ACTO SEGUNDO
Salen don DIEGO y TABACO
DIEGO: En
fin, ¿que su padre fue
quien a
Madrid le envió?
TABACO: Y
también dicen partió
a
Nápoles, o quedó
en
esta insigne ciudad,
que es
octava maravilla
y a
quien el orbe se humilla
en
grandeza y majestad.
¿Cómo vienes de salud?
DIEGO: Gracias
a Dios, salud tengo;
mas con
un disgusto vengo
que
causa al alma inquietud.
TABACO: ¿No
saliste con el pleito?
DIEGO:
Sentencia tengo en favor.
TABACO: Huye de un pleito el rigor,
que yo
en la paz me deleito.
Más
que por los tribunales
dejando
aparte el dinero
de uno
en otro consejero
presentando memoriales.
DIEGO: Mas esto aparte dejando,
¿cómo
está doña María?
TABACO: Gentil
pregunta, a fe mía,
aunque
la estaba aguardando.
DIEGO:
¿Podré verla?
TABACO: Lindo cuento.
No tiene
la religión
monja
con tal perfección.
Es
blasón de su convento.
En dos años que de ausencia
has hecho de esta ciudad,
hallarás tal novedad
tal mudanza y diferencia
que te admires y te espantes.
DIEGO: ¿Qué dices?
TABACO: Es una santa.
Da ejemplo que al mundo
espanta.
DIEGO:
Huélgome que te adelantes
en
contar un imposible
para
aumentar mi deseo.
TABACO: ¿No lo
crees?
DIEGO:
Si lo creo
aunque
parece increíble.
TABACO: Y a
tanto con Dios se aplica
que
ven, y es negocio llano,
como al Serafín Humano
sus
llagas le comunica
en
manos, costado y pies,
y están
impresas de suerte
que
sólo podrá la muerte
borrarlas.
DIEGO:
De que me des
tales nuevas no me pesa
aunque
en el siglo me holgara
hallarla.
TABACO:
Eso es cosa clara.
DIEGO:
Servirla mi amor profesa.
TABACO: ¿Qué
dices?
DIEGO: No fuera amor
a no
emprender imposibles.
TABACO: Son
pensamientos terribles.
Mira
qué intentas, señor.
DIEGO: ¿Y
Teresa?
TABACO:
¡Pesia a tal,
y qué
tecla que has tocado!
Es mi
amor, es mi cuidado,
y
pienso será inmortal
en
mi memoria aunque tiene
el
hábito y profesó.
Que
esto es lo que siento yo.
DIEGO: Pues a
los dos nos conviene,
si
eres Ulises astuto,
para
logar nuestro intento
que hoy
entres en el convento.
TABACO: ¿Estás
loco? ¡Guarda puto!
No
prosigas, vive Dios,
que aunque
perdidos estamos
de
amor, si tal intentamos
que
estamos ciegos los dos
porque está tan recogida
que
pienso el sol no la ve.
Mira
tú, ¿si yo podré,
aunque
nuestro amor lo pida,
hacer tal temeridad?
Porque es tal su fama y loa
que no ha quedado en
Lisboa
persona
de calidad,
ni
en Portugal que por verla
diligencias no haya hecho
y son todas sin provecho.
DIEGO: Pues yo
no pienso perderla.
TABACO: Es
admiración del mundo.
DIEGO: ¿Que en
tanta opinión está?
TABACO: A verla
dicen vendrá
el gran
Filipo segundo
y el
gran duque de Medina
Sidonia, general Marte,
viene
con el estandarte
que ya
por guión camina
de
esta Armada y con razón
pues todos han dicho ya
que buen suceso tendrá
si lleva su bendición.
Mas,
aunque disimulando
estoy
mi amor, y te confiesa
que me
muero por Teresa,
y estoy
aquí suspirando...
DIEGO: Pues
si llevas un papel
y con
la respuesta vienes,
cincuenta ducados tienes.
TABACO: Iré
volando con él.
Digo
que seré Sinón.
En todo
te serviré,
y por tu gusto entraré
en
Troya el Paladión.
DIEGO: Ya
sabes que da la huerta
del
convento con mi casa.
TABACO: Ya lo
sé.
DIEGO:
Si amor te abrasa
demás
que la entrada es cierta
verás a Teresa.
TABACO: Aplaco
con su
nombre mi penar.
Así la
hiciese tomar
un
polvito de tabaco.
Vanse y
salen doña MARÍA, doña
JUANA y TERESA, de monjas dominicanas
JUANA:
Écheme su bendición,
señora
doña María,
pues
vemos que el cielo envía
por su
amor y perfección
tanto bien a este convento
y con
donde le regala.
MARÍA: No hay
en él cosa tan mala,
esto
digo y esto siento.
Vuestra merced se levante.
No esté
delante de mí
de esta
suerte.
TERESA: (No entendí Aparte
que
esto pasara adelante.
Sin
pensar he profesado.
Mi
libertad cautivé.
Ya,
pobre de mí, ¿qué haré?
¿Qué
demonio me ha engañado?
Yo,
que en aquesta ciudad
era la
mayor buscona,
y no
dejaba persona
de
estado ni calidad
que
no estafaba y pedía
hasta
el paje y el cochero,
escudero y despensero,
y cuando a casa venía
las mangas y faltriqueras
las traía reventando,
y agora, ¿me estén
mandando
estas
urracas parleras?
Pues, ¿qué diré de un crüel,
ingrato,
inconsiderado
que aun
al torno no ha llegado
a
recibir un papel?
Pero
ya tendrá Tabaco
por
allá otra tabaquera.
¡Ay de
la que desespera
entre
el ayuno y el saco)!
JUANA: Mil
gracias doy al Señor
por ver
tan alto milagro.
MARÍA: Alma y
vida le consagro
por tan
inmenso favor.
JUANA:
Quiero, por lo que interesa
mi
amor, que hicieses agora...
MARÍA: Diga,
señora Prïora;
que no
me mande me pesa.
JUANA: Doña
Margarita, hermana
de don
Pedro, mi cuñado,
en un
papel un recado
me ha
enviado esta mañana
diciendo este lienzo llegue
al
pecho en que está la llaga.
MARÍA: Razón
es que satisfaga
su
petición.
JUANA:
No me niegue
tanto bien, que está a la muerte
y con don tan singular
tendrá
por cierto el sanar.
TERESA: (¿Quién
no mira, quién no advierte Aparte
en
maravilla tan grande?
Todo el
lienzo ensangrentado
le ha
sacado del costado.)
MARÍA: Tome y
gustaré me mande
en
cuanto fuere servida.
JUANA: ¡Oh,
inmenso Dios, que así pagas
a tus criaturas! Las llagas
nos dan señal conocida
que al hermano Serafín
igualas. ¡Oh Gran Señor,
en la
caridad y amor
porque
ese rojo carmín
y
ese encendido clavel,
que
tenéis en pies y manos
son
testigos soberanos
de que divino vergel
os
hizo, pues lo ha sembrado
flores
de oro tan precioso
vuestro
amante, vuestro esposo
rendido
y enamorado.
MARÍA:
Gustaré que sola un rato
me deje vuesa merced,
que
tengo que orar.
JUANA: Creed
que de
vuestro gusto trato.
Rogadle a Dios que me haga
sierva
tuya.
MARÍA:
Yo lo haré
pues
que tenemos por fe
que del
corazón se paga.
JUANA:
Vámonos de aquí, Teresa,
pues la
ocasión nos obliga.
TERESA: De que
a la calle no diga
sabe
Dios lo que me pesa.
JUANA:
¿Posible es que no te inclines
a la
virtud?
TERESA:
¡Gentil cuenta!
¿Cómo
tengo de ir contenta
sin cenar a los maitines?
Vanse
MARÍA: ¿Con
qué desvanecido pensamiento
un
imposible intento?
¿Qué
atrevimiento altivo
es
éste? Pues con él a escuras vivo,
¿en qué
me fundo? ¿Cómo
tan
errado camino y senda tomo?
Que fluctúe en el mar veloz nave.
¿Qué mucho? Pues se sabe
que
impelida del viento
levanta
crespa espuma al movimiento,
y
camina ligera
la
artificiosa estancia de madera.
El
avecilla simple se sustenta
del
campo y se alimenta
en la
región del viento,
y se
puede decir tiene su asiento,
La
fiera el monte habita
que
vidas roba y esperanzas quita.
La
concha nacarada perlas cría,
la mina
el oro envía,
si bien
rústicamente.
El sol
cada mañana en el oriente
nos
muestra su luz pura,
desterrando
la noche triste, oscura.
Todo
tiene principio, origen tuvo,
mas no
sé dónde hubo
intento
como el mío
ni tan
desatinado desvarío
pues
quiero en el convento
me den de santa venerado asiento.
Santa
pretendo parecer a todos
por
diabólicos modos.
La
vanagloria ha sido
quien
me venció y está tan recibido
que del
ocaso a oriente
ha pasado la voz de gente en gente.
Con un
rojo barniz las llagas pinto.
¡Oh,
extraño laberinto!
Y pico
mi cabeza
con un
hierro sutil cuya agudeza
me
forma la corona
propia de espinas que mi frente
abona.
Y
cuando comunico del costado
la
sangre -- ¡vil cuidado! --
la
tengo en una esponja.
¡Faltando santa cuando sobro monja!
¡Qué
intentos temerarios!
¿Dónde
caminan mis discursos varios?
Sale LUZBEL
LUZBEL: Aquí de
mi saber no se arrepienta
con los
discursos que en su mente alienta.
No
pierda la victoria
que de
ella me alcanzó mi vanagloria.
Invisible la asisto.
MARÍA: Un
imposible conseguir conquisto.
Al oído
LUZBEL: ¿De qué
este sentimiento es de provecho
si en
pies, manos y pecho
las llagas te acreditan,
de suerte tal que las sospechas
quitan
al más sutil sentido?
MARÍA: No sé
qué aliento mi consuelo ha sido.
Venció
la vanidad, que hay en mí tanta
que
ofendo a Dios porque me llamen santa.
LUZBEL: Desde
el septentrïón al mediodía,
y de la Scitia fría
al
Etïope adusto
tu fama
ha de volar.
MARÍA: ¡Qué inmenso gusto
regala
a mi memoria
con el
recuerdo de su vanagloria!
Parece
que en lo dulce de su estruendo
el
sueño los sentidos va [...iendo].
Descanse un rato del afán penoso
que
inquieta la virtud con el reposo.
Que después en mis llagas cautelosas
pondré las superficies
mentirosas.
Recuéstase
a dormir en unas almohadas
LUZBEL: Entre varias ideas batallando
y en las llagas pensando
se ha quedado dormida.
Hállese, pues, de mi amistad servida;
que así
su intento loco satisfago
y
después le daré su justo pago.
Venid presto, pintores,
las llagas le poned con sus
colores.
Ven tú con los pinceles,
Vanagloria,
que de eterna memoria
dé este
prodigio al mundo
suceso
a los mortales sin segundo.
Adulación, Lisonja,
parezca santa esta engañosa monja.
Respétela el convento
y tú,
Deleite, saca el instrumento.
Salen la
VANAGLORIA, la
LISONJA, la
ADULACIÓN, y el DELEITE, demonios galanes, con tablas y
pinceles, y el DELEITE trae una vihuela
VANAGLORIA: Aquí
a tu gusto nos tienes.
Mira,
príncipe, qué mandas.
LUZBEL: Que a
esta falsa religiosa
pongáis
de nuevo las llagas,
pues
cuando ella se las pone
de
vosotros se acompaña,
pues os
tiene en su memoria
invisibles su arrogancia.
VANAGLORIA: Aquí
traigo la color
que la
refina y realza
la
sangre que vertió Amor
en el
convite.
LUZBEL: Es bizarra.
Yo
estaba en la mesa entonces.
LISONJA: La que
yo traigo es de tanta
que
vertieron en Siquén
los
hijos de Jacob.
LUZBEL: Basta.
A Dina incité y creyóme.
VANAGLORIA: Y mi
tabla es de las tablas
que
Moisés rompió en el monte,
viendo
desvergüenza tanta
por
adorar el Becerro.
LUZBEL:
Fuertemente se enojaba
el
tartamudo, pues siendo
de
piedra, sobre las tablas
del
Sinaí, piezas las hizo.
Deleite, ¿cómo no cantas?
Di
alguna cosa de gusto.
DELEITE: Vaya
por el tuyo.
LUZBEL:
¡Vaya!
Y
vosotros entre tanto
haced
que pintáis las llagas.
Canta el DELEITE
DELEITE:
"Quien no se estima en el mundo
no le
estima el mundo en nada,
y el
humilde nunca deja
que
pueda decir la fama".
LUZBEL: No
prosigas, que ya vienen
a mi
pesar, de dar gracias
al que
a mí me las quitó,
las religiosas.
LISONJA: Pintadas
están ya como mandaste.
Salen doña JUANA y TERESA con linterna
JUANA: No sé
qué recela el alma
de esta
religiosa y vengo
maliciosa a examinarla.
TERESA: También
yo a lo mismo vengo.
JUANA: Siempre de quedarse trata
sola,
pero ahora la puerta
sin
cerrar dejó olvidada.
LUZBEL: A
examinar su virtud
han
venido doña Juana
y
Teresa. Mi cautela
quedará
así acreditada.
Suspenderéla en el aire
formando algunas palabras
que en
sus oídos parezcan
que son
de ella pronunciadas,
con que
creerán su virtud.
En las almohadas, como está dormida, se
levanta a una elevación y habla como en sueños
MARÍA: ¡Oh,
grandeza soberana!
JUANA:
Hablando está y no podemos
ver con
quién es.
TERESA: ¿Qué más clara
su
santidad se ha de ver?
¿No la
ve que está elevada
en el
cielo?
JUANA:
¡Oh, maravillas
de su
piedad sacrosanta!
De mi
intento arrepentida
pediré
a sus pies postrada
perdón.
LUZBEL:
Pues ya se ha logrado
mi
intento, a tierra bajadla,
porque
despierte y su engaño
acredite mi esperanza.
Va bajando
JUANA:
Inmenso Dios, a tu poder alabe
cuanto
hay crïado: el ave
con
rústica armonía
y
simple solfa, cuando salga el día,
os
consagre alabanzas
pues
que vieron el fin mis esperanzas.
En
acabando de bajar, despierta y salen las monjas
al tablado
MARÍA: ¡Qué
dulce rato! ¡Qué apacible sueño
de mi
memoria ha sido feliz dueño!
JUANA: Dichosa
he visto cuanto con Dios gana
vuestra
merced.
MARÍA: Señora doña Juana,
¿ya han
salido del coro?
Soy una
pecadora, no lo ignoro,
si por
poco cuidado
esta
noche maitines no he rezado.
JUANA: ¿Qué
maitines, señora, si en el cielo
por vuestro amor y celo
estáis
con Dios hablando?
MARÍA: Ya sé
que me reñís con pecho blando
mi
mucha insuficiencia.
TERESA: (Yo no
creyera tal en mi conciencia). Aparte
MARÍA:
Descuido grande ha sido,
mas que
me perdonéis humilde os pido.
JUANA:
Callemos las grandezas que hemos visto
pues
ella disimula.
TERESA: (Mal resisto Aparte
el
placer que en el pecho
apenas caber puede).
JUANA: Yo sospecho
que el
duque habrá llegado.
MARÍA: Yo
también le esperaba con cuidado.
Señora
doña Juana, pienso es hora
de ir a
rezar al coro.
JUANA: Sí, señora,
bien es
volver al templo.
¡Tal santidad no he visto y tal
ejemplo!
Vanse
LUZBEL: Aun
burlando me mata.
¡Que
trate de virtudes esta ingrata!
VANAGLORIA:
¡Notablemente la tienes
a esta
religiosa falsa,
príncipe, en prisión por ser
vanagloriosa y liviana!
LUZBEL: Yo daré
presto con ella,
si
puedo, en eternas llamas.
LISONJA: Todo te
es posible a ti.
Sólo te
faltó la gracia.
Sale por arriba TABACO arrebozado con una
manta
TABACO: Como
gato por enero
que por los tejados anda,
vengo sin saber por dónde.
LUZBEL: Ya está
Tabaco en la trampa.
TABACO: ¿Quién
Tabaco ha nombrado?
¡Válgame Santa Pelagia,
pues de
su vida sabemos
fue
también enamorada!
Quiero
descolgarme agora.
No me hará daño la manta
que
junto a la noria hallé.
Aquí
abajo quiero echarla
porque
no dé el golpe en duro,
que
podrá ser que de manta
aquesta
noche me sirva.
LUZBEL: ¡Qué contento el necio baja!
TABACO: ¡Ah,
Teresa, en qué me pones!
LUZBEL: ¡Ea, dadle en las espaldas,
ministros, la colación
por el
desacato!
TODOS: ¡Vaya!
Danle
TABACO: ¡Válgame Dios! ¿Qué es aquesto?
¡Un
Flor Santo [a mí me] valga!
No
quiero andar por menudo
con los
santos y las santas.
LUZBEL: Dadle
otra vez.
Danle
TABACO: ¿Qué es aquesto?
Si Dios
de aquesta me saca,
¡nunca
más! Pero al molino
como
dicen. ¿Quién me manda
por una
monja gallega
que
pienso tiene dos varas
de
cintura, a verme en esto?
¡Oh,
hazaña desatinada!
No sé
donde pongo el pie.
¡Oscuridad tan extraña
pienso
que no vi en mi vida!
Parece
que curan sarna
aquí
porque huele a azufre.
¡Ah,
licor de Ribadavia,
quién
agora se estuviera
metiéndote en sus entrañas!
LUZBEL: Haced lo que os he mandado.
TABACO:
¡Válgame el cielo! ¿Quién
habla
que me
ve y yo no le veo?
¡Tirando están de la manta!
Díganme
quién son, señores,
si una
cortesía hidalga
algo
puede.
LUZBEL:
Los demonios.
TABACO:
¡Justicia, guarda la gamba!
LUZBEL: Por
tener atrevimiento
de
haber escalado casa
adonde
el culto divino
se
celebra y le dan gracias
a su
dueño, os castigamos.
TABACO: Señor
diablo, ya que es tanta
mi desdicha, que no sé
quién
está aquí, ni quién habla,
enséñeme alguna puerta
o algún
postigo que salga
a la
calle o campo.
LUZBEL: ¡Bueno!
Conozco
que tiene gana,
mas yo
no.
TABACO:
¿Por qué, señor?
LUZBEL: Porque
lleve lo que falta.
TABACO: ¿Qué
falta?
LUZBEL:
No se apresure.
TABACO: ¡De los
dos brazos me agarran,
y tienden como sarmiento!
LUZBEL: ¡Ea,
salid!
TABACO:
¿A quién llama,
señor
demonio de bien?
¡Así la Virgen me valga!
¡Que se
apïade de mí!
LUZBEL: ¡A
compás!
TABACO: ¿Qué es compás?
TODOS: ¡Vaya!
TABACO:
¿Vaya? ¿Qué es aquesto? ¡Ay triste!
En los aires me levantan.
Mantear a un hombre
honrado,
¡vive
Cristo!, que es infamia.
Señores diablos, ¡por Dios!,
les suplico que me hagan
merced que [ya]
descansemos.
LUZBEL: Aquí
cantando descansan.
Dejadle.
TABACO:
¡Sí, por su vida!
Siendo Tabaco, me para
de esta
suerte. ¿Y [está] con éstas
tan
recibido en España?
LUZBEL: Estálo
en gente perdida
de la
her[ej]ía y de ignorancia,
añadiendo vicio al vicio
y disimulando faltas.
Váyase,
que ya es de día,
que
aunque está oscura esta cuadra,
el sol esos montes dora.
TABACO: ¿Por
dónde?
LUZBEL:
Esa es puerta falsa.
Tome su manta y camine.
TABACO: Sobre
esta manta una albarda
merezco
yo por querer
a la
monja o la pintada.
Vase
LUZBEL: Él va
como ha merecido.
VANAGLORIA: Las
religiosas aguardan
con el
estandarte al duque,
César
décimo en la fama.
LUZBEL: Esta
armada es contra mí.
Yo
defenderé mi causa
inquietando el mar de suerte
que al
cielo toquen sus aguas.
Derrotaré los bajeles.
No
quedará vela o jarcia
que
malograda no vean
entre
las espumas canas.
Verán
cerúleos olimpos.
Haré a
Neptuno que salga
de
entre sus pálidas ovas
de su
marítimo alcázar.
Vanse, tocando música de chirimías o
clarines y salen por un palenque el DUQUE de Medina
[Sidonia], el
de VISEO y el de BERGANZA. El [DUQUE] de Medina armado con una
estandarte en que vaya pintado un Cristo y las armas
reales. Por
encima del tablado en una capilla las monjas y abajo un
altar con
dos velas ardiendo
BERGANZA: A
vueselencia, señor,
aumente
el cielo la vida
para
ejemplo y para amparo
de la
cristiana milicia
pues
vemos en tal sujeto
un
animoso Leonidas,
un
Alejandro guerrero,
un
Julio César, que a Amiclas
dijo en
la barca, "No temas,
aunque en
las estrellas frisan
las
olas, que va contigo
mi
fortuna." Y dando envidia
al
orbe, asunto a la fama,
la
heroica empresa lo diga
cuando
el buen Alonso Pérez
de Guzmán
al moro envía
el
puñal para su hijo
desde
el muro de Tarifa,
hazaña
que dando ejemplo
en
bronce ha quedado escrita.
DUQUE: Señor
duque de Berganza,
no he
deseado en mi vida
si no
es hoy, culto lenguaje.
La
ignorancia desanima.
Y así
vuestras alabanzas
dejo
que el tiempo las diga
y la
fama en lo futuro,
de ser
eternas tan dignas.
Que
vuestros méritos viendo,
blasones que inmortalizan,
estirpe
tan generosa
y que a
los reyes se arrima.
Hable
el alma, no la lengua
porque
se siente encogida
de
turbada, no el deseo,
pues el
corazón le anima.
VISEO: En todo
vueselencia
como
tan copiosa mina
da
valor, y honras promete;
pues ven que las aguas mismas
de la Barra de Sanlúcar
con sus
lenguas lo acreditan.
DUQUE: Señor
duque de Viseo,
como se ven tan propicias
en vos todas las virtudes,
¿qué sirve que yo las diga?
No digo más de que viene
hoy el
Duque de Medina
a decir
que le mandéis.
BERGANZA: ¡Gran
señor!
VISEO:
¡Mil años vivas!
TABACO: Ya la
reverenda monja
que era
ayer doña María,
ha
quitado el velo al rostro
escaseando la vista.
DUQUE: Santa
mujer, que en el cielo
estás,
y con Dios habitas
por
obras, que es imposible
que
humana lengua las diga,
el
católico Filipo,
Salomón
segundo, aspira
a la
extirpación y muerte
de la
proterva herejía.
Piadoso
celo le mueve,
cristiano celo le inspira,
santo
fervor le alimenta,
católico ser le incita.
La
proterva Ingalaterra,
con otras rebeldes islas
que están al septentrión
y el norte en sus hielos mira,
con gran parte de
Alemania,
con
fines de Escocia y Frisia,
siguen
al demonio, dando
sacrificios y primicias.
Parado
cual ha juntado
una
armada cuya vista
causa
con horror amor
a quien
piadoso la mira.
Querer
aquí referir
la
religiosa milicia,
los
bajeles que en el mar
tiene
el contrario a la vista,
cuyas
alentadas proas
y bien alentadas quillas
abren
surco donde siembre
el
grano la fe divina,
era
contar las estrellas
que en
el firmamento habitan,
olas y
arenas del mar,
cuando
entraran las de Libia.
Y así
este santo estandarte
aquesta
devota insignia
sobre
aqueste altar le pongo
a
intento que le bendigas.
Tu
bendición le acompaña
que, si
con él camina,
felice
suceso espero
y buen
fin le pronostican.
MARÍA: Dios le
haga venturoso.
DUQUE: Con eso
llevo la dicha
segura.
BERGANZA:
La gente vaya
marchando
hacia la marina.
DUQUE: Ya
empiezan a disparar
las
naves la artillería.
Disparan. Tocan
música y vanse
TERESA: Óyeme,
señor hidalgo.
TABACO: ¿Quién
llama?
TERESA:
La humildad mía,
y la
que ha dejado el siglo
por la
ausencia de esa vista.
TABACO: ¿Es mi
señora Teresa?
TERESA: Dijera
que era la misma
a no
estar tan macilenta
del
ayuno y disciplina.
Ya soy en este convento
una
santa, una bendita.
No como
si no lo masco.
TABACO:
¡Válgame Santa Cecilia!
¡Y qué
lástima tan grande!
TERESA: Óigame
una cosa.
TABACO:
Diga.
TERESA: ¿Es
verdad que va a la guerra?
TABACO: Pues si
soy la valentía
misma,
¿tengo de quedarme?
TERESA: ¿Por
motín se precipita?
¡Jesús,
y qué necio es!
En poco
el vivir estima.
¿Qué me
ha de traer de allá?
TABACO: ¿El
pedir no se le olvida,
siendo
santa?
TERESA:
Siendo monja,
¿cómo
puedo?
TABACO:
Santa mía,
si Dios
a España me vuelve,
la
traeré cosa de risa:
dos
franceses empanados,
tres
ingleses en cecina.
Y,
porque alentado vaya,
écheme
una banda o cifra.
TERESA: Daréle
dos bofetadas,
que
amor también se confirma.
TABACO: Si con
tal pieza de leva
a
Ingalaterra me envías,
quédate
para fregona.
TERESA: Vete,
lacayo.
TABACO:
Adiós, piltra.
Vanse. Sale doña
MARÍA con una
bujía encendida y unas Horas en la mano
MARÍA: ¿Qué
me quieres, pensamiento,
si de
efecto no ha de ser?
¿De qué
te sirve querer
hacer
en el alma asiento?
Bien es
verdad que el contento
me
falta, mas el quejarme
ya es
en balde, y consolarme
imposible. ¿Dónde voy
con
Horas? Que aun tal estoy
que no
acierto a persignarme.
¿Toscos y negros chapines
he de
romper y sufrir,
y a
media noche acudir
desvelada a los maitines?
Cuando
telas y espolines
a la
vista el siglo enseña,
¿estoy en
celda pequeña,
pobre,
y en la religión
mis
mayores galas son
dos
túnicas de estameña?
¿Quién aquí me cautivó
en tan
miserable vida?
Sea
monja una impedida
no una
mujer como yo.
Ya es
sin duda que llegó
el
justo conocimiento.
Quiero
dejar el convento.
Mis
años quiero gozar;
que es
imposible pasar
tal disgusto y tal tormento.
¡Oh,
si aquel don Juan, mi amante,
a quien
por seguirle yo
este
despecho causó,
supiese
mi amor constante!
¡Que en
desdicha semejante
me haya entregado al olvido
quien
fue de mí tan querido!
Sale LUZBEL y mata la luz
Mas ya
la luz se me ha muerto.
No
rezaré aunque no acierto
ya por
estar sin sentido.
Parece que pasos siento.
¿Quién
ha entrado aquí?
LUZBEL: Yo soy
don
Juan, que contigo estoy
oyendo
tu sentimiento.
MARÍA:
¡Válgame Dios, qué portento!
¿Es ilusión tu venida?
LUZBEL: No hay
cosa que a amor impida,
pues
solamente por verte
puse en
brazos de la muerte
la
esperanza de la vida.
Cuanto ha pasado he sabido
desde que en mi busca fuiste.
Y del
modo que saliste
del mar
fiero y atrevido.
Mis
industrias han podido
facilitar este intento.
Las
paredes del convento
salté. A tu celda llegué,
donde
dichoso escuché
tu
amoroso pensamiento.
MARÍA: Con
mi temor -- ¡ay de mí! --
lucha a
un tiempo mi recato.
LUZBEL: Sólo de
servirte trato.
No
receles. Si de aquí
te
quieres salir, en mí
hallarás favor, que estoy
rendido
a ti.
MARÍA:
Ya te doy
crédito. Mira qué quieres.
Llévame
donde quisieres
pues sabes que tuya soy.
LUZBEL: A
Italia, Francia o Flandes
te
llevaré por tu gusto.
Tenle
en todo que no es justo
que
entre miserias tan grandes
estés.
MARÍA: Digo que me mandes.
LUZBEL:
[................. -ura].
Determinarte procura.
Desecha
todo el pesar
que
ninguna he de igualar
a tus
galas y hermosura.
MARÍA: Ya
de Amor en la cadena
estoy
rendida y amante.
LUZBEL: Y ya en
mí el amor constante
de mí
mismo me enajena.
MARÍA: De mi
voluntad ordena.
LUZBEL: ¡Ay de
mí! Que por mi daño,
aunque
de la luz extraño
como
jamás la deseo,
rompiendo los aires veo
con su
luz al Desengaño.
¿A
darla luz viene, cuando
la
tengo yo en mi prisión?
MARÍA:
¡Cielos! ¿Qué hermosa ilusión
viene mi celda ilustrando?
Baja el DESENGAÑO con una hacha encendida de
lo alto
LUZBEL: Mira
que te estás cansando
y en
balde tu luz porfía.
¡Y Él
que con ella te envía!
Di,
¿qué propósito tienes?
Vuélvete por donde vienes
pues
ves que esta prenda es mía.
DESENGAÑO:
Mujer, huye las tinieblas.
Mira
que te está llamando
para tu
bien, dando voces
con su
luz el Desengaño.
Mira
que un soplo es la vida
y es
quien procura tu engaño
el
demonio, que los vicios
te han
puesto en tan triste estado.
¡Hola! ¡Hau! Ave perdida,
mira que te está llamando
el
divino cazador
como le
costaste tanto.
Pasará
la primavera
de tus
juveniles años
y luego
con su rigor
vendrá
el invierno agostado.
No
aguardes a que el cabello
que
iguala del sol los rayos
en
blanca nieve le veas.
MARÍA:
¡Válgame el cielo! Temblando
estoy,
que éste es el demonio!
¡Jesús!
LUZBEL:
Es cansarte en vano
que la
tengo en mi poder.
DESENGAÑO:
Mientes, soberbio tirano,
que yo
la daré mi luz,
pues
para aqueso la traigo.
Vuelve
en ti, mujer, no aguardes
que el
transparente alabastro
de esa
frente apetecida
se
convierta en nogal pardo.
El
nácar de estas mejillas,
bellos
ojos, cerca en arco,
no
aguardes que en verde gualda
las
vuelva el tiempo volando.
Las
perlas de aquesos dientes,
el
clavel de aquesos labios,
se ha
de acabar, que esta vida
es un
sueño momentáneo.
MARÍA esté llorando
Verás
en ébano triste
el
marfil de aquesas manos
si a
las de Dios no te acoges
que te
está su amor llamando.
Cuando
en gustos y deleites
goces
fiestas y saraos,
tocará
la muerte al arma
que es
poderoso contrario.
LUZBEL: Vete y
déjala.
DESENGAÑO:
No quiero,
que en
esto mi oficio hago;
pues
Dios me ha dado esta empresa
y está acabarla a mi cargo.
MARÍA:
¡Clemencia, mi Dios, clemencia!
LUZBEL: ¡No la
verás!
DESENGAÑO:
Pues, dejando
aquí mi
luz, la ha de ver.
Hinca el hacha en el tablado y sube el apariencia
con el DESENGAÑO
LUZBEL: Fuése,
y su luz la ha dejado.
Perdido
soy. Ya reniego
de
cuanto en el estrellado
globo
asiste.
MARÍA:
A esta luz veo
cuán
feo que es el pecado.
¡Valedme, Jesús!
LUZBEL: Ya es tarde.
El
cielo te ha condenado.
Faltó
la misericordia
de
esperarte.
MARÍA:
Llorando
lágrimas
el corazón,
pido,
Señor, vuestro amparo.
Señor,
pequé.
LUZBEL:
¡Pesia al cielo,
el
inventor de los psalmos
con
otro tanto alcanzó
perdón
de injustos agravios!
MARÍA: Déjame
tomar la luz,
que
pues Dios me quiere tanto,
quiero
serle agradecida.
LUZBEL: ¡No has
de llegar!
MARÍA: ¡Suelta, falso!
LUZBEL: ¿Cómo
ya de mí te olvidas?
MARÍA: Fui
engañada con tus lazos
y llegó
el conocimiento
con la
luz del Desengaño.
Coge MARÍA el hacha.
Éntrase
MARÍA por una puerta, y el demonio por otra y dase fin a
la segunda jornada
FIN DEL SEGUNDO ACTO