ACTO SEGUNDO
Salen el INFANTE y BLANCA
INFANTE:
Blanca, que al sol oscureces,
venciéndole en resplandor,
eternidades de amor
y de adoración mereces.
¡Pero
cómo agradeces
un
ardiente padecer!
Dirás
que debo querer
esa luz
a quién me atrevo,
y
haciendo lo que debo,
no
tienes que agradecer.
Bien
dirás más, Blanca mía.
En
nuestra mortal esfera
hay
hombre que no venera
la luz
hermosa del día
que
rayos y gloria envía,
y
pudiera mi locura
no
adorar esa hermosura,
como el
ciego o malhechor
que
defama el resplandor
y
aborrece la luz pura.
Pudiera no amar, y así
algún
agradecimiento
merecerá mi tormento,
porque
si libre me vi,
y con
gusto me rendí,
a esa
beldad que obedezco,
............... [ -ezco]
por el
gusto con que yo
padezco
por ti si no
por lo
mucho que padezco.
Y si
fuera atrevimiento
pedirte, Blanca, un favor,
en virtud
de tanto amor
o en
virtud de tal tormento,
sin ser
agradecimiento
puede
ser lástima en ti;
y será el favor así
piedad debida a los
hombres,
que con mudarles los
nombres
es lo
mismo para mí.
BLANCA:
Dicen que la voluntad
en lo
que ama se transforma,
dando
su vida y su forma
a lo
amado.
INFANTE:
Así es verdad.
Una secreta deidad
hace en
dos almas unión
a
fuerza de la afición.
BLANCA: En vos,
señor, no la ha hecho,
pues no
sentís en mi pecho
lastimado el corazón.
INFANTE:
Cuando sabes que te adoro,
comunica lo que sientes,
como el
mar que da a las fuentes
cristales y arenas de oro.
Disculpado estoy si ignoro
tu
sentimiento infïel,
porque
tu pecho crüel
nunca
me ha dado lugar
para
que yo pueda entrar
a saber
lo que hay en él.
BLANCA: Las
injurias de mi hermano
quedan
en él, sin que yo
deba
sentir.
INFANTE: Blanca, no,
aunque
un pecho soberano
no está
sujeto al humano
sentimiento.
BLANCA:
De esa suerte
será
amor el que no acierte
a mi
venganza y dolor.
INFANTE: Bien
has dicho. Venza amor,
den a
don Sancho la muerte.
Es
bien quisto, y nos conviene
disimular los enojos,
porque no digan los ojos
lo que oculto el alma
tiene.
Él
morirá.
BLANCA:
Causa tiene,
sin las injurias que siento,
porque tuvo atrevimiento,
y fue
su soberbia tanta
que
objeto hizo a la infanta
de su loco pensamiento.
Sale FORTÚN
INFANTE: Tu
enojo sólo es conmigo,
Blanca,
el delito mayor;
así lo
dice el amor
que
tengo. ¡Oh, Fortún amigo!
Ya a don
Sancho tu enemigo
trazando estamos la muerte.
FORTÚN: Tu
esclavo soy.
INFANTE: De esta suerte
la
amistad en el que es sabio,
propio
ha de hacer el agravio
del amigo, pero advierte
que
paces habéis de hacer
y
amistad disimulando.
¡Hola!
Sale MENDO
MENDO:
¿Señor?
INFANTE: Di que mando
salir a
Osorio. El poder
muchas
veces [ha] de ser
industria y arte, y conviene
por los
amigos que tiene
no
causar alteraciones.
FORTÚN: En
tantas obligaciones
a
esclavitud nueva viene
el
alma. Vivas mil años.
INFANTE:
Disculpe amor inmortal
que
haya en la sangre real
estas
traiciones y engaños,
si,
para excusar los daños
que amor
causa al alma mía,
se
visten de tiranía
el
ánimo y la grandeza.
Salen SANCHO y MIRABEL
SANCHO: Déme la
mano, tu alteza.
INFANTE: Dala a
Fortún.
Danse las manos
SANCHO: No podía
hacerme merced mayor.
Fortún, tu amigo seré.
FORTÚN: Y yo
tuyo.
INFANTE:
(Poca fe Aparte
guarda
a veces el amor).
SANCHO: Un
caos en mi pecho está
porque
amor fabrica en él
una
confusa Babel.
Vanse
los tres
MIRABEL: Habla las lenguas que allá
hablaban, y endemoniado
parecerás................
........................
.................... [ -ado]
..................
SANCHO: Una dama
me mira
con atención,
y
lenguas sus ojos son
con que
está diciendo que ama.
Otras veces cuando quiero
examinar esta fe,
conozco
que me engañé
y de su
amor desespero,
porque se burla de mí
en las
razones que dice,
y
confuso, si infelice,
engañado vivo así.
MIRABEL: ¿Ya
sé quién es?
SANCHO: No sabrás,
que,
oculto en el pecho mío,
a los
labios no lo fío
ni ellos lo sabrán jamás.
MIRABEL: ¿Qué
hay que saber, si eso fue
antojo
de tus deseos?
Tan
lascivos desvaneos
dicen
al ciego que ve
cuando duerme, y él despierta
contento y alborozado,
pero
viendo que es soñado,
le
aflige más. Cosa es cierta;
que
son sueños esos favores.
Despierta, que estás dormido.
SANCHO: Parece que has entendido
mis dudas y mis errores.
MIRABEL:
¿Yo? ¡Cómo los entiendo!
(¡Mal
me haga Dios si lo sé!) Aparte
SANCHO: Pues,
silencio.
MIRABEL: Callaré
como
aquél que está durmiendo,
y así no podré decillo,
pero lo
podré roncar.
Alcaide
soy de fïar.
Tu
secreto es mi castillo.
Vase MIRABEL. Sale
el CONDE
CONDE: ¡Don
Sancho Osorio!
SANCHO: ¿Señor?
CONDE: Hoy
quiero tratar contigo
un
cuidado que en el alma
crece,
aunque está reprimido.
No di
crédito jamás
a
astrólogos ni a adivinos,
que el
sabio vence a los astros,
y son
en ciertos jüicios
los de
esta ciencia en costumbres
y en
sucesos no venidos,
que a
accidentes se sujetan.
Un
astrólogo me ha dicho
que
será Garci Fernández
un
infelice marido
en su
primer matrimonio,
y
juzgando que mi hijo
es
fácil de condición,
mudable
y antojadizo,
-- quizá con la juventud --
recelo que está a peligro
de
hacer cierta esta desdicha;
mayormente, que he entendido
que ama
a Blanca y, como sabes,
su
linaje es muy indigno
de mi
sangre, y no quisiera
que,
obedeciente a su apetito
más que
a mí, un error hiciese
tan
culpable y conocido.
Por
esto, Sancho, deseo
que
encamine mis designios
la
industria, y este retrato
que de
León me ha traído
de la Infanta doña Elvira
le
divierta los sentidos
de los
cuidados de Blanca.
El
infante no le ha visto,
y has de mostrársele tú,
llamando al pincel divino
que se
atrevió a tal belleza,
porque
el retórico estilo
le
infunda amor y deseos.
SANCHO: Ya te
entiendo.
CONDE: Sancho, amigo,
Blanca y Elvira le den
una
amores y otra olvido.
Vase el CONDE y déjale el retrato
SANCHO:
Retrato, aunque sois hermoso,
¿cómo
podré persuadirlo,
si el
infante adora a Blanca,
y está enojada conmigo?
La
encarecida elocuencia
de los
griegos y latinos
fuera
nada cuando están
mal afectos los oídos.
Sale el
INFANTE
INFANTE: ¿Qué es
esto que estás mirando
tan
atento y divertido?
Sale VIOLANTE al paño
SANCHO:
Contemplo la valentía
de un
pincel tan peregrino
que
imitó a naturaleza
con
soberano artificio,
trasladando
en sus colores
la
hermosura que previno
el
cielo para admirar
las
naciones de estos siglos.
INFANTE: ¡Qué
bravo encarecimiento!
SANCHO: Verás
que verdad he dicho,
cuando mires
unos ojos
tan
vivamente dormidos,
que
despiertan al amor
como
soles que dan giros
en
líneas negras y hermosas
por su
cielo cristalino.
INFANTE:
Enamorado la alabas;
debes de estar muy perdido.
VIOLANTE: (Y yo
celosa, que abraso Aparte
el
retrato si lo miro).
SANCHO:
Desprecios padece el sol
con el
oro de estos rizos,
que son rayos marañosos
en hermosos laberintos.
Envidia la primavera
esos
colores tan finos,
que
quisiera trasladarlos
al
acanto y al narciso.
La risa
de aquesta boca,
alba
entre cándidos lirios,
pasar
quisieran las fuentes
a su
cristal fugitivo.
Mira el
aire y el aspecto
que,
ostentándonos un brío
inimitable, nos dice
con labios mudos y rizos
de púrpura celestial --
"Quien amor no ha conocido,
llegue
y míreme."
INFANTE: Don Sancho,
con eso
tu lengua ha dicho
que adoras
al dueño.
VIOLANTE: (¡Ay, celos! Aparte
Si
estando en vuestros principios
sois
tan terribles, ¿qué hacéis
cuando
el amor ha crecido?)
INFANTE: ¿Quién
es ésta?
SANCHO: Es doña Elvira,
hija
del grande Ramiro,
rey de
León.
VIOLANTE:
(Más dichosa Aparte
en
querer a quien la quiso).
INFANTE:
Guardad, don Sancho, el retrato,
que ni el pincel atrevido
ni
vuestra lengua le han dado
hermosura en mi jüicio.
Llega VIOLANTE a quitarle el retrato
VIOLANTE: Y vos,
¡bárbaro ignorante!,
¿con
qué imprudente designio
enseñáis estos retratos
a mi
hermano? ¿Divertirlo
queréis
de su inclinación,
sin
recato y sin aviso?
Yo os
entiendo, cauteloso.
No
ignoro vuestros motivos.
El infante sabe amar
y tiene
libre albedrío.
INFANTE: (Como
quiero a doña Blanca Aparte
tanto,
Violante ha creído
que
podré olvidarla y riñe.
¡Qué
discreción!) Poco sirvo
a vuestra alteza el cuidado
de mi
defensa si digo
que es
hermoso ese retrato.
Otro
tiene el pecho mío,
como en
lámina más firme,
más
gallardo y más divino.
Vase [el INFANTE] y sale MIRABEL
SANCHO: (Su
hermana quiere, sin duda,
que ame
a Blanca).
VIOLANTE: Yo me admiro
que
alabe tanto a su dama
un
hombre bien entendido.
Pero no
lo sois, don Sancho,
pues
que con vano artificio
enamorar pretendéis
a mi
hermano, y certifico
que si
otra vez os sucede...
(¡Ay de
mí! ¡Qué celos pido, Aparte
disimulando el veneno!)
SANCHO: Yo,
señora...
VIOLANTE:
No hay conmigo
satisfacciones, don Sancho.
¡Vive
el cielo!, que si os miro
enseñándole retratos,
que he
de vengar en vos mismo,
como
hermana del infante,
el
enojo que recibo,
y
adviértoos también, de paso,
que me
dicen que habéis dicho
que yo
os miro algunas veces
con
atención, dando indicios
que me
dais cuidado, y otras
os dejo
desvanecidos
estos
pensamientos.
SANCHO: ¿Yo?
Aparte a MIRABEL
(¡Ah,
traidor! ¡Ah, fementido!
¿Esto
salió de tu boca?)
MIRABEL: (¿Con
ojos de basilisco
me
miras? ¿Qué culpa tengo?)
VIOLANTE: Dícenme
que presumido
recibisteis por favor
palabras llanas que os dijo
mi lengua al descuidado.
SANCHO: ¿Yo?
Aparte a MIRABEL
(¡Ah,
falso! ¿De ti me fío?)
MIRABEL: (Un
cartujo soy callando.)
VIOLANTE: Y que a
mí se me ha caído
una
banda y no la quise,
de que,
soberbio y altivo,
os
juzgáis, como ignorante,
ser de
mí favorecido.
SANCHO: ¿Yo,
señora? (¡Es bueno aquesto!) Aparte
MIRABEL: (¡Vive
Dios, que no lo he dicho!)
VIOLANTE: De aquí
adelante he de ser
contra
vos, por el peligro
de que
entendáis neciamente
mi
intención.
SANCHO:
Yo te suplico
que me
escuches.
VIOLANTE: No hay lugar
Andando VIOLANTE a la puerta
de
disculpas.
SANCHO:
Si te obligo
con mi
humildad.
VIOLANTE: ¿Qué humildad?
¡Faetón
de vuelo atrevido!
SANCHO: ¿Tanto
rigor?
VIOLANTE:
(¿Tantos celos?) Aparte
SANCHO: ¿Tanta
crueldad?
VIOLANTE: (¿Tanto olvido?) Aparte
SANCHO: ¿No me
escuchas?
VIOLANTE: ¿No me entiendes?
Harto
claro te lo he dicho.
Vase VIOLANTE
SANCHO: Acabé
de confirmar
que me
aborreces. ¿Fue digno
mi amor
de aquesta traición,
villano, desconocido
a la
obligación que tienes?
Cuando de ti me confío,
¿me
vendes?
MIRABEL:
¿Qué estás diciendo?
¡Voto a
Dios que no he sabido
hasta
agora con qué dama
andabas
antojadizo.
SANCHO: Tú me
dijiste que sí.
MIRABEL: Si lo
dije, yo he mentido
con mis
labios sucios.
Pone la mano a la daga SANCHO
SANCHO: ¿Quién
lo que
te dije yo mismo
pudo
decir? ¡Vive Dios!
MIRABEL: Cien
años ha que te sirvo,
y
siempre esperé este pago.
SANCHO: Un
desengaño es martirio
del
ánimo más constante.
MIRABEL: ¡Y
quieres tener contigo
un
hermano compañero!
¡Plega a Dios, don Sancho mío,
que
tenga yo la cabeza
como
este rostro lampiño!
¡Plega
a Dios, que este gesto,
entre
pardo y amarillo,
no
tenga quien bien le quiera,
y que me maten a silbos,
que es
una muerte civil
que ha
inventado nuestro siglo!
¡Plega
a Dios, que si me caso,
suegras, cuñados y tíos
sobre
mí lluevan! ¡Y plega...
SANCHO: Callen ya tus desatinos.
MIRABEL:
Llámaslos como quisieres,
con tal
que el acero limpio
vuelva
a su vaina.
SANCHO: ¡Ay, amor!
¡Ícaro
desvanecido,
de cera fueron tus alas!
Llegó el sol y las deshizo.
Vanse don SANCHO y MIRABEL. Salen el INFANTE,
BLANCA, y un ALCALDE
INFANTE:
Escucha, Blanca, y verás
que
trato del cumplimiento
de mi palabra.
BLANCA:
No intento
dudar de tu fe jamás.
INFANTE:
Alcalde.
ALCAIDE:
¿Qué mandas?
INFANTE: Cuando
a ese
castillo eminente
que en la espaciosa corriente
de
Arlanza se está mirando,
os
envíe yo un soldado,
sin
dudar ni discurrir,
como él
os vaya a decir
que
hagáis lo que os he mandado,
dadle muerte, que conviene
y no es
tirana violencia.
ALCALDE:
Homenaje y obediencia
debo. En efeto, ¿si viene
un
soldado de tu parte
a
decirme que haga yo
lo que tu alteza mandó,
no
tengo que replicarle,
sino
darle muerte?
INFANTE: Sí,
con
maña tan advertida
que no
escape con la vida.
ALCALDE: Mal
podrá, si no es neblí
que
trepe esferas del viento.
Vase el ALCALDE
INFANTE: Con
esto, Blanca, daré
a mi
palabra y mi fe
amoroso
cumplimiento.
Así
tú de algún favor
me
hicieses digno.
BLANCA: Bien creo
que ése
es un fácil deseo,
que no
llega a ser amor.
Muchas veces los antojos
de una
ligera afición
no
llegan al corazón
y se
queda en los ojos.
Sale FORTÚN
FORTÚN: Con
el conde queda agora
la
francesa bizarría,
que
pienso que desafía
los
jazmines de la aurora.
Peregrina
a Santïago
va una
condesa de Francia,
haciendo con arrogancia
en las
almas tal estrago
que
sin libertad las deja.
Cartas
del rey ha traído,
con que
su crédito ha sido
como su
hermosura.
BLANCA: (Queja Aparte
puedo tener de mi hermano,
que
alabe así otra mujer,
sabiendo que aspiro a ser
del
infante. ¡Oh, cruel tirano!)
Hácele señas que calle
INFANTE:
Mucho alabas la francesa.
FORTÚN: Es en
todo peregrina.
BLANCA:
(¡Calla, bárbaro!) Aparte
FORTÚN: Divina
es su
gracia.
BLANCA habla aparte a su hermano FORTÚN
BLANCA:
(¡Con qué priesa
descompones mis intentos,
y despierta sus antojos!)
FORTÚN: (Ya podrán decir tus ojos
si son encarecimientos).
BLANCA:
(¡Necio, loco, inadvertido!
Cuando
empieza a ser mi amante
la
condición del Infante
que
mudable siempre ha sido,
¿alabas mujer tan bella?)
FORTÚN: (No
reparé en lo que hice).
Salen el CONDE con una carta, ARGENTINA de
peregrina, y su PADRE, viejo, y VIOLANTE y SANCHO
CONDE:
Castilla será felice
en que
tú pases por ella.
¡Bien haya la devoción
que te
mueve a tal viaje,
peregrina en rostro y traje!
PADRE: Favores muy vuestros son,
señor conde de
Castilla.
CONDE: Vuestra
hija, conde, es tal
que a
la esfera celestial
como a
mí me maravilla.
PADRE:
Besa, Argentina, las manos
al
conde por tal favor.
ARGENTINA: Como
extranjera, señor,
me
hacéis merced.
INFANTE: Soberanos
son sus ojos.
CONDE: El rey manda
por ésta, que en tal
viaje
os haga yo buen pasaje,
y sobrado el francés anda
en dar recomendación
a los
que la traen consigo.
PADRE: Soy tu
esclavo.
CONDE: Sois mi amigo.
BLANCA: (¡Ay de
mí! ¡Con qué atención Aparte
Garci Fernández la mira!
Él es
fácil, ella hermosa.
Yo en amor no soy dichosa.
¡Todo va perdido!)
INFANTE: (Admira Aparte
su
garbo. No sé qué tiene
la
beldad, si es extranjera,
que
mueve de otra manera.
Debe de
ser porque viene
al
gusto más singular
y más
raro.)
VIOLANTE:
(He reparado Aparte
en que Sancho
no ha mirado
la
francesa. ¿Si es guardar
a su
recato el decoro?
Triste
está. Memorias son,
que con
celosa pasión.
él las
siente y yo las lloro).
CONDE: Habla,
Violante, a Argentina,
honor
de Francia y de España.
VIOLANTE: Vuestra
alteza no se engaña
en dar
nombre de divina
a
esta beldad.
ARGENTINA: Tal merced
no es favor, lisonja sí.
INFANTE: (¡Vive
Dios, que me rendí! Aparte
¡Amor, Amor! Suspended
el arco y flechas fatales,
que las alabanzas son
saetas que al corazón
traen heridas inmortales.
¡Qué grande facilidad!
¡A un
mismo tiempo ha nacido
en mi
pecho amor y olvido!)
¡Sancho!
SANCHO: ¿Señor?
INFANTE: ¿Qué beldad
de las presentes inclina
mejor, a tu parecer?
¿Cuál
es más bella mujer,
doña
Blanca o Argentina?
SANCHO: La
francesa es más hermosa,
no admite comparación,
aunque las dos sombras son
de la beldad generosa
de
Elvira. (En esto pretendo
dar
gusto al conde).
INFANTE: ¿Qué mucho,
si esa
diferencia escucho,
que se está helando y ardiendo
el
alma a un tiempo? Cortés,
y no
fácil, es el pecho
que
aprisa lugar ha hecho
a este
prodigio francés.
BLANCA: (Ya
el infante se ha llevado Aparte
de otros antojos. ¡Ah, cielos!
Envidias son; no son celos
éstos que me dan
cuidado.)
CONDE:
Venid, señores, que en tanto
que
sobre el mar español
sepulta
rayos el sol
y la
tarde tiende el manto
de
sombras, a reposar
a mi
tienda.
PADRE:
Tuya es
mi
voluntad.
Vanse el PADRE, el CONDE y ARGENTINA
INFANTE:
(Sol francés, Aparte
tú eres
fénix singular,
y yo
me abraso y renuevo;
tu
calidad está en mí,
tuyo
soy y de Blanca fui.
¡A
nuevo ser, amor nuevo!)
Vase el INFANTE
BLANCA: (Mi
esperanza va perdida). Aparte
Vase doña BLANCA
FORTÚN: Apela,
Blanca, a su ausencia.
Vase FORTÚN
VIOLANTE: (Celos,
si me dais licencia, Aparte
seré
otra vez atrevida;
muchas entiendo que soy
querida
de Sancho, y luego
hielos
hallo en aquel fuego,
y
desengañada estoy.
Esta
vez lo he de apurar
a costa
de mi recato).
¿No os
da licencia el retrato,
don
Sancho, para mirar
una
francesa hermosura?
¡Gran
lealtad y gran fineza!
SANCHO: Cuando
saca su belleza
la rosa
cándida y pura
de aquella
verde camisa
con
puntos y deshilados,
y los
labios encarnados
despliega llenos de risa
en
hojas de nieve y grana
que son
de Venus tesoro,
y
coronan grana de oro,
como a
reina soberana
de
las otras flores, ¿quién
mira al
lirio ni violeta?
Cuando
al hermosa planeta
en el
cuarto cielo ven
los hombres desmarañando
las trenzas de sus cabellos,
que son caracteres bellos
y
líneas que están formando
letras con tanta belleza
que
inmortal y eterna vive,
porque
son ellos escribe
su
poder naturaleza,
¿qué
hombre cuerdo ha de advertir,
quién
ha de estar atendiendo,
los astros que van huyendo
por los campos de zafir?
Cuando los reinos undosos,
que abismos de arenas cubren,
en los mares se descubren,
o mansos o procelosos,
y en
sus piélagos profundos,
de las auras ondeados,
damascos tornasoleados,
entapizan nuevos mundos,
o las ondas, que eran bellas,
....................... [ -eve]
y ya el huracán las mueve,
quieren borrar las estrellas,
¿quién habrá que reparando
esté en las fuentes y ríos,
que sin caudal y sin bríos
entran en el mar temblando?
Delante los
resplandores
de la
rosa, sol y mar,
¿qué hombre sabio ha de mirar
fuentes, estrellas ni flores?
Dale VIOLANTE a SANCHO un retrato
VIOLANTE: (Si
lo dijera por mí Aparte
viviera
alegre y felice,
por su
retrato lo dice.
Dudosa
estoy, pero así
haré
el examen postrero).
Si al
retrato que os quité
guardáis, don Sancho, tal fe
y amor,
volvéroslo quiero.
Flor,
estrella, fuente y río
no mire
el alma quejosa.
Tomad
el sol, mar y rosa.
(Retrato es aquéste mío; Aparte
no
es el que yo le he quitado).
SANCHO: No
mandéis que le reciba.
VIOLANTE:
¡Enojaréme, así viva!
SANCHO: Mucho
me habéis obligado.
(Diómele el conde en secreto;
Aparte
decirle
no me conviene
el
misterio que esto tiene).
VIOLANTE: No lo
mira.
SANCHO: Yo prometo
que
me da poco cuidado.
VIOLANTE: Mirad
si tiene belleza.
SANCHO: (Hacer
quiero una fineza Aparte
de leal
enamorado;
la
lámina volveré,
que no
es razón que delante
de la
divina Violante
mire
retrato que fue
para
el infante traído).
VIOLANTE:
Miradle, Sancho.
Vuelve el retrato
SANCHO: Señora,
ya le
miro. (Pero agora Aparte
por las
espaldas ha sido).
VIOLANTE: ¿Y
qué os parece?
SANCHO: No bien.
Otro me
da más cuidado.
VIOLANTE: ¿Pues
no es hermoso?
SANCHO: Es pintado;
es
imaginado, bien
que
no llega a cumplimiento.
¡Cuánto
más bello es aquel
que con
flecha y no pincel,
dibuja
en mi pensamiento
amor!
VIOLANTE: (Busqué desengaños Aparte
y hallé desprecios. Amor,
tu blandura es ya rigor.
¡No más fe, no más engaños!)
¿Cómo, necio,
inadvertido,
rompéis en presencia mía
las leyes de cortesía
que entre bárbaros han sido
inviolables? ¿Con desprecios
pagáis favores, que son
áspides de mi opinión?
¡Qué pensamientos
tan necios!
Quien fino en ausencia es,
mucho
al grosero se iguala.
Si
amáis, amad noramala,
pero no
seáis descortés.
Vase VIOLANTE
SANCHO: Oye,
señora, que dudo
los enojos que te he dado.
Amor me tiene turbado,
la
razón me tiende mudo.
¿Yo
descortés? ¿Yo grosero?
¿Yo la
política ignoro,
cuando
callo lo que adoro,
cuando encubro lo que quiero?
¡Válgate Dios por retrato!
¿Qué
inconvenientes nacieron
de que
mi voz suspendieron
el
silencio y el retrato?
Mira el retrato
Mas, ¿qué es esto? ¡No es Elvira
la
belleza que está en el!
Mas
valiente es el pincel,
pues a
ser soberbio aspira,
segunda naturaleza,
y aun
ella puede copiar
en cielos, campos y mar
este
abismo de belleza.
Imagen es de Violante.
Yo soy,
con un bien dudoso,
el
amante más dichoso
y el
más desdichado amante.
Bien
me debo comparar
al que,
ya cuando se muere,
viene a
alcanzar lo que quiere
y no lo
puede gozar.
¿Quién podrá satisfacerla?
¿Quién
podrá desenojarla?
¿Por qué
aquí la verdad calla?
¿Por
qué el amor atropella?
Mi
razón, ¿por qué me culpa?
¡Animo! Pues no pidió
su
retrato, me dejó
esperanza en la disculpa.
Sale MIRABEL
MIRABEL:
Pensativo estás, señor.
¿Tenemos otra zorrera?
SANCHO: (¡Que
la lámina volviera! Aparte
Yo
mismo fui mi rigor).
MIRABEL: A
pedirte una licencia
en vez
del salario vengo.
SANCHO: (¿Cómo
es posible que tenga Aparte
en mis
descuidos paciencia?)
MIRABEL:
Hanme mandado ser guía
de
estos franceses que van.
SANCHO: (¿Mis labios desprecios dan Aparte
a la misma luz del día?)
MIRABEL: Que
como yo sé el camino
de
nuestro patrón Santiago...
SANCHO: (Ya,
retrato, siento y pago Aparte
mi
infelice desatino.)
MIRABEL: Soy
gallego y sélo bien,
y he de
guïar la francesa.
SANCHO: (De mi
estimación me pesa Aparte
perdí
el crédito también).
MIRABEL:
Hacerme quiero romero,
ya que
agora soy tabaco.
SANCHO: (Ni me
consuelo ni aplaco Aparte
mi
dolor, ni bien espero.)
MIRABEL: Mi
esclavina y mi bordón
y mi
calabaza llena...
SANCHO: ¡Vete,
vete, airada pena!
MIRABEL: ¡Voyme,
voyme, socarrón!
Por
no dar para el camino,
me da
licencia enojado.
Yo
pienso volver cargado
de
veneras y de vino.
Vase MIRABEL
SANCHO:
Disculpar conviene luego
mis
errores con Violante,
que los
cuidados de amante
no dan
tregua ni sosiego.
Salen el INFANTE y BLANCA
BLANCA: La
mujer es vengativa.
Agraviada no reposa,
enojada
no sosiega,
ofendida no perdona.
Vuestra alteza ha de cumplirme
su
palabra, ya que adora,
como lo
dicen sus ojos
esta
peregrina hermosa,
y hace
bien, porque es gallarda.
INFANTE: (¡Quién
me dijera que sombra Aparte
fuera
Blanca de su luz!)
Deseé
verte celosa,
por ver
si amabas, y vi
que
eres nieve, que eres roca.
BLANCA: Señor,
don Sancho está allí.
Tu
palabra generosa
está en mi pecho esperando
que la
cumplas o la rompas.
INFANTE: Don
Sancho.
SANCHO:
Señor, ¿qué mandas?
INFANTE: (¡Qué
empresa tan rigurosa! Aparte
prometió un ardiente amor,
templáronse sus congojas.
¿Qué
mucho que sea el alma
en la
ejecución dudosa?)
[Aparte al INFANTE]
BLANCA: ¡Oh,
señor! ¿Agora dudas?
¿Agora
recelas? ¡Propia
señal
de haber olvidado!
El
desprecio es el que lloran
mis
ojos con más razón
que el
dolor de mi deshonra.
No
siento, no, que dilates
tu
palabra, aunque me toca
tanto
en el alma.
INFANTE: ¿Qué sientes?
BLANCA: Que
tengas en la memoria
otro
cuidado.
INFANTE:
Terribles
son las
lágrimas o aljófar
que
derrama una mujer,
compitiendo con la aurora.
A mucho
obliga.
SANCHO: ¿Qué mandas?
INFANTE: (A tu
daño me provocas. Aparte
No des
priesa, desdichado,
a que
yo te mande agora,
que están
tu vida y tu muerte
en el
aire de mi boca.
Blanca,
fingiendo o amando,
derrama
sobre las rosas
de sus mejillas las perlas
que trujeron cuidadosa
mi alma, y aunque es
verdad
que
fácil y afectüosa
estimé
aquesta francesa,
en
ausentándose tornan
mis
cuidados. ¡Quién volviera
a ser y
antigua forma!
Obligar
a Blanca quiero;
pagar
quiero las lisonjas
de sus
lágrimas y celos.
La
sentencia rigurosa
de
aquesta vez se pronuncia).
Ve a
ese castillo, que adorna
con sus
almenas el viento
cuando
se mira en las ondas
de ese
río, y di a su alcalde
que en
debido efecto ponga
lo que
yo le mandé.
SANCHO: Voy.
BLANCA: (¡Qué
alegre, qué dulce cosa Aparte
es la
venganza!)
Aparte a doña BLANCA
INFANTE: Serena
los
bellos soles que lloran
flechas de amor y fuego.
Tocan una campanilla
SANCHO: (Allí está
Violante sola
y
quisiera disculpar
mis
ignorancias dichosas,
no
perdiendo esta ocasión.
Mas
pienso que a misa tocan,
y
aunque el infante me envía
al castillo
de esas rocas,
primero
debo cumplir
en mi
devoción piadosa,
porque
no sé si después
habrá
otra misa; y no importa
tanto
agora este negocio
que
esperar no puedo una hora.
Quédese
pues, el mensaje
y
Violante, porque sobra
siempre
el tiempo, y nunca falta
a quien
oye misa).
Vase SANCHO
INFANTE: Borras
mucho
clavel y azucena,
Blanca
mía, si te enojas.
Ya
parte Sancho a su muerte.
Tiempo
es ya que el velo corras
de tu
tristeza, y descubras
la faz
bella y luminosa.
BLANCA: Ensáyese vuestra alteza
para
decir estas cosas
a
Argentina.
INFANTE:
Ya su ausencia
hará
que sosiego pongas
a esos
celos.
Vase el INFANTE
BLANCA:
No son celos,
sino
ambición generosa
de ser
infanta de Castilla,
y
vengarme.
Sale FORTÚN
FORTÚN:
Mucho importa
que
insistas, Blanca, en la muerte
de
nuestro enemigo.
BLANCA: Loca
de
placer y de alborozo
me
hallas, Fortún. Ya corona
mis
ojos el regocijo
de la
venganza dichosa.
A ese castillo
va Osorio,
donde
al momento le corta
el
alcalde la cabeza
con
industria cautelosa.
No
sabrá su muerte el conde,
que
está avisado que ponga
tanto
cuidado y silencio
que aun
el sol le ignore.
FORTÚN: Toma
este
diamante en albricias.
BLANCA: Favor
es. ¡Cómo que me honras!
Vase doña BLANCA
FORTÚN: ¡Quién
le viera revolcando
en su sangre, en las congojas
postrimeras de la vida!
¡Quién
le viera entre las sombras,
que
entre el morir y vivir
son
crepúsculos que asoman
por la
noche de los ojos,
y sus luces hermosas borran!
Quiero llegar paso a
paso
hacia
el castillo que Troya
será de
este nuevo Aquiles.
Traiga
su voz temerosa
y última
el viento süave
a ser
música sonora
de mis
oídos; sus quejas
permitan los cielos que oiga,
pues
mis agravios oí.
Fínjase el castillo en lo alto, y que se
sube por escalera del monte
Si él
fue, ésta es la hora
que en
el umbral de la muerte
pone el
pie, y las parcas cortan
aquel
instrumento fácil
que con
ansias envidiosas
quisiera ya ver deshecho.
Esto es paseándose, como que ve el
castillo
Él no
parece; pues sola
y
cerrada está la puerta.
Dentro
está ya, que las olas
de mis
venganzas crüeles
me han
traído presurosas,
Va subiendo
y me
hallo en el castillo.
Quiero
ver su fin, que dobla
el
gusto de la venganza
ver que
el enemigo llora
su
desdicha. ¡Ah, del castillo!
Salen el ALCALDE y gente
ALCALDE: ¿Quién
es?
FORTÚN:
Aquél que no ignora
los
secretos del infante.
ALCALDE: Fortún,
vengas en buena hora.
¿Qué
mandáis?
FORTÚN:
Dice su alteza,
señor
alcalde, que importa
que
hagáis lo que os ha mandado,
si no
está hecho.
ALCALDE: Ya sobran
las señas; entrad. Verás
que aunque no está hecho, agora
se hace al momento.
FORTÚN: Aquí, Osorio,
tu
muerte será mi gloria.
Vase FORTÚN [y dice dentro]
¡Ay de
mí! [¿Por qué me matan?]
ALCALDE:
Enterradle en esa fosa
cuando
haya expirado. ¡Muera,
pues a
su alteza le importa!
No
pensé que Fortún fuera,
pero son maravillosas
las acciones de los reyes;
siempre el vulgo las ignora.
Sale SANCHO, metiendo el rosario en la
faltriquera
SANCHO: (Recé
el rosario, oí misa, Aparte
y con
alma cuidadosa,
vengo a
hacer lo que el infante
me
mandó. Dar media hora
a Dios
del día no es mucho,
si
tantas después nos sobran
a las acciones humanas).
¡Señor
alcalde!
ALCALDE: ¿Qué cosas
os
traen, Sancho, a mi castillo?
SANCHO: Dice que
pongáis por obra
lo que
mandado ha su alteza.
ALCALDE: Ya está
hecho, y porque informa
mejor
quien ve que quien oye,
entrad
a verlo.
SANCHO: En buen hora.
Antes de entrarse, ha salido por otra parte el
INFANTE, y está mirando hacia los dos para no dividir la
escena
INFANTE: Mirando
estoy desde aquí
tus
venganzas, Blanca hermosa.
Osorio
entró en el castillo.
Sale doña BLANCA
BLANCA:
Agradecidos se postran
a tus pies mis ojos.
INFANTE: Blanca,
¿de
agradecida blasonas?
BLANCA: Sí,
señor.
INFANTE:
Pues ya la muerte,
que está absoluta señora
de las
vidas, de la suya
posesión pálida toma.
Mucho
me debes en esto,
pues
borro de las historias
mi
piedad, y las hazañas
de un varón
cuya gloriosa
fama
sentirá mi padre.
Sale VIOLANTE al paño
VIOLANTE:
(Diligencias sospechosas
Aparte
son las
que en Blanca he notado;
no se
ha apartado en dos horas
del infante, y con recato
hablan
los dos).
BLANCA: Si injuriosas
palabras dijo a mi hermano,
¿por
qué ofensas en la honra
no ha
de pedirme venganza?
INFANTE: Ya la
tienen, pues que cortan
la
cabeza a Sancho Osorio.
VIOLANTE:
¡Válgame Dios! ¡Ah, traidora,
sin
razón y sin piedad!
Amor,
si el arco no aflojas,
muerta
soy.
Sale SANCHO
SANCHO: Lo que mandaste,
con
lengua tan rigurosa
que ha
excedido la crueldad
de las tigres y leonas,
está hecho ya, tu
alteza.
El
antiguo nombre borra
de la piedad
castellana.
Ya se
mancha, ya se moja
en su
misma sangre aquel
que
llamabas tu alma propia.
Ya a
Fortún mató el alcalde,
acción,
señor, con que enojas
a tu padre
y a los cielos.
INFANTE: ¿Qué
dices, hombre?
BLANCA: ¿Qué doras
tu
crueldad, tirano infante,
con la
admiración que tomas?
Esto
esperaba de ti.
¡Cielos, justicia!
INFANTE: Me asombran
estos
sucesos. Espera,
Sancho,
¿qué has dicho?
SANCHO: Que agora
vi
muerto a Fortún.
BLANCA: ¡Ay, conde!
¡Tirano
infante, perdona,
que he
de dar voces al cielo!
Vase doña BLANCA
INFANTE: Oye.
BLANCA:
¡Ah, conde!
INFANTE: ¿Qué persona,
mortal
o angélica, tiene
tu vida
en tanta custodia?
Admirado voy por Dios.
Vase el INFANTE.
Sale doña VIOLANTE
VIOLANTE: ¿Vienes
sano?
SANCHO:
Sí, señora.
VIOLANTE: Ya por
muerto te lloraba.
SANCHO: Fuera
mi muerte dichosa.
VIOLANTE: Más
vale, Sancho, que vivas,
aunque adores y ames otra.
SANCHO: Eso no,
que tuyo soy.
VIOLANTE: ¡Qué
palabra tan sabrosa,
si es
verdad!
SANCHO: Aquel retrato
me dio
el conde.
VIOLANTE: Aliento cobran
mis
esperanzas con eso.
SANCHO: Y mi
suerte se mejora.
Vanse los dos
FIN DEL SEGUNDO ACTO