ACTO SEGUNDO
Dentro
VOCES:
¡Viva Raquel! ¡Raquel viva!
¡Libertadora del pueblo!
Sale RAQUEL
RAQUEL: ¿Para qué
queréis que viva
Raquel,
si vive muriendo?
VOCES: ¡Viva
Alfonso! ¡Alfonso, viva!
¡Rey
piadoso y justiciero!
Sale el REY
REY: ¿Para
qué decís que viva
Alfonso, si Alfonso es muerto?
RAQUEL: (De mi
inquietud y mis penas Aparte
oculto
un volcán encierro).
REY: (De mis
ansias y suspiros Aparte
todo un
Vesuvio alimento).
RAQUEL: (¡Para
qué me llama el rey Aparte
si no
es que quiere que el fuego
que
empezó a encender su vista
acabe
de arder mi pecho?
Mas,
¿qué me turbo? Quizás
de mi
natural soberbio
la ambiciosa
pesadumbre
descansará en su despeño).
REY: (A
Raquel llamó mi amor, Aparte
que en
la inquietud que padezco,
si no
puedo sentir más,
gozar
más con verla puedo;
y quizá de su hermosura
el
altivo, el siempre bello
desdén,
a tanta grandeza
le hará
la ambición trofeo).
Míranse
RAQUEL: (Mas el
rey es el que miro). Aparte
REY: (Mas
Raquel es la que veo). Aparte
RAQUEL:
Señor...
REY:
Hermosa Raquel,...
RAQUEL: ...a
tus pies...
REY: ...alza del suelo.
RAQUEL:
...cobarde estoy...
REY: Yo, mortal
y sin
vida...
RAQUEL:
...y sin aliento...
REY: ...no
sé cómo a hablar empiece.
RAQUEL: ...mis
turbaciones confieso.
REY:
¿Estarás ya satisfecha
de mi
piedad?
RAQUEL: Nunca menos
me
prometí, cuando osada
profané
el sagrado templo
de tu
piedad con mis quejas;
voces
de mi sentimiento;
y así,
señor, a tus plantas
hoy, que agradecida vuelvo,
ofrezco
una esclava humilde,
si tuya
merezco serlo.
REY: (¿De
qué me sirve callar?) Aparte
Reviente el duro veneno
que en
el corazón madura
la trïaca del silencio).
¿Y
sabes tú para qué
te he
llamado?
RAQUEL:
¿Cómo puedo
tus
órdenes penetrar,
ni
alcanzar tus pensamientos?
REY: Ésa es
mi pena, Raquel;
que
cuando amante padezco,
la
medicina del mal
ignore
el mal de que muero.
RAQUEL: Pues,
¿quién causa tu pasión?
REY: Tus
ojos, bellos luceros
que
abrasan lo que iluminan
y
alumbran lo que encendieron;
tú mi enfermedad has sido.
RAQUEL: ¿Yo tu
enfermedad? No entiendo
tan
nuevo modo de pena.
REY: Pues yo explicártele quiero,
porque, ya que a
declararse
está el
corazón dispuesto,
por mal
entendido el daño,
no se
disculpe el remedio.
Yo te
adoro.
RAQUEL:
No prosigas.
Templa, señor, tus afectos;
que en acciones que te pueden
equivocar el respeto,
es
menos mal que en mi duda
padezca
algún detrimento
mi
pundonor que no el tuyo.
¿Villana acción en real pecho?
REY: Amor es noble pasión.
RAQUEL: Cuando
es igual el sujeto.
REY: En
llegando a amar, le llega
a
hacerle igual el deseo.
RAQUEL: Eso es
en la voluntad,
mas no
en el entendimiento;
y así,
nunca fue seguro
amor
desigual, pues vemos
que mal
prevenidos luchan
los dos
sentidos opuestos,
calumniando la razón
lo que
admite el pensamiento,
y viene
a quedar vencido
el que
de los dos es menos.
REY: Si el
entendimiento juzgas
que es
sentido más perfecto
que la
voluntad, te engañas;
pues, dudoso en sus afectos,
aquel nunca se resuelve,
y
cobarde con el miedo,
envilece la razón
que
tuvo para el concepto;
la
voluntad, no, que heroica
con
noble, altivo denuedo
a
segundas causas nunca
se
rindió, pues previniendo
al
registro de la idea
el
examen de su empleo,
admite
como seguro
lo que
juzga como nuevo.
RAQUEL: Pues de
esa misma razón
se ha
de valer mi argumento;
que
sentido que se vence
tan
fácilmente, es muy cierto
que no
acertó en la firmeza
o erró
en el conocimiento.
Pasión que ciega no duda
atropellar el ingenio,
cuando
más firme camina,
tropieza en el escarmiento.
REY: No es
amor el que no ciega
el
discurso.
RAQUEL:
Ni es perfecto
amor el
que a la razón
entorpeció el movimiento.
REY: Para
amar no hay más razón
que ser
amable el objeto
que se
elige, y esto es
siendo
hermoso, siendo bello;
luego
más perfectamente
amará
el que más atento
hiciere
en la voluntad
de lo
más hermoso aprecio;
y así,
con esta razón,
Raquel,
disculpado quedo
de
adorarte.
RAQUEL:
No lo admito;
que si
es falso el presupuesto,
te
acusará la razón
en el
engaño el remedio.
REY: ¿No
eres hermosa?
RAQUEL: No sé;
que tan
dichosa me ha hecho
en tu
favor la Fortuna,
que,
aunque del vulgo lo necio
en mi
abono se apasione
me ha
de quitar, por lo menos,
o lo hermoso en lo feliz,
o lo
dichoso en lo bello.
(Vanidad, no te atropelles
Aparte
cuando
peligran a un tiempo
en el
gusto la lisonja
y en el
pundonor el riesgo).
REY:
Confïanzas de entendida,
disculpadas en lo atento,
son
crédito del aplauso
con que
se publica cierto.
Yo te
adoro, esto es verdad.
Si es
peligro, no le niego;
si en ti es excusa, no vale,
pues
cuando yo estoy resuelto,
por no
morir de callado,
quiero
vivir de grosero.
RAQUEL: ¿Y
quieres que yo profane,
por un
fácil devaneo
de tu imaginación, todo
el
pundonor que mantengo?
REY: ¿Y
quieres que yo atropelle,
por un
loco, por un necio
escrúpulo del reparo,
todo el
ardor que padezco?
RAQUEL: ¿No fui
yo la que a tus plantas
rendida
me vi al pretexto
de la
justicia? Pues, ¿cómo
la
trïaca haces veneno?
REY: ¿No he sido yo el liberal
y obligándote resuelto,
toda una
ley quebranté
pues
quebrantas todo un pecho?
RAQUEL: No es
paga de un beneficio
lo que
ocasiona un despeño.
REY: No es
feria una piedad
bien a
trueque de un desprecio.
RAQUEL: No es
desprecio el que es aviso.
REY: Ni es
aviso el que es sin tiempo.
RAQUEL: Luego,
¿resuelto a quererme
estás?
REY:
Tanto, que primero
que
deje de amarte yo,
dejaré
de ser yo mesmo.
RAQUEL: (Mucho
su afecto me obliga, Aparte
cuando
está viendo mi afecto
que
para quererle había
yo
menester mucho menos.
Rey
es. Pues, ¿qué me acobarda?
Venza su amor, y empecemos
a
enredar en el discurso
la
lisonja con el premio;
pueda
esta vez la ambición
más que
el decoro, y a trueco
de un
desdoro mentiroso,
logre
la ambición un reino).
REY: ¿Qué
dices?
RAQUEL:
(No sé qué diga; Aparte
que
cuando a atreverme llego,
para
conmigo lo allano
y para
con él lo temo).
Pues,
señor...
REY:
No te entorpezca
la
voluntad el respeto;
háblame
como a tu amante,
no como
a tu rey.
RAQUEL: No puedo;
que ha poco
que eres mi amante
y ha
mucho que eres mi dueño.
REY: ¡Oh,
pesia al poder, si estorbo
a tus
cariños ha hecho!
¿Qué
dices?
RAQUEL:
Que te reportes;
no
solicites tan presto
que te
dé la confïanza
lo que
te ha de dar el tiempo.
REY: Luego,
¿ya vencí?
RAQUEL: No sé.
REY: ¿Aún
dudas?
RAQUEL:
Aún dudo y temo;
y no te espante el cuidado,
pues
más peligros advierto
que hay
desde el pecho a los labios
que de
los labios al pecho.
Ama tú
como pudieres,
pues
cuando tu amor defiendo,
siento
que es fuerza estorbarle
y lo
que le estorbo siento.
REY: Pues
con eso a mi esperanza
nuevos
laureles ofrezco.
¡Fernando!
Sale FERNANDO y hablan aparte
FERNANDO: ¿Señor?
RAQUEL: (¿Qué dudo? Aparte
Amor, todo eres extremo;
antes de amar me temía
que no
me amase, y resuelto,
cuando
que me ama publica
liberal,
que me ame temo,.
Mas,
¿qué importa, si a la vista
de mi
altivo pensamiento
del
poder está triunfando
la
vanidad y el despecho?
¿No he
sido yo la elegida
por más
hermosa? Pues, cielos,
¿qué
venzo en mi libertad,
si su
libertad no venzo?
¿Qué
consiguió mi hermosura
en una
merced que a precio
suele
darse de un discurso?
¡Ea,
cobarde atrevimiento!
Siga su
gusto el dictamen
de mi
natural soberbio.
Un rey
rendido es despojo
de
soberano ardimiento;
si yo
mando en su albedrío,
¿quién
duda que de su imperio
el
mando también le usurpe?
Esto
busco, aquesto quiero.
Pues,
venza la razón
y
eternícese el respeto).
FERNANDO: Ya, una
vez determinado,
sólo servirte
deseo.
REY: Raquel,
de Fernando Illán
acompañada pretendo
que
vuelvas, mientras que yo
a ser
más dichoso vuelvo;
que continuadas verdades
harán tus temores menos.
RAQUEL: Acción
piadosa es honrar
humildades, y mi afecto
siempre
estimará el halago;
mas
siempre temerá el riesgo.
REY:
Fernando, no te descuides.
FERNANDO: A tus
órdenes sujeto,
no excederé lo que mandas.
RAQUEL: (Alguna
desdicha temo). Aparte
FERNANDO:
(¡Tirana acción le aconseja
Aparte
su
amor!)
REY:
(Seguro con esto Aparte
queda
mi pecho).
RAQUEL: Señor,
guarden
tu vida los cielos.
(Mal de
verte me despido). Aparte
REY: (¡Qué dolor tan lisonjero!) Aparte
RAQUEL: (Más
disimule el semblante). Aparte
Vanse RAQUEL y FERNANDO
REY: Más
espere el sufrimiento.
Sus temores a mis penas
amante lisonja han hecho,
pues en ellos se
acredita
amar y
no amar a un tiempo.
Aquél que duda no niega
aunque
no concede, y vemos
que es
forzada la razón
con la
que vence su miedo.
Que a
su quinta la llevase
es lo
que a Fernando ordeno;
que ya,
una vez arriesgado,
lo más
vencerá lo menos;
ponga
la industria mi amor
podrá
el arrojo su afecto.
Mas,
gente viene a la audiencia
loco
amor, disimulemos.
Sale CALVO con un memorial
CALVO:
Señores, el pretender
bien
puede ser que sea honrado
oficio;
mas descansado,
eso no
lo puede ser.
De
hacer reverencias tengo
torcido
un pie y un zapato,
y a la
audiencia, sin recato,
de pie
quebrado me vengo.
Mi
sombrero no se allana
a andar
siempre por el suelo,
y de no
cubrirme el pelo
tengo
la mollera vana.
(Mas
el rey es, pesia a tal. Aparte
¡Qué
brava ocasión que tengo!
Pues tomo, y ¿qué hago? Vengo
y doyle
mi memorial).
REY: ¿Qué
pretendéis?
CALVO: ¡Santo Dios!
No sé
por dónde empezar.
REY: ¿Qué
queréis?
CALVO:
Vengo a buscar
a su
majestad. ¿Sois vos?
REY: ¿No
me conocéis?
CALVO:
Señor,
son
unos desconocidos
todos
los entremetidos,
y en el
palacio mejor.
REY: Yo soy el rey. Declarar
podéis,
vuestra voz dudosa.
CALVO: Pues no
se me ofrece cosa
en que
poderos mandar.
REY: ¡Qué
acciones tan desiguales!
¿No es
memorial ése?
CALVO: Fue;
pero
después que os vi, he
perdido
los memoriales.
REY: ¿No sois de Fernando Illán
crïado?
CALVO:
Y tan buen crïado,
que era
flaco y he engordado
después
que como su pan.
REY: Yo
estimo mucho a Fernando
Illán; y así, no os turbéis,
decid lo que pretendéis.
CALVO: Eso es
lo que voy buscando.
(Agora mi dicha entabla Aparte
su
fortuna, por mi fe.
Bien
dice el adagio que
no oye
Dios a quien no habla.
El
memorial que a su vista
prevengo me le escribió
el
estudiante, y sé yo
que es
un profundo alquimista;
dirále cosas famosas
si Dios
le alumbró con bien,
y mi
pretensión también
le
escribirá, entre otras cosas.
Yo
no sé leer, pero igual
confío
de su buen celo
que lo
notaría el cielo).
REY: ¿No me dais el memorial?
CALVO: Sí,
señor. (De verle trata. Aparte
No
quepo en mí de contento;
hoy me
llevo el regimiento
sin
pagar la media annata).
Dale el memorial al REY.
Léele y se ríe
REY:
¿Quién tal locura previno?
CALVO: (¡Qué
alegre muestra el semblante! Aparte
Demonio
era el estudiante).
REY: No he
visto igual desatino;
¿Escribisteis vos aquesto?
CALVO: (Así pretendo engañarle). Aparte
Sí,
gran señor, y en notarle
mi
discurso ha echado el resto.
REY: Pues, leedlo.
CALVO: (Hame cogido). Aparte
Advertid, en casos tales,
que sé escribir
memoriales,
pero
leerlos no he sabido.
REY: (Él es simple de buen
gusto). Aparte
Pues si
eso es así, escuchad,
y lo
que pedís notad;
que yo
a dároslo me ajusto.
Lee
"Este hombre, en quien están
los
sentidos al revés,
es tan
animal, que es
lástima
que coma pan;
y así,
pues el nombre os dan
de justiciero,
dad traza,
si
acaso no os embaraza,
cuando
así su gusto atiza,
que en
vuestra caballeriza
le den,
señor, una plaza."
CALVO: ¿Hay
más extraño suceso?
REY: Premiaros quiero mejor.
CALVO: Volved
a leerlo, señor,
que no
puede decir eso.
REY: Pues, ¿Téngoos yo de
engañar?
CALVO: Sí, señor,...
REY: ¡Qué sencillez!
CALVO:
...porque los reyes tal vez
tienen
gana de jugar.
REY: De
que la tuvo mejor
el que
escribió, no hay dudallo.
CALVO: Bueno
es hacerme caballo,
queriendo ser regidor.
REY: Con
otra merced os salvo
la
cólera que os atiza.
CALVO: ¿Calvo
en la caballeriza
que
desciende de Laín Calvo?
REY: Escuchad...
CALVO: Yo he de perderme.
REY: ...un
secreto.
CALVO: ¿Hay tan engaño?
Yo
castigaré al picaño.
REY: (De
aquéste pienso valerme). Aparte
Hablan aparte.
Salen ÁLVAR
Núñez y GARCI López
ALVAR: En
nombre del pueblo vengo
a
contradecir leal
la ley
derrogada.
GARCI: Igual
celo a
mi lealtad prevengo.
A
Fernando y Raquel bella,
que
juntos salieron, fue
siguiendo mi duda, y sé
que hasta su quinta con ella
--¡Qué liviandad!-- se fue oculto.
De todo
informarle intento.
ALVAR: Yo del
alboroto atento
del
pueblo, que en el insulto
del
hebreo libertado
nuevamente se recela
alguna
infeliz cautela.
GARCI: La
orden, como mozo, ha errado.
REY: Al
punto le seguirás,
como te
digo, avisado.
¡Mas,
Álvar Núñez ha entrado.
CALVO: Voyme, no me digáis más.
Vase CALVO. Llega
ÁLVAR Núñez
ALVAR:
Vuestra majestad, señor,
mire
aqueste memorial.
REY: (¡Oh,
cómo se llevan mal Aparte
el
gobierno y el amor!)
Léele
GARCI:
(Resolución mal mirada Aparte
fue,
sin duda, la del rey).
ALVAR: (Yo
haré establecer la ley Aparte
de
ciega mano borrada).
REY: ¡Qué
necia bachillería!
Rómpele
ALVAR: ¿Esto
es cumplir con las leyes?
REY: Sobre el gusto de los reyes
mejor no cumplir sería.
Y advierta cualquier
atento
que
enmendar quiere mi gusto,
en que
no hay delito injusto
si es con mi consentimiento.
Y,
pues pretendo estorbarlos,
no
hagan discursos prolijos;
que los consejos más fijos
son traición en los
vasallos.
ALVAR: Cuando
el intento es tan justo,
no se
ha de menospreciar.
REY: Ni
ninguno me ha de dar
consejos contra mi gusto.
ALVAR: Bien
sabéis, cuánto primero
este
destierro temía.
REY: Por contradecir
sería
sólo mi
gusto severo.
ALVAR: No
fue, señor, sino ver
en el
pueblo la disculpa.
REY: Y agora
en lo que culpa,
¿qué
razón puede tener?
ALVAR: La
misma, pues de ese modo
se
inquieta.
REY:
Que no se inquiete;
que lo
que Alfonso promete
ha de
ser antes que todo.
GARCI:
Mirad, señor, que hay quien diga
que a
Fernando Illán ha visto...
REY: (Mal mi
cólera resisto; Aparte
amor a callar me obliga).
GARCI:
...que con Raquel...
REY: (¡Qué
villana Aparte
malicia! ¡Qué torpe engaño!)
GARCI: Porque
enmendéis vos el daño
os
aviso, o pues se allana
aquesta duda, advertid
que a
su quinta la ha llevado.
REY: (Todo está ya declarado). Aparte
Vuestro
engaño desmentid,
y no
os atrevéis a hacer
discurso tan mal mirado,
porque
Fernando mandado
sólo
sabe obedecer.
ALVAR:
¿Luego...?
REY:
(Cegóme el arrojo; Aparte
mucho
declaré mi intento).
Acortad
el argumento
para no
aumentar mi enojo.
ALVAR: Es
la mocedad lucida
un
caballo desbocado.
REY: Y la
vejez un cansado
embarazo de la vida.
ALVAR: Ella
os supo establecer.
REY: Eso le
he debido a Dios;
que
para ser rey, a vos
no os he habido menester.
Y enmendad porfía tan vana,
pues tiempo para ello os
doy
que lo
que reprehendo hoy
sabré
castigar mañana.
Vase al REY
GARCI:
Apenas a hablar me atrevo.
ALVAR: Dudando
estoy lo que miro.
GARCI: Su resolución admiro,.
ALVAR: Yo
cumplí con lo que debo.
GARCI: ¡Qué
así ultraje, desatento,
por su
gusto su opinión!
ALVAR:
Aquestos yerros no son
yerros
del entendimiento,
y algún
consejero infiel
su
recto juicio ha movido.
GARCI: El
consejero habrá sido
la
hermosura de Raquel.
ALVAR:
¿Trocarse de Alfonso el Justo,
tan
presto, discurso y ley?
No procede
como rey
y
procede como injusto.
GARCI: ¡Dar
tal rienda al judaísmo,
llevar
Fernando a Raquel,
volver
Alfonso por él,
y no
volver por sí mismo!
ALVAR:
¡Haber sido prevención
de este
pueblo misteriosa
que
ella hablase como hermosa!
GARCI: Ciertos
silogismos son.
ALVAR: A la
mira pienso estar
y de la
reina valerme;
que, o
yo tengo de perderme,
o el
rey se ha de restaurar.
GARCI:
Pues, Alvar Núñez, a ser
vigilante centinela.
ALVAR: Garci
López, la cautela
es la
que me ha de valer.
Vanse. Sale ZARA, huyendo
de CALVO
ZARA: ¿Hay tal porfía de hablar,
no queriendo escuchar yo?
CALVO:
Consuélate con que no
te
puedo desbautizar.
ZARA: Si
me escondo y si le dejo,
no hay
miedo que me vea.
CALVO: Yo te
buscaré aunque sea
en el
Testamento Viejo;
mas;
espera...
ZARA:
No hay que hablar.
CALVO: Aquesa
es muy buena excusa,
cuando
en tu ley se usa
otra
cosa que esperar.
ZARA:
¿Cómo se entra en esta casa
a
hablar tan mal?
CALVO: Aun no escampo;
porque
ésta es casa de campo,
y en el
campo todo pasa.
Y
con estribillo igual
quiero,
porque no te asombre,
que
huela la casa a hombre.
ZARA: Sí,
pero huele muy mal.
CALVO:
Contigo sí; que de un terco
judío tu
casta vino;
que
aunque no huela a tocino,
siempre
suele oler a puerco.
ZARA: ¡Qué
despegado! Y de sola
su
malicia fue a notarle.
CALVO: Aun
bien que para pegarle
no puede
faltarte cola.
ZARA:
Ponga ese concepto en salvo,
pues a
pelo no ha venido.
CALVO: Fuerza
es que así haya salido.
ZARA: ¿Por
qué?
CALVO:
Porque yo soy Calvo.
ZARA:
¿Calvo? ¿Quién tal le consiente?
Que
parece su mollera,
por
cerrada, faltriquera
de
tesorero reciente.
CALVO:
Soylo en el nombre, aunque bueno
de la
cabeza me hallo.
ZARA: Pues para
aqueso, llamallo
fuera
mejor calvatrueno.
CALVO: Sí,
pues sin juicio por ti
de amor
me siento abrasar.
ZARA: Pues no
me llegue a quemar,
que no
es favor para mí,.
CALVO: No
hay que temer la pasión
del
fuego que el pecho envía;
porque, aunque tú eres judía,
amor no es inquisición.
Mas
dime, ¿con qué artificio
me
callas, siendo crïada,
lo que sabes?
ZARA:
Soy callada.
CALVO:
Perderáste en el oficio.
ZARA: Y
él, ¿cómo, siendo bufón,
no es
alcahuete menguado?
CALVO:
Preguntas bien. Me ha
quitado
mi amo
la comisión.
ZARA: ¿Es
de Fernando crïado?
CALVO: Miren
si lo ha conocido;
el
hombre se ha introducido,
y se ha
de hacer muy nombrado;
el
sabe vivir que es vicio,
y con traza tan mañosa
se hará
estimar; que no hay cosa
como
tener buen oficio.
ZARA:
Agora que a conocer
se ha
dado, sin avisarle,
creo
que viene a buscarle.
CALVO: Pues no
haces poco en creer.
ZARA: Y
así, enseñársele quiero.
Vaya;
que allí le hallará.
CALVO: ¿Y
cuándo te volverá
a ver
mi amor?
ZARA:
¡Majadero!
Con
tan profana inquietud,
¿cómo
me piensa obligar?
CALVO:
Haciéndote renegar
y haré
del vicio virtud.
Vase CALVO. Sale
RAQUEL
RAQUEL:
¡Zara!
ZARA:
¿Señora?
RAQUEL: ¿Qué hacías?
ZARA: ¿Qué he de hacer? De tu penosa
tristeza estaba conmigo
máquinas formando agora
de
consuelo.
RAQUEL: ¿Qué consuelo
pueden hallar mis congojas?
ZARA: El
mayor. ¿Aqueso dices,
cuando
un rey a ti se postra?
¿No
sabes aquel adagio
que
dice, cuando así exhorta,
que
duelos con pan son menos?
Pues su
sentido equivoca
mi
atención, y agora dice,
con
razón más misteriosa,
que
duelos con rey son menos,
porque es el pan de las honras;
fuera de que es muy
galán.
RAQUEL: Alábale
a menos costa,
Zara;
que llevas el alma
por
prenda de la lisonja.
ZARA: Hoy tu
nación ennobleces.
RAQUEL: En
aquesa razón sola
disculpó su atrevimiento
la
violencia.
ZARA:
No te encojas;
que todas somos mujeres,
aunque no felices todas.
Mas, si no me engaño, él
es el
que viene, señora.
Cuidado
con el cuidado,
y mira
que no seas boba.
RAQUEL: ¿Por
qué te vas?
ZARA: ¿Por qué tú
no te
quedes? Que esas cosas,
como
enferman si se encienden,
si se
enfrían empeoran.
Quiero
ver si encuentro aquel
Calvo;
que en esta penosa
soledad, a quien no tiene
un
pelo, un Calvo enamora.
Vase ZARA. Sale el
REY don Alfonso
REY: (Casi, cobarde, las plantas Aparte
mover no acierto; que
estorba
el
crédito amante una
demostración engañosa.
Allí
está; su justo enojo
con el
silencio pregona.
¡Qué
triste está aunque está bella!
Y aunque
enojada, ¡qué hermosa!
Yo me
llego cuidadoso.
Raquel
a mis voces sorda
se ha
hecho; mas no me espanto,
si
atrevido la ocasiona
mi
arrojo osado y atento,
me
castigue muda y sorda).
¡Raquel! A cariños mueve
mi
bien.
RAQUEL:
¿Señor?
REY: ¡Oh, qué airosa
has andado en responder
tan a tiempo a mis congojas!
Pues, aunque quejosa
sientes,
haces,
atenta y piadosa,
que lo
que al miedo se niega
el
agrado corresponda.
RAQUEL: Pues,
señor, ¿de aquesta suerte
se
solicitan las glorias
de
amor? ¿Así se consiguen
por engaño las victorias?
Estrategemas del alma
son cariño, son lisonjas,
no burlas, no desazones,
que, mas que obligan, enojan.
Mirad que desacredita
vuestros méritos medrosa
la
prevención; no fiéis
al
engaño, que os adora,
mas que
al valor que os ilustra.
¿Tan
cortas fueron, tan cortas
las esperanzas que os dieron,
que os
obliguen a que rompan
el
estilo cortesano
de su
conquista la forma?
¿Qué
queréis de mí encerrada?
Porque,
si amor no me arroja,
ni el
poder ni la violencia
podrán
triunfar de mi honra.
No os
digo que os aborrezco
yo;
pero decidme agora,
¿no es
fuerza que lo padezca
cuando
el susto me ocasiona
que
desazone el semblante
lo que
pronuncia la boca?
Y
cuando astuta consiga
que
disimula mañosa
el
sentimiento y publique
el
cariño, ¿no zozobra
vuestro
crédito en su abono?
Decidme, ¿no es cierta cosa
que
diréis que ha sido miedo
lo que
ser amor pregona?
Y
aunque nada de esto sea
para
contigo traidora
la voluntad,
¿cómo puede
asegurarse celosa
de que
en una llama presta
no hay
una ceniza pronta?
Muestras da lo apresurado
de que,
si el triunfo se logra,
durará el
cariño tanto
cuanto
durare la gloria.
Quien
por querer sólo quiere,
sólo
ser querido escoja,
y esto
el agrado lo diga,
no la
usada ceremonia.
¡Ea,
señor! Que me habéis
malogrado afectuosa
en toda
una confïanza
de amor
la fineza toda.
¿Para
qué es bien...?
REY: No prosigas;
que es
lástima que enojosa
la voz dé a entender la queja
cuando
la intención la borra.
No ha
sido el robo violencia,
ni es
prisión la que ocasiona
este
retiro; es decoro
con que
el pundonor se emboza.
A tus
cortas esperanzas
dar
alas quiso animosa
mi
resolución, no ajarte
el
despego con que adorna
su
recato la prudencia;
porque
estimé afectüosa
tu atención, quise excusarla
con
violencia tan costosa.
Ésta es
mi culpa, Raquel,
no
llamarada fogosa
de
humano incentivo, donde
más se
abrase que acrisola.
No
espero de ti más premio
de que
voluntaria escojas
la
prisión que, a mi dictamen,
violenta te desazona.
Tuya
eres, como primero;
y como
yo en tu memoria
viva amante,
nada quiero,
sino,
adorando tu sombra,
dar luz
al entendimiento,
que en
tu aprehensión se mejora.
¿Qué
dices?
RAQUEL:
Digo que ya,
puesta
en el riesgo, no importa
menos
tu amor que mi honor;
sólo
siento...
REY:
¿Qué te enoja?
RAQUEL: Temer
tu fineza.
REY: Eterna
será,
si no me la estorba
quererla
tú malograr.
RAQUEL: No, ese
remedio lo abona.
Si tus afectos no mienten,
murieron mis vanaglorias.
REY: No dudes de mis finezas.
RAQUEL: Es la
experiencia muy corta.
REY: El tiempo hará que las creas.
RAQUEL: El
tiempo gastar te importa
en
diferentes cuidados.
REY: No
reina en mí otra memoria.
RAQUEL: ¿No
eres rey?
REY:
Tú reinas sólo.
RAQUEL: (Agora,
ambición, agora, Aparte
importa
que ciega arrojas
a su
oído tu ponzoña).
Tus
vasallos necesitan
de tu
asistencia.
REY: ¿Qué importa,
si yo
en la tuya granjeo
mejor
aplauso?
RAQUEL: ¿Y tu esposa?
REY: ¿Mi
esposa? Más no la nombres.
RAQUEL:
(Engaños son de mi loca
Aparte
imaginación). ¡Ay, cielos!
REY: ¿Suspiras?
RAQUEL:
¡Qué poco importa
que el
fuego de amor levante
esa
llama aduladora,
si es
el humo que la sigue
de sus mismas luces sombra!
Agora que tú, encendido
en el
deseo, convocas
todo el
poder para el triunfo,
de todo
tu honor baldonas,
pero
después que apagado,
cual
racional mariposa,
las
alas de tu poder
vieres torpemente rotas,
huirás
de la hoguera en donde
el
precipicio te arroja,
si
hermosa a la vista siempre,
a la
experiencia costosa.
¿Qué
haré sin tu vista, Alfonso,
después? ¿Qué haré sin la gloria
de ver
que todo eres mío?
¿Qué
seguridad forzosa
me dará
la confïanza?
De
nuevo mis ansias lloran.
REY: ¡Qué
así tu crédito afrente
mi
firmeza! ¡Qué así enojas
la fiel
verdad con que amante
mi fe a
tu rigor se postra!
Dime,
¿qué quieres? ¿Qué dudas,
cuando
mi afecto te adora?
¿Oféndete
mi gobierno?
Yo
dejaré la corona.
¿Temes
de Marte el impulso?
Ya están mis armas ociosas;
que donde amor se
acredita,
cualquier valor se desdora.
¿Quieres
mandar? Todo es tuyo.
RAQUEL: No
juzgues tan ambiciosa
mi
voluntad; que en tu pecho
sólo
quiere ser señora.
REY: Pues
tuya es mi voluntad;
y si mi
presencia sola
es la
que te causa gusto,
desde
luego la penosa
carga
del gobierno dejo,
y en tu
posesión absorta
la
imaginación, eterno
sacrificio te disponga.
RAQUEL: Menos
es lo que te pido.
REY: Pues, dilo. ¿Qué te reportas?
RAQUEL: (Aquí
dame industria, Amor. Aparte
Préstame tu venda agora
para
que ciegue la vista
del
poder con la engañosa
máscara
de la fineza,
y a un
tiempo triunfe de todas).
Pues,
señor, sólo te pido,
si
tanto tu amor me abona,
que
como has de gobernar
en tu
corte, que dispongas
que
vengan a consultarte,
y de
tus leyes la docta
academia en esta quinta
reparta
majestüosa,
sin el
riesgo de mi amor,
tributos a tu corona.
REY: Eso es
lo menos que haré.
RAQUEL: (Así mi intento se logra). Aparte
¿Te
apartarás de mí?
REY: ¡Nunca!
RAQUEL: ¡Oh,
quiera Amor que te oiga!
REY: Desde
luego haré que vengan
aquí las consultas todas
a que las resuelvas tú;
los gobiernos y las
honras
disponte tú a repartirlos;
manda,
ninguno se oponga
a tu
gusto, y el que, loco,
contradijere tus obras,
pena eterna le condene,
y ésta
es sentencia piadosa;
que si
has de darle la pena
tú,
Raquel. ¿qué mayor gloria?
RAQUEL: ¿Harás
cierto lo que dices?
REY: Más tus dudas me provocan.
Haré que el sol te obedezca,
y de
esa lucida antorcha
del día
haré que se pare
la
carrera, si te enoja.
Haré
que la luna cese
en su
curso, que las sombras
retroceden a su caos
primero; si te apasionan
los
vientos, haré que calmen
y al
impulso de tu boca
tengan
vida solamente
aves,
brutos, hombres y olas.
RAQUEL: No merezco
esos extremos.
REY: Mal
conoces mi amorosa
pasión.
Dentro
DAVID:
Ninguno me estorbe.
................... [--o-a].
RAQUEL: Cielos,
¿qué voces son éstas?
DAVID: Yo he de entrar.
REY: ¿Quién alborota
así mi
quietud?
RAQUEL:
¿Quién es
quien
despierta mis congojas?
Salen FERNANDO y ZARA
REY:
Fernando, ¿qué rumor...
RAQUEL: Zara, ¿qué
ruido...?
REY: ...es
el que escucho atento?
RAQUEL: ...es el que he oído?
FERNANDO: David,
señor...
ZARA:
Tu padre, que animoso...
FERNANDO: ...a Raquel busca.
ZARA:
...a ti te busca ansioso.
REY: Pues,
¿de dónde ha podido
saber
que estaba aquí?
RAQUEL: ¿De qué ha sabido
tan
presto que aquí estoy?
FERNANDO: Eso no
entiendo.
ZARA: Yo no
sé más sino que vengo huyendo;
que,
como está contigo apasionado,
en
sayón le he temido transformado.
FERNANDO: Y como
me encargaste
que nadie entrase cuando te apartaste,
afuera
se ha quedado,
aunque
más por entrar ha porfïado.
RAQUEL: ¿Has,
señor, entendido
mi
nueva pena?
REY:
Ya tu pena he oído.
RAQUEL: Pues,
¿no vamos iguales
los
unos males con los otros males?
Permite
que me vea
mi
padre, a quien estimo; y si desea
tu amor
algún alivio al alma mía,
no
perdamos a todos en un día.
REY: Recelo
algún agravio.
RAQUEL: No hay
que temer; que al fin es padre y sabio.
REY: Yo me
aparto, porque no te embarace
el bien
o el mal que de su vista nace;
mas,
por si desatento
al mal
inclina su infeliz tormento,
aquí me
encubro; que si amante puedo
para el
bien apartarme, al mal me quedo.
RAQUEL: Dejadle
entrar.
ZARA:
El alma se me apoca.
¿Qué es que le deje entrar? Ella está loca.
Vase ZARA.
Escóndese el REY y sale
DAVID
RAQUEL: ¡Padre
y señor!
DAVID:
¡Ah, enemiga!
No
pronuncie la voz nombre que diga
tan del
todo mi mengua;
pues lo
niega la acción, calle la lengua,
y no
pronuncie el labio
con
nombre de piedad nombre de agravio.
Espía
has parecido
que con
el nombre hurtado te has venido,
burlando tu piedad, fiel centinela,
que de
tu honor estaba siempre en vela;
mas no
te ha de valer, porque yo atento,
conociendo el intento,
y
armado el pecho de rigor que asombre
no he
de moverme aunque me des el nombre.
RAQUEL: Primero
que me culpes...
DAVID: Tu
liviandad, ingrata, no disculpes,
cuando
torpe has dejado
tu ley,
tu padre, tu quietud y estado;
y en miserable ruina,
que a
perdición tan bárbara te inclina,
mofa
siendo del pueblo desbocado,
por darnos libertad te has
cautivado.
Bien sé que me dirás que
yo he tenido
la culpa y que yo he sido
quien,
por dejar a mi nación segura,
a tanto
riesgo expuse tu hermosura;
mas
animóme al infeliz intento
tu
desvanecimiento,
tu vana
presunción, que pretendía
correr
parejas con la luz del día,
y aun
más cuando del sol los rayos bellos
blasonaste vencellos,
pareciéndote todo el mundo poco
para
rendir tu pensamiento loco.
¿Es Alfonso el Octavo en su porfía
mejor
que el sol y que la luz del día?
¿Eran
ésas las quejas
con que
se querellaron tus orejas
de mi
desconfïanza?
¿De
esta suerte alentaste mi venganza?
¿Qué
confïanza necia
así tu
honor desprecia?
Señor
de tu cuidado,
¿de ti
se burla el hado?
Mira
con cuánta pena
Tamar
se queja, de su honor ajena,
de un
vano amor burlada,
aborrecida aun antes que gozada.
Es la
hermosura breve,
efímera, de nieve,
que
apenas toca su belleza el tacto,
cuando hiela
la sangre su contacto.
El gran
Dios de Israel está ofendido,
el
pueblo clama contra mí atrevido,
ni
cristiano ni hebreo favorece
tu
engaño. El odio crece,
y vengo
yo a pagar de sus enojos
la
pena, tributándola mis ojos.
Ya de
Jepté contemplo
en mi
crueldad más bárbaro el ejemplo,
pues él
a Dios sacrificó la vida
de su hija querida,
y yo el honor le he dado,
no a Dios, sino al
pecado,
crüel,
ciego, homicida,
que
quita el alma sin quitar la vida.
Lloraré por los montes desiguales
los tuyos y mis males;
lloraré noche y día
tu
desdicha y la mía;
con las vírgenes todas
saldré a llorar tus malogradas
bodas,
estéril a la planta
que en
nuestra ley espera Jesé santa;
las
coronas perdidas,
que a
tu virginidad fueron tejidas;
el
aceite vertido, que ha juzgado
virgen
ungirte al tálamo esperado;
el
alba, que vestilla
pensaste,
comerá blanca polilla;
tu
juventud lozana
de
sombras cubrirá noche temprana,
y
gozará el infierno
por un
breve placer, un logro eterno.
¿LLoras? Enternecido
me has con tu llanto; porque al fin ha
sido
testigo
que me dice tu decoro
que tú
lloras lo mesmo que yo lloro.
¿Estás
arrepentida?
RAQUEL: ¡Ay,
padre de mi vida!
DAVID: Con
suspiros me dices lo que ignoro.
RAQUEL: Llora
conmigo, pues contigo lloro.
DAVID: Bien
conozco mi mal, que es infalible.
¿Puedes
dejar a Alfonso?
RAQUEL: No es posible.
DAVID: ¿Qué
ceguedad tan fiera
así tu
juicio con amor altera?
¿No es
tu padre primero?
RAQUEL: No lo ignoro;
mas por
aqueso lloro lo que lloro.
DAVID: Mira
estas canas tristes
que por
espejo un tiempo las tuvistes
humedecidas con el llanto amargo,
que las
injuria el alma por tu cargo.
Mira
como, corrido,
huyo de
ser de nadie conocido,
temiendo
que me afrente
si
siente de mi mal lo que no siente;
y pues
nada merezco,
mira tu
ley, y no lo que padezco;
deja
tan vil estado.
RAQUEL:
Imposible ha de ser.
DAVID: ¡Ay, desdichado!
Pues yo
me vuelvo, hija inobediente,
y
plegue al cielo, pues que tal consiente,
que tu
obstinada vida,
de sus
yerros asida,
pierda
de aquesta suerte
el
fruto que te ha dado con la muerte;
revolcada en tu sangre vil te vea
quien más bien te desea,
y sus mismos vasallos por
trofeo
sean
ministros crueles...
Sale el REY
REY: ¡Calla,
hebreo!
No
pronuncie tu labio
tan infame crueldad, tan vil agravio;
que
aunque oído, parece
que el
eco toda el alma me estremece.
DAVID: Si tu
deidad venero,
rey
Alfonso el Crüel, no el Justiciero,
callaré; mas callando,
mi
maldición al cielo irá clamando.
Vase DAVID
RAQUEL: ¡Padre,
señor....!
REY:
Espera.
Donde
yo estoy cualquiera
es menos.
RAQUEL: ¡Ay, dolor!
REY: ¿De qué te
afliges?
Mi
reino tienes y mi imperio riges;
en él
asegurada
puedes estar, Raquel, no temas
nada;
que la
cólera ha sido
lo que
tu padre a aquesto le ha movido,
y
después olvidado,
de tu
gusto hará logros el cuidado;
pues,
porque no lo ignoren,
haré
que todos tu hermosura adoren,
rindiendo a tu beldad ritos profanos
en templos nuevos, cultos soberanos.
RAQUEL: Ya una
vez me he rendido;
tuya he
de ser, pues para ti he nacido.
REY: Y
mientan testimonios agoreros
en
cantos tristes y rigores fieros,
publicando la fama, siempre tuya,
que
Alfonso es de Raquel.
RAQUEL: ¡Y Raquel suya!
Vanse
FIN DEL ACTO SEGUNDO