ACTO SEGUNDO
Sale la princesa doña JUANA, el REY de
Portugal su suegro, y ella vestida de luto, y
acompañamiento
JUANA:
Nadie en acción tan rara,
si no
es agora me ha de ver la cara,
fidalgos,
mientras viva,
que me
pide mi esposo tan esquiva.
REY: Hija, tantos enojos
no ocasionen lágrimas a tus
ojos,
aunque el cetro
embellecen.
JUANA:
Lágrimas son de esposo, y bien parecen
para llegar con vida;
dame
licencia aquí que me despida
de ti,
señor, y de ellos,
pues en mi vida he de volver a
verlos.
Rey, don Juan de Portugal,
cuya majestad eterna
haga el
tiempo en tus metales
y la
fama de tus banderas,
padre
mío y señor mío,
venerable competencia
a los
laureles de Roma
y a las
tierras de Grecia;
fidalgos, a quien dos mundos
por
vuestras espadas tiemblan,
al fin
portugueses nobles,
por
quien las quinas sangrientas
siendo
en el África rosas
son en el oriente estrellas,
abono de lo que os amo,
sean mis lágrimas tiernas
testigos de mis palabras
y efectos de mis ternezas.
De los brazos de mi padre
vine a ser
vuestra princesa;
jamás
me vi tan honrada,
jamás
me vi tan contenta.
Del
príncipe mi señor
don
Juan fui dichosa prenda,
desdichada en que me falte,
miserable en que le pierda.
Trece
meses merecí
su
dulce tálamo apenas,
cuando
en tan felices lazos
juzgaba
edades eternas.
Pero la
muerte envidiosa
quiso,
arrogante y soberbia,
darme e
entender que ella sola
no sabe
ser lisonjera.
Trasladóse a mayor día
fióse a
más alta esfera,
pues en provincias de rayos
es majestad de planetas.
Pero aunque se fue, Dios
quiso
que en
don Sebastián os diera
su
imagen, que en él malogro
al
padre no se parezca.
A los diez y ocho días
y resistiendo paciencia,
su
muerte en él de ese santo
salió a
renovar sus penas.
Hijo de
dolor ha sido,
parto
ha sido de tristeza,
plega a
Dios que él alegría
de
vuestros imperios sea.
Prenda
es del alma y del alma
me le
apartan, cuando fueran
con él
mis ansias más sabias
y mis desdichas más cuerdas.
Sin alma parto, fidalgos,
que en
el príncipe se queda,
y pues en él os la doy;
tened cuidado con ella.
Veneradla por su padre,
por mí
estimadla y queredla;
ved que
es alma de dos almas,
que
quiere Dios que le pierdan.
Precisas obligaciones
me aparten de ella, y es fuerza
que el cuerpo tenga en
Castilla
y el
alma en Portugal tenga.
A su
gobierno me llama
por
estar ausente el César,
mi
padre, y porque mi hermano
se casa
en Ingalaterra.
Mirad
como gobernar
podrá a
Castilla quien deja
en un
alabastro el alma
y en un
ángel sus potencias.
Y
aunque esto siento, fidalgos,
como es
razón que lo sienta,
disgustos son y pesar,
que al
dejaros no llegan.
Favorecedme por sola,
por
viuda y extranjera,
por
pobre y por peregrina,
y por
mujer que se ausenta.
Sin
espíritu, sin alma,
sin
consuelo, sin paciencia
de
padre que era su amparo,
de rey
que era su defensa,
de
infante que era su gloria,
de
grandes que su bien eran,
de
fidalgos que eran su alma,
de
ricos que eran su hacienda,
de
pobres que eran su vida.
Y al
fin, portugueses de esta
tierra,
que para alabarla,
pintarla y encarecerla
ser
Lusitania le basta,
donde
los milagros cesan,
y es
bien que al dejarla llora
quien
por Castilla la deja.
REY: Vivas,
madre de don Juan,
vivas
edades eternas.
GARCIA: Ya las
galeras aguardan;
embárquese vuestra alteza.
JUANA: Padre,
fidalgos, adiós.
GARCIA: ¡Qué
hermosura!
REY: ¡Que tristeza
ha de
quedar en el reino!
JUANA: Señor,
a mi cara prenda
vuelvo
a encargar otra vez.
REY: Cuando
mi nieto no fuera,
por ser
hijo de tal madre
lo estimara y lo quisiera.
Vanse y
salen el [duque de] GANDÍA y don
JAIME
JAIME: ¿Ha
de ser hoy la partida?
GANDIA: Don
Jaime, forzosamente
tanta
priesa al de Segorbe
su
esposo me da.
JAIME: Gran trueque
hace
vuestra excelencia.
GANDIA: Así
queremos que se conserven
parentescos y amistades.
Su
hermana el duque me ofrece,
y yo la mía le doy,
puesto
que de dote tiene
hoy
trescientos mil ducados.
JAIME: Dote
es, que pudieran reyes
estimarle, porque iguala
con su
hermosura excelente.
Sale doña ANA con un espejo, y debajo una
muerte
GANDIA: ¿Y la
duquesa mi hermana?
ANDRES: En el
jardín se entretiene
cortando flores.
GANDIA: Doña Ana,
dile
que ya salir puede,
que la
litera la aguarda
dudosa
de palafrenes.
ANDRES: Ella es
la que viene aquí.
Sale doña ISABEL
GANDIA: Haz,
don Jaime, que se apreste
la
jornada, porque gusto
de que
los duques no esperen.
Dios a
vuestra excelencia guarde,
que en
mi vida me parece
que tan
hermosa la he visto.
ISABEL: Siempre
me [das] mil mercedes
vuestra
excelencia.
GANDIA: Yo me voy,
la
partida será breve.
Vase
ISABEL: No se
depondrá por mí.
ANA: Bizarra
y hermosa vienes.
ISABEL: Vengo,
doña Ana, de boda.
ANA: Sólo en los vestidos eres.
ISABEL: Más hermosa antes de mucho,
doña Ana, he de parecerte.
ANA: No puedes estar más linda
jamás.
ISABEL: Tanto lo encareces,
que verme quisiera.
ANA: Aquí
........................[ -e-e]
tienes
el espejo.
ISABEL: ¡Muestra!
Rostro
me hace diferente
el
cristal.
ANA:
¡Qué maravilla
si es
el cristal una muerte!
ISABEL: En este
espejo, doña Ana,
las bellezas han de verse,
que los cristales engañan
con las lisonjas que ofrecen.
Esto soy y esto he de
ser;
a mi
cuarto el cristal vuelve
y si
viniere mi hermana,
le
dirás que un ramillete
cortando estoy en los cuadros,
que
halaga ese vidrio en sierpes.
Vase
JAIME:
¡Notable virtud!
ANA: Mirando
la caja
de sus afeites,
la
hallé llena de cilicios
y de
disciplinas.
JAIME: Vence
en todo
a sus dos hermanos.
ANA: No se
han visto en años verdes
tan
ancianos desengaños
ni
acciones tan diferentes.
JAIME: Con tan
claros desengaños,
¿quién
ciego se desvanece?
ANA: Quien
ve en aquese cristal
todos
los días la muerte.
JAIME: Alma
santa es para mí.
Yo
pienso que el duque viene.
Sale el duque [de GANDÍA]
GANDIA: ¿Y doña
Isabel, doña Ana?
ANA: Agora
fue a su retrete,
que ha
de pasar al jardín
para hacer un ramillete.
GANDIA: Ve, y
di que quedo aguardando.
Sale doña ISABEL de monja con un ramillete
en las manos
¡Cielos! ¿Qué disfraz es éste?
¡Duquesa, hermana, señora,
doña Isabel!
ISABEL:
Desnudéme
de Adán
y de Dios vestíme.
GANDIA: ¿Adónde
vas de esa suerte?
ISABEL: Al
tálamo de mi esposo.
GANDIA: ¿Quién
es tu esposo?
ISABEL: El que puede,
soberano y poderoso,
crïar
este ramillete.
GANDIA: ¿Y el
duque?
ISABEL:
Será mi esposo
si
crïare otro como éste.
GANDIA: ¿Qué
dices, doña Isabel
de
Borja?
ISABEL:
¡No el nombre trueques!
Soror
Francisca me llamo
de
Jesús, nombre a quien tiemblen
los cielos y los abismos.
GANDIA: No sé
lo que me sucede.
ISABEL: Yo sí,
y al duque decidle
que
Dios reina quiere hacerme,
y así
por un reino aquí
es bien
que un ducado deje.
GANDIA:
¡Hermana, hermana, señora!
ISABEL: En vano
es el detenerme.
Vase
JAIME: Al convento
se pasó
por el
jardín.
GANDIA:
¡Que concierte
esto
Gandía sin mí!
Llegad,
pedazos hacedle;
pero
deteneos, que Dios
sin
duda sus pasos mueve.
Vanse todos. Salen
CAZALLA y el CONDESTABLE,
dándole un memorial CAZALLA
CONDESTABLE: Bien
lo merecéis no dudo,
Cazalla, que la princesa
dé a
vuestra virtud el premio.
CAZALLA: Yo sé,
que si vuestra excelencia
mi
pretensión favorece,
que
saldrá con lo que intenta
por ser
amado de todos.
CONDESTABLE: Cuando
que alegar no hubiera
más de
lo que habéis sentido,
pues
fuisteis a Ingalaterra
con
aprobación de tantos
y
finalmente del césar,
sois de
un obispado digno.
....................[ - e-a]
CAZALLA: (¡Y
como si es justo, viven Aparte
los cielos! Que es a mis letras
pequeño
premio vuestra mitra
aunque
de Toledo fuera.
¿Qué
dijera el condestable
si con
presunción me viera
de gran
letrado y altiva
satisfacción?) Vuestra excelencia
tendrá
ocupaciones grandes.
CONDESTABLE: Como
llegó la princesa
de
Portugal, tan dichosa
Castilla, aunque con la ausencia
del
príncipe lastimada,
porque
el rey viéndola apenas
salió
de Valladolid
aquella
noche serena;
si en
negro luto vestida
ella,
como veis, gobierna
tan
cuerdamente estos reinos,
que
oscurecer de Cornelia
no era
la prudencia mucho
de que
se preciaba Grecia.
........................
CAZALLA: Parece
que ya su alteza
sale.
CONDESTABLE:
Voyla a recibir.
CAZALLA: Acuérdese vuestra excelencia
de la
merced que me hace.
CONDESTABLE: Será la
consulta cierta.
Sale la princesa doña JUANA de luto con el
manto echado hasta la cintura y una carta
JUANA: Quejas son de los grandes de Castilla.
No queda nadie aquí.
CONDESTABLE: Ya tanto luto
y
tristeza la corte maravilla,
......................... [
-uto]
......................... [
-illa]
precio se quede atrás perdone Bruto.
...............................
...............................
Lee
JUANA:
"Hija, quejas me dan vuestros vasallos
de que
no os ven el rostro eternamente,
y es
necesaria cosa contentallos,
............................ [ -ente]
el
rostro les mostrad para alegrallos.
Salga
el sol de ese ocaso al rubio oriente,
esto
mando que hagáis. Templad el llanto,
el
manto moderad, que es mucho manto.
Nuevas: murió María. Ingalaterra
apellida a Isabel, y en tal estado
están
las cosas, que a dejar la tierra
a
vuestro hermano el reino se ha obligado.
Los
tumultos de Francia en tanta guerra
en
edades de paz se han confirmado,
siendo
la oliva soberana y bella
Isabel
de la Paz que
pudo hacella;
con Felipe la casó, que quería
en
Castilla la corte ver de asiento,
y en
ella establecer la monarquía
que en
vuestro hermano renunciar intento.
Y
aunque Valladolid es patria mía,
si la crïanza excede al
nacimiento,
viéndola en tantos montes retirada,
no me
parece cosa acomodada.
Esta
apacible villa en que nacisteis
y en quien me hallé tan sano y tan
robusto,
consultad si es capaz,
pues suya fuisteis,
que el
ser que le debéis pagar es justo;
mas
aunque de Madrid lo recibisteis,
lo que
al reino le importe excede al gusto
que
nuestro intento es dar a los vasallos
corte y
comodidad de descasallos."
¡Oh
majestad, oh poder!
Gloria
de disgusto llena,
los que te juzgan tan buena
te habían de conocer.
Vieran como tu decoro
está de
víboras lleno,
y
vieran que eres veneno
metido en lisonjas de oro.
¡Qué presto mi
sentimiento
cuando
esperé compasión,
ha dado al reino ocasión
de
quejas sin fundamento!
¡Qué
presto el manto han hallado
riguroso y descortés!
Pero es
manto portugués
y les parece cansado.
Mas es desacierto igual
que le hace el manto a
Castilla,
cuando
muestra en su mancilla
finezas
de Portugal.
A mi
padre obedecer
es
fuerza, mas pues levanto
por quejas
del reino el manto,
yo me
daré a conocer.
Yo
haré que Castilla advierta
que
también me sé enojar,
ya que
llego a gobernar
con la
cara descubierta.
¡Hola!
Sale don GARCÍA
GARCIA:
¿Señora?
JUANA: Enojada
estoy y
vencerme no puedo.
Don
García de Toledo,
mi
padre ver asentada
la corte
en Castilla quiere,
excusando en sus mudanzas
los gastos y las tardanzas
que del despecho se
infiere
de
los que la corte siguen.
Para
esto vuestro cuidado
junte el consejo de estado
donde
su asiento litiguen,
y yo
he de ser la primera.
¿No
escribisteis a Gandía
que ver
al duque quería?
GARCIA: Ya en
la antecámara espera.
JUANA: ¿Y
doña Isabel no viene?
GANDIA: Solo,
señora, ha llegado
el
duque.
JUANA:
Estimo el cuidado
que de
mis servicios tiene.
Sale el duque de GANDÍA
GANDIA: Déme
los pies vuestra alteza.
JUANA: Llegáis
a buena ocasión,
que
para cierta elección
juntar
el consejo empieza.
¿Cuándo llega vuestra hermana,
duque?
GANDIA:
A besarte los pies
llegará presto.
JUANA:
Tarde es
para
quien con tanta gana
de
verla esperando vive.
GANDIA: Muy
bien merece ese amor
pagarse
con el favor
que de
tu alteza recibe.
JUANA:
Llegue la audiencia.
GANDIA: No vi
tal
gracia en tal majestad.
JUANA: Aquesa
silla arrastrad.
Salen CAZALLA y el CONDESTABLE
CONDESTABLE: Llegad,
Cazalla, hasta aquí.
JUANA:
Presto estaréis despachado;
¿vos
sois Cazalla?
CAZALLA: El menor
esclavo
tuyo.
JUANA:
Doctor,
ya de
vos me han informado,
y aunque Córdoba y Plasencia
no es
bien que vacos estén,
..................... [ -én]
que es
grande la competencia;
ninguno es de aquestos dos
el que
a titularos vengo
como veréis, porque tengo
noticia
que para vos
hay
otro muy importante.
CAZALLA: No sé
que haya vaco alguno
de
nuevo.
JUANA:
Yo sé que hay uno,
Cazalla, que su vacante
sólo
os pertenece a vos;
y a Dios las gracias le he dado,
que pienso que me ha
alumbrado
para su
servicio Dios.
No
tardaré en despacharos.
CAZALLA: Beso mil
veces los pies
a
vuestra alteza.
JUANA: Al fin es
mi
obligación el premiaros.
GARCIA: La
junta de estado aguarda.
JUANA: Pues
entre luego la junta,
que
satisfaré a sus quejas
con la
prevención que gustan.
Salgan los que hubiere
CONDESTABLE: Mayor
favor no queremos.
No
esperemos más ventura.
JUANA: ¿Veis
bien que soy la princesa
doña
Juana?
Descúbrese
CONDESTABLE:
Todos fundan
en
vuestro gusto su intento.
GARCIA: Todos
de serviros gustan.
JUANA: Sentaos
y oíd, pues mi padre
me
manda que me descubra.
Ya
pienso que os ha escrito
mi
padre en el cuidado que remito.
Desea
que Castilla
firme
establezca su dichosa silla,
que
entre los castellanos
la
corte ha sido hasta hoy silla de manos,
sin que
jamás se vea
en
estable lugar que corte sea.
CONDESTABLE: Si de
mi voto fuera,
en
Burgos su opulencia engrandeciera,
que
toda aspira a reyes
ha sido
voz de castellanas leyes;
y no es
menor grandeza
hacerla
a tantos reinos su cabeza.
Tiene
edificios bellos
en
tornos ricos y abundancia en ellos.
JUANA: Está
muy a trasmano
lejos del
catalán y el sevillano.
GARCIA: Ávila
me parece
que en
buenos templos y edificios crece.
JUANA:
Acomodada fuera
si en
clausuras de montes no estuviera,
que ceñidos de nieve
las cantimploras son donde el sol bebe.
CONDESTABLE: Ese
mismo defecto
tendrá
Segovia.
JUANA: Andáis, conde,
discreto,
porque
cuando reporte
sus
velos el alcázar, la hará corte.
GANDIA: Madrid
me ha parecido.
JUANA: Yo no he de hablar de tierra en que he
nacido.
CONDESTABLE: Corte
en ella han tenido
los
Enriques y Pedros.
JUANA: Y le ha sido
también
del Quinto Carlos,
y en cetro y majestad puede
igualarlos.
GANDIA: De mi
largo cuidado
hoy
diré de Madrid lo que alcanzado.
JUANA: Gustaré
de saberlo.
GANDIA: Éste es
Madrid, y excuso encarecerlo.
Madrid, que en su corta afila
escuelas quiere decir
de
ciencias que enseñar puede
al
curioso Tamarit,
fue
dórica acción de Grecia,
antes
gloriosa años mil,
que las águilas de Roma
fueran
del orbe neblís,
siendo
la corte primera
que
tuvo España Madrid
aunque
a Setúbal le pesa,
señal
de Tubalcaín.
La
riqueza de sus montes
de
España que en producir
tesoros
son escritorios
en
hermoso camarín.
Dio
asuntos a varias naciones
para
frecuentarla, a fin
de
empobrecerla, que en esto
siempre
fue España infeliz.
Esta
opinión desde Grecia
entre
otros hizo venir
en
babilonios de leños,
del mal
errante pensil.
A uno
hijo de Tiberio,
rey de los latinos y
de la
celebrada Monta,
por
quien se vino a decir
Mantus,
nombre que mudaros
los
bárbaros en Madrid.
Éste
aficionado al sitio
y a la
origen con ardid,
a lo
puro de los aires
y a su
templanza turquí,
hizo
ciudad esta villa
que el
tiempo acabó infeliz,
porque
no hay cosa que dejen
los tiempos
de consumir.
Y en
tiempo de Constantino
fue
metrópoli matriz
con su
obispo que fue Sergio
santo y
de nación gentil.
Pidió
Antioquia una imagen
que así
la llamó jazmín,
para su
ermita, oratorio
en que
él vivía, que así
la
soledad los obispos
acostumbraban vivir.
Ésta
que de Antocha llaman,
corrupción de voz civil,
ha mil quinientos y ochenta
años
que goza Madrid.
Le
envió a Sergio San Pedro,
piedra,
no de Sinaí
sino la
piedra en que estriba
la
soberana Judit.
De pontífices
y santos
cría ha
sido en Asiaín,
pues de
ella Dámaso el sabio
la
iglesia vino a regir.
Con
Melquisedec glorioso,
mártir
uno, otro sutil
ingenio
y tan gran poeta,
que él
sólo se excedió a sí.
Madre es de reyes y reinas,
pues se ennoblece por ti
y por
tu hermana María,
soberana emperatriz.
Es su
horizonte tan claro,
que
estándose para hundir
el
mundo con gruesas nubes,
sin
pensar y sin sentir,
los aires quedan más puros
y los cielos más turquí.
Su lisonja es Guadarrama,
pues
cuando el sol por cenit
mayor
la fuere, la tiempla
la
nieve del Balsaín
tanto
que a pesar del tiempo
puede
arrogante decir
que en
los rigores de julio
tiene
templanzas de abril.
Un
amago de cristal
le besa
el pie por servir
en sus pechos de brinquiño
y en sus plantas de tapiz.
Sierpe de que no hace
caso
ceñida de su matiz,
que
soberbia entre agua y fuego
quiere
ser monstruo Madrid.
No pule
penachos bellos
de
árboles ni el jaraguí
se
corona con el Darro
ni enrosca
como el Genil.
Mas en crespos mares de oro
se ilustra dando gentil
en cada
grano de hanega,
en cada
arista un cahiz.
Ceres y
Baco la adornan,
pues
juzgando a Esquivias vil
Ocaña
es su eterno brindis
y su
copa San Martín.
Sus montes son tan tratables
que en sus cuevas sin mentir
puede ser lágrima
Londres
y ser
átomo París.
Su
contorno fertilizan
dos
ríos, que deslucir
pueden
soberbias del Po
y
vanidades del Rin.
Al fin
Burgos viuda y sola
llora
los tiempos del Cid,
sirviéndole sus montañas
de tocas de canequí.
Toledo es, en un
diamante,
poco
trono en real telliz,
más
monte para admirado
que
corte para asistir.
Valladolid
entre nieblas
se
suele echar a dormir,
aunque
el estío la engaña
con su
flamenco país.
Segovia
es, en nieve eterna,
cisne
de Villacastín;
Ávila es
corto edificio
y
montes se han de subir.
Medina
del Campo es poca,
Salamanca es en el fin
del
mundo, Toro está lejos,
Zamora
no es para ti;
y así
para corte sola
destinó
el cielo a Madrid.
JUANA: Yo con
vuestro parecer
al
César quiero escribir,
que en
ella la corte asiente.
Condestable, ¿qué decís?
CONDESTABLE: Lo que
el duque.
JUANA: ¿Y los demás?
OTRO: Que
sea.
CONDESTABLE:
Todos aquí
el
primer lugar le damos.
JUANA: Pues
alto, corte es Madrid,
porque
quiero que me deba
aquesta
grandeza a mí.
GARCIA: Ya al
sol se quitó la nube.
JUANA: Don
García, a prevenir
luego
los inquisidores
que
importan.
GARCIA:
Harélo así.
Vanse y
salen [el EMPERADOR] Carlos Quinto, FELIPE,
ANDRÉS y los que pudieren
FELIPE: El
parlamento ha sabido
que
llegó de Ingalaterra
vuestra
majestad, señor,
y la
noble y la plebeya
apellida a don Carlos;
toda la
ciudad se altera,
esta
noche os quieren ver.
EMPERADOR: Es
justo que se obedezca
mas con
una condición,
que me
ha de tratar su alteza
como a
su mejor crïado.
ANDRES: ¡Qué
humildad!
OTRO:
¡Y qué grandeza!
EMPERADOR: Venga
su alteza a su cuarto.
FELIPE: Su
majestad se detenga.
EMPERADOR: Yo no he de pasar de aquí,
que me importa.
FELIPE:
A tal respuesta
obedecer es mejor.
Enternecido me lleva.
Vanse y
quedan el EMPERADOR y
ANDRÉS
EMPERADOR:
¿Cerraste la puerta?
ANDRES: Ya
al
marco la puerta eché.
EMPERADOR: Gracias a Dios que llegué
adonde el descanso está.
Andrés,
esa luz me da,
pues
que la tengo por ti.
Mucho aparato hay aquí.
Haráslo quitar mañana
sin dilación, que ya es
vana
toda
ostentación en mí.
Ya
con don Felipe estoy
descansado.
ANDRES:
¿Viste en él?
EMPERADOR: Más
vale, Andrés, tu fardel
que
cuantos reinos le doy.
Hoy soy rey y césar soy,
pues de mí mismo he
triunfado;
los despojos que he sacado
del mundo son los que ves.
ANDRES: ¡Gran rey!
EMPERADOR: Aunque tarde, Andrés,
bien habemos negociado.
Éstos de la majestad
redimo
sabios despojos,
que
mudamente a los ojos
significan la verdad.
Todo es
sin Dios vanidad,
sin Dios
todo es sombra avara.
Todo su
poder declara
que el
hombre de más poder,
muriendo para en no ser,
y Dios
en sí mismo para.
Saca una caja
Ésta
es una efigie rara
del
archiduque mi abuelo,
espejo
en quien me consuelo,
cristal
que templa mi cara,
luna
fue luciente clara
de
majestad guarnecida;
y
aunque la muerte atrevida
la caja desguarneció,
sano el
cristal me dejó
donde
componga mi vida.
Saca un cilicio
Éste
heredé de mi tía,
santa
como bella aurora,
.................. [ -ora]
reina en mayor monarquía.
.................... [ -ía]
Ésta en mis labios
veo
en su
purpúreo deseo,
que
hasta hoy quinientos han sido
los santos
que Austria ha tenido
desde
el santo Clodobeo.
De
tantos desciendo, tantos
hacen
mi casa gloriosa,
si en
imperio poderosa,
inmortal y eterna en santos,
estos del infierno espantos,
gloria
de la iglesia han sido,
que a
Austria así ha enriquecido
que
valerosos han dado
santos
que la han ilustrado,
reyes que la han defendido.
Yo sólo soy el peor
de todos, y aun hoy, Andrés,
si aquel día no me ves,
perseverara en mi error.
Siempre
fuera emperador
y en mi
encanto estuviera;
mas Dios quiso que naciera
en
Cuacos voz semejante
para
que Carlos de Gante
por
ella cantar pudiera.
ANDRES: A Dios, vuestra majestad,
y a sus virtudes inmensas
debe este triunfo.
EMPERADOR: Cuidado,
pues
corre ya por mi cuenta
con el
fardellito, Andrés,
un
átomo no se pierda
de
tiempo, que tanto vale
y que tan
poco se precia.
ANDRES:
Corónica es que me toca;
a que
prevenga la cena
voy a vuestra majestad.
EMPERADOR: Excusa las opulencias;
sólo bizcocho servida
[tengo],
que en
barro servida venga.
y el
agua también en barro,
que
quiero que al alma advierta
si se
engañó en oro y plata,
que la
majestad es tierra.
Retira
esas prendas.
Dale la caja
ANDRES: Voy.
EMPERADOR:
Considera que esas prendas
más que
mis imperios valen.
Andrés,
cuidado con ellas.
Vase ANDRÉS y dice una voz dentro
VOZ: Carlos
Quinto.
EMPERADOR: ¿Quién me llama?
VOZ: ¡César, César!
EMPERADOR: Ya no es césar.
Carlos de Austria es ya
su nombre.
VOZ: ¿Y eso
no te desconsuela?
¿No
estás tú señor del
mundo
dos horas ya?
EMPERADOR: Sí, ya apenas
para el imperio mayor
tengo
siete pies de tierra.
VOZ: ¿Toda
no era tuya?
EMPERADOR: Sí.
VOZ: Pues
dime, ¿cómo la dejas?
Cincuenta y cinco años tienes,
muy bien puedes vivir treinta,
........................
Míralo
bien.
EMPERADOR:
¡Oh, qué necia
prevención en prevenirme
desconsuelos y tristezas!
Éste es
algún enemigo
que de
esta suerte se venga
de
mí. ¡Guillermo, Andrés, hola!
¡Andrés!
Sale
ANDRÉS
ANDRES: Señor, espera.
Aquí están bizcochos y agua.
Tocan atabales y va saliendo FELIPE, y hachas
delante
EMPERADOR: Bien
parece esta grandeza,
pero
aguarda.
ANDRES:
Con tal pompa
honra
al nuevo rey Bruselas.
Hachas
vienen.
EMPERADOR:
Pues, retira
esto
que traes, y prevengan
con
brevedad mi partida
para
España, que me espera
mi hija
en Valladolid
y verla el alma desea.
FELIPE: Ya las fiestas nos aguardan.
EMPERADOR: ¡Jesús,
señor! ¿Vuestra alteza
se ha
de humanar de esa suerte?
Cubra,
cubra la cabeza
mire
que soy su vasallo.
ANDRES: ¿No se enternecen las piedras?
FELIPE: Padre, señor.
EMPERADOR: Hijo mío,
vamos muy en hora buena.
Dadme esa luz.
Toma una hacha y va delante
FELIPE: Gran señor,
yo he de alumbrarle con ésta,
y
advierta que soy su hijo.
Toma FELIPE otra
EMPERADOR: ¡Que
soy su crïado advierta!
FELIPE: ¿Qué
dirá el mundo de mí?
EMPERADOR: Que es
muy justa la obediencia.
FELIPE: Así obedezco a mi padre.
EMPERADOR: Y así
mi rey se respeta.
Deja la hacha y cúbrese FELIPE y el
EMPERADOR quitado el sombrero va alumbrando
FIN DEL SEGUNDO ACTO