ACTO TERCERO
Adentro
suena un clarín y diga PEDRO
PEDRO: ¡Vuelva, canalla! ¡Que vuela
entre las
espumas blancas
el enemigo
bajel!
Tocan otra vez y parece un esquife con ÁLVARO, FERNANDO y
CLEMENCIA
FERNANDO: Ya nos
viene dando caza
el Cosario
que nos sigue.
Ya con
fieras amenazas
cobra
soberbio dominio
sobre el
imperio del agua.
Padre,
¿qué habemos de hacer?
ÁLVARO: Si les
pides a mis canas
consejo,
que no rindamos
será el de
más importancia.
FERNANDO: Fue, si te
pedí consejo,
porque con
él me animaras;
que
alientan dos pareceres
la más
cobarde esperanza.
¿Qué
esperamos de rendirnos
sino
mayores infamias
cuando es hermoso el morir
entre las
sangrientas armas?
Si yo
esperara victorias,
¿temiera
ajenas ventajas?
Mas para
que honrado muera,
es menester que las haya.
La suerte echó la Fortuna;
amor y honor son las causas
para que el mar nos sepulte
en
monumentos de plata.
Clemencia,
el tálamo ilustre,
asido a
tus esperanzas,
se trueca en túmulos negros
sobre estas humildes tablas.
¡Llegue el bárbaro de
Libia!
¡Deja el
remo! ¡Amaina, amaina!
Que suele
dar el que espera,
temor al
que le amenaza.
¡No
temáis, padre y esposa,
que yo
solo en la batalla
seré el imán de sus flechas
y la esfera de sus balas!
CLEMENCIA: ¡Mira,
señor, que se acercan
y al fiero
son de las cajas
burlan tu
inútil valor!
Considera
que te engañan
laureles
de fama incierta
y que
jamás los alcanza
quien
desesperado muere
porque del
vivir se agravia.
Valiente
es el que resiste
atropelladas desgracias,
y por cobarde
se cuenta
quien
muere por excusarlas.
Y ya que
dar determinas
por
testigos a las aguas
de tu
muerte, basten ellas
que vieron
tragedias tantas.
No
esperes, siendo posible,
que no sin aliento caiga
sobre tu
pálida frente
de sangre
propia manchada.
Y, pues
yo, Fernando, he sido
el Jonas
de esta borrasca,
arrójame
al mar soberbio.
Tendrás
segura bonanza.
¡Mira que
llegan!
FERNANDO:
Si piensas
que como
sirena encantas,
taparé,
como otro Ulises,
los oídos
que te engañan
si
escuchan suspiros tiranos
entre
amorosas palabras.
Y tú,
noble padre mío,
que excedes a las desgracias
de Troya, pues cuando Eneas
la miraba ardiendo en
llamas,
libró a su
padre en los hombros,
que
eternos hace la fama;
mas los
enojados cielos
multiplicando venganzas,
cuando dan
paso en el fuego
nos le han
cerrado en el agua.
No hay
donde escaparte puedas.
No hay,
como en Troya, montañas;
que en
montes de rica espuma
sólo
pensamientos pasan.
Ya el
cosario bergantín,
que los
cristales quebranta,
con voces
atemoriza
y con
remos nos alcanza.
El bárbaro
capitán
desafía
entre las armas
al sol con
nubes de plumas
sobre
montes de bengalas.
ÁLVARO: ¿Qué
intentas, Fernando?
FERNANDO: Padre,
si los
nobles se acobardan,
¿qué dejas a los que tienen
pecho humilde y sangre baja?
¡Yo he de morir como noble!
PEDRO:
Aborda! ¡No se nos vaya
la presa!
Suena [un] clarín; parece el bergantín de los moros
y PEDRO de moro con rodela y espada
FERNANDO:
¡Válgame el cielo!
¡La
ilusión es fantasma
que
representa el temor!
PEDRO: Perro
cristiano, ¿qué aguardas?
¿Con qué
poder te defiendes?
¿Con qué
favores te amparas?
ÁLVARO: Éste, ¿no
es mi hijo? ¡Cielos!
PEDRO: Mas, ¿cómo
mi intento alcanzas?
¿Quieres
por no ver tu afrenta
rendir a
mis pies el alma?
Yo te
cumpliré el deseo.
FERNANDO: Bien te
acuerdas que en las playas
de Valencia, cuerpo a cuerpo,
pude
templar tu arrogancia
y entonces
eras cristiano.
Mira,
agora que te falta
la luz del
sol de justicia,
si podré
vencer tus armas.
PEDRO: ¡El renegado Hamete
desde hoy los hombres me
llaman
y el sol de Clemencia puede
darme su
luz soberana!
Pelean [PEDRO y FERNANDO]
ÁLVARO: ¡Hijo de
mi vida, espera!
Mira que
un león se agravia
si entre
corderos humildes
muestras
las sangrientas garras.
¿Qué furia
es la tuya, Pedro?
Tu misma
sangre derramas,
que para
empresas mayores
por fuerza
ha de hacerte falta.
Y cuando
mezclar pretendas
la furia a
las amenazas,
vuelve a
tu padre los ojos
que besa humilde tus plantas.
Acerca más el bajel;
verás que
los pies te bañan
lágrimas
de un padre humilde
que duras
peñas ablandan.
Pero si el
sol verdadero,
eterna luz
de las almas,
deja en
tinieblas la tuya,
nieve y hielos te acompañan.
¡La dureza de tu pecho
vence las sierras más altas
que en las ausencias del sol
las cercan nubes heladas!
Vuelve a
confesar a Cristo,
que de
laureles y palmas,
desde la
cruz donde muere,
te está ofreciendo
guirnaldas,
y denme la
muerte luego
tus
animosas escuadras;
partirá mi
alma contenta
a la
soberana patria.
PEDRO: Si me
soltó de su mano
Cristo y
sin fe ni esperanza
le niego la reverencia,
en vano
piedad aguardas
de mi
furia. Niega a Dios
mi lengua
desesperada,
¿y no
negará a mi padre?
¿Para qué
hijo me llamas?
¡Moros,
rompedle aquel pecho
entre puntas de alabardas!
Verá el
mundo a lo que llega
la
colérica venganza
de la
ingratitud de un padre.
¡Con acciones inhumanas
seré el hijo más crüel
que vio el tiempo ni la
fama!
¡Mas dejadles, esperad!
Ya que a los hombres espanta
mi crueldad, a las mazmorras
de Argel
pretendo que vayan.
FERNANDO: ¡Primero,
infame español,
que ofensa
a mi padre hagas,
verás un monte de acero
sobre esta
pequeña barca!
ÁLVARO: ¡No te
defiendas, Fernando!
CLEMENCIA: Esposo, el
valor te engaña.
Rinde el
pecho a la Fortuna
inconstante, ciega y varia.
PEDRO: ¿Esposo en
presencia mía
a un
hombre cobarde llamas?
¡Nuevas
venganzas me animan!
¡Bárbaros
celos me abrasan!
¡Echa el
ferro! ¡Llega, aborda,
que el
fuego y celos del alma
han de
abrasar en un punto
aguas, hombres, cielos y barcas!
ÁLVARO: ¡Pedro!
PEDRO:
¡Hamete es mi nombre,
perros!
FERNANDO:
¡Que tantas desgracias
no tengan
fin!
PEDRO:
¡Hoy, Argel,
será mi heroica venganza!
Aquí se juntan las barcas.
Entra PEDRO en la barca de su
padre y la vence.
[Vanse. Salen el] REY y TRIGUEROS
REY: Zulema,
estoy tan corrido
que entre
mi enojo y mi enfado,
quisiera
haberme engañado
para no
haberlo sentido.
Pero de
suerte vencí
las dudas
que se ofrecieron
a los ojos, que sirvieron
de mayor crédito en mí.
Aquel muchacho
cristiano...
¿sabes quién digo?
TRIGUEROS:
Ir delante.
REY: Me dejó
más ignorante
del bien
que pretendo en vano.
TRIGUEROS: Pues,
¿qué querer preguntar,
si cuando
estar satisfecho,
andar
buscando el provecho
y el
pisadumbre boscar?
Cuando
engordar el cochino,
tocino
esperar después;
y el cabar el vinas es
para que agardamos vino.
Perdonar si le traemos
ejemplicos de cristianos;
que cuando
tener al manos,
más que el
mosqueto bebemos.
E
prosiguiendo, sonior,
el
resposta que querer
del bien
Zolema saber.
REY: (Hace la
pregunta Amor). Aparte
Juzgué,
con nuevos desvelos,
mujer a
Félix, de suerte
que el
sol, si a mirarlo advierte,
me daba en los rayos celos.
Habléle y me respondió
como
oráculo confuso,
pero en
las dudas que puso,
mi fuego
se declaró;
que
basta la aprehensión
de que
femenil belleza
le ha dado
naturaleza
para
aumentar mi pasión.
¡Qué ya
con amor gentil
mira que
en tanto esperar
se ha
visto un mozo adorar
a una
imagen de marfil!
Dime si
es Félix mujer,
si
pretendes mi favor,
para que
pase mi amor
del
conquistar al vencer;
porque
el amor bien nacido
no admite
al alma arraigado
ni en los
desdenes enfado,
ni en las
ausencias olvido.
Robáronle los cristianos,
pero ya me
le promete
el valor del nuevo Hamete
que surca
esos mares canos.
TRIGUEROS: Sonior, cozas que tener
los créditos de openión,
nunca dar bona razón;
nunca él
verdades saber.
Decir
el fama que ardendo
Fénix dar
volta a vivir;
ser grande
embuste e mentir,
que nadie
pode estar vendo.
Hombre
que alzar el segura
e los
estrellas mirar
le hacer
por le enganiar,
ser
openión mal segura.
A
Espania ver de mil modos;
donde es
como el frailesicos,
Alá les
ver de moricos,
e ser
emboste por todos;
Al fin
estar openión;
mas lo que
poder palpar,
nunca es
bono el preguntar.
Necios el
preguntas son.
Cuando
amores estar frescos,
le podes
satisfacer.
REY: ¿Pues cómo
lo puedo ver?
TRIGUEROS: ¡Quetar el
cinta al gregüescos!
REY: ¡Ah, cristianos, cuando os doy
la
libertad que buscáis,
mis
ofensas procuráis!
¡Furioso y
amante estoy!
¡Viva
Alá, que si al mar salgo,
que con
amenazas solas
envuelva
en fuego las olas!
TRIGUEROS: (¡Mucho me
mira este galgo, Aparte
y temo
que si emperra,
ha de
echarme el diente a mí).
REY: ¡Qué tan
desdichado fui
en ser tan
corta la tierra;
que si
tardaran un día
de hallar
defensa en el mar,
su muerte
supiera dar
venganza a
la ofensa mía!
TRIGUEROS: ¿Qué
temer cuando ir Hamete
en so
bosca en bergantín
más que el
vento?
REY:
¡Dulce fin
a mi
esperanza promete!
El
cielo le dé favor
cuando a
las manos llegare.
TRIGUEROS: (¡Y plega
a Dios que no pare Aparte
hasta
Madrid mi señor!)
REY: ¿Qué
dices?
TRIGUEROS:
Que vosancé
sanar de
pecho el postema.
REY: Oye mi
intento, Zulema.
Salen
la Infanta
[CELAURA] y COSARIO
COSARIO: ¿Ansí
desprecias mi fe?
¿Ansí
un amor tan valiente
que entre
abrasados desvelos
vence
penetrando cielos
la esfera
del sol ardiente?
Tu
ingrato desdén admiro
si pueden
ganarte el gusto
diamantes
del indio adusto
entre
púrpuras de Tiro;
si los
ópimos metales
que Arabia
en sus venas cría,
perlas que
del alba fría
en nácares
orientales,
¿cuánto
más valor tendrán
alma y
corazón rendidos
que metales
sin sentidos
que sin
méritos te dan?
CELAURA: Aunque
por bajo interés
juzgas mi
real decoro,
nácares, púrpuras y oro
despreciados de mis pies
les diera de mejor gana.
Mira, ¿es
mi amor lo que medras?
¡Mejor
lugar a las piedras
que a tu
pretensión liviana!
Cuando
me hablas, me ofendes.
Cánsasme
cuando me miras,
me hielas
cuando suspiras,
me enojas cuando
pretendes;
que lo
que cielo parece,
en
llegándose a querer,
viene
luego a parecer
infierno
si se aborrece.
TRIGUEROS:
Consoltar el agoreros
y saber si
le encontramos
[a] Hamete.
REY:
Bien dices, vamos.
Sale un MORO
MORO: Cuando
volarán ligeros,
por
quebrantadas espumas,
más que
del sol los caballos
bastará
Hamete a alcanzallos
haciendo
los remos plumas.
La
presa en palacio tiene.
REY ¿Tanta
dicha merecí?
TRIGUEROS: (¡Qué este
perro baharí Aparte
con estas
nuevas nos viene!)
CELAURA: Harto
más bien granjearas
mi amor,
que sin fruto esperas,
si por los
cristianos fueras.
COSARIO: Cuando tú
lo imaginaras,
fuera
poco atravesar.
CELAURA: No
entiendo de atravesías.
REY: ¡Dulces
esperanzas mías
que os he
venido a lograr!
Pídeme
albricias.
TRIGUEROS: ¿Querer
que yo por
ti le pedemos?
MORO: Sí.
TRIGUEROS: Pues
peder que le demos
milión de
azotes por ver
si
romper saco el codicias.
REY: Por tan
agradables nuevas,
muy poco
ha de ser si llevas
todo mi
reino en albricias.
Salen PEDRO,
FERNANDO, CLEMENCIA y el padre [don ÁLVARO]
FERNANDO: En
nuestra adversa fortuna
estimo más tu favor
que la
vida.
CLEMENCIA:
De mi amor
no esperes
mudanza alguna.
PEDRO: Como el
imperio quebrantas
del mar
que soberbios cría,
hoy los
esclavos te envía
lisonjeros de tus platas,
pues
obediente y fïel
tantos
miedos les enseña
que se les
convierte en peña
[los
remos] de su bajel.
Perdió
la esperanza y brío,
pues entre
asombros y penas,
fueron las
otras cadenas
hasta que
llegase el mío;
que
aunque este valor profesa
para que
Marte se asombre,
no le
repetí tu nombre,
por coger
viva la presa.
Déjeles hacer alarde
de algún
valor porque el mar
se
corriera de aguardar
una
lisonja cobarde;
y si
con obras te obligo,
pido que
de estos cristianos
quede la
presa en tres manos
y en las
mías el castigo;
que
aunque venzan en crueldades
las
tiranas monarquías,
yo sé que
en viendo las mías,
serán las
tuyas piedades.
REY: Tan
bien mi gusto dispones,
que dejo a
tu voluntad
la
clemencia y la crueldad.
PEDRO: Ya
moriréis en prisiones.
¡Llevadlos a donde sientan
mi
vengativo furor!
ÁLVARO: Por ser de
un hijo el rigor,
no lastiman,
sino afrentan
las
desdichas de mi hado.
¿Posible
es que padre he sido
de este
monstruo? ¡Estoy corrido
de ser yo
quien le ha engendrado!
TRIGUEROS: Sonior
capetán, dejar
a Zulema
el presioneros.
PEDRO: A ti te
importa, Trigueros,
no
disgustarme.
TRIGUEROS:
Caliar
e ver
como obedecemos.
Vejo, al
mazmorra venir,
que bronce
no ha de sentir
tan lastimosos
extremos.
(¡Juro
a Dios que es un bellaco Aparte
mi amo!)
ÁLVARO:
Félix, adiós.
CLEMENCIA: Él vaya,
padre, con vos.
ÁLVARO: Mal mis
lágrimas aplaco;
¿de qué
bárbaros se cuenta
que algún hijo hiciese tal?
Mas, ¡ay
de mí! que mi mal
no es
desdicha, sino afrenta.
CLEMENCIA:
¡Fernando!
FERNANDO:
Clemencia mía,
sólo temo
tus mudanzas.
CLEMENCIA: Si yo
lograse esperanzas
como
firmezas podría,
bien te
quitara el recelo
que de mi
mudanza tienes.
FERNANDO:
Dichosamente previenes
a mis
penas el consuelo.
Dios te
guarde.
CLEMENCIA:
Y Él te anime.
Llévales
TRIGUEROS [a don ÁLVARO y FERNANDO]
REY: Félix,
escucha.
CLEMENCIA:
Señor,
¿qué
mandas?
CELAURA:
Este favor,
¿quién
habrá que no lo estime?
Ansí,
¿cuánto, capitán,
queda el
premio que merece
tu
valor? (¡Mi fuego crece!) Aparte
REY: ¿Pues
disfavores se dan
a un
rey?
CLEMENCIA:
Por disculpa honrada
se puede
admitir, señor.
CELAURA: (¿Cómo le
diré mi amor?) Aparte
PEDRO: (El alma
tengo turbada; Aparte
que
mira el rey a Clemencia
con
cuidados de mujer).
CELAURA: Déjala
favorecer
cuando
estimo tu presencia;
y
advierte que has granjeado
prendas de
amor en mi pecho.
COSARIO: Mayores
daños sospecho
si el alma
no se ha engañado).
Han de estar en este punto en hilera. Primero CLEMENCIA y luego el
REY y luego PEDRO; después la Infanta [CELAURA] y a su
lado el
COSARIO
CELAURA: (Con el
muchacho cautivo Aparte
fingiré
tiernos amores.
¡Tenga
aparentes favores
Félix!)
REY:
(Mi gloria apercibo Aparte
si le descubro a la infanta
quién es,
porque una mujer
sabrá
templar y vencer
tal rigor,
dureza tanta).
Ya,
Celaura, tuyo es
Félix,
regálale mucho,
y la
ocasión...
PEDRO:
(¿Esto escucho?) Aparte
REY: ...yo te
la diré después;
que
merece este favor.
CELAURA: Y a mí me
ayudan los cielos.
(¡Abrasarle tengo en celos
Aparte
del
cautivo!)
PEDRO: (Ya el furor Aparte
me
ciega. De mi presencia
el bien me
quiere quitar).
Señor, dejadme hablar
a Félix.
CELAURA: Ya
no hay licencia.
(Celos
del cautivo tiene; Aparte
obrando
está mi desdén).
Vámonos,
Félix.
REY:
(¡Qué bien Aparte
con mis
intentos conviene!
Parece
que ha conocido
su femenil
rostro hermoso).
COSARIO: (Ya vivo
menos celoso Aparte
y estoy
más arrepentido.
Engañéme, que antes veo
que la
infanta le desprecia).
Vanse el REY y COSARIO
CELAURA: (Hoy a su
arrogancia necia Aparte
ha de
vengar mi deseo).
Félix,
mira que has de ser
secretario
de mi pecho.
PEDRO: (Que le
está hablando sospecho Aparte
por el
rey). Fiera mujer,
mira
que al cielo le quitas
la luz, la
fuerza al amor.
¿Quién te
ha enseñado el rigor
con que a
las fieras imitas?
(Tercera es del rey. ¡Ah, cielos!
Aparte
¿Cómo ansí
me atropelláis?
CELAURA: Ansí os
haré que sepáis
lo que
lastiman los celos.
PEDRO: (Pierdo
el alma por ganar Aparte
una
adorada mujer,
y
sintiéndola perder,
no he de
saberla cobrar.
Si
nunca el Amor guardó
decoro al
mayor estado,
siendo yo
el interesado,
¿por qué
he de guardarlo yo?
¡Muera
el rey que a mi furor
le dan, si
pesa a los cielos,
desesperación los celos
y
atrevimientos Amor!)
Vase [PEDRO]
CELAURA: Félix,
si tu dueño soy,
mandarte
puedo de veras.
Yo te
mando que me quieras.
CLEMENCIA: Palabra,
infanta, te doy
de
obedecerte y ansí
ya te he empezado a querer.
CELAURA: (¡Oh, si
nos pudiera ver Aparte
aquel
ingrato! ¡Ay de mí,
que con
arte y con engaños
solicito
el ser querida!)
Vuelve a la puerta [PEDRO]
PEDRO: (Clemencia
es ya conocida. Aparte
¿Qué
busco? ¿Más desengaños?
¿Para
qué quiero escuchar
lo que en
mi daño ha de ser?)
CELAURA: Mi Félix,
¿me has de querer?
CLEMENCIA: No querer,
pero adorar.
CELAURA: ¿Y si
Hamete lo escuchase?
(Mas allí
le he visto. ¡Cielos, Aparte
caiga un
rayo de estos celos
que le
deshaga y abrase!)
Mi
Félix, yo te confieso
que quise
a Hamete; mas ya
sólo tu
beldad me da
dulce
amor. Sólo profeso
darte
gusto y adorarte.
¿Serás
mío?
CLEMENCIA:
Eternamente.
CELAURA: (¡Dichosa
yo si lo siente!) Aparte
PEDRO: (Amor, no
debo culparte. Aparte
La
infanta no solicita
a
Clemencia por el rey).
CELAURA: Tendrás
amor. ¿Tendrás ley
si la
tengo yo?
CLEMENCIA:
Infinita.
PEDRO: (Ella
pensando que es hombre, Aparte
o como a
Félix la adora,
o finge
que la enamora
por darme
celos).
CELAURA:
¡Asombre
tanto
amor mares y cielos!
CLEMENCIA: (¡Y
asómbrelos mi desdicha!) Aparte
CELAURA: (Él nos
oye; haga mi dicha Aparte
que nazca
amor de estos celos).
PEDRO: (Ella
quiere amartelarme; Aparte
y para dar
a entender
que no es
Clemencia mujer,
celos
finjo).
CELAURA:
¿Quieres darme
un
abrazo, Félix mío?
CLEMENCIA:
(Disimulando, que soy
Aparte
mujer, los
brazos le doy).
Sí, daré y
en ti confío.
Abrázanse [y
sale] PEDRO con la daga en la mano
PEDRO: ¡Falsa, ingrata! ¿De esta suerte
se
corresponde a mi amor?
¡Los celos
son un furor!
¡Estoy por
darte la muerte!
Y tú,
Félix, vil cautivo,
¿los
brazos osaste dar
a la
gloria singular
por quien
muero y por quien vivo?
CELAURA: (¡Obró
el veneno celoso! Aparte
Ansí,
ansí, sabed de amores).
PEDRO: ¿Estos
eran los favores
de tu
pecho generoso?
CELAURA: Alá
sabe a quien adoro.
CLEMENCIA: (A Dios
con lágrimas llamo). Aparte
CELAURA: (Ay,
español, yo te amo). Aparte
PEDRO: (Ay,
Clemencia, yo te adoro). Aparte
Vanse [PEDRO, CLEMENCIA y la Infanta CELAURA. Salen don
ÁLVARO] y FERNANDO con cadenas, y TRIGUEROS
ÁLVARO: Si a
Dios tu señor dejó,
¿qué
podemos presumir
de ti?
FERNANDO:
¿Puédese encubrir
lo que tu
lengua mostró?
ÁLVARO: Claro
está que al torpe sueño
de la
culpa el alma has dado,
que se
conoce el crïado
por las
costumbres del dueño.
¡Hijo
de padres cristianos
quedado en
tan ciego abismo!
Mas, ¿qué
digo, si yo mismo
tengo el
ejemplo en las manos?
Cristiano y noble nací
y un hijo
perdido lloro.
TRIGUEROS: Ya he
dicho que no soy moro;
la lengua
sola fingí.
FERNANDO: ¿Luego
has fingido de miedo?
¿Qué no te
ha faltado luz?
TRIGUEROS: Sí, juro a
Dios y esta cruz
y a las
palabras del credo.
ÁLVARO: Temo
que engañarme quieras.
TRIGUEROS: ¿Hay más
terrible apurar?
Pues, ¿qué
quieren apostar
que he de
renegar de veras?
Llamaron gallego a un loco
en Madrid
y dijo luego,
"Antes moro que gallego,"
y dicen
que dijo poco;
pero el
que es gallego dino,
dirá con
justo decoro;
"Antes gallego que moro,"
no por Dios, mas por el vino.
Por
excusar la mazmorra
y la
paliza lo he hecho,
y porque
saco provecho
de vivir
metiendo gorra.
Regálanme lindamente,
y yo que
no soy muy lerdo,
entre lo
bellaco y cuerdo,
le como un
lado a esta gente.
Tengo
el ejemplo delante
del que se
obligó a los daños
si no
enseñaba en diez años
a hablar
[a] un elefante;
que diciendo otro cautivo
"¿Cómo te puedes librar
si en
efecto ha de llegar
el término
ejecutivo?"
Risueño
le respondió:
"En
diez años claro está
que alguno
se morirá,
el rey,
elefante o yo."
Y ansí
el negocio has mirado,
cristiano
soy como un roble,
que aunque
gallego, soy noble.
Sale un MORO y escucha
MORO: (¡Si con
ellos se ha burlado! Aparte
¡Qué es
cristiano está diciendo!)
ÁLVARO: No me
pudiera mi hijo
causar
mayor regocijo.
¡Al cielo
estoy bendiciendo!
TRIGUEROS:
¡Cristiano mil veces soy,
que Mahoma
es un bergante!
MORO: (¿Tal dice
un perro ignorante? Aparte
A llamar
la guarda voy;
que por
el santo profeta
que ha de
morir el villano).
Vase [el MORO]
TRIGUEROS: En el alma
soy cristiano
y moro en
la gabaneta.
FERNANDO: ¿Y si
descubriendo van
lo que
agora el alma encubre?
TRIGUEROS: Si el
busiles se descubre,
moriré
como un Roldán.
Sale el MORO con el COSARIO
COSARIO: No es
posible si nació
en
Marruecos.
MORO:
Yo le oí
confesar a
Cristo aquí.
COSARIO: Por
ventura se burló.
MORO: Presto
le verás.
COSARIO:
¡Zulema!
TRIGUEROS: ¡Vive
Dios, que me han cogido!
Mas no
estoy arrepentido
que en más
mi valor se extrema.
COSARIO: ¿Ansí
guardas el decoro
al profeta
soberano?
Dícenme
que eres cristiano.
TRIGUEROS: ¿Pues
cuándo he sido yo moro?
COSARIO:
Advierte que el renegado
de nuestra
ley tiene pena
que a la
muerte le condena.
TRIGUEROS: Nunca mi
ley he negado.
COSARIO: Mira tu
notorio engaño.
TRIGUEROS: (¡Oh, qué
de espacio lo toma!) Aparte
COSARIO: ¡Sabes tú
quién es Mahoma?
TRIGUEROS: Un arriero
picaño,
juro a
Cristo.
ÁLVARO:
Capitán,
Trigueros
nació cristiano.
MORO: ¡Hasta en
el nombre es villano!
TRIGUEROS: Pues, ¿es
mejor Solimán?
¡Diga el galgo!
MORO:
En vano aplaco
la furia
que el pecho enciende
que ansí
este perro me ofende.
TRIGUEROS: Él miente
y es un bellaco.
COSARIO:
Llevadle al rey y él verá
lo que
arrepentirse importa.
ÁLVARO: Trigueros,
la vida es corta.
TRIGUEROS: ¡Oh, qué
moderno que está!
¿Era yo
de Boceguillas
que mi ley
he de negar?
COSARIO:
Advierte...
TRIGUEROS: No
hay que tratar;
bien pueden
hacerme astillas.
Salga PEDRO
PEDRO: ¿Qué
hacéis? ¿Qué aguardáis con él?
FERNANDO: Esfuerzo
tiene bizarro.
TRIGUEROS: Ser mártir
gallego en barro.
¡Mártir me
fecit!
ÁLVARO:
Crüel,
¿reniegas?
TRIGUEROS:
Siempre reniego
de Mahoma;
a Cristo adoro
y
piadosamente lloro
mis
culpas.
PEDRO:
Vives; mas ciego.
TRIGUEROS: Tú eres
el que ciego estás,
pues a Cristo puesto en [cruz]
niegas
perdiendo la luz.
FERNANDO: No vi tal
valor jamás.
PEDRO: ¿Qué
aguardáis con él? ¡Llevadle!
TRIGUEROS: Si es por
lo que agora os hablo,
mirad qué
dice San Pablo
a los coritos.
COSARIO:
¡Matadle!
TRIGUEROS: Moros,
ad corintos, digo
aunque me
hagáis tajados.
ÁLVARO: ¡Quien
siguiera tus cuidados!
Mas con el
alma los digo.
¿No te
avergüenzas de oír
que un hombre humilde y crïado,
hijo, haya
confesado
a Cristo y
vaya a morir?
Pero
sin fruto te advierto
y con la
luz te apercibo
de un
claro ejemplo tan vivo
estando en
la fe tan muerto.
Vanse [todos menos PEDRO]
PEDRO: ¿Qué es
esto Dios? Un crïado
humildemente nacido,
¿esta
constancia ha tenido?
Y yo que
más obligado
os estoy, ¿os
he negado?
¿Leyes
dulces y süaves
se truecan
por culpas graves?
¡Ah, mi
Dios! ¡No se entienda
que el
hombre sólo os ofenda
cuando os
bendicen las aves!
Yo, que
era Pedro en Madrid,
Hamete soy
en Argel;
el nombre
dulce y fïel,
de aquel
segundo David,
del que es
verdadera vid,
de Jesús
blanca paloma,
troqué por
el de Mahoma.
¡Rasguen
las nubes sus senos!
¡Produzcan
rayos sin truenos!
¡Salga un
león que me coma!
¡Tiemble la tierra por mí!
¡Brame el
mar y gime el viento!
¡Caiga el
alto firmamento!
¡Ábrase el
infierno aquí!
Hamete
soy; Pedro fui
negando a
Cristo. Y ya hallo
que en
todo es bien imitallo.
El alma a
Cristo desea
y la voz
de un crïado sea
para mí la
voz de un gallo.
Pues el generoso azor,
rompiendo
el aire lozano,
sabe
volver a la mano
del dueño
y del cazador.
Sepa agora
un pecador
volver con
alma piadosa
a la mano
generosa,
que alas y
plumas le dio
con que a
su muerte voló
como ciega
mariposa.
La luz
del sol me socorre,
ojos, pues
tiempo tenemos,
tantas
lágrimas lloremos
que mi
pecado se borre;
el alma
misma se corre
y me
avergüenzo y confundo
al
mirarme. Sepa el mundo
que noble
Ramírez fui
y que en
la corte nací
del gran
Felipe segundo.
Va
desnudándose, arrojando el vestido
Un
furor, una venganza
y una
locura ha podido
despeñarme. ¡Vil vestido,
decid mi
grande mudanza!
No
tengamos semejanza
con los
que no tienen fe;
que si yo a Cristo negué,
que me
sustenta y me rige,
no supe lo
que me dije
pero agora
bien lo sé.
Salgan por las
dos puertas [don ÁLVARO] y FERNANDO
Señor
padre, amigo hermano,
si ansí os merece llamar
quien a
Dios supo negar,
dad la
muerte a este tirano.
Dios me
dejó de su mano
y ya otra
vez me la dio.
Déjame,
padre, que yo
humilde te
desengañe
y con mis lágrimas bañe
los pies
del que me engendró.
Romper
quiero las cadenas
que mi
ignorancia te puso.
ÁLVARO: Alegre
estoy y confuso
en mis
prisiones y penas.
¡Mi Dios,
que el remedio ordenas
de este
hijo, dame aliento,
no me mate
este contento!
PEDRO: Perdóname,
mi Fernando.
FERNANDO: Suspenso
te estoy mirando.
PEDRO: Y yo
volviendo a la fe,
tantas
lágrimas daré
que me
vayan anegando.
Pedro
soy; cristiano soy.
Los que
moro me habéis visto,
sabed que
mi Dios es Cristo;
reverencia
a Cristo doy.
Sus rayos
me alumbran hoy.
Su ley
sola es la perfeta.
¡Moros,
dejad vuestra seta!
Salen el
REY, [la] infanta [CELAURA] y moros
REY: ¿Qué es
esto Hamete? ¿Qué dices?
PEDRO: Que sois
todos infelices
creyendo a
un falso profeta;
que
sólo Cristo es verdad
y Él es el
Dios de los cielos.
CELAURA: Loco le
tienen los celos.
PEDRO: Poderosa
es su deidad,
dulce
Amor. Moros, dejad
la infame
ley que tenéis
y si
salvaros queréis,
adorad a Jesucristo.
REY: ¿Cómo mi
furia resisto?
¡Oye,
Hamete!
PEDRO:
No llaméis
a quien
es Pedro, Hamete.
¡Cristo es
mi Dios. En Él creo!
CELAURA: (Volverle
el seso deseo). Aparte
¡Oye, mi
bien!
PEDRO:
¡Perra, vete;
que tu ley
no me promete
sino
llamas, pena y hielos!
CELAURA: ¡Tuya soy;
no tengas celos!
PEDRO: Bien
dices, que celos son
de mi
santa religión,
que es
camino de los cielos.
REY: ¿Burlas
de Mahoma?
PEDRO: ¡Sí!
Su infame
nombre blasfemo,
ni le
estimo ni le temo.
REY: Habrás de
temerme a mí.
PEDRO: Noble y
cristiano nací.
Un furor,
una locura
me trujo a
tan desventura.
Negué a
Dios y ya le confieso.
REY: ¡Denle la
muerte!
PEDRO:
Por eso
tendré
vida más segura.
REY: ¡Pues,
denle la misma muerte
que a
[Cristo]!
PEDRO:
¡Dichoso yo!
CELAURA: De nuestra
ley se burló
y de mi
amor se divierte,
¡muera de
la propia muerte
que
Cristo, crucificado!
REY: En esa
puerta enclavado
esté.
ÁLVARO:
¡Hijo, persevera!
PEDRO: Mi fe
creció de manera
que se
iguala a mi pecado.
Déjame,
Rey, que yo haga
en la
puerta una señal
de aquella
[cruz] inmortal
donde
[Cristo] mi Dios paga
por mis
culpas.
REY:
Satisfaga
a su Dios
de esa manera.
PEDRO: Arco de
paz verdadera,
señal de
serenidad,
muera yo
por tu verdad.
ÁLVARO: Hijo mío,
persevera.
PEDRO:
Piadosamente ha tratado
mi
causa. Yo te agradezco
mi muerte
y la vida ofrezco
al
martirio deseado,
pero si
[cruz] me ha faltado
cruz
formaré con el dedo
porque en
la mortal pelea,
cuando al
enemigo vea,
pueda
batallar sin miedo.
Señale con
el dedo una cruz y fórmela
Árbol
santo, cuya flor
a su
hermosura convida,
cuyo fruto
fue la vida,
cuyas
hojas son amor,
cayado de
aquel pastor
que murió
por su ganado,
vara del
Moisés sagrado
que
milagros multiplica,
a tu pie
se purifica
la boca que te ha negado.
Cúbrenle [a PEDRO]
REY: Cruz
parece milagrosa
la que su
mano formó.
CELAURA: ¿Cuándo al
cristiano faltó
la mágica
fabulosa?
REY: Con
sentencia más piadosa
quisiera
haberle tratado,
que era
valiente soldado
y pudo ser
frenesí.
CELAURA: Bien es
que padezca ansí
el que
ansí me ha despreciado.
El
desprecio de mi amor
ha de llorar
esta vez.
Sale
el COSARIO con moros y TRIGUEROS
COSARIO: A que seas
recto jüez
hemos
venido, señor.
Este moro
sin temor
de Mahoma,
lo maldice.
De él
reniega.
TRIGUEROS: Muy bien dice,
pero en
que soy moro miente.
Por vivir
entre tu gente
cómodamente lo hice.
Cristiana mi madre fue
y en el
vientre de mi madre,
como lo
dirá mi padre,
de Mahoma renegué.
Nunca yo
tu ley dejé,
porque
jamás la seguí.
Dentro en
Galicia nací
entre
chorizos al humo,
y de los
moros presumo
que no los
comen aquí.
REY: Por fingirse que nació
moro no
merece muerte;
sólo la
pena se advierte
en el que
la ley dejó
después
que la profesó.
TRIGUEROS: Luego,
¿por libre me das?
REY: No siendo
moro, lo estás.
TRIGUEROS: Beso tus
reales juanetes
por el
bien que me prometes.
COSARIO: Hecho
esclavo quedarás.
CELAURA:
Templarás el alegría
viendo
muerto a tu señor.
Descubren a
PEDRO crucificado en la puerta por la frente
TRIGUEROS: ¡Válgame
San Amador!
¿Hay más
lastimoso día?
COSARIO: Creció la
esperanza mía
entre su
mortal tormento.
Sale CLEMENCIA
CLEMENCIA: Venceré en
la prisa al viento
aunque no
pueda a la fama,
que de su
muerte me llama.
FERNANDO: ¡Oh,
milagroso portento!
Mi
hermano muere por Cristo
y para
imitarlo en [cruz
tocó en
sus ojos la luz
con que
sus culpas ha visto.
CLEMENCIA: En vano el
llanto resisto
con
piadosa compasión.
PEDRO: Pocos mis
tormentos son
para quien
llega a imitaros.
No
queráis, Señor, alzaros
con los de
vuestra pasión.
Cruz
divina, imagen fïel
del
instrumento que hicieron,
tanto que
al fin le rompieron
las
cuerdas tocando en él,
cuando al
pueblo de Israel
entre
tormentos tiranos
tocó
puntos soberanos
conque el sol suspenso estuvo,
pues más
de tres horas tuvo
las
clavijas en las manos.
Muriendo en cruz, mi Dios, por culpa mía,
hicieron
sentimiento los mortales;
las luces
se eclipsaron celestiales,
montes
extremeció la tierra fría.
Rasgóse
el velo santo, y a porfía
se
quebraron los duros pedernales;
sucedan en
mí mismo estas señales
cuando yo
muera en cruz antes del día.
Quebrántese la piedra de este pecho
a vuestro
amor divino endurecida,
y mis ojos
se eclipsen con el llanto.
Mi
corazón se rasgue y ya deshecho,
extremézcase el alma al dar la vida,
temiendo el tribunal de Dios tan santo.
REY:
¿Estarás ya arrepentido
cuando sin
remedio estás?
PEDRO: Antes no
tuve jamás,
señor,
placer tan crecido
y estoy
tan agradecido
al
tormento, aunque tan fuerte,
que
quisiera que mi muerte
se
detuviera en llegar
para
poderte pagar
las
albricias de mi muerte.
Mas,
pues, te precias de humano,
de
clemente y generoso,
rogarte será forzoso
por mi
padre y por mi hermano;
y pues se
disfraza en vano
Clemencia,
por cuyo amor
al cielo
perdí el temor
con
pensamiento infïel,
halle en
mi muerte crüel
tu
generoso favor.
¡Mi
Dios, mi Bien, Luz hermosa
que en la
piedad resplandeces,
pues soy
tu imagen dos veces,
dame
sentencia piadosa!
Cúbrenle [a PEDRO]
REY: Esa virtud
generosa
ha de ver
el mundo en mí,
porque
otro Alejandro fui
de otra
más bella mujer,
que si
ayer pudo vencer,
hoy pudo
vencerme a mí.
Dale,
cristiano, la mano
a tu
esposa y todos tres,
sin
rescate ni interés,
cortad el
mar africano.
FERNANDO: Por favor
tan soberano,
te dé
laureles oriente
para
coronar tu frente.
ÁLVARO: Ya entre
su penosa calma
le dio a
quien adora el alma.
CLEMENCIA: Él murió
dichosamente.
COSARIO: Pues,
cuando tan general
con los
favores te muestras,
¿no darás
conmigo muestras
de tu
pecho liberal?
En la
sangre soy tu igual.
Si ves lo
que te he servido,
por premio
a la infanta pido
de mi
glorioso tratamiento.
REY: Si ella
gusta, soy contento;
que ganará
un noble marido.
CELAURA: Como la
causa murió
que en
templar mi desdén
conozco
que me está bien
...... [ -ó].
Tu esposa
soy.
COSARIO:
Ya llegó
el clavo a
tener la rueda.
TRIGUEROS: Y ya no es
razón que pueda
acercarme
hacia Madrid.
REY: Todos de
Argel os partid,
que nadie
el pasaje os veda.
Y
también licencia os doy
que el
cuerpo podáis llevar.
TRIGUEROS: Pues,
vámonos a embarcar.
ÁLVARO: Tan agradecido
voy
que
siempre tu esclavo soy.
Vivirá en
mí la memoria
de tu fama
y de tu gloria.
REY: Guárdeos
el cielo; partid.
FERNANDO: Y del
mártir de Madrid
da fin la
dichosa historia.
FIN DE LA
COMEDIA