ACTO PRIMERO
Sale un ALARDE, y uno con un estandarte lleno de
sapos y otro con una pica y en ella una cabeza, y otro
con una
fuente y en ella una corona, y CLODOBEO en un carretón,
vestido de romano con una corona de laurel y dos leones
que tiran
del carro y dos MÚSICOS, y CLODOBEO saca una carta en las
manos, y CAUTIVOS y PRESOS. Canten
MÚSICA:
"Bien merece Clodobeo
aqueste
gallardo triunfo,
pues
asombra con su nombre
las cuatro partes del mundo.
Ríndale
el reino de España
y las
naciones [adjuntos]
que el
invicto Clodobeo
no es
[moria] como los suyos".
CLODOBEO: Si
el triunfador es romano
y el
que triunfa César es,
en los méritos le gano
pues soy Hércules francés
ya que no nací Tebano.
Pero
en una cosa fío
que
aunque Roma mostró brío,
en majestad y en blasón,
nunca tuvo corazón
de la
grandeza que el mío.
Su
fascinación es tan alta,
su
valor tan sin segundo,
que
como lugar le falta,
quiere hacer su cuerpo al mundo
y así
de mi pecho falta.
Esa
cabeza desvía
que con
bárbara arrogancia
desde
Italia pretendía
serlo
del reino de Francia
sin tener miedo a la mía.
ALARDE:
¡Quita! Que es caso feo;
que el
invicto Clodobeo
siendo
temido gigante
se
espante de ver delante
la
cabeza de un pigmeo.
Vase
CLODOBEO: Para dar al mundo espanto
la
abatí su bizarría,
alta no
lo ha estado tanto
que en
fin en bajo vivía,
y ya
muerta la levanto.
Bien
es que esté de esta suerte
porque al enemigo fuerte
se ha
de dar muerte crecida
con
palabras en la vida
y con
obras en la muerte.
Porque del laurel Francés
coronarse en vida quiso,
de esa guirnalda que ves
que un
tiempo fue paraíso
y ya
funesto ciprés,
honrando al muerto enemigo
de la
manera que digo
dirá su
reino infïel
que yo
no he triunfado de él;
pero
que él triunfó conmigo.
Si
el valor se galardona,
yo le
doy esa corona,
y a tal
grandeza lo subo
por el
ánimo que tuvo
de
atreverse a mi persona.
Pónenle una corona en la cabeza
SOLDADO: Ya
está su frente ceñida.
CLODOBEO: Ponla
así en el muro fuerte
porque
su gente atrevida
le vea
honrado en la muerte
pues se
laureó en la vida.
Y el
mundo a quien miedo [diera],
viendo
esa cabeza hoy
entre
una y otra bandera,
considerando quién era,
echara
de ver quién soy.
En mi estandarte Francés
honrar
los sapos no es malo,
y aquestas flores que ves,
pues que ya a Marte me
igualo
y aún
más ganaré después.
Hoy las cárceles abrid.
Todos merced me pedid
con la lengua del deseo,
porque
soy, sin ser hebreo,
otro
Sansón y David.
Soy
un Pompeyo romano,
Anibal
cartaginés,
y soy
León Africano,
y aun soy quien rinde a sus pies
al bárbaro godo hispano.
Los
Césares ya difuntos
fueron
pintados trasuntos
del
corazón que poseo.
Soy el francés Clodobeo
y soy más que todos juntos.
Publíquese mi trofeo
para
que crezca mi nombre
tanto
como mi deseo.
SOLDADO: Eres
Marte, no eres hombre.
OTRO: ¡Viva el
grande Clodobeo!
Salen AURELIANO y CLODOMIRA, y LEONCIO
AURELIANO: El
reino pide una cosa
en que
muestra la afición
de tu
sangre valerosa.
CLODOBEO: ¿Y qué
pide en conclusión?
AURELIANO: Que
elijas, señor, esposa.
CLODOBEO: Los
ánimos levantados
de los
que somos soldados
no
eligen eso que quieres,
porque tornan las mujeres
los hombres afeminados.
Sabed que es el
casamiento
muerte
mezclada en contento,
pasatiempo con cuidado
y, en
el hombre regalado,
nunca
cupo atrevimiento.
¿Cómo un hombre ha de poder
oír los
fuertes rüidos
que
suele el tambor hacer,
si
enternecen los oídos
las
voces de una mujer?
¿Qué
ha de hacer el homicida
del
enemigo francés,
si su
mujer muy querida
le dice
echada a sus pies:
"¿Agora te vas, mi vida?"
Si
con esposa me adorno,
y tarde
a mi casa torno
porque
mi ejército marcha
el
enero con la escarcha,
y el julio con el bochorno,
¿cómo hallaré a mi mujer?
¡Cansada ya de esperar
para su
gusto y placer!
O me
tiene de olvidar
o
cuando no, aborrecer.
En efecto el buen soldado
no
tiene de ser casado,
porque
le impide el amor
y suele
echarse el honor
en
lecho desocupado.
Y
aunque suelo yo preciarme
de no
temer, decir puedo
que
desde que sé acordarme
de nada
he tenido miedo
sino
sólo de casarme.
Mas
yo, por Francia, lo haré
como
mujer se me dé
a mi
gusto, honesta y bella.
AURELIANO: Una
propondré que en ella
está en
cifra el abecé:
afable, buena, callada,
dama,
excelente, famosa,
gallarda, hermosa, ilustrada,
liberal,
maravillosa,
princesa, calificada,
sublime, Tabia en beldad.
Tiene
pompa y majestad.
LEONCIO: Tres te
faltan.
AURELIANO: Así es;
mas
ella tiene otras tres,
Que adora la eternidad
y es
Cristiana.
LEONCIO: ¡Gran defecto!
CLODOBEO: ¿Y
quién es ella?
AURELIANO: Sobrina
de
Grundibaldo.
CLODOBEO:
¿En efecto,
es
hermosa?
AURELIANO:
Es peregrina.
LEONCIO: No vio
el mundo tal sujeto.
¡Mas agora está en prisión!
AURELIANO: ¡Gran
crueldad!
CLODOBEO:
¿Por qué razón?
CLODOMIRA: Por
llevar gente bisoña
su
padre, [el] rey de Borgoña,
en la
civil disensión.
Matóle su mismo hermano
con
engaño y con traición.
CLODOBEO:
¡Barbaridad de tirano!
Para salir de prisión
menester será mi mano.
En
mi nombre real le den
de su
reino el parabién,
Leoncio
y Aureliano;
que yo
le daré temprano
el
castigo a su desdén.
Procuren ver su sobrina
y si
tan hermosa fuere,
como en
Francia se imagina,
pídanla.
AURELIANO:
¿Y si no la diere?
CLODOBEO: Por la
majestad divina,
que si tal atrevimiento
supiere
en su pensamiento,
con mi
poder inmortal
en su
reino desleal
un mar
hiciera sangriento.
Veinte mil hombres llevad
y si es hermosa y la niega,
abrasadle la ciudad.
Sale un CRIADO
CRIADO:
Mensajero de paz llega
a
hablar a tu majestad.
CLODOBEO:
Entre.
AURELIANO:
La mano me [des].
No, mejor será los pies
que
mueven tu cuerpo tanto
del
reino de España espanto
y
columna del francés.
CLODOBEO:
Procurad que ella reciba
estos
humildes despojos.
AURELIANO: (¿Hermosísima cautiva Aparte
quien
habrá que sin tus ojos
un sólo
momento viva?)
Vanse AURELIANO y LEONCIO, y sale un mensajero
LABRADOR
LABRADOR:
Poderoso Clodobeo,
universal vencedor,
con
majestad y trofeo
de que
tengas más valor
[que]
el mundo tiene deseo,
y,
pues que Dios te ha crïado
tan
temido y respetado
que
fama tu nombre tiene
desde el quemado Pirene
al
Etïope abrasado,
cuando al rey Sagrio venciste
si al
templo de los cristianos
de su
despojo eximiste,
¿por
qué sacrílegas manos
le dejaron pobre y triste?
Un
soldado le robó
y dos
cálices tomó
con que
el altar se servía,
fue en
efecto tiranía
que tu
justicia eclipsó.
CLODOBEO: ¿Sabes
tú quién fue el soldado?
LABRADOR: No
señor.
CLODOBEO:
(Yo lo sabré Aparte
y
pagará su pecado).
Hazaña
francesa fue.
Valor
tuvo como honrado.
Yo a
Sajonia me partí.
Su rey tirano vencí.
Hoy
triunfé de la victoria,
y a la
perpetua memoria
mi
nombre eterno ofrecí.
Licencia a mi gente he dado
que
despojasen la tierra,
Tomólos como soldado
y lo
ganado en la guerra,
en efecto, es bien ganado.
Si conozco quién es
hoy,
verás
qué premio le doy.
SOLDADO: (No es
tiempo ya de callar; Aparte
yo se
los quiero enseñar).
Poderoso rey, yo soy.
Estos cálices serán
en esta
causa jüeces.
Ellos
el valor dirán.
Va a dáselos al rey, y tiénele
[CLODOBEO]
CLODOBEO: El valor que tú mereces,
estas
manos te darán.
¡Infame, vil, mal nacido!
¿Qué
ley bárbara ha movido
tu
cobarde y traidor pecho
para
que presa hayas hecho
en despojo prohibido?
Los
que te vieron tomallo,
por mi
mandamiento y ley
han
podido entitulallo;
que
disfamar [puede] a un rey
el
delito de un vasallo.
En
los templos reservados
entraste sin mi licencia.
Yo
reniego de soldados
que han
menester mi presencia
para
ser ellos honrados.
Pero
aquél que no lo es
no debe
de ser francés.
Mas hoy
sabrán los cristianos
que yo
premio con las manos
y
castigo con los pies.
Dale una coz y mátale
Éstos los cálices son
del templo de Dios sagrado,
que por tenerle afición
una
cristiana he buscado
en que
dejar sucesión.
Toma.
LABRADOR:
Besaré la mano
de un
cuerpo que es más que humano.
Augusto
el mundo te nombre.
No
quiera Dios que tal hombre
carezca
de ser cristiano.
Dale [CLODOBEO] los cálices y se va
CLODOBEO: Mi
clemencia mostrar quiero
entre
justicia y rigor,
porque
el mundo lisonjero
que hoy
me llama vencedor
diga
que soy justiciero.
Justicia es mi corazón,
yo un
ministro que la sigo.
Mis
manos balanzas son:
la izquierda pesa el castigo
la
derecha el galardón.
Vea
el pueblo este castigo
y
procure ser mi amigo,
porque
yo más gloria hallo
en
castigar al vasallo
que vencer al enemigo.
Dicen dentro TODOS
TEODATO:
Lugar para entrar nos dad.
CRIADO: Es
mucha temeridad;
que el
que así se atreve muere.
CLODOBEO: ¿Qué es
esto?
CRIADO:
Un hombre que quiere
hablar
a tu majestad.
CLODOBEO:
Entre, pues.
CRIADO:
¿Con armas?
CLODOBEO: Sí;
que de
nada me acobardo.
Armados
nunca temí.
Si yo mismo no me guardo,
¿quién
me ha de guardar a mí?
Salen TEODATO y AMALASUNTA con un pistolete
escondido en la mano y en hábito de hombre
TEODATO:
(Valerosa Amalasunta, Aparte
al
infame pecho apunta
que
vivos escaparemos
y
cuando no, moriremos
con
honra y venganza junta).
¡Rey de Francia, rey de Francia!
El de las muchas victorias,
el que hasta agora ha triunfado
de la Alemania y Sajonia,
tú que
espantas a las gentes
con las famas de tus obras,
y a pesar de mil
monarcas
padre
del mundo te nombras;
tú que te hallas tan ufano
porque el orbe te conozca
que las
alas de la fama
y
región del aire cortas;
tú que
el hombro valeroso
y el
membrudo brazo adornas
con las insignias de Alcides
a pesar
del mundo arrojas;
tú, que esas sienes reales
ciñen laurel y corona,
que ni el tiempo ni la
muerte
podrá
marchitar sus hojas;...
Aparte a ella
(¡Tírale ya, Amalasunta!)
AMALASUNTA: (Mal
podré tirar, perdona.
¡Qué
gallardo! ¡Qué robusto!
¡Qué
majestad! ¡Qué persona!)
TEODATO: Tú que
vences a los reyes
y el ribaldo
cuello cortas,
de
aquel malogrado cuerpo
que
tantos príncipes lloran...
(¡Tírale, acaba!)
AMALASUNTA: (¡Buen talle!)
TEODATO: (¿En la
muerte le das honra,
deshonrándole
en la vida?
¡Acaba
ya!)
AMALASUNTA:
(¡Qué persona!)
TEODATO: No son
hazañas de Francia
derramar la sangre goda
con
soberbia y tiranía
mostrando cara piadosa.
Victoria ha sido la tuya
con qué
las pasadas borras,
dos
caras con él tuviste
como
moneda de Roma...
(¡Dispara el fuego encendido
para
que el pecho le rompa!)
AMALASUNTA: (Señor
puede ser del mundo. Aparte
¡Malhaya quien no le adora!)
TEODATO:
Huérfanas y tristes dejas
las
provincias de la Europa.
Luto
visten por su muerte
las
naciones más remotas.
Venganzas pide a los cielos
la
tierra esmaltada y roja
con la
sangre de sus venas
a quien
yo vengaré agora.
El que
mata a su enemigo,
uno
mata y muchos cobra
que sus
amigos y deudos
la
muerte a su cargo toman.
Nunca
estarás, rey, seguro.
Contadas tendrás las horas.
Siempre
vivirás inquieto.
Miedo
tendrás de las sombras.
¿Agora
estás descuidado?
(¡Tira
ya!) Aparte
AMALASUNTA:
(¿Qué bien, qué gloria Aparte
han hallado aquí mis ojos?
¿Yo matalle? Estaba loca.
La venganza de mi esposo
me
trujo a Francia forzosa,
dispuesta a perder la vida;
pero ya
murió la honra.
Busqué
mi fuerte enemigo,
vilo,
perdí la memoria
de los
enojos pasados.
¡Qué
hazaña maravillosa!)
CLODOBEO: Acaba
ya tu embajada.
TEODATO: ¡Y tú
[sin] vida, señor!
¿qué haces? ¿En qué imaginas?
AMALASUNTA: En su
vista milagrosa.
TEODATO: En
efecto, Clodobeo,
ya tu
malicia pregona
desde
la blanca Alemania
hasta
la negra Etïopia.
¡Ah,
tímida, mal nacida!
En
ausencia, ¿eres leona
y agora
mansa cordera?
AMALASUNTA: No
puedo, que soy piadosa.
TEODORA:
¿Invención ha sido tuya
para
matarme, traidora?
¿No te
basta con los ojos
si no
también con la boca?
CLODOBEO: ¿Qué es
al fin lo que pretendes?
TEODATO:
Hallarme en batalla a solas
contigo; que soy su hermano
del rey
Sagrio.
Vase a entrar TEODATO, y AMALASUNTA le dispara el
pistolete al entrar a la puerta
CLODOBEO: ¡Espera, torna!
Pero ya salgo a buscarte.
No me
huyas ni te escondas.
Daré a
tu cuello otra lanza
y a tu
vida otra corona.
AMALASUNTA: Vuelve,
invicto Clodobeo,
al
asiento real que adornas;
que yo a su aleve cuerpo
le di
por alma una posta.
TEODATO: ¡Ay, de
mí!
AMALASUNTA:
El fuego que trujo
contra
tu vida famosa
acabó
la infame suya.
Ya su
cólera reposa.
CLODOBEO: ¿Quién
eres hidalgo mozo?
AMALASUNTA: Tu
enemigo fui hasta agora;
pero
ya, gran Clodobeo,
me
suspendes y aficionas.
CLODOBEO: Dime,
mancebo, tu nombre.
AMALASUNTA: Agora
no me conozcas.
CLODOBEO:
Préndesme el alma, por Dios.
AMALASUNTA: Y tú el
corazón me robas.
CLODOBEO: ¿A qué
viniste?
AMALASUNTA: A vengarme.
CLODOBEO: ¿Quién
te ha ofendido?
AMALASUNTA: Tus obras.
CLODOBEO: ¿En
qué?
AMALASUNTA: Ya no son ofensas.
CLODOBEO: Pues,
¿qué son?
AMALASUNTA: Rayos de gloria.
CLODOBEO: ¿Te has
de vengar?
AMALASUNTA: De otra suerte.
CLODOBEO: ¿Oféndote?
AMALASUNTA:
Me aprisionas.
CLODOBEO: ¿De qué
modo?
AMALASUNTA:
Con la vista.
CLODOBEO:L ¿Tienen
mis ojos ponzoña?
AMALASUNTA: Tienen
flechas y me matan.
CLODOBEO: ¿Qué
temes?
AMALASUNTA: Mi dicha corta.
CLODOBEO: Yo lo
estimo.
AMALASUNTA:
Yo te adoro.
CLODOBEO: ¿Qué
dices?
AMALASUNTA:
Que me enamoras.
CLODOBEO: Hombre
soy.
AMALASUNTA:
Eres más que hombre.
Eres furia belicosa,
eres
relámpago y trueno,
que al
mundo tímido asombras.
CLODOBEO: ¿Vaste?
AMALASUNTA:
Sí; que me conviene.
CLODOBEO: ¿He de
verte?
AMALASUNTA:
Eso me importa.
CLODOBEO:
¿Cuándo?
AMALASUNTA:
Después.
CLODOBEO: ¿Dónde?
AMALASUNTA: Aquí.
CLODOBEO:
¡Extraña y confusa historia!
Vanse y sale CLODOMIRA
CLODOMIRA: ¡Extraña
imaginación!
¿Qué
sospechas la alimentan
o
sueños humanos son
que
muerte me representan?
Cielos,
¿Hay tal confusión?
¿Si
es Teodato? Verlo quiero...
su rostro he visto. ¿Qué espero?
Su
propia voz conocí,
y basta
ser contra mí
para
salir verdadero.
Ya
mis ojos serán ríos,
mis razones desvaríos,
mis bienes serán antojos
pues están sin luz los ojos
de quien la tienen los
míos.
Sale TEODATO
A
Francia vine cautiva
porque
al son del atambor
siguiendo tus pasos iba;
mas hoy mirará el amor
con mi
muerte una fe viva.
Escucha, ¿no me conoces?
TEODATO:
¡Amalasunta! ¿Sois vos?
.................. [ -oces].
CLODOMIRA: Vivo
está, pues no soy dios
que resucitan mis voces.
TEODATO:
Amalasunta crüel,
es
razón que el pecho me abras
estando
tú dentro de él.
CLODOMIRA: Vivo
está, mas sus palabras
tienen
acíbar y hiel.
De Amalasunta se acuerda.
TEODATO: Antes
que la vida pierda,
fue
grande crueldad, señora,
pues
matas a quien te adora.
CLODOMIRA: Para mi
muerte recuerda.
¿No
ves que soy Clodomira?
(Después que me ha conocido Aparte
de mala
gana me mira).
Mi
bien, ¿estás muy herido?
TEODATO: ¡Ay, de
mí!
CLODOMIRA:
¿Cómo suspira?
¿Quieres que te cure yo?
TEODATO: ¡No!
CLODOMIRA:
¿Pues, quién?
TEODATO: Quien me hirió.
CLODOMIRA: ¿Fue
Amalasunta?
TEODATO: Ella fue
la que
mi hirió.
CLODOMIRA: ¿Con qué?
TEODATO: Con los
ojos me mató.
CLODOMIRA: Con
temerarios recelos
tu vida
lloré perdida;
mas
vida le dan los cielos.
Ya, mi
muerte que no es vida
la que
se pasa con celos.
¿Si
te podrás sustentar
para
llevarte a curar?
TEODATO: Si,
podré.
CLODOMIRA:
¿Quién no se espanta
de mi
mucho amor? Levanta,
que en
hombros te he de llevar.
A
ser Anquises te ofrece,
y Eneas
a mí me cuadre;
que así
mi amor lo merece;
que él
llevó en hombros a su padre,
pero yo
a quien me aborrece.
TEODATO:
Amalasunta, ¿dó estás?
CLODOMIRA: Aunque esto
escucho le quiero.
¿Quien vio tal amor jamás?
TEODATO:
Clodomira, yo me muero.
CLODOMIRA: De
amores de otra dirás.
Vanse y
salen el REY de Borgoña y AURELIANA
y LEONCIO y otros
REY: Huélgome
mucho que mi sangre adquiera
con la
casa de Francia tal ventura,
y
quiera ser mi deudo Clodobeo.
Hoy
dejaréis, famosos capitanes,
a mi
sobrina en todo venturosa.
AURELIANO: Nuestro
rey lo será con su belleza.
REY: Vuestro
ejército vi, [hombres] franceses,
y por
la majestad del cielo santo,
que
nunca he visto gente más lucida.
¡Qué
dispuestos soldados! ¡Qué gallardos!
¡Qué unánimes en todo! Al fin regidos
por dos tan excelentes capitanes.
Llama a Crotilda. Di que verla quieren
los dos
más valerosos capitanes
que
tuvieron los césares del mundo.
LEONCIO: Es
propio de los príncipes famosos
honrar
con ese término al humilde.
REY: Gran
victoria ha tenido Clodobeo
con
poca gente, solo confïado
en el
valor de su pecho generoso.
AURELIANO: Salió
en su seguimiento echando fuego
por los ojos de cólera y rabia
que hasta el cielo
alcanzaba con la vista,
cuando
comete bravo y animoso
esgrimiendo la maza como Alcides,
y en sintiendo los golpes poderosos
teme la
gente, y en tropel confuso
huyen
del monstruo que este nombre daban
al
invencible príncipe de Francia.
Juntáronse
en el campo cuerpo a cuerpo
los dos
reyes, al fin rindióse Sagrio.
Digo
rindióse; hallóse sin la vida.
Volvió
triunfando a Francia Clodobeo;
mas ya
Crotilda viene.
LEONCIO: ¡Ay, Dios! ¿Qué veo?
Sale CROTILDA
Crotilda muestra tristeza.
REY: Trata
con más alegría
a los
huéspedes.
AURELIANO: Su alteza
nos dé
sus manos.
CROTILDA: Sería
humillar vuestra grandeza.
LEONCIO:
Besarémoste los pies.
CROTILDA: De los
franceses no es
humillarse a nadie.
LEONCIO: Sí;
mas
quien no se humilla a ti
no se
tiene por francés.
AURELIANO: La
francesa gente fuera
[ya]
como el bravo español,
con
eternas famas fiera,
pero a
la luz de tu sol
está
obligada a ser cera.
El
águila que conquista
la luz
del sol con la vista
a sus
hijos reconoce,
y
Francia al suyo conoce
en que
ese sol no resista.
LEONCIO: ¡Qué
rostro [bello! ¡Oh,] qué trenza!
AURELIANO: ¡Qué
cabellos! ¡Beldad rara!
Y agora
más, que comienza
a tener
su hermosa cara
la rosa
de la vergüenza.
CROTILDA: Sin
duda alguna procura
saber si tengo cordura
vuestra
lisonja y favor.
LEONCIO: Es
centro del mismo amor.
AURELIANO: Es
cárcel de la hermosura.
(El
rey sin tenella amor Aparte
jüez me
hizo [aqu]esta vez
de su
hermosura y valor.
Causa
es mía. Yo soy juez.
Juzgar
quiero en mi favor.
¡Ay, amor! ¡Ay, mal profundo!
Rey que no tiene
segundo,
néctar de engaños y asombros,
hoy pongo sobre mis
hombros
el
mayor peso del mundo;
porque la mayor pasión
para un
hombre principal
es
hallarse en ocasión
donde
la sangre leal
desampare el corazón).
REY: Hoy
nuestro honor subir veo
en las
alas del deseo
al
cielo de la constancia.
Hoy eres reina de Francia
y mujer de Clodobeo.
CROTILDA: Siendo yo cristiana, ¿tratas
casarme
con un pagano?
Dieron
sus manos ingratas
muerte
a mi padre y hermano,
¿y
agora el alma me matas?
Hoy
el demonio sutil
un cuerpo ilustre hace vil,
y así
tengo por muy llano
que es
peor el mal cristiano
que el
bárbaro más gentil.
Que
yo soy espejo repara
donde
Dios su ley ha visto,
no
quiera mi suerte avara
que en
el espejo de Cristo
mire el
demonio su cara.
Casarme así no es razón,
porque
los cristianos son
vasos
de Dios y no es bueno
que
quieras echar veneno
en un
vaso de elección.
Los
que se casan, ¿no ves
que son
un cuerpo, una pieza,
pues,
¿cómo, si un cuerpo es,
tendrá
gentil la cabeza
y
católicos los pies?
Si
del mismo Dios sagrado
son un
retrato los dos,
no
estará mal retratado
si un
lado parece a Dios
y al
demonio al otro lado.
Si
dos cuerpos, en efeto,
vuelve
en uno el matrimonio,
dime,
pues eres discreto,
¿podrán
Cristo y el demonio
caber
en solo un sujeto?
Esta
sangre es tuya, dala
a un
cristiano que la iguala
y pues soy, famoso rey,
espada de buena ley,
no me
des guarnición mala.
REY: ¡Por
el cielo en quien confío
que
ensangrentaré el cristal
con
aqueste hierro frío.
LEONCIO: Tente,
aunque eres inmortal,
divino
imposible mío.
CROTILDA:
Hiere el pecho en quien se ve
un alma
que toda fue
de
Dios, y si al pecho tocas
se
verán en él más bocas
con que
confiese mi fe.
AURELIANO: Ten, señor, más guardadas
tus lágrimas estimadas.
No rieguen tus santas venas
los claveles y azucenas
de esas mejillas rosadas.
No marchiten este día
noches de melancolía.
Las flores de tu hermosura
cobren ya nueva frescura
con el
sol de tu alegría.
Que
esas lágrimas que adoro
dan a
la tierra un tesoro
de
perlas y de cristales.
CROTILDA: Mejor
dijeras corales
pues es
sangre la que lloro.
REY: No lloras así supieses
que los franceses han sido
lo mejor del mundo y
vieses
que te
damos por marido
el
mejor de los franceses.
Sal
de tanta necedad
pues el
que rinde a los reyes
te
ofrece su majestad.
CROTILDA:
Habiendo entre ambos dos leyes,
mal
habrá una voluntad.
LEONCIO: (Vea
yo este alegre día Aparte
que el
rey de Borgoña envía
este
rostro sin segundo;
que a
pesar de todo el mundo
ha de
ser la presa mía).
AURELIANO:
(Amor, que mi intento ves, Aparte
muévele
el pecho que quiera
ser
esposa del francés,
que yo, aunque por ello muera,
pienso
gozalla después).
REY:
Empiece a marchar la gente,
que ya
mi sobrina siente
que
está honrado su deseo,
porque
yo al gran Clodobeo
pienso envïalle un presente
que,
porque me están llamando
cosas
del reino forzosas,
no la
voy acompañando.
LEONCIO: (¡A qué
mejillas hermosas Aparte
están
sus ojos bañando!)
CROTILDA: ¡Qué
así mi vida aniquiles
en mis
años juveniles!
¿A mí
un gentilita escucho?
No está
católico mucho
quien busca deudos gentiles.
Montes de razón desnudos,
decid mi mal y en sus
labios
moved sus peñas construdos;
que en tan públicos
agravios
bastarán testigos mudos.
REY:
Partid, capitanes, luego;
que
ella tendrá más sosiego
viéndose ya en el camino.
AURELIANO:
(Vertiendo aljófar divino Aparte
va
encendiendo más mi fuego).
Vanse y salen AMALASUNTA y un MERCADER
MERCADER:
Honra del linaje godo,
a cuyos
hermosos pies
debe
estar el mundo todo,
¿qué
razón hay porque estés
en
Francia de aqueste modo?
Que
estando así disfrazada
de tu
reino desterrada,
emprendes
alguna cosa
o de
mujer valerosa
o de
dama enamorada.
Pues, agora en traje de hombre
o
quieres serlo en la ropa
como en
valor, pues tu nombre
hace hasta
Francia y Europa
que de
sus hechos se asombre.
AMALASUNTA: Ya
la fama de mi vida
volando
al aire no mida;
ni me
dé el título agora
de la
goda vencedora
mas de
la goda vencida.
En
Francia entré de esta suerte
por
querer vengar la muerte
de un
hombre que tuvo amor
y al
fin salió vencedor
y
trocósenos la suerte.
Aquéste
el rey Sagrio era
a quien
venció fuerza fiera
cuya
victoria no calla
la
sangre de la batalla
ni la
gente lisonjera.
Vengar quiso con recato
su
muerte, pero Teodato
me
descubrió que quería
venir
en mi compañía
a matar
al rey ingrato.
Cególe amor imagino,
intentó
el traidor forzarme
viniendo por el camino,
mas yo por poder vengarme
di fin
a su desatino.
Apenas los dos llegamos
y al
rey de Francia miramos
para
ser sus homicidas
aventurando las vidas,
cuando
los dos nos helamos.
Él
de miedo, yo de amor.
Él con
temor de venganza,
yo
esperando su favor,
y al
fin yo tuve esperanza,
faltó a
mi brazo valor.
Que
mi noble sangre apenas
vido
sus partes tan buenas
cuando
al corazón corrió
a dalle
aviso y dejó
desamparadas las venas.
Rendida allí, como digo,
muerte
di a Teodato airada
por
matalle su enemigo
y por
la ofensa pasada.
MERCADER:
¡Extremado fue el castigo!
Mas,
famosa Amalasunta,
respóndeme a una pregunta:
¿qué es
tu amor? ¿Qué es tu deseo?
AMALASUNTA: Que dé
vida Clodobeo
a mi
voluntad difunta.
MERCADER: No
puede, porque se casa
con
Crotilda.
AMALASUNTA:
¡Oh, santos cielos!
El
corazón se me abrasa.
MERCADER: El rey
viene.
AMALASUNTA:
¡Ah, crueles celos!
MERCADER: Oye,
verás lo que pasa.
Salen CLODOBEO y la GUARDA
CLODOBEO:
Huelgo, mancebo, de verte,
porque
las veces que pienso
que diste a Teodato muerte
echaste
sobre mí un censo
con que
obligaste a quererte.
Y
así, mancebo, te digo
que dar
muerte a mi enemigo
y en
cobrarme esa afición
me has puesto en obligación
de ser
siempre muy tu amigo.
Dime, mancebo, ¿quién eres?
AMALASUNTA: Si la
palabra me das
que
todo lo que me oyeres
en tu
pecho guardarás.
CLODOBEO: Y aún
la mano si la quieres.
AMALASUNTA: Si
mano de esposo fuera
más que
un reino la quisiera.
CLODOBEO: Palabra
y mano te doy
de
guardar secreto.
AMALASUNTA: Estoy,
siendo de bronce, de cera.
Sepa, pues, tu majestad...
CLODOBEO: Mira
que digas verdad.
AMALASUNTA: Y yo a
decirla me ofrezco,
la
verdad es que apetezco
tus
prendas y calidad.
(Mi pensamiento liviano Aparte
quiere
que diga el amor;
mas
viendo que honra no gano,
tiéneme
muda el temor
y hago
señas con la mano.)
Poderoso rey de Francia,
a quien los cielos no han visto
de su
pompa derribado
ni de
los hombres vencido,
yo
nací, según entiendo,
entre
las olas de un río,
que en
mi vida variable
no conozco otro principio.
Son mis
sucesos de monstruo,
y como
a tal imagino
que me
parieron las aguas
y me
engendraron los ríos.
En una
cesta de juncos
me sacaron
dos egipcios
de una
de las siete bocas
por
donde entra al mar el Nilo.
Ventura
tiene a las veces
el que
ha de ser afligido
porque
se conserva en ellas
para mayores peligros.
A su
rey me presentaron,
agradéle aunque los niños,
como lo
son, nunca saben
agradar
por buen estilo.
Amparóme Tolomeo
con
regalos cuando niño,
cuando
mancebo con galas.
En fin
de esto cobré bríos;
que el
que nace desdichado
vuelve
a su trabajo antiguo.
Un aire
fueron mis bienes,
mi
majestad fuego ha sido,
peregriné por el agua
y hoy
por tierra peregrino.
Al fin
entre mis sucesos,
uno fue
que Teodorico,
rey de
los godos e Italia
me recibió
en su servicio.
Yo como
poco prudente,
anduve
desvanecido,
también
como algunas damas
me
daban nombre de lindo,
imitando a Amalasunta
cuya
fama habrás oído.
Es
efecto su hermosura
cegó mi
libre albedrío
y
también como la vide
casi
quedé sin sentido.
Cegóme,
que es el amor
un
furioso basilisco,
callando
vio que la hablara
que son
transparentes vidrios
los
ojos por donde el alma
ya
muchas veces le ha visto.
Descubríla mis deseos,
y ella
enojada de oíllos,
para
quitarme la vida
quitó
la vaina al cuchillo.
Volví
los pies y ella airada,
"¡Infame rapaz!" me dijo,
"sólo el grande Clodobeo
tiene
de ser mi marido".
Viendo,
pues, su pecho casto,
teniendo otro peregrino,
bajéme
al rey de Borgoña
de mi
amor arrepentido.
Sirviéndole en su palacio
como
mancebo, me vido
Crotilda... --¡Dije su nombre!--
¡Oh,
mal haya mis sentidos!
Si el
hombre calla la lengua,
hace el
corazón su oficio,
y [da]
lengua al corazón
cuando
le ven divertido.
Mas tú
guardarás secreto.
Al fin,
Crotilda me dijo
que si
yo te diese muerte
se
casaría conmigo.
Aborrécete en extremo.
No sé
qué causa haya sido
mas
bástale ser cristiana
para
hacer tal desatino.
Acompañóme Teodato
determinado a lo mismo,
y yo de
ti aficionado
di la
muerte a tu enemigo.
Ésta,
señor, es mi historia
que brevemente te he dicho,
temiendo que mis palabras
enfadasen tus oídos.
CLODOBEO: ¿A
mí, muerte inhumana?
Aquestas manos sangrientas
muerte
te dieran temprana
si como hoy me lo cuentas
me lo
contaras mañana.
¿Contra mi grande poder
se ha
atrevido una mujer?
Mas,
¿qué me espanto, que digo
si es
el mayor enemigo
cuando da en aborrecer?
¡En
buena mujer me empleo!
No
pudiendo con la mano
me mata
con el deseo.
Denle
aviso a Laureano
parte a
Borgoña un correo.
Casarme no quiero ya.
Quédese
Crotilda allá;
que
mujer que ha aborrecido
o
matará a su marido
o el
honor le quitará.
Y,
al que es autor de mi pena
ponedle
en una cadena.
LABRADOR: Pues,
¿a mí, señor? ¿Por qué?
CLODOBEO: Por
poner en su abecé
ce por
casta y be por buena.
AMALASUNTA: Es
de la razón espejo.
Perdónale tú, señor,
y
admite de mí un consejo.
CLODOBEO: Eres
muy mozo.
AMALASUNTA:
En amor,
más
sabe el mozo que el viejo.
Yo
he servido a Teodorico,
rey de
Italia y godo rico,
y sé que
su hija te adora.
Cásate
con ella agora.
CLODOBEO: ¿Es
hermosa?
AMALASUNTA:
Certifico
que
es de muchos pretendida,
y es en
efecto gentil.
CLODOBEO: Ya de
su fama extendida
sé que es mujer varonil
mas no
es bien que al rey la pida
que
es mi enemigo. Primero
sabré
si me quiere.
AMALASUNTA: Quiero,
pues
que su fama te agrada,
llevarle yo una embajada
que por
servirte me muero.
CLODOBEO: Bien
has dicho, ¡norabuena!,
con
ella a solas lo ordena,
desde
aquí la tengo amor,
y
aunque es de poco valor
ponla
al cuello esta cadena,
y
dila quién se la envía
y tú,
mancebo, confía
de mi
amor y mi amistad.
AMALASUNTA: Yo
sirvo a tu majestad.
¡Venturosa
suerte mía!
Vanse y salen LEONCIO, [AURELIANO] y CROTILDA
LEONCIO: No
se camine la siesta.
Pare
luego la carroza.
CROTILDA: Buena
sombra será aquésta.
LEONCIO: (Y
mejor si mi alma goza Aparte
de tu gloria manifiesta).
AURELIANO: ¿Qué
tienes?
CROTILDA: Melancolía.
AURELIANO: Para el
sol de medio día
sirva
de nube esta sombra,
y de
cojín y de alfombra
esta
yerba y fuente fría.
La
corriente de agua pura
llevará
al mar tus enojos.
Ya
quisiera esta espesura
que
fueran las hojas ojos
para
mirar tu hermosura.
CROTILDA: Nada
me puede alegrar.
LEONCIO:
(Ocasión quiero buscar Aparte
para
cumplir mis intentos).
Vase LEONCIO
AURELIANO: (Hoy
logro mis pensamientos Aparte
en este
oculto lugar.
Solo
en efecto he quedado.
Quiero
descubrir mi amor.
Pero
no, que soy honrado
y
siendo vidrio el honor
mal se
remedia quebrado.
Pero
no será razón
que
pierda mi pretensión
por no
dar muerte a mi honra;
que en
efecto no es deshonra.
Pero
sí, que es gran traición.
Mientras descansa y reposa
la
ocasión lograr pretendo.
Pero como que es hermosa
no lo
haré; que al rey ofendo.
Mas,
¿qué digo? Aun no es su esposa.
Hoy
mi corazón honrado
sigue
aprisa lo que veo;
él
morirá despeñado
que es su caballo el deseo
y corro
desenfrenado.
Mi
amor me dice que embista
y la
razón que resista
No
verla será mejor
que es
basilisco el amor
y se
ceba con la vista.
Mas
temo que el corazón
me
dice, ¿Por qué permito
dejar
tan buena ocasión?
Lo que
intento es apetito
y lo
contrario es razón.
Es
el gusto breve gloria.
Del
bien dura la memoria.
Yo he
adorado una cautiva
y mi
alma en ella estriba.
¡Víctor, la razón, victoria!
Vase AURELIANO y salen LEONCIO y su CRIADO
CROTILDA: Cuando pienso adónde voy,
pierdo,
mi Dios, el sentido.
Pero,
al fin, forzada soy,.
LEONCIO: ¿Estás
ya bien advertido?
CRIADO: Tú
verás como lo estoy.
Vase el CRIADO
LEONCIO:
Señora, ¿tanta tristeza?
Alégrese vuestra alteza
en este
campo florido
cuya
jardinera ha sido
la
misma naturaleza.
Por
él su cristal dilata
un
arroyo que se pierde
cercado de hierba grata
que
parece capa verde
con
guarniciones de plata.
Ya
esos árboles quisieran
que sus
ramas se volvieran
en
racimos de esmeraldas
para
que hechos guirnaldas
tu
hermosa frente ciñeran.
Y
yo, que en tu rostro adoro,
verte
ya en París deseo
mandar
gente y pisar oro.
Sale el CRIADO
CRIADO: Rey de
Francia, Clodobeo,
lo que
pretendes ignoro.
No
ocultes más tu persona
que el
ejército se altera
y se
ofende tu corona.
LEONCIO: A darte
la muerte fiera
tu
maldad te galardona.
¡Infame! ¿Yo no he mandado
que
esté quién soy ocultado
a
Crotilda mi mujer
hasta
que la pueda ver
alegre? Mas, ¿quién te ha dado
tan
bárbaro atrevimiento?
CRIADO:
Perdona, rey poderoso.
LEONCIO: Tendré
esta vez sufrimiento
por
aqueste rostro hermoso
que
roba mi entendimiento.
CRIADO: Goza
de la coyuntura
que yo
seré centinela.
Vase el CRIADO
CROTILDA: (¿Éste
es el rey? ¡Suerte dura! Aparte
Parece
que se desvela
el
cielo en mi desventura.
Por
extremo le aborrezco).
LEONCIO: Si como
galán padezco
desdenes y desfavores,
vuestros regalos y amores
como
marido merezco.
Perdonadme si hasta aquí
mi
nombre eterno y famoso
de vos,
Crotilda, encubrí,
que a ver ese rostro hermoso
oculto
a Borgoña fui.
Pero
ya que en Francia estamos
y casi
a París llegamos,
goce yo
de esa hermosura
y
envidiarán mi ventura
fuentes, prados, montes, ramos.
¿Mas
triste mi bien estás
después
que me he declarado?
¿Cómo
los brazos no das
a un
marido apasionado?
CROTILDA: Mejor
mi pasión dirás.
LEONCIO: Pues mi grande amor me tiene,
darme
un abrazo conviene
pues
estoy sin gente...
Responde el CRIADO de dentro como eco
CRIADO: ¡Gente!
[CROTILDA:
¡Detente, hombre, detente!]
LEONCIO: ... y
así me conviene.
CRIADO: Viene.
LEONCIO: ¡Ea,
presto, aguarda!
CRIADO: Guarda.
LEONCIO: ¿Cómo
tu respuesta tarda?
Desde
los peñascos huecos
me han respondido los ecos.
Sale AURELIANO
La
centinela es gallarda.
AURELIANO:
¿Descansa Crotilda?
LEONCIO: Sí.
AURELIANO: Cuando
fuere tiempo, avisa
que yo
la acompañe aquí.
(Y
pondré por mi divisa Aparte
que yo
propio me vencí.
Quiero excusarme de vella
porque
siendo ella centella
encenderá mi pasión).
Vase AURELIANO
LEONCIO: Infunda
en esta ocasión
Venus
hermosa su estrella.
Tus
bellos brazos me des.
CROTILDA: Cuando
seas mi marido
yo te
los daré después.
LEONCIO: ¿Qué
ocasiones se han perdido
sólo
por ese después?
Por
un "después" al real
de
Jerjes le vino mal;
que
vida y gente perdió.
Por un
"después" no ganó
a Roma
el grande Anibal.
Y pues que estás sola, vuelve,
un solo
abrazo me da,
[mi
pasión ya se resuelve].
Mas
dilación no haya.
CRIADO: Ya.
LEONCIO: Mi
intento resuelve.
CRIADO:
Vuelve.
LEONCIO: Mi
amor aquí se concluye
................. [ -uye]
en
gozar de tu beldad.
Sale AURELIANO
AURELIANO: Carta
de tal novedad
grandes
sucesos arguye.
LEONCIO: (Mi
invención se ha de saber Aparte
y me ha
de costar la vida;
pero
remedio ha de haber).
AURELIANO: Una
estafeta es venida.
LEONCIO: ¿Y trae
nuevas?
AURELIANO: De placer;
pero
muy confusas son.
LEONCIO: Sepamos
la confusión.
AURELIANO: La
carta te lo dirá.
LEONCIO:
(Grandes sospechas me da Aparte
mi
afligido corazón).
Lee
Leoncio,
Aureliano, por cosas justas
que me
mueven conviene a mi servicio que
viendo
ésta os partáis a Francia sin tratar
de mi
casamiento, y si está tratado, no lo
efectuéis. Y si acaso venís con
Crotilda,
dad
orden como acá no llegue, porque esto
importa
y en resolución no la quiero ver.
Yo el rey.
¿Qué
causa le movería?
AURELIANO: Eso me
tiene espantado.
LEONCIO: Bien de
Crotilda sería.
Casi en
locura ha parado
su
mucha melancolía.
AURELIANO: Muy
triste está. Yo lo creo.
LEONCIO: Dice
que soy Clodobeo
y que
he de ser su marido.
AURELIANO:
Desdichada en todo ha sido.
Que nos
hablase deseo.
CROTILDA:
(Quizá podré con mi llanto Aparte
hacer
que cristiano sea.
Dilatarélo entre tanto
hasta
que remedio vea.
Dadme favor, cielo santo).
Rey
de Francia poderoso,
de cuyo
nombre famoso
teme el
más famoso rey
o
recibe tú mi ley
o no
quieras ser mi esposo.
¿Qué
ley, ni razón humana
juntó
jamás en el mundo
un
gentil y una cristiana
con
hombre que es sin segundo
pero en
ser mi esposo gana?
Así
de tu majestad
tiemble
cualquier potestad
y el
gran Imperio Romano,
que tú
te tornes cristiano
o me
des la libertad.
AURELIANO:
¡Gran lástima! Efectos son
del
angustia que tenía.
LEONCIO: Afligido
un corazón
engendra melancolía.
CROTILDA: ¿No
respondes?
LEONCIO:
Desvaría.
AURELIANO: ¡Por
cierto, extraño dolor!
.................... [
-or].
LEONCIO: ¿Qué
tienes determinado?
AURELIANO: Lo que
el rey nos ha mandado.
Llama
al viejo labrador
que
está en esta casería
y el
cargo le dejaremos
de que
la guarde.
LEONCIO: (Sería Aparte
mi remedio).
AURELIANO:
Al rey diremos
su
mucha melancolía,
y si
le puede mover
y mudar
de parecer
por
ella podrá enviar.
LEONCIO: (Yo así
la podré gozar. Aparte
Cierto
será mi mujer).
Sale el LABRADOR
AURELIANO: Bien
venido, viejo honrado,
con el
tiempo y con la fama
tened
en casa cuidado
de
regalar esta dama
que será muy bien pagado;
que
es mujer de calidad.
Importa
a su majestad
la
diligencia y recato.
LABRADOR: Siempre
hallaréis en mi trato
obras
de mucha verdad.
¡A fe
que es hermosa y lozana!
AURELIANO: No
desciende tan hermosa
de los
montes la mañana,
ni es
tan alegre la rosa
teñida
en sangre o en grana.
LEONCIO:
Regaladla con amor.
LABRADOR: A mi
cargo está, señor,
que su
rostro lo merece.
LEONCIO: Ingrata
y falsa, padece
pues no
me diste favor.
Vanse
todos y quedan el LABRADOR y CROTILDA
CROTILDA: No
ha sido mi bien pequeño
que me
hayan así dejado.
En
efecto es Dios mi dueño.
Todo el
disgusto pasado
se me
ha convertido en sueño.
LABRADOR: No
estéis triste por quedaros
entre
estos laureles claros;
que parecen en la rama
leche
que el monte derrama
para
sólo regalaros.
Veréis llena de ganado
toda
esta verde ribera,
que no
se parece el prado
en
partes que es primavera,
y en
partes que está nevado.
En
ese bosque de día
el sol
entrarse porfía,
la hoja
lo está estorbando
y con
el sol retozando
parece
de argentería.
CROTILDA: No
dio gozo semejante
la
salud al hombre enfermo
la
posada al caminante
ni al
melancólico el yermo,
y el
buen puerto al navegante,
la
victoria al vencedor,
ni al
pretendiente el favor,
ni al
preso la libertad,
como a
mí la voluntad
de este
honrado labrador.
FIN DEL PRIMER ACTO