ACTO PRIMERO
Campiña con praderas, peñascos y
rebaños de toda especie de ganados pastoriles: Una
cisterna en medio.
Después de ruido de esquilas,
chasquidos
de bandas y voces, salen dos PASTORES, RUBÉN,
SIMEÓN,
JUDÁ, ISACAR y
LEVÍ
SIMEÓN: Ahipad los perros: ¡to, to!
JUDÁ: ¡Qué se
escapa! ¡Qué se escapa!
LEVÍ: Por el
arroyo a la cuesta...
TODOS: ¡Qué va
al monte! ¡Ataja, ataja!
RUBÉN: Ya será
en vano seguirle.
JUDÁ: Ya en
la maleza se ampara.
LEVÍ: Ya al
monte huye velozmente.
SIMEÓN: Con él
la mastina parda
emparejó hecha una perra,
pero la
dejó burlada.
JUDÁ:
Temeridad fue el ganado
traerle
a aquestas montañas
de
Dotayín, que en Sichem
de
estos sustos libre estaba.
LEVÍ: Cierto
es pues allá no hay fieras.
RUBÉN: ¡Tampoco pasto! Y si le hallan
aquí,
como veis, es cierto
se le
mejora de estancia.
LEVÍ: No hay
duda que aquí al fin come.
RUBÉN: Por lo
demás en su guarda
vigilaremos su riesgo.
SIMEÓN: Pero
digo, camaradas,
los
demás hermanos, ¿cómo
no
están aquí?
RUBÉN:
No hacen falta
con
nosotros, pues a todo
bastamos sin ellos.
LEVÍ: No haya
quien
de la historia eche menos
tan
precisa circunstancia.
SIMEÓN: Nadie
ignora, que a esto y cuanto
hicimos, todos se hallaban;
mas la
cómica licencia
éstas y otras circunstancias
omite o
añade, y siempre
que a
la historia no haga falta,
para el
adorno es preciso
que
algún episodio haya.
Mas
volviendo a nuestro asunto,
¡juro a
Dios que el correr cansa!
Reniego
tal vida. Aquí,
aquí
quisiera se hallara
nuestro
hermano el soñador.
RUBÉN: No le
nombres. ¡Calla, calla!
JUDÁ: No le acuerdes. ¡Cesa, cesa!
LEVÍ: No a la
memoria le traigas.
RUBÉN: Que
siempre que de él me acuerdo...
JUDÁ: Pues
cuando oigo que de él se habla...
LEVÍ: Que aun
imaginar en él...
TODOS: renueva
a mi odio la saña.
RUBÉN: ¡Quién
le quitara la vida!
JUDÁ: ¡Quién
ver su muerte lograra!
LEVÍ: ¡Quién
jamás le viera!
SIMEÓN: ¡Hay cosa!
Pues lo
mismo a mí me pasa;
mas
decidme, ¿por qué es esto?
¡Qué yo
diré cuál la rabia
es que
me come! ¿Por qué es?
RUBÉN: Porque
con soberbia tanta
presume
que superior
me ha
de ser.
JUDÁ:
Porque en casa
nuestro
padre a él más que a todos
con
cariños agasaja.
LEVÍ: Porque
cuanto ejecutamos
falso
hermano lo relata.
SIMEÓN: Pues
yo, porque padre le ha hecho
de
colores una gala,
y
siendo el menor, nosotros
siempre
andamos en zamarra.
RUBÉN: Mas,
¿qué veo! ¿No es aquél,
si la
vista no me engaña,
nuestro
contador de sueños?
ISACAR: Vele
allí. Viene el monarca
que
dice hemos de adorar.
RUBÉN: La
ocasión viene rodada
a que
de él nos deshagamos
todos
tomando venganza.
SIMEÓN: Démosla
la muerte, y luego
desnudo
a ese pozo caiga.
JUDÁ: Bien
dices, y a echarle menos,
diremos
que alguna brava
fiera
dio fin a su vida.
Dentro JOSÉ
JOSÉ:
¡Hermanos!
RUBÉN:
A nuestra saña,
¡muera
José!
TODOS:
¡José muera!
SIMEÓN: Cuando
yo dé una patada,
le
embistamos. Disimulo,
que
llega.
TODOS: Finjamos.
Sale
JOSÉ con ropa talar de color, y debajo
un pellico de lana
SIMEÓN: Vaya.
JOSÉ:
Hermanos, gracias a Dios
que
encontré quien me guiara
donde
os halle. Dadme todos
los brazos.
RUBÉN y
LEVÍ: Desvía.
JUDÁ y SIMEÓN: Aparta.
JOSÉ: ¿Así
premiáis casi un día
entero
venga de casa,
obedeciendo a mi padre
a pie
de veros?
RUBÉN:
Sí, pues causas
nuevo
enfado con tu vista
cada instante.
JUDÁ: Aún soñadas
tus mentiras nos ofenden.
JOSÉ: No son mentiras. Te engañas.
SIMEÓN: ¿Sí?
Pues dilas, y también
por la que te regañaba
padre
cuando las contaste.
JOSÉ: Sí,
diré, si es que no os cansan.
RUBÉN: Por
esta vez convendremos
porque
Él lo mandó.
JUDÁ: Aunque enfadan,
dilas,
que basta Él lo quiera.
SIMEÓN: Con
esto mejor se clava.
ISACAR: No te
detengas.
JOSÉ:
Pues digo,
obediente a estas instancias,
que
soñé estábamos juntos
atando
la mies dorada
en el
campo, y el haz mío
brïoso
se levantaba
sobre
la tierra, y los vuestros
con las
cabezas dobladas
le
rendían la obediencia.
TODOS: ¿Por
qué?
JOSÉ: Porque le adoraban.
RUBÉN: (¡Qué
locura!) Aparte
JUDÁ:
(¡Qué delirio!) Aparte
LEVÍ: (Sin
duda el juicio le falta). Aparte
SIMEÓN:
Hermano, tú estás borracho,
y un
lobo a otro te alcanza.
JOSÉ: Es el
otro, que once estrellas,
con
luna y sol a mis plantas
se
postraban adorando
mi
majestad soberana.
RUBÉN: ¡Calla
loco! ¿Qué pronuncias?
SIMEÓN: ¡Quita
de ahí, tonto! ¿Qué hablas?
RUBÉN: ¡Qué juzgas que esas estrellas...
JUDÁ: ¡Qué crees que estas manadas...
LEVÍ: ¡Qué
estás en que sol y luna...
RUBÉN: ...son en nosotros cifradas!
JUDÁ: ...hemos de ser tus hermanos!
LEVÍ:
...nuestros dos padres retratan!
RUBÉN: ¿Y
postrados adorarte
habemos
como a monarca?
JOSÉ: A eso
no daré respuesta.
SIMEÓN: (¡Vaya
el trasto noramala! Aparte
¿Nosotros a él? ¿Quién es él
para
fortuna tamaña?)
¿El
rey? ¡Mire usted qué rey!
Con
sota se contentara.
JUDÁ: ¿Cómo ese imposible cabe?
RUBÉN: ¿Ni cómo besar tus plantas
la familia de Jacob?
JOSÉ: Lo que
el cielo santo me habla,
aun por
sueños, infalible
es para
mí.
SIMEÓN:
¡Patarata!
(La
patada voy a dar). Aparte
JUDÁ: (¡Qué rencor!) Aparte
LEVÍ: (¡Qué ira!) Aparte
SIMEÓN: (¡Qué rabia!) Aparte
LOS DOS: ¡Muera,
muera!
Le da una patada SIMEÓN y le embisten con
los
cuchillos desnudos
RUBÉN: ¡Deteneos!
JOSÉ: ¡Ay de
mí! ¿Qué os arrebata,
hermanos, contra mi vida?
RUBÉN: Ved,
que es acción inhumana
el que
en nuestra sangre misma
nuestras manos sean manchadas.
(Ya en
lástima troqué el odio). Aparte
JUDÁ: Pues,
¿cómo ha de morir?
RUBÉN: Basta
que
para darle muerte
esta
cisterna sin agua
en su centro le sepulte,
pues en sus hondas entrañas
sin susto, es fuerza que muera.
JUDÁ: Bien has dicho.
JOSÉ:
¿Qué oigo, ansias?
RUBÉN: (¡Oh, si
mi intento lograse!) Aparte
JOSÉ: Si mi
inocencia os agravia,
hermanos, perdón os pido.
Mi
ruego oíd.
JUDÁ:
No oigo nada.
SIMEÓN: Una vez
que ha de morir,
sea como fuere.
RUBÉN:
(Esta traza Aparte
es para
poder librarle;
que
aunque quede en pena tanta
de
noche vendré a sacarle,
cuya
fineza la gracia
de mi padre adquirir puede,
que mal
conmigo se halla
desque
falté al respeto
maternal, que debí a Bala).
JOSÉ: Doleos
de mí.
SIMEÓN:
¿Y qué haremos
si su muerte
nos achacan,
viendo
no parece?
JOSÉ: Cielos,
vuestras piedades me valgan.
RUBÉN: Con
desnudarle la ropa,
y
enviarla a casa manchada
con
sangre de algún cordero
esa
sospecha se salva;
pues
creerán que alguna fiera
le
despedazó en sus garras.
JOSÉ: ¡Qué yo
mismo tal escuche!
¡Qué
dolor!
SIMEÓN:
Al pozo vaya.
Desnúdanle
JOSÉ:
¡Hermanos...!
SIMEÓN:
No hay que hermanear.
LEVÍ: Ya está
desnudo.
JUDÁ:
Pues caiga.
SIMEÓN: ¡Agua
va! ¡Fuera de abajo!
JOSÉ:
¡Mirad...!
RUBÉN: Es en vano.
Échanle en la cisterna
JOSÉ: Valgan
a mi
inocencia, Señor,
tus piedades soberanas.
SIMEÓN: Ya está en el hondo.
JUDÁ: Pues ahora
vámonos
a la cabaña.
RUBÉN: Id
vosotros, que yo en tanto
que el
sol sus líneas traslada
a otro
hemisferio, me parto
a ver
si hallo alguna caza.
(No es
sino para hacer tiempo Aparte
de
conseguir mi esperanza).
Vase RUBÉN
JUDÁ: Ya con
esto está contenta
mi
cólera, y sosegada.
Vase JUDÁ
LEVÍ: Ya del
soñador así
satisfecha
va mi saña.
Vase LEVÍ
SIMEÓN: Toma el
sol, toma la luna,
las estrellas, las manadas,
y el rey; mas, pues a la sombra
estás, no se te dé nada
que un
tabardillo te ahorras.
Ahora
veremos si mandas,
y a ti
nos postramos. ¿Eh?
En
descanso esté tu alma.
JUDÁ:
¿Simeón?
SIMEÓN:
¿Qué hay, hermano Judá?
JUDÁ: ¿Qué
adquirimos con que haya
de
morir así José? ¿Qué?
Al fin,
nuestro hermano es. ¡Nada!
SIMEÓN: ¿Tal
dices? ¡No verle más!
JUDÁ: Pues
eso mismo se alcanza
sin que
verdugos seamos
de su
vida malograda,
siquiera por Jacob.
SIMEÓN: ¿Cómo?
JUDÁ: Vimos
una carabana
de
mercaderes, con muestra
de que
va a tierras lejanas.
En el
camino la hallamos
al cruzar a la cabaña.
Traté
con dos de venderles
a José,
y que los traiga
Leví
nuestro hermano aquí.
Con que
si es matarlo a causa
de no
verle más, lo mismo
dándole vida se alcanza,
pues ya
más no le veremos
si a
remotos climas pasa.
Con
cuya acción menos fiera
nuestro
intento se afïanza.
SIMEÓN: No hay
duda que eres discreto.
Me concluyes. ¡Qué se haga!
Salen
LEVÍ y los dos MERCADERES
ISACAR: Ya los tres llegan.
MERCADER 1: ¿Que en suma
nos le
vendéis?
LEVÍ:
Cosa es clara.
JUDÁ: Mas,
decid primero -- si
mi
curiosidad no os cansa --
¿adónde
vais y quién sois?
MERCADER 1: Dirélo
en breves palabras.
Los dos
somos ismaelitas,
mercaderes, que contrata
en
géneros diferentes,
corriendo tierras extrañas.
De
Galaad volvemos, donde
allí a
los camellos carga
dimos
de aromas, resina,
y
mirra. Esto es en sustancia.
MERCADER 2: Ahora
vamos a otro clima.
JUDÁ: ¿Lo
oyes? Así se afïanza
nuestro
gusto.
MERCADER 1:
Y así veamos
quién
se vende.
SIMEÓN:
Aquí se guarda
porque
no se nos escape.
¡Ea, ayudadme!
MERCADER 1:
Pues, que salga.
JUDÁ: ¡José,
José!
SIMEÓN:
¡Ah, soñador!
JOSÉ: ¡Ay,
infeliz! ¿Quién me llama?
JUDÁ: Tus hermanos. Sube arriba.
SIMEÓN: Niño,
líate esa faja.
Échanle una faja y sale JOSÉ
MERCADER 1: ¡Qué
lástima!
MERCADER 2:
¡Caso extraño!
JOSÉ: ¡Que
consiga dicha tanta
de
vosotros! Humillado,
dejad que os bese las plantas.
JUDÁ: Éste
es.
MERCADER 1:
¡Gallardo rapaz!
MERCADER 2: Joven
es de buena traza.
MERCADER 1: ¿Y
cuánto queréis por él?
JOSÉ: ¿Qué es
lo que oigo? ¿A qué me sacan?
¿Qué
intentáis conmigo, hermanos?
JUDÁ: Venderte.
JOSÉ:
¡Venderme! ¡Ay, ansias!
JUDÁ: Treinta monedas me dad.
SIMEÓN: Y es
preciso sean en plata.
MERCADER 1:
Tomad. El esclavo es mío.
SIMEÓN: Muy
buen provecho le haga.
JOSÉ: Hermanos
míos, ¿qué hacéis?
¿Cómo
así -- ¡desdicha rara! --
me
abandonáis -- ¡Qué pesar! --
donde -- ¡los cielos me valgan! --
ya
jamás os vea mi amor?
Condoleos de mis ansias.
Mi juventud os lastime.
No
permitáis que se parta
quien en Jacob, y en vosotros
se deja cautiva el alma.
¿Esclavo me hacéis? ¡Qué pena!
¿Yo
vendido? ¡Suerte airada!
¿Sin veros yo? ¡Y lo que es más,
sin
goce entre las canas
de
Jacob, mi anciano padre
los
cariños que alcanzaba!
Suspended, pues, el rigor.
Hermanos míos, templanza.
Yo os
lo pido, yo os lo ruego.
Basta
ya de enojo, basta.
Ved que
así de nuestro padre
abreviáis la edad anciana.
No por
mí, sino por él
atended
a mis instancias.
Se arrodilla
Y si no
bastará esto
duélaos
verme a vuestras plantas
con
lágrimas y sollozos
una y
mil veces besarlas.
MERCADER 1: ¡Qué
compasión!
JOSÉ: ¿Qué decís
para mi
consuelo?
LOS
TRES: Nada.
Vanse
los tres
JUDÁ: Y pues
la entrega os hicimos,
podéis
proseguir la marcha.
Vase JUDÁ
MERCADER 1: ¡Qué
impiedad!
MERCADER 2:
¡Bárbara acción!
JOSÉ: ¿De qué
fiera se contara
temeridad tan impía,
atrocidad más tirana?
Hermanos, volved, mirad...
Pero, ¿para qué se cansa
mi voz si advierto en su
envidia
el
monstruo que los arrastra?
Cielos,
juicios vuestros son
que
nadie a saber alcanza.
MERCADERES: Venid, pues.
JOSÉ: Ya os voy siguiendo.
Divino Señor, ampara
mi
inocencia; que pues libre
de mis hermanos me sacas,
me salas de la cisterna,
y
quieres que esclavo vaya,
sin
duda para alto fin
mi
mísera vida guardas.
Vuestra
voluntad se cumpla.
Adiós,
fértiles campañas
de
Canaán. Adiós, Mambret.
Adiós,
padre de mi alma.
Adiós... pero el llanto me
ahoga.
¡Padre! Mas ya la voz falta...
Adiós,
pues, que esclavo pobre
y
ausente en región extraña,
ya no
nos veremos más.
¡Qué
desdicha! ¡Qué desgracia!
Vanse todos. Casa
pastoril. Salen cantando y
bailando en traje pastoril DINA, CELFORA, LISEA, PASTORAS
y
PASTORES,
y detrás JACOB
MUSICA: "Pastores y zagalas,
pues hoy celebran
de Benjamín los años,
haya pastorela;
y el
chisquirristrís
y el
chascarrastrás
se
repiquen cantando
y
bailando
con
gozo, con bulla,
con
gira y con fiesta"
JACOB:
¡Cuánto, zagales, estimo
el
obsequio y la fineza
que
vuestros sencillos pechos
a mi
Benjamín demuestran!
DINA: Como
hoy años cumplió
la
familia lisonjea,
padre,
lo que amas.
CELFORA: Entre
los
crïados y tus nueras
a ese
fin la danza hicimos.
JACOB: Me
huelgo, que su belleza
-- al fin, hijo del dolor --
amor
como a mi alma mesma.
DINA: ¿Más
que a José?
JACOB:
No, ni aun tanto,
que a
ése su virtud le eleva
más que
a todos; y al mirar
una
viva copia bella
en su
rostro de mi esposa,
Raquel
su madre, me empeña,
por
haberla tanto amado,
a que
le dé preferencia
en mi
pecho.
CELFORA:
¿Quiere oír
una
copla en buena letra
que yo
he hecho a Benjamín?
LISEA: ¿Y otra
al mismo fin compuesta?
JACOB: Sí, que mucho de escucharlas
me holgaría.
LAS
DOS: Pues atienda:
Cantan
CELFORA: "Los corderillos brincan,
balan las ovejas,
porque así del niño
los años celebran.
TODOS: Y el chisquirristrís
y el chascarrastrás
se
repiquen cantando
y
bailando
con
gozo, con bulla,
con
gira y con fiesta."
LISEA:
"Festivos los zagales
con
cariñosas muestras
a
Benjamín dan todos
del día
enhorabuenas.
TODOS: Y el chisquirristrís
y el
chascarrastrás
se
repiquen cantando
y
bailando
con
gozo, con bulla,
con
gira y con fiesta."
JACOB: De
nuevo obligado os quedo
a
expresiones tan urbanas,
amigos
más que crïados;
y pues
en estas campañas
de
Efraín, ganadero rico
y
cosechero en labranzas,
gracias
a mi Dios de todo
me
colman las abundancias.
Distributivo el trabajo
será
bien que a todos haga
sin
exceptuar mis hijos,
que con
mis rebaños andan
en
Sichem. Y aun si no fuera
por mi
edad cansada y larga,
sería
el primero que
con mi
ejemplo os alentara;
que no
la primera vez
fuera
que la honra enristrara,
guïando
el arado corvo
al sol,
la lluvia y la escarcha
la
tierra me obedeciera,
y las
reses dominara.
CELFORA: Ya
sabemos que sirvió,
siendo
pastor, y la gala
entre
todos se llevó.
JACOB: Sí, esa
fue Raquel, feriada
por mi
servidumbre a costa
de
catorce años de ansias.
Pero,
¿cuándo cuesta poco
aquello
que mucho valga?
PASTOR 1: Y di,
habiendo acá crïados,
¿por qué no nos encargabas
el
ganado, y no a tus hijos?
JACOB: Con las
fatigas se labran
los
hombres. Sepan servir.
Pues,
si saben, cosa es clara,
sabrán
mandar; que aquél que
por estos grados no pasa,
como no
supo servir,
no
sabrá lo que se manda.
¡Oh,
cómo tarda José
en
volver! ¡Oh, qué batalla
al
corazón de zozobras
le motiva su tardanza!
Sal a
ver si viene.
PASTOR 1: Ya voy.
Vase el PASTOR
DINA:
Sosiega, señor, que a casa
querrá
el cielo pronto vuelva.
JACOB: ¡Ay,
Dina! Sin él el alma
vivir
no puede. ¡Oh, hijo mío!
Viento,
préstale tus alas.
Sale el PASTOR primero
PASTOR 1: Nada
alcanzo a ver, señor.
JACOB: Ve tú.
PASTOR
2: Ya obedezco.
Vase el PASTOR segundo
DINA: Vanas,
porque
más aprisa llegue,
son
esas instancias.
JACOB: Calla,
Dina,
que aunque es necedad,
el
deseo así se engaña;
y este fingido consuelo
parece
que la pena aplaca.
Sale el PASTOR segundo
PASTOR 2: Ningún
hombre, señor, veo.
JACOB: ¿Qué
dices?
PASTOR 2:
Que no veo nada.
JACOB: ¿Cómo es posible? ¿Estáis ciegos?
Dejad que yo a verlo
vaya.
DINA: Si ha
de venir, ¿no conoces
que en
vano en eso te cansas?
JACOB: Bien dices. ¡Ay, José mío!
Que no sé de tu tardanza
qué
teme el alma; mas voy
a hacer
tregua en pena tanta
con mi
Benjamín. Señor,
lástima
habed de mis canas.
Vase
JACOB
PASTOR
1: ¡Extraño afecto de amor!
DINA: Como
tanto le idolatra,
se le disculpa el extremo;
pero
parece que llaman.
Sin
duda es él. Venid todos.
PASTOR 1: Yo
primero.
Vase el PASTOR
DINA: A
Dios las gracias,
que ya
con su vista harán
nuestros sentimientos pausas.
Sale JACOB
JACOB: Parece
que oí llamar.
TODOS: Sí,
señor.
JACOB:
Sin duda acaba
de
llegar. Venid aprisa,
aprisa.
Sale el PASTOR primero con la túnica de
JOSÉ ensangrentada
PASTOR 1:
Señor, aguarda,
que no
es José, sino un hombre
que me
dijo en dos palabras,
"¿Conoces aquesta ropa?"
Me la
dio y volvió la espalda.
JACOB: ¡Ay de mí! Pues mi José,
mi hijo, mi prenda
cara,
¿qué se
ha hecho? ¿Dónde está?
Muy
bien la conozco. ¡Ay, ansias!
Y veo
que está cubierta
de
sangre. ¡Pena tirana!
¡Qué
devoraron a mi hijo
las
fieras! Esferas altas,
¿hay
para un padre más mal?
Ojos,
convertidos en agua,
quedando de llorar ciegos.
UNOS: ¡Qué
desdicha!
OTROS:
¡Qué desgracia!
JACOB: ¿Muerto
mi José ¡Ay triste!
¿Su
hermosa luz eclipsada?
¿Muerto
él, y del pecho -- oh, cielos --
el
corazón no se arranca
de
pesar? Mis vestiduras
romperé, y sobre mis canas
ceniza echaré. Señor,
¿para
qué mi vida guardas?
¡Qué
quebrantado! ¡Ay, infeliz!
¿Cómo
el dolor no me mata?
No más
de el sol vea la luz,
y en la
más oscura estancia
consuma
mi amarga vida,
y
huyendo de todos vaya
adonde acaben muriendo
las desdichas que me acaban.
Vase JACOB
PASTOR 1: ¿Llena de sangre la ropa?
Los
lobos le dieron caza.
CELFORA: ¡Qué
lástima! ¿Qué haré, muerto
el más
hermoso?
Lloran
DINA:
Mis ansias,
hermano, te sacrifico
con mis lágrimas mezcladas.
Al paño RUBÉN
RUBÉN: Por
presto que a la cisterna
volví
por José, la avara
impiedad de mis hermanos
le
sacó, haciendo que vaya
a no
verle más, dejando
mi
diligencia frustrada.
¡Ay,
infeliz! Y ahora temo
que con
nueva tan infausta
mi
padre pierda la vida.
Sale RUBÉN
Pues,
según advierto, en casa
ya lo
saben, Dina. ¿Y padre?
DINA:
Lamentando la desgracia
de
José, por ahí se entró,
sin que
por consuelo...
RUBÉN: Basta.
Yo se
le procuraré
si mi
persuasión abraza.
Vase RUBÉN
DINA: Nunca
yo hubiera nacido.
Sale SIMEÓN con los otros hermanos al
paño
SIMEÓN: Según
veo las plegarias
ya el
mensajero cumplió.
Aunque
fue sin que se hallara
presente Rubén, la venta
de
José, y veis que a casa
se
adelanta, por su riesgo
esta
acción ha de callarla,
pues le
conviene. Lleguemos.
Finjamos todos.
Salen TODOS
JUDÁ:
¿Hermana?
¿De qué
lloras? Pues, ¿qué es esto?
DINA: ¡Ay,
hermano de mi alma!
SIMEÓN: Con que
a casa congregados
venimos, ¿y nos amagan
con
pucheros? Pues, ¿mejor
no fueran ollas de vaca?
DINA: Luego,
¿no sabéis...?
JUDÁ: ¿El qué?
DINA: ...que
ha muerto José?
Salen
JACOB y RUBÉN
JACOB: Aparta,
Rubén.
RUBÉN: Señor, mira...
JUDÁ: Advierte...
JACOB: Dejadme
que me deshaga
en
llanto; que sin mi hijo
no
habrá consuelo me valga.
Murió
mi José, murió
la
prenda que más amaba.
JUDÁ: ¿Cómo
fue?
DINA:
A manos de alguna
fiera
de aquestas montañas.
RUBÉN: (¿Qué
más fiera que la envidia Aparte
que en
nosotros su fin traza?
Pero mi
arrepentimiento
digan
mis ropas rascadas
al no
hallarle).
SIMEÓN:
(Lo logramos). Aparte
RUBÉN: Pues,
señor, si la desgracia
ya ha
sucedido, conforme
con la
voluntad sagrada
del
cielo, tu virtud muestra.
JUDÁ: Aunque
un hijo en él te falta,
once te permite Dios,
en quien el amor repartas.
DINA: Padre,
no a Dios enojéis,
pues
ser su voluntad basta.
SIMEÓN: Como yo
viva, que mueran
los
demás no importa nada.
LEVÍ: Padre,
suspended el llanto.
RUBÉN: Desechad congoja tanta.
JUDÁ: Olvidad ya tal quebranto.
DINA: Borrad
ya pena tan rara.
JACOB: No, hijos míos, no es posible.
Vuestro deseo se cansa
en
vano, que ya el consuelo
ha
faltado de mis canas,
el
deleite de mis ojos,
y el placer de toda el alma.
Sin él, ya moriré presto.
Dejadme
que muera, y vaya
a
unirme con mi José,
donde
mis abuelos se hallan.
Contigo
me lleva al seno,
sí, mi
José. No te partas
que ya
te sigo, hijo mío.
Aguarda, José, aguarda.
Vase JACOB
DINA: Señor,
espera, detente.
RUBÉN: Nada
hay que le persüada.
DINA: Vamos
tras él, porque temo
según
la pasión le arrastra,
algún despecho.
JUDÁ: Venid.
Vanse
JUDÁ y DINA
UNOS: Vamos
todos.
SIMEÓN:
¡Brava zambra
por el
soñador hicimos;
mas ya
la suerte está echada.
Vanse todos.
[Atrio y portada del templo].
Salen
el rey FARAÓN, la REINA, PUTIFAR, CLEFO, y
acompañamiento por un lado y por otro ASENET, TITANA y
otras, de sacerdotisas, cantando
MÚSICA:
"Reciban del templo
las
métricas salvas
al
ínclito rey,
de
Egipto monarca".
TODOS: ¡Viva,
viva Faraón!
¡Viva,
y reine edades largas!
ASENET:
Enhorabuena lleguen vuestras reales
majestades del templo a los
umbrales,
en quien las sacras puertas
aguardando a que entren
son abiertas.
FARAÓN: Primero
que a mi ejemplo
entren
cuantos me siguen en el templo,
quiero
sepan mi intento reverente.
TODOS: Ya le
escuchamos.
FARAÓN: Oíd
atentamente.
Reina,
esposa y señora,
a quien
mi tierno amor por dueño adora;
tú, Putifar valiente,
general
de mis armas y mi gente;
Clefo,
a cuya lealtad, grandeza y brío
doy el
honor de gran copero mío;
bella
Asenet, mayor sacerdotisa
del
dios Serapis, cuyo culto avisa,
vuestra
virtud proviene
de
vuestro padre Putifar, que tiene
el honor, aunque ausente es, bien
denote
de Heliópolis ser grande
sacerdote;
gran
Menfis, corte mía...
rendido
a una interior melancolía,
estoy
confuso y ciego,
sin que
de tan crüel desasosiego
suspenda o borre el curso
de
artificios humanos el discurso,
pues cuantos sabios ante mí se
vieron,
al
consultar mi mal se confundieron
sin
acertar ninguno,
según
mi dicha, en mal oportuno;
así, no
hallando alivio en los mortales,
acudo a los auxilios celestiales
porque
Serapis, dios de Egipto, diga
el
remedio que acabe a tal fatiga.
REINA: Si eso
intentáis, ¿en qué nos detenemos?
ASENET: Su
oráculo os espera.
FARAÓN: Pues, entremos;
y todos
me seguid.
TODOS: Ya todos vamos.
ASENET: Y
porque a su deidad propicia oigamos,
invoque
el dulce coro su clemencia
diciendo armoniosa la cadencia.
Éntranse con el cuadro, con el que
volverán a salir en el templo que se descubrirá
donde se arrodillarán todos ante el dios Serapis, que
estará al foro en forma de humano
MÚSICA:
"Serapis, dios sagrado,
postrados
te pedimos
las máximas declares
de arcanos escondidos".
ASENET:
Respuesta no esperéis presto;
que se
muestra ensordecido
a
nuestro ruego, y sin duda
gran
mal amenaza a Egipto.
FARAÓN: ¿Qué
más mal que el que padece
en
sueños el pecho mío?
CLEFO:
¿Sueños, señor? (¡Qué hasta
ahora Aparte
tuviese
a José en olvido!)
Si me
creéis...
FARAÓN: Clefo, di.
CLEFO: Yo
traeré quien de ese abismo
te
libre...
REINA:
¿Qué oigo?
FARAÓN: ¿Qué dices?
CLEFO: Que
está preso, señor, digo,
un
hebreo en Menfis, que
en
aquel paraje mismo
a mí y
a tu panadero,
cuando
presos estuvimos,
nos
adivinó dos sueños
que
luego vimos cumplidos,
pues a
él le anunció la muerte
y a mí
ser restituído
a mi
libertad y empleo,
con que
a un tiempo ambos salimos,
yo a
serviros a la mesa,
y él a
ocupar un suplicio.
FARAÓN: Ve al
punto por él, no tardes.
REINA: ¡Qué
ventura!
CLEFO:
Así te sirvo.
Vase CLEFO
PUTIFAR: Ése es
un joven, señor,
de cuya
virtud afirmo
ser la
mayor. Es mi esclavo,
y haciéndole mi valido
algún
malévolo ceño
le
calumnió de un delito,
que ya
sé no hizo, y preso
le puse
para castigo.
FARAÓN: Pues,
si inocente está, ¿cómo
no le
libráis?
PUTIFAR:
Fue en mí olvido.
(¡Ah,
infiel esposa! Que si Aparte
no me
hubieres dado aviso,
al
morir, de la inocencia
de José
y del inicuo
arrojo tuyo, ¡mil vidas
te
quitara el furor mío!)
Salen CLEFO y JOSÉ
CLEFO: Éste es
José, el hebreo
que os
dije.
JOSÉ:
Y el que rendido
besa
vuestra heroica planta.
FARAÓN: ¡Gentil
presencia!
REINA: ¡Buen brío!
JOSÉ: (¿Hasta
dónde crüel Fortuna, Aparte
llegará
su ceño esquivo?)
FARAÓN: Alza
del suelo.
TITANA:
¡Buen mozo!
PUTIFAR: De
verlo me regocijo.
ASENET:
¡Gallardo el hebreo es!
FARAÓN: ¿Dónde
naciste, cautivo?
JOSÉ: En la
tierra de Canaán.
FARAÓN: Pues,
si entre hebreo y Egipcio
hay
paz, ¿qué te esclavizó?
JOSÉ: Tales y tan exquisitos
son mis sucesos, que muero
al dolor de
referirlos,
por no
infamar con mis voces
a quien
fueron motivo
de
ello; mas yo les perdono
y amo
como a mí mismo.
REINA: ¿Por
qué indicio preso estabas?
JOSÉ: Por el
que una mujer hizo
valiéndose de mis ropas
en mi
fuga; mas no digo
quién
es ni que tenga culpa
aunque yo muera, pues libro
un
honor ajeno a costa
de los baldones del mío.
PUTIFAR: (¡Qué
cuerdo el cómplice oculta Aparte
y
manifiesta el delito!)
FARAÓN:
Admirado estoy de oírte.
ASENET: ¡Qué
galán, y qué entendido!
FARAÓN: A esto
te llamo. De todos
cuantos
sabios y adivinos
junté a
consultar dos sueños
que
tuve, ningún viso
de
verdad me han dado.
JOSÉ: No es
de los hombres, rey invicto,
de quien la verdad
sabréis,
sino de
Dios, a quien sirvo.
Decidlos, que en Él espero
veáis
al punto los descifro.
FARAÓN: Pues el
primer sueño fue
que
veía salir de un río
siete
gruesas vacas,
y
[pasando] a otro distrito,
[en
aquél se apacentaban].
Luego
otras siete salir miro
tan
flacas y tan hambrientas
que
devoran de improviso
[las]
que pacían, como antes
quedando esqueletos vivos.
Fue el
segundo, que en un valle
con
fruto hermoso y opimo
[del
trigo vi siete espigas],
siete
después diviso
secas,
mustas y sin grano
que a
las primeras abrigo
en su
vientre dieron, donde
su
fruto fue consumido.
Esto ha
sido lo soñado.
Y pues ya te hice testigo
de mi confusión, tus labios
den a mis ansias alivio.
JOSÉ: (De que ya me alumbráis, gracias Aparte
os doy, Señor infinito).
Ésas gordas y hermosas siete
vacas,
siete fértiles años significan.
Siete estériles luego
pronostican
las otras siete exánimes y
flacas.
Las espigas que al sueño
después sacas,
lo mismo que las vacas
significan;
que unas con fruto, otras
sin él indican
gran
mal a las provincias egipciacas.
................
.....................
.....................
..................
.....................
....................
Por
los siete años primeros
de tu
Erario has de mandar
la
quinta parte comprar
de
cuanto los cosecheros
cojan;
y luego en graneros,
que
para esto harás hacer,
esta
copia has de poner,
comprada en un precio tal
que al
mismo luego puntual
el
trigo hayas de vender.
Pasado el tiempo dichoso,
llega
el infeliz, y a ti
por
trigo vendrán, y así
que lo
has de dar es forzoso.
Este
arbitrio es provechoso,
fuerza
es que el reino convenga
sin que
en tu perjuicio venga.
Con lo
cual te satisfaces
y con
tal socorro haces
que tu
reino se mantenga.
Si
esto haces, encontrarán,
como
remedio del cielo,
el
afligido consuelo,
el
necesitado pan,
el rico
ningún afán,
el
pobre amparo dichoso,
el
huérfano su reposo,
el
vasallo su placer,
y tu
imperio vendrá a ser
el
reino más venturoso.
FARAÓN: ¡Oh,
cielo! Ya he descansado.
Sólo
creo cuanto hablaste
en que
mi pena aquietaste.
ASENET: De alto
espíritu es dotado
pues
sólo él a eso ha bastado.
REINA: Sus
juicios, no naturales,
decretos son celestiales.
FARAÓN: Llega a
mis brazos, que creo
cuanto
dices.
JOSÉ:
Mi deseo
se
encumbra a tus plantas reales.
FARAÓN:
Pues, mal y cura divina
tu voz
me ha aclarado ya.
¿Quién mejor que tú podrá
usar de
la medicina?
Pues tu
ciencia es peregrina,
que a
eso acuda. Me acomodo
mandándolo; y aun en todo
mi
reino te han de adorar
como a mí.
TITANA:
Esto es soñar.
JOSÉ: Señor,
¿cómo?
FARAÓN:
De este modo.
Esta
púrpura publique
que
otro yo en Egipto [fueres],
Y el
que en su dominio eres,
en tu
diestra el cetro indique.
Le va poniendo las insignias
Mi
anillo real se dedique
a tu
mano, y cuanto abona.
Sólo en
mí está la corona,
lo demás
todo está en ti;
con que
ya, José, así
eres mi
misma persona.
JOSÉ:
(¡Ay, padre! ¡Ay, hermanos! ¡Si
Aparte
vierais
tanto galardón!)
FARAÓN: A José
aclamación
todos
repetid aquí.
TODOS ¡Viva
José!
FARAÓN:
No sea así,
que
pues a Egipto salvó,
Salvador bien se llamó
de este
reino en tal conflicto.
TODOS: ¡Viva
el Salvador de Egipto!
REINA: ¡Quién
tanto bien alcanzó!
FARAÓN:
Repetid esos acentos,.
TODOS: ¡Viva
el que nos remedió!
FARAÓN: Con
tales aplausos yo
logro
el fin de mis contentos.
Todos
le seguid atentos.
TODOS: Así lo
haremos.
JOSÉ: (Señor, Aparte
humilde os bendigo por
tan soberanos portentos).
.........................
.........................
FARAÓN: En
mi carro ahora vendrás.
JOSÉ: De
indigno a todo me alabo.
ASENET: ¿Quién
vio más feliz esclavo?
REINA: ¿Quién
tal dicha vio jamás?
FARAÓN: Asenet,
que aplauda harás
el coro
a José.
ASENET: Obliga
tu ley
a que tal consiga.
HOMBRES: Pues, en cadencias veloces...
MUJERES: Pues, en alternadas voces...
HOMBRES: Diga el
gusto...
MUJERES:
El placer diga...
Cantan todos
MÚSICA:
"Al Salvador de Egipto
rindamos alabanzas,
como a
su rey segundo,
que
viva y que le aplaudan".
FIN DEL PRIMER ACTO