JORNADA PRIMERA
Salen el CONDE y MARGARITA:
CONDE:
Vuelve a mi cuello esos lazos,
del
alma alegres despojos.
MARGARITA: Para
verte y darte abrazos,
quisiera infinitos ojos
y más
que infinitos brazos.
¡Mi
Conde!
CONDE:
¡Mi Margarita!
MARGARITA: ¿Cómo
lo pasaste allá?
CONDE: Con
pena más que infinita,
mas, si
muere el que se va,
el que
vuelve resucita.
Y tú,
mi alegría, aquí
muerta
estarías también.
¿Cómo
estuviste?
MARGARITA:
¡Ay de mí!
Para
responderte bien
basta
decir que sin ti,
y sin mí, pues quedé tal...
CONDE: ¿Fue
cierto aquel accidente?
MARGARITA: Y
hubiera de ser mortal.
CONDE: Di que
crece el bien presente
referir, pasado, el mal.
MARGARITA:
Cuando, a mi pesar, partiste
por
general a esta guerra,
llorando tus desengaños,
di
crédito a mis sospechas,
porque, entre muchas señales
tan penosas como ciertas,
vi crecerme la barriga
casi al
compás de la pena.
Por tener con estas sobras,
señor, mis faltas secretas,
¡qué hice de fingimientos,
qué compuse de cautelas!
Así
pasé nueve meses,
pero al
cabo de ellos llegan
los dolores con la noche,
que
nunca la vi más negra.
Vime --
¡ay triste! -- en mi aposento,
con
sola mi camarera,
que con
lágrimas no más
acompañaba a mis quejas,
y éstas,
mi bien, no salían
del
pecho sino por señas,
porque
en llegando a la boca
yo les
cerraba la puerta.
De una
sábana mordía
con el
miedo, y así eran,
aumentando la congoja,
sordo
el llanto y mudas ellas,
aunque
no lo fueron tanto
que,
con la pasión inmensa,
no
saliese algún gemido.
Oyéronle mis doncellas,
dieron
aviso a la infanta;
vino a
verme, y yo, por fuerza,
descubríle mi secreto,
dile
parte de mi pena.
CONDE: ¿A la
infanta?
MARGARITA:
Sí, a la Infanta.
Y me
esforzaba ella mesma
con las manos, con los brazos,
con los
ojos, con la lengua.
Con su
ayuda y la del cielo
tomé
aliento, tomé fuerzas,
defendiéndome la vida
el no
cansarme de hacerlas.
Nació así el más bello infante
que
formó naturaleza,
al
punto que el sol nacía
alumbrando cielo y tierra,
que,
según tardó, imagino
que
esperaba a que naciera,
porque le imitara en esto
quien
le imita en la belleza.
La
infanta se le llevó
y yo
quedé casi muerta.
Dice
que a crïar le ha dado
porque
la vida le deba.
CONDE: ¿Ella
le tiene?
MARGARITA:
Y le ampara.
Ruego
al cielo que parezca
a su
padre en el valor
y a su
madre en la firmeza.
La
color tienes turbada,
di la
causa, conde amigo,
Dime
¿qué tienes?
CONDE: No es nada.
MARGARITA: Pues,
¿tú, secretos conmigo?
CONDE: ¿Y tú
conmigo enojada?
Óyeme.
MARGARITA:
Tengo razón.
CONDE: Yo te
diré la ocasión,
porque
de ello no te ofendas.
La
infanta adora mis prendas
quizá
porque tuyas son;
y
así, Margarita hermosa,
su
rigor vengo a temer,
que la
invidia es poderosa,
y más
en una mujer
aborrecida y celosa.
MARGARITA: Con
causa afligido estás,
mas tú
la culpa has tenido
de la
pena que me das;
bien
dicen que el ofendido
ignora
estas cosas. Mas
¿cómo has callado, señor,
y tanto?
CONDE:
El darte martelos,
fuera
ofender tu valor,
que el
que enamora con celos
sin
duda le falta amor.
Y el
que descubrir pretende
los
amores de otra dama,
a la
que su pecho enciende,
en el
gusto y en la fama
la una
enfada y la otra ofende
y con las dos desmerece.
MARGARITA: ¿Cómo
la infanta al de Hungría
entretiene y favorece?
CONDE: Pienso
que en mi amor se enfría
y a sus
quejas se enternece.
MARGARITA:
Parece que te ha pesado.
Las
colores te han salido
que
antes se habían entrado.
CONDE: Tu
imaginación ha sido,
que
hace efeto en tu cuidado.
Mas, pues he llegado a verte,
serás, mi esposa, señora;
esta
mano he de ofrecerte,
que, a
no venir vencedora,
no
pudiera merecerte.
¿Perderás así el recelo
de lo
que aquí imaginaste?
MARGARITA: Darásle
al alma consuelo
mas la
infanta viene.
CONDE: Baste.
MARGARITA: Voyme,
adiós.
CONDE:
Guárdete el cielo.
MARGARITA:
¿Mostraráste agradecido
si lo
que hizo por mí
te
dijere?
CONDE:
Harélo así.
Vase MARGARITA y sale la INFANTA
INFANTA: Seas,
Conde, bien venido.
CONDE: Pues
vengo a servirte a ti.
Arrodíllase el CONDE
INFANTA:
Levántate.
CONDE:
Si tu alteza
me da
las manos primero.
INFANTA: Cubre,
conde, la cabeza,
y cubre
el pecho de acero, y
escúchame.
CONDE:
(Mal empieza. Aparte
Si
es que matarme pretenden,
podréme
así prevenir.)
Levántase el CONDE
INFANTA: No me
podrás resistir,
si mis
razones te ofenden,
las que
te quiero decir,
y en ellas podrás mirar
si son limpias y sencillas,
pues aunque vengo a
pensar
que te
ofenderá el oíllas,
no te
las puedo callar.
¿Por
qué con tanta crueldad
menosprecias de este modo
mi
alteza, mi calidad,
mi
reino y mi voluntad,
que te
obliga más que todo?
CONDE:
¿Cómo preguntas por qué,
pues tú
lo sabes mejor?
INFANTA: Bien
dices que yo lo sé.
CONDE: A quien
debo fe y honor,
pago
con honor y fe.
INFANTA: Muy
empeñado estarás,
si
debes a Margarita
o el
honor que tú le das
o el
honor que ella te quita,
que yo
sé, Conde, que es más.
¿Qué
te suspende y altera?
¿Cómo engañado has vivido
dejando...
CONDE:
(¡Ah, crüel, ah, fiera!) Aparte
INFANTA: ...por
un gusto repartido
una
voluntad entera?
CONDE: (¡Oh
lengua infame y maldita!) Aparte
¿No sabes que Margarita
entera
en mi pecho está?
¿Quien
toda el alma me da
dices
que el amor me quita?
Ese
lenguaje importuno
deja,
senora, por Dios,
aunque
para mí es ninguno.
INFANTA: La
mujer que quiere a dos
¿no es
cierto que ofende al uno?
CONDE: A mí
solo me ha querido.
¿Dónde
tus intentos van?
INFANTA: Bien
engañarte ha sabido.
Quiérete
a ti por marido,
y al de
Hungría por galán.
CONDE:
(¡Oh, terrible confusión!
Aparte
Ésta me
miente, no hay duda,
con la
celosa pasión.)
INFANTA: (De mil
colores se muda.) Aparte
CONDE: ¿No
sabes que primos son
Margarita y el de Hungría?
Del pensamiento desvía
esa
sospecha importuna.
INFANTA: Conde,
la sangre que es una,
unos
pensamientos cría,
y éstos la juntan mejor,
para
que el mundo engañado,
como es
tan uno el color,
no
advierta que se ha mezclado.
CONDE: (¡Ay,
mal nacido temor!) Aparte
¿Que
no me quieres dejar?
¿Quiérete el príncipe a ti
y dasme
a mí ese pesar?
INFANTA: ¡Qué
bien te supo engañar!
CONDE: ¿Luego
esto es engaño?
INFANTA: Sí,
y de
esa misma razón
verás
que pende tu daño,
pues en
cualquiera ocasión,
a la
sombra de ese engaño
disimula su traición,
y a
decirte habrá probado
que el
niño que ella parió
y que yo al príncipe he dado,
era
tuyo.
CONDE:
Sí, ¿pues no?
¿Qué
dices?
INFANTA:
Que te ha engañado.
CONDE: ¿No
es el niño prenda mía?
INFANTA:
¿Tuya? Del príncipe es,
que
hereda el reino de Hungría,
cuando
es la traición con pies,
alcanza
cuanto porfia.
Y
que me le ha dado, es cierto,
para
que a él se le diese;
y,
diciendo que era muerto,
para
contigo estuviese
este
secreto encubierto.
Mira
si, de ella ofendido,
es
justo que a mí me trates
con
desdén y con olvido.
CONDE: Fuertes
son estos combates,
pero a
mí no me han vencido.
Que
no es mi pena tan loca
que
turbe así mis sentidos,
y este
fuego que me toca
llega
helado a mis oídos,
aunque
está ardiendo en tu boca.
INFANTA: A
mal parecer se arrima
tu
opinión, no hay bien que espere.
(Su
valor me desanima.) Aparte
CONDE: Quien
no confía no estima,
y quien
no estima no quiere.
Yo, que en Margarita bella,
estimo
tanto el valor,
la
fineza de mi amor
pruebo
en confïarme de ella.
INFANTA:
(Esfuércese mi rigor,
Aparte
crezca el llanto, atice el fuego,
que a
tan gran desdicha llego.)
Son tus sinrazones muchas,
mas, Conde, pues sordo escuchas,
yo he de ver si miras
ciego.
CONDE:
¿Cómo así?
INFANTA:
Haciéndote ver
lo que
creerme no quieres.
CONDE: Entonces podría ser.
(¿Quien fïará de mujeres, Aparte
si Margarita es mujer?)
INFANTA:
Donde la sueles hablar
esta
noche has de venir;
pero has de ver y callar.
CONDE: Mejor
dijeras morir
donde
me acabe el pesar.
INFANTA: Pero
en viendo el torpe efeto,
has de
hacer por mí una cosa.
CONDE: Cuantas
pidas te prometo.
INFANTA:
Recibirme por esposa.
CONDE: Yo lo
ofrezco.
INFANTA:
Yo lo aceto.
Vase entrando el CONDE poco a poco por la una
puerta, y van saliendo el PRÍNCIPE de Hungría y
MARGARITA por la otra. Hablan aparte el PRÍNCIPE y
MARGARITA y la
INFANTA con el CONDE
CONDE: Yo
me voy.
PRÍNCIPE:
Yo, prima mía,
temblando de miedo vengo.
MARGARITA: Llega
sin él y porfia.
PRÍNCIPE: Yo le
perderé, pues tengo
una
estrella que me guía.
INFANTA: (La
ocasión viene extremada Aparte
para
acreditar mi engaño.)
Comience tu desengaño.
Tal
viene que, de turbada,
no te
ha visto.
MARGARITA:
Estás extraño.
INFANTA: Si
te ve, no habrá lugar
de
desengañarte más.
..................[ -ar]
Vete,
conde. ¿Cuál te vas?
MARGARITA: Agora
puedes llegar.
PRÍNCIPE: Si
eso en mi favor se ordena,
no será
mi suerte poca.
Da muestras de gran sentimiento el CONDE
INFANTA: (¡Con
qué rabiase provoca! Aparte
Por
señas dice la pena
que le
ha cerrado la boca.)
PRÍNCIPE: ¿Con
qué pagarte podré
lo que
debo al bien que gano?
Al entrarse el CONDE cáesele el sombrero y
dale con el pie
INFANTA: (Loco
va; el sombrero fue Aparte
que le
cayó de la mano
y le
arroja con el pie.)
A la
INFANTA
PRÍNCIPE: Todo
el cielo vengo a ver
en este
rostro divino;
mas
temo, porque imagino
que te
enojo.
INFANTA:
¿Ha de temer
quien
tiene tan buen padrino?
MARGARITA: ¿A
quién habrá que no asombre
la
merced que me concedes?
INFANTA: Todo
conmigo lo puedes.
MARGARITA: Señora,
y ¿podré en tu nombre
dar
premios?
INFANTA:
Y hacer mercedes.
PRÍNCIPE: Pues de ellas vendré a tener
esperanza.
MARGARITA:
Mucho puedo,
INFANTA: Porque
te las pueda hacer,
quiero
irme y le concedo
un
absoluto poder.
PRÍNCIPE: Mira
que seguro estoy
que se apasiona por mí.
INFANTA: Y aun
por eso se lo doy.
Oye,
Margarita.
MARGARITA: Di.
Háblanse al oído la INFANTA y MARGARITA
INFANTA:
Escucha.
PRÍNCIPE:
(Dichoso soy. Aparte
¡Cielo divino! ¿Qué advierto?
Es tan
grande, es tan sobrada
la
gloria en que me divierto,
que me
parece soñada.
¿Si
duermo? ¿Si estoy despierto?)
INFANTA: Adiós,
príncipe.
PRÍNCIPE: Él te guarde.
Vase la
INFANTA
MARGARITA: Agora
ya no estarás,
como
otras veces, cobarde.
PRÍNCIPE: Di.
MARGARITA:
¿Tardo?
PRÍNCIPE:
No esperes más,
que no hay gloria que no tarde.
MARGARITA: A
premiar tu amor y fe
la
infanta su gusto allana.
Haz una
seña y saldré
esta
noche a la ventana
donde
otras veces te hablé,
y en sabiendo que está abierta,
por la
puerta del jardín
entrarás.
PRÍNCIPE:
Si se concierta
esto
así, dichoso fin
das a
mi esperanza muerta.
A ti
te debo esta palma,
prima
del alma querida,
a ti te
debo la vida
y a ti
te consagro el alma.
MARGARITA: Ya mí
me tienes corrida.
PRÍNCIPE: Dame
los pies, que me toca
estarlos siempre adorando.
MARGARITA: Es
mucha merced.
PRÍNCIPE: Es poca,
pues lo
que fueres pisando
he de
barrer con la boca.
Vanse. Sale el CONDE
CONDE: Ya
llego, enemiga suerte,
a
entrar en cuentas contigo,
mas
¿con qué pasos te sigo
cuando
espero el de la muerte?
¿Que
es posible persuadirme
esta
pena que me incita?
¿Que es
mala mi Margarita,
y con
ser piedra no es firme?
Mas
de un miedo tan cobarde
me
resisto y me acompaño,
que
espero mi propio daño
y me
pesa de que tarde,
como
el que en el campo aguarda
al
contrario en quien se venga,
que
desea que no venga
y le
parece que tarda;
como
el que en naufragios tales
el
miedo y congoja aumenta,
esperando la tormenta
de que ha
tenido señales;
como
el que sobre un tablado,
para
fin de sus enojos,
con una
venda en los ojos
espera
el cuchillo airado;
y al
fin, por decir mejor,
como yo
mesmo diré,
que
hago prueba de una fe
con
sospecha y con amor.
Sale el PRÍNCIPE
PRÍNCIPE:
Noche más bella que el día,
cielo
hermoso, luces bellas,
¿quién,
entre tantas estrellas,
pudiera
adorar la mía
pues
acaba tantos males
logrando sólo un deseo?
Hace una seña el PRÍNCIPE
CONDE: Ya de
mis desdichas veo
de más
cerca las señales.
Sale MARGARITA a la ventana
MARGARITA: Mi
príncipe.
PRÍNCIPE: Mi señora.
MARGARITA: La
puerta he dejado abierta.
PRÍNCIPE: Dichoso
yo.
MARGARITA:
Ve a la puerta;
ya te
espera quien te adora.
Éntrase MARGARITA y el PRÍNCIPE se va
CONDE:
¡Ojos que la causa vistes
de la
pena a quien resisto!
¿Es
verdad lo que habéis visto?
¡Ojos
ciegos, ojos tristes!
Cielo, decídmelo vos,
si es
verdad o son antojos,
y, pues tenéis tantos ojos,
mirad si se engañan dos.
Si
es esto verdad o engaño,
con
todos ellos mirad;
pero
sin duda es verdad,
pues ha
de ser en mi daño.
¿Que
me supiese engañar
Margarita pudo ser?
¡Ah,
voluntad de mujer,
ligera
espuma en el mar,
torre con falso cimiento
que la
pierde quien la hace,
nube
que al sol se deshace,
humo
que se esparce al viento;
anuncio cierto del mal,
voz de
engañosa sirena,
agua
echada sobre arena,
que
apenas deja señal,
luz que haciendo mejor cara
muestra
que morir se quiere,
fuego
que atizado muere,
piedra
que en su centro para,
al
sol derretida nieve,
aire en
redes recogido,
villano amigo corrido
que no
os habla porque os debe,
rayo
que abrasando pasa;
rigor,
engaño, traición,
laberinto, confusión
de esta
Troya que se abrasa!
Sale la
INFANTA a una ventana y MARGARRITA a otra,
y vuelve (a salir el PRÍNCIPE por donde entró
INFANTA:
(Voces oigo. Mi traición
Aparte
ha
hecho esta vez su efeto.)
Ce,
conde. Si eres discreto,
muéstralo en esta ocasión.
MARGARITA: (¿No
es el Conde? ¿Qué recelo?) Aparte
PRÍNCIPE: (¿Qué
puede haber sucedido?) Aparte
CONDE: (A la
ventana han salido.) Aparte
MARGARITA: (El
conde es, sin duda, ¡ay, cielo!)Aparte
INFANTA: Tu
paciencia es bien que pruebes,
cuando
yo a servirte pruebo.
CONDE: Ya sé
que el honor te debo.
INFANTA: Y una
palabra me debes.
De
cumplirla luego trata.
MARGARITA: (¿Qué
escucho?) Aparte
PRÍNCIPE:
(¿Qué vengo a ver?)
Aparte
INFANTA: ¿Qué
dudas?
CONDE:
Rey quiero ser,
pues
Margarita es ingrata.
PRÍNCIPE:
(De penas soy un abismo.)
Aparte
MARGARITA:
(Infelice y triste estrella.)
Aparte
CONDE: Por
tomar venganza de ella
la
tomaré de mí mismo.
De
ser tu esposo te doy
palabra.
INFANTA: Y
de ser tu esposa
la recibo.
PRÍNCIPE:
(¡Extraña cosa!) Aparte
MARGARITA: (¿Que
tan desdichada soy Aparte
que
a morir rabiando vengo?)
PRÍNCIPE: (¿Que
tan mal se corresponde Aparte
a una
amistad?)
INFANTA:
Adiós, Conde,
honrados testigos tengo,
y no
me podrás negar
la
palabra que me has dado.
CONDE: Ve,
señora, sin cuidado,
que yo
te la vuelvo a dar.
Éntrase la
INFANTA
PRÍNCIPE:
Quitaréte yo el vivir,
para
que, conde atrevido,
ya que
dársela has podido,
no se
la puedas cumplir.
MARGARITA:
Teneos, ¿qué daño se ordena?
(Procurarélo estorbar,
Aparte
si
acaso puedo llegar
sin que
me acabe la pena.)
Éntrase MARGARITA
CONDE: ¿A
eso te obligas?
PRÍNCIPE: Sí obligo.
Quitarte la vida quiero,
pero
confiesa primero
que
mueres por falso amigo.
CONDE:
Tengo yo muy duro el pecho
y no le
podrás pasar,
y no es razón confesar
los pecados que tú has hecho.
PRÍNCIPE: Pues ¿yo, falso amigo?
CONDE: Sí.
PRÍNCIPE: No
ofendas mi trato noble.
CONDE: Mejor
le dijeras doble,
pues lo
ha sido para mí.
Tu
fingido sentimiento,
aunque me ofenda, me agrada.
PRÍNCIPE: No te
matará mi espada,
pues no
te ha muerto mi aliento,
que
puro veneno arroja.
CONDE: Iguales
armas tenemos.
Sale MARGARITA y pónese en medio
MARGARITA: ¡Qué
rigurosos extremos
de
desdicha y de congoja!
¡Príncipe, Conde!
CONDE: ¡Ah, traidora,
que tú
la culpa tuviste!
MARGARITA: Volved
a mi pecho triste
esas
espadas.
PRÍNCIPE:
Señora...
Apártate, prima.
MARGARITA: Primo.
PRÍNCIPE: Seré su
justo homicida.
MARGARITA: No ha
de perderse una vida
a quien
con el alma estimo.
CONDE: Oh, falsa, Dios te destruya!
MARGARITA: ¿Yo soy
falsa?
CONDE:
¡Infame eres!
MARGARITA: Seré lo
que tú quisieres
por no
dejar de ser tuya.
Señores, tanto rigor...
Acordaos que soy mujer.
PRÍNCIPE: Yo le
tengo por volver
por mi
gusto y por mi honor;
pero
justa cosa es
obedecerte, señora.
CONDE: Yo
pienso escucharte agora
para
dejarte después.
PRÍNCIPE: Prima, ¿tú no me dijiste
cómo
eras del conde ya?
¿La
palabra, donde está,
que te
ha dado y que le diste?
CONDE: Si
ese secreto escondía
tu
pecho, ¿no me ha ofendido,
pues
que por tuya ha tenido
una
prenda que era mía?
PRÍNCIPE: ¿Qué
prenda?
MARGARITA: Duros enojos.
CONDE: ¡Esta
enemiga, esta ingrata!
PRÍNCIPE: Con
mejor término trata.
CONDE: Pues lo
que han visto mis ojos
¿me
niega vuestra porfia?
Tú ¿no
le dijiste agora,
"Ya te espera quien te adora?"
MARGARITA: (Por la
infanta lo diría.) Aparte
Conde, mi pena crüel
ha de hallar el mundo estrecho,
pues
estando tú en mi pecho
¿te
fias tan poco de él?
PRÍNCIPE: Si
te ha dado esa sospecha,
conde,
algún pecho villano...
MARGARITA: Ya yo
conozco la mano
que ha despedido esta flecha,
pero
en más secreta parte
quiero
que oigáis mi razón.
Daréte
satisfacción.
PRÍNCIPE: Y yo
también quiero darte
la
que de mi honrado pecho
saldrá ardiendo por ser tuya.
CONDE: La
menor lágrima suya
me
dejará satisfecho.
Vanse todos y sale el REY y un CAPITÁN y
GENTE de acompañamiento
REY: Muy
bien el Conde ha probado
CAPITÁN: Sus
hechos te lo dirán.
Es
famoso capitán.
REY: Es,
capitán, gran soldado.
Cuéntame algunas hazañas
de las suyas.
CAPITÁN: Son famosas,
mas parecen milagrosas.
Escucha las más
extrañas...
Mas
la infanta, mi señora,
viene
ya.
REY:
Déjalo, pues.
Vete en
paz.
CAPITÁN:
Beso tus pies.
Vase el CAPITÁN. Sale la INFANTA
INFANTA: Dame las manos.
REY: ¿Es hora
de veros, hija?
INFANTA: Señor,
siempre
en servirte me empleo.
REY:
¿Nacieron de mi deseo
los
efetos de tu amor,
hija?
INFANTA:
Señor...
REY: Dime padre.
INFANTA: Dulce
nombre para mí.
REY: 0 hijo,
pues tengo en ti
una
hija y una madre,
y
soy, cuando el cuello ciño,
que es
mi arrimo y es mi espejo,
hijo
tierno, padre viejo,
porque
de viejo soy niño.
Viéndome, pues, de este modo,
temo --
¡ah, miserias humanas! --
que en
la nieve de estas canas
no se
hiele el cuerpo todo.
Respecto de esto, hija mía,
y de mi
reino heredera,
casarte...
INFANTA:
(¡Ay, triste!) Aparte
REY:
...quisiera
con
quien hereda el de Hungría.
Éste
por esposo ten,
que
será más conveniente,
demás
de que es tu pariente
y sé
que te quiere bien,
y ha
meses que me importuna,
digo
mal, que honrar nos quiere
a los
dos.
INFANTA:
(¿Qué habrá que espere
Aparte
de mi
contraria fortuna?)
REY: ¿No
respondes?
INFANTA: Señor...
REY: ¿Es
que te has turbado?
Salen el
PRÍNICPE y el CONDE
PRÍNCIPE: Ya es hora
de hablarle, ven.
REY: Calla agora,
responderásme después.
CONDE: ¿Tal maldad pudo caber
en pecho noble?
PRÍNCIPE: Es ingrato,
pero,
aun viendo su mal trato,
no la
puedo aborrecer,
aunque muy con otro intento
la
quiero. Déme la mano,
Llegando al REY
vuestra
majestad.
CONDE:
(¡Cuán vano Aparte
saldrá
tu mal pensamiento!)
REY:
Démela a mí vuestra alteza.
CONDE: Yo espero que me la dé,
Arrodíllase el CONDE
tu
majestad.
REY:
Ponte en pie,
conde,
y cubre la cabeza.
CONDE: Como
tu vasallo soy,
te la
pido arrodillado.
REY: A quien
es tan gran soldado
los
brazos también le doy.
Levántase el CONDE
INFANTA: (No
poca sospecha tengo Aparte
de
aquésto, y tengo razón.)
REY: Pues, príncipe, ¿qué ocasión
os trae?
PRÍNCIPE:
A servirte vengo,
y
después a ver si gustas
de un
casamiento que trato.
REY:
¿Casamiento?
INFANTA:
(¡Ay, Conde, ingrato Aparte
a mis lágrimas injustas!)
REY: ¿De quién?
PRÍNCIPE:
Del conde y mi prima
Margarita.
REY:
Es muy hermosa,
muy
discreta.
INFANTA:
Y muy dichosa,
que es
más.
REY: Con razón la estima
el
conde, y pues la merece,
y es su
gusto, yo le tengo
de
dársela.
CONDE:
Y yo prevengo,
para el
bien que se me ofrece,
el pecho, aunque viene a ser
para
tanta gloria estrecho.
REY: Quien
tiene tan grande pecho,
toda la
habrá menester.
CONDE: Pero
después de besarte
los pies, por merced tan alta,
para recebirla falta
lo que
quiero suplicarte,
y es
que no haya dilación,
y que
me la otorgues luego.
REY: Sea
ansí.
INFANTA:
(Mi propio fuego Aparte
abrase tu corazón.)
REY: Vaya
la infanta, que es justo...
INFANTA: (¿Qué
haré, cielos soberanos?) Aparte
REY: ...que
ella la ponga en sus manos,
después
de saber su gusto.
Ve,
hija.
INFANTA: (¡Qué penas paso!) Aparte
CONDE:
(Contento infinito tengo.)
Aparte
PRÍNCIPE: (De
esta manera me vengo.) Aparte
INFANTA: (En
esta pena me abraso.) Aparte
Vase la
INFANTA
REY: Con
muchas fiestas quisiera
que sus
bodas celebrara
el
Conde.
CONDE:
Mucho estimara
la
merced que se me hiciera.
Aunque yo, por escusarlas,
para
decirte verdad,
supliqué a tu majestad
que
escusara el dilatarlas.
REY: Pues
con tu gusto convengo,
gózale,
conde, que es justo.
CONDE: Por
esperar otro gusto
pusiera
en duda el que tengo.
REY:
¿Cómo así?
CONDE:
La dilación
quizá
me hubiera acabado.
PRÍNCIPE: Habla
como enamorado
el
conde.
REY:
Y tiene razón.
Salen la
INFANTA y MARGARITA hablando aparte, y
MARGARITA muy turbada
INFANTA: ¿Que
así me pierde el decoro
tu
falso pecho traidor?
MARGARITA:
¿Quieres que pierda el honor
y que
deje a quien adoro?
Mira, señora...
INFANTA: Has de ver...
MARGARITA:
...con cuánta razón me aflijo.
INFANTA:
...muerto en tus manos tu hijo,
a quien
tengo en mi poder,
en
llegando a ser esposa
de
quien el alma me tiene.
A ELLOS
Aquí
Margarita viene,
aunque
viene algo dudosa.
PRÍNCIPE:
¿Duda tiene?
REY:
¿Y en qué duda?
CONDE: ¿Qué
habrá sido la ocasión?
MARGARITA: (Las
ansias del corazón Aparte
me
tienen la lengua muda.)
REY:
¿Sabes del conde el valor
y las prendas?
MARGARITA: (¿Qué haré?) Aparte
PRÍNCIPE: ¿No
respondes?
MARGARITA:
(También sé Aparte
de mi
desdicha el rigor.)
REY: No
te turbes.
MARGARITA: (Suerte avara.) Aparte
CONDE: (Cielo,
el alma se me parte.) Aparte
REY: Hija,
pregúntale aparte
qué duda o en qué repara.
INFANTA:
Voy...Margarita...
MARGARITA: (¡Ay de mí!) Aparte
PRÍNCIPE: (Mal
conoce lo que gana.) Aparte
Hablan las dos aparte
INFANTA: Muerto
le verás, villana,
si pueden sacarte un sí.
MARGARITA:
Infanta, señora, escucha.
¿Y que
serás tan crüel?
INFANTA: Y aun
haré que comas de él.
MARGARITA: Mucha
es tu inclemencia.
INFANTA: Mucha.
A ELLOS
No
se quiere declarar.
CONDE: Pues de
la empresa desisto,
que ya en sus dudas he visto
que tiene por qué dudar.
MARGARITA:
(¡Ay, cielo, su gusto haré,
Aparte
y el
cielo me dé paciencia
si mata
al niño!)
CONDE: Licencia
vuestra
majestad me dé...
REY: Con
razón te has ofendido.
PRÍNCIPE: Y
mucha. Presto se muda
una
mujer.
MARGARITA: Esta duda
de
alguna causa ha nacido;
mas aunque en mi fe has dudado,
yo te doy mano de esposa.
CONDE: Y yo de
esposo.
PRÍNCIPE: Dichosa
duda,
que en esto ha parado.
REY:
Logrado habéis mi deseo.
A los
dos quiero abrazar.
CONDE: Las
manos nos puedes dar.
INFANTA: (¿Que
esto he visto y que esto veo? Aparte
¿Que
al fin se han dado las manos?
Pues ofendida, y mujer,
grima
del mundo he de ser,
y
asombro de los humanos.)
CONDE: Y
vuestra alteza me dé
las manos.
MARGARITA: Y a mí los pies.
INFANTA: Tomad los brazos. (Después Aparte
yo sé, infames, qué os
daré.)
MARGARITA:
(¡Ah, crüel!)
Aparte
CONDE: Muestras con eso
lo que
nos quieres honrar.
INFANTA: (¡Ojalá
fueran de mar, Aparte
que no
os soltaran tan presto!)
MARGARITA: Tú,
príncipe...
PRINCIPE Prima mía,
Conde...
CONDE:
No huyas las manos.
INFANTA: (De
vuestra sangre, villanos, Aparte
pienso
hacer una sangría.
Por
vengar el fraude y dolo
de que los tres sois testigos,
sangre de tres enemigos
he de
sacar de uno solo.)
Salen el MAYORDOMO del Rey y otros CRIADOS, y al
uno de ellos habla la INFANTA aparte, y sacan una mesa
Oye.
MAYORDOMO:
Mudad esa mesa
de
donde está a ese lugar.
MARGARITA: (No se
puede sosegar Aparte
mi pecho.)
CRIADO:
(¡Terrible empresa!) Aparte
Al CRIADO
INFANTA: Si
de hacerlo me prometes,
haré
cuanto te prometas.
MAYORDOMO: Poned
cinco servilletas,
tres sillas, dos taburetes.
INFANTA: Ve volando.
CRIADO: (Extraños tratos Aparte
de mujer.)
INFANTA:
(Rabioso fuego.) Aparte
Vase el CRIADO que habló con la INFANTA y
van empezando a servir
la comida
MAYORDOMO: Venga
la comida luego.
Y,... pajes, no falten platos.
REY: Lo
que digo ha de ser hoy.
CONDE: Por ser
tu gusto lo apruebo.
REY: Veréis
que sé lo que os debo
si
miráis a lo que os doy.
A mi mesa y a mi lado
habéis
de comer, que es justo.
INFANTA: Y el
principio de más gusto
le
tengo yo aparejado.
CONDE: En
todo tu gusto es ley.
PRÍNCIPE: Lo que
mereces te ofrece,
que honra de reyes merece
un
vasallo de tal rey.
Siéntanse el REY, la INFANTA y el
PRÍNCIPE,
en las sillas, y el CONDE y MARGARITA en los
taburetes,
y traen aguamanos
CONDE: Hoy este oficio he de hacer,
pues tú me quieres honrar.
REY: Sí, que
bien puedes lavar
manos
que te han de valer.
Da el CONDE aguamanos al REY
CONDE: Por
esa merced las beso.
También
te suplico a ti
que me
honres en esto.
INFANTA: Así
no
quiero emplearte, en eso.
CONDE: Esta merced me has de hacer.
INFANTA: No
pienso lavarme hoy.
CONDE: ¿Porque
yo el agua te doy?
INFANTA: ¿Sabes
que la he menester?
CONDE: Ya
vi que en cosas tan graves
emplearme no querrías.
INFANTA: ¿En que
me lave porfias?
¿Alguna
mancha me sabes?
PRÍNCIPE: (¡Oh
falso pecho traidor!) Aparte
INFANTA: Yo
misma, que a saber vengo
adónde
la mancha tengo,
sabré
lavalla mejor.
CONDE: No
te quiero porfïar.
INFANTA: Pero,
por pagarte, sabe
que el
agua con que se lave,
a tu
esposa quiero dar,
y quedarásme obligado.
MARGARITA: Correr
me quieres.
INFANTA: ¿Por qué?
Las
manos te lavaré
por la
mano que te ha dado.
CONDE: Más
corrido quedo yo,
pues ha
venido a mostrarse
que
habrá menester lavarse
quien
la mano me tocó.
INFANTA: Si
esto es correrte, por ti
también
corrida he quedado,
pues de
lo que ella ha tocado
me
queda la mancha a mí,
y así, pues en mí quedó,
del tocarte ella también,
como
ella se lave bien
quedaré
sin mancha yo.
Una
agua le quiero dar
que es
más limpia, y no tan clara,
colada
por alquitara.
PRÍNCIPE: (Esto
se puede esperar.) Aparte
INFANTA: No
es de rosa ni de flor,
aunque
flor y fruto ha sido,
y el
fuego en que se ha cocido,
cuando menos,
es de amor.
Será
de color de grana,
y de
polvo que es más fina.
CONDE: (¿Esta
falsa, qué imagina?) Aparte
MARGARITA: (¿Qué
pretende esta villana?) Aparte
Sale el CRIADO que envió la INFANTA con un
jarro de plata y un plato cubierto con otro
INFANTA: Ya
viene.
MARGARITA:
Tu esclava soy,
señora.
INFANTA:
Ten, por mi amor,
pues
pienso cobrar honor
con el
honor que te doy.
MARGARITA:
¿Quién con tal grandeza nace
que
merezca merced tanta?
REY: Dejad
hacer a la infanta,
que
ella sabe lo que hace.
MARGARITA: A
servirte me acomodo.
PRÍNCIPE: (¡Ay, enemiga sin ley!) Aparte
CONDE: El fiel
vasallo a su rey
ha de
obedecer en todo.
Toma la
INFANTA el jarro y da aguamanos a MARGARITA
con la sangre de su hijo
INFANTA: No
te turbes, toma.
MARGARITA:
¡Ay triste!
INFANTA: ¿Qué
miras? ¿Qué reconoces?
¿Es
tuya y no la conoces?
MARGARITA: ¿Qué
miro?
CONDE:
¡Ay, cielo!
REY: ¿Qué hiciste?
A MARGARITA
INFANTA: De
verterla te ofrecí
si te
casabas con él,
y las
palabras, crüel,
tienen
de cumplirse así.
Agora que te has lavado
estos
principios te doy,
Descubre un plato y en él un corazón
que, como tu amiga,
te
guardé el mejor bocado.
Muy
bien le puedes comer,
cómele,
no tengas miedo,
y esta
sangre con que quedo,
por ser tuya, he de beber.
Y porque más te destruya
aún más que ésta bebería;
que es celos mi hidropesía
que dan sed de sangre tuya.
MARGARITA: Crüeles, viles hazañas,
villana, enemiga, fiera.
¡Ay, corazón! ¡Quién pudiera
volveros a mis entrañas!
Pero
en tan grandes enojos
¿qué
consuelo he de esperar?
El mío
pienso sacar,
hecho
sangre por los ojos.
Mas ¿qué temo? ¿Qué recelo
contra
tu pecho traidor,
falsa? ¿Hay hombres? ¿Hay valor?
¿Hay justicia? ¿Hay rey? ¿Hay cielo?
Para tus viles ensayos
¿hay intenciones honradas?
¿Hay verdugos? ¿Hay espadas?,
¿Hay torbellinos? ¿Hay rayos?
PRÍNCIPE:
Escucha...
REY:
Dime el efeto...
CONDE:
Señora...
MARGARITA:
¡Gran desventura!
En nada
tengo ventura
y a
nadie tengo respeto.
CONDE: ¿Qué
es esto?
MARGARITA: ¡Suerte inhumana!
¿Cómo a
vengarme no acierto?
CONDE: ¿Qué
tienes?
MARGARITA:
Un hijo muerto
a manos de esta villana.
PRÍNCIPE: ¿Qué
escucho?
CONDE:
¡Cielos airados!
¿Es
posible?
MARGARITA:
¿Quién consiente,
señores, que un inocente
venga a
pagar mis pecados?
CONDE:
¡Todo el cielo la destruya!
¡Muera
la enemiga infanta!
MARGARITA: Yo le
pondré en mi garganta,
si no
le pongo en la suya.
Toma MARGARITA un cuchillo
PRÍNCIPE:
¡Tente!
CONDE: El alma se me abrasa.
REY: ¡Hola
de mi guardia! ¡Hola,
conde!
CONDE:
Tu cabeza sola
está
segura en tu casa.
Vanse todos
FIN DE LA
PRIMERA JORNADA
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