ACTO PRIMERO
Suenan cajas y salen el CONDE, INFANTE,
FORTÚN y MENDO
CONDE: No
toquen a marchar. Las cajas callen
porque
en esta ribera
pretendo que me hallen
las
luces que vagando en esta esfera
alumbran otro polo.
Aquí me
han de mirar, o muerto o solo.
En
Burgos no he de entrar, ni mi palacio
en sus
umbrales vea
que me
vuelvo de espacio
sin vencer a los moros; aquí
sea
mi habitación agora
del
expirar el sol hasta la aurora.
En las
tiendas de campo viviremos.
No
digan en Castilla
que los altos extremos
del
blasón que a los orbes maravilla
faltarán por ser viejo
Fernán
González. Hoy fuerza y consejo
administran mi pecho, y el Infante
Garci
Fernández puede,
como mi
hijo, ser cristiano Atlante
que mi
valor herede.
INFANTE: Señor y
padre mío,
bien
haces; la ribera de este río,
como
Burgos reciba
tus
ejércitos hoy; tu gente viva
en el
campo entre tanto
que
venzas a los moros con espanto.
No
digan que volvemos sin victoria;
esperemos que vuelva
Sancho
Osorio. Si ha ido
con
ambición de gloria
para
espiar del moro en esta selva
a vista
de los astros luminosos,
tu
campo en escuadrones dividido,
hasta
volver deshechos o gloriosos,
alegre vivirá.
FORTÚN:
A verte ha venido
la Infanta, mi señora.
INFANTE: De la
luz de mi sol será aurora.
Salen VIOLANTE y BLANCA, con espadas, sombreros y
plumas
VIOLANTE: Señor,
si vuestra alteza
dos
soldados admite,
ejercitados mal en la milicia,
ya los
tiene a sus pies.
CONDE: Di, la
belleza
que con
el sol compite,
¿cuándo
más rosicleres desperdicia?
Violante, hija, dame
esos
lazos de amor, y no me llama
tu
lengua padre amado,
pues
vengo sin vencer y retirado.
En
Burgos no entraré sin dar victoria
a la
insigne memoria
de los
famosos condes de Castilla.
¡Oh,
Blanca, dame tus brazos!
INFANTE: (¡Oh,
quién se viera en los hermosos lazos
Aparte
de Blanca!
¡Qué envidioso
de mi
padre me siento!
Amor,
dice riguroso,
no
fleches el arpón, templa el tormento).
A
Sancho Osorio espero,
que
fue, como valiente caballero,
a ser perdida espía
reconociendo el campo y los intentos
del
moro.
VIOLANTE:
A tiranía
tal
acción corresponde.
No eres
mi padre, castellano Conde,
pues pones a peligro el alma mía.
Tráigalo amor con bien.
CONDE: Violante, vamos
a mi
tienda, y en tanto que esperamos
a
Sancho Osorio, en ella
gozaré
de tu vista alegre y bella.
INFANTE: Sí, hagan las cajas salva,
pues llegan al real el sol y el
alba.
Tócanse
las cajas y vanse, quedándose
FORTÚN y BLANCA
FORTÚN: Oye,
doña Blanca.
BLANCA: Hermano,
¿cómo
estás? ¿Cómo has venido?
FORTÚN: Del
conde favorecido,
como
siempre; al soberano
resplandor de tu hermosura
lo
debo, que si el infante
es tu
galán, es tu amante,
de ti
nace mi ventura.
Blanca, pues nuestra nobleza
ni
brilla ni resplandece,
y el
conde me favorece
en
virtud de mi riqueza
y de
tu beldad, gocemos
la
ocasión, que de estos modos
suelen
subir casi todos
los que
en gran linaje vemos.
Haz
de suerte que el infante
se
venga a casar contigo,
y haz de suerte que conmigo
se
quiera casar Violante.
Eres
su dama y te quiere,
como a
mí su hermano. Blanca,
mientras la fortuna franca
con
nosotros anduviere,
no
desmayemos.
BLANCA: Hermano,
yo
sospecho que Violante
tiene
cuidados de amante.
Conquistarla será en vano.
FORTÚN: ¿A
quién presumes que estima?
BLANCA: A
Sancho Osorio sospecho
que da
lugar en su pecho.
FORTÚN: Eso no
me desanima.
Yo
desharé sus hazañas
con
industria, de manera
que
Violante no lo quiera.
BLANCA: Si ella
tiene amor, te engañas;
no
lo podrás conseguir.
FORTÚN: Todo el
ingenio lo alcanza;
a manos
de mi privanza
le
pretendo perseguir.
Salen el CONDE, el INFANTE y VIOLANTE por una
puerta, y SANCHO Osorio por otra, vestido de moro
CONDE: Si
Sancho Osorio ha venido
saldremos de este cuidado.
INFANTE: Es
animoso soldado.
VIOLANTE: (Mis
cuidados le han traído). Aparte
SANCHO: Déme la mano tu alteza.
CONDE: Ya con
los brazos te aguardo.
SANCHO:
Honores, que me acobardo
sólo en
mirar su grandeza.
CONDE:
¿Pudiste reconocer
lo que
el moro intenta?
SANCHO:
Fui,
supe,
miré y entendí.
CONDE:
Relación puedes hacer.
SANCHO: A
penetrar el reino de Toledo,
donde
el dosel pendió de tus pasados,
de
Castilla partí con el denuedo
que me daban tus bélicos cuidados.
Ni
conocí lo pálido del miedo,
ni
respeté la fuerza de los hados,
que con
valor en el morisco traje
el
ánimo entregaba a tu homenaje.
Por moro me tuvieron y, corrido
de
parecerlo tanto, discurría,
disimulando el alma en el vestido,
como en
la nube el rosicler del día.
Escuadrones hallé que ya han venido
de la
fértil y antigua Andalucía,
como
abismo fatal que África aborta,
para
probar si tu cuchilla corta.
Con
invasión intentan los paganos,
hollando riza nieve en Guadarrama,
oscurecer
blasones castellanos.
Al
vuelo infatigable de la fama
ejércitos convocan tan ufanos,
que el
que Jerjes juntó corto se llama,
y
parece que ya el África ciega
con
diluvios de moros nos anega.
Para
socorro de la gran Marruecos,
publican que se juntan las legiones,
que
pudieran dejar, bebiendo, secos
los piélagos del mar en sus regiones.
Por desmentir así, queden los
ecos
en los oídos hoy de tus leones,
como el rayo que ya, de
furor lleno
hizo su
efecto cuando se oye el trueno.
Todo
es armas, rigor, bélico trato,
en Córdoba, en Toledo, y en Sevilla,
que pretenden sus huestes dar
rebato
en los valientes hombres de
Castilla.
Caiga la estatua, pues,
de este aparato
al
heroico esplendor de tu cuchilla.
Saquemos de los términos del moro
en las
ondas del Tajo arena de oro.
Reparaba un alcaide en mi semblante
y tuvo
pretensión de que era espía;
osando
examinar, como arrogante,
esta sospecha que de mí tenía,
pretendió presentarme a Taludante,
el
bárbaro señor de Andalucía,
mas yo,
como milito en tus banderas,
asombré
con valor las once esferas.
Vive Dios, que el alcaide con la gente
que
intentó mi prisión, aunque animosa,
al
acero que ves resplandeciente
fue
débil y cobarde mariposa.
¿No
viste alguna vez turbia corriente
que peñascos arranca generosa?
Perdone
mi modestia -- de este modo
lo
aniquilaba mi violencia todo.
Redimí con su muerte mi persona,
y
vagando después de clima en clima,
al estruendo de Marte y de Belona,
que a
los árabes bárbaros anima,
los
límites pisé de tu corona.
¡Ea! Conde y señor, lamente y
gima
esa
África infiel que al cielo injuria,
oprimida
del peso de su furia.
CONDE: En
campaña he de esperar
toda
esa gente pagana,
y, con
ser Pascua mañana,
en
Burgos no pienso entrar.
FORTÚN: No
serán tantos, señor,
los moros, ni sus rigores;
que hacen las cosas mayores
los antojos del temor,
y si Sancho no
encarece
el
número al paganismo,
alabándose a sí mismo
sus hazañas
oscurece.
SANCHO: Yo
dije que por soldado
del
conde tuve valor,
y así
no fue propio amor
el
haberme yo alabado.
En
lo que toca a que el miedo
pudo en mí poner antojos,
engañándome los ojos,
no es así.
FORTÚN:
(Agraviado quedo). Aparte
A
tantos moros, don Sancho,
fuerza fue tener temor,
y así es así.
SANCHO:
Mi valor
tiene
el ánimo más ancho,
que,
siendo noble, los bríos,
como
ilustre sangre hereden,
recibir
temor no pueden
de moros
ni de judíos.
FORTÚN:
(Entre malicias me ha puesto).
Aparte
No me
toca a mí ese nombre,
y quien
dijere...
CONDE: Tente, hombre,
no te
arrojes.
INFANTE: ¿Qué es aquesto?
¿No
respetáis la presencia
de mi
padre?
CONDE:
Bueno está.
SANCHO: Ninguno
a su alteza da
más
humilde reverencia.
BLANCA: Don
Sancho, de esta aventura
muy
arrogante venís.
SANCHO: Será,
pues vos lo decís,
con
donaire y hermosura.
Vanse todos, y quedan VIOLANTE y SANCHO
VIOLANTE:
(Albricias quisiera dar,
Aparte
¡oh,
Sancho!, de tu llegada,
pero el
alma enamorada
no se
atreve a declarar.
La
lengua pude enfrenar,
no los
ojos, que lo miran
y tan
tarde se retiran
que publican
mis pasiones).
SANCHO: (¡Qué
rigurosos arpones Aparte
tu
beldad y amor me tiran!
Amo
a Violante callando;
ya un
mismo pensamiento
en tan
grave atrevimiento
de sí mismo está temblando).
VIOLANTE: (Sin
mostrar que muero amando Aparte
le
pienso dar un favor).
Don
Sancho, vuestro valor
se
muestra más cada día.
Deja caer una banda
SANCHO: (Dulce amor, dame osadía; Aparte
muéveme
la lengua, Amor).
Señora, quien ha aprendido
del
conde, que rayo fue
en
defensa de la fe,
tal
favor ha merecido.
Esta banda se ha caído.
VIOLANTE: ¿En el
reino de Toledo,
cómo os
fue?
SANCHO:
No tuve miedo
como
dice Fortún.
VIOLANTE: Pudo
no
sentirlo así y lo dudo.
SANCHO: Ésta se
os cayó.
VIOLANTE: Yo quedo
con
cargo de que agradezca
vuestros servicios el conde.
SANCHO: Siempre
a quien es corresponde.
VIOLANTE: Bien es
que en voz resplandezca
que el
premio y honor merezca.
SANCHO: Ésta es
vuestra, mi señora.
(Divertida está).
Aparte
VIOLANTE: Si agora
viniese
el moro, yo creo
que fuera nuestro trofeo.
SANCHO: Lo vencieras --¿ Quién lo
ignora? --
si
en el ejército estás.
VIOLANTE: ¿Así
visteis...?
SANCHO: Sí, la vi.
Resta,
mi señora, aquí.
VIOLANTE: ¿Visteis si se junta más
gente
que otra vez?
SANCHO: Jamás
se
habrá visto tanta gente.
VIOLANTE: Pues,
adiós, Sancho valiente.
Vase VIOLANTE
SANCHO: ¡Con la
banda me dejó!
¡Vive
Dios, que me la dio,
si el
corazón no me miente!
Vase don SANCHO.
Salen FORTÚN y MENDO
MENDO: ¿Qué
dudas, Fortún? ¿No sabes,
de
heroico valor vestido,
que a tu
lado me has tenido
en
ocasiones más graves?
Busca a tu enemigo luego;
llama,
incita, desafía,
pues
vas en mi compañía.
FORTÚN: El
furor me tiene ciego;
mas,
detente, que ha salido
de la
tienda.
MENDO:
¿Qué pretendes,
si con
valor no le ofendes?
FORTÚN: El suyo
es tan conocido
en
España y en el mundo,
que en
batalla singular
temo
que no he de alcanzar
la
venganza en que me fundo.
Pues, matarle con traición
será
delito afrentoso.
MENDO:
Desafïarlo es forzoso
para
cobrar la opinión.
FORTÚN: Mira
que se acerca ya.
El
amigo es claro espejo
del
honor. En tu consejo
librada
mi dicha está.
MENDO: Oye, pues. De mí te fía
tu honrada satisfacción.
Sancho
tiene devoción
de oír
misa cada día.
No
hay cosa que divertir
pueda
su devoto intento;
sufrirá
cualquier tormento
por no
dejarla de oír.
Pues hoy es sábado santo,
y hay una misa, no más.
FORTÚN: No sé
el intento a que vas.
MENDO: Que no
me entiendas me espanto.
Tocarán a misa agora,
y,
puesto que no hay más de una,
te ha
de ofrecer la Fortuna
el bien
que ella misma ignora.
Deja
que acabe de hablar
Sancho
con aquel soldado
y, con
el semblante airado,
llégale
a desafïar.
Señala puesto distante
del
ejército, y que sea
luego,
porque el mundo vea
que tu
soberbia arrogante
enfrenas, que él, temeroso
de
perder su devoción,
dejará
que su opinión
ofenda
el vulgo envidioso.
Y
tú, blasonando fiero,
en el
puesto aguardarás,
y con
esto cumplirás
las
leyes de caballero.
Que, aunque él, de valor
armado,
salga
después, será tarde
y
quedará por cobarde
como tú
por buen soldado.
FORTÚN: Si
la devoción pospone
al
honor y al campo sale,
¿de qué esa industria me vale,
si en
más cuidado me pone?
MENDO:
Vamos. Deje esos cuidados.
Pues si
sale, seguiré
sus
pasos y llevaré,
amigo,
algunos soldados,
y antes que este desafío
a sus
últimos extremos
pueda
llegar, os pondremos
a los
dos en paz; y aun fío
que
en vez de paz, si ocasión
hallamos disimulada,
le daré una cuchillada.
FORTÚN: De ese
modo no hay traición
que
me culpe.
MENDO: De esta suerte
suele
hacerse cada día,
y
piensan que él que reñía
a su contrario dio muerte.
FORTÚN:
Traza de tu ingenio ha sido;
dame
esos brazos.
MENDO: Espera,
que
llega ya.
Sale SANCHO en hábito español
FORTÚN: (¡Quien pudiera Aparte
dejar
el campo teñido
de
sangre suya!) A esta parte
quiero
hablaros.
SANCHO: Bien podéis;
seguro
el campo tenéis.
FORTÚN: Menos
blasonara Marte,
y
esas arrogancias son
de la
lengua efectos viles.
Si
fueras en Troya Aquiles,
o en
Cartago Cipión,
yo
solo, ¡viven los cielos!,
si no
dilatas los plazos,
te
hiciera aquí más pedazos
que te
ha causado desvelos.
Mira
el puesto que señalas,
donde
cuerpo a cuerpo veas
que con
la lengua peleas,
porque en valor no me igualas.
SANCHO:
(¿Qué es esto, cielos? ¿A mí
se
atreve Fortún? No quiero,
pues sé
que matarle espero,
señalar
el puesto). A ti
toca
sólo la elección
de las armas y lugar.
FORTÚN: Pues me dejas señalar,
espada y rodela son
nobles armas.
SANCHO: Así queda.
¿Y el
sitio?
FORTÚN:
El cristal de Arlanza
sólo ha
de ver mi venganza.
...................... [
-eda],
porque nadie pueda darnos
favor;
a su margen fría
te
espero hasta medio día.
......................[ -arnos].
(¡Vive Dios, que su denuedo
Aparte
da
señales de salir!
Estas
ansias de vivir
son las
que engendran el miedo.
Con
miedo voy).
Vase FORTÚN
SANCHO: ¿Y Mendo?
MENDO: (Finja
el odio dulce risa). Aparte
Don
Sancho, ¿venís a misa?
SANCHO: Luego
voy.
MENDO:
Que es hora entiendo.
(Seguirle tengo hasta ver
Aparte
si sale
al campo).
Vase MENDO
SANCHO: ¿Qué es esto
¿En qué
confusión me han puesto
el
deshonor y el perder
la misa
este santo día
que
celebre nuestra fe?
Pienso
que el demonio fue
quien así me desafía.
En dos trances apretados
me suspenden hoy los puntos
del honor; que no andan
juntos
a veces
el ser honrados
y
cristianos. ¡Que el honor
del
mundo venganzas pida,
y que
se arriesgue la vida,
que nos
da nuestro criador
para servirle, en la furia
de un
colérico cuidado!
¡Que no
pueda ser honrado
el que
no borra su injuria
con sangre del ofensor!
¡Oh, duras injustas leyes!
¡Príncipes, monarcas, reyes,
deshaced este rigor!
Y
aquél que más perdonare
tenga
más honra, pues éste
fue
precepto de Dios. Cueste
el
cielo, a quien le buscare
vencimientos de sí mismo.
Sea
valiente sólo aquél
que
matare al infiel.
¡Oh,
locura! ¡Oh, barbarismo!
¡Que
esté yo agora obligado
en tan
ardua confusión
a perder mi devoción
o a
dejar de ser honrado!
Mas,
también, si considero
lo que
en esto debo hacer,
obligado estoy a ser
buen
soldado y caballero.
Que como el mundo no alcanza
a ver
el alma, atribuye
a que
es cobardía el que huye
del
duelo y de la venganza.
No
salir al desafío
llama
el mundo deshonor;
que este género de honor,
aunque
sea desvarío,
me
conviene, porque soy
soldado
noble, y así
la misa
esta vez perdí.
Por una
rodela voy.
Sale MIRABEL
MIRABEL: ¿Dónde vas, señor, agora?
¿No me
mandaste avisar
cuando
quieran comenzar
los
oficios? Pues, ya es hora.
No
te apartes de la tienda
que
estuvo de la iglesia.
SANCHO: Aquí
vuelve a batallar en mí
una dudosa contienda.
Mirabel, desafïado
a la
ribera del río
estoy
agora.
MIRABEL:
Amo mío,
pues
esto te da cuidado,
haz
lo que yo; que requiero
mi daga
y espada el día
que
alguno me desafía,
cálome
bien el sombrero,
tercio la capa, y no salgo;
y con
esto estoy seguro,
mejor
que detrás de un muro.
Escribieron a un hidalgo
un
papel de desafío
a las
seis de la mañana,
mas él,
con hermosa gana
de
dormir, con mucho brío
le
respondió, sin mostrar
alteración ni disgusto;
"Para cosas de más gusto
no
suelo yo madrugar."
SANCHO: Tráeme
una rodela; trae
la que
fue de Nuño Vela.
MIRABEL: No hay
más segura rodela
que la
distancia que hay
de
aquí a Arlanza. Deja en medio
esta
tierra, y vete a misa,
porque son cosas de risa
esos
puntos.
SANCHO:
¿Qué remedio
podrá tener mi opinión?
MIRABEL: ¿Cómo
la puedes perder,
si
saben que sueles ser
dios
Marte de la nación?
Vete
a misa, y sale después.
SANCHO: Dices
bien, que tiempo habrá.
MIRABEL: Espere
el contrario allá
una
semana y un mes.
¡Qué
buena burla le haces!
Oye
misa, porque Dios
poner
quiera entre los dos
largas
treguas, si no paces.
SANCHO:
Voyme a misa, y mi honra dejo
en
manos de Dios.
MIRABEL: Loado
sea su
nombre, que has tomado
una vez
mi consejo.
Vanse [SANCHO y MIRABEL].
Sale FORTÚN con
espada y rodela
FORTÚN:
Bella margen amena,
salpicada de perlas de ese río
como de
flores llena,
si atenta
al desafío
que a
Sancho Osorio hice estás agora,
la
lengua de cristal, que te rodea
haciéndote tapetes de la aurora,
mueve
para que sea
en
Castilla sabido
que al
trance de las armas he salido.
¡Oh, si
fueran las hojas
de las
hermosas plantas,
como
esmeraldas son con líneas rojas,
ojos
que viesen mi valor fingido,
o si
entre flores tantas
mil
Argos estuviesen,
que
esperando me viesen
y luego
con más lengua que la fama
publicasen que espero,
como
valiente y noble caballero!
Ah, Sancho, ¿dónde estás? ¡Fortún te llama!
Yo
aseguro que Mendo
publique lo que agora estoy diciendo.
Mas,
¡vive el santo cielo!,
que
viene Sancho! ¿Y así no es recelo
que a los ojos me finge
fantásticos engaños el
esfinge?
Él es,
y Mendo tarda.
El
semblante de Sancho me acobarda.
¡Que no
me baste que el Infante estime
mis consejos
y acciones,
para
que su privanza
a esta
empresa me anime!
¡Ah,
cristales de Arlanza,
en
vosotros acaban los blasones
que
pensé conquistar con mi riqueza!
No hay valor en efecto sin nobleza.
Sale un ÁNGEL, parecido a SANCHO, con una
espada y rodela
ÁNGEL: (No
ha de perder su opinión Aparte
con los
nobles castellanos
quien
misterios soberanos
de su misma redención
oye con
tal devoción.
Hombre
que su honor ha puesto
en
manos de Dios, en esto
debe de
ser correspondido;
y de su
forma vestido,
con ser
ángel, salgo al puesto).
Ya,
Fortún, aquí me tienes,
defendiendo mi verdad.
FORTÚN: (Ella
fue temeridad. Aparte
¡Ah,
Mendo! ¿Cómo no vienes?
¿Cómo, amigo,
te detienes
si
sabes mi cobardía?
Mas,
supla la industria mía
esta
ignominia tan fiera.
Entretenerle quisiera.
¡Mal
haya quien desafía
sin
ardimiento y valor!)
Yo
confieso, Sancho Osorio,
que a
todo el mundo es notorio
lo
antiguo de vuestro honor
y si el
conde, mi señor,
me
suele honrar y decir
que yo
le acierto a servir...
(¡Ah,
cómo Mendo se duerme!) Aparte
ÁNGEL: No
tienes que entretenerme
que
Mendo no ha de venir.
FORTÚN:
(¡Vive Dios, que me ha entendido
Aparte
el alma
también! No puedo
hallar
esfuerzos al miedo.
¡Con
qué feroz y atrevido
aspecto
al campo ha salido!
¡Nunca
le vi tan airado!)
Yo,
Sancho, soy hombre honrado,
y no
por tener riqueza
me ha
de faltar la nobleza
que mis abuelos me han dado.
ÁNGEL:
¡Saca la espada!
FORTÚN: Quisiera
con
cualquier satisfacción
ajustar
esta cuestión,
para que no recibiera
pesadumbre el conde.
ÁNGEL: Fuera
darte
ocasión de decir
que yo
no quise reñir.
¡Saca
la espada! Que quiero
con la
pluma de este acero
y con
tu sangre escribir
que
salí a tu desafío.
FORTÚN:
(Defenderme es ya forzoso,
Aparte
¡Ah,
Mendo, amigo engañoso,
en vano
de ti me fío!
Muestre valor, finja brío
mi
desdicha. Y puede ser
que
esté escondido, hasta ver
que las espadas sacamos,
entre las flores
y ramos
de su callado placer).
ÁNGEL: Ni
está escondido, ni viene
Mendo a
darte su favor.
Solo
estás; muestra valor.
Saquen las espadas y riñan un poco
FORTÚN: (Los
pensamientos me tiene Aparte
penetrados. Ya conviene
hacer
que la espada mía
ver
pueda la luz del día,
para
defenderme osado,
en mi
desdicha confïado
ya que
no en mi valentía).
De rodilla o caído
Espera, Sancho, suspende
la saña
de tu valor;
que un
respeto y un temor
me
acobarda, y te defiende.
Herido
estoy; no pretende
mi
pecho más resistencia.
No
sufre el hado más violencia;
rendido
estoy a sus pies.
ÁNGEL: Si
fuerza inmensa ves,
ten humildad y paciencia.
Vase el
ÁNGEL
FORTÚN: En
accidente tan vario,
que es
mi agravio mayor, digo
la tardanza del amigo
que la
espada del contrario.
Pudo
darme, cosa es clara,
el
contrario muerte cruda.
¡Pero
el amigo! ¿Quién duda
que
quiso que me matara?
Átese al brazo un lienzo
Ligarme el brazo pretendo,
y el
cielo me dé venganza
de la
herida y la tardanza
en Sancho y en Mendo,
aunque es cosa
conocida
que en tan desdichada suerte
uno
pretendió mi muerte
y otro
me ha dado la vida.
Sale MENDO
MENDO: Ya,
Fortún, el plazo puesto
de tu
término ha pasado.
No
salió el desafïado.
Bien
has cumplido con esto.
Yo,
que de ello soy testigo,
haré
público este caso
en
Castilla, paso a paso.
Te
puedes venir conmigo,
que
aunque tu enemigo salga,
supuesto que sale tarde,
le han
de tener por cobarde,
sin que
su sangre le valga.
FORTÚN: ¿Qué
enemistad ni qué agravio
recibes
de mano mía?
¡Mal
haya el hombre que fía
del
hombre, cuerdo ni sabio!
¡Ni
amigo, Mendo! ¿Por qué,
fingiendo amistad conmigo,
haces
obras de enemigo,
sin
verdad, honra ni fe?
¿De qué sirvió aconsejarme
que al
campo con él saliese
en tu
confïanza?
MENDO: ¿Es ése
el pago
que debes darme
a
las ansias y al cuidado
con que
en la misa asistí,
para
ver si contra ti
salía
desafïado
hasta ver cumplido el plazo?
FORTÚN: ¡Gran
cuidado! ¡Mendo, Mendo!
Tu
amistad están diciendo
las
heridas de este brazo.
Huélgome de conocerte,
y
solamente estoy triste
por ver
que tú me pusiste
en las
manos de la muerte.
Mas
a mi contrario debo,
pues en
este desafío
templó
el enojo y el brío
cuando
a sus fuerzas me atrevo.
Él
salió, y yo te esperaba;
entretúvele, tardaste,
reñimos, mas esto baste.
¡Mendo,
Mendo, aquí se acaba
la
historia de tu amistad!
Poco
hasta agora es el daño;
útil es
el desengaño
que da
al hombre la verdad.
MENDO: Ya
te entiendo; tú has pensado
fingirte herido y decir
que te
atreviste a reñir
con
hombre tan esforzado,
y me
la quieres pegar
primero
a mí.
FORTÚN:
¡Bueno es eso
en mi
infelice suceso!
MENDO: Si dejo
junto al altar
a
Sancho, ¿cómo has fingido
que al
campo salió?
FORTÚN: Salió,
y estas heridas me dio.
MENDO: ¡Vive
Dios, que no ha salido!
FORTÚN:
¡Vive Dios!, que no es ya cuerda
tu
amistad, con tal indicio.
MENDO: ¿Harás
que pierda el jüicio?
FORTÚN: ¿Harás
tú que yo le pierda?
Vase FORTÚN
MENDO: ¿Qué
es esto? ¿Qué puede ser
sino
fingir lo que digo?
¿Y
querrá cumplir conmigo
hombre
que me da a entender
que
Sancho Osorio salió
al
campo y al desafío?
Ser no
quiere amigo mío;
de mi
amistad se cansó.
Sale MIRABEL con espada, ballesta, rodela y chuzo
MIRABEL: En
la ribera de Arlanza
mi
señor desafïado,
sepan
que tiene crïado
de
valor y de pujanza.
Pelear tengo por él,
con el
hombre que le espera.
Sépase
en esta ribera
quién
es el gran Mirabel.
¿Es
Mendo acaso el que está
esperando en la estacada?
Echa las armas en tierra
MENDO: ¿Por
qué lo dices?
MIRABEL: Por nada;
porque
mi señor vendrá
y
sabrá volver por sí,
y yo
también.
MENDO: ¿Qué "también?"
Turbado con las armas, y se le caen unas y
toma otras
MIRABEL: Tengo
espaldas en que den
porque
no me den a mí
en
el pecho; y si turbado
de la
cólera que ves
estoy, ¿qué mucho si es
que no me he desayunado?
Una rueda de naranja
hace
gran falta.
MENDO: ¿Y en fin?
MIRABEL: El rey
Miramamolín
tiene
en Córdoba una granja
donde las hay muy famosas.
MENDO: ¿A qué
propósito?
MIRABEL: Aquí
ninguno me obliga a mí
a decir todas las cosas
en orden.
MENDO: Vete.
MIRABEL: Mal haya
la
mucha cólera, a fe
que ha
de agradecerlo.
MENDO: ¿A qué?
MIRABEL: A que
dice que me vaya.
Sale SANCHO
SANCHO: Tarde vengo, porque el día
líneas
de occidente dora;
pero no
es mucho que una hora
espere
quien desafía
más
del término. Sin duda
que
estará Fortún aquí.
¿Qué quieres, bárbaro? Di.
MIRABEL: ¿Qué
quiero? Echarte una ayuda.
Con
la nuez de la ballesta,
si la
hubieres menester,
yo solo
pienso vencer
a tu
contrario con ésta.
SANCHO:
¡Vive el cielo, mentecato,
que he
de darte...!
MIRABEL: ¿Qué?
SANCHO: La muerte,
porque
vengas de esa suerte.
MIRABEL: ¡Oh,
señor, el más ingrato!
Tu cólera me atropella.
Si la
diligencia mía
te ha
traído la armería
para
que escojas en ella,
¿qué
mucho que el guardarnés
saque
al campo tu crïado
cuando estás desafïado?
¿No se
ha de saber quién es
tan
infanzón y tan fiero?
SANCHO: ¿Habéis
visto, Mendo, aquí
a
Fortún Velázquez?
MENDO: Sí,
como honrado caballero
dice
que esperando estuvo,
cumpliendo hasta mediodía
la ley
del que desafía,
y que
contrario no tuvo.
MIRABEL:
¡Donosa desconfïanza!
¡Muy
puntüal es su estilo!
Medio
día era por filo,
y
Fortún no está en Arlanza.
SANCHO:
Calla, bestia, ya se sabe
que
este brazo y este pecho
tantas
hazañas han hecho
que su
número no cabe
en
historias de Castilla.
¿Quién
dirá que le temí,
si está
volviendo por mí
el
blasón de esta cuchilla?
Pese
el plazo en un nivel.
Presto
Fortún se cansó.
Si no
es que a ti te dejó
para
que riñas por él.
Eres
su amigo y podrías
por
librarlo de esta afrenta,
meter
mano, haciendo cuenta
que eres
tú quien desafías.
MENDO:
Sancho Osorio, no ha incurrido
Fortún
en afrenta alguna,
si ves
que agora es la una
y a las
doce el plazo ha sido
último.
MIRABEL:
¡Lindos despachos
diera,
si fama procura,
una
hora de añidadura,
pues
hay relojes borrachos.
SANCHO: Y tú
lo estás.
MIRABEL: No lo estoy,
porque
puede, así yo viva,
sacar
manchas mi saliva.
MENDO:
Satisfacciones no doy
en
negocio que no es mío.
MIRABEL: Por
Dios, que viene el infante
con
doña Blanca y Violante.
SANCHO: ¿A
impedir el desafío?
¡Fuerza de privanza es ésta!
MIRABEL: ¿Qué ha
de impedir si Fortún
estará
como un atún
durmiendo ya la fiesta?
Salen el INFANTE, VIOLANTE y BLANCA
INFANTE: ¡Que
no puedo tener yo
en este
ejército paz,
y que
mis soldados guarden
obediencia y amistad!
Sancho
Osorio, ¿qué es aquesto?
Después
que en Castilla estáis,
¿Palabras y desafíos
tenéis, por darnos pesar?
Si veis que Fortún
Velázquez
es una
viva mitad
de mi
pecho, y que es un alma
la que
en dos cuerpos está,
¿cómo
envidioso o soberbio,
opuesto
a mi voluntad,
os atrevéis a su injuria,
y a mi agravio os
arrojáis?
SANCHO: Si yo
fui el desafïado,
¿cómo
atrevimientos hay
en
quien te guarda el respeto?
INFANTE:
¿Respeto se ha de llamar
herir a Fortún, y en él
herirme a mí? ¿No miráis
que a
las canas de mi padre,
por dueño y por general,
debéis respeto y amor,
porque
sus veces me da
como
infante de Castilla?
¿Por decreto os obligáis?
Pudiérades no salir
a este campo a batallar
sin darme
cuenta primero.
BLANCA: (En
sospecho mismo están Aparte
las heridas de Fortún
en su brazo. No vengar
me toca
este desafío).
SANCHO:
Fingiendo riguridad
me
motejáis, ¡vive Dios!,
de que
no he salido. ¿Tal
escucha
un hombre de bien
con
honra y con calidad?
(Quiero
advertir si Violante Aparte
vuelve
por mi causa ya,
que si es amor verdadero
el que
me suele mostrar,
en las cosas de mi honor
reprimirse no sabrá).
VIOLANTE: Yo
confieso, doña Blanca,
que se
debían estimar
las
heridas de tu hermano.
Pero,
¿cómo un capitán
valiente y honrado pudo
quedar
bien sin aceptar
un
desafío? ¿No ves
que en
eso le culparán
las
leyes de la milicia,
y
habiendo salido ya,
si con
más dicha riñó,
qué ha
de hacer? No pudo más.
SANCHO: (¡Ay,
cielos! Sin honra estoy;
también
la infanta me da
motes y fieros baldones.
¡Oh, qué amarga es la
verdad!
¡Qué terrible es el
desengaño!
Fuerza
es que me quiera mal
quien
habla así de mi honor.
O no me
quiso jamás
o
juzgándome cobarde
me ha
comenzado a olvidar.
Volveré
por mí. Silencio,
mi
defensa no impidáis.
Respeto, no me turbéis.
Desengaños, dad lugar
a que
disculpe mi lengua
injuria tan eficaz).
Yo, señores, nunca tuve
ambición tan inmortal
que me
opusiese a la dicha
con
envidia y con pesar.
Si a
Fortún ama su alteza,
hace
bien, porque es capaz
de su
amor y su privanza;
y con
mano liberal,
honre a
Fortún norabuena.
Pero,
si diciendo están
mis
hazañas, que he tenido
valiente
temeridad
en mil
empresas, ¿por qué
de mí
se ha de sospechar
que
ésta ha sido cobardía?
¡Vive
Dios!, que soy igual
en
valor al mismo César,
y que
le supiera dar,
no a
Fortún, a Cipión,
a
Alejandro y Anibal
más
heridas cuerpo a cuerpo
que
arena tiene la mar.
INFANTE: ¿Cómo
respondéis así,
sin
respeto a la deidad
que en un señor soberano
suele
el cielo colocar?
BLANCA:
Arrogante estáis, Osorio,
y con
ventaja quizá
de
amigos y de crïados
heristeis a Fortún.
VIOLANTE: Estáis
muy
apasionada, Blanca.
Sancho
Osorio es singular
soldado, y no reñiría
con
ventaja.
SANCHO:
Aquí no hay
sino
paciencia y sufrir
desprecios, que han de costar
a un
desdichado la vida.
INFANTE: Sancho,
las armas dejad
a
Mendo, y de vuestra tienda
un
instante no salgáis
sin mi licencia;
y también
pretendo que no sirváis
más con
vuestra compañía.
Con
ella me servirá
Mendo
bien.
MENDO:
Beso tus pies.
VIOLANTE:
(Conviene disimular Aparte
mis
sentimientos. Amor,
el
silencio no rompáis
debido
a mi honor agora).
Da la espada al INFANTE y él [la da] a
MENDO
SANCHO: A
vuestra alteza he de dar
solamente yo la espada,
que ha
sido rayo fatal
de los moros, y pues gusta
que yo no le sirva más
gobernando compañía,
ya que
no como oficial
serviré
con una pica.
INFANTE: Por
agora bien está.
SANCHO: ¿En efecto, por cobarde,
aunque valiente y
leal,
me
castigas?
BLANCA:
Cobardía
fue
herir a Fortún, que aun hay
arrogancia
en el desprecio,
y
soberbia en la humildad.
Vase BLANCA
INFANTE: Tu
cárcel será tu tienda.
Vase el INFANTE
VIOLANTE: Don
Sancho, mi voluntad
puede
reprimirse apenas.
Ánimo, no os aflijáis,
que tan
valiente soldado
no se
debe, no, postrar
a la Fortuna.
SANCHO:
Señora,
no
merezco, no, que hagáis
burla
de mí de ese modo.
VIOLANTE: Sois
valiente capitán;
hicisteis honradamente.
SANCHO: Yo haré
esa burla verdad.
VIOLANTE: Muy de
vuestra parte estoy.
SANCHO: ¡Qué
poco que lo mostráis!
VIOLANTE:
Bastante favor es éste.
SANCHO: Decid
bastante pesar.
VIOLANTE: Sois
ingrato o no entendéis.
SANCHO: Bien
entiendo, ¿mas qué habrá
que
agradeceros en eso?
VIOLANTE:
Hablaros con claridad.
SANCHO: Ésa me
deja ofendido.
VIOLANTE: ¿Ofensa
a mi amor llamáis?
SANCHO: ¿Amor
llamáis al desprecio?
VIOLANTE: ¡Qué
ignorancia!
SANCHO: ¡Qué crueldad!
VIOLANTE: Declaréme, y voy corrida.
¡Qué extraña facilidad!
SANCHO: Declaróse, y voy corrido.
¡Qué desdén tan inmortal!
Vanse cada uno por su puerta
FIN DEL ACTO PRIMERO