BAILE CURIOSO Y GRAVE
Cuando desde Aragón
vino la Infanta
a casar con don Juan, Rey
de Castilla,
las fiestas que se
hicieron en Sevilla
no las olvida el tiempo y
hoy las canta.
Después que los
castellanos
hicieron muestra gallarda
con máscaras y sortijas,
toros y juegos de cañas,
mantener quiso un torneo
en servicio de su
dama
un gallardo aragonés
de los Pardos de la casta.
Airoso terció la pica,
furioso juega la lanza,
dando con destreza y
brío
los cinco golpes de la
espada.
Con la gloria de aquel día
ganó de su gloria el alma,
la cual, venida la noche,
le admite dentro de su
casa.
Con amorosas razones
consiguen sus esperanzas,
y ella, alabándole, dice,
al despedirlos el alba:
"Mirad por mi fama,
caballero
aragonés".
"Por tus amores,
señora,
cuanto me mandes
haré".
"Mas, ¿cómo la ha
de guardar
quien a sí guardar no
pudo"?
"Con sólo saber callar".
"Que la guardéis
no lo dudo".
"Seré como piedra
mudo
y eterna fe guardaré;
por tus amores,
señora,
cuanto me mandes
haré".
En un corillo otro día
sin nombrar partes, se
alaba,
y un adivino celoso
dio cuenta de ello a su
dama.
Sus blancas manos torcía,
sus delgadas tocas rasga,
y llamando a su presencia
con este desdén le trata:
"Alabásteisos,
caballero,
gentil hombre aragonés.
No os alabaréis otra
vez.
Alabásteisos en Sevilla
que teníades linda
amiga.
Gentil hombre
aragonés,
no os alabaréis otra
vez".
Sin admitirle disculpa
que se ausente de ella
manda,
y él jura de no volver
hasta volver en su
gracia.
El tiempo gastó la ira;
mas, como el amor no
gasta,
la dama llora su ausente,
el retrato que miraba,
y la dama le demanda:
"Y mi bien,
¿cuándo vendréis"?
Y finge que le responde:
"Lindo amor, no me
aguardéis,
que si de mi partida
fue causa un
disfavor,
si no cesa el rigor,
yo no volveré en mi
vida".
"Yo quedo arrepentida
y mi bien, ¿cuándo
vendréis"?
Y finge que le
responde:
"Lindo amor, no me
aguardéis".
En hábito de romero
un pajecillo despacha
para que dé en Zaragoza
al caballero una carta.
Cuando llegó el pajecillo
al salir de la posada
encontróle el caballero.
De esta manera le habla:
"Romerico, tú
que vienes
donde mi señora está,
di, ¿qué nuevas hay
allá"?
"Estáse la gentil
dama
a sombras de una
alameda
dando suspiros al
aire,
y a su fortuna mil
quejas.
Diome que os diese esta
carta
de su mano y de su
letra,
que al escribirla, sus
ojos
llenan el papel de
perlas.
Y díjome de palabra
que a Sevilla deis la
vuelta,
adonde seréis su esposo
en haz y en paz de la Iglesia".
Con el amor y el
deseo
como con ligeras alas,
vuelve al galán a Sevilla,
y así le dice a su dama:
"A ser vuestro
vengo,
querida
esposa".
"Dulce esposo mío,
vení en buena
hora".
"Tras fieros
desdenes,
que la vida acortan
y al amor pudieran
negar la victoria,
a ser vuestro vengo,
querida esposa".
"Dulce esposo mío,
vení en buena
hora".