ACTO SEGUNDO
Casa pastoril.
Salen BENJAMÍN de pastor con
arco y
flechas, DINA y CELFORA
DINA:
¿Cómo, Benjamín, a casa
vuelves
tan presto del monte?
BENJAMÍN: Porque
yo de su horizonte,
mientras la fuerza al sol pasa,
dos
conejos he traído,
triunfos de mi flecha, a Dina.
CELFORA: Los he
visto en la cocina.
BENJAMÍN: ¿Y
nuestro padre?
DINA: Abstraído
como
siempre en su manía
todo es
con José hablar,
y así
piensa consolar
su
grande melancolía.
CELFORA:
Después que el hijo perdió,
por los
rincones consigo
siempre
habla a solas.
BENJAMÍN: Testigo
soy
pesaroso a eso yo.
¡Ay,
padre!, tu dolor siento.
Dentro
JACOB:
José...José...
BENJAMÍN:
Mas ya allí
viene;
retiraos de aquí.
DINA: ¡Mal
atroz!
BENJAMÍN:
¡Fiero tormento!
Sale JACOB
JACOB:
José, espera, hijo mío,
no te
me apartes tan presto,
oye,
aguarda... Mas, ¿qué es esto?
¿Hay
tan mental desvarío?
DINA:
Crédito da a sus ficciones
con
José hablando.
BENJAMÍN: Ese error
lo ha
motivado su amor,
creyendo en sus ilusiones
que
ve a José.
DINA: Ya se advierte.
JACOB: Vuelve
a mi pecho halagüeño.
Mira... ¿Qué hago? Que esto es sueño.
BENJAMÍN: ¡Qué
lástima!
DINA:
¡Pena fuerte!
JACOB: Pero
sea, no sea, así
mi
tormento engaño esquivo,
creyendo le veo vivo,
yo
mismo me engaño a mí
juzgando que le hablo yo,
y él me
responde. José,
¿Por
qué has tardado, por qué,
en venir?
CELFORA:
¿Quién tal creyó?
JACOB: Dirás que antes no podías.
¿Quedan buenos tus
hermanos?
¿Están los ganados sanos?
¿Van abundantes las crías?
¿Que sí dices? ¡Gloria a Dios!
¿Viven
mis hijos en paz?
Mas,
¿cómo tanto, rapaz,
en
volver tardasteis vos?
Va
enhoramala, que al pecho
dio
cuidado su importuna
tardanza, como si alguna
cosa
fuera de provecho.
¿Por
traerle a Benjamín
unos
naterotes? ¿Eh?
Pues,
¿y cuál primero fue?
¿Mi
encargo? ¿O él? Pero en fin
esta tardanza que infamo,
riña mi
enojo sin tasa.
Al
punto sal de mi casa,
váyase
a buscar un amo,
vaya, que no ha de parar
más en
ella. Sí, señor,
aguardando está mi amor
y él
tardar, ¿y más tardar?
Parece le ha enternecido.
Nada
digas. No he de oírte.
Quita. De mí no has de
asirte.
¿Lloras? Mucho lo ha sentido.
BENJAMÍN: Yo
llego; que a más no espero.
DINA:
Hablémosle.
JACOB:
¡Ay, que se va!
No, hijo mío, vuelve acá.
Ya se acabó. Yo te quiero.
Mira, escucha; que me aflijo.
Perdóneme, y con sus lazos
te
detengan mis abrazos.
Le abraza a BENJAMÍN
BENJAMÍN:
Muestra.
JACOB:
¿Quién eres?
BENJAMÍN: Tu hijo.
JACOB: ¿Mi
hijo José?
BENJAMÍN: Tanta gloria
no
alcanzo.
JACOB: Ansias felices.
BENJAMÍN: Yo soy Benjamín.
JACOB:
¿Qué dices?
¡Oh,
rigurosa memoria!
BENJAMÍN: Si
José vivir pudiera
con mi
muerte, por tu gusto
yo me
la diera.
JACOB:
No es justo.
¡Ay,
BenjamIn! De manera
a
esta pasión me provoco
que aun
contigo, como ves,
no le
olvido, y al través
da el
juicio náufrago y loco.
BENJAMÍN: Sabe
Dios cuanto a llorar
mi amor
tu pena llegó.
JACOB: También
a ti te amo yo.
Dentro
HERMANOS: Danos
el pan.
SIMEÓN:
No he de dar.
JACOB: ¿Qué
es esto? ¡Ruidos prolijos!
SIMEÓN: Digo
que no le han de ver.
Sale SIMEÓN con un pan, todos los HERMANOS
tras él
TODOS:
Quitádsele.
SIMEÓN: No ha de ser;
que yo
le hallé.
JACOB: ¿Cómo, hijos,
ante
mí con tal desmán
veáis?
TODOS:
Partamos.
SIMEÓN: No quiero.
JACOB: El
saber qué fue esto espero.
RUBÉN: Esto
es, que se ha hallado un pan
Simeón, y andando escaso
en
casa, todos le habemos
pedido
de él alcancemos;
mas,
señor, por ningún caso
a nuestra necesidad
atendió; con que quisimos
quitársele. Aquí salimos,
y
repugna su impiedad
nuestro ruego.
JACOB: ¡Qué esto escucho!
DINA: ¿Por
qué no repartes, loco?
SIMEÓN: Porque
es para todos poco,
y para
mí, al fin, no es mucho.
JACOB: Esa
acción de vil te ultraja.
SIMEÓN: Pues si
tal hambre me obliga
que
parece en mi barriga
un pan nada, una migaja.
JACOB: Con
ellos parte, que hermanos
y deudos son.
SIMEÓN: No hay parientes
para mí más que mis
dientes.
ISACAR: ¡Qué hagas nuestros ruegos vanos!
CELFORA:
Marido, el pan dame entero,
verás
que en todos aquí
se
parte igual.
SIMEÓN:
¿Quieres?
CELFORA: Sí.
SIMEÓN: Pues si
tú quieres, no quiero.
CELFORA:
Dámele, que yo a comer
dos
trozos te daré unidos.
SIMEÓN: No soy
yo de los maridos
a quien
manda su mujer.
RUBÉN: Es
en balde porfiar.
JACOB: ¡Qué
esto pase! ¿Qué quebranto?
DINA: ¿Por
qué es, señor, ahora el llanto?
RUBÉN: ¿Por
esto es vuestro pesar?
JACOB: No, hijos míos, que es por ver
en tal estado mi casa
con la
miseria que pasa.
SIMEÓN: Harta
es, pues no hay qué comer.
JUDÁ: La
esterilidad es fuerte.
LEVÍ: Los
ganados consumió.
BENJAMÍN: Ningún
grano se cogió.
ISACAR: El
hambre nos da la muerte.
CELFORA: Ya
se gastó lo guardado.
DINA: En los
pueblos de Canaán
apenas
se hallará un pan.
JACOB: Es que
está Dios enojado.
RUBÉN:
Imposible es esperar
más
aquí; que fallecer
al
hambre fuerza ha de ser.
JACOB: Si eso
llegáis a mirar,
como
vuestra negligencia
permite
la dilación
al
remedio, en ocasión
que a
tan infeliz urgencia,
buscar se debe consuelo
para
todos?
ISACAR: ¿Cómo o cuándo,
padre y
señor?
JACOB:
¿Cómo? Dando
para
ello favor al cielo.
RUBÉN:
¿Cuándo?
JACOB:
Ahora. Y pues llegaron
noticias a este distrito,
que hay
abundante en Egipto
pan, y
la paja arrojaron,
por
sobrar, al Nilo, ¿qué
hay,
viendo esto, que esperar
sin a
Egipto caminar
a
comprar trigo? Y nos dé
como
a sus pueblos vecinos
socorro
al cual van y vienen.
Ya que
este mal nos previenen
los justos juicios divinos.
De vosotros, sí, debía
este aviso de nacer,
y tal
jornada emprender;
que a
no ser por la edad mía,
larga y achacosa ya,
puesto
me hubiera en camino.
RUBÉN:
Avergonzado me inclino
-- pues tu acierto el modo da --
luego a hacerlo.
JUDÁ: No habrá
quien
ya en
eso culpe de omisa
nuestra
acción.
LEVÍ:
Vamos aprisa.
SIMEÓN: Vamos,
que yo voy también.
JACOB: Que os ausentéis mucho siento;
y extrañeza, hijos, no os
dé.
Benjamín no vaya; que
su
tierna edad sufrimiento
al
trabajo no le da,
que en
el camino inferís.
BENJAMÍN:
¿Aqueso, padre, decís?
Yo el
primero he de ir allá.
¿Qué
ha de juzgarse de mí
si por
pan, señor, no voy?
¿Para
buscarlo, no soy,
y para
comerlo, sí?
SIMEÓN: Que
vaya.
JACOB:
No tal me nombres.
Es muy
niño.
BENJAMÍN:
¡Qué agasajos!
¿Qué
importa? Que los trabajos
se
hicieron para los hombres.
JACOB: Gracia me hizo.
SIMEÓN: ¿Hombre sois vos
renacuajo?
BENJAMÍN: ¡Hablen mis tratos!
SIMEÓN: ¿Hay
tal cosa? Hasta los gatos,
señores, hoy tienen tos.
RUBÉN: Quede
él pues de eso gustáis.
JACOB: Sí, que
vuestra ausencia crüel
menos
sentiré con él.
¡Ea,
pues! ¿A qué guardáis?
Llevad caudal suficiente
para
todos, que tenemos
bastante. ¡A Dios gracias!
SIMEÓN: ¿Y hemos
de ir a pie?
DINA:
¡Qué impertinente!
SIMEÓN: ¿No
os parezca son molestias?
JACOB: ¿Cómo a
pie? Cuando traéis
cargas, bestias llevaréis.
SIMEÓN: Y pregunto: Entre esas bestias
el asno, con que salir
sueles
al campo, ¿se incluye,
que
anda bien?
JACOB:
Sí, no se excluye
aun el mío.
SIMEÓN:
Quiero ir
a
prevenirle muy bien.
RUBÉN: Mejor
es, por más sentado
su
paso, el más delicado
vaya en él.
ISACAR: Sea Rubén.
SIMEÓN: No quiero.
ISACAR: Pues iré yo.
SIMEÓN:
Tampoco.
JUDÁ:
Yo quite dudas,
que en
él iré.
SIMEÓN:
Menos, Judas.
LEVÍ: Pues,
me toca a mí.
SIMEÓN:
Eso no.
A
cada uno llevar cuadre
su
burro propio y no ajeno,
que a
mí toca por bueno
el que
ha cedido mi padre.
CELFORA: ¿Por
memoria verdadera
me traerás algo bonito?
SIMEÓN: Los pirámides de Egipto.
CELFORA: ¿Y
adónde...?
SIMEÓN: En
la faltriquera.
Son
maravilla.
CELFORA: Muy bien.
Tú uno
te comerás,
y
comeré los demás.
TODOS: Vamos, pues.
JACOB: Hijo, Rubén,
para que no os cause
ultraje
-- advertid en lo que os digo --
si a la
corte vais por trigo,
llevad más decente traje.
RUBÉN: A
tus pies, en compañía,
para
que al punto partamos,
la Bendición
aguardamos.
JACOB: Pues la
dé Dios, y la mía
os alcance.
JUDÁ: Padre, adiós.
JACOB: Adiós.
Ya me he enternecido.
SIMEÓN: Adiós,
hombre.
CELFORA:
Adiós, marido.
BENJ. y DINA: Adiós.
TODOS:
Él guarde a los dos.
Vanse los HERMANOS
JACOB: Dios, cuanto antes a mi vista
los
traiga; y si a consolarme
en
algún modo bastarme
puede,
Benjamín me asista;
pues después de José, en mí
más que todos es querido.
BENJAMÍN: (¡Cuánto el no ir he sentido!) Aparte
JACOB: Benjamín, ¿qué traes ahí?
DINA: Su
flecha y arco es, señor.
CELFORA: Vino de
caza ahora el niño.
JACOB: No me calumnies cariño,
que lisonjee mi amor.
BENJAMÍN A
guardarle voy.
JACOB: Detén.
(No
este afecto paternal Aparte
se me
culpe). ¿Y tiras mal?
BENJAMÍN: ¿Cómo
mal, si no hallo quien
mi
tiro aventaje?
JACOB: ¡Error!
BENJAMÍN: No es
error.
DINA:
¡Buenos extremos
y padre
e hijo!
JACOB:
Apostemos
a que
tiro yo mejor.
BENJAMÍN: ¿De veras?
JACOB:
Sí.
BENJAMÍN: Pues, ¿qué apuesto?
JACOB: Tres abrazos.
BENJAMÍN: Yo me allano.
JACOB: Yo
siempre, aunque pierda, gano
pues le
abrazo.
CELFORA:
Vaya presto,
a
ver quién gana.
JACOB: Tú, empieza.
BENJAMÍN:
Obedezco. El blanco es
aquel
postigo que ves
entornado. Ahora, ¡destreza!
¡Lo erré!
JACOB:
Lucido has quedado.
DINA: ¿Cuál
ganará de los dos?
JACOB: Yo tiro
en nombre de Dios.
¡Vive
Dios, que le he acertado!
Para
acertar, ignorante,
es
preciso en cualquier modo
invocar
a Dios, y en todo
su
auxilio llevar delante.
BENJAMÍN:
Seguiré aquesa doctrina.
Yo
perdí.
JACOB: Págame, pues.
BENJAMÍN: Ya voy.
Le abraza
Uno... Dos... Tres...
CELFORA: El
viejo está chocho, Dina.
JACOB:
Vuelve acá.
BENJAMÍN:
Si te he pagado,
¿a qué,
señor?
JACOB:
¡Bueno, a fe!
A
volvértelos, porque
no soy
nada interesado.
Le abraza
Uno... Dos... Tres...
DINA: Que ignore
no es
bien eso, ¿por qué fue?
¿Por abrazar, o por qué?
JACOB: ¿Qué
abrazar? Porque no llore
la
pérdida. ¡Cuál me gusta!
Ya lo
ganado volví;
que
siempre galante fui.
BENJAMÍN: Mas con
todo, no se ajusta
esto
así.
JACOB:
Pues, ¿qué ha faltado?
BENJAMÍN: Me deis
la mano a besar,
pues ya
la llegó a aguardar
y
bendición, postrado.
DINA: ¡Qué
humildad!
JACOB: Dichoso vos.
Venid.
DINA:
¿No darlas dispones?
Sí, que
aquestas bendiciones
ahora
son mías, y de Dios.
BENJAMÍN:
Ahora vamos.
JACOB:
Ven. Es fijo,
que no
hay nada que más cuadre
en el
mundo para un padre
que el
que Dios le dé un buen hijo.
Vanse todos. Salen
FARAÓN, la REINA,
JOSÉ, PUTIFAR, CLEFO, y GUARDIA
UNOS:
¡Viva el remedio de Egipto.
OTROS: ¡José,
viva, amparo nuestro!
FARAÓN: Con
esas aclamaciones
mi
grandeza lisonjeo;
porque,
¿qué mayor indicio
de que
tu persona aprecio
de ti
obligado, José,
que el que aplauda en ti mi reino
otro
yo? Con cuya dicha
entrambos felices vemos,
yo que
no puedo hacer más,
ni tú
de mí esperar menos.
JOSÉ:
¿Cuándo, señor, mi bajeza
de
esclavo rendido y preso
subir
pensó a tanto olimpo?
Vos me hacéis, señor, de nuevo.
FARAÓN: Alza,
José a mis brazos.
PUTIFAR: ¡Qué
modestia!
CLEFO:
¡Qué respeto!
FARAÓN: Por ti
viven mis vasallos.
REINA: Sólo tu
sabio gobierno,
visiblemente mostró
ser
celestiales decretos
los que
nos da tu conducta;
pues en
todo hallando acierto
con universal aplauso
adoraciones debemos.
Más que
humano es tu discurso.
FARAÓN: Por ti,
José, tengo reino.
JOSÉ: Tan
grande dicha, señor,
sólo la
debéis al cielo,
no a mí, aunque de ella quiso
hacerme
a mí, el instrumento.
FARAÓN: Ya es hora que nos des audiencia
y pues Putifar y Clefo
te acompañan, y te sirven,
con ellos José te dejo;
que ya en ocho primaveras
que te asisten, habrás de ellos
noble experiencia sacado;
quédate, pero
advirtiendo
que al
que castigas, castigo,
y al
que le premias, le premio.
JOSÉ: Del
favor de Dios valido,
y
después, señor, del vuestro,
mostraré a Egipto que soy
de
tanto sol un destello.
Vanse los reyes y acompañamiento
JOSÉ: Aunque
varia la fortuna
con su instable movimiento,
me
sublime a tanta alteza,
desde
pobre, esclavo y preso,
mandando a quien yo serví,
de nada
me desvanezco;
pues
mis míseros principios
jamás
olvidarlos puedo.
Y así,
Putifar, no hagáis,
de que
os mando, sentimiento;
no vos,
Clefo, pues a mí
no
asistís, sino a mi empleo.
PUTIFAR: El
servirte es nuestra dicha,
ufanos
que en nuestro pecho
tu
afabilidad impera.
CLEFO: Tu bondad hace que excelso
nuestro amor te adore.
JOSÉ: ¡Basta!
¿Qué memoriales hay?
PUTIFAR: Éstos,
que son de soldados pobres.
CLEFO: Y éstos de viudas.
JOSÉ: Leedlos.
PUTIFAR: Éste es
de un caudillo, que
ha
llegado a pobre y viejo.
Pide
alivio.
JOSÉ:
¿Y qué servicios?
PUTIFAR: Hallarse en muchos encuentros
campales, sin que ninguno
a que asistió en todos
éstos,
perdiese.
JOSÉ: ¡Rara fortuna!
¿Certificaciones de eso?
PUTIFAR: Veinte
y seis heridas, que
en su
cuerpo sacó de ellos
y todas en pecho y rostro.
JOSÉ: Señal
que no huyó; lo creo.
Pues
por enfermo está inútil
para un
gobierno, andad presto
y
mandad de el rey erario
se le
dé medio talento.
PUTIFAR: Así lo
haré, gran señor.
Vase PUTIFAR
JOSÉ: Dadme
esotros vuestros, Clefo,
quiero
leer... mas, venir miro
a Asenet, sus rayos siendo
ardor dulce de las almas,
de albedríos cautiverio.
Salen ASENET y TITANA
ASENET: Sólo,
Titana, conmigo
entre,
que hablar al rey quiero
porque
mi padre... ¡José!
JOSÉ: Bella
Asenet, pues, ¿qué intento,
dejando
el sagrado culto
vuestra
asistencia del templo,
pretendiente
os muestra cuando
árbitro
a nuestros deseos
vuestra
hermosura absoluta
se
grangea los decretos?
Que un
favor vuestro...
ASENET: No más;
que es
en mi oído tan nuevo
ese
acento de favor,
que
origina a mi respeto
en un
desengaño urbano
mis
cortesanos desprecios.
Y pues
me llama el cuidado
del
intento con que vengo
a ver
al rey, no estorbéis
pase a
hablarle; que aunque creo
buen despacho hallar en vos,
-- que al fin, ministro, que advierto
voces
usar de favor,
no
estará de hacerle lejos
a una
dama -- el rey sabrá
lo que
es justo que oiga espero
de mi
anhelo. Adiós, José.
Vase
ASENET
JOSÉ: Él os guarde.
TITANA:
(¡Hola, qué tierno
empezó;
pero dio en duro!
Límpiese, que está de huevo).
Vase TITANA
CLEFO: Es sin
igual su recato.
JOSÉ: ¿Has
visto desdén tan bello
como,
al oírme, su rostro
hizo con rubor honesto?
Homicida es de las almas.
Dentro voces
UNOS: Pan,
señor. ¡Que perecemos!
OTROS: Trigo,
salvador de Egipto.
TODOS:
¡Socorro, todos perecemos!
JOSÉ: ¿Qué es
esto?
CLEFO:
Que ya pasando
el
tiempo bueno, y habiendo
llegado
el calamitoso,
como
otras veces lo ha hecho,
a las
puertas de palacio
a voces
pan pide el pueblo.
Sale PUTIFAR
PUTIFAR: Ya,
señor, te obedecí;
mas tu
generoso afecto
la
necesidad atienda,
que
dice en clamor el viento...
UNOS: Señor, pan.
OTROS: Trigo, señor.
TODOS: ¡Que de
hambre perecemos!
JOSÉ: Sí,
hijos míos, yo os daré
socorro. Haced francos luego
[todos] los reales pósitos;
y al Egipto prefiriendo,
generalmente pan lleven
naturales y extranjeros.
PUTIFAR:
Comunicaré la orden.
Vase PUTIFAR
CLEFO: Sólo,
señor, tu gobierno
a tal
escasez pudiera
facilitar el consuelo.
JOSÉ: ¡Si mi
padre y mis hermanos
hambre
estarán padeciendo!
¡Ay de
mí! Cielos divinos,
¿quién
pudiera socorrerlos?
Dentro
RUBÉN: Al
príncipe hemos de hablar.
JUDÁ:
Entremos a hablarle.
HERMANOS: Entremos.
JOSÉ: ¡Hola! ¿Qué voces son ésas?
Sale
PUTIFAR
PUTIFAR: Señor, unos extranjeros
a quien impide la
guardia.
¿Qué te hablen?
JOSÉ: Entren presto.
PUTIFAR: Llegad, extranjeros, que
aquí está el príncipe
excelso.
Salen
todos los hermanos y se arrodillan
RUBÉN: Hermanos, todos en tierra
la rodilla, le adoremos.
Ante
vuestra majestad,
piadoso
señor...
JOSÉ:
(¡Qué veo!) Aparte
RUBÉN: Pedimos
socorro...
JOSÉ: (¡Ay, alma!) Aparte
RUBÉN: Dé
trigo...
JOSÉ:
(¿Si es esto sueño? Aparte
¿No son éstos mis hermanos?
RUBÉN: Que
pagaremos al precio
de la
real tarifa.
JOSÉ: (Sí, Aparte
en esto
no hay duda. ¡Cielos,
qué placer! No me conocen;
mas,
después de tanto tiempo,
¿qué
mucho, y más, elevado
en tan
soberano puesto?)
JUDÁ: Nuestra
súplica atended.
LEVÍ: Nuestro
lastimoso ruego...
ISACAR: Nuestra
infelice miseria...
RUBÉN: Y
postrados, dando al suelo
la faz,
permite, señor,
que
como rey te adoremos.
JOSÉ: (En
fin, divino Señor, Aparte
ya mis
sueños se cumplieron.
Por
abrazarlos me da
el
corazón en el pecho
mil
saltos. Pero, alborozo,
reprimamos los deseos;
bien es disimule ahora).
RUBÉN: ¡Qué severidad!
SIMEÓN: ¡Qué gesto!
Dígame,
¿es éste el rey?
CLEFO: No es
Faraón; mas lo mesmo.
JOSÉ: (Mucho
hará el cariño, si Aparte
no me
arrastra a algún extremo).
El
idioma y traje dicen
que vosotros sois hebreos.
RUBÉN: Sí,
señor.
JOSÉ:
¿De qué provincia?
RUBÉN: En el
palestino suelo
a
Canaán el ser debimos.
JOSÉ: Alzad.
¿Pues
cómo a este imperio
remoto
venís por trigo?
RUBÉN: Porque
todos nuestros reinos
sin él
se hallan; que sin duda
éstos son pecados nuestros.
Estériles ya los campos,
por negar el agua el
cielo,
los ganados fenecidos,
consumidos los graneros,
son los valles de Canaán
un continuado lamento
de los
míseros vivientes,
que,
pan faltando, los vemos
salir a
morirse de hambre
a los
páramos desiertos.
JOSÉ: ¡Ay,
infeliz! ¡Qué esto escucho!
JUDÁ: Con
que, noticias teniendo
de que
Egipto está abundante
de trigo,
y tu ínclito pecho
así
como a naturales
provee
a los extranjeros
climas,
con él a tu asilo
piadoso
nos acogemos.
LEVÍ: Ampara
nuestra miseria
siquiera porque sustento
llevemos a nuestro padre,
que en
los postreros alientos
de su
edad anciana ya
parece
vive muriendo.
JOSÉ: (¡Ay,
padre del alma mía! Aparte
Al
dolor ya no hallo esfuerzo.
Pero
¿qué advierto, pesares?
Benjamín no viene entre ellos.
¡Si a
su envidia habrá acabado
su
niñez? Pero ya un medio
me
ocurre de averiguarlo).
SIMEÓN: (¿Si nos despachará presto?) Aparte
JOSÉ: Con
que, ¿tenéis padre?
RUBÉN: Sí,
y los que antes vos nos vemos
somos hermanos.
JOSÉ: ¿Y cuántos?
JUDÁ: Doce.
JOSÉ:
Pues, ¿cómo no veo
más de
diez?
RUBÉN:
Falleció el uno
a manos
de un monstruo horrendo.
JOSÉ: (Y bien
monstruo, que es la envidia). Aparte
¿Y el otro?
SIMEÓN:
No le traemos
porque
aún sonarse no sabe.
JOSÉ: (Más se
aumenta mi recelo). Aparte
JUDÁ: Es muy niño y no quisimos,
su delicadez sabiendo,
exponerle a algún malogro.
RUBÉN: No
tanto fue por aqueso,
cuanto
porque es de mi padre
el más
amoroso espejo
en que
se mira, y su vista
le
duplica los consuelos.
JOSÉ: (Fingimiento esto ha de ser). Aparte
¿Pensaréis me he satisfecho
de vuestra verdad? Pues, no.
Venir por trigo es pretexto,
traidores, para inquirir
la
flaqueza de este reino;
y, espías dobles, aviso
dar a los reyes opuestos.
¿Queréis engañarme,
falsos,
cuando
interiores penetro?
RUBÉN: Señor,
¿qué decís? ¿Qué escucho?
SIMEÓN: (¡Si no
despachará presto!) Aparte
JOSÉ: ¡La verdad! Bien os conozco.
SIMEÓN: No
somos, señor, de aquellos
que
llaman "correveidiles".
JUDÁ: Que es
lo que decimos cierto
asegura
mi lealtad.
JOSÉ: ¿Qué
lealtad?
JUDÁ:
¿Dudas la tengo?
JOSÉ: Sí, que
tenéis traza de
vender
a un hermano vuestro.
SIMEÓN: Ya sé
que, aunque a él no creáis,
me habéis de creer a mí.
JOSÉ: Menos.
SIMEÓN: ¿Por
qué?
JOSÉ:
Porque la tenéis
peor,
que es de haberle muerto.
SIMEÓN:
(¡Zape! Que nos conoció Aparte
y nos
dio de medio a medio).
RUBÉN: (¿Qué
hombre es éste, cielos santos?)
Aparte
JUDÁ: (Temor
me causa su aspecto). Aparte
LEVÍ: (¡Qué
indignado nos mira!) Aparte
SIMEÓN: (Si nos
despachará presto?) Aparte
JOSÉ: Esto ha
de ser así. ¡Hola!
A todos
llevadlos presos.
RUBÉN: Príncipe, a tus pies rendidos...
TODOS: En
nuestro llanto deshechos,
misericordia pedimos.
JOSÉ: (No sé cómo me contengo). Aparte
RUBÉN:
¡Infelices de nosotros!
SIMEÓN: (¡Si
nos despachará presto!) Aparte
JOSÉ: (A
lástima me conmueven).
Aparte
Oyeme a
mí aparte, Clefo.
JUDÁ: Éste es
del cielo castigo
por las
crueldades que habemos
cometido con José.
RUBÉN: En él
la mano, primero,
Simeón
puso.
SIMEÓN:
Por lo propio
veréis
que hablando lo fiero,
y el
primero soy de todos
a quien
se inclina contento;
y
aunque prenda, ¿va que a mí
manda
que me dejen suelto?
A CLEFO aparte
JOSÉ: Como
digo, luego que
de
trigos sus sacos llenos
queden,
sin que ellos lo vean,
meteréis el caudal mesmo
en
ellos que te entregaren.
CLEFO: Así lo
haré.
JOSÉ:
Pues, secreto.
RUBÉN: ¡Ea,
señor! ¿Qué dispones
de
nuestra desdicha?
JOSÉ: Esto:
hasta
que ese hermano niño
me
traigáis, que quedéis presos
en
Egipto.
RUBÉN: ¡Ansias!
¿Qué escucho?
JUDÁ: ¿Pues
quién así ha de traerlo?
JOSÉ: Uno de
vosotros solo.
SIMEÓN: Yo ése
seré. Me convengo.
Por él
voy volando.
JOSÉ: Aguarda.
SIMEÓN: No hay que aguardar.
JOSÉ: Deteneos.
SIMEÓN: (¿Mas
que me quiere premiar Aparte
porque
iba por él ligero?
Yo soy
dichoso).
JOSÉ: Porque
no me
culpéis que soberbio,
crüel, impío y airado,
ya de mis rigores cedo.
SIMEÓN: ¿No os
lo dije hermanos, yo?
RUBÉN: Dios dé
a tu piedad el premio.
JOSÉ: Ya
condolido revoco
de mi
sentencia el decreto.
Y para
que lo veáis:
¿no
había uno de traerlo,
y
quedarse los demás?
RUBÉN: Sí,
señor.
JOSÉ:
Pues ahora quiero
los
demás vayan por él,
y uno sólo quede preso,
pues
para prenda me basta.
SIMEÓN: Ha sido
sutil acuerdo.
Voy por
él, que para prenda
ahí
basta cualquiera de ésos.
JOSÉ: Espera,
y tú, ¿por qué no?
SIMEÓN: Porque
yo jamás me precio
de ser
sujeto de prendas.
RUBÉN: Pues es
fuerza obedeceros,
nuestra
desdicha, nombradle.
JOSÉ: A todos
voy recorriendo,
y no sé
cuál sea.
SIMEÓN:
Vaya,
que él
es un gran caballero.
¡Qué
discreto! ¡Qué virtuoso!
¡Qué
piadoso! En estos tiempos
no habrá hombres de mejores
inclinaciones!
PUTIFAR: Es cierto.
RUBÉN: ¿Soy yo?
JOSÉ: No.
JUDÁ: ¿Y yo?
JOSÉ: Tampoco.
TODOS: ¿Pues
cuál quieres?
JOSÉ: A éste quiero.
SIMEÓN: ¡Ay,
triste de mí! ¿Qué escucho?
¿Ahora
salimos con eso?
No
puede ser, que es preciso
vuelva
yo.
JOSÉ:
Pues, ¿a qué efecto?
SIMEÓN: Porque
para casa...
JOSÉ: Hablad.
SIMEÓN: En
obligación me veo
de un
gran empeño.
JOSÉ: ¿Cuál es?
SIMEÓN: ¿Lo
callaréis?
JOSÉ:
Lo prometo.
SIMEÓN:
Importa.
JOSÉ: ¿Él qué ha de importar?
Decid.
SIMEÓN:
El que sin remedio...
JOSÉ:
Proseguid.
SIMEÓN:
...he de llevar...
JOSÉ: ¿Qué
habéis de llevar, molesto?
SIMEÓN: Los
pirámides de Egipto
a mi
mujer cuando menos.
JOSÉ: ¿Fingís
delirios? Llevadle.
SIMEÓN: Ved que
mi mujer...
JOSÉ: Sois necio.
PUTIFAR: Se
quiso inclinar a vos.
SIMEÓN: Que se
incline a otro de ésos.
JOSÉ:
Llevadle aprisa, y haced
que le
den buen tratamiento.
RUBÉN: ¡Qué
desdicha! Pero al fin,
Fortuna, del mal el menos.
SIMEÓN: ¿Yo
preso, y entre gitanos?
Buena
ventura no espero.
JOSÉ: ¡Ea,
llevadle!
PUTIFAR:
Venid.
JOSÉ: Id a
que os despachen luego,
y si
Benjamín no viene,
jamás
volveréis a verlo
a este
hermano.
SIMEÓN: ¡Ay, infelice!
Hermanos, traedle corriendo.
RUBÉN: Volando
te aseguramos,
de que
vamos y volvemos.
CLEFO: Vamos
por el trigo.
TODOS: ¡Vamos!
PUTIFAR: ¿Qué os
detenéis? Venid.
Tirando a SIMEÓN
SIMEÓN: Quedo.
Hermanos, hasta la vuelta.
Vase con PUTIFAR
TODOS:
Hermano, adiós, hasta vernos.
JOSÉ: No
olvidéis vuestra palabra.
TODOS: Vos veréis la cumpliremos.
JOSÉ: [Ya],
Cananeos, adiós.
TODOS:
Guárdeos, gran señor, el cielo.
Vanse todos. Sale
SIMEÓN sólo
SIMEÓN: El
hombre más infeliz
soy,
que el mundo ha descubierto,
que de
todos mis hermanos
a mí
sólo me escogieron
para
prenda; mas agora
lo que
yo me estoy temiendo
es que
ellos no han de volver,
y yo
por acá me quedo.
Pero
son hombres honrados,
y ya
parece que veo
que van
camino de casa,
ya
llegan, ya sale el viejo
de mi
padre a recibirlos,
los
abraza placentero,
ya los
pregunta por mí,
ellos
cuentan el suceso,
y dicen
que preso estoy,
y ya mi
mujer con esto
se
alegra, pues que se libra
de las
riñas que solemos
tener,
ya está convencido
mi
padre, ya se ha resuelto
a que traigan el muchacho,
ya salen con él
contentos,
ya
están hacia acá de vuelta,
y ya en
palacio los veo.
Hermanos, ¿ya habéis venido?
Si yo
no estoy loco, duermo.
Sale JOSÉ
JOSÉ: ¿Qué es
esto? ¿Con quién habláis?
SIMEÓN: Señor,
con nadie. (¡Qué gesto Aparte
tiene
de pocos amigos!)
Señor,
oídme un lindo cuento
que
pasó allá en mi lugar,
que
aunque no es ello por ello,
se
parece alguna cosa.
JOSÉ: Decid,
que algo me divierto
con
vos.
SIMEÓN:
Pues digo que había
un señor, y a un pastorzuelo
que
tenía le envió
por un
mandado a otro pueblo
de allí
una legua distante.
Díjole: "Has de venir
presto"
-- porque mucho le importaba
al
señor -- . Dijo el mancebo:
"Señor, tomaré la burra,
y
veréis que en un momento
voy y
vengo despachado".
Dijo el
señor: "Soy contento".
Fuése
el mozo y el señor
se
quedó consigo mesmo
haciendo cuentas. Decía:
"Ya va camino el mozuelo,
ya habrá llegado, ya vuelve,
ya entra en casa, ya le
veo".
Y al
decir "fulano", entró
por la
puerta el pastorzuelo
diciendo: "Señor, ¿dó está
la
albarda, que no la encuentro,
de la
burra?" Con que a mí,
sobre
poco más o menos,
me
viene a pasar lo mismo;
pues
deseo por momentos
ver
venir a mis hermanos;
y ahora
fuera lindo cuento
que no
volvieran acá.
JOSÉ: Andad,
no temáis, que creo
que han
de cumplir su palabra.
SIMEÓN:
Guárdeos, gran señor, el cielo.
Ahora
puedo bien decir
¡Sí,
nos despachará presto!
Vase SIMEÓN
JOSÉ: ¿Quién
creyera que constancia
tanta
cupiera en mi pecho,
como que al ver mis hermanos
adoración darme ciegos,
Sacra
Deidad, respetarme
de
rodilla por el suelo,
llorar
su infeliz desdicha,
temer
mi arrojo severo,
comunicarme su angustia,
a uno
darle cautiverio,
y a los
demás sobresaltos,
desbocados mis afectos
no me arrojara a
abrazarlos,
dándome a conocer? ¡Cielos,
solos
vosotros, que auxilios
de
vuestro alto poder fueron,
y pues que los dispusisteis,
cúmplanse vuestros
deseos!
Vase JOSÉ. Salen
ASENET, la REINA,
TITANA y
acompañamiento
ASENET: Eso
habéis de hacer, que os pido.
Y
aunque de ello al rey he hablado,
de mi
ruego se ha olvidado.
REINA: Pues debe ser atendido.
ASENET: Y
habiendo la edad cumplido,
en que
a la sacerdotisa
dejar el templo precisa,
a mi
decoro es bien cuadre
que en
querer venga mi padre
a
Menfis. No esté remisa.
Dentro
VOCES:
¡Plaza, plaza!
REINA: Pues, ahora
pasar por aquí se ve
al
templo el rey. Le hablaré
en eso.
Sale FARAÓN y acompañamiento
REINA:
¡Señor!
FARAÓN:
¿Señora?
REINA: Vuestro
favor por mí implora
de Asenet la pretensión.
Que
venga ya es ocasión
su
padre.
FARAÓN:
No haber alguno
de él
sustituto oportuno
causó
aquesta dilación.
Mas, pues vos mediáis por mí,
el estorbo venceré,
y que a
que venga orden dé
José... mas él viene aquí.
Sale
JOSÉ
JOSÉ: Tus invictos pies así
mis labios deben sellar.
FARAÓN: Alza.
Al punto haz despachar
orden
de que el padre venga
de
Asenet. No se detenga
a
Menfis luego en llegar.
JOSÉ: Mi
prontitud veréis vos.
FARAÓN: ¿Otra
cosa me mandáis?
REINA: Mil siglos señor viváis.
VOCES: ¡Plaza,
plaza!
FARAÓN:
Adiós.
Vase FARAÓN
REINA: Adiós.
Ven,
nos daremos las dos
parabién de igual trofeo.
ASENET: Cumplió
mi gusto el deseo.
Vanse la
REINA y ASENET
JOSÉ:
¡Fortuna, de mis desdichas
elevarme a tantas dichas!
Apenas,
cielos, lo creo.
¡Yo
en un trono sublimado!
¡Igual
a un emperador!
¡Será
mi poder el mayor!
¡Y como
rey adorado!
Cuando
tal juzgo mi estado,
la
imaginación se admira
confusa
con lo que mira,
no
alcanzando en tanto empeño
si
estoy despierto, o si sueño
si esto
es verdad, o mentira.
Sale
PUTIFAR
PUTIFAR: ¡Gran señor!
JOSÉ: ¿Qué hay, Putifar?
PUTIFAR: Volver
presto a tus deseos
los hermanos cananeos
con el
otro, y de llegar
acaban. Quiérente hablar.
JOSÉ: ¿Qué dices? ¡Ay, qué placer!
El preso aquí harás traer
al punto. Y a Clefo avisa
le estoy
aguardando. ¡Aprisa!
PUTIFAR: Mi ley
es obedecer.
Vase PUTIFAR
JOSÉ: ¡Qué
alborozado que andas,
corazón! Pues aun es poco,
según
de gusto estás loco.
Sale CLEFO
CLEFO: ¿Qué
es, señor, lo que me mandas?
JOSÉ: Que
prevenga con vïandas
en mi
camarín dorado
una
mesa tu cuidado
con
doce cubiertos. Y,
ahora
los hebreos aquí
traigas, que afuera han quedado.
CLEFO: Voy,
señor.
Vase CLEFO
JOSÉ:
Ojos, no deis
al
través con la cordura.
Salen
PUTIFAR, CLEFO, y todos los hermanos menos
SIMEÓN
BENJAMÍN: ¡Qué salones! ¡Qué hermosura!
CLEFO:
Llegad. ¿En qué os detenéis?
RUBÉN: Lo que
yo, todos haréis.
De rodillas
¡Salve
grande emperador!
[JUDÁ]:
[¡Salve, nuestro salvador!]
LEVÍ: ¡Salve,
señor sin segundo!
ISACAR: ¡Salve,
remedio del mundo!
BENJAMÍN: ¡Salve,
señor, mi señor!
JOSÉ:
(¡Ay, que aquéste es Benjamín!
Aparte
Su
inocencia a mi placer
ya se
ha dado a conocer).
RUBÉN: Hemos
vuelto a este confín...
JOSÉ: Del
suelo alzad. ¿Y a qué fin?
JUDÁ: A
cumplir lo que ofrecimos,
pues a
Benjamín trajimos.
JOSÉ: (¿Quién
se vio en contento igual?) Aparte
RUBÉN: Aquí
viene. Con lo cual
nuestra
palabra cumplimos.
Salen PUTIFAR, SIMEÓN y GUARDIAS
PUTIFAR:
Señor, aquí el preso está.
SIMEÓN:
¿Hermanos? ¡Qué gusto!
TODOS: ¿Hermano?
PUTIFAR: Abrazaros aquí, es vano.
SIMEÓN: ¡Con
que habéis venido ya!
TODOS: Todos
estamos acá.
SIMEÓN: ¿Tú
también, Benjaminillo?
Poco
has crecido chiquillo.
BENJAMÍN: ¿Qué en
mi cuerpo hay que te asombre?
SIMEÓN: El que
por más que te escombre
con la
vista...
BENJAMÍN:
¿Qué previenes?
SIMEÓN: El que
tú, Benjamín, tienes
poca
figura de hombre.
RUBÉN:
Señor, habiendo llegado
a casa -- el cielo es testigo --
en los
costales de trigo
el
dinero que ha costado
hallamos, y duplicado
-- sería yerro -- le traemos
para
que el uno dejemos,
y con
el otro nos den
más
trigo, porque también
con él
a Canaán tornemos.
JOSÉ: El
dinero que dijisteis,
aquí
menos no se ha echado.
sin
duda el cielo os lo ha dado.
¿Y
cuándo a Canaán volvisteis
vivo a
vuestro padre visteis?
RUBÉN: Sí,
señor.
JOSÉ:
(Amor, ¿que oís?) Aparte
Con que
¡aún vive? ¿Qué decís?
RUBÉN: Señor,
la verdad os digo.
JOSÉ: (Ya no
puedo más conmigo. Aparte
¡Lágrimas, que os descubrís!)
JUDÁ: Y
agradeciendo se aplaque
tu
rigor, de Palestina
manda
que miel y resina,
almendra, mirra, estoraque
os traigamos, y un tabaque
de
grana de terebinto.
Corto
don, voto sucinto
que ofrecemos a esos pies.
JOSÉ: Admito
el afecto, pues
le
mostréis claro y distinto.
RUBÉN: Según su semblante aclara,
ya
benigna se consiente.
SIMEÓN: Hermano
mío, a un presente
no hay
quien ponga mala cara.
BENJAMÍN: (¡Lo
que en mí el señor repara! Aparte
¿Si me
querrá retratar?)
JOSÉ: Éste
que llego a mirar,
¿no es
el niño que dijisteis?
RUBÉN: Sí,
señor, el que pedisteis.
JOSÉ: Su
hermosura es singular.
Estos brazos... (¿Qué hago
yo Aparte
Pero me
reprimo en vano.
¿Iré? No. Mas si es mi hermano.
Yo me declaro. Mas no.
¿Quién en tal guerra se
vio?
En
publicar me convengo.
Mas,
cielos, favor prevengo
pues estoy de tal manera
que por
declarar me diera
todo el
tesoro que tengo).
Dios te bendiga, hijo mío,
y de beneficios llene.
(Ya vertí el llanto; y no
tiene Aparte
a disimular más brío.
A limpiarme me desvío,
no lo noten).
PUTIFAR:
(¿Qué he notado?
Aparte
¿José
llora... y recatado?)
CLEFO: (¿Qué
miro? ¿Llanto José?) Aparte
LOS DOS: (Causa
oculta aquí se ve). Aparte
JOSÉ:
(Vuelvo, pues ya me he enjugado).
Aparte
....................
.......................
.......................
.......................
.......................
Cuando
dispongáis, volver
podéis
con el trigo, al ver
que al
presente vuestro atento,
sabe mi
agradecimiento
galante
corresponder.
Escúchame Clefo.
CLEFO: Di.
JOSÉ: ¿Está a
punto prevenida
la mesa
con la comida
que dije?
CLEFO:
¿La queréis?
JOSÉ: Sí.
Vase
CLEFO
Pues, todos estáis aquí,
hoy mi afecto habéis de ver.
Conmigo habéis de comer.
RUBÉN: Señor, ¿cómo....?
JOSÉ: Éste es mi
gusto.
JUDÁ: No tal nos mandes.
JOSÉ: Es justo.
BENJAMÍN: Advertid...
JOSÉ:
Esto ha de ser.
RUBÉN: ¿Qué
tanta dicha conciertas
a
nuestra humildad?
JOSÉ: Venid.
Aquesas puertas abrid.
Gabinete dorado con mesa magnífica
CLEFO: Ya
están, gran señor, abiertas.
.......................
.......................
.......................
.......................
.......................
.......................
RUBÉN: ¡Qué
grandeza!
JUDÁ: ¡Qué aparato!
BENJAMÍN: ¡Qué hermosos aparedores!
SIMEÓN: Pues dan de comer, señores,
denme a mí el más hondo
plato.
JOSÉ:
Sentarme a la mesa trato.
Tomad
vosotros asientos
según de los nacimientos
vuestros es fuerza.
RUBÉN: Obedientes
tus preceptos reverentes
ejecutamos contentos.
[Canten los músicos mientras siguen
sirviendo]
MÚSICA:
"Aplauda la Fama
con
métricos himnos
al
príncipe sabio
consuelo de Egipto".
JOSÉ: Yo
el plato he de hacer a todos.
(¡Cielos, si supieran que
Aparte
comiendo
están con José!)
¡Ah,
Benjamín!
SIMEÓN:
¡Bellos modos!
De
hambre me como los codos,
y a
Benjamín la porción
le
aumentáis de la ración
cinco
veces más que a mí.
¿Y
esotros...?
JOSÉ:
Hacerlo así
es mi
razón y afición,
porque veáis cual se trata
la
grandeza que hay en mí.
¿De
beber?
CLEFO: Ya viene aquí.
BENJAMÍN: ¡Qué
hermosa copa de plata!
SIMEÓN: ¡Qué
dura que está esta pata
de
cigüeña!
Habla aparte JOSÉ a CLEFO
JOSÉ:
El trigo dales;
y el
dinero en los costales,
sin que
lo vean pondrás.
Y la
copa esconderás
también
con modos iguales
en
el saco más pequeño
que es
el que toca al menor.
CLEFO:
Comprendo. Basta señor.
Vase CLEFO
JOSÉ: (Así ha
de inquirir mi empeño. Aparte
.........................
Si
Benjamín tiene impía
fortuna, como tenía
yo con mis hermanos, pues
de ellos recelar, bien es).
¡Hola! Siga la armonía.
Canten
MÚSICA:
"Aplauda la Fama
con
métricos himnos
al
príncipe sabio
consuelo de Egipto".
Sale CLEFO
CLEFO: Ya queda dispuesto todo.
JOSÉ: Alzad
la mesa. Ya iros
podéis, pues ya os despacharon.
RUBÉN:
Primero, señor, rendidos
a tus
pies daremos gracias.
JOSÉ: En vano
es. No las admito.
Idos pues.
JUDÁ:
Adiós, señor.
JOSÉ: (No sé
cómo los despido; Aparte
mas es
fuerza).
TODOS:
El cielo os guarde...
JOSÉ: Él os
comunique auxilios...
TODOS: ...para
amparo de los reinos,
JOSÉ: ...para
que seáis buenos hijos,
TODOS: ...para
que el mundo te aclame...
JOSÉ:
...porque os libréis de conflictos.
TODOS: ...y
porque en esta grandeza
contra
el tiempo y el olvido...
Canten TODOS y la MÚSICA
MÚSICA:
"Aplauda la Fama
con
métricos himnos
al
príncipe sabio
consuelo de Egipto"
FIN DEL SEGUNDO ACTO