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CARLOS: Más conmigo os declarad.
FEDERICO: Ya, Carlos, será razón
que no hay gusto que no impida
Que es el más perfecto esmalte,
y en cualquiera pretensión
y que en el mundo no había
quise tener satisfecho
de que el oro en cualquier pecho
que tengo.
Mas si la naturaleza
que en el hombre desdichado
FEDERICO: ¡Oh, Carlos, no conocéis
para que de él no cobréis.
CARLOS: ¿Es posible, Federico,
que enriquecerme previene,
FEDERICO: No hay que igualarme con ellos;
que a sus haciendas y a ellos
eran guïados por él.
CARLOS: Milagros me cuentas de él,
FEDERICO: Tu vida pon en sus manos
CARLOS: En las tuyas poderosas
de ocasiones afrentosas.
Mas, dime, ¿en qué le he servido
que es necio quien premio pide
FEDERICO: Su extraordinario valor
a quien menos le ha buscado
el pagar adelantado.
CARLOS: Di, ¿cómo no es conocido
Y, ¿por qué no se descubre?
FEDERICO: No hay por qué tengáis temor,
que, aunque vive en parte oscura,
Por eso se encubre de él.
FEDERICO: Conmigo llevaros quiero.
(Con esta industria espero Aparte
CARLOS: ¿Vive acaso en la ciudad?
FEDERICO: En cualquiera parte vive,
y voluntades recibe.
contándole las verdades
FEDERICO: Aunque en mi casa pudiera
pienso que es mejor, por Dios,
CARLOS: Seré su esclavo y vasallo.
FEDERICO: En el campo lo hablaremos,
CARLOS: ¿Pues tan lejos ha de citar?
FEDERICO: Será una legua de aquí.
CARLOS: ¿Habéis de ir sin pajes?
FEDERICO: Sí,
que esto secreto ha de estar,
pero, por cierta ocasión,
FEDERICO: Pues, ¿tenéis algo que hacer?
CARLOS: Cumplir con mi devoción.
por ser de la Candelaria
FEDERICO: (Antes del anochecer Aparte
FEDERICO: Que vendrás con él espero.
FEDERICO: De ellos os podréis vengar,
¿No los honréis como antes?
CARLOS: No, a fe, ni por pensamiento,
porque hace el escarmiento
sabios a los ignorantes.
MARÍN: Digo que la moza es mía
GARAVÍS: ¿Suya? ¿Cómo puede ser
porque la desigualdad
la contienda y pretensión.
GARAVÍS: Es prueba de mi afición.
LAURA: No es mal invite el postrero.
GARAVÍS: Con más llaneza te quiero;
LAURA: Esto de lugar me agrada;
un marido melindroso
por eso de tu favor;
LAURA: No me determino en nada.
MARÍN: De espacio las bodas van;
yo espero.
MARÍN: Mas dime, ¿ya Julia olvida
a Carlos?
la tiene ya convencida.
MARÍN: No es bien que tanta belleza
del don de naturaleza.
JULIA: ¡Qué siempre tengo de hallar
Mi desventura lo ordena,
que el amor pierde el respeto,
MARÍN: Yo quiero desengañarte.
Ver tu constancia desea
JULIA: ¡En tales pruebas se emplea!
JULIA: Hoy, [sí] que la devoción
JULIA: Muchas damas suelen ir,
y así a mi padre también
que allá estará.
hacen varias estaciones.
JULIA: Mi padre es aquéste. Espera.
[A LAURA]
GARAVÍS: A quererme te dispones;
Salen HORACIO, JORGE, OCTAVIO y FABRICIO
HORACIO: Determinado estoy a que se case,
pues merece más honra Federico.
FABRICIO: No hay quien más lo merezca en toda Génova.
OCTAVIO: Las fiestas ordenad, para que os sirvan
vuestros amigos.
Ya admite los crïados, ya se alegra.
FABRICIO: ¡Cómo discreto y cuerdo habrá él sentido
que ha de ser de estas partes el marido!
JULIA: ¡Qué ciego que le tiene la codicia!
MARÍN: Da principio a tu intento, y no des muestras
de disgusto ninguno.
ya parece que veo en tu semblante
que obedeces contenta mis preceptos.
JULIA: Eres padre, en efecto, y reconozco
que tengo en tu elección mejor ventura
que esperaba mi amor o mi locura.
que es lo mismo que el juicio.
JULIA: Quisiera ir a la ermita en que celebran
la Candelaria.
HORACIO: Pongan luego el coche;
que quiero acompañarte.
MARÍN: (¡Pegóse por un lado!) Aparte
HORACIO: Tu escudero he de ser.
FABRICIO: Todos queremos ir a acompañarte.
HORACIO: Pues prevengan la cena; y esta noche
nos quedaremos en mi casería
y empiece a celebrarse el casamiento
con músicas y bailes esta noche.
JULIA: (Por cualquier parte impiden mi deseo).Aparte
MARÍN: Ya es forzoso que vayas.
Vanse y salen CARLOS y FEDERICO con espuelas y
botas como que dejan los caballos
vuelve atrás, se altera y bufa.
FEDERICO: Átale a ese tronco seco
¡Vive el cielo, que el cabello
¡Qué aquí tu amigo se encubra!
Di quién es; que estoy helado.
FEDERICO: Detente, Carlos, y escucha.
¿Qué temes? ¿Qué dificultas?
fácilmente las acuña.
Las perlas, que en blancas hostias
acabar tu desventura.
No temes.
FEDERICO: ¿Es mejor que vivas pobre?
CARLOS: Ya estoy entre varias dudas:
ver que todos me desprecian
los disfavores de Julia;
¡Celos y ambición! ¿Qué es esto?
CARLOS: Temo esa paz, Federico,
FEDERICO: Pues, ¡vuélvete y vive pobre!
CARLOS: ¿La riqueza me aseguras?
CARLOS: Debe alterar a un cristiano
el nombre.
la cruz.
aunque es el norte que alumbra.
FEDERICO: Tus pies mil veces pido.
DEMONIO: Amigo, Federico, no he de darlos.
Tú seas bienvenido.
FEDERICO: No temas; llega. No te turbes, Carlos.
CARLOS: Pesar del miedo infame
he de aguardar por fuerza a que me llame.
a Carlos, que la vida y alma ofrece.
DEMONIO: Noticia tengo de él. Mucho merece
pues por el interés olvida el cielo.
CARLOS: De ellos aguardo nuevo ser y vida.
tras la esperanza larga y consumida,
con este nuevo dueño que obedezco?
FEDERICO: Bien sabes su pobreza;
que estuvo rico, y vive enamorado,
Sus amigos y deudos le han negado.
DEMONIO: Haré que nuevos títulos posea.
con rayos de oro, y con su llanto riega
y el mercader solícito navega,
de los indios tesoros avariento;
llega a ver con su vuelta presurosa,
cuánto besa la margen bulliciosa
que ya corren furiosos, y tardíos.
Yo atajo el curso y vuelo de las aves.
si darme gusto y agradarme sabes.
del promontorio austral hasta la China.
de tapices de seda y pedrería,
y al romperse los párpados del día
chapiteles de plata
retratarán las nubes de escarlata.
de los tiempos tu vida será larga
contra la muerte, que la edad embarga,
tu blanca hebra de sus negros copos.
quien tiene tu amistad, raro monarca,
y todo el mundo en su poder abarca!
Por tu siervo menor me constituyo.
vuelva a ver cómo rondo sus umbrales,
ha sido causa de mis nuevos males,
que no puede olvidar el que bien quiere.
DEMONIO: (Aquí, doncella, perderás los bríos). Aparte
DEMONIO: Hoy triunfarás de necios desvaríos.
FEDERICO: Hoy sin estorbo quedo.
DEMONIO: Más tendrás que perdiste. Pierde el miedo.
CARLOS: ¿Qué me mandas que haga?
DEMONIO: Cosas leves y fáciles te pido.
Porque me satisfaga,
niega la crisma y fe que has recibido;
que el que a mí se encomienda
no ha de buscar a Dios que le defienda.
CARLOS: ¿Que niegue a Dios me pides?
FEDERICO: Ya están en la ocasión, ¿de qué te alteras,
esa fe conservada tan de veras?
Con amor y codicia me provoco.
haré lo que me pides. ¿Qué más quieres?
DEMONIO: ¡Oh, noble caballero,
corona y cetro con negarlo adquieres!
Ya que lo más has hecho,
de lo que es menos quede satisfecho.
niega a su madre que es el enemigo
de mí menos tentado.
Su Hijo puede ser cierto testigo,
FEDERICO: Carlos, ¿de qué te turbas y enmudeces?
¿Yo negaros a vos por la riqueza?
incorruptible palma cuya alteza
antes el alma salga por la boca!
por negar a María, antes quisiera
pudo Dios nueve meses retratarse?
por no jugar la vid de donde pende
ni la pobreza ni el amor me ofende.
DEMONIO: ¡Oh, necio, que a Dios niegas,
y de esa vana devoción te ciegas!
¿No es Dios el que ha de darte
la gloria eterna? ¿Puede esa María
CARLOS: Tan buena madre, di, ¿qué pediría
¡Déjame que la adore y la confiese!
DEMONIO: Volverás necio y pobre,
perdida el alma y sin ganar la hacienda.
tu alma es mía. Déjame esa prenda.
FEDERICO: Carlos, ¿en qué reparas?
Desde hoy por mi enemigo te declaras.
Descúbrese en el tronco de un árbol
JULIA y una mesa con las muestras de grande riqueza, y dice el
DEMONIO: Mira, Carlos, tu dama
que, viéndote tan próspero, te espera
de quien tendrás en la ocasión primera
dulce alivio y descanso de casados.
del oro que en mi vaso te apercibo,
y apenas pongas al dorado estribo
la silla ocupes y en sus hombros bajes,
y cuanto te reciba
tu hermosa Julia, entonces verás cierto
FEDERICO: Di, pues, ¿qué haces? De tu bien te advierto.
María por su medio me asegura.
DEMONIO: A pesar de los cielos
tu alma es justo que en mi reino guarde
en tantos desconsuelos.
¿Perdonaráte Dios, necio cobarde?
nuevo Miguel, y vuelvo al reino triste.
Ábrese el tablado y húndese el
DEMONIO echando mucho fuego y desaparece lo demás
¡Qué me abraso y enciendo en vivas llamas!
CARLOS: Yo quedo helado y frío.
Los troncos arden y las secas ramas,
del negro ardor, las verdinegras hojas...
Quisísteme perder, y estás perdido.
FEDERICO: Quéjaste sin provecho.
Deja que vuelva, del temor vencido,
a Génova.
FEDERICO: Deja que acuda a la piadosa fuente.
y yo de miedo entre mi llanto muero.
No me atrevo a llegar por el sombrero.
voces me dan en los peñascos broncos.
de aquestas riendas los confusos nudos,
parece que los ramos, aunque mudos,
Las manos tiemblan y los pies se enlazan.
¿Quién me tira del brazo? ¿Quién me asombra
Desde dentro
DEMONIO: En vano huyes, Carlos.
amparo de los hombres, alba hermosa!
Vase CARLOS y salen HORACIO, JORGE, OCTAVIO,
FABRICIO, MARÍN, LAURA y JULIA, bailando. Cantan
MÚSICA: "Señora mía de la Candelaria,
que yo no os pido la vida larga,
HORACIO: Ya es tarde. No cantéis más,
que es hora que descanséis.
MARÍN: Mejor es que nos dejéis.
MARÍN: Hasta que amanezca el día
para que al amanecer
MARÍN: En vano este lance echamos.
JULIA: No sé qué tengo que hacer.
JULIA: Pues quien hablarle desea
JULIA: Hasta que amanezca el día,
porque con esa intención
HORACIO: Pues contigo quedaré.
MARÍN: (¡Vive Dios, que es socarrón!) Aparte
JULIA: ¿Para qué quieres tener
No hay hasta el día cuatro horas.
JORGE: Nosotros, ¿qué hemos de hacer?
HORACIO: Solos aquí nos dejad.
OCTAVIO: ¿Solos quedaros queréis?
HORACIO: Por nosotros volveréis,
JULIA: (Por guarda de vista queda Aparte
FABRICIO: Si así los viejos son,
HORACIO: No hay que temer junto a Dios.
Id con Él.
MARÍN: Id cantando por el prado.
Ruego a Dios que no se le apague
HORACIO: Por gusto tuyo me quedo
JULIA: (Ninguna justa respuesta Aparte
HORACIO: ¿Cuánto va que te ha pesado
Que a fe que te he de engañar.
con él?
pero temo.
en el altar, y en cualquiera
JULIA: Pues, señor, la verdad es
es éste?
ilusión tuya después.
HORACIO: Es así.
Escondámonos aquí
Escóndense detrás de una cortina
JULIA: A la puerta se ha parado.
HORACIO: Ruego a Dios que algo no cueste
tu oración.
JULIA: (Carlos es éste. Aparte
Sale CARLOS turbado, sin sombrero y capa, mirando
CARLOS: Si puede valer la iglesia
a delincuente tan torpe
y empuñando el limpio estoque.
con engaños y traiciones.
Corre CARLOS la cortina, y aparécese una
IMAGEN de Nuestra Señora en pie y con el Niño en
los brazos
Échese CARLOS al pie del altar
el procurador que abogue
justicia, aunque tanto importe.
muchas veces vencedores.
contra infernales legiones.
Suena música dentro, y vuelve la IMAGEN el
IMAGEN: Mirad qué amorosos nombres,
para que no me neguéis
y el que de mí se socorre,
por ser vuestra madre, es justo
JESÚS: ¡Oh, madre! ¿Cómo es posible
CARLOS: ¡Ay de mí! ¡Misericordia!
Híncase de rodillas Nuestra Señora
IMAGEN: Rey mío, por los temores
que no se condene quien
JESÚS: ¿Qué pediréis, madre mía,
No oscurezcáis vuestros soles
divinos, que donde están
Volvedme, madre, a los brazos;
que no hay trono más conforme,
y no me hallo sin ellos,
Vuélvele a tomar en los brazos como antes,
con mucha música, y cúbrese la cortina
IMAGEN: Volved, mi Jesús querido,
os guardo.
HORACIO: Indignos ojos, ¿qué veis?
JULIA: Muda de piedad y miedo,
CARLOS: Ya, amor, no me venceréis,
HORACIO: Digo que alabo tu amor.
¡Ay, cielos! ¿Quién está aquí?
HORACIO: Vuestro amigo humilde soy.
JULIA: Sosegaos; no os alteréis.
CARLOS: Señor Horacio, señora,
HORACIO: Por estar adonde estéis
pues en tales ocasiones
aquí, escondidos los dos;
¿quién os ha de querer mal?
que mandéis mi hacienda os pido.
Julia es vuestra, aunque fue mía,
porque no se iguale a un hombre
El estar yo aquí será
sobre la de Dios la mía.
CARLOS: Señor, tras de tanto bien
y vuestra oferta también.
con mi loca pretensión,
HORACIO: Él todo os ha perdonado.
CARLOS: ¡Qué fácil, dulce María,
JULIA: ¿Dudoso, señor, estáis?
CARLOS: Por ver que no os merecía.
Tocan dentro y salen cantando los que se entraron
antes. Cantan
Cantan y bullen fuentes al son".
HORACIO: Muy bien venidos seáis
que ya con vuestra alegría
LAURA: ¿Cómo?
FABRICIO: ¿Qué es esto?
CARLOS: Sí.
HORACIO: Todos le habéis de abrazar.
GARAVÍS: Para avisaros corriendo
JORGE: ¿Qué tienes? ¿Qué ha sucedido?
GARAVÍS: Que no me creeréis entiendo.
cuando, como el mismo viento,
que, aunque a deshora, le abrieron,
que en la voz le conocieron.
a confesar.
GARAVÍS: Dejéle, y volvíme a casa
porque todas las pinturas
su amigo.
el hábito.
CARLOS: ¡Qué riquezas que heredaba!
MARÍN: En tu servicio me quedo;
GARAVÍS: Ve al lugar porque te asombres.
CARLOS: Y aquí la comedia acaba,
FIN DE LA COMEDIA