán a tus plantas de
trofeos.
SERAFINA: Debo
estar agradecida.
FADRIQUE: Y,
¿cuándo lo mostrarás,
si hoy
un favor no me das?
SERAFINA: Basta
no estar ofendida.
FADRIQUE: ¿De
qué?
SERAFINA:
De que me han contado
que un
guante rompiste mío.
FADRIQUE: Dueño
fue de mi albedrío,
mirad
si está bien guardado;
pero
si éste se cayó
favor
no es vuestro, señora;
dadme algún favor agora
en que veo claro yo,
sin los visos de engañado,
que dais premio a tanta
fe.
SERAFINA: Hoy un
favor os daré.
FADRIQUE: ¿Aún no
estoy examinado
de todo punto? Yo sí
que me
pudiera quejar
de vos,
de ver olvidar
la
media banda que os di.
SERAFINA: Si
es ésta, ¿qué pretendéis
de
favores lisonjeros?
FADRIQUE: Vivir, para
agradeceros
que esa
banda no olvidéis.
SERAFINA: No,
no me juzguéis amante.
FADRIQUE: ¿Qué
queréis con tantos fieros?
SERAFINA: Vivir
para agradeceros
que no
olvidéis ese guante.
Vanse y
salen FLORES y RAMÓN.
[Decoración de jardín]
FLORES:
Licencia esta noche ha dado
su
alteza de hacer terrero
a
cualquier caballero.
RAMON: ¿Don
Fadrique está avisado?
FLORES: Ve
tú y avísale presto;
que yo me quiero quedar
ocupando este lugar
porque
nadie llegue al puesto.
Salen a lo alto PORCIA y ELISA
PORCIA:
Elisa, por tu consejo
hago
esfuerzos, y me inclino
desde hoy al duque de Urbino;
la
española afición dejo.
Para
olvidarle, ¿qué haré
cuando
su amor me detiene?
ELISA: Piensa,
¿qué defectos tiene?
Di
males de él.
PORCIA: Sí, diré.
ELISA: ¡Oh,
si te viese duquesa!
PORCIA: Con
esperanzas estoy,
y
aunque fingida lo soy,
de
serlo así no me pesa.
Canta alguna cosa, amiga.
ELISA: ¿Qué
letra quieres que cante?
PORCIA: Una que
mi mal espante,
una que
engaños me diga.
Canta [ELISA]
ELISA:
"Esperanzas lisonjeras,
¡que
sólo tormento dais,
mientras vivís y pasáis
como verdes primaveras!"
SERAFINA en lo alto
SERAFINA:
Porcia, ¿música sin mí?
PORCIA: ¿Qué no
es vuestro, mi señora?
ELISA: A
cantar empecé agora.
SERAFINA: ¿Ha
venido alguno?
FLORES: Sí.
SERAFINA: ¿Qué
caballero ha llegado?
ELISA: ¿Quién
mi música oyó?
FLORES: Yo.
ELISA: ¿Mas tu voz no sonó?
FLORES: No;
porque yo canto
endiablado.
El duque de Urbino vino.
Si
halla en su clamor amor,
será el
disfavor favor,
y tu
desatino tino;
que
enamorado estoy hoy.
ELISA: ¡Qué
lenguaje barbarismo!
FLORES: Soy el
eco de mí mismo.
Ya he
dicho que Urbino soy;
no
me han de ocupar el puesto
tres de
duques, como de ases.
PORCIA: Hoy temí que te cansases;
galán saliste y dispuesto,
y aún estábamos las dos
en las rejas de estas salas
alabando tantas galas
con
gusto.
FLORES: Mas, juro a Dios...
PORCIA: Bien
la empresa no se veía;
decídnosla.
FLORES:
Fue extremada.
Una
pandorga pintada
y así
la letra decía;
"Amor no quiere pandorgas;
mas,
¿qué se nos da a los dos
si yo
no soy el pandorgo,
ni sois
la pandorga vos?"
PORCIA: ¡Qué
mal mote!
FLORES: Es misterioso.
........................
........................
.................... [ -oso].
PORCIA: La
empresa del de Ferrara
quisiera saber.
FLORES: Admira:
Un
hombre pintó que mira
si es
la noche oscura o clara;
la
ventana erró, y por eso
las alacenas abría
y así
la letra decía:
"Oscuro está y huele a queso".
ELISA:
¿Corría buen temporal?
FLORES: Para
ratones, señora.
Sale don FADRIQUE
FADRIQUE:
(Pensaba yo que no es hora Aparte
y
tardé, pensando mal.
Ocupado está el terrero.
Flores es quien le ocupó.
Pero aunque [ya me
avisó],
escucharéle primero).
SERAFINA: La
del español queremos.
FLORES: Entre sus plumas y galas,
pintó un Fénix con sus
alas
quemándose los extremos.
PORCIA: ¿La
letra?
FLORES:
"Bruto amó a Porcia,
pero
yo, español astuto,
amo a Porcia y no soy bruto".
...................... [ -orcia].
PORCIA: Aún las mejores son esas.
FLORES: Tal es el españolete.
FADRIQUE: (Sin
duda es él). Aparte
Flores, vete.
FLORES: Fáltanme dos mil empresas.
Otro en la empresa ha
pintado
un
doctor con su orinal,
y un
mercader que el caudal
en
bayetas ha empleado;
era
el mercader poeta,
y la
letra es de primor:
"Ando tras este doctor
para
vender mi bayeta".
FADRIQUE: Vete, loco.
FLORES: Ya me voy.
Vase y
salen los tres duques
FERRARA: El lugar nos han tomado.
URBINO: Pena de
quien ha tardado.
..................... [ -oy].
.....................
........................
........................
PARMA: Breve
será si es dichoso.
FERRARA:
¿Quién es?
FADRIQUE:
¿Quién lo pregunta?
FERRARA: Es el
duque de Ferrara.
FADRIQUE: Don
Fadrique, el que está aquí.
FERRARA: Si nos
permiten la entrada
a esos
jardines, adonde
cae la
luz de esa ventana
porque
en debido respeto
hablar
podemos las damas,
no
seréis cortés si veis,
cuando
la duques aguarda,
que
hable Porcia y no su alteza.
SERAFINA:
Escuchemos lo que pasa.
.......................
FADRIQUE: No ha
mucho que en la estacada,
ya he dicho, ya he sustentado
en esta pública plaza,
que a la
dama que yo sirvo
ninguna
del mundo iguala;
y
querer que deje el puesto
es
volver a la demanda.
URBINO: Luego,
¿vos imagináis
que el
salir de fiesta y gala
a la
calle en un caballo
y
correr dos o tres lanzas
es una
gran valentía,
y que
el reñir en campaña
de
veras será lo propio?
FADRIQUE: Sé que
puse aquí las plantas
para no
volver atrás.
PORCIA: Sin
duda que le maltratan
si tú
no bajas, señora.
SERAFINA: Mira,
Porcia, que te engañas.
ELISA: No
engaña, señora mía;
que no
es vencer en campaña
ser más
diestro torneante.
SERAFINA: ¿Tú
tienes desconfïanza
de don
Fadrique?
PORCIA: Sí, tengo,
porque
son verdades claras
las que esos señores dicen.
SERAFINA: Ya me tenéis despechada
las dos, y los tres cobardes
que allá blasonan me
agravian;
sea
locura o capricho,
yo os
veré desengañadas.
Caballeros... ¿A quién digo?...
Del que
ese lienzo nos traiga.
Arroja un lienzo
la
duquesa o yo seremos.
PORCIA: Eso es
beber sangre humana;
entrañas tienes de tigre.
PARMA: Será
del duque de Parma.
URBINO: Será
del duque de Urbino.
FERRARA: Decid
que es del de Ferrara.
FADRIQUE: ¿A
quién digo? ¿Ah, caballeros?
Determinen ya quien gana
esa
victoria del lienzo,
porque
después de ganada
me le
dé quien le tuviere.
URBINO: ¡Qué
soberbia!
FERRARA:
¡Qué arrogancia!
SERAFINA: Con la
rabia que me dieron
vuestras villanas palabras,
no supe
lo que me hice.
PORCIA: Baja a
remediallo, vaya.
Vanse las damas
FADRIQUE: Con
modestia lo pedía,
pero si
soberbia llaman
pedirlo
del uno, agora
a todos
es la demanda.
Denme
el lienzo, caballeros.
URBINO: Ya no
son esas palabras
nacidas
de bizarría,
sino de
soberbia y tanta
que a
ser cobarde llega;
y aun
es acción temeraria.
Reñir
con uno no quiere
cuando
a tres juntos agravia,
si es
forzoso que los tres
ni riñamos con ventaja.
FADRIQUE: ¡Buen
remedio! Si los dos
dan el
lienzo al uno, llana
queda
la cuestión conmigo.
PARMA: Por
castigar tu arrogancia
con el
lienzo te dejamos.
URBINO:
Español, ¿qué confïanza
te
alienta a tanta soberbia?
FADRIQUE: Ésta
es, que "español" me llamas.
[URBINO: Bien
está advertido. Agora,
español, que solo hablas
conmigo
que el lienzo tengo...]
FERRARA:
¡Arrogancia temeraria!
Escucha, duque de Urbino,
¿no
adviertes y no reparas
que si
es Porcia quien le echó,
es
prenda de una crïada,
y no te
toca el tenerla?
Y si ha
ofrecido ser dama
de
quien le lleve, ¿qué importa
si don
Fadrique le gana?
.........................
URBINO: Bien
está advertido. ¡Basta!
quiero
darte aqueste gusto;
si esta
prenda es de tu dama,
tómala,
alienta con ello,
cobra
nueva vida, alcanza
ese favor que deseas;
porque sea más hazaña
matarte yo, y ese lienzo
te
servirá de mortaja.
FADRIQUE: ¿El
lienzo, al fin, me entregaste?
URBINO: Si,
porque es de una crïada
y no es
prenda de mi dueño.
..........................
De la
duquesa no es prenda
digna
de mi mano, y bastan
ya tus
réplicas.
FADRIQUE: El lienzo
que a
ti temor te causaba...
...........................
El
lienzo que te acobarda,
me da a
mí tanto valor;
que es
reñir con gran ventaja
el
reñir sólo con uno,
y así
con los tres se iguala.
Ya
estamos tantos a tantos.
Desocupen
la campaña.
Acuchíllense. Vanse y salen PORCIA y
SERAFINA
PORCIA: ¡Baste,
baste caballeros!
¿En mis
jardines espadas?
SERAFINA: Es un
rayo don Fadrique.
Dueño
mis ojos le llaman,
ya mi desdén se acabó,
la
corriente de mis ansias
se ha
desatado. ¡Ay de mí!
Él es
dueño de mi alma.
Sale don FADRIQUE con la espada desnuda y el lienzo
en la mano
FADRIQUE: Si
este lienzo es el favor
que me
tenéis ofrecido,
de vos
no le he recibido
que le
ganó mi valor.
Si
venda fue del Amor,
ya Amor verá que es despecho
haber de mis riesgos hecho
vuestros livianos antojos;
si hay piedad en estos
ojos,
¿cómo hay tigres en el pecho?
Cuatro vidas
arriesgáis.
Mal,
señora, me querréis.
Costosa experiencia hacéis,
pues así me aventuráis.
Tomad el favor que dais;
llamarle favor no es bien,
desdén sí, y rigor también;
y así, aunque el lienzo
he ganado,
vengo a
ser el desdichado
pues
gozo vuestro desdén.
En
Castilla sucedió
que una
dama arrojó un guante
en
presencia de su amante
a unos
leones. Entró
el
galán y le sacó
y luego a su dama infiel
le dio
en el rostro con él.
Agravios no haré tan raros,
pero
tengo de imitaros
en ser
conmigo crüel.
Quedad, señora, con Dios,
que yo
me voy ofendido
de mí,
por agradecido,
por ser
ingrata, de vos.
Mal estaremos los dos
en dos extremos tan raros.
Quiero ausentarme y
dejaros.
Perderme quiero y perderos.
Quiero
morir de no veros
cuando
vivo de adoraros.
El
alma en vos divertida
goza
con dichosa suerte,
vida
que parece muerte,
muerte
que parece vida.
Y si es la gloria fingida
y es la
pena verdadera,
más
vale que ausente muera
donde
el morir es morir.
Sin
duda que no es vivir
el
vivir de esta manera.
Hace que se va
SERAFINA: Don
Fadrique, espera, aguarda.
Yo te
confieso mi error.
No fue
no tenerte amor,
esperanza no gallarda
de que
tu espada te aguarda.
Cuando
la ocasión te di,
victoria me prometí.
Nunca
recelé tu muerte,
porque
vide que el perderte
era más
perderme a mí.
Si a
la dama castellana
dio su
amante un bofetón,
tienes la misma razón.
Borre
tu mano la grana
de mi
rostro, y si villana
tu mano
parecería,
defendiéndome este día
amante
tan soberano,
señor, no
te falte mano.
Aquí tienes ésta mía.
Salen
los tres duques
Aunque a los tres
descontente,
mi
capricho logro así,
pues un
amante elegí
galán,
discreto y valiente.
Amor niño finge y miente.
Yo, duques, soy Serafina,
que así
mi amor determina
quien
me quiere o aborrece.
A FADRIQUE
Mantua
a vuestros pies se ofrece.
FADRIQUE: Más
quiero esa luz divina.
FERRARA:
¡Vive Dios! Que merecéis
por
este agravio esta injuria,
que a
Mantua abrase mi furia.
Hoy mi
cólera veréis.
URBINO:
Ferrara, no os enojéis
de lo que
a mí me tocó.
FADRIQUE: ¿Qué
bárbaro se atrevió
así
delante su alteza
arriesgando su cabeza?
FERRARA: ¿Quién
dará ese riesgo?
FADRIQUE: Yo.
Sale
FLORES
FLORES: Y yo el cuchillo daré
agora que hay ocasiones
de
dejar estos girones
quien
loco en su seso fue.
No me
pregunten por qué.
Juana
Flores fue mi madre.
No hay
locura que me cuadre;
confieso que cuerdo estoy,
mientras no digo que soy
el rey,
el papa, o Dios padre.
URBINO: Yo
adoré; no me ha pesado.
SERAFINA: Yo
tengo dueño, en efeto,
galán,
valiente y discreto.
PARMA: Yo el
premio de enamorado.
FADRIQUE: Yo el
pago de mi cuidado.
URBINO: Yo he
sido siempre engañado.
FERRARA: Yo,
aunque en Mantua más blasonen,
hallo
partes que me abonen.
SERAFINA: Yo la
dichosa fui.
FLORES: La
comedia acaba aquí;
vuestras mercedes perdonen.
FIN DE LA
COMEDIA