TERCERA JORNADA
Salen FISBERTO y el DUQUE
FISBERTO: Es
tanta la merced que yo recibo
de vuestra
alteza siempre, que me atrevo
encarecidamente a suplicarle
me saque
de dos dudas.
DUQUE: Di Fisberto.
FISBERTO: ¿Por qué
causa, señor, te arrepentiste
del casamiento
que con Porcia hacías,
y por qué
me la ofreces por mi esposa
habiéndola
escogida para tuya?
DUQUE: Fisberto,
eres mi deudo y mi privado;
quísete
siempre bien, y así te fío
un secreto
importante.
FISBERTO: Sepultado
en mi
pecho estará mientras viviere.
DUQUE: Con esa
condición, sabe que Porcia
favoreció
livianamente a César;
perdidamente amó. De él lo he
sabido.
Si el amor
que le tienes es tan grande
que siendo
ella quien es condesa ilustre,
señora de la Flor, antigua villa,
no basta
la flaqueza en que ha caído.
Aspiras tal estado y casamiento;
yo mismo iré a la Flor a persuadirla
que siendo
tú mi deudo, fácil cosa
nos será
reducirla a ser tu esposa.
Si no es
tanto el amor que al honor vence,
la que se
entrega fácil a un crïado
no es
buena para aquél que honor mantiene.
Por esto
por extremo la aborrezco.
Considéralo, pues, atentamente.
Vase el DUQUE
FISBERTO: Deseos
mal corregidos,
amorosa
confusión,
veneno,
que al corazón
ha entrado
por los oídos,
pensamientos mal perdidos,
rabia y
celoso tormento
en que
envidia inmortal siento,
venid,
venid poco a poco
que
bastáis a tornar loco
al más cuerdo sufrimiento.
Sale PORCIA>
PORCIA: (A
Fisberto dejé aquí, Aparte
y el duque
está solamente.
Quiérome
volver.)
FISBERTO:
Detente,
¿por qué
vas huyendo así,
Dafne,
ingrata para mí,
no
convertida en laurel
y amorosa
para aquél
que ha
publicado tu infamia?
¡Taís,
Flora, Venus, Lamia,
fácil,
torpe, hermosa, infïel!
Mira
quién eres, que estás
dando a un
paje el alma rica;
mira quién
es, que publica
los
favores que le das;
mira quién
soy, que jamás
sentí
rigor de los cielos
más crüel. Montes de hielos
me oprimen. Mátanme furias.
Sufro un
piélago de injurias.
Lloro un
abismo de celos.
PORCIA: (Fieros
desengaños, hoy Aparte
mi
desdicha habéis mostrado
pues Fisberto le haya contado
los
favores que le doy.
Rabiando
de enojo estoy.)
Oye,
duque, espera, advierte
que quiero
satisfacerte
por mi
honor, que no por ti
que será
el tratarme así
para más
aborrecerte.
Flora
ni Lamia no han sido
quien da
sólo un ramillete,
si
esperanza te promete,
si favores
ha vendido.
Hase
engañado, ha mentido
tu crïado,
que unas flores
no son livianos favores,
no son livianas promesas.
FISBERTO: Por lo
menos ya confiesas
noticia de
estos amores.
Y
habiendo alguna verdad
en lo que
el paje publica,
bien crüel
se significa
tu
imprudente liviandad.
PORCIA: ¿Quién
puede a mi honestidad
poner
defecto?
FISBERTO:
El amor
de un
crïado.
PORCIA:
¿Es deshonor
dar una flor a un crïado?
FISBERTO: Porcia, no
es flor la que has dado
sino el
dueño de la Flor.
Vase FISBERTO
PORCIA: El que
lo dijere miente
y miente
quien lo pensare.
¡Mal haya
quien se casare
con hombre
tan maldiciente!
Como
víbora reviente
si me
casare contigo.
¡Ay,
Fisberto! ¡Ay, enemigo!
Mi honor
violentan tus labios,
todo es
desdichas y agravios,
cuanto
intento y cuanto digo.
Sale el DUQUE
DUQUE: Nise,
con cuyos favores
ven los
montes por sus faldas
en las
hojas esmeraldas,
y
diamantes en las flores,
en los
pájaros cantores
dulce y
rústica armonía,
en las
fuentes alegría,
en el
cielo luz serena,
en el sol envidia y pena,
y amor en el alma mía,
¿por qué tu hermosura
llora
y perlas
quiere verter?
Sol eres,
y no has de hacer
el oficio
del aurora.
PORCIA: Calle tu
lengua traidora,
calle tu
voz fementida,
y
serenidad no pida
a mis ojos de agua llenos,
que estar
no pueden serenos
delante de
su homicida.
Ulises
engañador,
Paris de
mísera Elena,
con
encantos de sirena,
con
apariencias de amor,
más ingrato y más traidor
que
doméstica serpiente,
¿un
secreto solamente
en el
pecho no te cabe?
Poco sabe
quien no sabe
callar lo
que el alma siente.
¡Con
cuánta razón los hados
dan
semejantes rigores
a quien
desprecia señores
por
imprudentes crïados!
Si tus
ojos engañados
han
despreciado mi honor
como
villana traidor,
no soy villana,
y pudieras,
si callar
y amar supieras,
ser
honrado con mi amor.
Tus
vanas fantasías son
tus
desdichas infelices.
Mira,
crüel, lo que dices
pues
perdiste la ocasión
de una insigne posesión.
DUQUE: Escúchame,
Nise mía,
PORCIA: Nise, no;
soy quien quería...
DUQUE: Dime quién
para adorarte.
PORCIA: Soy quien
pensó levantarte
del
"vos" a la "señoría".
Vase PORCIA
DUQUE: Dos
dudas, dos confusiones,
dos
laberintos crüeles,
dos
enigmas, dos Babeles,
me ha
dejado en sus razones:
quejarse
de sinrazones
cuando yo
no la he ofendido,
decir que honrarme ha querido
cuando
villana la veo,
cosas son
que a mi deseo
guerra y
paz han prometido.
Amor,
que para mi daño
por
instrumento escogiste
la hermosura
que me diste,
dame un
dulce desengaño;
que si en
traje tan extraño
se esconde
alguna nobleza,
la
igualara a mi grandeza
y, ¿qué
mucho si quería
darme a mí
su señoría
que el amor le dé mi alteza?
Sale COSME con un rabel
COSME: Una
música he de dalle.
Aquí se
suele asomar.
Pardiobre,
que he de cantar
hasta que
diga que calle.
Parlero será mi amor
que habrá
más que una urraca.
¡Quién
tuviera voz de vaca
porque me
oyera mejor!
DUQUE:
Villano, ¿oyes?
COSME:
No, judío.
Sordo soy
de las narices.
DUQUE: Si quién
es Nise me dices,
ésta te
daré.
Enséñale una sortija
COSME:
Pues, tío,
primero
la he de tener
en el dedo
y que me quepa.
DUQUE: Toma,
pues.
Dale la sortija
COSME:
Agora sepa
que esta
Nise es...
DUQUE:
¿Qué?
COSME: Mujer.
DUQUE: Quién
oye un necio...
COSME: Oye dos.
DUQUE: Dime si es
villano o noble.
COSME: ¿Cómo
tiene de ser roble
si es
persona como vos?
DUQUE: ¿De
dónde ha venido aquí?
¿Es señora
o es villana?
COSME: Habrará
para mañana.
¿Eso me
pregunta?
DUQUE:
Sí.
COSME: Yo le
diré, que me prace.
Este
Lisardo es mi tío,
dueño de
todo el cabrío
que en
aquellos montes pace.
Puercos
también le da Dios,
amén de esotros
ganados,
en buen
hora sean contado.
Muchos hay
como los dos
hocicando en esos lodos.
Y Gila que
es su sobrina
sabe la
lengua cochina
porque
gruñe más que todos.
El barraco es como un mayo;
bien haya
quien le mantiene.
Buen sayo
es éste que tiene,
¿cuánto le
costó este sayo?
Éste
compré yo al salir
las
hierbas nuevas, flamante
la burra
estaba delante.
No me
dejará mentir.
DUQUE: ¡Qué en
este rústico fundo
la verdad
de mi cuidado!
COSME: ¿Quién es
Nise?, ha preguntado.
Es una
mujer del mundo.
DUQUE: Calla,
simple. El que desea,
¿a qué
errores no se abate?
COSME: ¿Tan
grande fue el disparate?
¿De dónde
quiere que sea?
¿Todos
no somos del mundo,
los
hombres y las mujeres?
DUQUE: ¡Ay, Nise,
si Nise no eres!
Oye mi amor sin segundo.
Ve a
llamarla.
COSME:
Ella saldrá
en
rascando yo el rabel.
DUQUE: Si tú la
llamas con él,
lira de
Apolo será.
Ya la
tarde se dispone.
Salga su luz soberana
a esa
pajiza ventana.
Saldrá el
sol cuando se pone.
Canta COSME
COSME: "A
la voz de mi rabel,
oigan los
que no son sordos,
que anda Cosme
para Nise
enamorado
y berriondo."
¿Cómo dice
la otra copra?
DUQUE: El
pastorcillo es donoso.
¡Qué fuese
capaz de amor,
entendimiento tan tosco!
COSME: "Tus
orejas tienen cera,
agilimóse
tu rostro,
tus ojos
tienen lagañas,
tus
narices tienen mocos."
Llegue,
cantemos a dos,
echaremos
mayor chorro.
DUQUE: Yo, Cosme,
no sé cantar.
COSME: Si a esto
va, ni yo tampoco.
"Sale Nise a la ventana;
no salga
Gila, aquel monstruo
que me
espanta mis praceres
como a las
cabras el lobo."
Sale GILA a la ventana
GILA: Fuego de
Dios es la bestia
que ladra como un cachorro.
En copras
me mete él siempre
que
también hay poetas tontos
por el
siglo de mi agüela.
COSME: Calla,
Gila, que me enojo.
GILA: Calla,
vox, animalazo.
COSME: Gila, que
hablas como tordo,
subida en
el campanario,
si sois
hombre en el rastrojo,
os
aguardo. Baja acá.
GILA: ¿Qué has
de hacer, tonto?
COSME: Otro tonto.
GILA: ¿Por una
mujer perdida
revueltos andamos todos?
¿Por mujer
harta de andar
con los
unos y los otros?
¡Vino
vestida de seda
terciopelo
y abalorios
y la trujo
su rufián
a
esconderla entre nosotros!
¿Por una mujer como ésta?
DUQUE: ¿Qué
escucho? Cielos piadosos,
o quitadme
tanto amor
o haced
mentira lo que oigo.
GILA: Si por el
señor no fuera,
que nos
dio las dobras de oro
porque aquí
la recojamos,
la arañara
todo el rostro.
Dejamos
nuestros sayales;
deje el
campo, deje el soto,
vuélvase a
vivir como antes
que ya lo
sabemos todo.
Ella es
grande invencionera.
DUQUE: Da
libertad a mis ojos,
Amor, si
no son sospechas
de
villanos maliciosos.
COSME: Calla,
Gila, mientras canto.
GILA: Canta,
Cosme, mientras lloro.
DUQUE: Calle mi
amor entretanto
que quién
es Nise conozco.
Vanse todos. Sale LUCRECIA de monte con un arcabuz, y
RICARDO
RICARDO: Tan
vanas transformaciones,
¿no te dan
mucho fastidio?
LUCRECIA: ¿Eres,
Amor, un Ovidio
que en
tantas formas me pones?
Éste es el último lance
que ha de
intentar mi fortuna.
¡Quiera
Amor que dicha alguna
con mis
industrias alcance!
Amor,
tu piedad me ayude
a esta
acción y ilustre empresa.
Veré si alcanzo duquesa
lo que
villano no pude.
Bien es
que el duque me vea
como quien
soy. Podrá ser
que se
incline. La mujer
no se
rinde aunque desea.
Los crïados
que has buscado
las
carrozas que has traído
a esta
aldea, sólo han sido
para
fingir que he llegado.
Tú
dirás que a Milán voy
y a este
bosque amena y grato
vine a divertirme
un rato
porque ya
saben que soy
inclinada a caza.
RICARDO: Agora,
no han de
creer que has venido.
Fuerza es
que sepan que has sido
César y
Laura, señora;
porque te ha de conocer
al momento
que te vea.
LUCRECIA: ¿Qué
importa, cuando ésa sea?
¿Qué
aventuro yo a perder?
Más
tendré que agradecerme
viendo mi
amor invencible.
¡Cuánto y
más que es imposible
por agora
conocerme!
RICARDO:
¿Cómo? Si en una comedia
pareciera
impropiedad
cuanto y
más en la verdad.
LUCRECIA: Todo el
arte lo remedia.
RICARDO: Si esto
que quieres hacer
en un teatro se hiciera,
más de un
curioso dijera:
"Eso,
¿cómo puede ser
que el
arte pueda engañar
tan
ciegamente al sentido?"
LUCRECIA: De la
villana han creído
que se
volvió a su lugar,
y que
es hija en conclusión
del
viejo. Él lo va diciendo
y César se
está muriendo
despeñado
en su opinión.
Esto, y
la gran diferencia
del traje
de una señora,
al sayal de labradora
da color y
da apariencia
a mi
engaño y como digo
si no
pudiera encubrirme
se verá el
ánimo firme
con que mi
desdicha sigo.
Dale al
duque este papel.
Dale un papel
RICARDO: En esa
selva te esconde
porque
viene a caza el conde,
y el duque
viene con él.
LUCRECIA: Mi
dicha fuera mayor
si en
aquestos dos hermanos
quisieron trocar las manos
Naturaleza
y Amor.
Vase
LUCRECIA. Salen el DUQUE y el CONDE
CONDE: ¿Hasta
cuándo ha de durar
esta caza?
DUQUE:
Hasta saber
quién es aquella
mujer.
CONDE: Si crédito
piensas dar
a los
villanos, bien puedes
irte luego
sin amor.
DUQUE: ¿Cómo está
César?
RICARDO:
Señor,
tus
regalos y mercedes
le
tienen con mejoría
y de
propia mano ha escrito
esto a su
alteza.
CONDE:
Infinito
su muerte
me pesaría.
Lee el papel
Duque, mi
señor: Yo he sabido que la
duquesa de Amalfi pasa a Milán, y como
inclinada
a la caza, se detiene a ver
estos
bosques, ignorante de que tu alteza
esté en
ellos; y aunque estoy en la cama
peligrosa,
quisiera avisar a vuestra
alteza por
si quisiere verla sin darse a
conocer. Su menor criado de
vuestra
alteza,
César.
Cielos
cuyas luces ven
este amor,
estos desvelos,
montes que
veis también,
luces, montes, amor, cielos,
dadme
alegre parabién.
Mueva
el céfiro las flores
y ellas
aromas conciban;
serán los
ramos de olores
con que
los campos reciban
la causa
de mis amores.
DUQUE: No
solicites tu gloria
porque si
me vino a vella
y alcanza
de mí victoria,
pretendo
borrar con ella
la que
tengo en la memoria.
Una
imagen está impresa
en ella, mas es reciente,
y pues de
amarla me pesa,
se borrará
fácilmente
si es
hermosa la duquesa.
CONDE: Mas
plegue a Dios que Lucrecia
a quien mi
amor tanto precia
que te
llegue a parecer
como la
propia mujer
cuando es
pobre, fea y necia.
Plegue
a Dios que su valor
que con el
cielo se mide,
te parezca
a ti peor
que una
mujer cuando pide
a quien no
la tiene amor.
DUQUE: Si me
agrada, esté advertido
que al sol
la he de comprar
y de su
amor te despido;
y la luna
la he de llamar
si no me
agradare.
CONDE:
Ha sido
buen
acuerdo a quien desea
que te
parezca muy fea,
y al mirar
sus labios rojos,
no haya
sol para tus ojos.
Todo noche
y luna sea.
RICARDO: (A
Lucrecia he de avisar Aparte
de este
concierto que han hecho
para que
pueda juzgar
por la
luna o sol el pecho
del duque.
Vase RICARDO
CONDE: Ya
empieza a obrar
de
Lucrecia la presencia.
Mira en
los montes luz pura
y en mi
pecho su excelencia.
Todos dan
a su hermosura
nuevo
aplauso y reverencia.
No hay
pradillo que no avise
su venida
produciendo
flores silvestres que pise.
DUQUE: No, conde,
que están diciendo
la gran
belleza de Nise.
Ella es
quien resplandece.
CONDE: A la vista
se me ofrece
en esa
amena floresta
un venado
cuya testa
árbol sin
hojas parece.
Las
flores, ropa del prado,
a quien dé
perlas la aurora,
no vence
el cristal helado.
DUQUE: Y una
bella cazadora
un rayo la
ha disparado.
Dispárase dentro
Sin
duda que es la duquesa.
CONDE: Herido el
ciervo veloz
ya por el
bosque atraviesa.
Dentro LUCRECIA
LUCRECIA: Suelta el
sabueso.
CONDE:
A su voz
rendido
Amor se confiesa.
DUQUE: Del
rumor huyen los gamos.
CONDE: Ella viene
a donde estamos,
¡Qué
fortuna, qué alegría!
¿Cuánto
han tenido tal día
esta
fuente y estos ramos?
Sale LUCRECIA cargando el arcabuz
LUCRECIA: ¡Dulce
Amor, por quien suspiro!
Si al
ciervo herí volador,
y a mi
dueño ingrato miro,
ayúdame,
dulce Amor,
para que
acierte este tiro.
Mientras arman de rigores
mis manos
este arcabuz,
flecha,
Amor, tus pasadores,
arma mis
ojos de luz
para que
maten de amores.
Si el
sol señal ha de ser
de su amor
y mi fortuna,
mis ojos
le hagan arder,
y nunca
salga la luna
si mi sol
se ha de poner.
DUQUE:
Cazadora, a quien yo llego
con
reverencia y temor
porque su
deidad no niego
si con
flechas mata Amor
como vos
matáis con fuego,
¿Para
qué volvéis a armar
el
arcabuz? Con mirar
mataréís
hombres y fieras.
LUCRECIA: Si tú lo
dices de veras
dichosa me
he de llamar.
DUQUE: Vuestra
gallarda presencia
alegra
estos bosques hoy
y el campo
la reverencia.
CONDE: Entre luna
y sol estoy
esperando
mi sentencia.
Sin
duda que se enamora
de ella el
duque. ¡Ay, cruel Fortuna!
DUQUE: Hermosa es
la cazadora.
CONDE: ¿Qué
tenemos, sol o luna?
DUQUE: ¿Tú no lo
verás agora?
LUCRECIA:
Caballero, ¿cuyos son
estos
bosques tan amenos
de tanta
deleitación
y de tanta caza llenos?
CONDE: ¡Oh, qué
fuerte inclinación!
DUQUE: Del
duque de Mantua.
LUCRECIA: ¿Y viene
el duque a
bosques tan bellos?
DUQUE: Cuando
vida y alma tiene
porque
suele haber en ellos
quien a
morir le condene.
LUCRECIA: ¡Ay, si
lo dice por mí!)
Pues,
¿anda Amor por aquí?
DUQUE: Ya un amor
muy verdadero.
LUCRECIA: (Salga
pues el sol que espero. Aparte
No me
tenga el duque así.)
DUQUE: Una
beldad le enamora.
LUCRECIA: (¡Quiera
Amor que sea la mía!) Aparte
DUQUE: Hermosa es
la cazadora.
CONDE: ¿Es de
noche o es de día?
DUQUE: ¿Tú lo
verás agora?
LUCRECIA: ¿Dónde
está el duque?
DUQUE: Yo creo
que en los
ojos de quien ama.
LUCRECIA: Pues, ¿tan
grande es su deseo?
DUQUE: Al mérito
de su dama
iguala su
amor.
CONDE:
Ya veo
que la
presa me ha quitado.
Respétole
por mayor.
Muero como
desdichado.
LUCRECIA:
(Disimulemos, Amor,
Aparte
pues estoy
en tal estado.
DUQUE: Si ojos
tenéis homicidas,
advertid
que yo he guardado
estas
selvas prohibidas
y quien
caza en lo vedado
tiene las
armas perdidas.
LUCRECIA: ¿Guarda
sois del duque vos?
DUQUE: Pienso que
bien me conoces,
falsos
estamos los dos.
LUCRECIA: (Las alas
tienes veloces, Aparte
Amor, si
te llaman dios.
No me
tengas tan oscuras,
salgan ya
las luces puras
de esta
luna o sol que aguardo.)
DUQUE: Tú eres
médico gallardo
si darme
salud procuras.
LUCRECIA: ¿Qué
tan gallarda os parezco?
CONDE: (¡Aquí fue
Troya!) Aparte
LUCRECIA:
(¡Aquí es Aparte
dónde sé
cuanto merezco!)
DUQUE: Más que el
mayo.
LUCRECIA: (No soy mes, Aparte
ni a
flores ofrezco.
Comparadme a otra cosa.)
DUQUE: Más que la
cándida rosa.
LUCRECIA: (No soy
flor, subid al cielo.) Aparte
DUQUE: Y más...
CONDE:
(¡Qué temor!) Aparte
LUCRECIA: (¡Qué hielo!) Aparte
DUQUE: ..y más
que la luna hermosa.
Cáesele el arcabuz de la mano, alcáncele el CONDE y
dásele
CONDE: Déte el
sol resplandeciente
siempre
luz y vivas más
que la
vida de la fuente.
LUCRECIA: (No te
alumbre el sol jamás; Aparte
vive en
noche eternamente.)
CONDE: Las
armas podéis tomar
porque aún
hay a quién tirar
bellísima
cazadora.
LUCRECIA:
Disimulemos, agora.
Sufrir
quiero y reventar.
CONDE: Si una
empresa habéis perdido
y al agua
huyó diligente,
otra sé
que habéis herido
que se ha
bañado en la fuente
de lágrimas
que ha vertido.
LUCRECIA: Cuánto
tu amor me importuna.
(Su desdén
ha de acabarme.) Aparte
Por vos
dirá mi fortuna
que en
materia de alabarme
me habéis
dejado a la luna.
A buena
noche quedé
si a la
luna me igualáis.
DUQUE: Si ya
tengo sol, no erré.
LUCRECIA: ¿Qué, en
estos bosques, cazáis?
DUQUE: Aunque
busco amor y fe,
ni se
alienta mi esperanza,
ni se
alegra el alma mía,
ni se me
da confïanza,
ni se
muestra claro el día,
ni se
adora, ni se alcanza.
LUCRECIA: ¡Ay,
traidor!, que has repetido
de Nise el
nombre adorado
con
equívoco sentido.
Ni se logre tu cuidado,
ni se
muestre agradecido.
DUQUE: Conde,
amigo, tuya sea
Lucrecia,
su amor procura;
que voy
donde a Nise vea
que renovó
esta hermosura
la que tengo
yo en mi idea.
A
Lucrecia no me inclino.
No hay
elección en amor.
A Nise va
mi destino.
Mal
sosiega un cazador.
Adiós,
ángel peregrino.
Los dos
últimos versos cata el arcabuz y vase
LUCRECIA: Angel
no nombréis ajeno,
pues quien
padece tal daño,
no puede
ser ángel bueno.
¡Fuése! ¡Ay Dios! ¡Qué desengaño
de celos y
rabia lleno!
CONDE:
Peregrina cazadora,
que das muerte como el áspid
entre
flores de hermosura,
escucha a
un mísero amante.
Detente si
tienes alas
porque lo
que pareces Angel,
dispárame
el arcabuz
y tu
ausencia no me mate.
Si la caza
te deleita,
espérame
entre los sauces;
que hacia
aquí te echaré fieras
para que
viertas su sangre.
LUCRECIA: Harásme
favor en eso.
CONDE: (¡Qué
hermosura semejante Aparte
a la de
Laura! Sospecho
que es la
misma, y sus disfraces
de amor
del duque proceden.)
Vase el CONDE
LUCRECIA: ¡Qué
desdichas me combaten!
A cazar el
duque vino,
y entre
los blandos cristales
de esos
arroyos vio a Nise,
la Dïana de estos valles.
¡Mal haya
quien inventó
aquesta
bárbara imagen
de la
guerra que los hombres,
monte y fieras
fatigasen!
¡Mal haya,
amén, las redes,
los
sabuesos vigilantes,
los
lebreles y caballos
competidores del aire!
¡Y mal
haya finalmente
todo
pájaro rapante
cuando se
sujeta al hombre
con el
tiempo y con el arte!
Sale RICARDO
RICARDO: Esas
coléricas voces
no son muy
buenas señales;
mal
conquista Amor la industria
si no hay otros
favorables.
LUCRECIA: Vamos,
Ricardo, de aquí,
las
carrozas que buscaste
partan
luego, porque entiendan
que
prosigo mi viaje.
Adiós,
enemigo fiero,
y plegue a
Dios que te llamen
en el trágico suceso
el Adonis
de estos valles.
Plegue a
Dios que en esas peñas
traidor
caballo te arrastre;
mueras a
manos civiles
de un
enemigo cobarde.
Y con
mujer te cases
que ni te
quiera bien ni fe te guarde.
Estas
fuentes fugitivas
en vez de
darte cristales,
como a
Narciso, te den
amor de tu
propia imagen.
Cuando de
caza volvieres
a ser huésped de su margen
huya el
agua, dé el veneno,
broten
fuego, arrojen sangre.
Y con
mujer te cases
que ni te
quiera bien, ni fe te guarde.
Llévate
al mar la codicia
de las victorias navales,
y entre
las olas soberbias
sirva de
tumba la nave.
Sacudida
de los vientos,
llegue al
cielo, mida el aire,
gima el
mar, tiemblan los montes,
rómpase...,
¡al abismo vase!
Y con
mujer te cases
que ni te
quiera bien, ni fe te guarde.
¿Mas
qué culpa tienes tú
si no
pueden inclinarte
los cortos
méritos míos?
Déte el fénix
sus edades,
déte Nise
su ventura,
y el cielo
me dé su parte;
déte tu
hermano su amor
vivas
mucho y mueras tarde.
Y con
mujer te cases
que te
adore en extremo y fe te guarde.
Vanse y salen el DUQUE y COSME
DUQUE: Aquí el
sol de Nise abrasa
mi
espíritu sin sosiego.
Mariposa
soy del fuego
que se
enciende en esta casa.
Entra
Cosme, a Nise llama.
Di que la
espera Fisberto.
COSME: Ya,
pardiez, Nise se ha muerto
y ha
resucitado dama.
¿Quién
diré que la llamó?
DUQUE: Fisberto.
COSME: No
se me olvide,
pregue a
Dios.
Vase COSME
DUQUE:
¿Qué amor se mide
con mi
amor? ¿Quién tanto amó?
Cautivo
está mi albedrío.
No siente
su libertad
el alma y
la voluntad.
Sale COSME
COSME: Fis...
¿cómo se llama, tío?
DUQUE:
Fisberto, que habiendo noria,
¿a sus
curso no te inclinas?
COSME: ¿Habrá
allá unas melecinas
para esto
de la momoria?
Vase COSME
DUQUE: La
beldad de la duquesa,
y el amor
que la ha traído
a esta
bosque, no han podido
borrar la
que estaba impresa
en el
alma. Gran desdén
fue no
entender el amor
que
mostraba.
Sale COSME
COSME:
Oye, señor,
¿llamaré a
Gila también?
DUQUE: Simple,
no. ¡Qué rustiqueza!
COSME: Simpre,
simpre, andar, andar,
¿en qué
nos ve simprear?
¡Simpre,
simpre!
Vase COSME
DUQUE:
La belleza
que
está en la imaginación
cuando no
está divertida,
cobra
fuerza y tiene vida
a pesar de
la razón.
Dese
por rendido y muerto
él que no
la resistiere.
Sale COSME
COSME: Dice que
salir no quiere
que no
conoce a "Gil tuerto."
DUQUE: ¡Qué
necio es él que confía
de un
necio y de él se vale!
COSME: Hela, que
asoma.
Vase COSME
DUQUE:
Y aun sale
como el
sol, padre del día.
Sale PORCIA de dama
DUQUE: Fénix,
que con plumas nuevas,
compites
al sol de oriente,
prudentísima serpiente
y águila
que te renuevas,
blanca
rosa que ha salido
de su
rústica corteza,
no
aumentes, no, tu belleza;
basta la
que me ha rendido.
PORCIA: Ya,
Fisberto, en alegría
se
volvieron mis enojos
y en el
pecho y en los ojos
siento una
alegre osadía;
y conformes voluntades
contrarios
no han de bastar,
y así
pienso atropellar
montes de
dificultades.
Contra
disgustos, señor,
iré de mis
parïentes.
(¡Qué
abismos de inconvenientes Aparte
sabrá
vencer el Amor!)
DUQUE: No me
tengas admirado,
no me
tengas más suspenso;
ya que mi
amor es inmenso,
no lo sea
mi cuidado.
Villana
supe adorarte,
¿qué he de
hacer, viéndote así?
Un alma
entonces te di,
no hay más
almas para darte.
PORCIA: Siempre
el amor se señala
en la
resistencia fuerte,
todo
iguala la muerte
y el amor
todo lo iguala.
Y si de
amor los cuidados
por
sustentar su poder
iguales
suelen hacer
los cetros
y los cayados,
menos
será nuestro amor.
Siendo
pobre te hago conde.
DUQUE: Dime, señora,
¿de dónde?
PORCIA: Mi
Fisberto, de la Flor.
DUQUE: Luego,
¿tú eres Porcia?
PORCIA: Sí.
DUQUE: ¡Válgame
Dios!
PORCIA:
El contento
entró en
el alma violento.
¡Qué grande
gusto le di!
En
éxtasis de placer
arrebatado
quedó.
Yo soy
Porcia, amigo, yo
soy tu
amante y tu mujer.
DUQUE: ¡Ay de
mí!
PORCIA:
¿Cómo suspira?
Si es que teme
a su señor,
no tiene,
Fisberto, amor
quien
inconvenientes mira.
Yo del
duque no he de ser;
tuya soy,
que no soy mía.
DUQUE: (Bien la
villana decía; Aparte
que mal
supe aborrecer.)
PORCIA: ¿Cómo,
sabiendo quien soy,
te
entristeces y suspendes?
Mira,
Fisberto, que ofendes
el alma
que alegre doy.
Advierte que el duque viene.
Tomemos
resolución.
No
perdamos la ocasión
que
ligeras alas tiene.
Sale FISBERTO
FISBERTO: (Ya
Porcia se declaró Aparte
pues en su
traje parece,
pero el
duque la aborrece.
Peligrar
no puedo yo.
No es
mala razón de estado
el
ponérmeles delante
con
animoso semblante
no dándome
por culpado.
PORCIA: ¿Cómo
agora te entristeces
y a
resolverte no acabas?
Siendo Nise me adorabas,
siendo
Porcia me aborreces,
¿es
decoro, es cobardía?
Animo, el
temor se huya,
que si no
es para ser tuya
no ha
dejado de ser mía.
DUQUE: (¿Qué
es esto, Amor? No te entiendo; Aparte
tus
sutilezas ignoro.
¿Que
aborrezco la que adoro?
¿Que haya
amor aborreciendo?)
FISBERTO: (Como
sabe su flaqueza Aparte
y está
enamorado, calla,
dándose están la batalla
el agravio
y la belleza.)
PORCIA: Parece
que me desprecias
y conmigo
no te casas.
Honor,
¿qué cuchillo y brasas
das a
Porcias y Lucrecias?
¿Cómo
puedo sufrir esto?
Ah,
Fisberto, tuya soy
o al duque
la mano doy.
Resuélvete
presto, presto.
DUQUE: ¡Qué me
haya empeñado tanto
en amar
una mujer
de tan
fácil proceder!
PORCIA: De mi
paciencia me espanto.
Del
cielo es este castigo
para
vengarme de ti,
me pienso
perder a mí,
villano,
crüel enemigo,
repara
en esta venganza.
Ah, duque,
si duran hoy
las finezas,
tuya soy.
En ti vive
mi esperanza.
Dame la
mano.
FISBERTO:
(¡Ay, Amor!, Aparte
qué
ocasión me das gentil
a no haber
guerra civil
entre el
gusto y el honor.
Rendida
a mis manos viene
de los
desprecios honrados
del
duque. ¡Cielos sagrados!
¿Quién
amando me detiene?)
PORCIA: Pues,
¿tú dudas? Pues, ¿tú callas?
¿Dónde
está tu voluntad?
Bien dicen de ti Verdad
que con
rústicos te hallas.
Cuando
era Nise me vi
adorada, y
ya me veo,
siendo
Porcia, con deseo
de aquello
que aborrecí.
¿Ya no
tienes afición?
Dame la
mano, ¿a qué esperas?
FISBERTO: ¡Qué
fantasmas, qué quimeras,
qué dudas,
qué confusión!
Amor,
¿daréle la mano?
Dala, y la
ocasión no pierdas.
Honra,
¿qué haré? ¿No te acuerdas
de su
proceder, villano?
No la
des. La honra venció.
Amor
vivirá vencido.
Ya la
ocasión he perdido.
PORCIA: ¿Qué
dices, duque?
FISBERTO:
Que no.
PORCIA: ¿Qué
rüina, qué vaivenes
son éstos
en que me pones,
Fortuna? ¿Qué confusiones,
qué
desprecios, qué desdenes?
........... [ -años]
Huye,
Porcia, y ¡ay de ti!,
que viven
Circes aquí
llenas de
viles engaños.
Vase PORCIA
DUQUE: Amor
ligero, inconstante,
tanto
confusión me das
que no sé
volver atrás,
ni sé
pasar adelante.
Tú
tienes la culpa, ingrato,
bien
empeñado me ves,
y no me
dices quién es,
¿cómo
agora no te mato?
Pónese Fisberto de
rodillas y pónese PORCIA a la puerta
FISBERTO: Viendo
que la aborrecía
como
Porcia vuestra alteza,
no pensé
que su belleza
tales
afectos haría.
DUQUE: Tú
fingiste su locura
por tus
designios, traidor.
FISBERTO: Ya te
confesé mi amor
y ya has
visto su hermosura.
PORCIA: Cielos,
¿qué engaños traidores
son
éstos? Cuando deseo
salir de
un error, me veo
metida en
otros mayores.
¡El
duque puesto a los pies
de
Fisberto! Yo sospecho
que algún
engaño me ha hecho.
Y el duque
de veras es
él que
adoro. Siendo así,
ya doy por
bien empleado
cualquier
engaño pasado.
Ten, Amor,
piedad de mí.
Salen OCTAVIO y CAMILO
OCTAVIO: Gracias
a Dios que te vimos.
FISBERTO: Camilo y
Octavio vienen.
OCTAVIO: Tanto,
señor, te detienen
estos
montes que venimos
a
suplicarte que vuelvas
a Mantua.
Llegan a besarle la mano
DUQUE: Al
cielo pluguiera
que nunca
de allá saliera
para venir
a estas selvas.
PORCIA: Los
crïados que han venido
le
reverencian y estiman.
Todos mi
sospecha animan.
Dichosa,
Amor, habré sido
si es
el duque, pues me queda
una
esperanza fïel.
Salen
LUCRECIA de hombre con banda y RICARDO
LUCRECIA: Despedirme
quiero de él
porque así
entender no pueda
de que
yo Lucrecia he sido.
RICARDO: Agora han
de conocerte.
LUCRECIA: ¿Qué
importa? ¿Es cosa de muerte?
Licencia,
señor, te pido
para ir
sirviendo a Milán
a
Lucrecia, mi señora.
DUQUE: ¿Tienes ya salud?
LUCRECIA:
Agora,
poca
esperanza me dan.
FISBERTO: ¡Qué
este rapacillo sea
el Paris
que me robó
la Elena que adoro yo!)
DUQUE: (Como
Porcia a César vea, Aparte
Averigüen la verdad.
¿Qué más
rigor, qué más daño
puede
hacer el desengaño,
si ya sé
su liviandad?)
Una
dama he visto aquí
a quien el
alma desea.
Quiero que
César la vea
y que la
hable por mí.
LUCRECIA: (Ya no
les faltaba más Aparte
a mis
desdichas.) ¿Es ésta?
Señala a
PORCIA y vuelve el DUQUE la cabeza
DUQUE: Sí, y
espero la respuesta.
LUCRECIA: Presto,
señor, la tendrás.
Vanse FISBERTO y el DUQUE
PORCIA: (Mi
inclinación, por lo menos, Aparte
no en él
para por humilde.)
LUCRECIA: (Llegad
ojos y decilde Aparte
mi mal de
lágrimas llenos.
Ésta es
Nise soberana,
extremo de
la hermosura.
¡Ay,
celos! ¡Ay, desventura!
Que Nise
no fue villana.)
PORCIA: (Porque
el duque se ha encubierto Aparte
de mí con
este rigor,
le
califica mi amor
con el
amor de Fisberto.)
LUCRECIA: (Rabio
por saber quién es Aparte
la que al
duque me ha quitado,
aunque es
inútil cuidado.)
Suplícote
que me des
a besar la mano hermosa.
Sale FISBERTO a una puerta
FISBERTO: Desde aquí
con atención
veré la
demás traición
de Porcia,
que está celosa
de ver
su amante.
Sale el DUQUE a la otra puerta
DUQUE:
¡Qué rabia
con los
celos puede haber!
Desde aquí
tengo de ver
si se
alegra o si se agravia
con su
amante, Porcia.
PORCIA:
Quiero
conocerte;
estoy en duda.
LUCRECIA: Mujer que
el hábito muda
trueca el
aspecto primero.
Laura
soy, hermosa Nise,
perdón
pretendo de ti
del enojo
que te di.
Tómense las manos
PORCIA: Nunca,
Laura, mal te quise.
¿Dónde
vas de esta manera,
tan
gallardo y tan airosa?
No vi
mujer más hermosa
en hábito
de hombre.
LUCRECIA:
Fuera
a trocarse en ti la suerte.
FISBERTO: ¡Qué bien
que se han conocido!
Porcia con
él se ha reído.
¡Ay, que
esa risa es mi muerte!
PORCIA: Déjame,
Laura, abrazarte
porque se
alegran mis ojos
tras los pasados enojos.
DUQUE: ¡Ay, que
el alma se me parte.
LUCRECIA: No soy
a tu amor ingrata.
Los brazos
y alma te doy.
DUQUE: ¡Esto miro
y vivo estoy!
FISBERTO: ¡Aquél
abrazo me mata.!
PORCIA: Dime,
¿adónde vas?
LUCRECIA:
Me lleva
el duque
así, disfrazada.
PORCIA: ¡Ay de mí!
DUQUE:
Ya desmayada
sobre él
cayó.
FISBERTO:
Que se atreva
este
infame a tal acción.
Le habrá
dicho que se ha de ir
y ella
comienza a morir
con la
amorosa pasión.
LUCRECIA:
¿Siénteslo? No iré con él.
PORCIA: ¡Ay, mi
Laura, si eso hicieras!
LUCRECIA: ¿Te
holgaras mucho?
PORCIA:
Me dieras
la vida.
LUCRECIA: No
soy crüel.
PORCIA: Deja
besarte las manos
por el
favor que me das.
¿Con el
duque al fin no irás?
DUQUE: ¿Tal
sufrís? ¡Celos tiranos!
Ella le
ruega y le adora.
FISBERTO: Ella le
adora y le ruega.
DUQUE: ¿Quién a
matarla no llega?
FISBERTO: ¿Quién no
mata a esta traidora?
LUCRECIA: Pienso
que el duque nos mira
y la vida
a Porcia inquiere.
Él ha de
penar si quiere
averiguar mi mentira.
¿Quién
eres tú?
PORCIA:
Porcia soy.
LUCRECIA: ¡Ay,
Lucrecia! ¡Ay, infelice!
DUQUE: Quien
oyera lo que dice.
PORCIA: ¿Cómo
tristeza te doy
con mi
nombre? ¿Tienes celos?
. . . . .
. . . . . . .
LUCRECIA: Sin amor
no hay celos. ....
. . . . .
. . . . . . [-elos].
Sale el DUQUE
DUQUE: ¿Quién
ha de sufrir la injuria
que has hecho
a mi pensamiento?
Castiguen
tu atrevimiento
los
ímpetus de mi furia.
¿Quién
ha de sufrir agravio
tan crüel
y tan injusto,
si no a su
honor, a su gusto
muero,
gimo, peno y rabio?
Sale FISBERTO
FISBERTO: Y yo
con el desengaño
de la
liviandad presente
me
consuelo y ya no siente
el alma su
inmenso daño.
DUQUE: ¡Qué
vil desdicha, qué mengua,
qué liviandades, qué antojos,
qué Circes
traes en los ojos
y sirenas
en la lengua!
Aborrezco la que adoro.
Loco estoy
si me resisto.
Orlando
soy porque he visto
a Angélica
con Medoro.
Sale el CONDE con
una daga desnuda tras de LISARDO, COSME, GILA,
OCTAVIO y CAMILO
CONDE: El alma
te he de sacar
si no me
dices adónde
Lisardo,
tu hija se esconde.
COSME: Lo que le
hubiere de dar,
déselo
en dinero, tío.
LISARDO: La verdad
confesaré.
No es mi
hija, y ya se fue.
CONDE: Cierto fue
el discurso mío.
DUQUE: Destino
ha sido fatal
salir amor
tan violento.
Salgamos
de este tormento;
salgamos
de tanto mal.
César
con Porcia se case;
mis
desdichas me consuelen.
Sus
desdenes no me hielen,
ni su
hermosura me abrase.
Ve, César,
por la duquesa
de Amalfi,
dila que ya
el duque
el alma le da
y por
dueño la confiesa.
A mujer
ilustre y bella
con el
tiempo tendré amor.
LUCRECIA: Aquí la
tienes, señor,
si has de
casarte con ella.
César
soy y Laura fui.
Ingenio,
amor y mujer
han tenido
tal poder
que soy
tercera por ti
de mí
misma.
CONDE:
¿Hay ceguedad
como la
que yo he tenido;
que no
hubiera conocido
esta
encubierta beldad?
DUQUE: Fuego
mis engaños fueron,
en que el
oro de mi amor
se acendró
y mostró el valor
que sus
quilates le dieron.
Perdóname, Porcia mía,
tuyo soy,
tuyo seré.
LUCRECIA: ¿Cómo has
de pagar la fe,
la lealtad
y la osadía
con que
te he querido?
DUQUE: Dices,
duquesa,
mucha verdad,
pero tu fe
y tu lealtad
conmigo
son infelices.
No me
inclino a tu belleza;
mas soy
tan agradecido
al amor
que me has tenido,
en tu fe y
en tu fineza
que,
aunque amo a Porcia, pretendo
tu valor,
considerando
morir sin
Porcia y amando
por vivir
agradeciendo.
Tuyo
soy de agradecido
pero no de
enamorado.
Va a darle la mano
LUCRECIA: Yo tu amor
he conquistado.
No quiero,
duque, marido
sin
amor. De Porcia eres;
que
poderosas no son
mis
estrellas, y el blasón
que de
agradecido quieres,
yo le quiero para mí.
Conde...
CONDE:
Señora.
LUCRECIA:
Tu mano
es mi
blasón soberano.
Siempre
agradecida fui.
CONDE: Dente
su vida los cielos.
DUQUE: Y a ti,
Porcia, posesión
de la mía.
FISBERTO:
Esta ocasión
perdí por
mis locos celos.
DUQUE:
Fisberto, tanta belleza
fuerza es
que cause amor
y así
perdono tu error.
FISBERTO: Beso los
pies de tu alteza.
GILA: Llega y
pide que casada
me deje
aquí a mi pracer.
COSME: Llega tú,
que la mujer
pide más
desvergonzada.
Señor
duque, un gran servicio
me ha de
hacer.
GILA: Di merced.
DUQUE: Dila.
COSME: Que no me
case con Gila,
que tiene
poco jüicio.
Déme en
su casa ración
de músico
y de poeta.
GILA: ¡Oh, qué
bestia tan discreta!
COSME: Hombre soy
con perfección,
pues
que tengo ánima y crisma.
DUQUE: Tenga aquí
el fin que pretendo
el amor
aborreciendo
y tercera
de sí misma.
FIN DE LA
COMEDIA