ACTO TERCERO
Salen LEANDRO y FLORO, con un papel
FLORO: A
Silena referí
disculpas
y desengaños
de tus pasados engaños.
LEANDRO: ¿Creyólos?
FLORO:
Pienso que sí.
Éste me
ha dado Silena.
LEANDRO: ¿Suyo o de
Hero?
FLORO:
¿Necio estás?
En la
firma lo verás.
Dos errores me dan pena:
el uno
es éste que ves,
y otra
necedad que cuando
algún
reloj está dando,
me
pregunten, "¿Qué hora es?"
Necio,
aprenda quien ignora.
Majadero
eres sin par.
Cuenta, si
sabes contar,
y sabrás
así la hora.
Pues si
un necio mal experto
que estuvo
ausente contamos,
"Hoy
a Fulano enterramos".
Y él
responde, "Pues, ¿es muerto?"
Tan
grande coraje recibo
que la
azotara mil días.
Bellaco
bobo, ¿querías
que le
enterrásemos vivo?
Lee
LEANDRO:
"Señor, ya he procurado satisfacer por
ti a mi
señora, y está incrédula; pero
esta noche
es la última de las fiestas de
Adonis, y
van todos al mar con músicas.
Yo la
llevaré engañada y haré que entre en
tu barca
sin que te conozca".
FLORO: Robo de
Elena ha de haber.
Si una vez
entra en la popa,
Júpiter
serás de Europa.
LEANDRO: Eso no,
porque he de ser
el
amante más perfeto
del
mundo. De verdes ramos
de los árboles de Samos,
y de flores del Himeto,
quisiera enramar el
barco.
¡Oh, si
permitiese el cielo
que
llegara mi consuelo
como tras
la lluvia el arco!
Pero
tengo otro tormento,
porque mi
padre porfía
que mañana
en todo el día
ha de ser
mi casamiento
con
Mitilene.
FLORO:
Pues hoy
delante de
ti me iré
y la boda
impediré.
LEANDRO: Dueño no,
tu amigo soy.
FLORO: Como ya
anochece, viene
gente al
mar.
LEANDRO:
Floro.
FLORO: ¿Señor?
LEANDRO: Hero es
sin duda.
FLORO:
Valor
muestra. Lindo talle tiene.
LEANDRO: Porque
no la conozcamos
se ha
disfrazado. ¡Ay, Amor,
tráela a
mi barco!
FLORO: Señor,
escóndete
entre estos ramos.
Salen HERO y SILENA de valonas
SILENA: Yo le
escribí que engañada
a su barco
te traería;
finge,
pues, señora mía,
pues que
estás enamorada;
que
esto bien se puede hacer,
dejémonos engañar.
HERO: ¿Y sabré disimular?
SILENA: Sí sabrás, que eres mujer.
HERO: Pide un
barco.
SILENA:
¡Hola, barquero!
LEANDRO: Labradora,
¿qué queréis?
SILENA: Que en el
barco nos entréis
en ese mar
lisonjero.
LEANDRO: Entrad,
y si son espejos
las ondas de las estrellas,
que han salido porque en
ellas
reverberan sus reflejos,
cielos han de ser agora,
porque en sus ondas de plata
humanos
rayos desata
tan
hermosa labradora.
HERO:
¡Lisonjero pescador!
LEANDRO: (Amor, mi
disfraz alienta,
para que
no se arrepienta
de entrar
en el barco Amor,
haz que
mis disculpas crea
la que es
mi encanto y mi dueño,
y este
barquillo pequeño
la nave de
Colcos sea).
HERO: Poco a
poco es bien que vais,
porque yo
sé que no es mucho
lo que
gano si os escucho,
lo que
pierdo si calláis.
LEANDRO: Ser
debiera este bajel
celeste
constelación,
como nave
de Jasón.
HERO: Ingrato
sois como él.
SILENA: Ve
cantando por tu vida
algo que
aumente tu fe.
HERO: Una copla
cantaré
que anda agora muy valida.
Canta
"Estoy para me matar,
pero no lo
quiero hacer
sólo por
daros pesar;
mas, ¿cuál
debo yo de estar,
pues no os
quiero dar placer?"
LEANDRO: Ese placer inhumano
muerte
fuera de los dos.
HERO: ¿Quién os mete en eso a vos?
Remad y callad, villano.
LEANDRO: Soylo
en la mísera suerte.
HERO: También lo
soy en la mía.
LEANDRO: De otra
manera sabía
yo esa
copla.
HERO:
¿De qué suerte?
Canta
LEANDRO:
"Estoy para me matar,
pero no lo
quiero hacer,
señora,
hasta disculpar
la causa
de tu pesar,
para morir
de placer."
HERO: Grande
disculpa sería
que esa
disculpa merece.
LEANDRO: Algunas
veces parece
tenebroso
y pardo el día,
y no
está la culpa en él
sino en la
envidiosa nube,
que a ser matizada
sube
de violeta
y de clavel;
pero el
sol con la porfía
con que
muere y con que nace
al fin, al
fin, la deshace,
y vuelve a
alegrarse el día.
HERO: Esas victorias son palmas
de celeste resplandor.
LEANDRO: Lo mismo
ha de hacer Amor;
que él es
el sol de las almas.
HERO: El sol
mayor, que la tierra
encubrirse
no podía.
LEANDRO: Ni el amor
del alma mía;
que es tan
grande que en sí encierra
al sol
y al mundo.
HERO: ¿Quién es
el que de
esa suerte habló?
LEANDRO: ¿Quién ha
de ser sino yo
que estoy
postrado a tus pies?
HERO: ¡Ay, la
voz he conocido!
En el
barco no he de estar.
Arrojaréme
en el mar,
que más
piedad habrá sido
la
suya.
LEANDRO:
Serás sirena,
que en el
reino del Amor
me darás muerte mayor.
HERO: Tú me
engañaste, Silena.
SILENA: No le
conocí, señora.
HERO: Ondas, a
vosotras voy;
que con un
ingrato estoy.
LEANDRO: Y un
ingrato que te adora.
Detente,
mi bien, no arrojes
en el
cristal tus cristales.
HERO: No des
número a mis males;
vuelve a tierra, no me enojes.
LEANDRO: Mis disculpas has de oír.
HERO: Taparéme las orejas.
LEANDRO:
Penetraránlas mis quejas.
HERO: Sorda
estaré con morir.
LEANDRO: Si no
me escuchas, señora,
diré quién
soy a la gente
que navega
esa corriente,
porque me
maten agora.
Vecinos
de Sesto, yo
soy quien
muerte a Cintio dí,
y yo el
sacrílego fui
que de
sangre salpicó
las aras de Venus.
HERO: Calla.
LEANDRO: No hay
callar sino morir.
Mi nombre
pienso decir.
Leandro
soy.
HERO:
¿Qué batalla
se da
Amor con mis agravios?
¡Calla, en
tu muerte no luches!
LEANDRO: Morir
quiero, o que me escuches.
Aquí
estoy.
HERO:
Cierra los labios;
que ya te escucho y te creo.
LEANDRO: Agora sí
callaré.
Agora sí viviré,
pues apacible te veo.
¿Has de tener más enojos?
HERO: ¿El alma
no te lo avisa?
Las lágrimas y la risa
son las lenguas de los ojos.
LEANDRO:
Preguntar a ese mar quiero
si en su
espalda de diamante
más dicha
ha habido en amante,
y si seré
esposo de Hero.
Cantan dentro
MÚSICOS:
"No tiene Amor esperanza;
no tiene
premios Amor;
que por
eso le han pintado
niño
ciego, alado dios"
LEANDRO: Los
barcos que van pasando,
¡oh, qué
mal me han respondido!
HERO: No es
agüero. Acaso ha sido
que
dijéronnos cantando:
"Que aunque a Venus pese, espero
que Hero
será tu mujer".
Del mar lo
quiero saber.
¿Ha de ser
de Leandro Hero?
Cantan dentro
MÚSICOS: "No,
si no fuere en la muerte;
porque un
celestial rigor
hoy
amenaza dos almas
que
queriéndose están hoy".
HERO: ¡Ay,
Leandro! Que también
mala
suerte me ha salido.
LEANDRO: Rémora del
barco ha sido.
Accidente
fue, mi bien.
Sale POLIDORO en lo alto, con una pistola
POLIDORO: Si no
me engaña el oído,
¡por
Júpiter inmortal!,
que Hero y
Leandro su amante,
en aquel
barquillo van.
¡Ea, tronadora bomba,
que
viniste a ser solaz
en estas
fiestas de Adonis,
sin rayo
puedes matar.
Dispara y vase
LEANDRO: ¡Válgame
Amor! ¿Estás muerta?
HERO: ¡Válgame
Venus! ¿Estás
herido?
LEANDRO: No
mi señora.
Todo es
desdicha y azar
lo que en
aquestos amores
hoy
sucediéndonos va.
Llega el
barco a la ribera;
desocupemos el mar
que tantos
agüeros cría.
¿Cuándo mi
esposa serás?
HERO: Mañana sin
falta; ven
cuando
mires la señal
en la
torre.
LEANDRO:
Será el norte
del amor
más singular.
HERO: Rema,
barquero de Amor.
LEANDRO: Amor del
barquero, ya
a la
tierra llega el cielo.
HERO: Dulce cosa
es el amar.
LEANDRO: Y más, si
tiene esperanza.
HERO: Tan
vecina, di; que está
un día
solo de por medio,.
LEANDRO; Hero, ¿un
siglo no dirás?
HERO: ¿Qué más
presto que mañana?
LEANDRO: A renacer
y expirar
empiece el
sol, que no amó
tanto a su
Dafne, jamás.
Vanse. Salen
LEONARDO y LUCINDO con MITILENE
LEONARDO: Hoy por
ofrenda consagro
el gusto que el alma tiene,
viendo que
ya Mitilene
ha sanado
por milagro.
El
contento y alborozo
vida me
dan y salud;
y en lugar de senectud
en juventud me remozo.
Hija, yo voy como el viento
y a
Leandro te traeré,
porque la
mano te dé.
¡Loco me
tiene el contento!
Vase LEONARDO
MITILENE: Hoy se
van mis dichas todas
juntas en
aquesta unión.
LUCINDO: Voyme
porque no es razón
que se
dilaten las bodas.
Vase LUCINDO
MITILENE: Cielos, pues tus astros ven
el premio de mis amores,
hombre,
fieras, campos, flores,
dadme
alegre parabién.
Alba hermosa que saliste
con más
belleza y más prisa,
préstame
agora tu risa,
pues tus
lágrimas me diste.
Sale FLORO
FLORO: Allá
dicen en la villa,
propio
refrán de lacayo,
que es uno el que piensa el bayo
y que es
otro el que le ensilla.
¿Señora, estás sola?
MITILENE: Sí.
FLORO: ¿Sola,
sola!
MITILENE:
¿No me ves?
FLORO: Pues
escúchame.
MITILENE: Dí, pues.
FLORO: ¡Ay
desdichada de ti!
Tu
desventura me aflige.
¿Sabrás
guardar un secreto?
MITILENE: Sí, sabré,
yo le prometo.
FLORO: No digas
que yo lo dije.
Mi
señor, para no ser,
como dices, tu marido,
un veneno
ha prevenido
para
dártelo a beber.
MITILENE: ¿Qué
dices?
FLORO:
Dos boticarios
han hecho
una confección
de
bramidos de león,
relinchos
de dromedarios,
de
llanto de cocodrilo,
y de voces
de sirena,
para darte
muerte, un pena
de que tú
con lindo estilo
engañaste lo que él quiere;
y te dará
el vaso lleno.
Derrama
algo de veneno
a algún
can; verás que muere.
MITILENE: Si eso
es verdad, ¿qué he de hacer?
FLORO: ¿Qué? No beber en tu vida.
MITILENE: Daránmelo
en la comida.
FLORO: Buen
remedio, no comer.
MITILENE: A
venenos de hechiceros
¿cuándo
resistencia ha habido?
Pues los dan en el vestido.
FLORO: Buen
remedio, andarse en cueros.
MITILENE: Todo es muertes y desmayos.
¡Ah, venganza, cómo
tardas!
¿Para cuándo, oh cielo, aguardas
la cólera
de tus rayos?
¡Ay, hombres de males llenos!
¿Qué fieras no os acompañan?
Las mujeres, sí, os engañan,
pero nunca os dan venenos.
FLORO: Eso es
mentira, dibujos
son de
Circe y otras fieras.
Brujas
dicen y hechiceras,
que no
hechiceros y brujos.
MITILENE: ¿No
basta ser despreciada?
¿No le
bastó hacerme loca,
sino
matarme? ¿Qué roca
se ve en
el mar contrastada
de
trabucos de cristal,
que sufra
tantos agravios?
¡Beban ya,
beban mis labios
ese veneno
mortal!
Salen LEONARDO, LUCINDO y LEANDRO
LEONARDO: Hija,
ya Leandro viene
contento,
alegre y dichoso,
a ser tu
querido esposo.
Alégrate,
Mitilene,
dale a
Leandro la mano.
LEANDRO: Aun sana
no está, señor.
LEONARDO: Sí está,
Leandro, que amor
es imperio soberano;
porque
amando con extremo
llega a
parecer locura.
LEANDRO: (¡Ah,
Fénix de la hermosura, Aparte
en tus
incendios me quemo
para
renacer! ¡Ay, Hero,
ayúdame en
este paso!]
Sólo en tus ojos me abraso,
sólo en tu memoria muero).
Señor,
palabra te doy
de que
esta noche sin duda
me
casaré. (Noche muda, Aparte
no me
descubras; que voy
a ser el dueño dichoso
de la más
rara belleza
que copió
Naturaleza
de su
original hermoso).
LEONARDO; ¿De qué
sirven dilaciones?
LEANDRO: Porque, si
mi bien deseas,
en ese
término veas
si ha
mejorado.
MITILENE:
Traiciones
no han
de consentir los cielos;
que, si
suelen suspender
el castigo, es para hacer
más Etnas, más Mongibelos
en que abrasan los traidores.
Falso, ingrato y fementido,
de
agravios he enloquecido,
no de
celos ni de amores.
Tráeme
un vaso de agua, Floro.
FLORO: Voy por
él. (Quizá le agravia Aparte
la sed, y con ella rabia).
Vase FLORO
MITILENE: ¿Cuándo yo
piélagos lloro
agua he pedido? Mas sí;
porque el llanto en que me
anego
es de
linaje de fuego,
pues ha
nacido de mí.
FLORO: Aquí está el agua.
Saca una salvilla y búcaro de agua FLORO
MITILENE: Sal, traidor.
(Examinar
me conviene Aparte
por si
lástima me tiene
ya que no
me tiene amor.
Haré que
llego a mis labios
el veneno,
y si me deja,
será la
postrera queja
y los
últimos agravios).
Dame,
que la sed me mata.
(Al labio
la voy llegando Aparte
y el
traidor se está callando.
Ni las
lágrimas desata
de
compasión, ni en las pruebas
que hago
de su maldad
le ha
movido la piedad
para
decirme, "No bebas".
Baje,
baje de la boca;
mejor apartado
está.
Por lo
menos no dirá
que en no
beber estoy loca.
Otra
vez probarle quiero.
También me
deja). ¡Ah, traidor!
¿No te
obliga tanto amor?
LEANDRO: Bebe ya.
MITILENE: Sin beber muero,
porque
el bruto más feroz
tiene en
una parte sola
su ponzoña
cruel: en cola,
en ojos,
en boca o voz.
Tú con
más veneno estás,
pues vidas y honras deshaces
con lo que dices y haces,.
y en los consejos que das.
¿Qué beba quieres? ¿Te plugo
tan infame
y cruel oficio?
Prisa me
das el suplicio.
¿qué más
hiciera un verdugo?
¡Qué en agua clara --¡ah, rigor!-
esconda un
veneno fuerte,
como se
esconde la muerte
en la
amistad del traidor!
¿Veneno
me da a beber,
apurando
mi paciencia?
Haced luego
la experiencia,
aunque es
fácil de creer
de un
ingrato, de un villano,
que veneno
me da a mí
por el
alma que le di
cuando
esperaba su mano.
LEANDRO: ¿No
dije yo que no está
sana del todo? Señora,
cuando la
noche y aurora
tristeza y
lágrimas da
tan
pródigamente, advierte
cómo
injustamente bañas
el llanto
el rostro, y te engañas,
diciendo
que está la muerte
en el
vaso.
Bebe LEANDRO
MITILENE:
¡Espera, espera!
Que tengo
en el corazón
más
lástima y confusión.
No lo
bebas.
LEANDRO:
Considera
este
nuevo frenesí;
y entre
locuras tan grandes
no es bien
que casarme mandes.
(Floro, yo
vivo por ti). Aparte
Vase LEANDRO
LEONARDO: ¿Quién
vio locura como ésta
y tan
fiera enfermedad?
Mejor en la soledad
su sosiego
manifiesta.
Vase LEONARDO
FLORO: ¿Se
está burlando?
MITILENE: De veras
estoy
loca, y mi locura
vida ha de
ser y cordura
como tú,
villano, mueras.
¿Tú me
engañaste, traidor?
¿Crédito
necio te he dado
viendo que
imita el crïado
la
costumbre del señor?
FLORO:
¡Ténganla; que está furiosa!
MITILENE: Es verdad,
porque un injuria
¿a qué
pecho no da furia?
FLORO: (No vi
locura más hermosa). Aparte
MITILENE: Viendo
tú la ardiente fragua
de mi
pecho, me decías
que veneno
me traías.
FLORO: ¿Qué más
veneno que el agua?
MITILENE: Loca
estoy si más le adoro.
¡Ea, pues,
salga del pecho
quien
tantos tiros me ha hecho!
Querer
pienso a Polidoro.
Vengarémonos yo y él,
si llegare
a ser su esposa,
de una
enemiga dichosa
y de un
amante crüel.
¡Ah, traidor!
FLORO: No son engaños.
Veneno bebió. Ya irá
obrando y
se morirá.
MITILENE: ¿Cuándo?
FLORO:
Antes de mil años.
Vanse MITILENE y FLORO.
Sale LEANDRO
LEANDRO: Ya que
otro polo el sol mira,
y con su
luz soberana,
para
renacer mañana,
hacen las
aguas su pira;
agora que
el sol expira
en el piélago
español,
busco un
nocturno farol
y un norte
de luz tan bella,
que con
desprecios de estrella
tiene
ambiciones de sol.
Apenas
ha tramontado
su rubia y
hermosa frente
en los
mares de occidente
el sol,
que nunca ha parado
desde que
Dios lo ha crïado,
cuando en
la torre de Sesto
mi norte y
mi luz han puesto.
¡Oh,
hermosa luz, te adoro!
Pues brillando rayos de oro
me estás
diciendo, "Ven presto".
Octavo
planeta hay ya;
que aquel
bello resplandor
en el
cielo de Amor
vertiendo
rayos está.
De manera
que nos da
luz, para
que esté creciente
el gusto;
que el alma siente
maravillas
de Amor sólo
que se
haya pasado el polo
a los
climas del oriente.
Sale FLORO
FLORO: ¿Es
Leandro mi señor?
LEANDRO: Floro sí.
FLORO:
Mal viento corre.
LEANDRO: Mira la
luz en la torre,
que señas son de amor.
FLORO: Batalla
con gran furor
se dan las
olas y vientos.
LEANDRO: Mis
ardientes pensamientos,
como esta noche se alcanza
la gloria
de mi esperanza,
son más
fuertes elementos.
Busca
un barco que nos pase.
FLORO: El mar
está sin sosiego.
Vase FLORO
LEANDRO: En
entrando allá mi fuego
¿qué ondas habrá que no abrase?
Ya quiere
Amor que me case.
Alma, no
temas, no llores;
pulsando
está resplandores
una llama
que me llama
a los
brazos de mi dama
y al
premio de mis amores.
Sale FLORO
FLORO: No hay
barco en toda la playa,
como el
mar gime tan fiero;
ni hay
pescador ni barquero
que a la
ciudad no se vaya.
Locas
andan las veletas,
y el viento
desenfrenado
parece que
se ha soltado
de los
cascos de poetas
y
músicos; no socorre
Neptuno,
la noche es fiera.
Doña Hero
bien pudiera
quitar la
luz de la torre,
viendo la mar alterada,
y hacer
que otra noche sea;
pero mujer
que desea
¿cuándo ha
reparado en nada?
LEANDRO:
Determínome. ¿Qué aguardo?
El Amor,
¿cuándo recela?
Viendo
arder aquella vela,
también me
consumo y ardo.
FLORO:
Cantando están en dos tonos
viento y
agua.
LEANDRO:
Y yo llorando.
Floro,
pasemos nadando.
FLORO: Yo soy de
casta de monos.
No sé
nadar.
LEANDRO:
Importante
será que
pases también.
FLORO: Si eres
novio, hombre de bien
no es
menester ayudante.
LEANDRO: ¿Qué
mares de Asia y Europa
vencer el
Amor no puede?
FLORO: Mejor es que yo me quede
para
guardarte la ropa.
LEANDRO: ¡Luz
hermosa, luz serena,
ya
voy! Consuélame más.
FLORO: La luz es
una, no más;
no me
llama a mí Silena.
LEANDRO:
Alterado está y confuso
todo el
mar, que al parecer
quiere
esta noche romper
los
grillos que Dios le puso,.
Agua y vientos dan temor;
pero con incendios
tales,
armas
tenemos iguales;
y aun es
mi fuego mayor.
Vestidos de la ribera,
sed
despojos, que mi pecho
ha de
encender el estrecho.
¡Hero
hermosa, espera, espera!
Arroja el vestido por todo el tablado y hace que se va
desnudando, y éntrase como que se arroja al agua, y sale
HERO en lo alto LEANDRO habla dentro
HERO: Sagrado dios Neptuno,
¿es razón que tus bóvedas desates,
sin reservar ninguno,
ondas y vientos? Ten piedad.
No abates
el resplandor hermoso
pasando el
mar Leandro el animoso.
LEANDRO:
Cristales, mar, espumas,
hoy os
hace mi amor más venturosos.
Déme el Amor sus plumas.
Remos los brazos son, por ser forzosos,
vuestras olas venciendo,
en amoroso
fuego todo ardiendo.
FLORO: ¿Con
qué furia se arroja?
Delfines,
socorred a este atrevido.
El aliento
recoja
Eolo de su
furia embravecido.
¡Ay, olas inhumanas,
muera yo entre mosquitos, no entre
ranas!
HERO: Guarda
la luz, Silena,
porque sus
astros ha escondido el cielo.
No encalle
en la arena
el bajel
de Leandro, que recelo
que le
trae sin reposo
el agua
con un ímpetu furioso.
LEANDRO: Contra
los elementos,
y no
esperando paz, mi amor pelea.
Ya me
suben los vientos
al orbe de
la luna. ¡Oh, nunca sea
mi cuidado amoroso
vencido
del trabajo presuroso!
FLORO: Aquí no
ayudo en nada
a quien
nada en el mar de ese Helesponto,
Con la
ropa guardada,
lastimado
me voy de aqueste tonto.
Sin duda está muriendo,
contrastar
a las olas no pudiendo.
Vase FLORO
HERO: Su fin
la luz amaga.
Piadoso y
dulce Amor, tenla encendida.
¡Ay de mí,
que se apaga!
Cuando mi amante
de perder la vida
se viene
entristeciendo;
y más al
bien, que allí perdió muriendo.
LEANDRO: Si ya
me lleva el hado,
bebiéndome
las ansias de la muerte,
Leandro
enamorado,
de que ya no
podrá señora, verte
muere más
cuidadoso
que de su
propia muerte congojoso.
HERO: La
noche me da grima;
coléricos
están los elementos;
no hay
roca que no gima;
empeñan la
batalla olas y vientos.
Por no ver
mis querellas
su rostro
han escondido las estrellas.
Sale mojado en camisa y calzones de lienzo, LEANDRO
LEANDRO: Si
agora a la venida
me
perdonara el mal, y si volviendo
se bebiera mi vida,
¡oh, cuán
dichoso fuera yo muriendo!
Mas ha
querido el hado
que muera
cuando soy más desdichado.
Hero,
en tus dulces brazos
un
verdadero amantes no recibes.
Yo muero hecho pedazos,
a vista de
la torre donde vives,
y
consolarme quiero
pues Hero
digo cuando digo muero.
HERO: Pienso
que airados los vientos
mi nombre
trágico dicen.
Si ya no
fueron antojos
de mis esperanzas tristes,
todas las formas del mundo,
con la oscuridad horrible,
parece que
han vuelto al caos
de quien tuvieron origen.
Todas está confundidas.
Ojos de águila ni lince
no habrá,
y en tales tinieblas
forma
alguna determinen.
De cuando
en cuando los cielos
un
relámpago repiten
en trueno
de los que son
exhalaciones
sutiles.
Con los
bramidos del mar,
parece que
el mundo gime,
porque ha
llegado su muerte.
¡Qué mal amé, qué mal hice
en poner las señas hoy!
No lo pensé. No previne
que él que ha de ser desdichado
no tiene
discurso libre.
A la breve
luz que dio
un
relámpago, me fingen
allí un
bulto mis deseos,
y el
corazón se apercibe
a verlo segunda
vez.
Cielo
piadoso, fulmine
otra
exhalación tu brazo.
Otro
relámpago críen
los
encendidos vapores,
porque mis
ojos divisen
aquel
bulto que miré.
Oyóme el cielo;
y no pide
cosa
alguna el desdichado;
que si
acaso la consigue
para su
daño no sea.
En esos escollos, firmes
a tantas olas, está
muerto un hombre. Ya me aflige
el haberlo
visto. Amor,
¿si es
Leandro el infelice?
Alba
hermosa, alba risueña
coronada
de jazmines,
ven
aprisa, y no permitas
que llore
cuando te ríes.
Parece que
me ha escuchado,
que ya los
vientos no esgrimen,
ni sobre
el imperio humano
dos
elementos compiten.
El mar
está sosegado,
y haciendo
que se retiren
al
horizonte las sombra,
los horizontes
se tiñen
de la
púrpura del alba.
¡Ay, Amor,
no me lastime
el día más
que la noche!
Deidad
hermosa de Chipre,
ten
piedad. Mas no la tiene;
los hados
no la permiten.
¿Rüinas son de mi vida
las que
quiere Amor que mire
en sueño y dolor eterno,
y en un inmortal eclipse?
Quizás reposa cansado
y los funestos matices
son copia y no original
de la muerte. Mas, ¿qué dije?
Lo malo ha
de ser lo cierto.
¡Ah,
Leandro, amante insigne,
gloria de
Abido, mi bien!
Leona soy,
de quien dicen
que
resucita a bramidos
los
hijuelos que no viven.
Allá
voy. No me detengas;
Silena, no
me repliques.
Propio
Amor, no me acobardes.
Razón, no
me solicites.
Temor, no
me persüadas.
Muerte, no
me atemorices.
Animo, no
me aconsejas.
Dicha
humana, no me libres.
Tálamo y
sepulcro sean
esos
peñascos, que sirven
de pira al
Fénix de amor.
¡Dueño,
espera! No camines
a los
Elíseos tan presto;
que ya tu
dama te sigue.
Iremos
juntos los dos,
para que
en todo te imite,
y porque
junte el Amor
los que la
muerte divide.
SILENA: Señora,
señora mía,
espera que
no anticipe
al rigor
del golpe fiero
que la
muerte te apercibe.
¡Ah,
Polidoro! ¡Ah, Elïano!
Vení a ver
el fin más triste
de las tragedias de Amor,
que excede a Píramo y Tisbe.
HERO: Cuando
miro las congojas
de la
muerte, participe
del último
bien mi alma.
Dueño, mi
mano recibe,
para
que, muertos, seamos
ejemplos los más insignes
de amantes. Entre tus brazos
la voz el
cielo me quite.
Vase HERO. Salen
POLIDORO, LEONARDO, ELIANO y toda la
compañía
POLIDORO: Aquí han
sonado las voces.
ELIANO: Ya aquí
con sangre se escribe
una
historia desdichada
de dos
amantes.
SILENA:
Si visteis
despeñar
una mujer,
¿qué
dudáis? El caso dice
que es
Hero.
LEONARDO:
Y mi adversa suerte,
que es
Leandro también. Vine
en su
seguimiento en vano.
ELIANO: ¡Qué gran
desdicha!
POLIDORO: Eternicen
monumentos
de Artemisa
dos
amantes tan felices
que
murieron enlazados.
LEONARDO: ¡Oh, qué
tragedia tan triste!
Y aquí, senado, da fin
la
historia y tragedia insigne
de Hero y
Leandro, del modo
que en
griego y latín se escribe.
FIN DE LA
COMEDIA