ACTO SEGUNDO
Salen HERO y SILENA, su criada
HERO: Noche
de sombras vestida
de
silencio y confusión,
madre del sueño, ladrón
de la
mitad de la vida,
haz que a
Leandro no impida
el paso
ese mar profundo;
porque es
mi amor sin segundo,
inmenso de
tal manera
que con
sus alas pudiera
hacer
sombra a todo el mundo.
Venus,
bella cual pavón,
que de
noche haces la rueda
porque el
mundo admirar pueda
tus ojos,
que estrellas son,
da alivio
a tanta pasión;
sirve a mi
amante de guía.
Bien
sabrás que al alma mía
las horas son siglos largos;
pues eres de noche un Argos,
y un
Polifemo de día.
Silena,
¿has puesto en la torre
una luz?
SILENA:
Señora, sí.
HERO: Resplandor
hurte al rubí
del
cielo. ¿Qué viento corre?
SILENA: ¿Soy
piloto o soy veleta?
¿Que sepa
de vientos quieres?
Acaso tú
misma que eres
medio astrólogo y poeta...
HERO: No sé,
Silena, de vientos;
ni sé,
como dices, tanto;
sólo sé de
fuego y llanto.
Ignoro
otros elementos.
Esta
torre en que vivimos,
a quien las olas no ofenden
porque casi en ellas
prenden
los
escollos a racimos;
esta
torre que amagar
sabe
estrellas en la playa,
y es
linterna o atalaya
de las
ondas de ese mar
de
reflejos de diamante,
sirve de
polo y de norte;
porque ese
piélago corte
prósperamente mi amante.
SILENA: ¿Sabes
tú que viene?
HERO: Sí;
versos
escribí, aunque rudos,
y los caracteres mudos
le habrán hablado por mí.
SILENA: Remos
oigo, que rompiendo
vienen las
pardas espumas.
HERO: No son
remos sino plumas
con que me
está respondiendo.
SILENA: A la
ribera llegó
agora un
barco pequeño.
HERO: ¿Si fue
esfera de mi dueño?
SILENA: ¿Abriré si
es él?
HERO:
¿Pues no?
SILENA: Señora,
bien es temer
si acaso tu
hermano viene;
que
aquesta cuadra no tiene
dónde
poderse esconder.
HERO: Acá no
entrará mi hermano.
SILENA: También
otra cosa ignoro.
HERO: ¿Cuál?
SILENA: Si
guardará el decoro
de respeto
soberano
que a
tu hermosura se debe.
HERO: Te echara
de ese balcón
porque
hubiera Faetón
despeñado
sobre nieve,
si tu
ignorancia no viera.
Necia, un
amante cortés
con amor honesto, es
ampo que
al sol reverbera.
SILENA: ¿Es
Leandro?
LEANDRO:
Sí, señora.
SILENA: Entre
pues.
Salen LEANDRO y FLORO, de marineros
LEANDRO:
Yo voy temblando.
Quédate,
Floro, guardando
el barco.
FLORO:
¿Qué tiempo?
LEANDRO: Una hora.
Vase FLORO
SILENA: Una
silla llego.
Vase SILENA
HERO:
Espera.
Antes que palabra
habléis,
jurar dos
cosas tenéis:
el secreto
es la primera.
LEANDRO: ¡por
los dioses inmortales,
que
eternamente mis labios
no se
abrirán en agravios
de esos
ojos celestiales!
Si declarare mi amor
a mortal
hombre nacido,
caiga en
sombras de tu olvido
-- que es
el tormento mayor --
excepto
un solo crïado
de quien mis secretos fío,
por ser un retrato mío
en lo fiel
y en lo callado.
Los dos
venimos remando
por no dar
cuenta a un barquero.
HERO: La segunda
cosa, espero:
es tener
respeto.
LEANDRO:
¿Cuándo,
mirando a la águila grave,
no se
abate a las arenas
el
pajarillo, que apenas
osa
presumir que es ave?
¿Qué
arroyuelo humilde y pobre
no está
encogido en sí mismo
temblando,
si ve ese abismo
y ese
piélago salobre?
¿Qué
mortal, si ve una diosa
entre
resplandor inmenso,
no está en
éxtasis suspenso
con el
alma temerosa?
¿Cuál
fiera ve sin temores
esa
fábrica estrellada,
que es
campaña turquesada
de
diamantes y de flores?
¿Cómo
yo, siendo una fuente,
pájaro,
mortal y fiera,
no
detendré la carrera,
no pararé
la corriente,
no
abatiré el alto vuelo,
no dejaré de temblar,
si eres águila, eres mar,
eres deidad y eres cielo?
HERO: A tal
encarecimiento,
que casi
son maravillas,
no hay replicar. Llega sillas.
Honrad, señor, este asiento.
Siéntanse
¿Cómo
venís?
LEANDRO:
Como amando,
adorando,
agradeciendo,
imaginando, temiendo,
preponiendo
y confïando.
HERO: ¿Cómo
queda aquella dama?
LEANDRO: Vióme
muerto, voces dio;
y como
vivo me halló
la gente,
loca la llama,
y al
templo de Venus viene
a que sane
su locura.
HERO: Cuidado da
su hermosura.
LEANDRO: Una sombra
es Mitilene.
Daba en
ella tu luz pura
reflejos
cuando la vio,
y hermosa
te pareció.
Faltaste
tú y quedó oscura.
¿Qué
luz trémula, qué estrella,
que es un
nocturno farol,
si no
mendiga del sol
los rayos,
podrá ser bella?
¿Cuál
lirio, que tenebrosa
nube
parece, morada,
con rayos
de oro listada,
no fue
sombra de la rosa,
que
entre flores peregrinas
la reina
de todas es,
pues la
guardan a sus pies
tantos
arqueros de espinas?
¿Y,
tomando aves por flores,
el pequeño
jilguerillo,
que es
envolador ovillo
de seda de
mil colores,
átomo
se ha de decir
con el
pavón comparado,
que cien
ojos ha ostentado
de
esmeralda y de zafir?
HERO: Suelen decir que no hay mucha
retórica
en el amar.
Tocan un instrumento
LEANDRO: ¿Músicas
hay en el mar?
HERO: Barcos son
de Sesto.
LEANDRO: Escucha.
MÚSICOS:
"Hero gallarda, despierta.
Vuelve los divinos ojos
a ver el
incendio grave
del pecho
de Polidoro".
LEANDRO: Ya
escuché para mi mal.
Quien tu
nombre ha repetido
licencia
tuya ha tenido.
HERO: Señor, no imagines tal.
Un Polidoro desea
conquistar
mi fe y mi mano,
y con
gusto de mi hermano
me festeja
y galantea.
Nunca
más en noche oscura
sus
mortales voces suenen
pues que de
sirena tienen
la muerte,
y no dulzura.
Sean en
esa corriente
cisnes
cándidos y bellos;
canten sus
obsequios ellos
aunque
mueren dulcemente.
(Con un
sentimiento extraño Aparte
mi misma
impaciencia lucha).
Escuchemos
más, Escucha,
quizá
oirás el desengaño.
MÚSICOS:
"Aguila soy que contemplo
la luz de
tu sol hermoso,
y
esperanzas me dan vida
cuando
sabes que te adoro".
LEANDRO:
¡"Esperanzas me dan vida"!
¡Ay de
mí! Favores tiene
quien
espera.
HERO:
Siempre viene
entre el
placer escondida
la
tristeza, y hubo llanto
entre los gustos mayores,
como el áspid en las flores
y en la música el
encanto.
Por no
mostrarles que oí
sus
importunas canciones,
no arrojé
por los balcones
el veneno
que hay en mí.
Trastornarse mire yo
leño en
que música han dado,
porque un
barco trastornado
queda
tumba, barca no.
Amor,
¿qué misterio encierra
tanto
gemir y anhelar?
Que es la
borrasca en la mar,
y me anego
yo en la tierra.
Desmayo deja, y temores.
Alba tal vez me has llamado;
y ¿qué aurora no ha
quitado
los desmayos a las flores?
¡Ea, vuelve en ti! Confía.
Las canciones oye; que ellas
harán vanas tus querellas,
dirán la fineza mía.
MÚSICOS:
"Hero ingrata, Hero crüel,
áspid a
mis quejas sordo,
¿cuándo
nacerá un favor
de tu
pecho riguroso?"
LEANDRO: Y así
la flor encogida
debe alentar los desmayos;
agora sí que los rayos
de la aurora me dan vida.
HERO: Y agora
sí que mis ojos
su luz deben retirar,
eclipsados
de pesar
y
oscurecidos de enojos.
Ingrato
desconfïado,
¿sospechas
tienes y celos?
Si al
rosicler de los cielos
mi honesto
amor ha igualado,
obligación es mayor
la que una
mujer alcanza
de que
tengan confïanza
que de que
tengan amor.
¿Qué
importa que tú me adores
si tan
fácil desconfías?
LEANDRO:
Ingratitudes son mías.
Basten,
basten los rigores.
Sale SILENA alborotada
SILENA: ¡Mi
señora, acá subió
con
Polidoro Elïano!
HERO: ¿Pues a
qué sube mi hermano?
LEANDRO: ¿No hay
dónde esconderme?
HERO: No;
que no
haya bien que no sea
víspera
cierta del mal.
LEANDRO: En la
desdicha fatal
bien muere
quien bien pelea.
Morir
quiero y defenderte,
o en
hombros te sacaré,
y caminos
abriré
por los
filos de la muerte.
HERO:
¡Animo! Que no me postro
al temor
de este suceso.
Alza el
tapiz y en el yeso
de esa
pared tiñe el rostro,
que yo apararé tu vida.
LEANDRO: Temo el
riesgo de tu honor.
HERO: Con
ingenio y con amor,
¿qué mujer
no fue atrevida?
Mi
invención escucharás
y te
dejaré advertido.
Salen POLIDORO y ELIANO
ELIANO: La música
habrás oído,
Hero, pues
despierta estás.
Deseo
que esposa seas
de
Polidoro, y conquisto
tu
voluntad.
HERO:
Quien ha visto
sombras
mortales y feas
no oye
músicas süaves.
¡Todo es
tristeza y llanto;
todo es
horrores y espanto!
Músicas me dan las aves
nocturnas con sus graznidos.
Yerto y erizado el pelo,
me ocupe
el ánimo un hielo
que
suspende mis sentidos.
Entre
ilusiones y antojos
y verdades manifiestas,
pálidas sombras funestas
son las que miran mis ojos.
Aquel hombre que maté
se me ha
aparecido en pena;
y con
estar con Silena,
nunca
Silena le ve.
Dice
que anda en esta playa
por mí en
tormento crüel,
que ruegue
a Venus por él
porque a los Elíseos vaya.
ELIANO: Es
fantástica ilusión;
alguna
melancolía
perturba
tu fantasía.
POLIDORO: E
ilusiones son.
Vanse a entrar y sale LEANDRO por donde se entró,
la cara dada de albayalde y la daga en la mano
LEANDRO:
¡No son!
Los
tres me disteis la muerte
y así el
cielo ha permitido
que hayáis
aquí concurrido
para verme
de esta suerte.
Atravesásteme el pecho
con este
aleve puñal,
y hoy ves la imagen mortal
del que cadáver me has
hecho.
De mi
sepulcro salí
de las
sombras y el horror.
No tengas,
Hero, temor;
que esto
padezco por ti.
Viniéndose despacio a la puerta
Por ti
gimo, por ti lloro,
por ti
solamente muero;
de ti sola
el bien espero
y así con
razón te adoro.
HERO: Alma
que en esta agonía
por mí estás,
si te persigo,
con razón
y alma te digo,
podré
decirte "alma mía".
Vete en
paz, ve sin recelos;
que aunque
con miedo me dejas,
en vano de
mí te quejas;
que me
cuestas mil desvelos.
Leandro, ve confïado
que tendré
de ti memoria.
Ten
esperanza de gloria;
mal te
quise, ya te he amado.
Vosotros no le ofendáis;
que será
ofenderme a mí,
pues que yo le he puesto así.
A los dioses injuriáis
en este muerto los dos.
LEANDRO: Permite
que a verte venga
cuando yo
más dicha tenga.
HERO: Ven,
amigo.
LEANDRO:
Adiós.
HERO: Adiós.
Vase LEANDRO
Por el
miedo que me da
hablo
apacible con él.
ELIANO: Haz
sacrificio por él
a la
diosa.
HERO:
¡Claro está!
ELIANO: El
cabello me erizó;
un difunto un horror es.
SILENA: ¡Qué le
hayan visto los tres
y que no
le viese yo!
ELIANO: Vímosle los tres culpados.
Recógete sin temor.
HERO: Nadie me
trate de amor
mientras
en pena y cuidados
ande
este hombre.
Vanse
las dos [HERO y SILENA]
ELIANO: Polidoro,
¿suspenso
has quedado?
POLIDORO: Sí;
que tan
desdichado fui,
tanto a mi
enemiga adoro,
tanto
me afligen los cielos,
y estoy de
amor tan perdido,
que esto
que ves no es creído,
y aun de
un muerto tengo celos.
¡Que no
probásemos hoy
a ver si
mi espada corta
un
espíritu.
ELIANO:
Reporta
tu locura.
POLIDORO:
Loco estoy.
Como
incrédulo nací,
dudo lo
mismo que veo,
y un
infinito deseo
viene a
ser un frenesí.
Vanse. Salen
LEANDRO y FLORO
FLORO: ¿Nos
vamos?
LEANDRO:
Quiero saber
el fin de
aqueste suceso.
¿Has
guardado la linterna?
FLORO: Sí, mi
señor. ¿a qué efecto
déjasme como
un escollo
al agua,
al aire, al sereno,
y quieres
que guarde un barco?
No guardo
los mandamientos
de
Júpiter, ¿guardaré
un
barco? Llévame dentro,
por si hay
alguna lacaya
con quien
tenga regodeo.
LEANDRO: Sí hay.
FLORO: ¿Y
cómo se llama?
LEANDRO: Silena o
Filena.
FLORO:
¡Bueno!
¡O ballena
o berenjena!
Eso parece
a un letrero
que uno
puso en un sepulcro
y decía en
cinco versos:
"Aquí yace Ludovico,
o
Federico, o Enrico.
No me
acuerdo el nombre que
tuvo el
muerto, mas bien sé
que
acababa el nombre en -ico".
LEANDRO: Otra vez
sabré su nombre.
FLORO: La
condición por lo menos
importaba. Mas, ¿no sabes
cómo
sátiras te han hecho
aquí en
Sesto, al arrojarte
a ese
Helesponto?
LEANDRO:
Pues de eso
¿quién la
noticia te ha dado?
FLORO: Muchachos las van diciendo
por las calles. De dos coplas
que acaso
escuché, me acuerdo:
"Arrojóse el mancebito
al charco
de los atunes,
como si
fuera el estrecho
poco más
de media azumbre.
Ya se va
dejando atrás
las
pedorreras azules
con que
enamoró en Abido
mil
mozuelas agridulces".
¿Con qué conciencia
levantan,
yendo
vestido de negro,
que azules
calzas llevabas?
Yo he de
responder a esto.
LEANDRO: Que el que
a sátiras responde
más los
publica que el tiempo,
y hacer
poco caso de ellas
las sepulta. No seas necio,
Floro. Mientras yo procuro
hablar a
esta reja, quiero
que estés
arrimado a este árbol,
sin
apartarte un momento;
porque la
noche es oscura,
y no nos perdamos.
FLORO:
¿Debo
más que
estar como un reloj
y sin
hacer movimiento?
LEANDRO: Mira que
importa que aquí
te halle
yo.
FLORO:
En aqueste puesto
seré
vigilante grulla.
LEANDRO: Pues yo a
las ventanas llego.
FLORO: Yo soy muy
hombre de bien,
pero esta
vez tengo miedo,
que un
bulto viene hacia mí.
Vase saliendo POLIDORO, y vase hacia el árbol
donde está FLORO
POLIDORO: Parad,
parad, pensamientos;
no queráis
subir tan altos;
o ya que
subís, teneos.
Imaginaciones tristes,
sospechas, agravios, celos,
desdenes y desfavores,
no apuréis
mi sufrimiento.
FLORO: Éste me
viene arrimando
al árbol;
escurrir quiero
yo la bola
por aquí.
Vase FLORO
POLIDORO: Desmayos y
devaneos
sin sueño
me traen cansado.
Dadme
alivio, verde fresno.
Sale HERO en una ventana
HERO: ¿Es
Leandro?
LEANDRO:
Sí, señora;
porque el
cuidado que tengo
no me ha
dejado embarcar.
HERO: En efecto
lo creyeron.
Y yo,
acaso, estaba agora
escribiendo este soneto;
allá le
verás despacio.
Pero
tómalo con tiento;
no se
borre, que olvidé
echar los
polvos.
LEANDRO:
Deseo
los rayos
del alba ya
para admirarlo.
HERO:
Yo vuelvo
a ver si
duerme mi hermano;
no te
vayas.
Vase HERO
LEANDRO:
Aquí espero.
¡Oh, qué gusto! ¡Oh, qué placer!
Más alegres, más contentos
no están los dioses que yo.
Floro, amigo, mis
secretos
sabes ya
que de ti fío.
Llégase POLIDORO y toma el papel
Lindamente
lo creyeron;
por
difunto me han tenido.
Hero la
discreta, ha hecho
este
soneto al engaño;
guárdalo,
que viene fresco;
no se
borre, échale tierra;
mas no,
que átomos del cielo
los polvos habían de ser.
Espera aquí, que aquí
vuelvo.
Vuélvese a la ventana
POLIDORO: Quien
adivina su mal
siempre
sale verdadero,
y más,
siendo desdichado.
Pero me
queda un consuelo:
que éste
es el último mal,
y
desengañado muero.
Matarélo, ¡vive Dios!
Pero a mi
enemiga ofendo
en el
honor, si a su puerta
hallan a
Leandro muerto,.
¿Qué he de
hacer? ¿No ser tan fino
y matarle?
A la ventana
HERO: Amigo y dueño,
dormido
queda mi hermano.
Dúrele
siglos eternos.
En efecto habrá ocasión,
y muchas noches podemos
vernos aquí; que una luz
te ha de
servir de lucero
en esta
torre, y agora
sirva de
velas al viento
esta
banda.
LEANDRO:
Tus favores
con tal
efecto agradezco,
que me
faltan las palabras.
HERO: Que mi
hermano llama pienso.
Aun hay
noche. Espera un poco.
Vase HERO
LEANDRO: Monte soy
sin movimiento.
Plata
tiene y resplandece
con la
oscuridad. No quiero
ser
visto. Así yo la doblo;
mas no,
que arrugarla puedo.
Floro, guárdame esta banda.
Dásela a POLIDORO
para que
me sirva luego
de vela en
el barco, y norte
por ser
línea de mi cielo.
POLIDORO: (O necio o
cobarde soy Aparte
en no
matarle. Mas veo
inconvenientes en todo.
Apartado
del terreno
tiempo
habrá para vengarme).
Sale FLORO
FLORO: Arrimado
está en el puesto
todavía mi
señor.
Ha de
conocer mi miedo;
quiero
fingir que soy muchos.
¡Hola
Florante, Riselo!
Muda la voz
¿Qué
queréis? ¡Vayan los cuatro!
Por aquí
yo iré con ellos.
Vayan con
los tres, Argante.
¿Y yo
matarle no puedo?
¡Ocho somos para uno!
¡Oye,
Argante! ¡Qué soberbio
y colérico
está! Pues
mueran todos los de Sesto.
Encendemos las linternas.
Vase FLORO
POLIDORO: Pienso que
están en concierto
los que a
Leandro acompañan.
Desengaño
y prendas tengo
con que
poderme vengar.
Otra noche
en este puesto
le cogeré
apercibido.
Va saliendo FLORO con cuatro linternas en la espada y
una en la mano y otra en el sombrero
Muchas
luces van saliendo;
mucha
gente trae consigo;
retirarme
será bueno.
Cuatro
luces he contado...
ya son
cuatro por lo menos.
¡Ah,
ingrata! ¡Ah, falsa! ¡Ah, crüel!
Vase POLIDORO
FLORO: La
invención fue mi remedio;
él
sale. Las luces mato,
y a
guardar mi tronco vuelvo.
A la ventana
HERO: Amanecer
quiere ya;
vete
Leandro.
LEANDRO:
No pienso
llamar a
la aurora día
sin
oscuridad e infierno,
muerte y
fin de mi esperanza,
término de
mis deseos.
Queda en
paz.
HERO:
Vuelve con ella.
Vase HERO
LEANDRO: ¿Qué más
dicha dan los cielos
a los mortales jamás?
¡Floro!
FLORO:
Señor, creo el puesto
guardado
como los ojos.
LEANDRO: Vamos de
aquí.
FLORO:
Vamos luego.
LEANDRO: A embarcar,
Floro.
FLORO:
A embarcar.
LEANDRO: Dame la
banda y soneto.
FLORO:
¿Soné... qué?
LEANDRO:
Papel y banda.
FLORO: ¿Vienes
loco?
LEANDRO:
¿Tú estás, necio,
gracejando
como siempre?
FLORO: ¡Vive
Dios, que no gracejo
sino que
el árbol erraste
y a otro
le diste.
LEANDRO:
¿Qué es esto?
Fortuna,
¿estás envidiosa
de mis
alegres sucesos?
¿No te di un papel?
FLORO:
¿A mí?
LEANDRO: ¿No te di
una banda?
FLORO: ¿Has hecho
archivo en
mí de favores?
LEANDRO: Igual es
ya mi tormento
a la
gloria que tenía;
alma, ser y vida pierdo.
FLORO: Mira que
amanece ya.
LEANDRO: ¡Ah,
traidor! Tu infame miedo
te apartó
del árbol.
FLORO:
¡Oigan!
¿No me
hallaste en él?
LEANDRO: Ya muerto.
El triste
caso me tiene
sin saber
de mí yo mesmo.
Muerte me
di de improviso.
¡Piedad y
lástima, cielos!
Pues perdí
tantos favores,
piérdase
también mi seso.
Vanse [LEANDRO y FLORO].
Salen MITILENE y
LEONARDO
LEONARDO: Hija,
ya en el templo estamos,
adonde te has de quedar.
Venus salud te ha de dar;
todos en
ella esperamos.
Vase LEONARDO
MITILENE: ¡Que
venga yo, consintiendo
en que me
tengan por loca,
sin osar
abrir la boca
para
quejarme, muriendo!
Una
celosa pasión
hace mi
pecho alevoso,
¿disculpa
tiene un celoso
si comete
una traición?
Amores
de Leandro y Hero
tengo
sabidos, y así
con
envidia vengo aquí,
con celosa
rabia muero.
Vengarme en ti confío,
Venus, que
me has de ayudar
por ser mi amor singular.
¡Préstame
valor y brío!
Hero
viene. Engaño embiste
para que,
vengada, viva.
Fingiréme
pensativa;
mi locura
ha de ser triste.
Salen
HERO y SILENA, más TIDORA
HERO: Ya está
mi competidora
en el
templo que ha venido
con el
alba, porque ha sido
como la
risa de Aurora
en las
campañas de Flora.
Bien este
nombre merece.
Mi temor,
viéndola, crece.
¡Qué
melancólica está!
Con los
celos que me da
más
hermosa me parece.
Aunque
en Leandro confío,
no hay
dicha en amor segura,
y más con
tanta hermosura.
¡Ay de mí, un escollo frío
ha quedado
el pecho mío!
Que el
ánimo más valiente,
viendo a
su contrario, siente
o recelos
o pavor;
y
sospechas que da amor
se vencen
difícilmente.
MITILENE: (Hero
escucharme procura. Aparte
Empiece mi
alevosía).
¡Afuera,
melancolía!
Que ha de
cantar mi locura.
Canta
"La que de amor enloquece
bien
merece
de Venus algún favor,
si la
locura no crece
con el
amor".
Agora
nadie me ve,
y de nadie
soy oída;
esta
locura fingida
por un
rato dejaré.
¡Dios ayuda
a mi intención!
Si tu
deidad me acompaña,
emprender
pienso una hazaña
que dé al
mundo admiración.
Celeste
impulso movió
pecho que
se atreve y osa.
HERO: (Hablando
está con la diosa Aparte
con tal
afecto que yo
puedo
escuchar lo que dice).
MITILENE: Venus,
loca me fingí
sólo por
quererte a ti;
en amor soy infelice.
Leandro y yo habemos sido,
y seremos, dos amantes
los más firmes y constantes
que en Europa y Asia ha
habido.
A los dos nos has dispuesto
sin duda la voluntad.
Mejor está
tu deidad
allá en
Abido que en Sesto.
Pues
engaña, pues desprecia,
Leandro a
Hero, ¿es razón
que tenga
su religión
sacerdotisa tan necia?
HERO: (En lo
que pude escuchar Aparte
hay traiciones). ¡Ay, Silena!
¡Ah, Tidora!
MITILENE:
Gente suena.
Conviene
disimular.
Canta
"La que de amor enloquece
bien
merece
de Venus
algún favor,
si la
locura no crece
con el amor".
HERO: Asid
las dos a esa loca.
¡Por
Júpiter soberano,
que ha de
sacarle mi mano
la lengua
vil de la boca!
Y este
venablo felice,
porque ha
sido de Dïana,
sacará arroyos de grana
de ese
pecho, si no dice
lo que
ha venido a intentar
en este
templo sagrado.
SILENA: Dos alanos
tiene al lado;
no se nos
podrá escapar.
MITILENE:
"La que de amor enloquece
bien
merece
de Venus
algún favor
si la
locura no crece
con el
amor".
HERO: No se
finja loca. Cuente
el engaño
que trae hecho
o los cristales
del pecho
haré
pedazos.
MITILENE:
Detente.
Prométeme tu hermosura
que
volveré sin agravios,
y
publicará mis labios
el
secreto.
HERO:
Está segura.
MITILENE: Sabe,
pues, que Leandro y yo
nos amamos y queremos,
con tan ardientes extremos
que aun Amor nos envidió.
En Abido nos llamamos
Píramo y Tisbe dichosos;
y por hacernos famosos
un día nos concertamos
que él fingiese mucho amor
a Hero, y que sin temores
publicase sus favores
para deslustrar su honor;
y yo,
fingiendo locura,
hurtase la
imagen bella
de Venus,
porque con ella
diese a mi
patria ventura,
publicando que la diosa
de su
voluntad huyó,
como
disfamada vio
su
sacerdotisa hermosa.
HERO: Cielo,
¿este engaño consientes?
¡Calla! Ya los labios no abras.
Víboras son las palabras
del envidioso. Tú mientes.
Con
celosos accidentes,
con
amorosos desvelos
estás
frenética. ¡Ay, cielos!
Si dirán
verdad sus labios,
no me
matéis con agravios.
Mas vale
morir de celos.
¡Qué
conflicto tan crüel!
Creo y
dudo; estoy sin mí.
TIDORA: Un papel
he visto aquí.
HERO: Dame,
Tidora, el papel;
veré
desdichas en él.
Lee
"Prima, roba con cuidado
la imagen, que ya he logrado
yo mis fingidos amores,
y publiqué los favores.
Tu Leandro".
Sale POLIDORO
POLIDORO:
Un desdichado
ni
sosiega ni recibe
esperanza
ni consuelo
de los
hombres y del cielo;
con
eternas quejas vivo.
HERO: (Yo me quedé
embelesada
y
suspendida al mirar,
cómo aquél
que va a picar
una
serpiente enroscada,
que el
pie levantado tiene
y, como
turbado está,
ni atrás
ni adelante va.
Lleno de
serpientes viene
el
papel; áspides son
las
letras. Mi muerte lloro).
POLIDORO: Hero,
escucha a Polidoro.
HERO: (Éste
aumenta mi pasión).
POLIDORO: Ya con
desengaños, anda
bien libre
mi voluntad.
HERO: ¿Quién te
dio la libertad?
POLIDORO: ¿No lo has
mirado? Esta banda
que
ayer fue tuya.
HERO: (¡Ay de mí!
Leandro
rompió el secreto).
POLIDORO: Versos
diré de un soneto.
(Mis agravios vengo así).
"Cuando eclipsada vi la luz que adoro,
aunque el
eclipse y muerte fue fingida,..."
HERO: (Cierto es
mi mal; ya no hay vida.
Versos
sabe Polidoro
del soneto
que escribí).
¿Qué habla
tu lengua atrevida?
POLIDORO:
"Tembló del sobresalto una vida;..."
HERO: ¿A qué
propósito? Di.
POLIDORO:
"Que aun los amagos de la muerte lloro".
.............
.............
.............. [-oro].
HERO: (Mis
versos sabe; yo muero.
¿Verdad
dijo mi enemiga?
La fe que
le di me obliga;
darle la
muerte no quiero).
Vete de
aquí, Mitilene.
Vete,
también Polidoro.
Si no, doy
voces y lloro.
(He de
morir; que el que tiene
reprimidos voz y llanto
suele a
veces reventar.
Exhalemos
el pesar
alma, no
callemos tanto).
MITILENE: (Obró
el veneno). Yo voy
agradecida
a tu fe.
Vase MITILENE
POLIDORO: (Y yo tras
ella me iré,
que el
alma libre la doy,
y ella
da luz a los días).
Por nueva beldad te dejo.
Hero, toma mi consejo,
mira bien
de quién te fías.
Vase POLIDORO
HERO: Vete,
Tidora. Silena
solamente
no se vaya.
Vase TIDORA
Loca
estoy. Por esta playa
a voces diré mi pena.
SILENA: No
estés sola.
HERO:
¡Agora, agora
podéis embestir, pesares!
Venga piélagos de mares
de lágrimas; mas quien llora
en sus ansias se mejora,
porque exhalado el dolor,
a manera
de vapor,
queda el
pecho sin enojos.
Siendo
así, no lloréis, ojos.
Será el
tormento mayor.
SILENA: Señora,
un barco llamemos
y entrémonos
en el mar;
aliviarás
tu pesar.
Salen LEANDRO y FLORO de pescadores
LEANDRO:
Seguramente podemos
llegar
como pescadores.
Vara el
barco en el arena.
FLORO: Yo he de
tratar con Silena
primero de mis amores.
LEANDRO:
¿Primero?
FLORO:
Pues, ¿qué crïado
no hace
sus negocios antes
que los de
su amor, amantes?
¿A tal
tiempo no han llegado?
Hero
del templo ha salido
y en la
playa se pasea;
y ¡Silena
no es muy fea!
LEANDRO: Dichosos
hemos sido.
SILENA: Al mar
queremos entrar.
Pescadores, llega el barco.
FLORO: De buena
gana, señora,
y seremos
en entrando
pescadores
de sirenas,
o si no,
de un bacalao
y una
sirena.
LEANDRO:
Este leño
ser
quisiera nave de Argos,
para poner
en su popa
el vellocino
dorado;
pero Amor
será el piloto,
de timón servirá el arco,
las flechas serán los remos,
la venda de lino blanco
será la
vela, y sus alas
harán los
céfiros mansos,
para que un bajel de fuego
rompa
globos de alabastro.
HERO: ¡Ulises,
el fementido,
cuya risa,
cuyo llanto
ni son
placer ni tristeza,
sino
mortales engaños,
parto del
caballo griego,
voz de
esfinge, dulce halago
de Circes y de Medeas,
veneno en vaso dorado!
¡Bien has
hecho en venir hoy
como
pescador villano,
para que
el ánimo vea
en el
traje su retrato!
Hurta el
oficio de aquél
que trata
enredos y lazos
para
engañar pececillos,
que en
marítimos peñascos
tan mudos
que aun no respiran
fueren del
silencio santo
que tú aborreces
imagen.
No sé cómo
mis agravios
no han
suspendido mi lengua,
porque hay
en el alma tantos
que se
atropellan saliendo,
aunque han
entrado despacio.
¿Qué te ha
hecho una inocente
para que,
siendo un tirano
en los
imperios de amor,
quieras
ser el más ingrato
de los
amantes del mundo?
Fue culpa
quererte, falso,
pero si
delito ha sido
querer a
un hombre tan mal,
¿ser
quieres tú y Mitilene
famosos y
eternizados
con
delitos tan inmensos?
¿Qué más
hiciera Erostrato,
que mandó
el templo a Dïana,
con ser el
quinto milagro?
¿Qué más
hiciera Teseo
cuando
dejó en esos campos
la
hermosura de Arïadna,
dándole
voces en vano?
¿Robar la
diosa del templo,
dejar mi
honor desfamado,
ser
perjuro del secreto
hacen
famoso y bizarro
un
espíritu valiente?
Mas, ¿qué
estoy preguntando?
¿Eres
fiera? No me admiro,
¿Eres
hombre? No me espanto.
Cuando a
engañarme venías,
pretendiendo mis abrazos
para
publicar mi mengua,
viéndote
aleve obligado,
¿no
hicieras lo que el león,
que en
desiertos africanos
sacudiendo
la melena,
va a la
presa denodado
y,
hallando mujer que llora,
encoge
piadoso y manso
las garras
con que pensaba
hacer la
presa pedazos?
¡Oh, más
que fiera crüel!
¡Más
indomable que el hado!
¡Más que
Parca inexorable!
¡Más que
la muerte contrario
a lo dulce
de la vida!
Pues en
cada aliento y paso
pone
acechanzas y viene
entre la
taza y el labio,
¿quién
dijera que yo misma
vivía siempre anhelando
por ver mi
propia desdicha?
Así el
arroyuelo claro
va
corriendo sin saber
que en su
curso está su daño,
pues da
prisa por llegar
al mar, sepulcro
salado.
Así ciega
mariposa
en una
vela que amagos
da de
estrella, con su muerte,
anda
siempre retocando.
Si me
alegro o no me alegro,
si me
abraso o no me abraso,
vete, bárbaro, de aquí
y advierte
si no te mato
que es
porque tu misma vida
dará
venganza a mi agravio;
que la
vida de un traidor
no fue
dicha, no es regalo,
sino
correr hacia atrás
para dar
mayor el salto
en las
peñas de la muerte.
Vete,
pues, y espera el pago
en la
misma Mitilene;
que los
dioses soberanos
matan por los mismos hilos.
En los basiliscos pardos
se ve que
mirados mueren
porque
mataban mirando.
Vete,
pues, y plega al cielo
que ese
bajel, que ese barco,
sobre
montañas de espumas
se
encarame y suba tanto,
que parezcas pescador
de los
peces argentados
del signo
del firmamento.
Y entre
vaivenes y rasgos
de la Fortuna te abatan
a calar
los senos varios
de ese Helesponto;
que así
verás
subiendo y bajando
los
sobresaltos que tengo,
y las
mudanzas que paso.
La memoria
te atormente,
proponiéndote el descanso
que mi
amor te prometía
en mi apacible regazo;
que llorar
un bien perdido
por no
saber estimarlo
es castigo
de dichosos,
no es pena
de desdichados.
Cuando oyeres mis papeles
repetidos en los labios
de mis enemigos, sean
escarmiento y desengaño
de tu
mucha ingratitud;
y si te
acuerdas acaso
de los
versos que escribí
con amor,
que Amor es sabio,
sea para
ti un hechizo,
sea para
ti un encanto,
sea para
ti un veneno,
sea para
ti un letargo.
Pávido
mires el cielo
sin su
color turquesado
y, siendo
a todos zafir,
sea para
ti topacio;
porque no es digno de ver
cielos
hermosos y claros
quien ha
ofendido la fe
debida a amor tan extraño.
No mires los campos verdes,
que son las galas de mayo;
y los lutos de
diciembre
traigan
por ti todo el año;
que no es
digno de mirar
lo florido
de los prados
quien
marchita la esperanza
de mi
pecho amante y casto.
Por las
montañas de Abido
te arrastre traidor caballo.
Mitilene
te aborrezca;
oféndante
amigos falsos.
Pero no;
ese mar te dé
paz
serena, alegre paso,
tus
memorias te den vida.
Fortuna te den los astros,
alegres los cielos veas,
verdor te muestran los
campos,
quiérate
bien Mitilene,
no tengas
amigo ingrato,
mi voz no
te culpe, el sol
te dé sus hermosos rayos,
leal caballo gobiernes,
dicha te
dé el cielo santo
siquiera
por lo que amé,
ya que no
por lo que he amado.
LEANDRO: ¡Oye,
espera!
HERO:
No puedo.
Vase HERO
LEANDRO: ¡Qué
amores tan desdichados!
A fe que
no olvide el mundo
la
historia de Hero y Leandro.
FIN DEL ACTO SEGUNDO