ACTO TERCERO
Salen
unos MÚSICOS tañendo y CLODOBEO
y CROTILDA. Está
puesta un estrado y siéntanse
CLODOBEO: Por
reclinarme en tus faldas,
Crotilda, en bajo me siento
aunque
así no estoy en bajo
pues
que estoy junto a tu cielo.
Prosigue, pues, que te escucho.
CROTILDA:
Prosigo, mi Clodobeo,
que yerras en ser gentil.
CLODOBEO: ¿Y tú
en ser cristiana?
CROTILDA: Acierto.
Los ídolos que tú adoras
son estatuas de hombres muertos
que en las memorias del
mundo
por sus
cielos son eternos.
Si
Marte fue un homicida,
y fue
adúltera una Venus,
si Juno
fue una envidiosa
y
Júpiter un soberbio;
si fue
Saturno un crüel
y Mercurio un lisonjero,
y Baco
un hombre vicioso,
¿por
qué razón dioses fueron?
¡Si
para cumplir sus gustos
afirma
el vulgo que hicieron
transformaciones extrañas
y fueron éstos los medios
en que ellos han cometido
muchos vicios y adulterios!
Pues en razón natural
no dirá el hombre
discreto
que
esos pudieran ser dioses
si dejan malos ejemplos.
CLODOBEO: No vituperes, Crotilda,
los dioses a quien ofrezco
víctimas y sacrificios.
Músicos, volved por ellos.
Canten
MUSICOS: "Permitid, sagrados dioses,
que asista el grave Himeneo
en la
unión de estos dos reyes,
perpetua a pesar del tiempo."
CROTILDA: Si en
once cielos hermosos
sólo
hay un sol; si en un reino
por
conservarlo, hay un rey;
y una
cabeza en un cuerpo;
si en
la fábrica compuesta
de este
hemisferio hay un cielo,
¿cómo pueden ser dos dioses?
Considera, señor, esto:
quien
dice Dios, dice un ser,
una
igualdad y un gobierno,
una
voluntad inmensa,
una
causa y un efecto.
Es su
esencia sin principio
y en el
principio era el Verbo
que
siendo Dios lo hizo todo,
y sin Él no hay nada hecho.
Un Dios crïó lo que has
visto
porque
ser dos no pudieron;
porque
Dios es sin igual
uno en
esencia y eterno.
Vuelve, señor, esos ojos
que a mí me sirven de espejos,
porque en la imagen de
Cristo
hallarás el bien perpetuo.
Este
sol salió a las doce,
y a las
tres se nos ha puesto.
El oriente se pone
de su
glorioso madero;
para
redención del mundo
verás
al manso cordero
entre
dos bestias nacido,
y entre
dos ladrones muerto.
Con la
cabeza inclinada
está
llamando y diciendo:
"Entrad por este costado,
hijos
amados, al cielo."
En alto
está para todos
y con
los brazos abiertos
clavado
que huír no puede,
sin
escuchar nuestros ruegos.
Rey es,
mi señor, miradle.
CLODOBEO: De mi
sangre degenero
si dejo a los dioses santos.
Músicos, volved por ellos.
Canten. Sale AURELIANO
AURELIANO: Deja,
magnánimo César
regalos y pasatiempos;
que aunque son justos te llaman
otros mayores sucesos.
De decirle tu embajada
al rey de Borgoña vengo.
El
reino pedí en tu nombre
como es
tuyo de derecho.
No
quiere con su repuesta
satisfacer tu deseo.
Lo que
pretendes te niega
vanaglorioso y soberbio.
Levanta el famoso brazo
con que
al mundo has dado miedo
y
conozcan tu presencia
los que
ya tu fama oyeron.
Dale
muerte al de Borgoña
pues al
padre tuvo preso
de la infanta, mi señora,
no te
dé piedad el deudo.
El
sabio Eurípides dice
que si
por algún suceso
las leyes se han de romper
sea por ganar un reino.
¡Guerra,
guerra, Rey de Francia!
Así el
laurel verde y tierno
que
ciñe tu sacra frente
produzca flores sin tiempo,
y así las damas de Francia
te derramen pomos llenos
de mil
süaves olores
y de los persas ungüentos.
Levántase [CLODOBEO]
CLODOBEO:
¡Guerra, guerra Francia!
¡Francia,
llama
sus hijos soberbios,
que
espanten el ancho mundo
pues
que son rayos de fuego!
No
quede casa en Borgoña
que con
muerte de su dueño
o en
sangre no se sepulte
o resuelvan en humo negro.
¡Guerra, guerra!
CROTILDA: Escucha, advierte,
que es
el primer movimiento.
No
vayas tras de su curso.
Refrena, rey, tus intentos.
Mira
que es mi amada patria
y si al
rey matas con ellos,
derramarás
con su sangre
la que
en estas venas tengo.
Vuelve,
señor, a mis brazos
que en
irte de ellas sospecho
que no
me tienes amor.
Tórnase [CLODOBEO] a sentar
CLODOBEO:
Crotilda, a tus brazos vuelvo.
AURELIANO: (Con el
amor de su esposa Aparte
el ocio
va apeteciendo.
Yo le
incitaré a la guerra
aquel
valeroso pecho.)
Vase [AURELIANO].
[Vuélvese a salir] AURELIANO
con un TAMBOR con su caja
TAMBOR:
¿[Toco]?
AURELIANO:
Toca a recoger.
Tocan
CLODOBEO: Con tal
música me alegro,
los
soldados se recogen.
Crotilda, a tus faldas dejo.
Levántase con furia y toma la maza y
dice
¡Guerra, guerra Francia! ¡Francia
a
recoger tocad luego.
Mis
ejércitos se junten
que a
Borgoña ganar quiero.
CROTILDA: ¡Rey,
esposo, señor mío!
¡Ah,
patria, cuánto te debo!
Músicos, cantad, tañedle,
alegradle, entretenedlo.
Tornan a tocar las cajas y luego cantan
MÚSICOS:
"Si hay con regalos del alma
amorosos pensamientos
que
será cuando las obras
correspondan al deseo,
Amor,
tus fuerzas....
.................... [ -e-o]."
Vase a entrar CLODOBEO y a la puerta
detiénese a oír la música, y vase AURELIANO,
y como
iban delante, quédase CLODOBEO y échase en
las
faldas
CLODOBEO: ¿Qué me
importan nuevas tierras
si
tantos regalos tengo?
Esta
guerra hace despacio.
Crotilda, a tus brazos vuelvo.
Torna a salir AURELIANO y el TAMBOR
AURELIANO: ¡Ah,
regalo, cuánto puedes!
Tú
acabas en un momento
lo que
nuestra edad apenas
puede
consumir el tiempo.
Tocad,
Tambor, a marchar.
CLODOBEO: Crotilda,
tus brazos dejo.
¡Guerra, guerra Francia!
¡Francia,
marche
mi ejército luego
porque
soy la luz del mundo
y con tal amor me enciendo!
Tocan. Tórnanse a
entrar AURELIANO y el
TAMBOR. Va a
entrarse CLODOBEO y desde la puerta escucha los
músicos y detiénese
CROTILDA: Mira,
señor, que es mi tío
el rey
que está en su gobierno.
Músicos
cantad, tañedle,
rogadle
que torne luego.
CLODOBEO: ¿Cómo
dejaré a mi esposa
por cuyos amores muero,
por ganar reinos extraños?
Crotilda, a tus brazos
vuelvo.
Éntranse los atambores.
Sale LEONCIO
LEONCIO:
Invencible rey de Francia
a cuyo
invencible pecho
le
pagan reinos extraños
parias
y tributo inmenso,
sin
temor de tu grandeza
hoy te
han perdido el respeto
el godo
y el alemán
del plateado cabello.
Con
Alarico, rey godo,
tus
tierras va destruyendo
la
atrevida Amalasunta,
más que
mujer en sus hechos.
Apellidando venganza,
por
Francia va descendiendo.
los
fuertes va derribando
y
cabeza de los cuellos.
Si con
el poder de Francia
no
acudes luego al remedio,
Paris
no estará seguro
ni tu
podrás defendello.
Divisen
tus estandartes
tremolando con el viento.
De tus
armas y atambores
oigan
siquiera el estruendo;
que
apenas habrán sentido
que tú
sales contra ellos
cuando
querrán de Atalanta
tener
el curso ligero.
CLODOBEO: ¿Una
mujer contra mí?
Pero a
los dioses excelsos
con sus
eternas deidades
los
gigantes se tuvieron.
Al arma
toquen en Francia
y es
justo que tenga miedo
de una
mujer enojada,
con
envidia, enojo y celos.
Escarmiente en él de Troya
en la
peste de los griegos,
en la
desgracia de Turno,
en el
fin de Tulio Serulo,
en la
muerte de Tarquino,
y de
Sansón el suceso,
de
quien sólo las muertes
la
causa y principio fueron.
Vase [CLODOBEO]
CROTILDA: Si hay
sangre goda en mis venas
seguir
sus pisadas quiero.
No ha
de haber [menos] valor
en mi
generoso pecho.
Las
invictas Amazonas
principio a mi sangre dieron.
Déjame,
que sola salga
a
entrenar su atrevimiento.
Vanse, y tocan las cajas y armados salen ALARICO y
AMALASUNTA
AMALASUNTA:
Toma, Alarico, tu lanza;
que a
la fuente enriquecida
de tu
valor y pujanza
como
una cierva herida
vengo
con sed de venganza.
Si
la ofensa me da bríos,
Francia
esta vez se aniquila,
y
honraré estos brazos míos.
Como en
Roma Muciosila,
han de
hacer de sangre ríos.
ALARICO: Con
famoso rey compites.
AMALASUNTA: Ya tú
me lo permites.
De su
cabeza he de hacer
un
vaso, para beber
en mis fiestas y convites.
ALARICO: De
esta vez puedo afirmar
que es
más posible parar
un
águila muy ligera,
un
caballo en la carrera,
un
delfín cortando el mar,
el ímpetu
desfrenado
del
ciervo, y es de temer
un rayo
precipitado
que el
valor de una mujer
una vez
determinado.
Para
probar tu valor
fuerte
pinté a tu enemigo.
Acomete
sin temor,
pues
que llevas hoy contigo
este
brazo vencedor.
AMALASUNTA: Su
sangre verás vertida
que soy
víbora ofendida.
La
palabra que le di
hace tal efecto en mí
que
ella me quita la vida.
Tigre soy, que al viento alcanza
y con
materna afición
he de
seguir la venganza
de mis
hijuelos, que son
el honor y confïanza.
ALARICO: Ya,
Francia, echada es la suerte.
Marche
el ejército fuerte
al son
del sonoro parche.
Tocan
TODOS: ¡Marche
el ejército, marche!
AMALASUNTA: Antes
di, ¡marcha la muerte!
Vanse todos y queda sola AMALASUNTA y sale
TEODATO
TEODATO:
Aunque es tu nombre temor
de
franceses inhumanos,
aquí
tienes el favor
de
quien mataron tus manos
y
resucitó tu amor.
Si
entre tus gentes me admites,
y la
vida me permites,
serás,
señora, servida
de uno
que volvió a la vida
para
que tú se la quites.
Espántase AMALASUNTA
AMALASUNTA:
Espíritu de varón,
el más
valiente y supremo
a quien
maté sin razón,
por mi
delito te temo
pero no
por ser visión.
Si
del cielo adonde estás
venido
a vengarte has
de este
brazo bravo y fiero,
déjame
vengar primero
y luego
te vengarás.
Ya
sé que bien me quisiste
pues ha
salido verdad
lo que
entre los dos dijiste
y pues
de tu eternidad
a tan
buen tiempo viniste.
Por
Marte, a quien satisfago,
y por
el cielo sagrado
me
digas, si no es exceso,
si he
de tener buen suceso
en la
venganza que hago.
Muda el tono TEODATO
TEODATO:
(Pues por muerto me ha tenido, Aparte
seguro
puerto tendré
de lo
bien que la he querido).
Yo,
señora, lo diré
pues
que ya me has conocido.
Un
príncipe poderoso
al
francés vanaglorioso
dará la
muerte crüel;
y si te
casas con él
ganarás
triunfo famoso.
Éste
vendrá disfrazado
pero
conocerle tienes,
en que
ha de andar a tu lado
y ha de
coronar tus sienes
y éste
será el desposado
que
te merezca gozar.
(Así la pienso engañar). Aparte
Vase [TEODATO]
AMALASUNTA: Alma
santa, ¡espera, espera!
¡Mi
victoria es verdadera!
¡Toca,
tambor, a marchar!
Vase AMALASUNTA y sale CLODOBEO vestido como en la
primera jornada y algunos con él. Salen CROTILDA, con un
bastón, y CLODOMIRA, con un estandarte, LEONCIO,
AURELIANO
y un CRIADO tocando a marchar
CLODOBEO: Con
escuadra tan hermosa
hoy
seremos vencedores,
y
pésame de una cosa:
que los
mataréis de amores
y es
dalle muerte sabrosa.
Éstos que nos dan enojos
den las
vidas en despojos
a los
franceses ufanos.
Yo
mataré con las manos
y
vosotras con los ojos.
No
vio la gente amazona
entre
sus armas y galas
tal
gloria por mi corona
que
cede a una diosa Palas;
pero,
mi vida, perdona.
Que
viendo a ti mi estandarte
y a ti
el bastón de ese arte,
y entre
las dos mi valor,
ni
sabrán si es Marte amor
ni se
mata de amor Marte.
CROTILDA: Este
bastón de derecho
me
viene, y nadie se asombre
si tu
general me has hecho
porque
es mi ánimo de hombre,
pues te
llevo a ti en mi pecho.
Aunque en viéndonos dirán
los que
esta guerra nos dan
que
peleas con razón
pues
solas mujeres son
tu
alférez y capitán.
CLODOBEO: No
podrán decir que ha sido
su
general una dama,
mas que
del cielo ha venido
a
coronarte la Fama
antes
de haberlos vencido.
AURELIANO: Y
yo, Clodomira, digo
que el
llevarte a ti conmigo
será mi
mayor corona.
Sale un CRIADO
CRIADO: El
conde de Barcelona
ha
llegado.
CLODOBEO:
¡Grande amigo!
Tocan cajas y chirimías.
Sale el CONDE de
Barcelona
CONDE: Dame
tus pies.
CLODOBEO: No es razón
a quien
ha tenido fe
conmigo
en esta ocasión.
................. [ -é]
................. [ -ón].
CONDE: Los
del capitán hermoso
besaré
por ser dichoso.
CROTILDA: Por
daros vuestro lugar
el
pecho me importa dar.
CONDE: Quedaré
ufano y glorioso.
CLODOBEO:
¿Viste al Godo?
CONDE: Certifico
que la
gente de Alarico
es sin
número.
CLODOBEO:
La mía
es muy
poca.
CONDE:
Mas fía
en tu
pecho fuerte y rico.
Con
ejército pequeño
se hizo
Alejandro dueño
del
poder de su contrario
y el
ejército de Darío
fue
pintura, sombra y sueño.
Ejército de gigantes
con
caballos y castillos
en
espaldas de elefantes
suele a
veces destrüillos
el orden de cien infantes.
Vencedor te considero.
Acomete
al godo fiero
con
presteza y ten memoria
que es
parte de la victoria
el
acometer primero.
AURELIANO: Como, señor, te suspendes
siendo
fuerte sin segundo,
a tu
valor mismo ofendes
si de
Italia y todo el mundo
la
sujección no pretendes.
De
tus contrarios te venga.
Derriba al rey por el suelo
y haz
que su curso detenga;
y pues
tiene un sol el cielo
sólo un
rey el mundo tenga.
CLODOBEO: Por
el cristal de ese río
pase el
ejército mío
que sólo me habrá pesado
si al
pasar del otro lado
no le
abrasa el fuego mío.
Tocad luego a acometer,
y esta
batalla que ofrezco
desotra
parte ha de ser
de ese
río a quien parezco
que
atrás no puedo volver.
Pasemos de la otra parte
y
tremola mi estandarte,
¡por
Marte, y por Cristo vos!
CROTILDA: Ese
marte sólo es Dios,
que es el verdadero marte.
Tocan. Vanse,
tocando a marchar, y de dentro dice
ALARICO
ALARICO: Ya
pasan con arrogancia
a que
cortemos sus cuellos
los
franceses sin constancia.
UNOS: ¡Apriesa,
a ellos, a ellos!
CLODOBEO:
¡Cierra, Francia! ¡Cierra
Francia!
Sale ALARICO
ALARICO: ¿Es
posible que pueden los franceses
resistir a los golpes de estos brazos
a quien
el mundo reverencia y teme?
¿Sabéis
como me llaman Alarico
y de
los godos soy el rey famoso?
Sale AURELIANO
AURELIANO: Sabemos
que tu muerte vas buscando.
ALARICO: Pues
agora sabréis cuanta es mi fuerza.
Vanse acuchillando y salen TEODATO y
AMALASUNTA
TEODATO: A tu
lado tendrás, Amalasunta,
un
pecho que te adora y te defienda
aunque
hasta agora no me has conocido.
AMALASUNTA: El
favor agradezco, caballero.
[Éntranse] y sale CLODOBEO tras unos
soldados
CLODOBEO: ¡Oh,
bárbaros altivos y arrogantes!
¿Contra
mi gran poder os atrevisteis?
Pedazos
he de haceros en mis brazos.
SOLDADO: Eres
rayo, eres monstruo.
CLODOBEO: Soy la furia
que del
lago infernal viene a vosotros.
Éntranse y dice de dentro
ALARICO
ALARICO:
¡Acometa el ejército sin orden,
pues
que hay pocos franceses, mueran todos!
TODOS: ¡Viva,
Alarico el rey.
ALARICO: ¡Victoria, godos!
Sale CLODOBEO con un escudo quebrado
CLODOBEO: ¡De qué
sirven las fuerzas de estos brazos
y ser
el ánimo invencible de este pecho?
¿De qué sirven los golpes de esta maza?
¿De qué
sirve el espanto de mi nombre
si con
él me acontece lo que Alcides
con la
[hidra que al] querer cortar un cuello
para
uno que se cortan, nacen siete?
¡Oh,
gran temeridad de los franceses!
Mas
temerario ando en esta guerra
que en
el infierno anduvo el gran Teseo.
Sale CROTILDA y quédase a la
puerta
CROTILDA: No
invoques a los dioses, Clodobeo.
Al
verdadero Dios adora y llama
que el
número y sin número de godos
la flor
de Francia corta y aniquila.
CLODOBEO: ¡Ay,
Francia, que hasta agora terror fuistes
del
mundo universal! ¿En qué miseria
te ha
puesto el temerario pecho mío?
¡Ay,
Francia! Mas ¿qué digo? ¡Ay, padres tristes
viva el
francés! No importa que lo diga,
pues
que vienen mil godos contra uno.
¡Ay, escudo, a qué tiempo me has faltado!
Y
borradas mis armas, ¡mal agüero!
Eterno
Dios a quien mi esposa adora,
pues
que sois la justicia y fortaleza,
ayudad
al francés que yo os prometo
que apenas habré visto la
victoria
cuando
creyendo en vuestro ser inmenso,
por
vuestro me apellide y sea cristiano,
y que
cristiana sea toda Francia
haré,
sin que gentil jamás consienta.
Un
reino ganarás, Dios verdadero,
por la
victoria que ganar espero.
Aparécese un ÁNGEL con un escudo,
pintadas en él tres flores de lis, de oro
ANGEL:
Aunque tan pocos venís,
volveréis
con más jactancia
vencedores a París,
y tenga
por armas Francia
estas
tres flores de lis.
La
ley del Divino Coro,
con
valor, celo y decoro
defenderás desde hoy,
y así
por armas te doy
campo
azul y flores de oro.
Toma el escudo [CLODOBEO] y desaparécese el
ÁNGEL
CLODOBEO: Si
el cielo todo se espanta
de que
tan rico me nombras,
inmensa
es tu gloria santa
pues
las vislumbres y sombras
han
dado a mis ojos tanta.
Santo escudo, prenda cara,
tu
venida me declara
mi
salvación, mi consuelo;
porque un escudo del cielo
golpes
de infierno repara.
Y
siendo mi Dios así,
yo debo
por muchos modos
daros
las gracias aquí
que
once hiciste para todos
y éste
sólo para mí.
Como
estáis muerto de amores
por
todos los pecadores,
y de mí
os enamoráis,
como
galán me enviáis
un
ramillete de flores.
¿Quién duda que en vuestro coro
jardines santos habrá?
Mas,
decidme, Dios que adoro,
la
fruta, ¿de qué será
si las
flores son de oro?
Ya
no habrá quien me resista
que yo
de decir desista;
que
vos, Señor, sois sin fin
y la
fruta del jardín
dais a
comer por la vista.
Mas
ya mis brazos fieles
los
lirios han de trocar
en
encarnados claveles
con
sangre que han de sacar
de
aquestos godos infieles.
Ah,
mi Crotilda, ¿aquí estás?
¿Por
qué un abrazo no das
a quien
has hecho cristiano?
Mete en
mi pecho la mano
si a tu
Dios buscando vas.
Ya
bien podemos tener
hijos
los dos. Bien he visto
que
hasta aquí no pudo ser
que nos
diese fruto Cristo
a
medias con Lucifer.
CROTILDA:
Eterno Dios, obra es vuestra.
CLODOBEO: Grande
ejército demuestra
pero la
victoria es mía.
CROTILDA: Decir
puedo con María
que
dais poder a mi diestra.
CLODOBEO: Hoy
en el pueblo cristiano
el día
de San Martín
por mi
devoto le gano.
CROTILDA:
Poderoso Dios, al fin
es obra
de vuestra mano.
Éntranse por una puerta y toquen a rebato y
salgan por otra puerta huyendo los [SOLDADOS] godos y CLODOBEO
tras ellos
CLODOBEO: Hoy
habéis de ser despojos
de la
muerte.
SOLDADO 1:
No lo dudo,
rey,
enfrena tus enojos.
SOLDADO 2: Rayos
arroja este escudo
que nos
deslumbra los ojos.
CLODOBEO: El
que vence es Dios eterno,
y yo
justicia administro
de su
poder sempiterno.
SOLDADO 3: Huyamos
porque es ministro
de las
furias del infierno.
Mételos a cuchilladas y quédase
allí y sale el CONDE pasado con dos saetas y un escudo
blanco en la mano
CONDE:
Vengo, señor, de matar
tan
fatigado y sangriento
que me
ha faltado el aliento
para
poder pelear.
No
me aflige ni da pena
ver mi
sangre helada y fría
que por
esta mano mía
he
vertido mucha ajena.
Dame, pues, algún blasón
que
este escudo traigo en blanco
para
que te muestres franco
con
toda mi sucesión.
Moriré con esto ufano
y será
grande corona
de
Aragón y Barcelona
tener
armas de tu mano.
CLODOBEO: De
estas flores que los cielos
me han
presentado, una os diera
pero,
Conde, no quisiera
daros
con dárosla celos;
que
el que gloria me promete
me dio
en flores la esperanza
y será
mala crïanza
deshacer el ramillete.
Mas,
pues, sangre vertéis ya
por dar
a Francia favores,
no será
el blasón de flores
pero de
sangre será.
Y de
esta vuestra que pudo
ver
vuestras obras perfetas
señalaré cuatro vetas
en el
campo de ese escudo.
El
mundo dirá después
en
cuanto alumbrare el sol
que
ésta es sangre de español
derramada a lo francés.
El
cielo que nos gobierna
que es
honroso blasón sabe,
y
aunque el linaje se acabe
vuestra
sangre será eterna.
Y de
suerte derramáis
vuestra
sangre hermosa y bella,
que por
vivir más con ella
a este
escudo la prestáis.
[CONDE]:
Honrado blasón me das,
y pues con sangre te esmalta
si para
pintarla falta,
yo
quiero volver por más
Y
así dirá Barcelona
que le
ha costado interés.
CLODOBEO: ¡Ah,
español aragonés!,
¿quién
te diera una corona?
Sale ALARICO
ALARICO:
¿Quién es el rey Clodobeo?
CLODOBEO: Yo, que
mi nombre publico.
ALARICO: ¿Sabes
que soy Alarico
y que
matarte deseo?
¿Sabes como he dado asombros
hasta el infierno profundo
y que
las fuerzas del mundo
estriban sobre estos hombros?
¿No
sabes que rayo airado
el
fuerte español me llama
y que
da voces mi fama
desde el astro al polo helado?
CLODOBEO: Sé
que como mal cristiano
en la
fe de Jesucristo,
mezclar
errores te han visto
en la
secta de Ariano.
Y sé
que con estos brazos
te he de dar agora muerte.
Quiebra la maza CLODOBEO al primer golpe
ALARICO: ¡Fuerte
espada!
CLODOBEO:
No es muy fuerte
pues no
te hizo pedazos.
Mas
pues tú, bárbaro godo,
siendo Hércules Clodobeo,
te
atreviste como Anteo,
acabarás de este modo.
Ásense a brazos
ALARICO: A un
monte abrazas. Disponte
a
morir.
CLODOBEO:
No dispondré
que con un ascua de fe
se
puede abrasar un monte.
ALARICO: Soy
un muro.
CLODOBEO: Yo soy rayo,
que
hiere con más violencia
donde
halla más resistencia.
ALARICO: Yo me
ahogo y me desmayo.
¡Tus
brazos me han de ahogar!
Hace que se ahoga y déjale junto a la
puerta
CLODOBEO: Son
brazos de mar profundo
que el
hombre es pequeño mundo
y en el
mundo ha de haber mar.
ALARICO: ¡Ay!
CLODOBEO:
Ya es muerto. Aquí lo llevo
porque
su gente le vea
y
espanto de todos sea.
AURELIANO: ¿Tienes
ya espíritu nuevo?
Sale AURELIANO
CLODOBEO: Pues
falta capitán
a su
gente, acometamos.
AURELIANO: ¿Y tus
armas?
CLODOBEO:
Estos ramos
una
maza me darán.
Un
tronco desgajaré
que no
he menester espada
para
gente acobardada.
AURELIANO: ¡Grande
valor! ¡Grande fe!
Vase AURELIANO.
Tocan chirimías y sale SAN
MARTÍN arriba con una espada
SAN MARTIN: Yo
soy Martín, Clodobeo,
que
celebrando mi día
tus
llantos y voz oía,
tu
devoción y deseo.
Y,
pues que por abogado
hoy a
mí me has escogido,
esta
espada te he traído
que es
digna de tal soldado.
En
otro tiempo, yo mismo
me ceñí
la que te doy.
Págamela con que hoy
tomes
agua del bautismo.
Dale la espada y vase
CLODOBEO:
¿Quién en aquesta edad nuestra
tal
bien mereció de vos?
Mi bien
cumplido se muestra
que
para escudo de Dios
me
faltaba espada vuestra.
Sale LEONCIO
LEONCIO: La
gente se desordena
y a la
ciudad de Viena
se van
retirando todos.
CLODOBEO:
Sigamos, pues, a los godos.
¡Arma! [¡Seguid!]
LEONCIO: ¡Norabuena!
Vanse y salen huyendo dos o tres SOLDADOS
SOLDADO 1: A la
fuerte ciudad nos recojamos,
pues
tan trágico fin tuvo la guerra
que no
pudo un ejército copioso
vencer
a ese francés.
SOLDADO 2: Falta Alarico.
También
Amalasunta no parece.
SOLDADO 3: Entre
la gente goda queda, que ya viene.
¿Qué
podremos hacer sino apartarnos
en el
alcázar de la gran Viena?
¡Ah, de
los muros fuertes! ¡Ah, soldados!
El
ejército viene retirándose,
y
nosotros a avisar hemos venido.
Que las
puertas abráis.
Asómase al muro un SOLDADO
SOLDADO 4: ¿Viene Alarico?
SOLDADO 2: Murió
por nuestro mal.
SOLDADO 4: ¡Oh, gran desdicha!
Luego nos cerca el grande Clodobeo
por
cobrar la ciudad que le ganamos.
SOLDADO 1: Abrid
las puertas porque cerca suenan
ya las
trompetas y francesas cajas.
SOLDADO 3: ¡Ah,
suceso infelice! ¡Ah, dura suerte!
¡Ejemplo de Fortuna varïable!
¡En
nada el corazón del hombre acierta!
SOLDADO 1: ¿Ya no
abren?
SOLDADO 2:
Cielo es esta puerta.
Éntranse y salen el CONDE, CLODOBEO,
LEONCIO, CROTILDA, y otros
CLODOBEO: Las
puertas les abrieron. No pudimos
alcanzar esa gente fugitiva.
CONDE: El
temor les prestó veloces plantas.
CLODOBEO: Cerco
pondremos, y aunque más resista
o por
hambre o por sed han de entregarse
con la
ciudad, que un tiempo ha sido mía.
Mas,
¿qué espero trayendo tales armas?
Romped
las puertas.
Sale CROTILDA en el muro con la espada
CROTILDA: Valerosa espada,
si con Cristo partir capa supiste
parte
murallas hoy con los franceses
que a
tu dueño también le cabe parte.
CONDE: El muro
tiembla todo. ¡Oh, Santo Cielo!
Cáese un lienzo del muro
CROTILDA: La muralla
se inclina humilde al suelo.
¡Prodigios y milagros no pensados!
¡Hazañas y favores nunca oídos!
¡Alabado, mi Dios, mil veces sea!
¡Bendito vuestro nombre entre las gentes!
CLODOBEO: Entremos
a gozar de esta victoria
y al
momento imagino bautizarme;
y si
vasallo mío no me imita
salir
tiene de Francia desterrado.
CONDE: Vuestra
es, inmenso Dios, tan gran victoria.
TODOS: ¡Victoria!
Éntranse todos diciendo "victoria" y salen
CLODOMIRA y AURELIANO
CLODOMIRA:
Gente viene hacia nosotros
y de
los godos parecen.
AURELIANO: A buena
ocasión se ofrecen.
Morirán
como los otros.
Escóndete.
Escóndese y salen TEODATO con una corona de
laurel en la mano y AMALASUNTA
TEODATO:
Este laurel,
aunque
hasta aquí no has vencido,
te he
de poner porque has sido
tan ingrata como él.
AMALASUNTA:
¡Ingrata yo! ¿De qué suerte?
TEODATO: Porque
como tigre brava
a un
hombre que te adoraba
en
Francia le diste muerte.
AMALASUNTA: Yo
lo hice, pero ya
vivo
tan arrepentida
que
mujer agradecida
más que
yo no se hallará.
Y de
haberme acompañado
a mi
lado en las batallas
tan
obligada me hallas
que
serás mi desposado.
(Sin
duda es el caballero Aparte
que me
dijo Teodato).
AURELIANO: Sal,
señora, con recato
que
cautivarlos espero.
¡Dense o mueran!
AMALASUNTA: ¿De qué suerte
se han
de dar los que primero
rindieron al godo fiero
dándoles furiosa muerte?
CLODOMIRA: Al
fin, al fin has llegado,
traidor
ingrato y esquivo,
a ser
esclavo y cautivo
de las
manos que has atado.
En
una cosa este pecho
dirá el
mundo agradecido
en que
a pagarme has venido
el mal
que me tienes hecho.
TEODATO:
Clodomira, yo confieso
que te
he dejado ofendida,
mas yo
podré con la vida
pagarte, pues soy tu preso.
AURELIANO:
¿Amalasunta hermosa,
presas
vuestras manos bellas
de las
mías?
AMALASUNTA: Y por ellas
soy
cautiva venturosa.
AURELIANO: Pues
con esto buen intento
la vida
de quien recibo,
aquí
tenéis un cautivo,
mi
Clodomira os presento
porque
esta presa no es
para
valor tan pequeña.
AMALASUNTA: Pues
sois, señora, mi dueño
quiero
besaros los pies.
CLODOMIRA: ¡Oh,
Amalasunta gallarda!
Vuestra
soy si lo merezco
y en
señal de esto os ofrezco
al que
fe y amor os guarda.
El
que quisisteis matar
cobró
en mis manos salud.
Matólo
la ingratitud
y
volvió a resucitar.
Ya
Teodato está delante.
Premiarle su amor podrás
y así
te convertirás
en un
rubí de diamante.
AMALASUNTA:
¿Vivo estás?
TEODATO: Sí, y admirado
del
fruto de Clodomira
que mi ingratitud me admira.
Su
clemencia me ha espantado.
CLODOMIRA:
¡Ea! Desposaos con él
y
agradeced su pasión.
No
ciñáis el corazón
con la
fuente del laurel.
Yo al famoso Aureliano
que se
casó Teodato,
si he
de olvidar a un ingrato
te doy
de esposa la mano.
AURELIANO:
Dichoso yo dos mil veces.
¿Quién
tan feliz pudo ser?
AMALASUNTA: Lo
mismo quiero yo hacer
pues
que también me mereces.
Tuya
soy.
TEODATO:
¡Oh, gran ventura!
......................
......................
.................... [ -ura].
Sale LEONCIO
LEONCIO: ¡Oh,
Clodomira famosa!
De
parte de Clodobeo
vengo a
buscarte.
CLODOMIRA: Ya veo
que en
todo soy venturosa.
LEONCIO: En Viena
ha sucedido
un caso
que pienso yo
que ni
la fama lo oyó
ni el
dorado sol lo vido.
Prometió de ser cristiano
el rey
y dalle favores:
un
escudo con tres flores
bajó
del cielo a su mano.
Bautizarse agora quiso
dando a
todos raro ejemplo.
Puso lo
pies en el templo
y le
volvió paraíso.
Vino
allí un obispo santo
que se
halló en la ciudad,
varón
de mucha verdad,
del
infierno horror y espanto.
A
bautizarse llegó
y
desnudóse el rey mismo
para el
agua del bautismo,
pero la
crisma faltó.
Y
suspensos los dos,
vueltos
los ojos al cielo,
las
rodillas en el suelo
y estas
palabras en Dios:
"¿No recibes, Dios inmenso,
de este
rey algún presente
pues
que trajo del oriente
el
moro, mirra e incienso?"
"Tráigoos para mi paciencia
el oro
de devoción,
incienso de contrición,
la
mirra de penitencia.
Tras
de aquesta voluntad
os
prometo el alma misma,
y
dadme, Señor, la crisma
que
falta en esta ciudad".
Y
así arrojando centellas
con un
dorado arrebol,
se puso
en el templo un sol
que a
todos nos hizo estrellas.
Y
por esta luz asoma,
cercada
de un santo coro,
con una
ampollera de oro
en el
pico una paloma.
A
las manos con instancia
vino y
quedó bautizado
y la
crisma se ha quedado
para
los reyes de Francia.
Mandó pregonar el rey
que
quien no se bautizare
por
indigno se declare
de su
reino y de su ley.
Todos se van bautizando.
No
queda ningún francés
que ya
cristiano no es.
Ya el
rey estará esperando.
Porque según el rüido
y la
alegre novedad
creo
que por la ciudad
él,
bautizado, ha salido.
Chirimías. Vanse y
salen CLODOBEO, vestido
de cristiano, con la gente de acompañamiento delante, que
pudiere, con fuentes, [rebollos] y jarras, y un
estandarte
sembrado de flores de lis de oro y otro con los sapos
CLODOBEO: Mi
Crotilda, eterna palma
os dé
el cielo verdadero,
pues sois el móvil primero
de los
cielos de mi alma.
Sois
de mi pasado abismo
la
gloria y eterna luz.
Sois la
fuente y arcaduz
del
agua de mi bautismo.
Al fin, señora, por vos,
que el
cielo y sol habéis sido,
un alma
no se ha perdido
tan
eterna como Dios.
CROTILDA: Vos,
señor, salís agora
de una
fuente y paraíso
donde el alma hecho narciso
de sí
misma se enamora.
Salís de una agua hermosa
donde
entrasteis pedernal
y en la
piedra de cristal
os hizo
piedra preciosa.
De un agua santa salís
que
dará con su valor
vida,
frescura y valor
a vuestras flores de lis.
CLODOBEO:
Levantad un estandarte
sembrado de flores santas.
LEONCIO: Con
ellas al mundo espantas
y al
cielo has de levantarte.
Salen AURELIANO y TEODATO, CLODOMIRA y AMALASUNTA.
Híncanse de rodillas delante del rey
AURELIANO:
Debajo de tal bandera
se
postran cuatro soldados
ya cristianos y casados.
CLODOBEO: Saber
cuáles son quisiera.
AMALASUNTA: Los que aquí humillados ves
creen en Dios y son
cristianos.
CLODOBEO: El
pecho, el alma, las manos
he de daros, no los pies.
Levantad, damas hermosas,
fama de todos los hombres
que eternizáis vuestros
nombres
entre
mujeres famosas
el
casamiento de todos
y la fe
que recibís,
con otras flores de lis
que el
cielo ha dado a los godos.
Vamos al templo sagrado
lleno
de nuevas grandezas.
Mejorará las cabezas
el agua
que me ha lavado.
Y esta vuestra grande instancia
la
historia podrá acabarse
y
empiece a comunicarse
las
flores de lis de Francia.
FIN DE LA
COMEDIA