PRIMER ACTO
Suena música y salen BATISTELA, LEONELO,
[ROSELO] y TIMBRIO, soldados
ROSELO:
¡Bravo recibimiento!
LEONELO: ¡Generoso!
BATISTELA: De
Nápoles su esfuerzo acreditado,
que al conde
de Miranda valeroso
muestra, en festín general [celebrado].
Puede
llamarse el reino venturoso
con tal
virrey, que a fuer de buen soldado,
hoy ha
honrado con premios la milicia
mezclando la piedad con tal justicia.
LEONELO: A
aquesta sala viene.
BATISTELA: Aquí veremos
más
espacio el valor de su presencia,
a quien
tan grande amor los más debemos,
claros indicios de su real clemencia;
y al
buen amigo Nardo aguardaremos
en este
puesto.
ROSELO: Alcanza su presencia
de
valeroso Alcides testimonio.
LEONELO: Es la
flor de este reino Nardo Antonio.
Sale el CONDE de Miranda y acompañamiento
CONDE:
Estoy como admirado, agradecido,
familia
noble, de admirar festines,
y de
haber cuidadosa prevenido
burlas a
mayo con mentir jardines.
Parece
que Amaltea, en el lucido
espacio
de claveles y jazmines,
porque
dure de Nápoles la fama,
copia
fragante con amor derrama.
El
mar, la tierra, a toda priesa mueven
dulce
armonía, aquélla tremolando
banderolas al aire, a quien se atreven
lisonjeros bullicios, caminando;
sobre
estotras, de fuego estrellas llueven,
que
hasta el cielo al principio van volando
y después en los vientos desatadas
bajan del cielo al suelo
despeñadas.
Pedazos arrancados de los vientos,
menuda
arena, castigados, huellan,
y de airosos veloces movimientos,
descubiertas tal vez las piedras
mellan.
Al freno humildes, al
clarín atentos,
presumiendo poder, la tierra sellan,
y en
cada asiento del compás menudo
de sus
armas estampan un escudo.
Todo
mueve a deleite, todo admira,
el mar
del humo forma nubes densas,
oscura
niebla que al caño respira,
paran las aves al rumor suspensas;
y como cuando el sol al
mar retira
hermosas luces, de temor defensas,
recelando tinieblas y
temores,
así
buscan el miedo entre las flores.
Sale LISENO
LISENO: Ricardo
viejo, y el barón Gerardo,
para
hablarte, señor, piden licencia.
CONDE: Ya con
los brazos a los dos aguardo.
Salen RICARDO y GERARDO
GERARDO: Los
pies nos mande dar vuestra excelencia.
CONDE: Los
brazos recibid, llegad, Ricardo.
RICARDO:
¡Príncipe heroico!
GERARDO: ¡Señoril presencia!
CONDE: Sillas para los tres.
RICARDO: ¡Honroso
intento!
CONDE:
Dejadnos solos.
GERARDO: ¡Español aliento!
CONDE:
Decid lo que queréis.
RICARDO: Invicto conde,
poner
en vuestras manos mi nobleza.
Defensa
pido de mi honor, que adonde
guarda
esta joya mujeril belleza
pocas
veces honrosa corresponde,
y más
habiendo con honor pobreza.
Ésta,
señor, me tiene deslucido,
poniendo en tronco noble eterno olvido.
Dióme
el cielo una hija que Gerardo
honrar
pretende en tálamo amoroso,
que
aunque es la propia sangre de Ricardo
hízole
su riqueza más dichoso.
Por
esto con su mano honrar aguardo
lustre que llame aliento poderoso,
que
acobarda al más noble la pobreza
aunque
al sol se aventaje la nobleza.
Pero
amor, envidioso de mis dichas,
cegó,
atrevido, la deidad más bella,
porque borrando las grandezas
dichas,
pierda
el honor, que me guardaba en ella;
si bien
no son tan ciertas mis desdichas,
si el
poder de un virrey las atropella,
que no
llegó de honor al rompimiento
quien
pretende tan alto casamiento.
Los
dos conformes, enlazar quisieron
nobleza
y humildad, pero advertido
dije
que si, cuando a mi honor pidieron
aquel
estrecho lazo prevenido
temor
fue que mis canas previnieron,
porque
el mozo, señor, es atrevido,
y
aunque humilde, valiente, por quien goza
desenvuelta amistad de gente moza.
Pedíle por entonces, con engaños,
que el
fin de sus deseos dilatase,
fingiendo en mi Leonarda breves años,
y la
palabra que le di guardase;
previniendo con esto, que mis daños
brazo robusto a tiempo remediase
sin dar
parte a mis deudos que sería
hacer
mayor esta desgracia mía.
Partióse de mi casa satisfecho
de la
palabra que yo le di en tanto
quise apagar las ansias de mi pecho,
templando sus congojas con mi llanto;
por el
raudal de aquel cristal deshecho,
risa
fingí con el hermoso encanto
en
quien mi honor su presunción apoya,
horror oscuro de luciente joya.
El
mozo en la marcial caballería
ejercita sus fuerzas deseando
aquel
felice y venturoso día
su
honor con mi palabra acrecentando;
pero llegó para ventura mía
vueselencia a este reino a quien besando
los
pies, suplico que mi honor defienda,
para
que Nardo Antonio no le ofenda.
Que
de Gerardo, la familia honrada,
y con mis deudos, que al valor
exceden,
defenderán con belicosa espada
que
acciones bajas mi nobleza enreden;
si vos,
en ocasión tan apretada,
no
procuráis que divid[id]os queden
estos
lazos de amor que tan sutiles
manchan
noblezas con personas viles.
GERARDO:
Vueselencia, señor, acreditando
la
parte que Ricardo le suplica,
su honor
defienda, su nobleza honrando
con el
valor que a todos comunica;
pues
los intentos nuestros estorbando
imprudente rigor, la paz aplica,
que si
no, toda Italia admirara
de la
venganza que su honor tomara.
No
porque ha habido mancha, en que pretenda
un
desigual tan alto casamiento,
mas
porque castigado, Nardo entienda
su
altivo arrogante pensamiento;
que no es razón que un hombre vil
defienda
injusto
de su amor atrevimiento
diciendo que le culpa la palabra
quien
en diamantes su nobleza labra.
Si
un viejo se la dio, fue de cobarde
al
valor de un mancebo tan esquivo,
si un
mozo se la diera, fuera alarde
y
aliento superior mostrarse altivo;
mas
cuando llega a su valor tan tarde,
júzguele muerto, no le llame vivo,
y así
el rigor con que el casarme impide
a edad
pequeña la palabra pide.
Estos daños, señor, estos
rigores,
como vuestra excelencia
se lo mande,
gustos
serán y perderán temores,
reconocidos a merced tan grande;
prosiga
vueselencia sus favores,
que el
brazo noble no es razón que ande
gastando en tosco ingenio heroico estilo
ni con espada
vil midiendo el filo.
CONDE: Haré
cuanto pudiere por serviros,
si bien
promete el caso resistencia,
si la
palabra que llegó a pediros,
le
disteis vos, aunque alegáis violencia;
bien podéis sin cuidado despediros
que yo
prometo con mayor prudencia
deshacer este lazo, interponiendo
mi
autoridad, y su valor venciendo.
¡Lisardo!
Sale LISARDO
LISARDO: ¿Señor?
CONDE: A los soldados
preguntaréis por Nardo Antonio.
Id luego
y decid
que entre a verme.
Vase LISARDO
RICARDO: Mis cuidados
con tal favor admitirán sosiego.
CONDE: Los dos
en ese cuarto retirados
esperaréis.
GERARDO:
A ver mis dichas llego.
RICARDO: Dame
tus pies, señor.
CONDE: Alzad, Ricardo.
RICARDO: De ti
el remedio de mi honor aguardo.
Vanse. Sale
LISARDO
LISARDO: De
Nardo Antonio ha venido
un
crïado suyo afuera.
Que
venga a palacio espera,
despejado y atrevido.
CONDE:
Decid que entre, y en llegando
Nardo
Antonio, me avisad.
LISARDO: Su
excelencia os llama, entrad.
Sale MORÓN
MORÓN: [(Llego
a vuestros pies temblando)]. Aparte
CONDE:
Salíos afuera.
Vase LISARDO
MORÓN: (A mí Aparte
me
manda el conde pringar).
CONDE: ¿De
dónde sois?
MORÓN: De un lugar
que
está muy lejos de aquí.
CONDE:
¿Sois español?
MORÓN: ¿No lo ve
vueselencia en el despejo
y en lo
adusto del pellejo?
CONDE: Decís
bien. No lo miré.
¿De
qué tierra sois?
MORÓN: Manchego.
CONDE: ¿Y cómo
os llamáis?
MORÓN: Morón.
CONDE:
¿Valiente?
MORÓN:
Soy un Nerón
si de
cólera me ciego.
Un
aduar de gitanos
allá en
mi tierra quemé,
y por
eso me llamé
Nerón. Tengo buenas manos.
CONDE: ¿Y
servís?
MORÓN:
A Nardo Antonio.
CONDE: ¿Es
valiente?
MORÓN:
¡Pesia [a] tal!
Es un varón inmortal.
Yo sólo
gran testimonio
de
sus pendencias he dado.
CONDE: ¿Le
ayudáis?
MORÓN:
No, mi señor,
para
contarlas mejor
las
miro desde un tejado.
CONDE: ¿No es mejor hallarse en ellas?
MORÓN: Ni tan
bueno. Yo, señor,
soy
piadoso en el rigor
y si
participo de ellas
por
no matar al contrario
vuelvo la
espalda y camino.
CONDE: ¡Gran
valor!
MORÓN:
Soy peregrino
si bien
cuando es necesario,
--
¡Pesia a tal! -- soy un demonio.
Mas,
dejando mi valor,
¿qué es
lo que queréis, señor?
CONDE: Saber
quién es Nardo Antonio.
MORÓN:
Ninguno sabe su historia,
como el
que tenéis presente,
que
tengo de ella en la frente
un
librillo de memoria.
A su padre conocí
mejor
que al que me parió.
Fue
buen zapatero, y yo
de su
aprendiz le serví,
aunque anda cierta opinión
que su
valor desanima,
que no
lo fue de obra prima
sino
gentil remendón.
El
mozo ha salido honrado.
Quísole
mucho su madre.
No
quiso ayudar al padre
por
inclinarse a soldado.
Dará
por un español
el
alma.
CONDE:
¿Tanto los quiere?
MORÓN: Por
esta nación se muere.
En fin
son rayos del sol.
Es
bien quisto y es valiente.
Gasta
muy poca parola,
es muy diestro de la sola
aunque
se muestra prudente.
Murió la madre y el padre,
y la
hacienda que quedó
con
amigos la gastó.
Sí, por
vida de mi madre.
Témenle sus enemigos,
aunque son pocos, señor,
y aumenta más su valor
el
tener muchos amigos.
Los
nobles, con otro intento,
le
muestran ceño crüel
por
haber notado en él
tan
humilde nacimiento.
Al
fin dilató su fama
y amor
se la aficionó
y de
Nápoles les dio
a la
más hermosa dama.
Así
tiene en la memoria
que el
padre de la doncella
ha de
casarle con ella
con que
da fin esta historia.
CONDE:
Huélgome de haberla oído.
Sale LISARDO
LISARDO: Nardo
Antonio está aquí fuera.
CONDE: Decid
que entre. Afuera espera.
MORÓN: No me
doy por despedido.
Vase. Sale NARDO
Antonio, de soldado muy
bizarro
NARDO: Déme
los pies, vueselencia.
CONDE: Tomad,
Antonio, los brazos.
NARDO: En el
cielo de estos brazos,
¿me
dais, gran señor, licencia
para
atreverme a decir
que en
cierta ocasión me honréis?
CONDE: Si vos,
Nardo Antonio, hacéis
lo que
yo os quiero pedir.
NARDO: Yo
haré lo que me pidáis,
y
aunque aventure mi honor,
os doy
palabra, señor.
CONDE: Mirad
bien qué me la dais.
NARDO: Sí,
señor.
CONDE:
Pues os la doy
de
hacerlo también. Pedí.
NARDO: Ya,
señor, dichoso fui.
Ya mudé
el ser de quien soy
con
esa palabra. Pido
ya que
licencia me dais
que mi
padrino seáis.
Dejaréisme ennoblecido.
Hacedme tan gran favor,
pues
con general agrado
soy a
España aficionado
de
quien aprendo valor.
Ya
conocéis a Ricardo,
aunque
pobre, con honor.
Éste es mi suegro, señor.
Confieso que me acobardo
viendo que humilde nací;
y luego
a ser tan dichoso
mostróse Amor poderoso
y a
tanto cielo subí.
Tengo algunos enemigos
que me
quisieran quitar
esta
gloria a dar lugar
el
valor de mis amigos.
Pero
como vos me honréis,
podré
decir con verdad
que
levantáis mi humildad
y que
igual al sol me hacéis.
CONDE:
Nardo, una cosa decís
con que
en dudas me dejáis,
si he
de pedir que no hagáis
eso
mismo que pedís.
Y os
di palabra de hacer
todo lo
que habéis pedido,
pero el
daño conocido
es muy
fácil de romper.
Mejor es que me cumpláis
lo que
yo de vos recibo,
pues con
ésta quedáis vivo,
con ésa
muerto quedáis.
Hoy
se casa con Gerardo
la que
por mujer tenéis,
y así
pido que olvidéis
la
palabra de Ricardo.
Ser
desiguales los dos
esta
mudanza ha causado,
no
porque no es muy honrado
el
valor que vive en vos.
Todo
Nápoles está
dispuesto para mataros
y si
queréis apartaros
mil favores os dará.
Yo
prometo de mi parte
premiar
vuestra valentía
tanto
que envidie algún día
materiales honores Marte.
NARDO:
Confuso me habéis dejado
pero bien es advirtáis
que a
un hombre honrado quitáis
la
opinión de ser honrado.
Si
con cautela, señor,
Ricardo
pudo dos años
engañarme, estos engaños
es afrenta de mi honor.
La
palabra prometida
a un
hombre honrado, es razón
que se
cumpla o su opinión
quedará
siempre rompida.
Si
Ricardo noble ha sido,
no pido
yo su nobleza;
de
Leonarda la belleza,
señor,
solamente pido.
Que
no es bien porque celebre
las
bodas con el barón
que se
pierda mi opinión
ni mi
palabra se quiebre.
No
quiero aquí proponer
el amor
de tantos años,
aunque
son mayores daños
para
quien sabe querer.
Que
si solamente amor
en
aquesta traza hubiera
por
vos, señor, le perdiera,
pero hay amor y hay honor.
CONDE: Lo
que yo os pido no afrenta,
antes
aumenta valor,
y este
género de honor
queda
Antonio por mi cuenta.
Mirad que soy vuestro amigo,
y que
en hacerlo acertáis.
Veréis
después como dais
envidia
a vuestro enemigo.
Yo
debo, Nardo, estorbar
los daños que puede haber.
Yo lo pido, y ha de ser.
NARDO: En todo
podéis mandar.
(No
replicarle es mejor Aparte
porque
se puede enojar.
Yo
sabré bien granjear
lo que
pretende mi honor).
CONDE: Mucho me habéis obligado.
NARDO: Pídelo,
vuesa excelencia,
y no ha
de haber resistencia.
CONDE: Sois
valiente, y sois honrado.
Por
mi cuenta queda ya
el favoreceros, Nardo.
NARDO: Tan
grande favor aguardo,
que
como vuestro será.
CONDE:
Dadme los brazos y adiós.
Vase
NARDO: Mil
veces tus plantas beso.
Que ha
habido engaño confieso
en el trato de los dos.
¿Cautelas a Nardo? El cielo
mi
venganza ha de animar
y a sus ojos he de dar
temores a todo el suelo.
Será
venganza mortal.
Será
rigor atrevido;
que un
hombre honrado ofendido
es como
furia infernal.
Amigos tengo obligados
que
defenderme podrán,
y para
esta empresa están
de mi amistad
conjurados.
Bien
Leonarda me previno
este
suceso, y en ella
tengo
favorable estrella.
Defenderla determino.
De
una pretensión forzada,
aunque
Nápoles me ofenda,
pues
para que me defienda
valor
tengo y tengo espada.
Vase. Sale
LEONARDA, sola
LEONARDA: Con
recelo de perder
salgo a
divertir amor,
si bien
aqueste temor
es bien fácil de vencer.
Que, aunque acredita
poder
a la
mariposa imita
que
alentada solicita
cercos
burlando a la vela;
mas
como a la llama vuelva,
la vida
el fuego le quita.
Lo
mismo sucede a amor
en las
pretensiones mías.
Gerardo
alienta porfías,
desdeña
en Nardo el valor;
mas como el suyo es mayor,
cercos de amor se
consiente
a este
mozo impertinente
que
presumido le ciega,
pero
guárdele si llega
al
honor de Nardo ardiente.
Pues
siendo esto así recelo:
bien es
que esto así dejéis,
si en
su defensa tenéis,
al más
valiente del suelo.
No pudo
al temor desuelo
jamás
en él, ni admirar
pudo un
imposible amar,
antes
es tan atrevido
que al
sol de rayos vestido
la luz
pretende quitar.
No
es posible que nació
de
humildes padres un hombre
que tan
levantado nombre
en Nápoles mereció.
¿Qué hice en amarle yo
aunque tan noble
nací?
Pero,
Amor, despierta. Di
que su
valor puede amar,
pues ha
llegado a igualar
la
nobleza que hay en mí.
Seré suya aunque la vida
por
serlo llegue a [p]erder;
que si
quiere una mujer
pocas
veces en vencida.
Mostréme al valor tendida,
no de
la gala luciente,
vencerse
mi amor consiente
aunque
el asco en rigor
no
disminuye el valor,
ni hace
cobarde al valiente.
Salen MORÓN y JULIA, criada
JULIA: ¡Qué
te pudiste atrever!
MORÓN: Aunque
el mismo infierno fuera,
entrara
de esta manera.
Mal
conoces mi poder.
LEONARDA: ¿Qué
hay, Morón?
MORÓN: ¿Qué puede haber?
Celos, desdenes, rigores,
ansias, ofensas, temores,
y trescientas cosas más
que en
ese papel verás
lleno
de dos mil favores.
LEONARDA:
Ponte, Julia, a la ventana.
Mira si
mi padre viene.
Confusa
el papel me tiene.
MORÓN: Aquesa
luz soberana
desde
hoy Gerardo profana.
LEONARDA:
¿Cómo?
MORÓN:
El papel lo dirá.
Abre
presto. Ábrele ya.
LEONARDA: Con
temor rompo la nema.
MORÓN: ¡Ea, pues,
qué linda flema!
Abre. Acaba. ¿Qué vendrá?
Lee
LEONARDA:
"Leonarda, ya ha llegado el día tan
recelado de tu entendimiento. El
virrey me
ha
pedido pierda tus luces bellas. Dile
palabra de no pedir la que tu padre me
dio
con
engaño, temiendo su indignación. No fue
temor
sino cordura. Ya sabes lo que
tenemos
tratado
para cuando llegase la forzosa.
Esta noche
dicen que te casas con Gerardo.
Engáñanse los que lo dicen.
Ignorancias son
de mi
valor. Yo quedo prevenido y mis
amigos. Haz tú lo que sabes; que
has de ser
mía
aunque Nápoles lo estorbe. Adiós.
Nardo
Antonio"
LEONARDA:
Mayor daño recelaba.
MORÓN: ¿Cómo
puede ser mayor?
LEONARDA: Temí yo
que de mi amor
Nardo
Antonio se olvidaba;
pero mi
temor se acaba
y en
contento se convierte.
Ve a
Nardo Antonio y advierte
esta
respuesta no más:
que soy
suya le dirás
y que
no temo la muerte;
porque como prevenido
tuve
este infeliz suceso.
No me
espanto del exceso.
.................. [ -ido]
Mi
padre y mi honor olvido.
Hecha está la prevención.
Suyas mis acciones son.
Esto en efecto dirás.
MORÓN: ¿Queda
más?
LEONARDA:
No queda más.
MORÓN: Pues,
adiós.
JULIA:
Tente, Morón.
MORÓN: ¿Qué
hay de nuevo?
JULIA: ¡Mi señor!
MORÓN: ¿Y
quién más?
JULIA: Gerardo viene.
Esconderte te conviene.
MORÓN: No
estoy en mí, de temor.
Venga
un santo escondedor
y déme
el remedio.
JULIA: Ven.
Ten
ánimo.
MORÓN:
Está muy bien.
Cuélgame en la chimenea
como
chorizo.
JULIA:
Azotea
tengo
donde estés también.
Pero no, vente a un desván
que
aunque está sucio, está estrecho.
MORÓN: Hoy no
quedo de provecho,
deshollinarme podrán.
JULIA: Anda,
pues, que te verán.
Vanse los dos
LEONARDA: Finjo
risa con Ricardo,
pues
que ya tan presto aguardo
asegurar mi deseo
de amor
bastante trofeo
aunque
le pese a Gerardo.
Salen RICARDO y GERARDO
RICARDO:
Leonarda, hasta aqueste día
tu
ciego amor he sufrido,
pero el
valor que es olvido
con mi
vejez encubría.
Caduco
aliento desvía
y
comunica valor,
viendo
perderse mi honor
en cuya esperanza vive
y así
noble amor recibe
y
olvida abatido amor.
Nardo Antonio en mi presencia
palabra
al virrey ha dado
que
olvidando su cuidado
dará fin
su resistencia.
Muéstrate con más prudencia
a
Gerardo agradecida,
con tu
mano le convida.
Vence de amor el poder
porque has de ser su mujer
o te he de quitar la
vida.
GERARDO:
Leonarda, si en tus rigores
desprecios míos porfías,
serán las desdichas mías
para tu daño mayores.
Verás cubrir de temores
el cielo en oscuro velo,
y verás
subir del suelo,
si a
ajeno poder te subes,
más
claras de fuego nubes
que
atemoricen el cielo.
Publicarán mis sentidos
venganzas a sangre y fuego,
si a ver despreciados llego
mis
intentos bien nacidos.
Y si
los ya divididos
lazos
te suspenden tanto,
daré a
Nápoles espanto.
No pierdas de honor la joya
que será segunda Troya,
confusión de guerra y llanto.
LEONARDA: Si
yo resistí, Gerardo,
los
extremos de mi amor
defensa
fue de mi honor;
por el
de tu amor me guardo.
Palabra le dio Ricardo
a Nardo
Antonio de ser
la que
es tuya su mujer.
Cumplir
debe quien la dio,
pero
pues él la rompió
ya no
tengo que temer.
Desde mis pequeños años
confieso que le rendí
el
alma. Muy necia fui
si
considero mis daños;
pero
tales desengaños
son
premio de un grande amor,
aunque
de Nardo al valor
he de
ser agradecida,
pues la
palabra rompida
abrevia
gusto mayor.
Y
así, Gerardo, podrás
aquesta
noche venir
adonde
puedes decir
que el
fin de tu amor verás.
No es
bien que dilate más
Nardo
Antonio tus trofeos
ni que
de amor los empleos
lleguen, Gerardo, tan tarde
y así
gano por cobarde
glorias
para mi[s] deseo[s].
GERARDO: Deja
que bese la tierra
que
dichosamente pisas.
Lluevan
las estrellas risas
pues
cesó de amor la guerra.
El alma
tal gusto encierra
que la
tengo dividida
del
cuerpo. Ricardo, olvida
el
pesar que te divierte,
que los
recelos de muerte
acrecentaron la vida.
RICARDO: De
alegre quedo turbado.
Prevén,
Gerardo, lo justo
pues a
las puertas del gusto
habemos
los dos llegado.
GERARDO: Yo me
parto confïado
a
prevenir bizarrías
con mis
deudos, y alegrías.
RICARDO: Yo con
los míos te aguardo.
LEONARDA: Aquesta
noche, Gerardo,
comienzan las dichas mías.
Vanse y salen NARDO Antonio, BATISTELA, PEDRO Talla
y demás bandoleros
NARDO: No
tengáis ningún recelo
la
puerta queda cerrada,
y aquí trataremos cómo
han de
empezar mis venganzas.
Ya de
los demás amigos
tengo
firmas y palabras,
solamente de vosotros
firma y
palabra me falta.
Pero yo
estoy confïado,
que
conozco vuestras almas,
de que
moriréis conmigo
vendiendo las vidas caras.
No
tiene Nápoles hoy
más
valor ni más espadas
que a
mi defensa se opongan,
que las
que ocupan la sala.
Pues si
en nuestra edad florida
no
acreditamos hazañas
que den
al mundo memoria
y
atemoricen la patria,
¿de qué
sirven los valores,
de qué
las fuerzas bizarras
que en
servicio de los reyes
sin
ningún premio se acaban?
Más de
doscientos amigos
que hoy
en Nápoles se hallan,
¿no
podemos dar temor
al
mundo? Que al mundo basta
atemorizar doscientos
si a
mis afectos se igualan.
Acordaos en este reino
del
valor de Mateo Jara
que,
llamándose rey, puso
dos mil
hombres en campaña.
Y si
tuviera valor
su
poder se dilatara,
pero no
hay valor en muchos
si la
cabeza desmaya.
Pero
yo, pues que me hacéis
dueño
de empresa tan alta,
pienso ser en breves días
de los mayores monarcas.
No penséis, amigos míos,
que
aquesta empresa me llama
para
gozar sin estorbos
los
amores de Leonarda;
que,
aunque la adoro, no estimo
tanto
las estrellas claras
que en
breve espacio de cielo
despiden rayos que abrasan,
como de
un amigo sólo
el
valor que le acompaña.
Por todos miro y por todos
hoy mi sangre se derrama.
Abrid las venas del pecho.
Veréis que despiden nácar,
rojo coral, que no admite
mezcla de traidora
mancha.
Hoy en
su casa el virrey
me
dijo, -- ¡afrentosa hazaña! --
que por
ser noble Ricardo
y yo de prendas más bajas,
no tenía obligación
de cumplirme la palabra.
Rabio
de enojo en pensarlo,
¡pesia a sus soberbias armas!
¿Valen tanto como yo
cuantas
adornan su casa?
¿Tuvo
por dicha más bríos?
¿Alcanzó mayor pujanza
el
primero que les dio
ese
nombre en esas vanas
presunciones que conservan
lucidos
cercos de plata?
¿Hallan
más valor que el mío?
Responda el que más se alaba
de
antecesores valientes.
Publique al mundo su fama
y verá
si Nardo Antonio
es
menos o le aventaja,
porque
la nobleza, amigos,
ha de
tener a sus plantas
a los
que nacimos pobres.
¡Salgamos a la campaña
y
ganemos nombre eterno,
conquistemos, si os agrada,
las provincias
más remotas!
Veréis
si valor me falta.
Ya
sabéis que ha muchos días
que
entre nosotros se traza
aquesta
conjuración,
que la
tuve dilatada
por pensar mejor suceso
de mis amorosas ansias.
Pero mirando perdidas
tan
soberbias esperanzas,
la
resolución postrera
que la
ejecuto me manda.
Ésta
noche con Gerardo,
varón ilustre, se casa
la que
ha seis años que adoro
y dos
que mía se llama.
Pero no
permita el cielo
que
llore ausente forzada
Leonarda, mi amor primero,
y que yo la deje el alma
para
que un tirano dueño
vuelve
de firmezas tantas.
Ésta ha
de ser la primera
acción,
amigos, gallarda,
que ha
de despertar mi nombre,
voz que despierta mi fama.
De aquí
ha de tener principio
la luz
que hoy me levanta
para
eternizar mi nombre
por
lengua infame eclipsada.
No han
de decirme otra vez
en Nápoles cara a cara
que
desmerezco por pobre
lo que
otros por ricos ganan.
En
estas leyes del mundo
de
altivo dueño fundadas,
la
pobreza es noche oscura
de
confusiones cercada,
horror
afrentoso, lengua
que su
misma sangre infama.
Pero
seguidme y veréis
si mi
valor despedaza
este
monstruo que en el suelo
mendiga
en puertas doradas,
donde
en lugar de favores
altivos
desprecios halla.
Si
presumís que atrevido,
acrecentando arrogancias,
viéndome señor de tantos,
he de acrecentar borrascas
de caudalosas corrientes
en las lisonjeras plantas
que al apacible verano
risa y deleite mostraban,
muy engañados vivís.
No he de olvidar las gallardas
acciones de mis amigos
si por
valerosas trazas,
nacidas
de mis efectos,
todo el
mundo sujetara.
Poned
en este papel
vuestras firmas donde estampan
las suyas los que sabéis
que al
abrir la puerta el alba
en el
lugar señalado
emboscados nos aguardan.
Caudillo suyo me nombran,
y pues
no ha de haber mudanza
en lo que habéis prometido,
escuchad lo que hoy os manda
el
capitán más valiente
que
rige familia honrada.
En
Nápoles, Bastistela
mi
compadre quede, y haga
oficio
de doble espía,
que nos
avise por cartas
los
intentos del virrey,
pues
tiene en palacio entrada,
Que de
lo que se robare
tendrá
segura la paga;
para
asegurar mi vida
quede
en escolta y guarda
a la
puerta de Ricardo
esta
noche Pedro Talla,
Leonelo, Roselo y Floro,
los
mejores camaradas
que ha
visto el sol desde oriente
hasta que en el mar descansa.
Otros
cuatro en el arquillo
porque
por puente de tapia
no
entre socorro a Gerardo,
ladrón
de mis esperanzas.
En la
calle de Toledo
con seis pistolas cargadas
quedarán los que nombrare
Bastistela. El resto salga
al
campo donde me espere
hasta
que en mis brazos traiga
aquel
sol que limas de oro
sobre
Nápoles derrama.
Y en
breves años ostenta
rigores
que amor desata.
¡Ea,
amigos! Firmad todos.
Sólo os
pido la palabra
de que
no habéis de ofender
ningún soldado de España;
que
como español se nombre
ha de
tener puerta franca.
Haréisle al que fuere humilde
buen
pasaje, el noble caiga
a
vuestros pies, dividiendo
de su
infame cuerpo el alma.
La
nobleza me ofendió
que mis
acciones ultraja
contra
su poder el mío
recibe
fuerzas; mas bastan
las que
tiene Nardo Antonio
para asolar toda Italia.
Favoreced mis intentos
pues
que tendréis, si os agrada,
un rey
con nombre de esclavo
y un
señor que os rinda parias.
BATISTELA: Yo
he de firmar el primero,
y en
Nápoles quedaré.
TIMBRIO: Y [ser]
el segundo [quiero].
LEONELO: Yo mi
firma aquí pondré.
ROSELO: Y yo
firmaré el postrero.
Firman los cuatro
BATISTELA:
Toma, capitán valiente,
estas firmas que aquí están.
Toda es honrada tu
gente.
Ganar
el mundo podrán.
NARDO: No está
más de que lo intente.
BATISTELA: En
lo que quedo encargado,
presto
el cuidado verás.
NARDO: Eres,
Bastistela, honrado.
BATISTELA: Cada
semana tendrás
indicio
de mi cuidado.
NARDO:
¿Quién sino tales amigos
tan
bien por mi honor volvieran?
BATISTELA: Son de
tu valor testigos.
NARDO: Si tan
bien le conocieran,
temblaran mis enemigos.
Ya
la noche oscura viene.
Prevenir vuestras pistolas
y
vuestras armas conviene,
pues
sabéis que en ellas solas
mi honor esperanza tiene.
BATISTELA:
Seguro puedes estar.
Parte
Nardo a tu venganza.
TIMBRIO: Procura
Antonio sacar
el bien
que en tu amor alcanza,
mayor
sujeto de amar.
Dentro MORÓN
MORÓN:
¡Abrid aquí!
NARDO:
¿Si han llamado?
MORÓN: ¡Abrid!
NARDO:
¿Quién es?
MORÓN: La justicia.
NARDO: ¿Si me
han vendido, y airado
alguno
mi mal codicia?
LEONELO: Yo
estoy muerto.
BATISTELA: Yo turbado.
NARDO: Las
firmas meto en el pecho.
No temáis. Mostrad valor.
MORÓN: ¡Abrid, pues!
BATISTELA:
Aquesto es hecho.
NARDO: Algún
amigo traidor
mis
venganzas ha deshecho.
¡Vive Dios, que si os turbáis,
que os
he de matar.
MORÓN: ¡Abrid!
NARDO: Si
escaparos procuráis,
lo que
dijere decid.
MORÓN: ¿Cómo
en abrir os tardáis?
NARDO:
Perdí tan noble ocasión.
BATISTELA: Abrid,
pues.
NARDO:
No me acobardo,
aunque
os muestro turbación.
Abro la puerta. ¿Qué aguardo?
¡Entre! ¿Quién es?
Sale
MORÓN
MORÓN: Soy Morón.
¡Notable susto les di!
NARDO: ¿Tal has hecho? ¿Estás en ti?
MORÓN: ¿Hay
blandura en los calzones?
¡De bronce los corazones
volvieron de canequí!
NARDO:
Estoy por darte la muerte,
mas
concédote la vida,
pues
mejoraste mi suerte
que ya
la juzgué perdida,
temiendo trance más fuerte.
MORÓN: La
ocasión imaginé
en que
ocupados estáis,
como
justicia llamé.
¿Por
qué albricias no me dais
pues en
Morón me torné?
¡Por Dios que no ha vuelto en sí!
¡Miren
qué colores éstas!
BATISTELA:
Confieso que las perdí.
NARDO: ¿Por
qué no me manifiestas
lo que
hay de Leonarda? Di.
MORÓN: Dila
tu papel.
NARDO: ¿Lloró?
MORÓN: Más
valor que tú mostró,
y me
respondió arrogante
que te
ha de servir amante
y
estando en esto, llegó
su
padre y el desposado.
Yo quedé muerto y turbado
pero
Julia me llevó
y en un
desván me metió
adonde
estuve empañado.
Era
el desván más estrecho
que en
toda mi vida vi.
No he
quedado de provecho;
pues de
él con vida salí,
grandes mercedes me han hecho.
Por un agujero entré
y era
tan corto el desván
que
afuera los pies dejé
y si preso no se van
yo me
pierdo por el pie.
Boca
abajo estuve allí
por no
poder menearme,
y en
aquel zaquizamí
temí
que habían de matarme
dos mil
arañas que vi.
Llegó Julia y por los pies
me sacó de allí
arrastrando.
Limpióme muy bien; después
dejé su
casa temblando
y llego
como me ves.
NARDO: ¡Ea,
amigos! Esto es hecho,
para
agora es el valor,
que
hemos de vencer sospecho.
BATISTELA: Esto,
español, tu rigor
sabrá
guardar en el pecho.
NARDO: Sí,
que nos hemos crïado
juntos
y sé que es honrado.
BATISTELA: Pues,
alto. Vamos de aquí.
MORÓN: Ya te
sigo.
NARDO:
Ven tras mí,
que mi
venganza ha llegado.
Vanse. Salen
GERARDO, RICARDO, LEONARDA, JULIA,
LEONIDO, y MÚSICOS
GERARDO: Todo
el tiempo que se tardan
se
acreditan mis deseos.
LEONARDA: (Y el
que tarda Nardo Antonio Aparte
sirve
de lazo a mi cuello).
RICARDO: Sin
duda alguna que están,
hijo
Gerardo, tus deudos
mil festines generosos
a tus
bodas previniendo.
No
tardan. Rinde al amor
parias
de este breve tiempo.
Págase
el tributo honroso
porque
no hay amor sin miedo.
GERARDO: Dos años ha, mi Leonarda,
que por tus amores muero,
pero no he temido tanto
como
agora que poseo.
Bien
dicen que mezcla amor
el
disgusto y el contento,
pues en las dichas me turbo
y en la posesión recelo.
Vuelve,
Leonido, camina,
diles
que aguardando peno.
Venga
quien junte dos almas
en
lazos de amor estrechos.
LEONARDA: (Por
mucho que lo deseas, Aparte
mayor
tardanza contemplo.
¡Ay, si
llegase de amor
el bien
que penando muero!
¿Cómo
es posible que tarde,
sabiendo que adoro y temo?
Préstales, Amor, tus alas
para
que vuelen más presto).
GERARDO:
Leonarda, matarme intentas.
No
acrecientes más mi fuego
que
esos impulsos de amor
son
volcanes en mi pecho.
Mucho me quieres, Leonarda,
pues
sientes lo que yo siento:
que
tarden culpas o amor
los
favores que te debo.
RICARDO: (¿Quién
vio tan grandes mudanzas? Aparte
O el
poder de amor es menos
o
Leonarda no le tuvo
a aquél
olvidado dueño).
LEONIDO: Señor,
¿de Celia se olvidan
los
abrasados desuelos
con que
la mano le diste
prometiendo casamiento?
¿Ya con diferente amor
la has
olvidado?
GERARDO: Di, necio.
Celia,
hija de un villano,
Celia,
que en traje grosero
divirtió en aldea el gusto
de este divino sujeto,
¿hacerla mi esposa quieres?
Si bien
de su amor me acuerdo,
tendré
en la ciudad mi honor
y allá
en el campo el deseo.
RICARDO: Sentaos
y canten un poco.
Divertiréis por lo menos
con las
dulces consonancias
de
estar aguardando el tiempo.
LEONARDA: Su
tardanza me atormenta.
GERARDO: Porque
lo sientes lo siento.
Cantan
MÚSICOS: "Dulces pasiones de amor,
centro de mi pensamiento,
no en
balde a vuestro tormento
llaman
alegre dolor.
Con
razón tuve temor
de
engolfarme en vuestro mar.
Suspenso estaba al entrar
pero ya
que dentro estoy
o veré
el puerto a que voy
o me
tengo de anegar."
Sale NARDO, con pistolas
NARDO: Sin
que nadie me lo estorbe
he
llegado a su aposento.
La puerta tengo segura
con los
amigos que tengo.
Aunque
no me han convidado,
hallarme en tus bodas quiero.
Goce Gerardo. No goce,
por si
lo digo miento.
Alborótanse
No se
alborote ninguno.
Esténse
en sus sillas quedos
hasta
que cuatro palabras
le diga
al señor mi suegro.
Él me
dio mano y palabra,
obligado de mis ruegos,
de
casarme con su hija
y a que
me la cumpla vengo.
Si no,
llevaré por fuerza
lo que
de grado pretendo.
Esto es
en suma. Responde
a mi
pregunta o mi acero.
RICARDO: Con mi
espada, Nardo Antonio,
la
defenderé aunque viejo.
GERARDO:
Villano, yo por Ricardo
que no
la cumpla defiendo.
¡Crïados, matadle! ¡Muera!
NARDO: Eso
será si yo quiero.
Ponte,
Leonarda, a mi lado
y no
temas mal suceso.
Acuchíllanse, y LEONARDA se pasa al lado de
NARDO
LEONIDO: ¡Ay,
que me ha muerto!
OTRO: ¡Ay, de mí!
LEONARDA: Todo lo
va destruyendo.
Ya le
vuelven las espaldas.
¡Ay,
Dios! Mi padre es muerto.
¡Él
vuelve! Que estoy turbada
y
arrepentida confieso.
NARDO:
Escapóseme Gerardo.
LEONARDA: Sin
alma estoy.
NARDO: Pierde el miedo.
No
receles imposibles
cuando
en mis brazos te llevo.
FIN DEL PRIMER ACTO