ACTO SEGUNDO
Salen ARÓN y MARÍA
hermanos
MARÍA: Mucho estima Faraón
a nuestro hermano Moisén.
ARÓN: ¿Qué hace en quererle
bien
si le tiene obligación?
MARÍA: Aunque me admira y
espanta
que haciéndole tal
favor
nos traten con tal
rigor
y nuestra opresión sea
tanta.
ARÓN: Nada te espante,
María,
que cuando mira un
privado
que es querido y
envidïado
toda aquella lozanía,
y rueda que hace el
privar,
si mira la emulación
la deshace cual pavón
porque es descenso al
quitar.
Y aunque el rey le
quiera bien,
si el reino le quiere
mal,
la opinión del vulgo es
tal
que el favor vuelve desdén.
MARÍA: ¿Si habrá Moisén
intentado,
Arón, nuestra libertad?
ARÓN: Aunque le tiene
amistad,
no sé si será acertado,
porque como el
pueblo hebreo
tantos provechos le da,
dificultoso será
ver logrado su deseo.
Y así, aunque
intente Moisén
libertar a sus
hermanos,
es fuerza que los
gitanos
de otro parecer estén.
MARÍA: ¿Y el pueblo no
busca medio
con que pueda libertarse?
ARÓN: ¿Qué remedio puede
hallarse
si Dios no nos da
remedio?
Sale MASAR, corriendo
MASAR: ¡Albricias!
MARÍA: ¿De qué,
Masar?
MASAR: De que viene Faraón,
y viendo nuestra
opresión,
sin duda se ha de
humanar.
ARÓN: ¿A qué viene?
MASAR: Salió
al prado
a gozar del fresco
abril,
y cogiendo flores mil
a nuestro barrio ha
llegado.
Cuando sacan a
ahorcar
a alguno, dicen que es
ley
que le haga libre el
rey
si el rey le llega a
mirar.
Nosotros presos
estamos,
y ojalá nos ahorcaran,
que con aqueso acabaran
las desdichas que pasamos.
Y pues en vernos se emplea
a sus pies me he de poner,
y pedirle de comer,
ya que otra cosa no sea.
Diréle: "Señor Faraón,
advierta que soy Masar
que como cesó el pelear
se acabó el
tragazón.
Yo soy el que sujeté
todo el reino de
Etïopia,
y pues me ve en tanta
inopia
humánese su
merced."
Dirá luego Faraón --
"Razón tiene este
soldado.
Bien merece ser
premiado.
Denle de leche un capón,
un pedazo de
ternera,
un pavo en casa
cebado,
un lechoncillo tostado
por de dentro y por de
fuera,
un perdiz y un
faisán,
los más regalados vinos,
melón, rábanos, pepinos,
y una fanega de pan.
Y esto para cada
día,
porque Masar es mi
amigo,
y siendo así coman digo
conmigo Arón y
María."
MARÍA: Es la comida
extremada.
Quiera Dios que así
suceda.
MASAR: Si Fortuna ata su rueda
ella será
sazonada.
Salen NACOR y FARAÓN
FARAÓN: ¿Adónde queda
Moisén?
NACOR: A despachar el recado
que mandaste.
FARAÓN: Gran
cuidado
tiene de servirme bien.
NACOR: Mucho tu favor le
abona,
y ojalá que tu
favor
no le convierta en
traidor,
y te quite la corona.
FARAÓN: Si has de hablar mal de Moisén,
tratar de otra cosa es
justo.
NACOR: Señor, hágase tu
gusto,
pero yo deseo tu bien.
FARAÓN: ¿No se supo del
veedor?
NACOR: Nada señor se ha
sabido.
FARAÓN: Por quien soy; que lo
he sentido.
MARÍA: ¿No llegas?
MASAR: Tengo
temor.
MARÍA: ¿Es ésa la valentía
y el ánimo generoso?
¿De qué estás tan
temeroso?
MASAR: Nada te espante, María;
que llegar a hablar
[a] un rey
acobarda y pone miedo.
MARÍA: ¡Albricias pedirte
puedo
si se ha de cumplir la
ley
que dices, pues
llega a vernos.
ARÓN: Plega a Dios que sea
por bien
el venir hoy a Jesén
Faraón.
MASAR: ¿Qué puede
hacernos?
Si no es apretar la
llaga,
yo no hallo ya otro
mal.
Ha estado FARAÓN mirando a MARÍA
FARAÓN: El dios rapacillo es
tal
que me ha obligado a
miralla.
¿Quién es aquesa
mujer?
NACOR: Señor, de nación
hebrea.
FARAÓN: Hablarla el alma desea.
NACOR: Eso fácil viene a ser.
Esclavos, ¿qué
estáis haciendo?
MASAR: (¡Ah, pobre de ti,
Masar! Aparte
Aquí te manda colgar).
Temblando
Yo, señor, ¿en qué te
ofendo?
NACOR: ¿Qué hacéis así los
tres?
¿Cómo no estáis de
rodillas?
De rodillas
MASAR: Ya la boca y
pantorrillas
señor, están a sus
pies.
MARÍA: Perdóneme, vuestra
alteza,
si ha sido
descortesía.
FARAÓN: Levantad, por vida mía.
Nacor, mucho es su
belleza.
NACOR: Parece que te ha
picado.
FARAÓN: Verdad es ésa, Nacor.
NACOR: Si es verdad, tú eres
señor
y ella esclava.
ARÓN: Ten cuidado,
María, con Faraón
y esto no te cause
enojos,
que si mienten mis ojos
los tuyos le dan
pasión.
FARAÓN: En efeto, hermosa
hebrea,
¿sois esclava?
MARÍA: Agora, sí
aunque en libertad
nací.
FARAÓN: ¿En qué en el campo se
emplea
vuestra belleza?
MARÍA:
Señor,
hago en esta esclavitud
la necesidad virtud
cogiendo una y otra
flor.
FARAÓN: Si Flora discreta
fuera,
adonde estáis no
llegara
porque en vuestra
hermosa cara
siempre está la
primavera.
Vuestras mejillas
son rosas
de fragrancias
peregrinas;
vuestros labios
clavellinas
más que el ámbar
olorosas,
Y considerando estoy
en ese mundo pequeño
que es cifra, borrón y
sueño
lo que tengo y lo que
soy.
Vos sois un jardín,
en fin,
puesto con tal
perfección
que desea Faraón
ser dueño de tal
jardín.
MARÍA: Aunque sea
atrevimiento
responder a vuestra
alteza,
oponiendo mi bajeza
a vuestro sublime
asiento,
respondo como mujer
usando de aqueste
nombre,
y digo que es propio de
hombre
alabar y engrandecer
todo aquello que
desea,
y se echa de ver,
señor,
que estudiastes con
primor
el arte en que se
recrea.
Vuestro ingenio
peregrino
que es de pintor, bien pintáis
pues con primor
retratáis
un jardín. Pincel divino
es el vuestro, y
delicado.
Bien aplicáis el color
dándole sombras de amor
por uno y por otro lado;
pero descubre mi
pecho
a la destreza y
donaire,
que como son flores de
aire
no pueden ser de
provecho.
FARAÓN: Acerca más los
reflejos
de tu sol, hermosa
hebrea.
MARÍA: Vuestra majestad me
crea
que parecen desde lejos
mejor aquestos
países.
Lejos la vista se
agrada
mas llegando cerca es
nada.
FARAÓN: Discreta hebrea, no
eclipses
el sol de mi amor
así.
Dame una mano.
ARÓN: María,
mucho Faraón porfía.
MARÍA: Arón, no temas de
mí.
FARAÓN: Acaba, dame la mano.
¿No te obliga el ser quien soy?
MARÍA: Nunca yo mi mano doy
sino para dar de mano.
FARAÓN: ¿Qué rigor a éste se
iguala?
Acaba, no estés tan
dura.
MARÍA: Si es para ver mi
ventura,
ya sé que la tengo mala.
MASAR: (¡Qué se haga de
rogar Aparte
esta mujer! Mucho temo
que por hacer tanto
extremo,
nos tiene de maltratar.
¡Mal haya quien no
me hizo
mujer en esta ocasión;
que yo hiciera a
Faraón,
hallándole antojadizo,
que mi pueblo
libertara).
FARAÓN: ¿No se ablanda tu
rigor?
NACOR: Si fuera que tú, señor,
yo por fuerza la gozara,
y esto por justa
ley;
que es demasiado rigor
mostrar tanto desamor
siendo ella esclava y
tú rey.
MARÍA: Esclava soy, ¿pero
cuya?
NACOR: De Faraón.
MARÍA: Eso no;
que cuya soy me mandó
que no diga que soy
suya.
Vase MARÍA
FARAÓN: ¿Hay resolución
mayor?
¿Hay más rigor y
desdén?
NACOR: Manda abrasar a Jesén
pues eres rey y señor.
FARAÓN: Antes se debe
estimar
este desdén; que si
luego
se sujetara a mi
ruego
fuera fácil de olvidar.
Y así experiencia
tendrás
no culpando su respuesta,
que aquello que mucho
cuesta
se viene a estimar en
más.
ARÓN: Bien parece que es
mi hermana
en el valor que ha
tenido.
MASAR: Antes en aquesto ha
sido,
Arón, poco cortesana;
porque si el rey la
quería,
en haciendo un
Faraoncito,
libres fuéramos de
Egipto
y ella en esto, poco
hacía.
ARÓN: Loco estás y así te
dejo.
Vase ARÓN
MASAR: Arón, vamos poco a
poco,
aunque más quiero ser
loco
que no como vos
pellejo.
FARAÓN: ¿Con quién es aquese
enfado?
MASAR: No es enfado.
FARAÓN: Pues,
¿qué ha sido?
MASAR: Sobre que no te ha
querido
y la respuesta que ha
dado
María a tu mucho
amor.
Yo digo que no hace
bien
porque de tanto desdén
ha de nacer tu
rigor.
Y lo vendré yo a pagar,
sin estar culpado en
nada.
Señor, si acaso te
agrada
algo del pobre Masar,
aquí estoy. No hay que decir
que si yo fuera mujer
bueno estaba de vencer.
FARAÓN: Masar, ¿quiéresme
servir?
MASAR: Ya digo que tuyo
soy.
Ordena lo que más
cuadre
que hago cuenta que mi
madre
al mundo me saca hoy.
(Ya he salido de
pobrete). Aparte
FARAÓN: María se fue crüel.
¿Sabrás llevarla un
papel?
MASAR: Y aun sabré ser
alcahuete.
Salen DATÁN y AVIRÓN, hermanos,
asidos de un pan, riñendo y MOISÉN, metiendo
paz
DATÁN: Todo el pan me he de llevar.
MOISÉN: Datán, no tienes razón,
que siendo el pan de
Avirón,
¿por qué se le has de
tomar?
AVIRÓN: Por ser mi mayor
hermano
el pan tomarme ha
querido,
y crüel ha pretendido
quitármele de la mano.
Díceme que su mujer
y hijos necesidad
tienen, y yo la mitad,
dejándolo de comer
le daba, mas no ha
querido
sino llevársele
entero.
MOISÉN: Mediar en el caso
quiero.
Llégase [FARAÓN] a escuchar
FARAÓN: En ocasión he venido
que pienso ver de
Moisén
la prudencia y la
rectitud.
MOISÉN: Considera la
virtud
de Avirón y ten por
bien
llevar del pan la
mitad;
que no porque seas
mayor
has de ultrajar al
menor.
Reconoce su
hermandad;
que hace Avirón como
hermano
en dar la mitad del
pan,
y considera, Datán,
que haces tú como
tirano.
Siendo éste pan de
Avirón,
cuando te da la mitad
no has de querer con
crueldad
quitarle la posesión;
que antes, mejor
pareciera,
cuando contigo le
parte,
agradecido mostrarte
que estar de aquesta
manera.
Porque el
agradecimiento
en quien recibe es
debido,
y es siempre mal
recibido
el desagradecimiento.
Y en este caso has
mostrado,
tratándole de esta
suerte
que aun por librarle de
muerte,
no le dieras un
bocado.
AVIRÓN: Justo fuera no
mostrar
conmigo tanto rigor,
pues sabe que con dolor
vengo este pan a buscar
para quien el ser le
ha dado;
mas, ¡tener tanta crueldad
cuando le doy la mitad!
Sin duda que le ha
engendrado
algún fiero
cocodrilo
o alguna tigre
crüel
que se ha convertido en
él,
en las riberas del Nilo.
Y para estar tan
tirano,
no hallo razón que le
cuadre;
mas quien lo quita a su
padre,
poco es quitarlo a su
hermano.
DATÁN: Demasiada libertad
es, Avirón, la que tienes.
¿Qué importa que el
campo llenes
que me dabas la
mitad
del pan si le he
menester
entero en esa ocasión?
AVIRÓN: ¿Y no te da compasión
que esté un viejo sin comer?
DATÁN: Eliab está muy
viejo.
AVIRÓN: Mejor tu padre dijeras.
DATÁN: Y así para hablar de
veras,
morir es mejor consejo
que vivir en tanto
afán
y sujeto a tal
rigor,
pues el regalo mayor
es comer cebolla y pan.
Y siendo más triste
suerte
vivir con necesidad
no atribuyas a
crueldad
el desearle la muerte.
MOISÉN: Deja argumentos
aparte
y no quieras, siendo
infiel,
ser con tu padre crüel,
ni pretendas
excusarte
estando yo aquí esta
vez.
Da la mitad a Avirón.
DATÁN: ¡Notable resolución!
¿Acaso eres nuestro
juez
que me quieres
compeler
a dar la mitad aquí?
O, ¿quieres matarme a
mí
como mataste a Eliacer?
NACOR: Advierte bien lo que
dice.
FARAÓN: Ya me pesa de
escucharle.
MOISÉN: Tu honor me obligó a
matarle;
que por mi honor no lo
hice.
Y cuando a ti te
matara,
Datán, si lo
consideras,
ni tú a mí me
descubrieras
ni tal razón te
escuchara.
Vanse DATÁN y AVIRÓN
FARAÓN: ¡Moisén!
MOISÉN: ¿Señor?
FARAÓN:
¿Homicida
crüel fuiste de
Eliacer?
MOISÉN: Señor...
FARAÓN: No hay que
responder.
En peligro está tu
vida.
Todo el reino me
pedía
tu muerte con mucha
instancia,
y por serme de
importancia
tu vida, le entretenía.
Buscaba alguna
ocasión
en que te hallaste
culpado,
y es bastante la que he
hallado
a cualquiera ejecución
porque matar al
veedor
de mis obras es
delito
que pide que en todo
Egipto
se publique mi rigor.
Fuerza es que me ha
de pesar
porque en ti miro mi
hechura,
pero amparar no es
cordura
lo que es digno
castigar.
Busca, Nacor, un
verdugo
que ejecute mi rigor.
NACOR: a buscarle voy, señor.
Vase [NACOR]
MASAR: Gracias a Dios que le
plugo
librarme de oficio
tal,
porque tamañito estaba
temiendo cuando llamaba
para entregarme el
puñal.
De rodillas
MOISÉN: Señor, ya que en tu
real mano
está mi vida o mi
muerte,
y es la vida frágil
sombra,
sueño vano, caña débil;
ya que permitió Fortuna
que tu favor me
subiese
al cielo de ser tu
amigo,
y en las esferas
celestes
de tu amistad colocado
me vi, sin temer
vaivenes
porque la gracia del
rey
seguridades promete;
y ya que la envidia
fiera
postrado a tus pies me
tiene,
mas no me espanto que
he sido
luna y es razón que
mengüe
porque en su natural
curso
para menguar crece
siempre,
y es fuerza, si el sol
la falta
que su luz no
reverbere,
dióme el sol de tu
favor,
luna fui
resplandeciente,
llegué al punto más
sublime
y en un punto llegué a
verme
sin la luz que me
alumbraba;
pero son del mundo
bienes
tan de espacio a
alcanzarse
como al deshacerse
breves.
No imagines, gran
señor,
que relato estas
mercedes
para que me des la
vida.
No ha sido mi intento
aqueste,
pero ya que al ojo
tengo
el morir, pues ya
previenes
instrumentos que a mi
vida
de la acción vital
cercenen,
sólo te pido, señor,
un favor, no me le
niegues,
y para que le concedas
será razón que te
acuerdes
que soy tu hechura y tu
esclavo,
tú quien puedes
concederme
que no muera en tu
desgracia
para tener fin alegre,
sólo pido este favor
y luego venga la muerte,
que morir del rey
amigos
da descanso a los que
mueren.
FARAÓN: Si al peso que te
quería
supieras
corresponderme,
nunca, Moisén, tal
delito
cometieras como aqueste.
¿Sobre qué bases
fundaba
la máquina de atreverte
quitar la vida a quien
yo
por amigo estimé
siempre?
Si mi favor, si mi
gracia
te obligó a que te
atrevieses,
razón fuera que miraras
que los reyes no
consienten
privados tan
atrevidos
y los discretos
previenen
que como saben premiar
saben castigar los
reyes.
Que te quitase la vida
me pidió el reino mil
veces,
y por estimarte tanto
temí sin causa
ofenderte.
Siempre sin culpa te
hallaba,
mas en la ocasión
presente
no hay razón que te
disculpe
de culpa que es tan
aleve.
Darte la vida quisiera,
pero el reino, si no
mueres,
me ha de quitar la
corona
y darme también la
muerte.
MOISÉN: Señor...
FARAÓN: No quiero
escucharte
que podrán enternecerme
tus palabras si te
escuchen.
Ver quiero si Nacor
viene.
MASAR: (Yo quiero escurrir la
bola Aparte
porque aqueste no se
acuerde
de mí, haciéndome
verdugo).
FARAÓN: Mas aquí está quien
degüelle
a Moisén. ¿Oyes, Masar?
MASAR: ¿Qué mandas a este
sirviente?
(Ciertos son los
toros). Aparte
[FARAÓN] le da una daga a [MASAR]
FARAÓN:
Toma;
y al pie de aquesos
laureles
quita la vida a Moisén
antes que la Fama vuele
del delito y los
gitanos
por ser atroz le
apedreen.
MASAR: ¿En los laureles,
señor?
¿Es acaso porque temes
putrefacción y a su
cuerpo
quieres que hagan
escabeche?
FARAÓN: Acaba, Masar.
MASAR: ¿Moisén?
MOISÉN: ¿Qué dices?
MASAR: Perdón
concede
a este verdugo novato
que se enseña a cortar
nueces
en la tuya.
Pónese MOISÉN de rodillas
MOISÉN: Date
prisa
pues el cielo santo quiere
que yo de esta suerte
acabe.
FARAÓN: No seáis impertinente.
¡Masar!
[MASAR] afila la daga en la mano
MASAR: Estoy amolando
de aquesta daga los
dientes
para que mejor de un
golpe
todo el gaznate se
lleve.
¡Ea, brazo! Dios te ayude
para que a Moisén
degüelles
con gracia y que le
duela.
Queda como ciega y anda a tiento
Pero ya el cielo no
quiere
que aqueste oficio
ejercite,
pues ya sin vista me
tiene.
¡Ah, Moisén! ¿Adónde estás?
Va a topar con FARAÓN
FARAÓN: Detente, Masar,
detente.
¡Qué soy el rey!
MASAR: No me
engañes.
MOISÉN: Masar, hacia el laurel
vuelve
que aguardando está
Moisén.
MASAR: Habla, porque allá me
lleven
los ecos.
Dentro [una voz de ÁNGEL]
ÁNGEL: El cielo
ordena
que te vayas
libremente,
Moisén, y dejes a
Egipto
porque guardado te
tiene
para mayores empresas.
MOISÉN: Pues yo parto a
obedecelle.
Vase MOISÉN, y FARAÓN queda como
mudo, haciendo fuerza para hablar, y MASAR buscándole
MASAR: ¿Adónde estás?
FARAÓN: Tente,
tente.
MASAR: ¿Es posible que no
acierte?
¿Adónde estás?
FARAÓN: ¡Va, va, va!
MASAR: ¿Quien aquí mudo
parece?
¡Ah, Moisén! ¡Ah, Faraón!
FARAÓN: ¡Va, va, va!
Ve MASAR
MASAR: Señor, ¿no
entiendes
que te estoy llamando?
FARAÓN: ¡Va!
Señale [FARAÓN] por donde se
fue
MASAR: Ya te entiendo, que se
fuese
le mandaste.
FARAÓN: ¡Va, va,
va!
MASAR: Hizo bien de
obedecerte.
Sale NACOR
NACOR: Ya, señor, viene el
verdugo.
MASAR: ¡A famoso tiempo viene!
FARAÓN: ¿No has encontrado a
Moisén?
NACOR: No, señor.
FARAÓN: Pues, le
defiende
el cielo. Sin duda importa
a todo el reino.
NACOR: ¿Qué
leyes
dispensan con él?
FARAÓN:
Nacor,
su estrella le
favorece,
que verle ir y no poder
decir que le
detuviesen
y cegar Masar, no hay
duda
de que buena estrella
tiene.
Vamos a buscarle
amigos.
MASAR: Vamos, antes que se
aleje.
(Gracias a Dios que fui
ciego Aparte
y vuelvo con vista a
verme).
Vanse y salen JETRO, viejo, y SÉFORA, de
pastora muy bizarra
JETRO: Ya es hora que al
ganado,
Séfora, vayas; que el
planeta ardiente
el cabello dorado
recoge ya en su
eclíptica luciente,
y bizarro y airoso
va volviendo su carro
presuroso.
De la sed obligadas,
la fiesta habían dejado
las ovejas
y la ondas
plateadas
junto a los pozos
pedirán con quejas.
El ganado no aguarde
que son muchos pastores
y es ya tarde.
Y si llegan primero,
han de querer ganarte
por la mano,
porque el abrevadero
ser común para todos
está llano,
y así apresura el paso
antes que el sol se
esconda en el Ocaso.
SÉFORA: Yo voy con mucho
gusto
obedeciendo, padre, tu
mandado,
y aunque venga robusto
el pastor a dar agua a
su ganado,
viendo mi airoso brío,
primero beberá el
ganado mío.
JETRO: No han tenido
respeto,
señora a tu belleza, y
así digo
que has de verse en
aprieto
porque no se halla amigo para amigo.
SÉFORA: Yo sé que el campo y
flores
a mi ganado están
diciendo amores.
El cantueso se
alegra,
tapete haciendo el
campo matizado,
y entre una y otra
quiebra
muestra el junquillo su
color dorado,
y el tomillo salsero
olores vierte, alegre y
placentero.
La pálida retama
ya que parte no tiene
en esta alfombra,
sobre la verde grama
sirve de choza,
haciendo fresca sombra
donde la noche inquieta
pasa el rigor del fuego
del planeta.
JETRO: Yo estoy bien
satisfecho
que todo lo que has dicho
se te rinda;
mas en aqueste hecho,
aunque el campo a tus
pies con flores brinda,
los groseros pastores
no reparan que el campo
te haga amores.
Tus hermanas
aguardan.
Vete porque después
temprano vengas.
SÉFORA: Mis pies no se
acobardan,
tu gusto voy a hacer
sin más arengas.
Obedecerte es justo;
que tu gusto es el
blasón de mi gusto.
Vanse y sale MOISÉN, de pastor
MOISÉN: ¿Adónde pies
cansados
hallaréis esta noche
posada que os recoja en
tierra extraña,
donde de mil cuidados
-- en tanto que en su coche
lumina el sol los indios y acompaña
y sus caballos baña
el
piélago undoso --
podáis tener reposo,
dándoos un rato al
sueño
que contra los cuidados
es beleño?
Mas quien huyendo viene,
en nada halla descanso
ni le tiene.
De Faraón la ira,
siendo rey
poderoso,
vengo huyendo, que
matarme quiso.
El suceso me admira,
el caso es portentoso,
pues el cielo en tal
trance me dio aviso.
Un pozo allí
diviso.
Quiero con sus
cristales
dar alivio a mis males,
adonde recostado
un poco se suspenda mi
cuidado
aunque el que huyendo
viene
en nada halla descanso,
ni le tiene.
Estará hecho un pozo, y recuéstase
MOISÉN, y salen SÉFORA y ADAR, pastor,
deteniéndola
SÉFORA: Primero a mi ganado
daré del cristal puro.
ADAR: Séfora, no te canses,
que es en vano.
Yo primero he
llegado
y que beba procuro
primero, que he ganado
por la mano.
MOISÉN: ¡Qué grosero y villano
se muestra en este caso!
ADAR: Séfora, ten el
paso,
que no por ser hermosa
has de ser atrevida y
licenciosa.
SÉFORA: Si tú discreto fueras,
sólo por ser mujer lo
permitieras.
Mas de esto a sacar vengo
que eres bárbaro y
loco,
pues de esta suerte a
una mujer maltratas.
ADAR: ¿Cómo paciencia tengo
y a furia no provoco
mi corazón de ver que
así me tratas?
MOISÉN: Atájense bravatas
aquí, pastor airoso,
que aqueste cielo
hermoso
más amistad merece
de la que esta acción
tu lengua ofrece.
Decid, por vida mía,
¿qué ocasión os ha puesto en tal
porfía?
SÉFORA: Beben de los
cristales,
serrano forastero,
de aqueste pozo todas
las ovejas
llenando estas canales
hasta el abrevadero
y forma como ves, aquestas quejas
-- sin ver que las
madejas
rubicundas de Febo
dan en oriente nuevo
noticia que se aleja
y
que su luz aquestos polos deja --
sólo porque he querido
que fuese mi ganado
preferido.
MOISÉN: El ser mujer
bastara,
cuando el sol se
estuviera
en medio de su
eclíptica luciente,
para que no estorbara
que el ganado bebiera
cuanto más cuando llega
al occidente.
Acción impertinente
es la que se ha
intentado,
y huelgo haber llegado
en ocasión que
pueda
mostrar que es troglodita quien tal veda;
que es gran descortesía
intentar con mujer tal
villanía.
ADAR: Menos hablar,
serrano,
porque hay quien lo
defienda
y es arrogancia hablar
de esa manera.
MOISÉN: Bien muestras ser
villano
en aquesta contienda,
que noble pecho nunca
tal hiciera.
Pero si no
estuviera
esta mujer delante,
yo te hiciera, arrogante,
que atrevido no
hablaras,
y que sacar el agua no
estorbaras.
Alza el cayado y amágale y detiénele
SÉFORA: Detente.
ADAR: ¡Si eres
loco!
Beba aunque el mío se
detenga un poco.
Vase
MOISÉN: Llega, hermosa
serrana,
que yo ayudarte quiero
porque beba más presto
tu ganado.
SÉFORA: Tu valor mucho
allana,
y agradecer espero,
viéndote cortesano y arriscado,
lo que me has obligado;
y porque más te cuadre,
trataré con mi
padre,
si cesa tu camino
y quieres de estos
valles ser vecino,
que te quedes en casa
para pagarte esta merced sin tasa.
MOISÉN: Serrana de los
cielos,
mucho en eso ganara.
SÉFORA: Pues saquemos el agua y
trataráse.
MOISÉN: (Ya me ha dado
desvelos Aparte
esta belleza rara.
Dichoso vengo a ser si
lo trazase).
SÉFORA: (Si él quedarse
alcanzase Aparte
ventura fuera mía,
pues aquí pagaría
el favor que me ha
hecho).
MOISÉN: De tu nobleza quedo
satisfecho
y sólo sé decirte
que no quiero más
premio que servirte.
Van sacando agua del pozo y mirándose el uno
al otro
SÉFORA: ¿Quién te trujo,
gitano,
tan bizarro y airoso,
al valle de Madián, a ser mi amparo?
MOISÉN: El cielo soberano,
mostrándose piadoso,
no ha querido conmigo
ser avaro;
porque si bien reparo
Van sacando y vertiendo
hallo en tus bellos
ojos
dos niñas quitaenojos
y en ella dos estrellas
que hieren corazones
sus centellas.
SÉFORA: Vamos, que tus razones
centellas son que
abrasan corazones.
Vanse y salen MARÍA, y MASAR trae una
carta
MARÍA: Bien has mostrado,
Masar,
después que sirves al
rey
y te has hecho de otra
ley
que es gran cosa
gobernar.
Ya olvidas a tu
nación
y eres valiente gitano.
MASAR: ¿No consideras qué gano
en servir a Faraón?
MARÍA: ¿Qué ganas?
MASAR: Vengo a
ganar,
ya que obligas a
decillo,
no merendar con ladrillo
ni con ladrillo
almorzar,
no andar hecho
jornalero
cercado de mil tareas
y no sacarme
correas,
si no trabajo, del
cuero.
Es gran cosa comer
ollas
sin verse en tantos trabajos
siendo los principios
ajos
y la comida
cebollas.
MARÍA: Y si aqueso no
faltara,
no fuera, Masar, tan
malo
que al fin con este
regalo
tanta opresión se pasara.
MASAR: Yo fui de buena
ventura.
MARÍA: Conversando con
gitanos,
mucho sabrás ya de
manos.
MASAR: Merlín en alzar figura
soy, y si haces
experiencia,
conocerás que soy sabio
porque el más diestro
astrolabio
conmigo es hombre sin
ciencia.
En la predicción
futura
ninguno me ha de ganar
y así te quiero cantar
tu buena o mala ventura:
Dame la mano y verás
en las orillas del Nilo
cosas dichas con estilo
que no se ha visto
jamás.
MARÍA: Si tan adelante
vienes,
agora pretendo ser
en lo curioso mujer
por ver el genio que
tienes.
Dale la mano. Mírala MASAR
MASAR: Para haber de
declarar
tantas rayas y tan
buenas
de tantos misterios
llenas,
primero se ha de asentar
que nace cada
persona
debajo de su
ascendente
de estrella, ya en en
oriente
o ya en la tórrida zona
y según está la luna
con la estrella que le
inclina
con su inclinación
camina
antes de dejar la cuna.
Va señalando
Esta raya de la vida
que larga dice ha de
ser
publica que te has de
ver
desde pequeña afligida,
pero también asegura
ésta que en ella
tropieza
que ha de rendirse a
una alteza
tu soberana hermosura.
Ésta dice que te
harás
de rogar, y ésta publica
que por venir a ser
rica
y libre te rendirás.
No pienses que es
invención,
ni tu pecho ha de
alterarse
que ésta dice ha de
llamarse
aqueste rey, Faraón.
Ésta te viene a
rogar
que no te muestres
crüel
cuando te traiga un
papel
uno llamado Masar.
Ésta tu ventura ha
sido,
y yo vengo a ser
correo,
que todo tu bien deseo.
Respuesta y perdón te
pido.
Dale el papel
MARÍA: Para poder responder
a tan cortés alcahuete,
es fuerza leer el
billete.
MASAR: Comienza, pues, a leer.
Lee
MARÍA: "La fuerza de
los hermosos rayos que
giran contra mí tus
bellos soles, que sin
duda alguna Júpiter
tonante hizo centro y
esfera de ellos, le
hermosura de tu rostro
de donde el rapaz alado
y dios flechero los
tomase para que
sirviesen de arpón severo,
y jara enarbolada en mi
corazón, me obliga,
bella
hebrea -- esclava no, aunque esclava
que
yo soy el esclavo -- me obliga a decir,
vuelvo, que por dueño
mío te elija y constituya.
Permite, si no es
atrevimiento el suplicarlo,
que sea favorecido con
tu vista de quien la vida
espera aqueste preso
rey, en los grillos de tu
belleza. Aguárdame esta noche que sin duda
ninguna pienso
verte. El Rey."
MARÍA: Quién, escuchando la
firma,
el papel no ha de
besar?
Besa el papel
Y, ¿quién no se ha de
turbar
con lo que el papel
afirma?
Mi ventura se confirma
recibiendo este
papel
y oyendo lo que hay en
él,
.......................
.......................
.................. [
-el].
La respuesta darte
quiero
muy breve será y
sucinta
porque no hay papel ni
tinta
para un papel
lisonjero;
mas servirá de tintero
y pluma mi lengua y
boca,
aunque me tenga por
loca
y el papel será tu
mano.
Y pues tú has sido
gitano,
el ser gitana me toca.
Dame la mano,
Masar.
Dale MASAR la mano
que porque no se te
olvida
la respuesta que me
pide
la quiero en ella
pintar.
Y de ella vendrá a
sacar
que esta raya de la
vida
le dice que se despida
de que le venga a
querer,
aunque la venga a
perder
y esté en prisión
afligida.
Y que también le
asegura
ésta que en ella
tropieza
que es pequeña su
grandeza
para darme a mí
ventura.
Ésta dice que es locura
el intento, que ha
tenido,
y ésta que si está
perdido
por ver postrado mi
honor,
que sabré mostrar valor
contra un rey
desvanecido.
Ésta dice que crüel
y rigurosa he de estar
con un villano Masar
que me trujo este
papel;
Rómpele y ásele del brazo y tiembla
MASAR
que a ser hijo de
Israel,
ser villano no
intentara;
mas quien con acción
tan clara
ha mostrado ser de
Egipto
la respuesta y
sobreescrito
quiero que lleve en la
cara.
Dale un bofetón y cae MASAR y escupa sangre,
y vase MARÍA
MASAR: ¡Ay, ay, que muelas
escupo!
¡La quijada me has
llevado!
¡Todo estoy
ensangrentado!
¡Qué bien responderle
supo!
Notable porte me cupo
de traer este
billete,
¡mal haya, amén, quien
se mete
con amor a ser tercero,
y mal haya el majadero
que quiere ser
alcahuete!
Vase [MASAR], y salen JETRO y SÉFORA
SÉFORA: El parabién de mi
bien
os vengo, señor, a dar,
que no me pudisteis dar
más bien que darme a
Moisén.
Dichoso llamo aquel
día
que recostado le hallé
en el pozo, pues que
fue
parabién y dicha mía.
JETRO: Luego al punto que
le vi
tan manso y tal reposo
le dediqué para esposo
tuyo, y luego te le di.
Bien en todas sus acciones
ostenta su discreción.
SÉFORA: Padre, su conversación,
su donaire y sus
razones
al abárimo más fiero
y al más bárbaro tirano
hará tratable y humano,
y de un tigre hará un
cordero.
JETRO: ¿Dónde lo dejas
agora?
SÉFORA: Pastoreando va el
ganado.
JETRO: Hasta el ganado ha
ganado.
SÉFORA: Bien se ve pues se
mejora.
JETRO: ¿Cuándo has de
volver allá?
SÉFORA: La siesta tendré con
él,
porque no se halla sin
él
el alma que le di ya.
JETRO: ¿Quiérenle bien los
pastores
que apacientan en
Madián?
SÉFORA: Siempre obediencia le
dan
los grandes y los
menores.
Hasta las aves
pasieras
cuando ven que viene el
alba
en su albergue le hacen
salva.
JETRO: No es mucho que bien le
quieras
si todos le quieren bien.
SÉFORA: Yo confieso que le
adoro,
y tanto, padre, que
lloro
cuando no estoy con
Moisén.
JETRO: ¿Quiérete mucho tu
esposo?
¿Muéstrase afable
contigo?
SÉFORA: Tanto que si no es
conmigo
dice que está sin
reposo.
JETRO: ¿A qué vienes?
SÉFORA: He
venido
por pan.
JETRO: ¿Quiéreste
volver?
SÉFORA: Sí, padre, por ir a ver
al dueño de mi sentido.
JETRO: Vamos, pues.
SÉFORA: Dichosa
suerte
tendré con ese favor.
JETRO: Ve presto, porque el
amor
es más fuerte que la
muerte.
Vanse y sale MOISÉN de pastor, y trae el
cayado
MOISÉN: En tanto que las
ovejas
pacen en Horeb, la
grama
que de hilos sirve
adonde
el alba perlas
ensarta,
en tanto, pues, que en
Madián
se entretienen las
hermanas
de Séfora, dueño mío,
y ella también está en
casa,
con su padre
entretenida,
por ser Jordán de las
canas
de Jetro, que al fin
las hijas
en oro vuelven la plata
de un padre que las
adora,
siendo las hijas
honradas,
quiero en este monte
umbroso
donde compiten las
hayas
con sus encumbradas
puntas
con la esfera tachonada
de los astros
luminosos,
que es asiento y es
alcázar
del Principio sin
Principio,
Causa Primera de
Causas,
ser un rato agradecido;
que no es mucho le dé gracias
cuando me hallo
obligado
con obligaciones
tantas.
Mas, ¿qué digo?
Pónese de rodillas
Dios
inmenso,
que con sola una palabra
que dijiste, se hizo
luego
cielo, tierra, fuego y
agua;
de vuestras manos las
obras
gracias os den, que no
alcanzan
mis palabras a alabaros
que son toscas mis
palabras.
Canten los ángeles
himnos,
ponga el cielo
luminarias,
el querubín abrasado
que sin cesar siempre
os canta
"Santo,
Santo", ése os alabe
que tiene la lengua
arpada.
El sol y luna os
bendigan
que sólo su curso
basta
para dar motivo al
hombre
que os alabe. Las erráticas
estrellas y las estables
que por la esfera más
alta
giran rayos, lazos
formen,
Señor, en vuestra
alabanza.
Porque si no es
vuestras obras,
ángel, cielo,
luminarias,
arpadas lenguas, sol,
luna,
querubín, que siempre os canta,
no habrá quien os alabe
porque mi lengua, Gran
Señor, no sabe.
El aljófar de la noche
las perlas que vierte
el alba,
vuestro poder publicado
os alaben con el nácar;
el fuego crisol del
oro,
el invierno con su
escarcha,
la resplandeciente
nieve,
los regolfos de las
aguas,
la noche oscura y el
día,
la luz y tiniebla opaca,
publiquen vuestras
grandezas
y con calor os den
gracias,
porque si no es el
aljófar,
perlas, fuego, crisol,
nácar,
invierno, nieve,
regolfos,
noche, día, luz y escarcha,
no habrá quien os alabe
porque mi lengua, Gran
Señor, no sabe.
Córrese una cortina y aparécese un
ÁNGEL entre unas zarzas que arden y no se quemen
ÁNGEL: ¿Oyes, Moisén? ¡Ah, Moisén!
Levántase alterado
MOISÉN: ¿Quién me nombra? ¿Quién me llama?
ÁNGEL: Yo te llamo; no te
alteres.
MOISÉN: ¡Oh, visión
extraordinaria!
¿Quién entre zarzas os
puso?
ÁNGEL: El amor me ha puesto en
zarzas;
que otro que amor no
pudiera
obligarme a tal hazaña.
MOISÉN: Cobarde estoy, pues no
llego
a ver arder una zarza
y no quemarse. ¿Qué es esto?
ÁNGEL: Detente, Moisén; que es
santa
aquesta tierra que
pisas.
Los pies primero
descalza
si quieres llegar, que
importa,
Moisén, que descalzos
traigas
los pies a ver el
misterio.
MOISÉN: Si en aqueso se repara,
ya, señor, estoy
descalzo.
Descálzase
ÁNGEL: ¿Conoces a quien te
habla?
MOISÉN: No, señor.
ÁNGEL: Pues está
atento.
Sabrás en breves
palabras
quién soy y por qué te busco.
MOISÉN: No acierto a mover las
plantas.
ÁNGEL: Yo soy el que sin
principio
di ser al ser de la
nada.
Yo soy el Dios de tu
padre.
Cúbrase MOISÉN el rostro con las
manos
MOISÉN: ¡Señor!
ÁNGEL: No temas,
aguarda.
Dios de Abrahán, Dios
de Isaac,
y Dios de Jacob que
basta
para que sepas quién
soy.
MOISÉN: ¿Quién mirará vuestra
cara,
Señor, que no quede ciego?
ÁNGEL: Tú solo, porque te
aguardan
mayores cosas, Moisén.
Sabrás que he visto las
ansias
de mi pueblo que
afligido
en tanta opresión se
halla;
y quiero que desde aquí
con una embajada vayas
a Faraón y le digas
que importa que al
punto salga
mi pueblo de su poder
para que al desierto
vaya
donde víctimas y aromas
sacrifiquen en muchas
aras
que aqueste hecho he
guardado
para timbre de tus
armas.
Bien sé que no ha de
querer
Faraón; mas mi palabra,
Moisén, no te ha de
faltar
que después de plagas
varias
con que [he de afligir
a Egipto]
pedirá joyas prestadas
a los Egipcios mi
pueblo.
Yo te ayudaré a
sacarlas
y dándole paso
libre
le pondré en tierra que
mana
leche y miel donde
tendrá
por suya una tierra
crasa.
El capitán de Israel
serás en esta jornada.
Parte al punto.
MOISÉN: ¿Quién
soy yo
para hacer tal
embajada?
ÁNGEL: No temas, que yo estaré
contigo y seré tu
guarda.
MOISÉN: El Dios de Isaac y
Jacob,
Señor, diré en voces
altas,
me envía; mas si replican
que cómo este Dios se
llama,
¿qué les diré?
ÁNGEL: Que yo
soy
el que soy.
MOISÉN: Y si su
rabia
se enfurece contra mí
y se pone el pueblo en
armas,
¿con qué haré
ostentación
de esta verdad?
ÁNGEL: Bien
reparas,
pero parte
confïado
que soy yo quien te lo
manda.
Vete a Egipto, que en
Egipto
verás, Moisén, mis
hazañas,
y aquesa vara que
llevas,
cuando estés dentro en
la sala
de Faraón, ha de dar
principio a las cosas altas
que has de ver. Nada te asombre;
que a mi deidad
soberana,
no es imposible. Vete,
que Arón en Tanís te
aguarda
donde le diré el
suceso.
MOISÉN: Señor, si Arón me acompaña
no temo adversa
fortuna.
ÁNGEL: No dejes aquesa
vara
que tocando el Mar
Bermejo
con ella, puente de
plata
hará para que paséis.
Mira que luego te
vayas.
Cúbrese el ÁNGEL
MOISÉN: ¡Aguarda, señor
divino!
Fuése. Pues ya me parto.
Capitán soy de Israel.
Dios me lo dice; pues,
¡basta!
Animo, cobarde pecho,
que cuando Dios va en
el alma,
poco importan Faraones.
¡Alto, a entrar en la
batalla!
FIN DEL SEGUNDO ACTO