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Sale un ejército de soldados en orden de
guerra, y el parche tocando adelante, detrás dos
CAPITÁN 1: ¡Rimbombe el son del sonoroso parche,
publicando el motín que se ha movido!
CAPITÁN 2: El ejército quiere que elijamos
emperador que ampare nuestra iglesia.
CAPITÁN 1: Desnúdase la púrpura Mauricio
y muera en su vejez su infame vicio.
Tocan cajas, y sale LEONCIO vestido de pieles con una
LEONCIO: Romanos, capitanes del ejército,
los que siempre mostrasteis vuestros ánimos
en caso de fortuna adversa o próspera,
soldado valerosos que el Impérïo
tenéis en vuestros hombros, conservándole
contra las fuerzas de naciones várïas,
mirad de la Fortuna el espectáculo,
que las entrañas de los montes ásperos
enternecer podrán, causando lástimas;
contemplad la rüina y la misérïa
de un hombre que se vio en los Elíseos
y resbalando por los aires lóbregos
al abismo bajó, profundo y cóncavo;
estimado me he visto entre los césares
que sólo me faltó vestir la púrpura,
y agora entre las bestias más selváticas
alimentos me dan silvestros árboles;
Leoncio soy, si duran las relíquïas
de este nombre infelice en las memórïas;
miradme, si podéis, no dando lágrimas;
contemplad de mi vida el caso trágico.
Yo fui el que vencí los medos y árabes,
yo puse el yugo a la cerviz indómita
de los partos feroces y los vándalos,
y del imperio dilaté los límites;
un segundo Jasón del mar de Océano
me llamaron a mí los fuertes húngaros,
y vosotros, un Hércules católico,
que al mundo daba vueltas, hecho un émulo
del sol, que vueltas da por los dos trópicos;
mas ya después que el infinito número
de los persas venció nuestros ejércitos,
lloro mi afrenta triste y melancólica;
veis aquí el premio de mis nobles méritos.
Éste es el triunfo raro y honorífico,
éste es el galardón que dan los príncipes,
y aqueste el corazón, que con espíritu
pensaba de imitar a los elíopos.
Con esta débil rueca se vio en público.
Capitanes invictos y magnánimos,
¿qué premios esperáis de un rey colérico?
Agravio es vuestro y yo muero llorándolo;
si aunque el mundo venzáis del Austro al ártico,
y de nuevo ciñáis a los antípodas,
discrepando una vez de casos prósperos,
mi afrenta habéís de ver en vuestros ánimos.
¿No os lastima mi mal? ¿No os causa cólera?
¿No altera vuestra sangre esta ignomínïa?
¿No lloran vuestros ojos, apiadándose?
¿No late el corazón sus alas próvidas?
En vuestros pechos fuertes, ya tan fáciles,
si ya el Emperador es otro Cómodo,
e imita con sus vicios a Heliogábalo,
¿qué esperáis, capitanes, defendiéndole?
justiciero, clemente, afable y próspero.
Mauricio en el gobierno está decrépito,
aunque en la vida sigue a los sobérbïos.
Mírenme todos ya, compadeciéndose,
vestido de unas pieles, como sátiro,
huyendo de las gentes, más que un bárbaro.
Eximid, eximid nuestra república
del tirano poder de aqueste sátrapa
que a Roma desampara y al pontífice.
¡Viva la gloria del eterno artífice!
CAPITÁN 1: ¡Viva Leoncio! ¡Désele el Imperio,
CAPITÁN 2: Mauricio es avariento y no nos paga;
un soldado queremos que gobierne
LEONCIO: Ejército romano, yo no pido
que carguéis esa máquina en mis hombros;
no soy Hércules yo, no soy Atlante,
que sufra tanto peso en mis espaldas.
tus sienes de laurel. Púrpura viste.
Pónenle una corona de laurel y
LEONCIO: ¿En efecto el ejército me elige?
TODOS: Sí.
LEONCIO: Pues que ya de común consentimiento
el Imperio me dais, y yo lo acepto,
lo primero que mando es que Leoncio
no viva ya afrentado, y a mi cargo
tomo su agravio y honra; su persona
por leal al Imperio le declaro,
y pues no tuvo culpa en ser vencido,
bastón de General le restituyo.
¿Venís en ello?
y siendo Emperador, venga tu agravio.
LEONCIO: No es bien que Emperador y alto Monarca
satisfaga el agravio de Leoncio,
y ya que General honrado vivo,
el Imperio, la púrpura renuncio,
porque el mundo entienda que no pretendo
riqueza ni interés, sino el bien público.
Mi nombre, pues, venció mi ánimo altivo.
CAPITÁN 1: ¿Quién lo ha de ser?
SOLDADO 2: Filipo, el general.
CAPITÁN 2: Germano Quinto sea.
LEONCIO: Tómense votos, llámese a consejo.
Tocan cajas, y viene una águila volando y trae
una espada en los pies, y déjala caer en el tablado
¿Quién ha visto prodigio semejante?
Una águila caudal entre las uñas
una espada se lleva. Ya la deja
en medio del ejército, y ligera,
la lóbrega región del aire corta,
oponiéndose al sol con ojos firmes.
La espada levantemos.
al pomo de la espada están grabadas.
CAPITÁN 2: "Tenla y reina sólo un día".
LEONCIO: ¡Temeroso portento! La cuchilla,
¿qué tal es?
CAPITÁN 1: En la vaina está aferrada;
que mi fuerza no basta a desasirla.
CAPITÁN 2: Pruebo a sacarla yo. ¡Difícil caso!
LEONCIO: Dámela a mí también; es imposible.
Capitanes, ya entiendo este prodigio;
esta espada se cuelgue de este árbol
y todos los soldados uno a uno
a quitarle la vaina lleguen luego,
y aquel que desnudarla mereciere,
es el dueño, sin duda, a quien el cielo
esas letras escribe, y quien conviene
pongámosla en los ramos de este árbol,
y a recoger se toque porque lleguen
los soldados al campo no vencido.
Tocan cajas y cuelgan la espada
¡Oh, Fortuna mudable! Ayuda agora
aqueste corazón, brazos y pecho.
¡Mal haya mi desdicha! No la arranco.
SOLDADO 1: Brazos y manos, yo seré Cósroes,
un Escévola he de ser y he de quemaros
si no la desnudáis.
SOLDADO 2: Hoy pienso renegar de mi fortuna
si no la desenvaino.
que es arrancar un monte! Hoy reniego
mil veces de mí mismo y de mi fuerza.
CAPITÁN 2: Aguila parda, que en tus uñas negras
diste la espada, si eres algún diablo,
vuelve por mí si no la desenvaino.
Mas ya puedes volver, que soy un puto.
Sale FOCAS, desnudo, con un cordel
FOCAS: Inconstante Fortuna, cielo airado,
¿qué pretendes haber de un miserable
que en el mundo no cabe su desdicha?
Soberbio mar, ¿por qué me anegaste
en las hinchadas olas, que crïaban
tus espumas azules y salubres,
cuando de ti nací, como otra Venus?
Fieras del monte, ¿cómo me negastes
el funesto sepulcro en las entrañas
cuando lecho me disteis desabrida?
Nunca sintiera tanto la miseria
en que agora he venido, y no me viera
aborrecido del linaje humano.
Arboles verdes, sustentad mi cuerpo;
tú, lazo estrecho, aprieta mi garganta.
Ciega el órgano ya, por donde expira
el pulgón de este cuerpo desdichado.
Pone el cordel en la rama y échasele al pezcuezo
CAPITÁN 1: ¡Oh, bárbaro sin fe, espera! ¿Qué intentas?
FOCAS: Dar desdichado fin a mis desdichas.
que aborrecen los hombres y los cielos.
CAPITÁN 2: ¿Por qué pierdes agora la paciencia?
FOCAS: Porque naciendo, no conozco padres.
Porque viviendo, nunca tengo gusto.
Porque estando en los montes con pobreza,
y la nevada escarcha del enero,
a los palacios de Mauricio vine,
el Príncipe, envidiando mi desdicha,
aun los pobres sayales me ha quitado
y me escapé huyendo de la muerte.
LEONCIO: Un hombre que nació tan infelice
algún suceso no pensado espera.
Llégate a desnudar aquella espada.
SOLDADO 1: ¿Un bárbaro que está desesperado,
y que casi le quitan de la horca,
también ha de probar y entrar en suerte?
Desenvaina FOCAS la espada y suena dentro un trueno
LEONCIO: ¡Válgame Dios, qué prodigio extraño!
que Emperador tengamos prodigioso.
CAPITÁN 1: Corónense sus sienes
del precioso laurel que Roma estima.
FOCAS: Soldados, capitanes valerosos,
¿burláis de mí?
CAPITÁN 1: Si tuyo es el imperio,
de púrpura te viste, y con diadema
adorna la cabeza, que es del mundo.
De la silla quitemos a Mauricio.
Focas la ocupe y acometa al campo
a los muros que honró Constantinopla.
FOCAS: Cielos eternos, ¿cómo tenéis juntos
los extremos mayores de este mundo?
¡Ah, rueda de Fortuna varïable,
vueltas extrañas das! Tente, Fortuna.
FOCAS: Yo acepto; acometamos al palacio
porque quiero emprender la monarquía
aunque me dure sólo un breve día.
Llévanle en hombros los soldados
LEONCIO: Aunque a Mauricio persigo,
Dejar pienso descuidado
le aborrece el que es honrado.
HERACLIO: ¿Quién gobierna en el real?
LEONCIO: Yo. ¿Hete parecido mal?
HERACLIO: Tu persona, no tus pieles.
LEONCIO: ¿Cansóte el ser labrador?
HERACLIO: Siento en mí un ánimo honrado
y aspiro a más.
Vanse. Salen el Emperador MAURICIO y el
TEODOSIO: [De] emperador inhumano
es tu amor.
no por eso para el hijo
que sigue su inclinación,
Si la Emperatriz no fuera
TEODOSIO: Un hijo al fin aborreces
que siempre te aborreció.
mi corazón...
MAURICIO: ¿Qué?
TEODOSIO: Tener
[tu mismo imperio.
MAURICIO: ¡Así sea!]
Pero si malo has de ser,
Tocan a rebato. Sale FILIPO, alborotado
FILIPO: César invicto, tu peligro nota,
que eres hombre, aunque Rey; teme la muerte,
que el ejército infame se alborota,
y el vulgo novelero ha de ofenderte,
perdida la vergüenza y la fe rota.
¿Quién puede resistirlos? Huye, advierte,
que el animoso, prevenido tarde,
hace al valiente tímido cobarde.
al que tiene tu voz derriba y mata;
que es prodigio el amor de ajena plata.
Con cólera y furor desenfrenado
alcázares derriba y desbarata.
En efecto, señor, sus viles bocas
callan tu nombre y apellidan Focas.
El vulgo, como toro, en voz del Papa
te viene a acometer. No son eternos
los reyes. Si no es Dios, nadie se escapa.
Sacude por los hombros los gobiernos,
el mundo universal sirve de capa.
Has dejado el Imperio entre los cuernos;
correr podrás sin carga [nutrida],
que el más dulce reinar es tener vida.
MAURICIO: Ampara a el que te engendró,
TEODOSIO: Fénix soy, "César o no";
MAURICIO: Hijo, en tu amparo me fundo.
TEODOSIO: Soy un Hércules segundo,
MAURICIO: Plega al cielo que así sea;
pero si malo has de ser,
Vase el Emperador y tocan al arma. Salen a la puerta
algunos soldados y FILIPO los detiene
¿no veis que traición ha sido?
SOLDADO 1: La libertad se desea.
FILIPO: el Rey, aunque malo sea,
ha de ser obedecido.
contra nuestro Emperador?
SOLDADO 2: Porque con tributo doma
FILIPO: Ya le dio, volvéos atrás.
MAURICIO: Aunque huyendo así me fui,
FILIPO: Vete, no te hallen aquí.
FILIPO: Antes
SOLDADO 2: Servirános de incitar
que somos como elefantes.
FILIPO: Tente, ejército crüel;
MAURICIO: Es laberinto mi casa
¡Pecador y desdichado!
FILIPO: Soldados, vengo yo así
porque es de Dios sólo el dado.
Vales dando la capa y la ropilla, una cadena, las
Templad, templad vuestros [hechos];
lumbres de fe en vuestros pechos.
Torna a salir el Emperador MAURICIO
mientras que yo los regracio.
Vanse los soldados con las prendas
MAURICIO: Hüí de prisa, mas luego
FILIPO: Sube en mi espalda atrevida,
será con que me avises
de un viejo y cristiano Anquises.
porque pesas más que un mundo.
Prueba andar con el Emperador a cuestas y no puede
MAURICIO: A quien Dios quiere humillar,
FILIPO: Montes sustento pesados
MAURICIO: Bien dices, que traes encima
por tan bajo edificio.
¿Qué confusos sobresaltos
Sale la Emperatriz AURELIANA y la Infanta TEODOLINDA
la Emperatriz y Princesa.
AURELIANA: Huyamos, aunque primero,
que está en los montes; y así,
porque sea conocido
y Heraclïano le cría.
MAURICIO: Extrañas nuevas me envía.
AURELIANA: Vete, señor, a esconder.
Abraza la Emperatriz AURELIANA al Emperador MAURICIO
MAURICIO: No es posible lo que dices.
TEODOLINDA: Abrazos y alma pretendo
darte, siempre agradecida.
MAURICIO: Los brazos estás haciendo
FILIPO: Salgamos a las montañas.
TEODOLINDA: Bañando van mis entrañas
MAURICIO: La muerte habéís de temer,
que es toro que está en la plaza,
que mientras me despedaza
Vanse la Princesa TEODOLINDA, la Emperatriz AURELIANA
y el General FILIPO. Salen FOCAS, los Capitanes y Soldados,
HERACLIO y el Príncipe TEODOSIO y tocan
CAPITÁN 1: Todo el palacio rendido
tienes ya.
CAPITÁN 2: ¿Cómo Mauricio no muere?
SOLDADO 1: Deja esa ropa, que quiere
mas a quitármela viene
SOLDADO 2: Déjanos, señor, ponerte
esta ropa.
MAURICIO: Pues venís a desnudarme,
de que se me atrevan otros,
acabe la pretensión
le ligad.
y admiración de soldados;
que mueran despedazados
FOCAS: Pues que el Imperio procura,
MAURICIO: Hijo, si mueres, advierte
que quien muere de esta suerte,
TEODOSIO: Si sus obsequias cantando
muere el cisne, yo hombre soy,
FOCAS: Mi tapete has de ser hoy,
en señal de que ésta es
MAURICIO: Soberbio en tu trono estuve
y Dios, que es investigable,
de Nabucodonosor;
que es bien que padezca bestia
FOCAS: Si un Alejandro esculpido
que el mundo en las manos tengo
y a los pies quien le ha regido.
Atravesadle en el pecho
ésta.
¿por qué tanto mal me has hecho?
fácilmente me has deshecho.
mas, ¡ay!, que afilé el cuchillo
FOCAS: Ten paciencia; Dios lo ordena
MAURICIO: Su madre, de gracias llena,
HERACLIO: (Su muerte está recelando Aparte
mi triste imaginación;
SOLDADO 2: ¿Cómo lloras tú, criatura?
HERACLIO: El no llorar ni gemir,
Sacan a MAURICIO, atravesado con la espada
SOLDADO 2: Ya está el pecho atravesado.
hasta en morir desgraciado,
Vanse y quedan el Emperador MAURICIO y HERACLIO
MAURICIO: Gracias a Dios podré dar,
pues debiéndole esta muerte,
porque no hay dolor más fuerte
donde estoy acreditado.
HERACLIO: Viendo su sangre vertida,
y con lastimosas penas,
MAURICIO: ¿Qué es aquesto, muerte airada,
HERACLIO: Señor, a vuestra flaqueza
MAURICIO: Yo quisiera agradecerte
¿Quién eres, que en sólo verte,
Compadécete de mí,
y una residencia espero;
¿Quién eres?
HERACLIO: También tendréis grano vos,
MAURICIO: Dime ya tu nombre, hermano.
HERACLIO: El famoso Heraclïano.
MAURICIO: ¡Válgame Dios! ¿Quién te dio
HERACLIO: La Emperatriz, mi señora.
MAURICIO: Calla, Heraclio, calla agora;
este gusto demasiado.
HERACLIO: ¡Qué tiernamente que llora!
Y por más me lastimar
MAURICIO: Viendo la muerte tardar,
ha llamado al sobresalto
MAURICIO: ¡Que así a conocerte vengo,
MAURICIO: Tú sin duda eres mi hijo,
y junto los corazones,
de sentir sus movimientos
conozco tus pensamientos
y sé tus inclinaciones.
HERACLIO: Muéstraslo, a mi parecer,
en lo mucho que me aflijo.
MAURICIO: ¿Tu sangre, Heraclio, no siente
la alteración de mi pecho,
para morir dulcemente.
Por librarte y defenderte,
que aborrezcas el pecado,
Si el Imperio pretendieres
que es la llave que abrir sabe
porque, si guardarnos tiene,
pues tu principio no es nada,
y has de volver a ese mismo
en el fin de la jornada.
anda aquel que a Dios no halla;
la penitencia es la talla
limosna para enterrarme.
HERACLIO: Señor, bendición te pido,
ya que en la voz y en el tacto
para un pecho endurecido!
MAURICIO: Abrázame ya, que entiendo
este espíritu encomiendo.
Abrázanse y queda muerto el Emperador MAURICIO,
y tocan dentro flautas o la música que hubiere
HERACLIO: ¡Ay, años bien fenecidos!
mas tal es mi desventura
Vase, llevando el cuerpo. Salen MITILENE y HERACLIANO
HERACLIANO: ¡Gran mal!
MITILENE: ¿Si es nueva dudosa?
HERACLIANO: La fama de nuevas malas
MITILENE: Llegaremos a los muros.
HERACLIANO: Como padre y como viejo,
Salen FILIPO, la Emperatriz AURELIANA y la Infanta
TEODOLINDA De suerte
AURELIANA: Y yo mil desmayos siento.
TEODOLINDA: Filipo, ¿dónde nos llevas?
Que pasar de aquí es gran yerro.
FILIPO: En la falda de este cerro
En ella podéis estar
que el mundo os quiere quitar.
HERACLIANO: ¡Oh, mi señora!
TEODOLINDA: (Los cielos Aparte
HERACLIANO: ¿Adónde vas?
¿Y mi Heraclio?
HERACLIANO: A ser soldado
que sigue su inclinación.
de una escuadra desmandada.
AURELIANA: Filipo, voy desmayada.
No, porque es temeridad;
LEONCIO: Que me aflige el alma, os digo,
FILIPO: ([Viene Leoncio, mi amigo], Aparte
y no hay miseria ninguna
y después un general,
y ya estoy representando
y aquésta, que es la postrera,
representé lo peor.
al mismo que me le dio.
en que no hay persona alguna
LEONCIO: Mucho tu desdicha siento,
y yo también represento.
Y así, con lo que me dio
lo mismo que recibí
porque el hombre pobre es dueño
que una industria se me ofrece
FILIPO: Las prendas mismas me ha dado
Salen HERACLIO, la Emperatriz AURELIANA, la Infanta
AURELIANA: Llamar quiero a Heraclïano,
HERACLIANO: Mejor estás escondida;
no salgas, que es muy temprano.
FILIPO: ¡Ah, señora! ¿Dónde vais?
¿No advertís que no es cordura
MITILENE: Viéndola en tantos temores
AURELIANA: Soy como mujer de parto,
TEODOLINDA: Yo consuelo sus enojos
Salen LEONCIO y dos soldados con alabardas
LEONCIO: ¿Venís ya bien advertidos?
SOLDADO 2: Filipo, el Emperador
que quisieres.
SOLDADO 2: Escoge, pues, si ha de ser
FILIPO: Y cuando yo haya elegido,
¿has de morir las demás?
SOLDADO 2: Sin cabezas las verás.
FILIPO: ¡Oh, qué riguroso ha sido!
defenderlas con mi muerte.
SOLDADO 2: No es posible defenderte.
Somos muchos, somos ciento.
que ésta es rueda de la Fortuna.
FILIPO: ¿Que ha de vivir sola una
que la una es mi señora,
MITILENE: Filipo, ¿ qué te suspendes?
FILIPO: No es cierto lo que pretendes.
por la Emperatriz alega,
que nunca de mí se levanta
los ojos del pensamiento.
como inciertos peregrinos
¿Qué he da hacer? Dios me resuelva:
TEODOLINDA: Si en el alma que te adora
La Emperatriz tenga vida,
y tú, que en su amparo vienes,
honra y alma agradecida.
Si no es que alguna afición
FILIPO: Dices, señora, verdad.
SOLDADO 2: Dos vidas has de elegir.
sin inclinarme a ninguna,
agradecido con una,
y con otra enamorado.
Yo me voy determinado,
la ingratitud me acobarda.
MITILENE: Has acertado a elegir
como noble.
es de todos, y así vengo
¡Ay, extraña desventura!
LEONCIO: Sí, podrás, viviendo yo.
AURELIANA: Mis prodigios se cumplieron;
estáis siempre conquistando,
escuchadme: yo soy persa,
que el Príncipe de aquel reino
la victoria que alcanzaron.
Restitúyanos la dama
que ya el orbe ha eternizado,
o yo quiero conquistarla
cuerpo a cuerpo. ¡Salga al campo!
que en Libia los engendraron
los vientos desenfrenados;
que cuando fue desdichado
MITILENE: Déjame a mí responder.
CÓSROES: Pues yo, que le desafío,
MITILENE: ¡Gran señor, querido hermano!
CÓSROES: ¡Oh, famosa Mitilene!
Vase. Salen los Capitanes tras HERACLIO
CAPITÁN 2: Muera, muera capitanes
y ya le lleva arrastrando.
CAPITÁN 1: Si se esconde en esos montes,
se ha de librar y es gallardo.
Súbese HERACLIO a un montecillo
LEONCIO: ¿Qué es esto que pretendéis?
CAPITÁN 2: Dar a un mozo temerario
CAPITÁN 2: Un delito extraordinario.
HERACLIO: Soldados y capitanes,
que el orbe habéis conquistado,
¿no es deshonra que os gobierne
un hombre desesperado,
un bárbaro en las costumbres,
Su hijo soy, no os dé espanto;
hasta aquí viví encubierto
en casa de Heraclïano.
por propia naturaleza
HERACLIANO: Ejército valeroso,
La Emperatriz, mi señora,
le ha tendido disfrazado
que en su infeliz nacimiento
los cielos pronosticaron.
venga al padre desdichado.
Híncase de rodillas al ejército la
Emperatriz AURELIANA y la Infanta TEODOLINDA
AURELIANA: Si con los hombres piadosos
y las lágrimas enternecen
A mi esposo me quitasteis,
LEONCIO: Entre el aire suenan voces.
VOCES: ¡Viva Heraclio! ¡Viva Heraclio!
LEONCIO: Si ya su nombre celebran
Desciende HERACLIO del monte al tablado
LEONCIO: [El reino fue, que de Focas]
Rija Heraclio nuestro Imperio.
CÓSROES: Mi gallarda Mitilene,
¿dónde estás? Dame tus brazos.
MITILENE: Estoy, Príncipe famoso,
CÓSROES: ¿Quién es el Emperador?
MITILENE: El que agora han coronado.
CÓSROES: Dale al Príncipe de Persia
las manos.
de esposo.
porque la suya me ha dado.
MITILENE: Leoncio, ¿qué estás diciendo?
LEONCIO: Con esta sortija hablo.
Por ella me prometiste,
MITILENE: ¿Tú fuiste? ¡Válgame el cielo!
digo que sí.
ser tu esposo.
Y la historia prodigiosa
pero no la rueda de la Fortuna,
FIN DE LA COMEDIA