ACTO PRIMERO
Salen todos los MÚSICOS y MÚSICAS, y
toda la compañía con
ramos en las manos y una
guirnalda en una fuente
de plata, y van por un palenque cantando
todos, y salen detrás LEANDRO y NICANOR
MÚSICOS: "Hoy se celebra en el valle
el Fénix de la hermosura,
la que es madre del Amor
y nación de las espumas.
Los cisnes y las palomas
del carro de Venus
hurtan
los resplandores al sol
y la nieve de sus plumas".
Vanse
todos y quedan LEANDRO y NICANOR
LEANDRO: Ya que vas peregrinando
por estos mares,
escucha
la ocasión
por qué en el valle
tantas
naciones se juntan.
Aquella
ciudad que miras,
en quien las torres se encumbran,
amenazando a los vientos
nubes pardas y confusas,
se llama Abido. Es mi patria.
Fue mi madre; fue mi cuna,
y, si yo
muero con dicha,
ha de ser
mi sepultura.
No te
alabo esta ciudad.
La
modestia me disculpa;
que en las
propias causas siempre
es la
retórica muda.
Esta que
miras, vecina
a estos montes, cuyas puntas
pirámides son, que en ellos
sirven al sol de columnas,
se llama
Sesto; y en medio,
por esas aguas profundas,
el estrecho de ese mar,
que es un línea, y es una
división
que el cielo ha hecho
para que
no se confundan
términos
de Europa y Asia;
porque
Sesto está sin duda
en Asia,
Abido en Europa.
Y así no es mucho que infundan
las soberanas estrellas,
lámparas que nos alumbran.
Inclinaciones contrarias
en las dos
máquinas usan
contra sí
misma de guerra.
Ambas por
causas ocultas
se
aborrecen, con estar
tan
vecinas que se escuchan
los
latidos de los canes,
cuando en
las sombras confusas
la noche
nos da silencio.
Y cuando
el alba madruga,
las aves de Abido y Sesto
en dos coros se saludan.
El breve
estrecho igualmente
peces a
los dos tributa,
y las nubes de los unos
suben mezcladas y juntas.
Todos los años en Sesto,
en ese templo que ilustra
ese valle,
se celebran
con sumo
amor y con suma
reverencia las exequias
del
bello Adonis,
de cuya
belleza Venus cautiva
descendió en las blancas plumas
de sus cisnes muchas veces.
No te espantes que concurra
celebrando
a Venus, madre
del Amor y
la hermosura,
la juventud de este valle,
y,
coronadas de murta,
vengan las
damas al templo
de la gran
diosa, que triunfa
de la
libertad del alma,
y a sus amores ayuda.
Treguas hay en ambas partes
mientras que las fiestas duran;
y, temiendo el sacrilegio,
los enojos
disimulan.
Gozar
quise de las treguas;
no he
venido con alguna
pasión de
Amor; que jamás
supe de Amor las injurias.
Curiosidad me ha traído,
no amor,
ni celos; que nunca
cautivé la
libertad,
ni las
aras que perfuman
de Venus
he menester.
Aquel coro, aquella junta
de músicos
que pasó,
sospecho
que va por una
sacerdotisa del templo,
para que
en las aras puras
dé a la
diosa el sacrificio;
que
siempre así se acostumbra,
pero ya
vuelven con ella.
Mucha
gente viene, mucha
debe de
ser su belleza,
que aplauden, ruegan y buscan.
Vuelven a salir todos los MÚSICOS cantando lo
mismo, y detrás del acompañamiento, HERO, coronada
con una corona de flores y POLIDORO
MÚSICOS: "Hoy
se celebra en el valle
el Fénix
de la hermosura,
la que
madre del Amor
y nació de
las espumas".
HERO: Los que,
de Venus y Amor,
entre las
verdes espumas
de estos
valles celebráis
una deidad
absoluta,
antes que
empiecen los fuegos
las carreras y las luchas
y las batallas fingidas,
es necesario que suplan
sacrificios los defectos,
y las oraciones suban
desde el templo al tercer
cielo
donde la
diosa se oculta.
Las flores
de esta guirnalda,
que mi
indigna frente ilustra,
porque son
sangre de Adonis,
entretejidas de murta,
serán la
ofrenda este día
ya que la
belleza usurpan
al iris de
tres colores:
encarnada,
verde y rubia.
TODOS: ¡Hero,
viva!
HERO:
No me deis,
amigos,
honra ninguna;
dadla en
el templo a la diosa.
POLIDORO: Tu mismo
ser nos disculpa,
Hero
hermosa, y pues que sabes
de la
diosa que te ilustra,
¿cómo no
sabes de amor?
¿Cómo mis males no escuchas?
¿Cómo de las flechas de oro
los libres ojos ocultas?
HERO: Calla,
Polidoro, calla;
que tus palabras me injurian.
POLIDORO: Sirve a
Dïana, señora,
pues de
tanta gloria triunfas.
LEANDRO: ¡Ay,
Nicanor, qué belleza!
¡Qué
singular hermosura!
¡Qué
celestial gallardía!
¡Con qué
prisa, con qué furia,
porque a Venus desprecié,
ya a mi
pecho el hijo apunta!
Flechando
está el arco de oro;
ya no hay
libertad que sufra
tal
rigor. Venganza ha sido
de la
diosa. ¡Ah, cruel!
¡Ah, injusta!
No puedo yo blasonar
de libre. Mal disimulas,
siendo deidad, tus enojos.
NICANOR: ¿Cuál de
éstas es?
LEANDRO:
¿Qué preguntas?
Si entre
humildes fuentecillas,
que apenas
de sí murmuran,
ves el mar
de la belleza;
si eclipsadas y difuntas
ves las estrellas delante
del sol, hermosa criatura,
¿cuál ha
de ser la ocasión
de mi
muerte?
NICANOR:
¿Ya te juzgas
muerto y
vencido?
LEANDRO:
Sí, amigo.
Cuando los
halcones buscan
por las
regiones del viento
a la
garza, haciendo puntas,
y ella,
del sol mariposa,
hecha un
cometa de pluma,
se remonta
hasta los cielos,
con
naturaleza oculta
reconoce
cuál neblí,
entre las
rapantes uñas
le ha de
matar, aquél teme,
y de los otros
se burla,
sin
temerlos ni estimarlos,
del mismo
modo me anuncia
mi corazón
que he de ser
presa y
víctima desnuda
de
libertad, de la hermosa
sacerdotisa que alumbra
ese templo
más que Venus
con ser ésas aras suyas.
HERO: ¡Ea!
Ya es hora. Repitan
vuestras canciones las musas
y ninfas que a Venus sirven
con afecto y alma pura.
MÚSICOS: "Los cisnes y las palomas
del carro de Venus hurtan
los
resplandores al sol
y la nieve de sus plumas".
Vanse. [Quédanse LEANDRO y NICANOR]
LEANDRO: Nicanor,
¿pudo ser Venus
entre las flores
y nuncias
del Himeto
tan hermosa?
¿Pudo
nacer de la espuma
tan
curiosa y tan bizarra?
Tras sí me
lleva. ¿Quién duda
que ésta
ha de ser ocasión
de mi
muerte y desventura?
NICANOR: ¿Quieres
que yo la retrate
entre la
tropa confusa
de esa
gente, pues que soy
el Fénix
de la pintura?
LEANDRO: Sí,
Nicanor, y la vida
si acaso
me queda alguna,
será el premio
del retrato.
Entra
pues; traslada, hurta
aquellos
rayos del sol,
para que
en las líneas mudas
de tu
pincel, me den luz,
aliento,
gloria y ventura.
A espaldas
de mi retrato
has de copiar la luz suya,
porque yo
pueda imitar
la
mendiguez de la luna.
Vase NICANOR. Sale
FLORO
FLORO:
¡Gracias a Dios que te veo!
Siguiéndote me he perdido.
LEANDRO: Hallas a otro
del que ha sido,
porque
adoro, amo y deseo.
Fuerza
fue amar cuando vi
nueva luz
de este hemisfero.
FLORO: ¿Y cómo se
llama?
LEANDRO:
Hero.
FLORO: Futuro de
sum, es, fui.
¡Que Hero se llaman las damas
de esta
tierra! Apostaría
que has de
querer otro día
en
gerundio de amo, amas.
LEANDRO: Ésta es
la deidad más pura
de ese
templo que adoraste.
FLORO: ¿Y en cuántas partes notaste
que consiste su hermosura?
Que la
beldad que provoca,
y muerte
tal vez nos da,
en cuatro
partes está:
ojos,
manos, voz y boca.
LEANDRO: ¿Por
qué en voz?
FLORO:
No voz que cante,
sino la
con que habla sea:
metal
dulce de jalea,
no de
becerro que espante.
Un amo
a quien yo servía
requebraba
a una mujer
sin oírla ni saber
si era
muda; pero un día
que le
dijo, "Yo os adoro",
respondió
la dama así:
Muy gordo
"Pues, ¿y qué se me da a mí?"
Pensó que
bramaba un toro.
El tal galán, otro día
otra
enamoró más bella,
y siempre
callaba ella
a cuanto
el galán decía.
Díjole
una vez, "Mi diosa,
hermosa el
cielo os formó".
Y la dama
respondió:
Gangueando
"Ya
yo sé que soy hermosa".
De
suerte que en los metales
de la voz
hay hermosura
y fealdad.
LEANDRO:
Una luz pura
con
reflejos celestiales
de su
dulce voz me avisa.
Muera si
puede la diosa
ser tan
gallarda y hermosa
como su
sacerdotisa,
gozando
del privilegio
de gozar
sus aras. Mira deidad
humana que
admira.
Dentro
TODOS:
¡Sacrilegio! ¡Sacrilegio!
Sacan entre todos los que pudieren a NICANOR agarrado;
y POLIDORO detrás, empuñando la espada; y NICANOR
con el retrato en la mano, CINTIO queriéndosele quitar
POLIDORO:
Extranjero, ¿tú profanas
esta deidad? (Celos son Aparte
los que mueven mi intención;
no virtudes soberanas).
¿Copiando estás del
altar
la deidad
que sacrifica,
cuando
víctimas aplica
y no se debe mirar?
Morir
debes.
NICANOR:
¿Es error
retratar
una belleza
que pasmó
Naturaleza?
POLIDORO: ¡Ah,
sacrílego pintor,
suelta
el retrato!
LEANDRO: Señores,
que era
culpa no he sabido.
POLIDORO: Sin duda
que sois de Abido
donde todos sois traidores.
LEANDRO: ¡Vos mentís! Y de esta suerte
libro a un
insigne pintor.
Huye, amigo Nicanor.
NICANOR: No
solicites tu muerte.
Vase NICANOR
CINTIO: ¿Eres
de la quinta esfera
algún rayo
desatado?
LEANDRO: Un noble
soy agraviado.
Mételos a CINTIO y POLIDORO a cuchilladas
CINTIO: ¡Yo soy
muerto!
POLIDORO:
¡Muera, muera!
¡Traidor que el templo violó
de Venus
en este día!
LEANDRO: Mi
colérica osadía
esta vez
me despeñó.
Sale LEANDRO por una puerta y vase por otra. Salen
HERO y
POLIDORO, y CRIADOS
HERO: Su
injuria habéis de vengar.
El templo
de Venus llora.
Dentro
LEANDRO: Valedme,
brazos, agora;
que ya me
arrojo en el mar.
HERO: El
osado pecho ofrece
al agua desde una roca
y, con la
espada en la boca,
delfín humano parece.
¡Tiradle flechas! Y muera
sobre las
ondas de nieve,
hombre que
a ofender se atreve
deidad que
Chipre venera.
¡Qué
marino monstruo o nave
no va
excediendo esta vez!
Lo que
moja el agua es pez,
lo que
toca el aire es ave.
Rompiendo va en las espumas
grillo de
olas y de lamas;
el medio
cuerpo de escamas,
y el otro
medio de plumas.
Grande
valor ha mostrado,
parece en
el mar crüel
fragmento
de algún bajel
que el
viento ha despedazado.
POLIDORO: Pues
con la púrpura humana
que de
Cintio derramaste,
el templo
a Venus violaste,
muere en
esa espuma cana.
¡Plega a Venus celestial
que tus exequias te canten,
y en ese mar te levanten
monumentos
de cristal!
HERO: Ya ha
llegado a salvamento;
que un
barco le recogió.
¡Que no
conociese yo
hombre de
tanto ardimiento!
Sacan a FLORO agarrado, y a NICANOR, los CRIADOS
CRIADO 1: Aquí
están dos que han venido
con el
bárbaro homicida.
FLORO: Ya no daré
por mi vida
un
caracol.
CRIADO 1:
Éste ha sido
la
ocasión que sin recato
retratarte
osó.
HERO:
De muerte
eres digno
de esa suerte.
Dame,
extranjero, el retrato.
NICANOR: Aún no
está perfecto.
HERO: ¿Cómo?
(¿Así se
atreve un pintor Aparte
a belleza
a quien Amor
hirió con
flechas de plomo?
Aunque
a Venus soberana
hoy en su
templo servía,
no sé de
Amor, y otro día
me pasaré
al de Dïana.
A ninguno
pienso amar,
y así a
Venus dejaré,
porque
agradarla no sé
ni a mí me
agrada su altar).
¡Ay! ¿Quién es éste que así
en esta
lámina breve
a estar
junto a mí se atreve?
¿Qué
retrato es éste, Di.
NICANOR: De ése
que rompió el estrecho
y en la
opuesta margen ves.
HERO: Venganza
de Venus es,
arpón que
amaga mi pecho.
(Eso no miréis, mis ojos. Aparte
Hablé inadvertidamente.
Hermosa
Venus, detente;
no vengues, no, tus enojos).
¿Quién es éste?
NICANOR:
Aunque su amigo,
éste
informará mejor.
HERO: ¿Quién es
éste? Di, traidor.
FLORO: No soy
traidor pero digo.
Ese
gallardo joven que hoy ha hecho
caravanas
de atún a la vislumbre
de pece
Nicolás pasó el estrecho,
como si el
charco fuera media azumbre;
ése que unas fiestas ha deshecho,
sin poder
excusar la pesadumbre,
si por
enojo no lo sabéis, se llama
Leandro,
el sin amor, Fénix sin dama.
De
valiente y galán con sus acciones,
que para sus hazañas y sus galas
hígados ha comido de leones,
ya
desnudando de sus verdes alas
al pájaro
gentil, que anda de nones.
Envidiarla
podrán Venus y Palas,
"león
de Albania", "cisne del Meandro",
en Abido
se llama el tal Leandro.
No
hayas cuidado, mi señora, que halles
más
méritos en hombre, y esto es cierto.
¿Qué dama
no ha rendido en esas calles?
¿Qué fiera
no tembló en ese desierto?
En los ásperos montes y los valles
ninfas y jabalíes de un
golpe ha muerto;
y así
todos le llaman "sol de Abido",
"rayo
de muerte", y "flecha de Cupido".
En un morcillo
que alimenta, suele
desempedrar las calles, de manera
que al
mismo sol obliga que recele,
que pueda
alcanzarle en la carrera.
Os hará
sombra, no hay que tanto vuele
cuando
huye del alba lisonjera,
y a ser yegua, según sus maravillas,
fuera él morrión y rey de las
morcillas.
¿No visteis una nube
tenebrosa
volar
tronando, rayos escupiendo?
Así la
negra bestia generosa
velos
parte tronando, no corriendo.
Los
relámpagos con la luz hermosa
que saca
de las piedras que va hiriendo.
El rayo es
el jinete caballero.
Ella es la
noche, y él es el lucero.
HERO: Calla.
(El alma temerosa Aparte
está de afectos tan vivos,
amagos son vengativos.
Aplacar
debo a la diosa.
Venus,
si enojo te di,
ten piedad
y no rigor.
No me mates
con amor;
que es vil
muerte para mí).
La
diosa he de consultar.
En tal
caso esperad, todos.
Vase
POLIDORO: Pensando
estoy en los modos
con que
muerte os han de dar.
FLORO: Malos
pensamientos tenga.
Piense
pensando veneno.
Piense
siempre el mal ajeno
y lo que
piense se venga.
¿Estudia para tirano?
¿Acaso
toma lección
de verdugo
o de sayón?
POLIDORO: Si ese
templo soberano
manchado de sangre veo,
y en tragedias tan funestas
han fenecido las fiestas,
religioso es mi deseo.
Dentro
HERO: La
voz de la diosa oí.
Dad libertad a esos dos.
FLORO: Larga
vida te dé Dios.
(Y
malos piensos a ti). Aparte
Sale HERO
HERO:
Amigos, Venus mandó
que
para aplacar la furia
yo
misma vengue la injuria
y que
mate a Leandro yo.
De
su venganza instrumento
soy. A Abido he de pasar.
¡Corten los remos el mar!
¡Soplen las velas el viento!
POLIDORO: Acompañarte
es razón.
Bien
podéis vosotros iros.
FLORO: Hoy
dieron fin mis suspiros
librándome de un sayón.
Vanse. Salen
LEANDRO con diferente vestido, muy
triste, y MITILENE detrás, muy enamorada
MITILENE:
Apenas de Sesto vienes,
cuando
triste y divertido
a esta
ribera has venido.
Leandro, dime qué tienes.
Con
amor tus pasos sigo
turbada
como ese mar;
si son
cosas de pesar,
primo,
llévame contigo;
pues
que tu sangre es la mía,
y yo te
adoro también;
y mujer
que quiere bien
es la mejor compañía.
Cual
pálido girasol
voy
siguiendo rayos bellos,
hasta
arrancar los cabellos
en las
tristezas del sol.
¿Quién eclipsa tu alegría,
turbando luces serenas
oscuras
sombras de penas?
LEANDRO: (¡Ay,
Hero del alma mía!) Aparte
MITILENE: ¿Ni
me miras, ni respondes?
¿Quién tus mudanzas ha hecho?
En laberintos del
pecho
grandes
misterios escondes
con
esquivez y rigor.
Siempre
mi fe agradeciste.
Al
templo de Venus fuiste.
De
allá, ¿qué traes sino amor?
Si
éste causa tu cuidado
si ya
Amor tu pecho inflama,
cuéntame quién es la dama.
LEANDRO: ¡Ay,
Leandro desdichado!)
MITILENE:
¿Sólo escucho de tus labios
mal
formado un "ay", señor?
Ya digo
que no es amor.
Celos son o son agravios;
porque amar por sólo
amar
dulces
efectos alcanza,
y,
aunque falte la esperanza,
nunca
obliga a suspirar.
Si
tuya tengo de ser
ya que
no puedes quererme,
aprende
a no aborrecerme;
que es
principio de querer.
Tu
padre y mi hermano quieren
que hoy nos casemos, y así
vivo alegre.
LEANDRO:
(Agora sí Aparte
que mis
esperanzas mueren).
Mitilene, atrevimiento
fue salir a esta ribera.
Déjame
que errando muera
en mi
mismo pensamiento.
MITILENE:
Mientras que la paz nos dura
con
Sesto, salir podremos
a esta
ribera; no demos
cuenta de mi desventura;
que
tener amor y ser
no
agradecido su amor
es la
desdicha mayor
que le
viene a una mujer.
LEANDRO:
(¿Qué desdicha se ha de hallar
Aparte
que no
sea con la mía
átomo
breve del día,
pequeña
gota del mar?)
Mitilene, a fiestas fui
y
vuelvo con pesadumbre;
que ésta
es natural costumbre
del
mundo, triste volví.
Cuando hay cosas de placer
con
tristezas voy a verlas;
que es
bien que vamos con ellas,
como
habemos de volver.
Quien fue triste, triste viene;
no
aumentes más mi pesar.
Sale FLORO, recatado
FLORO: (¿Cómo
le podré avisar; Aparte
que
está con él Mitilene?)
¡Ah,
señor! ¡Ah, señor!
LEANDRO: ¿Qué?
FLORO: Haz que
tu prima se vaya.
LEANDRO: ¿Por
qué?
FLORO:
Porque está en la playa,
vuelto
en latín, "yo seré".
LEANDRO: No
te entiendo.
FLORO: Aquel futuro
de
Sesto. A solas te quiero.
LEANDRO: ¿Qué
dices, grosero?
FLORO: Hero.
MITILENE: (Éste
es ingrato y perjuro; Aparte
algo
contra mí se trata.
Fingir
quiero que me voy).
Primo,
si enfado te doy
por esa
margen de plata,
por
esa florida selva,
que inundan
sagradas olas,
me voy,
discurriendo a solas,
hasta
que a su tumba vuelva
el
sol, de rayos süaves;
y con
el arco que ves
haré que besen mis pies,
cayendo en giros las
aves;
que
el más ligero neblí,
bañado
en sangre y espumas,
un rayo
será de plumas,
y una
estrella carmesí.
LEANDRO:
Acuerdo discreto fue;
eres segunda Dïana.
MITILENE: (¡Ah,
traidor! De buena gana Aparte
me despides. No me iré).
Escóndese
LEANDRO:
¿Floro, qué dices?
FLORO: Que vino
Hero
hermosa a esta ribera,
y me
dice que te espera
para
hablarte.
LEANDRO:
Sol divino,
si
no me infundes valor,
agora
es el fenecer;
porque
un súbito placer
tiene efectos de dolor.
Hazme un Argos, cielo; empieza
a mitigar tus enojos,
porque no bastan los ojos
para ver tanta belleza.
Fama, presta con favor
tus lenguas a mi fortuna,
porque
no ha de bastar una
para
explicar tanto amor.
FLORO:
Amante de pepitoria,
pídenos manos y pies.
Salen
HERO y POLIDORO, y otros, criados, se quedan en
la puerta
POLIDORO: Hero
divina, aquél es.
El
cielo te dé victoria.
HERO: Ya
sin duda la promete.
Retiraos todos; que así
lo
mandó Venus.
FLORO: Aquí
la
tienes ya.
LEANDRO:
Floro, vete.
FLORO:
Saltos me da el corazón;
recelo
alguna maldad.
LEANDRO: Necio,
en aquella deidad
caber no
puede traición.
Vase FLORO
(¡Oh,
qué turbado me siento! Aparte
Ciego estoy a tales rayos.
Basten, Amor, los desmayos;
dame agora atrevimiento).
HERO:
¿Eres Leandro?
LEANDRO: No y sí.
HERO: ¡Qué
locura peregrina!
LEANDRO: ¿Viste
en alguna rüina
un
padrón que dice: "Aquí
fue tal
ciudad"? Pues así
en este
cuerpo ha vivido
Leandro, cuando ha tenido
alma. No es locura, pues,
decir
"no", porque no es;
y decir
"sí", porque ha sido.
HERO: ¿Y
dónde está el alma?
LEANDRO:
Hice
voto de
ofrecerla al templo
de
Venus, porque es ejemplo
del
amante más felice,
con un
letrero que dice:
"Milagro esta alma no amaba.
De libertad blasonaba.
Vino a
este templo y Amor
le ha
sacado del error
en que
sin amor estaba".
HERO:
¿Cómo al templo ha profanado
quien
sangre en él derramó?
LEANDRO: Venus a
Amor me mandó
y sacar
quise un traslado
del
sujeto que he adorado.
¿Es
bien que culpas estén
en no
amar y querer bien?
¿Qué locura
es ésta mía,
que no
amando la ofendía,
amo y
la ofendo también?
HERO: A
darte la muerte vengo,
y la
diosa lo mandó.
LEANDRO: De ese
intento saco yo
la grande dicha que tengo,
y con
discursos prevengo
que, ni
yo soy su enemigo,
ni está
enojada conmigo;
ni que
sus aras profano,
porque
morir a tu mano
es favor y no castigo.
Ea,
pues, bella homicida;
sangre
de mi pecho vierte,
porque
blasone la muerte
que
vale más que la vida.
Pero déjame
en la herida
esa
mano celestial,
vida
sobrenatural.
Y así
matando y viviendo,
dándome
vida y muriendo,
vendrás
a hacerme inmortal.
Usa ya de ese rigor,
hermosa
tirana mía,
aunque
Venus te diría
que me
matases de amor;
porque
es muerte superior
el amar
sin esperanza
de
remedio ni mudanza.
Si éste
su precepto fue,
ya
estoy muerto; ya expiré.
No
busques otra venganza.
HERO:
(¡Oh, cómo estuve indiscreta! Aparte
¿A qué vine? ¡Qué mal hice!
En cada razón que dice
me
dispara una saeta.
Aprisa
Amor me sujeta.
Quiero
decirle que debe
morir
como un hombre aleve;
pero,
¿cómo, si esto pasa?
¿De
corazón que se abrasa
saldrán
pedazos de nieve?
¡Venus, ingrata y crüel!
Tomar
de un golpe quisiste
dos
venganzas. Muero, ¡ay triste!
Amor
llegó de tropel.
¿Que le
diese muerte a él
me
mandaste? Vino, vi,
no soy
peña, no vencí.
Diosa,
las flechas abate
si me
mandas que le mate
como me mata él a mí).
LEANDRO: Sé que
el modo de mi muerte
estás
consultando agora
rigor y
amor. ¡Ay, señora!
Ambos
matan de una suerte.
La
sentencia espero. Advierte
que si me mata
el rigor,
de una vez
pasó el dolor;
si me mata
Amor, de muchas.
Piadosamente me escuchas.
¿Quién me
ha de matar?
HERO: Amor.
(Rigor
decirle quería. Aparte
Venus la
lengua movió.
¡Ea, de mí
se vengó!
En vano el
alma porfía).
Van saliendo MITILENE y POLIDORO, cada uno por su
puerta
MITILENE: (Bien temí
la alevosía Aparte
de este ingrato).
POLIDORO:
(Mucho tarda Aparte
Hero en
matarle. ¿Qué aguarda?)
MITILENE:
(¡Peregrina mujer! ¡Cielos!) Aparte
POLIDORO: (Vida le
den ya mis celos). Aparte
MITILENE: (¡Qué
enemiga tan gallarda!) Aparte
LEANDRO: Felice
soy, pues que veo
que
moderas tu rigor.
HERO: Procura tú
que este amor
nunca
llegue a ser deseo;
que si
amando y esperando
vive el
alma cuidadosa,
de ti se
vengó la diosa.
Fuerza es
morir deseando.
LEANDRO: Desde
aquí de su ley uso.
Como este
mar he de ser;
que no se
atreva a romper
el margen
que Dios le puso.
Pero un
siglo ha de ser leve.
Ser
quisiera al sol igual;
porque un
amor inmortal
no cabrá
en vida tan breve.
Sale POLIDORO
POLIDORO: (Quiero
saber lo que espera). Aparte
Hero
hermosa, no te entiendo.
Advierte
que va saliendo
mucha
gente a la ribera.
HERO:
Asegurándole estoy.
Retírate,
Polidoro.
Vase POLIDORO
LEANDRO: Ya contra
tu ley te adoro;
rompí tus preceptos hoy.
Tener amor solamente
me mandaste, pero al ver
que te
llegué a conocer,
más que
amor el alma siente.
Una
envidiosa pasión
me han
infundido los cielos;
mas, ¿si fuesen éstos celos?
Pienso que sí, celos son.
HERO: Celos las almas no sienten;
que no hay celos es error;
los duendes son del amor.
Dicen que los hay, y
mienten.
Invención debe de ser,
con que su
amor encarecen
los amantes.
MITILENE: (No merecen Aparte
tanto amar y padecer
mis
ojos. ¡Grave dolor!
En vano su
amor conquisto.
Sepa al
menos que le he visto,
aunque se
enoje). ¡Ah, traidor!
Sale MITILENE
¿Quién
es ésta?
LEANDRO:
¡Mitilene!
Si me
quieres, vete luego.
MITILENE: Obedezco,
pues que ruego.
(Esta
desventura tiene Aparte
la
mujer aborrecida;
que ha de
ver y ha de callar).
Vase MITILENE
HERO: ¡Válgame
Dios! ¿Qué pesar
me va
quitando la vida?
LEANDRO: Di,
¿Qué sientes?
HERO:
Que es verdad
que hay
duendes.
LEANDRO:
Pues de eso, ¿a quién
pesó?
HERO:
Celos hay también,
y es
bellaca enfermedad.
LEANDRO: Mi fe
pura no te engaña;
mi prima es
ésta, ¡por Dios!
HERO: Pues curémonos los dos:
aquel hombre me acompaña.
LEANDRO: Señora,
di, ¿podré verte?
HERO: En Sesto
te han de matar.
LEANDRO: ¿Qué
importa?
HERO:
¿No ha de importar?
LEANDRO: No, pues
es vida la muerte.
HERO: Para
tener descuidado
un pueblo
que es tu enemigo,
di los que
vienen conmigo
creyeran
que se han vengado,
una
industria tengo.
LEANDRO:
¿Y es?
HERO: Que te
mato he de fingir.
LEANDRO: No
mientes, pues es morir
el verte
ausente.
HERO:
Después
te
avisaré qué has de hacer.
LEANDRO: ¿Y cómo
fingirlo debes?
HERO: Llega,
como que te atreves,
a mis
brazos.
LEANDRO:
Si ha de ser,
de esa
suerte será acierto
morir de
veras.
HERO:
¡Así!
Hace que le da con una daga
Venus se
venga de ti.
LEANDRO: ¡Ah,
crüel! ¿Por qué me has muerto?
(De
amores, digo). Aparte
Sale POLIDORO
POLIDORO: Señora,
valor te
han dado los cielos.
Sale MITILENE
MITILENE: (¡Ay, que
borraron mis celos Aparte
sangre y
lástima!) ¡Traidora,
de un
golpe quitas dos vidas,
un amor y
mil sospechas!
¿Qué hacéis en la aljaba,
flechas?
Salid, salid, no me impidas,
turbación.
HERO:
Corred delante.
Prevenid[me] barco luego.
MITILENE: Daré
voces, no sosiego.
¡Gente de
Abido!
Vanse todos menos HERO y LEANDRO
LEANDRO:
¿A qué amante
esto
sucedió jamás?
HERO: (Mucho lo
siente la prima). Aparte
LEANDRO: No ofendas
a quien te estima.
HERO: Yo te
escribiré.
LEANDRO:
Darás
vida a
un muerto.
HERO:
Voyme.
LEANDRO: Espero
un favor.
HERO:
Cure la herida
con éste.
Arroja un pañuelo
LEANDRO: ¿A
llaga fingida
das favor tan verdadero?
HERO: ¿Temes ya?
LEANDRO:
No estar presente.
HERO: Las almas
se comunican.
LEANDRO: Mucho los
ojos se explican.
HERO: ¿Qué
alivia el mal de ausente?
LEANDRO:
Confïar.
HERO:
Pues, confïar.
LEANDRO: Adiós, mi bella homicida.
HERO: Adiós,
muerte de mi vida.
LEANDRO: ¿Qué he de
hacer?
HERO:
Vivir y amar.
Vase HERO
LEANDRO: Ya es
mi dicha de manera
que yo soy
el más dichoso,
y a haber
de estar envidioso,
sólo de mí
lo estuviera.
Salen FLORO, LEONARDO y LUCINDO, hermano de MITILENE
FLORO: Leandro
está aquí, señores.
LEONARDO: Hijo,
buscándote vengo,
porque a
Mitilene tengo
lástima, de sus amores.
LUCINDO: Casi
loca está mi hermana,
como ser
tuya desea.
LEONARDO: Tu esposa
mañana sea.
Dime, si
de buena gana.
LEANDRO: (Mis
ojos se van al mar). Aparte
Luego vuelve y os diré
la causa y razón por qué
no me
pretendo casar.
Vase LEANDRO
LEONARDO:
¿Sábesla tú?
FLORO:
La sabía,
pero ya se
me olvidó.
Sale MITILENE, muy despechada
MITILENE: (¡Oh, nunca
llegara yo Aparte
a ver este
infausto día!)
Tío y
hermano, vengad
si a
llanto y lástima os mueve,
la
desdicha más aleve
que ha
inventado la crueldad.
El sentimiento
es forzoso,
y será
muerte después,
porque
perdimos los tres
un hijo,
un primo, un esposo.
En su
sangre revolcado
queda
Leandro sin vida,
porque una
hermosa homicida
amor y muerte le ha dado.
Dióle
fin atroz y fuerte
una aleve
entre sus brazos,
y los
últimos abrazos
le dio
envueltos en la muerte.
El
horror y el sentimiento
me impidieron
la venganza;
que una
turbación no alcanza
discurso
ni atrevimiento;
que
cuando le vi expirar,
con ansias, bascas y enojos,
y vi eclipsados sus ojos
a nunca
más despertar,
de modo quedé sin mí
que
flechar no supe el arco,
y la
enemiga en un barco,
o marítimo
neblí,
volando
pasó el estrecho;
y con pena
y con espanto
si no en
sangre bañó en llanto
estos ojos
y aquel pecho.
¡Ea, su
muerte venguemos!
Lloremos
su fin crüel,
o muramos
como él.
LEONARDO: Bien temí
que los extremos
del
amor de Mitilene
pararían
en locura.
LUCINDO: Tiene
amor, tiene hermosura,
partes y
méritos tiene.
Vese
despreciada. Así,
¿qué mucho
que pierda el seso?
MITILENE: ¿No es
lástima este suceso?
O, no
sabiendo de mí,
¿no lo
he sabido contar?
¡Leandro
es muerto, señor!
LEONARDO: ¡Qué
desdicha! ¡Qué dolor!
¿Amor pudo
trastornar
su
jüicio?
LUCINDO:
Señor, sí;
que es
inmenso su poder.
FLORO: En mi vida
hallé mujer
que pierda
el seso por mí,
con ser
tan lindo.
MITILENE: Señores,
¿locos
sois o no creéis
esto que
escuchado habéis?
Pues tiñendo prado y flores
de nácar y de claveles
está el Adonis de Abido.
Aquí su
sangre han vertido
aquellas
manos crüeles.
¡Dejan
que busque, cielos!
Vase MITILENE
LEONARDO: ¡Qué
melancólico humor!
LUCINDO: Y no sólo
ha sido amor;
también
pienso que son celos;
que a
otra mujer culpa da.
LEONARDO: Ya su
locura sabía,
Leandro,
pues no quería
ser su
esposo.
LUCINDO: ¡Claro está!
Sale LEANDRO
LEANDRO: (Si en
amor de Hero me abraso, Aparte
hable el
alma claramente;
diga la
pasión que siente,
pues por
ella no me caso).
Agora
os diré por qué
a mi prima no he querido.
LEONARDO: Ya lo
tenemos sabido.
Desdicha y
lástima fue.
Sale MITILENE como buscando
MITILENE: Aquí
cayó en este puesto,
y, con las ansias mortales
bajaría a los cristales
de ese arroyo. Mas, ¿qué es esto?
¡Animo,
no más dolor!
¿Corazón,
no más enojos!
Y, ¡no más
lágrimas, ojos!
Todo se
vuelve en amor.
LEONARDO: (Parece
que ha mejorado). Aparte
Hija, deja
esa locura.
MITILENE: ¿Tal es ya
mi desventura
que a este
término ha llegado?
LUCINDO: La que
Amor enloquece,
si al
templo de Venus va,
salud en
él hallará.
LEONARDO: Dices bien
y pues se ofrece
que nos
dan treguas los cielos,
allá se
puede llevar.
MITILENE: (Quiero
dejarme engañar; Aparte
que allá
vengaré mis celos.
De
Leandro engaños son;
otra quiere,
a mí me olvida.
¿Para qué
quiero la vida?
¡Piérdase
ya con razón
el
jüicio!)
LEONARDO:
Por agora
quede la
boda suspensa
mientras
se mejora.
Vanse LEONARDO y LUCINDO
LEANDRO:
(Inmensa Aparte
es mi
dicha).
MITILENE:
(En vano adora Aparte
un alma
cuando la suerte
y el hado
la contradice.
Para
hacerme a mí infelice
loca, fingieron su muerte).
Detiene a LEANDRO
Traidor, ¿engaños conmigo?
Mas, mis afectos extraños
agradecen tus engaños.
¿Cómo no mueres, amigo?
¿Quién
es causa de que yo
sienta el
mal tan fiero?
LEANDRO: Hero.
MITILENE: Dime,
¿quién es por quien muero?
LEANDRO: Hero.
MITILENE:
¿Siempre se burló
tu
lengua de mí? ¿Por qué
eco de mi voz
te has hecho?
LEANDRO: Digo lo
que está en el pecho.
MITILENE: Saber
quién la dama fue
espero.
LEANDRO:
Hero.
MITILENE:
¡Qué crueldad!
¡Qué
desprecio tan extraño!
LEANDRO: (Ella piensa
que la engaño, Aparte
y le digo
la verdad).
Vanse
FIN DEL PRIMER ACTO