ACTO PRIMERO
Suena un tambor y salen NACOR y ELIACER,
egipcios
NACOR: El militar alboroto
me obliga, amigo
Eliacer,
a preguntar por saber
la causa de este rumor;
que como yo he
estado ausente
tanto tiempo de esta
tierra,
no he sabido de esta guerra.
ELIACER: ¿Eso es pedir que lo
cuente?
NACOR: Sí, amigo.
ELIACER: Pues
escuchad;
que brevemente
sabréis
la causa y
pretexto. Veréis
por los ojos la verdad.
Sabed, que el rey de
Etïopia,
rey de bárbara opinión,
rendir quiso a
Faraón
fïado en su mucha copia
de soldados.
NACOR: ¿Y qué
causa,
siendo convecinos todos
y tratados por mil
modos
en la amistad, puso
causa?
ELIACER: Sobre una ocasión
bien leve
se deshizo el amistad
que quien tiene voluntad
de reñir, presto se
atreve.
De una peculiar
cuestión
en los tratos comenzó,
y a fe que caro costó
al principio a Faraón.
Porque los nuestros
volvieron
de Etïopia maltratados,
y fueron tan apretados
que a los pies alas pusieron.
Mas ya veréis que gozosos
en bien han trocado el mal,
y este atambor es señal
de que vuelven victoriosos.
NACOR: ¿Quién el capitán ha
sido?
ELIACER: Un hebreo de nación.
NACOR: ¿Cómo, o por qué?
ELIACER:
Faraón
se vio en el caso
afligido.
Al oráculo acudió
y, habiéndole
consultado
todo lo que había
pasado,
aquesta respuesta dio:
"Si en vuestro
favor y ayuda
en tan peligroso
empleo,
tomáis capitán hebreo,
de que venceréis no hay
duda."
Y luego eligió a Moisén,
que sus ejércitos
rija.
NACOR: ¿Es el que sacó su hija
del Nilo?
ELIACER: El mismo.
NACOR:
¡Qué bien
que ejércitos regirá
quien de guerra no ha
tratado!
ELIACER: Antes es tan gran
soldado
que vencedor vuelve ya.
NACOR: Decid, si sabéis,
por qué
su madre le echó en el
Nilo.
ELIACER: Aunque con rústico
estilo,
escuchadme, y lo
diré:
Viendo el rey
Faraón, que los hebreos
en número crecían cada
día,
temió que no creciesen
en deseos
contra su potestad y
monarquía;
y antes que en este
caso fuesen reos,
quiso atajar aquello
que temía,
y pretendió salir de
estas quimeras
convocando de Egipto
las parteras.
Con potestad de rey,
aunque tirana,
mandó que en cualquier
parto que se hallasen
de la nación hebrea,
loca y vana,
si era varón, al punto
le matasen,
aunque era acción
crüel, poco humana;
pero que siendo
hembras, las guardasen
porque haciéndolo todas
de esta suerte,
nunca de Egipto
tratarían la muerte.
Las parteras, al
fin, a Dios temieron,
y aunque el rey como
rey lo había mandado,
de aquesta tiranía se
abstuvieron
por no ver de su Dios
el rostro airado;
otra vez ante el rey
llamadas fueron,
riñéndolas no haber
ejecutado
al
................... [ -onden]
que los hebreos, ya de
ellas se esconden.
Para poner por obra
el rey su intento,
en público pregón
pronunció un bando,
mandando nadie tenga
atrevimiento
del pueblo de Israel,
caso nefando,
a los hijos varones dar sustento;
sino que luego al punto,
aunque llorando,
en el Nilo los echen
porque sea
sepulcro el Nilo de la
gente hebrea.
Y para que ninguno
se escapase
crïándole secreto, se
hiciese
general escrutinio, y
se mirase
en todo el pueblo
hebreo, lo que hubiese
cada tres meses, y se
castigase
al que aqueste mandato
no cumpliese,
y con tanto rigor se ha
ejecutado
que sólo aqueste hebreo
se ha escapado.
Nació Moisén, y
viéndole hermoso,
sus padres con secreto
le crïaron;
llegóse al fin el
tiempo riguroso
de los tres meses, y los dos trazaron
de las manos librarle de
aqueste oso,
un ataúd de mimbres
fabricaron
en él al rapaz tierno
le pusieron
y en confïanza al cielo
se le dieron.
Entregáronle al
Nilo, y su corriente
y la voluble casa del
infante
sobre el curso veloz de
la creciente
comienza a navegar,
pasó adelante
cuando Termud, saliendo
con su gente,
a la orilla del Nilo,
vio vagante
andar sobre las aguas
la cestilla,
y mandó que la saquen a
la orilla.
Del ataúd corriendo
la cortina,
perlas vertiendo al
rapacillo hallaron,
y al instante la
infanta se imagina
que al Nilo los hebreos
le entregaron
por no ver de su vida
la rüina;
quien el pecho le diese
procuraron,
y sin saber de madre ni
de padre,
ama fue del rapaz su
misma madre.
De la infanta, por
hijo, fue adoptado,
y como era tan bello y
tan hermoso
de todos los egipcios adorado,
de Termud mucho más, y de
su esposo;
el cielo sabe por qué
oculto hado,
pues teniendo principio
riguroso,
y tanto, que quisieron
darle muerte
agora es estimado de
esta suerte.
NACOR: ¿Quién le quiso
matar?
ELIACER:
Estadme atento.
Por hacer fiesta al
padre y alegría,
Termud se le llevó con
gran contento,
diciéndole que viese lo
que hacía
en sus brazos el rey,
le hizo asiento;
y la corona real que le
ceñía
en señal de amistad y
por grandeza,
al infantico puso en su
cabeza.
Y como quien no
estima la corona,
con notable furor la
echó en el suelo,
sentida le mostró la
real persona
corriéndose al contento
un triste velo.
Termud, por inocente,
su hijo abona,
que no es presagio aquel del santo cielo,
mas el rapaz, al fin,
con ser criatura,
del dios Amón, deshizo
la figura.
Un sacerdote quiso
darle muerte,
ostentando que a Egipto
le importaba,
y mirando la infanta el trance
fuerte
lágrimas por el hijo derramaba,
ser infeliz, diciendo, y
triste suerte;
mas viendo Faraón lo
que lloraba
que no le maten, dice,
dando vida
al que casi la tuvo ya perdida.
Creció Moisén. Al fin, llegó a ser hombre.
Hubo esta controversia
en Etïopia
el Oráculo dice que se
nombre
un capitán hebreo, y
con la copia
de soldados gitanos, y
su nombre
tendrán los Etïopes, mucha inopia.
Nacor, ésta es su
historia, esto contiene,
y aquéste es Faraón que
a verle viene.
Al son de chirimías salen con majestad
FARAÓN y TERMUD, su hija, y siéntanse
FARAÓN: Con externo
regocijo
te puedes mostrar,
Termud,
cuando viene con salud
y con victoria tu hijo.
TERMUD: Es tan grande, mi
señor,
el regocijo que
tengo
que contigo a verle
vengo
llena de gusto y amor.
Por muchas partes me toca
el estar con mucho gusto,
y tanto que fuera
justo
en esta ocasión ser
loca.
Porque esta ocasión
abona
la persona de Moisén,
mostrando no ser desdén
el arrojar tu
corona.
Y el que con
resolución
darlo la muerte intentaba
lo que su vida
importaba
verá en aquesta
ocasión.
FARAÓN: Bien los sabes
ponderar
como parte apasionada,
pero verás si me agrada
cuando le llegue a
premiar;
que tal premio darle pienso
que si otro hijo no
tienes,
haré, dándole mis
bienes
que le dé aroma e
incienso
Egipto, pues es
testigo
de su notable valor,
que obliga a tenerle amor
aun el mayor enemigo.
TERMUD: Que los pies os
bese, es bien
por tan notable favor;
De rodillas
que a mí me le hacéis,
señor,
cuando está ausente
Moisén.
FARAÓN: Aquesto, hija
querida,
no te cause espanto,
no,
que no es mucho le
honre yo
cuando él me da honor y
vida.
Al son de chirimías y atambores, entran en
forma de escuadrón MASAR, gracioso, y todos los más
que pudieren con bandera y delante MOISÉN con
bastón, muy galán, a lo gitano, y todos los
demás
MOISÉN: Los pies beso a
vuestra alteza.
FARAÓN: Alza, capitán valiente.
MOISÉN: En lugar tan eminente
así ha de estar mi
bajeza.
FARAÓN: Tu madre presente
tienes,
su mano puedes
besar.
MOISÉN: No soy digno de
alcanzar
tan gran favor.
TERMUD: ¿Cómo
vienes
de la jornada, Moisén?
MOISÉN: Seguro ya de embarazos.
TERMUD: Levanta, y toma mis
brazos,
que en la tierra no
estás bien.
FARAÓN: ¿Cómo tanto has
tardado?
MOISÉN: No he podido más,
señor.
FARAÓN: Créolo de tu valor.
Cuéntame lo que ha
pasado.
MOISÉN: Después, señor, que
partí
al son de trompas
bastardas,
animando a tus soldados
el retintín de las
cajas,
y yo con nuevo valor
deseando que llegara
tiempo de escaramuzar
para mostrar mis
hazañas,
no porque yo confïase
de mí, mas porque
llevaba
dentro en mi pecho tu
nombre
que al más cobarde
animara,
y fuera de esto, señor,
los favores de tu
gracia,
porque la gracia del
rey
infunde esfuerzo en el
alma
del vasallo. Finalmente
partí con tus reales
armas
a castigar a arrogantes
llenos de esperanza
vana.
Y como el feliz suceso
de la buena guerra es
trazas
por hallarlos descuidados
usé de una
extraordinaria.
No quise embarcar tu
gente
porque entregándome al
agua
el vernos era forzoso
y había duda en la
batalla;
mas caminando por
tierra,
aunque toda llena
estaba
de serpientes y
culebras
obstáculo de la entrada
por su ponzoña, mandé
que se fabricasen arcas
de mimbre y juncos
marinos,
porque sirviesen de jaulas
la gran copia de
cigüeñas
en quien puse mi
esperanza,
enemigos capitales
de esta nociva
canalla.
Hice el viaje con ellas
y determiné soltarlas,
antes de llegar al paso
donde la ponzoña
estaba.
De sus moradas
salieron
al viento dando sus
alas,
y, viendo a sus
enemigos
como si el clarín
tocaran,
la batalla comenzaron,
siendo los picos sus
lanzas
despedazando serpientes
con el furor de sus
garras.
Teniendo ya el paso
libre
llegué en muy pocas
jornadas
a dar vista al enemigo
que bien descuidado
estaba.
Orden di de acometer
y al fin llegando a las
armas
les sobrepujé y vencí;
muriendo las
esperanzas
que tenían de reinar
en Egipto, y la batalla
vencida, sus heredades,
todos sus panes y
casas,
no dejando cosa en
pie,
convertí, señor, en
brasa.
Y entrando la tierra
adentro
llegué a la ciudad de
Gaba,
y por ser inexpugnable,
por estar de agua
cercada,
forzoso fue hacer el
real
a vista de sus
murallas.
Tarbis, la hija del
rey
en esta ocasión reinaba
por haber muerto su
padre;
y saliendo a una
ventana
a ver mi esfuerzo y
valor
por estar aficionada
de quien tuvo
atrevimiento
de tan valerosa hazaña
que fue llegar a sitiar
su fortaleza y alcázar,
cuando
yo -- por ser el Nilo
de
tal valor y pujanza --
tímido estaba y
confuso
de ver que no podía entrarla.
Tarbis forzada de amor
me envió aquesta
embajada,
que si me quiero casar
con ella, que su real
casa
con su reino y la
corona
sujeta y rinde a mis
plantas.
Y aunque era ocasión
aquésta
que honor y reino me
daba,
pretendiendo ser
leal
con bien resueltas
palabras,
respondí al embajador
diciendo, que aunque
ganaba
en acertar el partido,
vasallo era del
monarca
más excelente del
mundo;
y que así más estimaba
ser leal a Faraón
que esta jornada me
encara
que no ser rey de
Etïopia
con afrenta y con
infamia;
mas
con todo -- si quería --
pues tanto amor la
apretaba,
entregarte la ciudad,
y darte tributo y
parias
que al punto me casaría
con ella de buena gana.
Volvió a mí el
embajador
y respondió que
aceptaba
el partido por
gozarme.
Ésta ha sido mi
tardanza.
Con Tarbis me casé, al
fin,
mas ya queda repudiada,
porque venir no ha
querido
a vivir entre
gitanas,
y porque no publicase
de mí alguna lengua
bárbara
que era ingrato a
Faraón
y contra él me alzaba,
a Tarbis repudio
di
y la puse en mis
espaldas;
que es justo que el
gusto muera,
porque viva de honra y
fama.
Por tuya queda Etïopia.
Tributo y paras te
paga.
Yo tu humilde esclavo
soy;
tú, señor, quien me
levanta
dándome honra al ser
que tengo.
Pon "ese y
clavo" en mi cara
para que el mundo
publique
por siglos y edades
largas:
"De Faraón es
esclavo
Moisén". Y en tierras extrañas
a tu invencible valor
fabriquen de bronce
estatuas;
pues a un esclavo
hiciste
general de esta
jornada,
que agora humilde a tus
pies
para besarlos aguarda.
FARAÓN: Alza del suelo
Moisén
y tanta humildad
destierra,
que no está bien en la
tierra
quien sabe pelear tan
bien.
Tus brazos han de
enlazar
los míos, que en esta
acción
quiere mostrar Faraón
lo que te piensa
estimar.
No en balde yo te
entregué
el bastón de general;
siempre te juzgué
leal.
MOISÉN: Y siempre leal seré.
FARAÓN: Y porque en toda
ocasión
tengas regalo y
quietud,
pide albricias a Termud
de amigo de
Faraón.
Estima aquesta
amistad
con razón, justicia y
ley;
que ser amigo del rey
es la mayor dignidad
y esto será sin
vaivén.
TERMUD: Yo estimo aquese favor
pues a cuenta de mi
honor
está el honor de Moisén
y como tanto
interesa
mi alma de su
opinión,
en ésta y toda ocasión,
por tu esclava se
confiesa.
MASAR: ¿Hasta cuándo han de
durar
mercedes y cortesías?
A estar sus tripas
vacías,
como las tiene Masar,
no estuvieran tan de
espacio.
¡Oh, maldito sea el
servir
que no se puede sufrir,
y más, [a] amo de
palacio!
Uno da y otro recibe
los favores con desdén.
¡Ah, no fuera yo Moisén
ya que en gracia del rey
vive!
Tomara cuanto me
diera.
Si él no lo quiere
tomar
aquí está el pobre
Masar.
Llégase a MOISÉN
MOISÉN: Que callaras mejor
fuera.
FARAÓN: ¿Quién es aquese
soldado
que tan libre habla aquí?
MASAR: Señor, yo.
MOISÉN: Sírveme a
mí.
Masar, ¿cómo te has
turbado?
MASAR: ¿A quién no hará
turbar
mirando tan mala cara?
Al mismo diablo turbara
si le llegara a mirar.
FARAÓN: Parece de buen
humor.
MASAR: Señor, téngolo
extremado.
Soy tan valiente
soldado
que al rey negro di
temor.
FARAÓN: Si era muerto, ¿cómo
así?
MASAR: En eso el misterio
está.
Supo, como yo iba allá
y diciéndole de mí,
luego dijo al mismo
punto:
"No me le atrevo a
guardar
porque me ha de
sujetar."
Y así me aguardó difunto.
FARAÓN: Después me vendrás a
ver
para premiar tu
valor.
MASAR: En conociendo mi humor,
sé que merced me has de
hacer.
FARAÓN: Moisén, vete a
descansar.
Termud, llévale a tu cuarto.
MASAR: (Desde hoy quiero ser
lagarto Aparte
con el rey).
FARAÓN:
Acompañar
podéis los dos a
Moisén
y volved al punto aquí;
que aquí os aguardo.
ELIACER:
Sea así.
NACOR: Obedecerte está
bien.
Tocan y vanse todos con cortesías.
Queda
FARAÓN solo
FARAÓN: Moisén llevó mis
armas por divisa,
en mi nombre a Etïopia
ha conquistado,
a que me pague parias
la ha obligado,
y de lo que ha pasado,
aquí me avisa.
Ofrécele su reino la
etiopisa,
con Tarbis finalmente
se ha casado,
y dice que por mí la ha
repudiado
y que sólo por verme
viene aprisa.
¡Dejar mujer y un
reino! No lo entiendo.
O es inmensa lealtad o
traición suma.
Palabra di a Termud de
ser su amigo.
Si no la cumplo, mi
persona ofendo,
si esto es lealtad,
prevéngase la pluma,
y si es traición,
prevéngase el castigo.
Salen ELIACER y NACOR
NACOR: Antes, señor, que tu
intento
nos digas, quiero decir
lo que no puedo sufrir.
FARAÓN: Pienso que en mi
pensamiento
estás. Prosigue adelante.
NACOR: Estoy, señor,
espantado
de lo mucho que has
honrado
a aqueste hebreo arrogante.
Si por tu amigo
señalas
un esclavo, no haces
bien;
que aunque se muestra
Moisén
tan humilde, le das
alas
contra tu misma
persona,
y fïado en tu favor
puede ser que sea
traidor
y te quite la
corona.
Porque estando de su
parte
los presos de su
nación,
hacer pueden tal unión
que, al fin, vengan a
matarte.
ELIACER: Si mi parecer
tomaras,
aunque parezca rigor,
matarle fuera mejor
antes que muerto
quedaras.
Asegura tu persona,
dando con Moisén al
traste
ya que vida le dejaste
cuando arrojó tu
corona.
Señor de aqueste
hemisferio
eres; haz aqueste
empleo.
Pues te han dicho que
un hebreo
ha de asolar este
imperio,
ninguno de todos ellos
lo puede hacer mejor
porque tú le das favor
para humillar nuestros
cuellos.
FARAÓN: En lo que decís
estoy;
para aquesto os he
llamado
porque me dejó admirado
lo que en él he visto
hoy.
Dentro en mi pecho
dudaba
si era lealtad o
traición,
que semejante ocasión
a que dudase obligaba.
Por otra parte le di
palabra de ser tu
amigo
siendo Termud el
testigo
de lo que le prometí.
Matarle agora no es
ley
porque no ha dado
ocasión.
¿Quién ha visto confusión
como ésta en pecho de
rey?
NACOR: Si un rey está
receloso
de un vasallo, no es
crueldad
-- hasta saber la
verdad
de
lo que está temeroso --
prender a quien le ha
alterado
el pecho, y la
confesión
descubrirá la
intención.
FARAÓN: Tu consejo me ha
agradado,
pero no podré
acabar
conmigo prenderle así
porque palabra le di
y no se la he de quebrar;
mas, claro está que
Moisén,
si comete algún
delito,
que se publica en
Egipto
mi rigor y mi desdén.
NACOR: (Pues, aunque el
amor lo impida Aparte
del rey, y sepa morir,
le tengo de
perseguir
hasta quitarle la
vida).
Vanse y salen ARÓN y DATÁN, con
hábito humilde a lo judaico
ARÓN: Lloraba Jeremías
lo que el pueblo de
Dios ve por los ojos;
ya llegaron los días
en que Dios ha vengado
sus enojos.
Castigo es merecido
pues que nos avisó y no
fue creído.
La reina de las
gentes,
la ciudad populosa, rica y bella,
a quien daban
presentes
otras provincias, ya la
pisa y huella
Egipto, que es castigo
de quien a Dios no
tiene por amigo.
Subir quiso a la
cumbre
del monte Olimpo con su
gran riqueza,
y agora en servidumbre
de pan no le ha quedado
una corteza.
El niño no se harta
que no hay quien se lo
dé ni quien lo parta.
Cuando prendas había
bien con ellas sustento
se hallaba.
Entonces bien comía
el pueblo de Israel que
preso estaba;
mas agora, el tributo
no hay quien pague ni
tenga el rostro enjuto.
DATÁN: ¿De dónde habrá
nacido
tratar con tal rigor a
los hebreos
y haberlos oprimido
en crueldades trocando
los deseos
que antes buenos
tenía?
¿Quién trocó su piedad en tiranía?
Todos nos espantamos
ver que siendo Moisén
tan gran su amigo
más cargados estamos
de penas y
tributos. Buen testigo
soy yo, pues me ha alcanzado
más parte del rigor y
del enfado.
Dábanos leña y paja
para cocer y fabricar
ladrillo;
pero aquesto se
taja,
sin que pueda ninguno
resistillo.
Pues convertido en peña
manda que no nos den
paja ni leña.
Y aquesto de tal
suerte,
que los mismos
ladrillos demos que antes.
¡Trance terrible y
fuerte!
Pues todos nos
maltratan arrogantes,
dándonos por regalo,
si el número no damos,
coz y palo.
A Moisén culpan
todos,
por ser en quien tenían
confïanza
pues ya por varios
modos
nos afligen, después
que está en privanza,
y así dicen que ha sido
quien al rey en aquesto
le ha metido.
ARÓN: ¡Ah, privanza,
privanza!
¡Objeto de envidiosos y
enemigos,
si el que pide no alcanza,
enemigos se vuelven los
amigos!
¡Triste del más
privado
pues del pequeño al
grande es envidiado!
Datán, ¿quién más
quisiera,
que Moisén, libertar su
pueblo triste
si con el rey pudiera?
En hablar de esa suerte
le ofendiste
que quizás lo ha
intentado
y nos maltratan porque
lo ha tratado.
¿Piensas tú, que
descansa
cuando en trabajos mira
al pueblo hebreo?
Datán, tu furia
amansa
que Moisén no lo tiene
por trofeo;
que antes nuestros
enojos
lágrimas cuestan a sus
tristes ojos.
Dice dentro MASAR
MASAR: ¡Ay de mí! ¡Ay, madre mía!
ARÓN: ¿Qué es aquello?
DATÁN: Masar
es, que se queja.
Sale MASAR llorando, con picos y azadones.
Llora
MASAR: ¿Dónde estará mi tía
la zurda y calva,
aquella buena vieja,
que cuando yo lloraba
con un paño de estopa
me limpiaba?
¿Quién me limpiará
agora,
que hay lágrimas que
corren hasta el suelo?
ARÓN: Masar, ¿un hombre
llora?
MASAR: No es mucho.
Quien está en tal desconsuelo
que llore, y que
rellore.
ARÓN: Paciencia y pide a Dios
que lo mejore.
MASAR: Tenga paciencia un
puto,
tenga paciencia un
muerto que no siente,
tenga paciencia un bruto,
tenga paciencia un
santo penitente,
mas yo, que fui
soldado,
Arón, no puedo estar
apacienciado.
DATÁN: ¿Cómo dejas la
guerra?
¿Ser soldado, Masar, es
mala vida?
¿Por qué el pesar te
atierra?
[MASAR]: Porque mandó a Moisén
que me despida
aquese Faraoncillo
y me enseñe a hacer
teja y ladrillo.
Después que de
Etïopia
Moisén vino triunfante,
está de suerte
[de mercedes que
hacía]
[que ha mudado la
copia] en cruda muerte.
y todos sus trofeos
son afligir y maltratar
hebreos.
Llora
¡Y quieren que no
llore
cuando por fuerza me
hacen ladrillero,
y porque me enamore
del veedor de las
obras, ladrón fiero,
porque no andaba al
trote,
el cuerpo me molió con
un garrote!
Ya miedo le he
cogido;
quiero irme, no venga
aquel tirano.
DATÁN: El primero no has sido
que a muchos parte
alcanza.
ARÓN:
Mano a mano
vamos a hacer ladrillo.
MASAR: ¡Oh, quién diera con
uno a Faraoncillo!
Vanse y sale SOLOMÍ huyendo de
ELIACER
ELIACER: Aguarda tirana
hebrea.
No te muestres tan
crüel.
SOLOMÍ: Soy del pueblo de
Israel,
y mi ley manda que sea
fiel a Dios y a mi
marido.
ELIACER: Si miras mi mucho amor,
cesará.
SOLOMÍ: ¿Qué?
ELIACER: Tu
rigor.
SOLOMÍ: Mucha piedad he tenido
pues no lo he dicho a Datán
dos años que ha que me
sigues.
Déjame ya, no me
obligues
que se lo diga, que
harán
en ti los de mi
nación,
si saben tu
atrevimiento,
castigo, que sea
escarmiento
para el mismo Faraón.
Y cuando Datán no lo
haga,
si público llega a ser,
yo misma sabré,
Eliacer,
tomando una espada y
daga
matarte, y de tal manera
lo haré, si pasas de
aquí
que digan que Solomí
te ha dado la muerte
fiera.
Si en dos años, no
has oído
una palabra de amor
de mi boca, ¿no es error
lo que agora has
aprendido?
Vuélvete, loco
Eliacer.
Refrena tu pensamiento;
que castigaré tu
intento,
que soy hebrea y mujer.
Vase
ELIACER: Tente, aguarda. ¿Adónde vas?
Vuelve, crüel
cocodrilo,
sorda sirena del Nilo.
Oye, que me enciende
más
tu desdén y tu
rigor.
No huyas de quien te
adora.
De esclava serás señora
correspondiendo a mi
amor.
Y si no cesa el
desdén
con tus locos devaneos,
mataré cuantos hebreos
viven dentro de
Jesén.
A ti misma te haces
daño
en hacerte de rogar;
que te tengo de gozar
por amor o por engaño.
Vase y sale NACOR, y FARAÓN, dándole
unos memoriales
FARAÓN: Lee, Nacor, aquesos
memoriales.
Lee
NACOR: Dice aquéste: "Señor, al pueblo importa
que de Moisén se ataje
la privanza;
que hay pronóstico
cierto que un hebreo
destrucción ha de ser
de todo Egipto,
y de Moisén se temen
infinito."
FARAÓN: Más pienso que es
envidia que otra cosa,
veráse el
memorial. Pasa adelante.
Lee otro memorial
NACOR: "Si estar seguro
quieres en tu estado,
no tenga a Moisén por
tu privado."
FARAÓN: ¿Qué es aquesto,
Nacor? ¿Quién causa ha sido
de que Moisén esté mal
recibido?
NACOR: Señor, el reino teme
aqueste hebreo
porque como son muchos,
ser podría
a trueque de salir de
cautiverio
conjurarse y quitarte
aqueste imperio.
FARAÓN: Mira, Nacor, ¿qué dice
el que se sigue?
Lee otro
NACOR: "En caso que
vuestra majestad no se resuelva
de quitar a Moisén el
nombre de su amigo, lo
está el reino de no
obedecerle; que es afrenta
de la nación gitana que
el rey Faraón estime
tanto a un hebreo dando
ocasión a que se sigan
inconvenientes que no
se puedan remediar."
FARAÓN: Tente, Nacor. No pases adelante.
mucho me aprieta el
reino en este caso
porque Moisén está tan
obediente
y le hallo tan leal a
mi persona
que merece del reino la
corona.
Bien es verdad que temo
lo que dice
mas también es verdad
que nunca he visto
de qué recelar pueda lo
que temo.
Pues, ¡matar un amigo -- ¡Bravo caso! --
y más sin que haya
causa de matarle!
Mas a un vulgo alterado
no hay quien pueda
resistir. ¿Qué he de hacer? Que en este caso
si a Moisén doy la
vida, me la quito,
mas si del reino la
quietud estriba
en que muera Moisén,
Moisén no viva.
Confesando, aunque
vence su porfía,
que matarle sin causa
es tiranía.
Vanse y sale ELIACER, de noche
ELIACER: Todo es máquinas,
Amor,
y viendo que
Solomí
me ha tratado con
rigor,
cuando estoy fuera de
mí,
me obliga a que sea
traidor.
Esta noche lo he de
ser
aunque pierda honor y
ser.
A Datán quiero llamar
que se vaya a trabajar,
y ya que corresponder
a mi afición no ha
querido,
la he de gozar
engañada;
porque en saliendo el
marido,
la pienso dejar
burlada,
siendo marido fingido.
Llama y responde dentro DATÁN
DATÁN: ¿Quién llama con
tanto afán.
Enfadado ELIACER
ELIACER: [Soy yo, Eliacer,
Datán.]
Bien excusarse pudiera
que yo a llamarte
viniera
cuando aguardándote
están
los maestros y
oficiales.
Y si después el
veedor
pide números cabales
de su ordinaria labor,
harán sus ojos canales
llorando y regando
el pecho;
y de las faltas que ha
hecho,
por no madrugar un hora
no se acuerda, aunque
más llora;
que está de sí
satisfecho.
¿Hasta cuando he de
aguardar?
Dentro
DATÁN: ¿Parécete que me tardo?
ELIACER: Ya me canso de llamar.
DATÁN: Ya voy.
ELIACER: En palacio
aguardo
que esto es mucho
esperar.
(¡Ay, Amor, qué de
invenciones Aparte
aunque eres niño
fabricas!
Todo eres
transformaciones,
ya cautelas
multiplicas,
y ya descubres
traiciones
aunque aquésta has
de celar
hasta que llegue a
gozar
esta engañada mujer.
Aquí me quiero esconder
para volver luego a
entrar).
Vase y sale DATÁN
DATÁN: No entiendo esta
novedad
de llamarme a mí el
veedor.
¿Qué será aquesta
piedad?
¿Si acaso trueca en amor
su rigor y su crueldad?
No sé lo que puede
ser.
Partirme quiero a
saber
la verdad de aqueste
caso.
¿Cuándo los males que
paso
fin dichoso han de tener?
Vase y sale ELIACER
ELIACER: Datán se fue y ha
dejado
con el cerrojo la
puerta.
Dichoso yo que he
llegado
a ver mi esperanza
cierta.
¡Qué bien Amor lo ha
trazado!
Éntrase y dicen dentro
UNO: Venga cal y
ladrillo.
OTRO:
¡Amaina, amaina!
OTRO: Agua pide el maestro.
OTRO:
Ya está arriba.
OTRO: De mano en mano, que la
cal se mezcle
que no está bien obrada
la que suben.
OTRO: Gracias a Dios que el
arco se ha acabado.
OTRO: Alto, almorzar, y
vuelta con cuidado.
Salen ELIACER y SOLOMÍ, media desnuda
huyendo
ELIACER: Cese el rigor,
Solomí,
a tanta fuerza de amor.
Trueca en amor el rigor
ya que en tus brazos me
vi.
Ser tu marido fingí
pero el amor no es
fingido
pues dos años te he
querido
y aunque de ti
despreciado
tan firme mi amor ha
estado
como si fuera admitido.
Solomí, ya eres mi
dueño
por tu esclavo me
confieso.
Ya cobré el perdido seso
y mi palabra te empeño;
que todo el mundo es
pequeño
para ofrecer a tus
pies.
Y si necesario es
de Egipto la posesión
yo mataré a Faraón
tratándolo con Moisés.
SOLOMÍ: ¿Piensas, bárbaro
Eliacer,
que me tienes de
obligar
con hablar y más hablar
a que te venga a
querer?
¿Piensas que podrás
hacer
con tantas muestras de amor
que tenga fin mi rigor?
Pues, advierte que
antes crece
y que mucho más merece
un villano y un
traidor.
Cuando yo
correspondiera
a tu bárbara afición,
¿piensas tú que a
Faraón
matarle Moisén
quisiera?
¿Piensas tú que
consintiera
Moisén, siendo de
Israel,
darle la muerte crüel?
En lo que dices, repara
que antes a ti te
matara
que traición se hallara
en él.
Pero como eres
traidor
que está lleno de
invenciones,
te sustentas de
traiciones,
que es tu sustento
mejor.
Borrar pretendes mi
honor
cuando mi honor más se
esfuerza
pero tu intento se
tuerza,
y deja a quien es
honrada
porque una mujer ganada
por fuerza, tiene gran
fuerza.
Basilisco pienso
ser.
Seré Cencris escamosa
y víbora ponzoñosa;
que es víbora una mujer
que la sacan de su ser.
Vete. No estés más aquí.
ELIACER: ¡Tanto rigor, Solomí,
con quien te estima y
te adora!
SOLOMÍ: Más merece quien
desdora
el honor que vive en
mí.
ELIACER: ¡Ea, mi cielo!
SOLOMÍ ¡Mi
infierno!
Acaba de atormentarme.
ELIACER: ¡Ea, mi bien!
SOLOMÍ: ¡Si
matarme
quieres sin tormento
eterno!
ELIACER: ¿Qué he de hacer?
SOLOMÍ:
Mostrarte tierno
para que de aquesta
suerte
me des más presto la
muerte.
ELIACER: Antes, mi bien, si
pudiera
no una vida, mil te
diera.
SOLOMÍ: Ya me las dieras sin
verte.
ELIACER: Advierte, que eres
mi bien.
SOLOMÍ: Advierte, que eres mi
mal.
ELIACER: Tú mi gloria celestial.
SOLOMÍ: Tú mi infierno.
ELIACER: Tu
desdén
aumenta mi amor.
SOLOMÍ:
También
tu amor me tiene
mortal.
ELIACER: En piedra hace amor
señal.
SOLOMÍ: No si resiste el
desdén.
ELIACER: Mira que te quiero
bien.
SOLOMÍ: Mira que te quiero mal.
Sale DATÁN
DATÁN: ¿Qué es
aquesto? Estando ausente,
¿en mi casa, hay tal traición?
SOLOMÍ: Vete, Eliacer
fementido;
que te mataré.
DATÁN:
Detente.
¿Qué es aquesto,
Solomí?
Quita la espada a ELIACER SOLOMÍ, y
túrbase ELIACER
SOLOMÍ: La respuesta que te
doy
es decir que "soy
quien soy,"
pero no soy la que fui.
DATÁN: No te entiendo.
SOLOMÍ:
Aunque mujer,
no sabré ser relator
porque lo dirá
mejor
la turbación de
Eliacer.
Turbado [ELIACER]
ELIACER: Datán, yo
aquí... después que...
DATÁN: Tente, no pases de ahí.
Cuenta el caso Solomí.
SOLOMÍ No sé, Datán, si
podré.
Aunque tenga
vergüenza
de contar el suceso
que la mujer honrada
es de vergüenza centro,
aunque muestres
enojo
y aunque me culpes
luego
oyendo mis razones,
-- si es culpa la que
tengo --
lo más breve que pueda,
lo más casto y
honesto,
relatar quiero el caso
más bárbaro y grosero
que entre Citas,
alarbes,
y entre caribes fieros
los mortales han
visto
del más anciano tiempo.
Los yerros por amores,
dicen, que no son
yerros;
mas es con voluntades
de dos conformes
pechos.
Pero en aqueste caso,
aunque esté de por
medio
el que a nadie perdona
siendo rapaz y ciego,
no hay disculpa que
abone
al amor más resuelto.
DATÁN: Solomí, date prisa,
no me tengas suspenso.
SOLOMÍ: Espantarte no quieras
de ver buscar
rodeos;
que referir agravios
y más al mismo dueño
es muy dificultoso.
Pero arrojar quiero
aunque en el mar me
anegue
a las aguas el pecho.
Sabrás, por mucho no
cansarte,
que ha dos años y medio
que Eliacer me persigue
con amor poco honesto,
y aunque sus
pretensiones,
sus ansias y sus ruegos
nunca admití, mas antes
respondiendo con ceño,
con rigor y
desdenes,
no dándole un cabello
de favores siquiera,
ni de un mirar risueño.
Trazó de madrugarte;
púsolo por efeto;
a trabajar te fuiste
y a tu casa volviendo
con ánimo atrevido
entró en el aposento.
Y yo, con
sobresalto,
dije "¿Quién
es?" Y luego
"Datán,"
responde "soy;
que a tus brazos me
vuelvo
que Eliacer no
parece."
¡Ay, vergüenza tengo,
Datán, de referirte
lo que se sigue a
aquesto;
mas, ¿para que me
canso,
pues siendo tú discreto
ya me habrás
entendido?
Que al fin manchó tu lecho,
de Solomí gozando
falso marido siendo.
Aquéste el caso ha sido
delante se está el
reo
que como está culpado
se está turbado y
quedo.
Yo matarle quería
pero pues vino el dueño
de mi agravio y lo
sabe,
en sus manos le dejo
mi agravio, mi
deshonra,
mi honor, mi casto
celo,
porque venganza tome
de aqueste
atrevimiento.
Arroja la espada y vase
DATÁN: Solomí, aguarda un
poco
si no pretendes que me
vuelva loco.
¿Qué marido habrá oído
de su misma mujer que
está ofendido?
¿El valor se
suspende
cuando delante tiene a
quien le ofende?
¿Cómo paciencia tengo
y de tan grande agravio
no me vengo?
¡Qué a hechos tan
villanos
armas serán los dientes
y las manos!
Aunque tu misma espada
regida de ese brazo y
gobernada
será fiero instrumento
que castigue tu loco
atrevimiento.
Coge la espada
ELIACER: ¡Oye, Datán! ¡Escucha!
DATÁN: ¿No ves, villano, que
es mi ofensa mucha?
¿Cómo un marido honrado
podrá escuchar a aquél
que le ha afrentado?
ELIACER: Escucha y no te alteres
si saber la verdad del
caso quieres.
DATÁN: No relates mi afrenta.
Basta que Solomí me ha
dado cuenta,
que si verdad no fuera
a decir tal maldad, no
se atreviera.
ELIACER: Cuando yo haya
gozado
de Solomí, no vengo a
ser culpado;
que Amor tiene la
culpa.
DATÁN: No es bastante en mi
agravio esta disculpa
porque en dolor tan
fuerte
aun no es satisfacción
darte la muerte.
Va a darle, sale MOISÉN y detiénele
MOISÉN: ¿Qué es
aquesto? ¿Con espada
estás, Datán, en la
mano
contra Eliacer?
DATÁN: Con su
muerte
quiero cubrir mis
agravios.
ELIACER: Tente, Datán.
MOISÉN: ¿Qué es
aquesto?
DATÁN: Dar la muerte a este
villano.
MOISÉN: ¿Por qué?
DATÁN: Por su
atrevimiento.
MOISÉN: ¿Qué ha hecho?
DATÁN: El
hecho más bárbaro
que el abárimo más
fiero
y el troglodita
tirano
imaginara jamás.
MOISÉN: ¿Cómo, Eliacer, a un
esclavo
por ser esclavo te
atreves?
ELIACER: Escucha, Moisén, el
caso
y verás si tengo
culpa.
DATÁN: No le dejes relatarlo
si no quieres que yo
muera.
MOISÉN: Datán, sentimiento
extraño
muestras en este
suceso.
Cuéntame lo que ha
pasado
y sabré quien culpa tiene.
DATÁN: ¡Qué para vengar mi
agravio
halle estorbos! ¡Ah, Fortuna!
MOISÉN: ¿Qué te aflige?
DATÁN: Ser
honrado
hasta aquí y ya no lo
ser.
MOISÉN: No te entiendo. Habla más claro.
DATÁN: Levantóme esta mañana
Eliacer para el
trabajo.
Partí a cumplir mi
tarea.
Volvió y entró con
engaño
en mi casa y mi
aposento
y manchó el lecho más
casto
que imaginar puede el mundo.
MOISÉN: ¿Quién de aquesto te ha
informado?
DATÁN: Solomí, que fue
forzada,
y llegar a
publicarlo
una mujer, y decirlo
a un marido, si es
honrado,
o ha de morir de dolor
o dar la muerte al
contrario.
MOISÉN: Bien quisiera no creer,
Eliacer, lo que
escuchando
estoy de ti, mas es
fuerza,
cuando en tal ocasión
me hallo
dar crédito a un ofendido;
que está diciendo su
agravio
a voces siendo forzoso
tomar en esto la mano.
Las razones que me
obligan
a mostrarme
apasionado
son muchas, y la primera
es ser el caso tan malo
y ser Datán de mi
pueblo,
y cuando llega a
contarlo
para más
satisfacción
ver que el reo calle
tanto.
Bien quisiera no
perderte
el respeto, pero el
caso
obliga que al rey se
pierda
cuando fuere el rey
villano.
Y si acaso te atreviste
por tener oficio y
cargo
en el palacio real,
divierte que el real
palacio
no consiente
libertades;
pero, ¿para qué me
canso
en hacer informaciones
y estar alargando
plazos
si no hay testigo de
abono
que en tu abono diga un átomo,
porque no hay mejor
testigo
como es el mismo
pecado.
Ladrón del honor has
sido
de Datán, y honor
robado
restituírse no
puede
porque es el honor intacto
y quebrándose una vez,
como el vidrio delicado
es fuerza quebrado
muera
que es imposible
soldarlo.
Es azucena el honor
que está en un jardín
cerrado,
que sin tocarla despide
mucha fragrancia al
olfato;
mas toda aquesta
fragrancia
si es alhaja entre las
manos,
se convierte en mal
olor,
y si dio gusto, da
enfado.
Era el honor de Datán
lleno de flores, un
árbol
y tú como cierzo, al
fin,
flor y fruto le has
quitado.
¿Imaginas que no son
los
de Israel -- aunque esclavos
estén
agora en Egipto --
de valor y ánimo
hidalgo
para sentir las
afrentas?
¿Piensas que no son
honrados?
¿Piensas que han de
consentir
que los del pueblo
gitano
los afrenten y
deshonren
por hallarse
entronizados?
Pues engáñaste,
Eliacer,
que el más mínimo, el
más bajo
de todo el pueblo de
Dios
sabe castigar agravios.
Y el que tú has hecho a
Datán,
al hombre más reportado
al más piadoso y
benigno,
y, finalmente, al más
manso,
crüel le hará y
riguroso
por ser digno que en un
palo
te pongan. Muy poco es esto
que dos furiosos
caballos
vivo te arrastren. Mas, ¿cómo
en tomar venganza tardo
de quien con tal
libertad
[a] un hebreo ha
deshonrado?
Solos estamos agora
y pues que solos
estamos
para hacer el finiquito
sirva de carta de pago
la muerte que aquí te
doy,
bien debida a tu mal
trato.
Da MOISÉN a ELIACER y cae muerto dentro
ELIACER: ¡Ay, que me has muerto,
Moisén!
MOISÉN: Así pagas tu pecado.
ELIACER: Vivas mil siglos, que
al fin
vuelves por mi honor.
MOISÉN: Hagamos
un hoyo en aquella arena
en que quede
sepultado,
y pues el caso es
secreto,
mira, Datán, que este
caso
no se publique; que
importa
a nuestro pueblo.
DATÁN:
Partamos,
que el capitán de
Israel
has de ser.
MOISÉN: ¡Datán, recato!
No lo sepa Faraón.
DATÁN: Seguro estás por mi
lado.
MOISÉN: Y el que agravios hace,
sepa
que, aunque tarde,
llega el plazo.
FIN DEL PRIMER ACTO