ACTO SEGUNDO
Salen TEODATO y CLODOMIRA
CLODOMIRA: ¿Vas
cansado?
TEODATO: Sí, de verte.
CLODOMIRA: ¿Qué
dices?
TEODATO: Que voy cansado.
CLODOMIRA:
Descansemos de esta suerte.
TEODATO: ¿Cómo,
si llevo a mi lado
una
sombra de la muerte?
CLODOMIRA: ¿Va ya sana la herida?
TEODATO: Ésa me
quita la vida.
CLODOMIRA: Dime,
mi bien, ¿cuál es?
TEODATO: Digo
que es
muerte llevar consigo
una
cosa aborrecida.
Ir
conmigo no pretenda.
CLODOMIRA: ¡Que el
quererte yo te ofenda!
TEODATO: ¿Agora
lo echas de ver?
CLODOMIRA: Amando
y siendo mujer,
¿es
mucho que no lo entienda?
TEODATO:
Amalasunta me mata,
que ella
es muerte de las gentes,
y así
de quedarte trata
entre
estas hermosas fuentes
de
esmeraldas y de plata.
En
extremo te aborrezco
y en
resolución padezco
por una
que es mi enemiga.
CLODOMIRA: ¿Que
hay ingrato que tal diga!
Pero
todo lo merezco.
Si
con tan poco decoro
te ha
herido tantas veces,
con
razón me quejo y lloro
que en
extremo me aborreces
porque
en extremo te adoro.
¿Quién de las dos te merece?
TEODATO:
Mientras que más me aborrece,
más me
obliga a que la quiera.
CLODOMIRA: Si éste
es amor, considera
que lo mismo me acontece.
TEODATO: No
puedo ya responderte,
queda a
Dios, porque la sigo.
CLODOMIRA: No
pienses que has de moverte,
sin que
me lleves contigo.
TEODATO: Suéltame,
o darte he la muerte.
CLODOMIRA: Si
te doy viviendo enojos,
deja
con mi sangre rojos
estos
árboles ufanos,
y morir
por tus manos
la que
muere por tus ojos.
De este
mi pecho constante
la
inocente sangre vierte,
y quizá
será bastante,
tirano,
para vencerte,
el
corazón de diamante.
TEODATO: Yo
no te pienso llevar,
que me ofendo de escuchar
tus suspiros y requiebros
entre estos sauces y enebros.
Viva o muerta has de
quedar.
CLODOMIRA:
Mientras la vida me dura
he de seguir tus pisadas.
TEODATO: Yo
acertaré tu locura
si tus
manos dejo atadas.
Dentro
de aqueste espesura
de
un árbol te he de colgar.
CLODOMIRA: Y allí
me puedes matar.
TEODATO: No
quiero ser tan crüel
que al pie
de aqueste laurel
te
pienso, falsa, dejar.
Las
zarzas que le rodean
harán
con tejidos lazos
que aun
los cielos no te vean.
CLODOMIRA: Ya estos obediente brazos
que ya los ates desean.
Átense, pues, que es
tu gusto;
que
nada que tu desees
dejará
de ser muy justo.
TEODATO: Parece
que no me crees;
que tu
amor me da disgusto.
CLODOMIRA: Hasta agora no lo creo.
TEODATO: Pues,
sabe que soy Jeseo
y
atándote de esta suerte,
viviré
alegre sin verte;
que no
lo estoy si te veo.
CLODOMIRA:
¡Ingrato! ¿Por qué me dejas
en esta
zarza metida?
TEODATO: Porque
si de mí te quejas,
de
nadie serás oída,
si el
laurel no tiene orejas.
A fe
que te dejo en parte
donde
no podrán hallarte
cuantos
pasen por aquí.
CLODOMIRA:
¿Qué? ¿Atada me dejas?
TEODATO: Sí.
CLODOMIRA: ¿Pues,
por qué?
TEODATO: Por no matarte.
Culparme no te conviene.
Amalasunta me rige;
que
dentro en mi pecho viene.
Ella te
mata y te aflige
que el
alma de bronce tiene.
Vase [TEODATO]
CLODOMIRA: ¿Es
posible que te vas?
Pero
no, sin duda estás
examinando mi amor.
Pues,
desátame, señor,
que
agora te quiero más.
En
estas zarzas repara,
que
para darte alegría
me
están rasgando la cara.
Sale AMALASUNTA
AMALASUNTA: Ventura
fuera la mía
si en
este bosque lo hallara.
Vínose el rey a cazar
y yo le
vengo a buscar
para
concertar con él.
CLODOMIRA:
¡Amalasunta crüel!
AMALASUNTA: ¿Quién
me puede aquí llamar?
En
todo aquesto no hay gente
ni
rumor ninguno suena
sino el
agua de una fuente.
CLODOMIRA: ¿Por
qué has dado tanta pena
a un
alma tan inocente?
AMALASUNTA: ¡Válgame
Dios! ¿Pena he dado?
¿Quién
me puede haber llamado?
CLODOMIRA:
Teodato.
AMALASUNTA:
¡Ay de mí!
Como la
muerte le di
.................... [ -ado].
Sin
duda [ya me ha buscado].
CLODOMIRA: Pues
no me quisiste, advierte
que vas
agora encontrando
a quien
te ha de dar la muerte.
AMALASUNTA: Ya me
va pronosticando
mal
suceso. ¡Oh, caso fuerte!
Atribulada
me veo.
sólo
busco a Clodobeo
y él la
muerte me ha de dar.
¿Qué he
de hacer sino dejar
de
correr tras mi deseo?
CLODOMIRA: El
pago que tú me diste
sólo
porque te adoraba,
te dará
muerte presto.
AMALASUNTA: ¡Ay, triste!
CLODOMIRA: Tu
breve vida se acaba
por lo
mal que me quisiste.
AMALASUNTA:
Fingir no quiero embajada
ni
verme con él casada;
mas ¡ay
que me abrasa el pecho!
CLODOMIRA:
Considera el mal que has hecho
a una
mujer tan honrada.
AMALASUNTA: Bien
dice que hice mal
a
Crotilda, en decir de ella
que era
incasta y desleal,
mas yo
volveré por ella.
No
permita el cielo tal.
Y si
Teodato viviera,
sólo mi
marido fuera
por
esos cielos que adora.
Pero ya
tarde se llora,
que
remedio no se espera.
Vase AMALASUNTA
CLODOMIRA:
Teodato, ten caridad,
que
estoy aquí padeciendo,
y esas
zarzas sin piedad
con
sangre están escribiendo
en mi rostro tu maldad.
Sale LEONCIO y su CRIADO
LEONCIO:
Pues, por el rey Clodobeo
me ha
tenido, agora creo
que
aquí en el campo afligida
espera,
ya arrepentida,
el
dilatar mi deseo.
Y
del rey [que está] cazando,
lo
mismo quiero fingir
yo; que
me estoy abrasando.
CRIADO: Hoy la
puedes persuadir
a que
te quiera.
CLODOMIRA: ¿Hasta cuándo
ha
de vivir tu traición?
Reprime
tanta pasión.
Mira
que tu honra padece.
LEONCIO: ¿Quién
habló?
CRIADO:
Nadie parece.
LEONCIO: Voces
de los cielos son.
CLODOMIRA:
¡Falso, traidor! ¿Dónde vas?
Vuelve
ya.
LEONCIO:
¡Oh, cielo bendito!
Sin
duda voces me das.
¿Qué
habrá en aqueste distrito?
CRIADO: Zarzas
y árboles no más.
CLODOMIRA: ¿Quién me podrá dar favor
en
aflicción tan extraña?
LEONCIO: Tras sí
me lleva el amor
y hoy
me avisa que me engaña
dando
voces el temor.
¿Qué
me podrá suceder
por gozar
una mujer?
CLODOMIRA: Teme
del cielo el castigo.
LEONCIO: Algún
espíritu amigo
o el
miedo debe de ser.
CLODOMIRA: De
tu mucha sinrazón
humilde
pide perdón
a la
mujer que engañaste.
LEONCIO: Ya
estoy advertido. Baste.
Consejos del cielo son.
CLODOMIRA: De
tu culpa te arrepiente,
que ya
a los cielos espanta,
el
remedio está presente.
LEONCIO: Yo quiero hablar a la infanta
pues
agora está sin gente.
Vamos a la casería
y allí
de la culpa mía
pediré
que no se ofenda
antes
que en Francia se entienda
mi
engaño y alevosía.
Vanse LEONCIO y su CRIADO
CLODOMIRA: Que
el cielo santo consiente
en
zarzas una mujer,
como si
fuera serpiente;
aunque
no lo puede ser
quien
fue tan poco prudente.
Dicen de dentro
CLODOBEO: ¿Por
dónde fue?
OTRO: Por aquí.
CLODOBEO: Mortal
herida le di.
CRIADO: Sigue
su curso ligero.
CLODOBEO: ¿Dó
paró?
CRIADO:
Buscarle quiero.
Sale CLODOBEO
CLODOBEO: ¡Por
Dios, bravo jabalí!
Herido con una vara
sin que
de sus pies se fíe,
viene
sediento y se para
en la
fuente que se ríe
con
gusto de verse clara.
CLODOMIRA:
¿Quién cegó tu pensamiento?
¿Qué ha
sido, dime, tu intento
en
dejar una mujer
de tan
casto proceder
por
quien busca tu tormento?
CLODOBEO:
¿Quién habló en esta espesura
y
pregunta mis intentos
do no
parece criatura?
CLODOMIRA: Corrige
tus pensamientos
que la
mudanza es locura.
Advierte que eres mortal
y que
el cielo grande mal
para
castigarte junta.
No
quieras a Amalasunta
y
olvides la más leal.
CLODOBEO: ¡Oh,
cielo, tú me aconsejas
lo que
me conviene agora!
CLODOMIRA: ¿Quién
te engaña porque dejas
una mujer que te adora,
dando
al cielo justas quejas?
CLODOBEO:
Porque a Crotilda dejé
me riñe
el cielo.
CLODOMIRA: ¿Por qué
tu
propósito se muda?
CLODOBEO: Conmigo
habla sin duda.
¡Válgame Dios! ¿Qué haré?
Si a
un mozuelo se entregó,
¿cómo,
cielo, me la ofreces?
¿Es
bien que me case yo?
CLODOMIRA: Casta
es la que aborreces,
nunca nadie la gozó.
CLODOBEO: Ya
el cielo me desengaña;
mas
también es cosa extraña
que un
hombre dijese tal.
CLODOMIRA: Si
alguno te ha dicho mal,
mira,
señor, que te engaña.
CLODOBEO: Hoy el Señor soberano
desengañarme ha querido.
Mintió
el mozuelo inhumano.
Quiero
saber si han venido
Leoncio
con Aureliano.
Sabré lo que dejan hecho
y
descansará mi pecho
de este
confuso cuidado
haciendo que el cielo airado
esté
manso y satisfecho.
Vase CLODOBEO y salen el LABRADOR y CROTILDA
LABRADOR: Mira
este campo florido
que
muere por tus amores
desde
el punto que te vido
toquen
tus manos las flores
que
estas selvas han tejido.
En
la fuente de esta selva
busca
el [Mirlo] y madreselva;
coge el alto mirabel
que los
amores de aquel
hacen
que el rostro le vuelva.
Ya
el poniente se arrebola
con la
luz del sol inquieta.
No te
estés en casa sola;
coge la parda violeta
y la
encarnada amapola.
CROTILDA: Por
la voluntad que ofreces,
esta
sortija mereces.
LABRADOR: No son
tan grandes favores.
Pues
que también lo agradeces,
perlas haré de estas flores.
CLODOMIRA: ¡Ay!
CROTILDA:
¡Santo Dios! ¿Quién suspira?
LABRADOR: En todo
el bosque no hay gente.
CROTILDA: Entre
esos árboles mira.
CLODOMIRA:
¡Ay!
............... [ -ente]
...................... [ -ira].
LABRADOR:
Estos suspiros que han dado,
según
he entendido de ellos,
junta a
un laurel acopado
que los
ásperos cabellos
de una zarza han marañado
como
en el tronco se enlaza
y de la
rama se abraza,
en el
cóncavo que deja
sin
duda está quien se queja.
CROTILDA: ¿Quién
será?
LABRADOR:
Un mozo de caza.
Para
darnos muerte o pena
es [la]
invención inhumana
de la
que llaman hiena
que
finge la voz humana
como en
la mar la sirena.
De
los hombros suele atarse
y así
afligido quejarse
para
que ayudalle vamos
y entre
sus uñas caigamos.
¡A fe
que no ha de entregarse!
¡Sireno, Olimpo, Silvano!
Un
animal nos ofende.
Dad al
trabajo de mano
que si
él solo al mar desciende
no será
esta vez temprano.
No
quede espada o lanzón
que no
salga a esta ocasión.
[Respóndele desde dentro]
UNO: ¿Es
sólo?
LABRADOR:
No.
OTRO:
¿Si es culebra?
UNO: Sin
duda que es oso o [cebra].
OTRO: No será
sino león.
CLODOMIRA: ¡Ay
de mí!
LABRADOR:
Como ha sentido
que hay
caza, suspira más.
¡Qué
bien lo hubiera fingido!
Bestia,
no nos cogerás
que en
tu lazo has ya caído.
Salen PASTORES armados de graciosidades
PASTOR 1: Todos
venimos armados
que
parecemos soldados.
¿Dónde
está la bestia fiera?
PASTOR 2: Tres
somos y no quisiera
fuésemos en tres bocados.
LABRADOR: Cada
cual la voz advierta,
y así
donde está sabremos,
que si
la dejamos muerta,
la
cabeza y piel pondremos
por
blasón en nuestra puerta.
Escuchad.
CLODOMIRA: Cielo sagrado,
¿cómo
favor no me has dado?
CROTILDA: La voz
tiene de mujer.
PASTOR 1:
Serpiente debe de ser.
PASTOR 3: Ya
tiene miedo un soldado.
PASTOR 2:
¿Quién nos mete con serpientes?
Si
quisiéremos reñir,
riñamos
con otras gentes,
que
sierpe que da en gruñir,
¡par
Dios, tenga tantos dientes!
CLODOMIRA:
¡Tirano!
PASTOR 2:
¿A Silvano llamas?
PASTOR 1: ¿Por
comer mis carnes bramas?
LABRADOR: No
lograrás tu deseo,
la voz
oigo y no la veo.
PASTOR 2: La
encubren zarzas y ramas.
PASTOR 3: Mi
abuela es la que se queja
porque
vivió en esta casa
muchos
tiempos, y una vieja,
si los
años ciento pasa
sierpe
se torna de oveja.
PASTOR 1: Que
torna a quejarse. ¡Calla!
CLODOMIRA: Sola
una mujer, no halla
favor
del cielo divino.
PASTOR 2: De esta
vez me determino
entrar dentro
hasta topalla.
LABRADOR: Poco
a poco hacia el laurel,
hacia
las hojas del tronco.
CLODOMIRA: ¿Dónde
te fuiste, crüel?
Que ya
tengo el pecho ronco
de dar
voces.
PASTOR 1:
¡Das en él!
PASTOR 2: ¡Una
culebra es mayor
que una
casa, señor!
LABRADOR: Pues,
¿cómo una zarza tosca
puede
cubrilla?
PASTOR 2: Hecha rosca.
PASTOR 3: ¡Grande
la hizo el temor!
LABRADOR:
Déjame llegar a mí.
CLODOMIRA: Llegad,
llegad, gente honrada.
PASTOR 2: La voz
suena por aquí.
LABRADOR: Una
mujer veo atada
de las
más lindas que vi.
CROTILDA:
Llégala a favorecer.
PASTOR 2: Luego
vi que había de ser.
PASTOR 1: Sierpe
dijiste, inocente.
PASTOR 2: Pues,
dime tú, ¿es diferente
la
sierpe de una mujer?
LABRADOR:
¿Quién se ha atrevido a dejarte
entre
espinas como rosa?
¿Vas buscando en esta parte
como la Fénix hermosa
leña
para renovarte?
¿Quién tus manos de claveles
ató
entre zarzas crüeles?
PASTOR 1: Algún
borracho sería.
¿Tales
hojas nacen ya
a los
pies de los laureles?
Sácala fuera
CLODOMIRA: El
cielo gracias te dé
por
tanto bien, labrador;
que yo
sola no podré.
¿Dónde
estás? Oye, señor...
Mas,
¿qué digo? Ya se fue.
Acabe, ingrato, tu vida
una
víbora encendida.
Tus
bellos ojos se quiebren
y tus
amigos celebren
tu
muerte bien merecida.
Mas,
si acaso no te fuiste,
mil
bendiciones te den.
Nunca
en tu vida estés triste,
quiérante todos también
como tú
mal me quisiste.
Sola
tu persona sea
la que
el cielo gozar vea
de
eterna prosperidad,
y vivas
más larga edad
que la
sibila Hecumea.
CROTILDA:
Ninfa hermosa de este prado,
sirena
que el mar ha dado
para
encantar nuestra vida,
[sois]
imagen parecida
en este
suelo humanado,
¿quién al bosque os ha traído?
¿O de
caza habéis venido
en la
enriscada espesura
con vuestra
voz y hermosura,
al
unicornio rendido?
CLODOMIRA: Los
trabajos me engendraron,
las
desdichas me parieron,
las
lágrimas me crïaron,
los
gustos me aborrecieron,
y los
hados me acabaron.
Mátame el ver que nací,
huye la
muerte de mí,
siguiendo su curso voy,
la
misma desdicha soy,
pues ya
no soy la que fui.
CROTILDA:
¿Quién te trujo aquí?
CLODOMIRA: Mi suerte.
CROTILDA: ¿Cómo
viniste?
CLODOMIRA: Forzada.
CROTILDA:
¿Quieres bien?
CLODOMIRA: Sólo a la muerte.
CROTILDA: ¿Qué
vienes buscando?
CLODOMIRA: Nada.
CROTILDA: ¿Qué te
da consuelo?
CLODOMIRA: El verte.
CROTILDA:
¿Aborreces mucho?
CLODOMIRA: Sí.
CROTILDA: Dime,
pues, ¿a quién?
CLODOMIRA: A mí.
CROTILDA: ¿Y te
aborrecen?
CLODOMIRA: Sí.
CROTILDA: ¿Quién?
CLODOMIRA: Uno que
me quiso bien.
CROTILDA: ¡Grande
mal! Tu historia di.
CLODOMIRA: Teodato Sajano es
primo
de aquesta cautiva
que en
aquesta tierra ves.
Cuando
a ser su esposa iba
di en
las manos del francés.
LABRADOR:
Gente viene acá.
CLODOMIRA:
¡Por Dios,
que me
escondas mientras pasa!
CROTILDA:
Pláceme. Seguidme vos.
PASTOR 3: Una
corte es nuestra casa.
Hermosa
mujer, ¡por Dios!
Vanse y salen CLODOBEO y un CRIADO
CLODOBEO: ¿No
los has hallado?
CRIADO: Entiendo
que en
el bosque se han perdido
buscándote.
CLODOBEO:
Ya pretendo
lo que
tengo aborrecido,
ya con
sus hielos entiendo,
ya
padezco y tengo gana.
Mas,
¿qué es esto? ¿Es cosa humana
o en
este bosque florido
a cazar
ha descendido
desde
su esfera Dïana?
Otro
Anteón seré agora.
Va saliendo CROTILDA, poco a poco
CRIADO: No es
ella, pues verte deja.
CLODOBEO:
Hermosísima señora,
con
cuya rubia madeja
el sol
sus cabellos dora,
y
por ser resplandeciente
hoy no
salió del oriente,
sino de
tus ojos bellos,
porque
oriente tendrá en ellos
los
cristales de tu frente,
Esas
aguas despeñadas,
por
losas tornasoladas,
viendo
que las almas robas,
hacen
seda de las ovas
en
madejas marañadas,
y
para que más confíes
de tu
valor, hoy las fuentes
que
bullen entre alhelíes,
viendo
tus ojos presentes,
del
arena hacen rubíes.
Mueve ya el labio encarnado
si no
es que naturaleza
con la
lengua se ha quedado
en
prendas de la belleza,
que a
tu rostro le ha prestado.
CROTILDA: Esas
lisonjas, señor,
hallarán lugar mejor
en las
cortes de los reyes
donde
interpretan las leyes
la
codicia y el favor;
pero
en esta selva cruda,
morada
de labradores,
vive la
verdad desnuda.
¿Tan
presto ofrecéis favores?
Cortesano sois, sin duda.
CLODOBEO:
Confieso ser cortesano
y aun
gané con esta mano
todo
este reino francés,
que por
pisalle tus pies
otro
nuevo reino gano.
Y
pues que aplicas verdades,
soy el
rey.
CROTILDA: Dadme licencia
no
escuchéis mis necedades,
porque
alcanzo poca ciencia
para
hablar con majestades.
Tu
atrevimiento recelo.
CLODOBEO: Detén
el ligero vuelo
de tus
plantas y seré
otro
segundo Josué
que
detenga el sol del cielo.
Si
en cada signo dorado
se
detiene el sol un mes,
para
aquí, que mi cuidado
un
signo de Cáncer es
donde
me siento abrasado.
CROTILDA: ¿Tan
presto?
CLODOBEO: Sí, que el amor
suele
ser como el dolor
que a
veces su mal dilata
y otras
de repente mata;
que esta muerte es la peor;
pero
el que tengo yo fío
que no
es amor.
CROTILDA: Yo lo creo,
porque
será desvarío.
CLODOBEO: Es a lo
menos deseo
de un
sumo bien que no es mío.
Viendo tu mucho valor
cobró
mi vista color,
un
deseo en mí engendrado;
mas
como no te ha gozado
no ha
llegado a ser amor.
En
un enfermo se vea
que
armada salud no llama
hasta
que salud posea:
lo que
se goza se ama
que lo
que no, se desea.
CROTILDA:
Respuesta a tu ingenio pido.
¿Cómo,
si verdad ha sido
que
deseas lo que viste,
no
amando lo que tuviste
deseas
lo que has tenido?
CLODOBEO: No
entiendo.
CROTILDA: Estúdialo pues.
(Galán,
bizarro y robusto Aparte
es a mi
gusto el francés...
mal
dije, no es a mi gusto
pues
que cristiano no es.)
Vase CROTILDA
CLODOBEO:
¡Bizarra dama!
CRIADO: ¡Graciosa!
Es muy
afable y hermosa
pero,
señor, ¿a qué viene
a este
bosque?
CLODOBEO: Eso me tiene
en
confusión amorosa.
Sale AURELIANO
AURELIANO:
Gracias a Dios, señor, que te he hallado.
CLODOBEO: Yo
muero por saber de todo punto
el fin
adverso o próspero que tuvo
la
causa que a Borgoña os ha llevado.
Ya
muero por saber de mi Crotilda
que
ayer la aborrecía y hoy la adoro.
AURELIANO: Señor,
como mandaste la pedimos
y él te
la ofreció de buena gana,
a ser
tu esposa con nosotros vino,
y ayer,
cuando llegamos, aquí junto
a este
umbroso bosque que agora pisas
en él
por no enojarte la dejamos,
encomendada a un labrador honrado
que
vive...
CLODOBEO:
¿Adónde?
AURELIANO: En esta casería.
CLODOBEO: Ésta
es, sin duda; ya entendí su enigma
que no
amé lo que tuve. Bien ha dicho
pues
teniéndola a ella no la he amado
y agora
he deseado lo tenido.
Ya vi
su rostro hermoso. Ella es discreta.
Queriéndola
voy. Ya sólo reparo
en lo
que aquél me dijo; mas los cielos
me
desengañan.
Hacen que se van y salen CLODOMIRA y
CROTILDA
CLODOMIRA:
Ya se fue, sin duda.
CROTILDA:
Salgamos a este prado un rato al fresco.
Sale LEONCIO
CLODOBEO: Ya
vuelve hacia nosotros. ¿Retiróse?
LEONCIO: Sí,
señor.
AURELIANO:
(Y [con ella] la cautiva Aparte
que el
alma me robó, ¡grande ventura!)
LEONCIO: (La mía
fue mayor en declaralle Aparte
mi
engaño, y suplicalle perdonase
mi
culpa, que si no, viera mi muerte).
[CLODOMIRA]: Visto
nos ha.
CROTILDA:
No importa.
[CLODOBEO]: Escucha,
advierte:
Vuestro rostro soberano
de mi
presencia huía.
Es bien
que siendo verano
se
abrevie el alegre día
poniéndose el sol temprano.
Viendo
mi pecho fïel
que no
huye sino aquél
que
aborrece, teme o debe,
advierto lo que te mueve
a ser
conmigo crüel.
Porque a mí no me has temido
que
tengo el alma vencida,
pues el
deudor no lo he sido,
luego,
¿ha sido tu huída
porque
me has aborrecido?
CROTILDA: No
ha sido, que no pretendo
imitarte.
CLODOBEO:
No te entiendo.
CROTILDA:
Aborreciste sin ver
y
entiendes que una mujer
ha de
aborrecer no viendo.
CLODOBEO: Yo
no aborrezco jamás
antes
de ver la mujer;
y pues
que culpa me das
sabe
que no quise ver
para
desearlo más.
CROTILDA:
Declaración fue galana;
mas
pues tu ingenio sutil
dificultades allana,
pregunto ¿por qué un gentil
quiere
a una mujer cristiana?
CLODOBEO:
Quiérola por su hermosura.
CROTILDA: ¿Y cómo
estará segura
la vida
y honra del rey
en
mujer que es de otra ley?
CLODOBEO: Su
nobleza me asegura.
En mi alma satisfecha
quiere
amor tener lugar,
y está
dentro la sospecha
y al
tiempo que quiere entrar
fuera
del alma la echa.
(¿Es
posible que este cielo Aparte
corrió el delicado velo
del
honor y la vergüenza?
El alma
a temer comienza,
aunque
me burló el mozuelo,
que
celos de enamorados
dan
disgusto y no deshonra;
mas como los de casados
quitan
el gusto y la honra,
aun de
burlas son pesados).
Sale AMALASUNTA en hábito de hombre
AMALASUNTA:
(Como temo, soy perdida). Aparte
CLODOBEO:
.................... [ -ida].
¿Qué
respuesta me traes?
AMALASUNTA: Buena;
que fue
prisión tu cadena
para su
alma y su vida.
CLODOBEO: ¿Es
muy hermosa, es muy bella?
AMALASUNTA:
Estimada está por tal.
CLODOBEO: (Será
tanto como aquélla. Aparte
El
remedio de mi mal
consiste en no conocella.
Tiempo de caduca edad,
pues
ves que ya me enamoro,
descubre su falsedad,
y ofreceré un viejo de oro
al
templo de la verdad).
AMALASUNTA:
Honra y luz de las mujeres,
dame
tus manos.
[CLODOMIRA]:
¿Quién eres?
AMALASUNTA: Pésame
de la pregunta.
Mira
bien.
[CLODOMIRA]:
¡Oh, Amalasunta!
¿En
todo ser hombre quieres?
[Abrázanse CLODOMIRA y AMALASUNTA]
AURELIANO:
(¿Hay tan grande desvergüenza? Aparte
Ya con
pública deshonra
quién
es a decir comienza;
que en
mujer muere la honra
cuando
enferma la vergüenza).
CLODOBEO: ¡Por
mi temido poder
que
merece muerte dura
ese
injusto proceder!
AMALASUNTA: ¿Es
delito, por ventura,
abrazar
[a] una mujer?
CLODOBEO:
¿Cómo mujer?
AMALASUNTA: Como amor
su
fortaleza y valor
en un
pecho frágil junta.
CLODOBEO: ¿Quién
eres?
AMALASUNTA:
Amalasunta.
CLODOBEO: ¡Divino
y santo favor!
Mi
alma tendrá sosiego
y tú,
cuyo rostro adoro,
y a
quien humilde me entrego,
hoy has
quedado como oro
acrisolado
en el fuego.
Dame
de tus manos una,
y será
firme columna
del
bien que el cielo me muestra.
Detén
con tu blanca diestra
la
rueda de la Fortuna.
Ya,
Crotilda, soy dichoso
pues
merezco ser tu esposo.
AMALASUNTA: ¿Cómo
esposo?
CLODOBEO:
Como Amor
su
fortaleza y valor
juntó
en su pecho amoroso.
AMALASUNTA: No
puedes, porque me has dado
tu
palabra.
CLODOBEO:
No me obliga.
AMALASUNTA: ¿Por
qué?
CLODOBEO:
Porque fui engañado.
AMALASUNTA: Harás
público que diga...
CLODOBEO: ¿Dirás
que estoy mejorado?
AMALASUNTA:
Diré...
CLODOBEO:
Mi honrada codicia...
AMALASUNTA: Diré
que si hay malicia
en la
palabra del rey,
no
tiene razón ni ley,
ni
prudencia y justicia.
Diré
que franceses son
muy
falsos y poco sabios;
y aun
vengaré tu traición
que,
aunque mujer, los agravios
dan
aliento al corazón.
Vase AMALASUNTA
CLODOBEO:
Contra mi grande poder
se ha atrevido una mujer.
Mas,
¿qué me espanto? ¡Qué digo
que es
el peor enemigo
cuando
da en aborrecer!
CROTILDA: Si
la palabra le has dado
no es
bien quebralla por mí.
CLODOBEO: Mira tú
si fui engañado,
pues
que no la conocí,
sólo tu
rostro he adorado
y el
sí de tu boca espero.
CROTILDA: Con tu
licencia primero
veré
si, como cristiana,
me es justo.
CLODOBEO:
De buena gana,
a solas
dejarte quiero.
y en
Clodomira confío.
(Que
pues ha sido su dueño Aparte
me ha
de amparar en el mío).
CLODOMIRA: Es mi
poder muy pequeño.
[CROTILDA]: El
mismo Amor es tu brío.
CLODOBEO:
Porque tu imaginación
discurre por la oración
sola te
quiero dejar.
Vanse CLODOMIRA y [CLODOBEO]. Siéntase
CROTILDA
CROTILDA: Bien
haces de dar lugar
a una
mortal confusión.
Dudo
y pierdo la paciencia.
Si me
caso, ha de durar
mi fe y
mi buena conciencia.
Aunque
en el alma ha de estar,
ha de tener apariencia.
Si
de hacerlo me desvío,
no es
menor el daño mío,
porque
un rey, ¿qué no ha de hacer
con
amor y con poder?
Dios me
alumbre en quien confío.
Ya el miedo y melancolía
sueño
engendran, ya me duermo,
los dos
vencen a porfía,
aunque
si sea en este yermo,
en
efecto es osadía.
A
ser su mujer salí,
y no estoy segura aquí,
que el
amor no guarda ley
y el
que tiene amor es rey,
mal le
ha de guardar de mí.
Sale arriba una FIGURA con unas barbas muy
largas
FIGURA:
Crotilda, no te entristezcas
que el
cielo santo ha querido
casarte
con Clodobeo,
miedo y
terror de este siglo.
Aunque
agora no es cristiano,
los dos
seréis el principio
de la
religión de Francia,
flor de
todo el cristianismo.
Santos
tendréis descendientes,
................ [ -i-o]
emperadores del mundo,
pontífices y arzobispos.
Y
aunque es imagen de muerte
el
sueño, Dios ha querido
que en
el aparente veas
que el
dueño que te ha ofrecido
te
importa; que por esposo
elijas,
pues te ha escogido
el cielo, y por tu ocasión
ha de
recibir bautismo,
pues
que casada con él
de
príncipes infinitos
has de
ser, Crotilda hermosa,
el
origen y principio.
Y yo,
que de estos sucesos
con
orden de Dios te aviso,
me
vuelvo que soy el alma
de tu
padre Quilderico.
Vase la
FIGURA
CROTILDA:
¿Padre? ¡Padre, escucha, espera!
No me
dejes de esa suerte,
irme contigo quisiera.
Aunque
eres sombra de muerte,
no
huyas, visión ligera.
Poderoso Carlo Magno,
Filipo,
dadme la mano.
¡Válgame Dios tal trofeo!
¿Es mi esposo Clodobeo?
¿Es
posible eres cristiano?
Sale CLODOMIRA
CLODOMIRA:
¿Dormida habla de esa suerte
tu
alteza?
CROTILDA:
¿Estaba dormida?
CLODOMIRA: Y en
sueño profundo y fuerte.
CROTILDA: Imagen
fue de mi vida
el
sueño y no de mi muerte.
Salen CLODOBEO, AURELIANO y un CRIADO
CLODOBEO: Ya,
Crotilda, en tu presencia
espero
alegre sentencia
en
premio de mi esperanza.
Ya me
trae la confïanza
al
altar de tu clemencia.
CROTILDA: Ya
no es tiempo que más huya
de
ofrecerme a tu servicio,
y con
esto se concluya.
Doy el alma en sacrificio
a las
aras de la tuya.
CLODOBEO: Si
de méritos soy falto,
¿cómo
me sube tan alto
mi
felicísima suerte?
O dasme
dulce la muerte
con
gusto o con sobresalto.
Merezca tus manos ya.
Goce
esta gloria mi alma.
CROTILDA: Pues
que merecida está,
tuya
soy.
CLODOBEO:
Aquesta palma
amor
por premio me da.
AURELIANO: A
buen tiempo vuelvo a verte,
cautiva
hermosa, y confío
resucitar de mi muerte,
pues
amor menor que el mío
se
premia de aquesta suerte.
Mil
siglos ha que mi mal
espera
suceso tal.
CLODOMIRA: ¿Tan
larga vida has gozado?
AURELIANO: La vida
de un desdichado
siempre
parece inmortal.
Tocan cajas. Sale
AMALASUNTA a caballo con una
lanza y adarga
AMALASUNTA: Si
una mujer es temida
de quien ofendida ha sido,
yo
vengo, rey, ofendida
más en
haberte querido
que en
ser de ti aborrecida.
Al
campo te desafío
y
porque el ánimo mío
tal
agravio no consiente,
barre
en tu sangre caliente
de esta
lanza el hierro frío.
De
esta cadena quisiera,
por
poder la muerte darte,
del
falso cuello colgarte;
mas por venganza más fiera
en
guerra quiero matarte.
Nadie te ofrezca tributo
ni en
tu mujer tengas fruto;
no mueve de hoy más las alas
tu corazón y por galas
Francia arrastre largo luto.
El
buho y corneja canten
pronosticando tus males,
sombras confusas te espanten
y en lugar de arcos triunfales
negros túmulos levanten.
Pues a traidores enseñas,
obren contra ti las peñas
mil peligros con desastre.
Traidor caballo te arrastre
por esas ásperas breñas.
Nunca tengas mujer cuerda,
tus hechos en sueños pasen,
y la memoria se
pierda.
Rayos de fuego te abrasen.
Mala víbora te muerda.
CLODOBEO:
Muerte le daré, ¡por Dios!
Mas es mujer y con celos.
¿Qué decís, Crotilda, vos?
CROTILDA: Que nos
den los santos cielos
su
alegre edad a los dos.
Todos te rindan tributo.
Goces
de un eterno fruto.
Vuelvas
siempre como de antes,
alegre
en carros triunfantes.
Nunca
en tu casa haya luto.
Y a los cielos santos ruego
te den reinos por sosiego
y en
llegando a la vejez
vuelvas
al mundo otra vez
para
ser inmortal luego.
FIN DEL SEGUNDO ACTO