ACTO PRIMERO
Salen
los MÚSICOS y cantan este
romance
MÚSICOS: "Amor
que me quita el sueño
para
rendirme sin él,
aunque
me le pintan niño
gigante debe de ser."
Abren la ventana y aparecen el DUQUE y la DUQUESA
de Florencia, CAMILA, dama, y un CAMARERO del DUQUE y
salen por
una puerta LOTARIO y TORCATO, que son los que dan la
música, y por otra puerta algunos que salen a
oírla, y prosiguen los MÚSICOS cantando
"Los minutos de las horas
he contado desde ayer,
y con todo, a las
estrellas
les
pregunto qué hora es.
¡Qué
bueno va el pensamiento
en
castigo de que fue
a
tus ojos atrevido
y a mis entrañas crüel!
Turbado sube a tu cielo,
y
temeroso también,
que
el no acertar a subir
es comenzar a caer.
Favor, señora, piedad,
pues en los aires lo ves,
y un cabello de los tuyos
su
escalera puede ser.
Abre
esas puertas divinas,
que
bien puede merecer
quien gradas de cielo pide
que
en grados de gracia esté."
Dicen los que oyen la MÚSICA
UNOS: ¡Oh,
qué bien!
DUQUE: Bien han cantado.
DUQUESA: Gusto
me ha dado infinito.
LOTARIO: ¿Qué
decís del romancito?
TORCATO: ¿Es
vuestro?
LOTARIO:
¿Qué enamorado
no es poeta? (¡Ay, bellos
soles!) Aparte
TORCATO: ¡Qué
propio estilo de amantes!
DUQUE: ¿Y
quién son?
CAMARERO:
Representantes
españoles.
DUQUE:
¡Y españoles!
DUQUESA: Y
como en Italia están
dan
gusto.
CAMARERO:
A todos le han dado.
En Roma
han representado,
en
Nápoles y en Milán,
y
asombra su gentileza,
pero no
es mucho que asombre
con las
comedias de un hombre
monstruo de naturaleza.
DUQUE: ¿Es
Lope?
CAMARERO: En él has caído
sin
habértele nombrado.
DUQUE: Por el
nombre que le has dado
es de
todos conocido.
CAMARERO: Que
parezcan en España
bien, las comedias de allá,
no es mucho, pero que acá
asombren, es cosa extraña.
No
sé cómo a oírlas vienen,
con tal
concurso y silencio,
adonde
Plauto y Terencio
tan
grandes amigos tienen.
DUQUE:
¿Dirás que son imperfetas
porque
al arte contradicen?
CAMARERO: Sí,
señor.
DUQUE:
Por eso dicen
que son locos los poetas.
Ven acá. Si examinadas
las comedias, con razón
en las repúblicas son
admitidas y estimadas,
y es
su fin el procurar
que las
oiga un pueblo entero,
dando
al sabio y al grosero
qué
reír y qué gustar,
¿parécete discreción
el
buscar y el prevenir
más
arte que conseguir
el fin
para que ellas son?
¡Bueno es que Plauto difunto
nos dé
ley en su Alcorán!
Sin
duda en España están
estas
cosas en su punto.
Sin
duda allí se acrisola,
sin
melindres de poesía,
la
gala, la argentería,
de la
agudeza española.
Representa un español
un
galán enamorado,
y
parece en el tablado
como en
el oriente el sol.
Hace
un rey con tal efeto
que me
parece al de España,
de
suerte que a mí me engaña
y obliga a tener respeto.
Pues
sale como el aurora
la que
hace reina o princesa,
y --
¡por Dios! -- que la duquesa
no parece tan señora.
Los españoles merecen
por sus comedias, por ellos,
tanto oírlas como vellos,
pues
con todo gusto ofrecen.
Lo
que importa es prevenirlas,
los que
vinieren a verlas,
ingenio
para entenderlas
y prudencia para oírlas.
Porque merezcan también
silencio, yo al menos siento
que es
de mal entendimiento
quien
no las escucha bien.
CAMARERO: Pues los bailes y las danzas
que hacen tañendo y cantando,
ya
bailando, ya danzando
con
variedad de mudanzas,
es
extremo.
DUQUE:
Pues la luna
nos da
su luz para vellos,
diles que
bailen.
CAMARERO: Con ellos
hablaré.
LOTARIO:
De mi fortuna
he
fïado.
TORCATO:
Bien has hecho.
Ella te
hará su marido.
CAMILA: (A
Lotario he conocido. Aparte
¿Qué
mucho, si está en mi pecho?)
CAMARERO: ¡Ce!
¿Oyen? Manda su alteza
que se
baile.
LOTARIO:
¿El duque? Luego
él lo
manda y yo lo ruego.
Un BAILARÍN que saltó con los músicos dice
BAILARÍN: Alto,
pues. Con la presteza
disculparé el no saber
bailar
como yo quisiera.
MÚSICO
1: ¿Traes castañetas?
BAILARÍN: Espera
¿Pues no las he de traer?
Pero ¿solo, he de bailar?
MÚSICO: La
guitarra dejar puedo.
Bailemos.
LOTARIO:
Con deuda quedo
que no
la podré pagar.
Cantan los MÚSICOS y bailan entre tanto el
BAILARÍN y un otro
MÚSICOS: "Huyen
las tinieblas
del
alba gentil,
porque salga riendo
de
verlas huir.
La cobarde noche,
que
no ve lucir
su
luna y estrellas
y tus ojos sí,
como, de turbada,
no
puede advertir
que
está en su principio,
recela su fin.
Huyen las tinieblas
del
alba y de ti,
porque
salga riendo
de
verlas lucir.
De tu cielo hermoso
es
alba, al salir,
su
rostro divino
de
nieve y carmín,
y
cuando por señas
puedo presumir
que amanece sólo
para
verme a mí,
huyen mis desdichas
que
en tinieblas vi,
porque salga riendo
de verlas huir."
Acaban
de cantar
DUQUE: Gran
donaire, mucha gala.
UNO: ¿Qué os
parece?
OTRO:
A maravilla.
LOTARIO: Buena
ha sido la letrilla.
MÚSICOS:
Perdonad si ha sido mala.
DUQUE: ¿Qué
te parece, Camila?
CAMILA: Muy
bien.
DUQUESA: Con mucha razón.
CAMILA: (Y
tanto que el corazón
Aparte
tiernas
lágrimas destila.
Efetos del tierno amor
con que
a mi Lotario adoro.
De
alegre y contenta lloro.)
MÚSICOS:
¿Mandáisnos algo, señor?
LOTARIO: Al
fin la música ha sido,
como la
causa, extremada.
Yo
seré, en vuestra posada,
a
mostrarme agradecido.
MÚSICOS:
Haréisnos de muchos modos
mercedes.
LOTARIO:
Irán con vos
mis criados.
MÚSICOS: Guárdeos Dios.
UNO: Ya se
van.
OTRO:
Vámonos todos.
DUQUE: Es hora ya, vamos, pues.
CAMILA: (Mi
Lotario, Dios te guarde.) Aparte
DUQUESA: Imagino
que ya es tarde.
CAMILA: Para
cenar ya lo es.
Vanse los MÚSICOS y los que la oían,
y éntranse de la ventana el DUQUE, la DUQUESA y el
CAMARERO. CAMILA, cerrándola, dice estos tres versos
CAMILA: (Con
qué amoroso cuidado Aparte
he
quedado, aunque tu amor
disimulo. ¡Ay, santo honor!)
Vase CAMILA
LOTARIO: Ya la
ventana han cerrado.
Ya
de mi gusto las puertas
se
cierran. Ya mi pasión
las
alas del corazón
solamente deja abiertas.
Fuése mi luz soberana,
agora
sí es noche oscura;
no hay
piedra de sepultura
más
crüel que una ventana
para
un hombre que se halla
muerto
de amor al sufrirla.
TORCATO: Lo que
de gloria al abrirla,
dará de
pena al cerralla.
LOTARIO:
Amigo, mi sol se ha puesto,
loco
estoy, ciego y confuso.
TORCATO: Pues
este sol que se puso
se
pondrá en tus brazos presto,
¿qué
te afliges?
LOTARIO: Si pensara
que eso
tan presto no fuera,
si en
tus brazos no muriera
con mis
manos me matara.
TORCATO:
Bueno está, pasito, ten,
¡sobrado a Camila quieres!
LOTARIO: Es
honra de las mujeres,
y
afrenta suya también.
El
buen trato y el buen celo
de su
honor, a quien consagro
toda el
alma, es un milagro
que
esparce glorias del cielo.
En
tres años que la adora
mi
pecho, puede saber
que es
ángel en que es mujer
que,
desdeñando, enamora.
TORCATO: Pues
¿tan poco andado tienes
en sus amores?
LOTARIO:: ¡Oh amigo!
Has de saber que conmigo
son fingidos sus desdenes,
y esto me obliga a
perderme
por
ella que, en su desdén,
muestra
que me quiere bien,
y
disimula el quererme.
Y
como todo es recato
de su
honor, echo de ver
que es buena para mujer
una
mujer de este trato.
TORCATO: Si
no quererte ha fingido,
¿en qué
has mirado mejor
que te
quiere?
LOTARIO:
Es fuego amor,
y jamás
está escondido.
Y
cuando, entre sus despojos,
el ver
sus ojos me toca,
el
recato de su boca
veo
perderse en sus ojos.
Sé
también que ha procurado,
con
disimulo, con tiento,
conclusión al casamiento,
con su
padre concertado.
TORCATO: ¿Y
en qué está?
LOTARIO:: Todo está llano,
yo soy
el que lo entretengo,
por la
obligación que tengo
de
esperarle por la mano
de
Anselmo, mi grande amigo,
a quien
de Génova espero,
cuyo
gusto seguir quiero,
que es
mi norte en cuanto sigo.
TORCATO: No
es cordura el dilatar
cosa
que se estima tanto.
¿Y no
temes que, entretanto,
se
puede el viento mudar?
Y si
pareciese Anselmo
a
tratar cosa tan grave,
como
dicen que en la nave
suele
aparecer Santelmo,
¿qué
harás? Perder ocasión
no
parece cosa cuerda.
LOTARIO: No
dejaré, aunque la pierda,
de
cumplir mi obligación.
TORCATO:
¿Luego estimas su amistad
más que
el amor de Camila?
LOTARIO: Sí, por
cierto, y la aniquila
quien
dudare esta verdad.
TORCATO:
Desde agora la sublimo
donde
las estrellas ves.
LOTARIO: Quiero
decirte cuál es,
porque veas si la estimo.
Los padres de Anselmo y mío,
en compañía, trataban
sus grandiosas mercancías,
innumerables y varias,
no embargante que los dos
son de lo mejor de Italia,
donde,
por costumbre antigua,
los más
principales tratan.
Yo, al
nacer, quedé sin madre,
murió
mi padre en España,
adonde,
en su testamento,
para mi tutor señala
al
padre de Anselmo, y él,
con
ternísimas entrañas,
recibiéndome en sus brazos,
de mi
educación se encarga,
y fuimos Anselmo y yo,
con una igualdad extraña,
nacidos
en una cuna,
crïados
en una cama,
sola
una ama nos dio leche,
que no
quisimos tomarla
él ni
yo, prodigio grande,
de los
pechos de otras amas.
Fuimos
los dos a una escuela,
tuvimos
los dos una alma,
aprendimos unas letras,
seguimos una esperanza.
Fueron,
con la edad, creciendo,
a
medida de las causas,
efetos innumerables
de correspondencia extraña.
Para los dos son comunes
las haciendas y las casas,
con ser la de Anselmo
agora
de las
más ricas de Italia.
Entre
él y mí no hay secreto,
y
ninguno de importancia
se ha
visto de nuestras bocas
en las
lenguas de la fama.
No hay
engaño entre nosotros,
porque
entre nosotros anda,
de ver
la verdad desnuda,
la
mentira avergonzada.
Nunca
nos dimos disgusto
por
obra ni por palabras,
ni aun por señas. Y encontrados
en los gustos veces varias,
jamás por mujer reñimos,
prueba de ser extremada
amistad que una mujer
a
deshacerla no basta.
Mil
veces puso la vida
en
peligro por mi causa,
y yo por guardar la suya
me he
visto muerto otras tantas.
En fin,
es nuestra amistad
tan
grande, que en toda Italia
los conformes, los amigos
por excelencia nos llaman.
Mira, pues, si estando
Anselmo
en
Génova, porque falta
tres años ha de Florencia,
y vendrá de hoy a mañana,
si es
razón que yo le espere,
y con
su gusto se haga
el mío dos veces grande,
si él
le concluye y le trata.
TORCATO: Dices
muy bien. (¡Ay de mí! Aparte
Si
Anselmo viene, sin falta
he de
perder este amigo,
que en
mis pobrezas me ampara.
Yo haré
poco, o he de ver
esta
amistad acabada,
teniendo el primer lugar
en su
pecho y en su casa.)
LOTARIO:
Torcato, vamos. Adiós
paredes, rejas, ventanas,
cerradas para mis ojos
y
abiertas para mi alma.
A mi
Camila la envío,
que el
menor resquicio basta
para
meterse en los pechos
las
almas enamoradas.
¿Si duerme
mi bien agora?
TORCATO: Y no
menos que en la cama,
sobre
mullidos colchones
y entre
sábanas de holanda.
LOTARIO: ¡Quién
le hiciera compañía!
TORCATO: Cuando
fuera entre dos tablas,
fuera
bueno.
LOTARIO::
Tú te burlas
y a mí
el pecho se me abrasa.
Vanse. Salen el DUQUE y la DUQUESA, y el CAMARERO con
algunos
criados, con sus toallas, como que acaban de darles de
cenar
CAMARERO:
¡Sillas, hola!
DUQUESA: El trasnochar
moderado no condeno,
aunque
digan que el cenar
tarde
es malo.
DUQUE:
Aquello es bueno
que se
suele acostumbrar.
La costumbre es poderosa
cuando
a la larga la emplea
cuerpo
o alma, en cualquier cosa,
y tanto
que hasta una fea
hace
parecer hermosa.
DUQUESA: ¿Qué
es de Camila?
CAMARERO:
Ya viene.
Sale CAMILA
DUQUESA: Salíos
fuera.
DUQUE:
(¿Qué ha de ser Aparte
lo que
mi mujer previene,
con
llamar esta mujer
que tan
sin alma me tiene?)
DUQUESA: ¿Camila?
CAMILA:
Señora mía.
DUQUE: Aquí,
aquí puedes sentarte.
DUQUESA:
Levanta.
DUQUE:
(¡Ay, luz de mi día!)
Aparte
DUQUESA: Tu
padre quiere casarte...
DUQUE: (¡Ay,
muerte de mi alegría!) Aparte
DUQUESA: ...y
de ti quiere saber
si te
ofende o si te agrada
en
esto.
CAMILA:
Siendo mujer,
hija
suya, y tu crïada,
¿qué
tengo de responder,
o
qué voluntad tendré,
sin la
vuestra?
DUQUESA:
Dices bien.
DUQUE: (Muero
de pena. ¿Qué haré?) Aparte
DUQUESA: ¿No me
preguntas con quién?
CAMILA: Yo,
señora, ¿para qué?
Si
es que manda vuestra alteza,
y mi
padre, para mí
eso
basta.
DUQUE:
(¡Qué extrañeza!) Aparte
DUQUESA: Pueden
competir en ti
el
valor y la belleza.
CAMILA: (Ya sé que Lotario es, Aparte
a quien
con el alma adoro.)
DUQUESA: Vence
en quilates al oro
tu
virtud.
CAMILA:
Beso tus pies.
DUQUESA: Yo la
estimo.
DUQUE:
(Y yo la lloro.) Aparte
DUQUESA: Y el
duque, en esta ocasión,
ha de
hacer, por amor mío,
lucida
su estimación.
CAMILA: No
menos que eso confio
de su
alteza.
DUQUE:
Y con razón.
(¡Ay de mí! ¿Qué haré?) Aparte
Yo
quiero
hacer
que conozca el mundo
que es
tu prima, pues me fundo,
ya que
no he sido el primero,
en ver si seré el segundo.
Daréla cien mil ducados
y este
diamante, en señal
de que
serán bien pagados.
CAMILA: En tu
pecho liberal
están
bien asegurados.
Dame los pies.
DUQUESA: Dame a mí
la mano.
DUQUE:
Bueno es que ignores
que he
de besártela a ti.
De tus joyas, las mejores
puedes darle.
DUQUESA:
Harélo así.
DUQUE: Toma
agora esta cadena
con
esta cruz de diamantes.
CAMILA: (Para
aprisionarme es buena. Aparte
Con
dádivas semejantes
pide
remedio a su pena,
pero
no le ha de tener
porque
pesa más mi honor.)
DUQUESA: ¡Qué
buena para mujer
es
Camila! ¡Con qué honor,
con qué
gusto lo ha de ser!
DUQUE: ¡Con
qué contento marido
logrará
su pensamiento!
CAMILA: Para
estarme agradecido,
cuando
no esté muy contento,
sé que
estará muy servido,
porque es mi valor, en quien
fío,
después de los cielos.
DUQUESA: Eso
creo yo, y también
que el
no apretarle con celos
consiste en servirle bien.
DUQUE: Bien
consejos sabéis dar,
pero
vos, duquesa amada,
mal los
supistes tomar.
DUQUESA: De mis
celos engañada
aprendo a desengañar.
Tú,
que mi escarmiento ves,
si
quieres vivir en paz
ni los
pidas ni los des,
que es
apetito de agraz
que
obliga a llorar después.
Finge dormirse la DUQUESA
DUQUE:
Buena lición te ha leído
la
duquesa.
CAMILA:
Y de los cielos
en su
boca ha parecido.
DUQUE: Mas
¿cómo, hablando de celos,
tan sin
ellos se ha dormido?
CAMILA:
Sueño ha sido bien extraño.
DUQUE: ¿Dormís
vos, duquesa mía?
Ella
duerme, o yo me engaño.
DUQUESA: (De mis
sospechas querría Aparte
dar
alcance al desengaño.)
DUQUE: Pues
ella cierra los ojos,
ábrelos
tú, para ser
menos
fiera a mis enojos.
CAMILA: Señor.
DUQUESA:
(Ciega quiero ver
Aparte
lo
ciego de tus antojos.)
CAMILA: ¿Qué
nueva ocasión he dado?
¿No
está siempre mi decoro
contrapuesto a tu cuidado?
DUQUE: Mi
bien, gasta mi tesoro,
señora,
emplea mi estado,
si
con hacerlo remedio
la
vida, que he de acabar
si a ser tuyo no me animo.
CAMILA: ¿Con
oro quieres comprar
lo que
con el alma estimo?
¿Tan
poco estimas mi honor?
Por
ello te aborreciera,
cuando
te tuviera amor.
DUQUE: Quedo.
Mi duquesa fuera
quien
lo tratara.
DUQUESA:
(¡Ah, traidor!) Aparte
CAMILA: Si
es que apoyas tus cuidados
en que
por dote me diste
tus joyas y tus ducados,
diversamente entendiste
mis
pensamientos.
DUQUESA:
(¡Qué honrados!)
CAMILA:
Toma, y verás hoy
que tan
en su punto están,
que del
oro que te doy
nunca
he sido piedra imán,
y
piedra de toque soy.
DUQUE:
Camila, señora, paso,
ya
conozco tu valor,
pero
¿qué haré, si me abraso
en tus ojos y en tu amor?
Montes subo y mares paso.
Loco estoy. Dame siquiera
la
mano, y un alma tente
si
almas estimas. Espera.
CAMILA: Para
esto solamente
verás
cómo soy ligera.
Levántase y retírase CAMILA
¡Duque!
DUQUE:
¡Camila!
CAMILA: Señor,
advierta tu ciego antojo
que mi
sangre tiene honor,
y que
es antiguo despojo
de
nobleza.
DUQUE:
Es ciego, Amor.
Ciegos están mis enojos,
ciega
la noche, mi bien,
y, por lograr mis antojos,
hasta mi mujer también
tiene
cerrados los ojos.
CAMILA:
Abriréselos.
DUQUE: ¡Desvía!
CAMILA: ¡Mi
señora!
DUQUE:
¡Cosa brava!
DUQUESA: ¿Qué
hay, Camila?
CAMILA: ¿Qué tenía
vuestra
alteza, que soñaba?
DUQUESA: La
pesadilla sería.
CAMILA: ¡Jesús, qué extraña amargura
de
congoja y aflicción!
DUQUESA: Fue el
despertarme cordura.
DUQUE: (¡Que
pudo tal discreción Aparte
juntarse a tal hermosura!)
DUQUESA:
Dormiré de aquí adelante
con más
cuidado que agora.
DUQUE: (Esta
mujer es diamante.) Aparte
DUQUESA: Ven,
Camila.
CAMIIA
Voy, señora.
DUQUESA: ¡Cómo
es ciego el que es amante!
DUQUE: ¿Qué
decís, que no os entiendo?
(Muriendo voy.)
Aparte
CAMILA:
(Voy temblando.) Aparte
DUQUESA: Que de
vos voy conociendo
que
estáis más ciego velando
que yo
lo estuve durmiendo.
Tú eres honrada mujer.
CAMILA: Tus pies beso.
DUQUE: (Blanda cama Aparte
me espera, pues he de arder
en desdenes de mi dama
y en celos de mi mujer.)
Vanse. Salen ANSELMO y dos CRIADOS
ANSELMO:
Avisa a Lotario. ¿Vas?
CRIADO 1: Sí,
señor.
ANSELMO:
¿Cómo no vuelas?
Vase el CRIADO 1
Quita,
quita estas espuelas.
CRIADO
2: ¿Y las botas?
ANSELMO: Dejalás,
y veré misa primero,
pues
tenemos, como ves,
cerca
la iglesia, y después
ver a
mi Lotario quiero.
Prevénganme otro vestido,
mudaréme.
CRIADO 2: ¿Y no es mejor
descansar? Mira, señor,
qué de
postas has corrido.
ANSELMO: Pues no estoy, por vida mía,
muy cansado.
CRIADO 2:
Cosa es brava.
ANSELMO: ¿No ves
que no me cansaba
pensando a lo que venía?
Y
así corriendo y pensando
que a
Lotario iba sirviendo,
como
venía corriendo
quisiera venir volando,
porque esta correspondencia
le debo
de muchos modos.
CRIADO 2: Con
razón os llaman todos
amigos
por excelencia.
ANSELMO:
Merece bien esos nombres
nuestro
extremo de amistad.
Sale CULEBRO, español
CULEBRO: ¡Oh
infame necesidad,
a qué obligas a los hombres!
Cuando ofendes, cuando
enfadas,
bien
dicen que en ti no hay ley.
Mas -- ¡cuerpo
de Dios! -- si el rey
no paga
las cuchilladas
y las paga un florentín,
un
pobre español, ¿qué hará,
puesto
que en Italia está
como en
la tierra un delfin?
ANSELMO:
¿Cómo no tocan a misa?
CRIADO
2: Pues hartas suelen decir.
ANSELMO: Ve.
Cuando quieran salir
a
decirla, ven y avisa.
CULEBRO:
(¿Qué es aquesto? ¿Si es aquél
Aparte
a quien
viene el sobreescrito?
¡Bravo
talle!, ¡gran delito!
Calle,
casa, iglesia, y él
de
camino... Él es, sin duda.
¡Qué
gala!, ¡qué buena cara!)
ANSELMO: (A
mirarme se repara. Aparte
De mil
colores se muda
¿Qué
puede este hombre querer?)
CULEBRO: (Solos estamos los dos. Aparte
Lástima
es darle, por Dios,
pero en
efeto ha de ser.
Mas
a extraños sentimientos
obligará ver partida
tal
cara.)
ANSELMO: (No vi en mi vida Aparte
tan notables movimientos.)
Gentil hombre, ¿qué queréis?
¿Qué os detiene? ¿Qué os
repara?
CULEBRO: Vengo a
cortaros la cara,
mas
pienso que no queréis.
ANSELMO: Si
vos me lo aconsejáis
podrá
ser que yo lo quiera.
CULEBRO:
Disparate grande fuera.
ANSELMO:
Bonísimo humor gastáis.
¿Quién sois? ¿Qué buena ventura
de esta
suerte os ha traído?
CULEBRO: Luego,
¿no habéis conocido
por la
pinta esta figura?
ANSELMO: No
sé de vos qué presuma,
porque
en la cuenta no caigo.
CULEBRO: ¿Pues,
no basta el ver que traigo
poco
pelo y mucha pluma
para
ver que soy soldado
español, y que así estoy
en
Italia, donde soy
bien
venido y mal pagado?
ANSELMO: Pues
bien, ¿de mí qué queréis?
Que os
serviré es cosa clara.
CULEBRO: La
mitad de vuestra cara,
por lo
menos, me debéis.
Mirad qué puede valer
y
dádmelo de contado.
ANSELMO: Donaire
tiene el soldado.
CULEBRO: Vuestro
al menos lo he de ser,
y oídme que no os engaño,
que a ofenderos he venido.
ANSELMO: Pues ¿sin haber ofendido
yo a ninguno?... ¡Caso
extraño!
CULEBRO: A mí
me llaman Culebro,
y
tengo, naturalmente,
el discurso impertinente
y
casquivano el celebro.
Y
así, en diez años de Flandes,
hice
con gallardo efeto
cosas
que en otro sujeto
parecer
pudieran grandes,
mas sucedióme después,
por bien pequeña ocasion,
que di a uno un bofetón,
herí a
siete y maté a tres.
Salíme imitando el viento,
fuíme a
Palermo, y allí,
en
cuerpo de guardia di
con
esta daga al sargento.
Pasé
a Nápoles, y en él,
al cabo
de siete dias,
por no
sé qué niñerías,
requisitos de cuartel,
molí
a palos a un soldado.
Embarquéme, y de hambre muerto,
en
Liorna tomé puerto,
y así en Florencia he llegado.
Y no viendo en mi
pobreza
forma
alguna de que diesen
materia
por quien subieran
vapores
a la cabeza,
vi
un gentilhombre garbato,
que así los llamáis aquí,
miróme, llegóse a mí,
y
después de hablarme un rato
indiferentes razones,
con astucia y gentileza
halló
puerta a mi pobreza
para
darla a sus traiciones.
Díjome que me daría
chento
escuti en plata pura,
porque
hiciese una abertura
en vuestra cara.
ANSELMO: ¿En la mía?
CULEBRO: ¿No
sois Anselmo?
ANSELMO: ¿Esto pasa?
Mi
nombre negar no quiero.
CULEBRO: Y en
esta calle, y frontero
de una
iglesia, vuestra casa.
Estas señas imagino
que me
ha dado.
ANSELMO: Y son las mías.
CULEBRO: Y que
dentro de dos días
llegarías de camino.
Con
ello llegué a esta calle
para
hacer lo que ofrecí,
y,
piadoso, cuando vi
vuestra
cara y vuestro talle,
por
Dios que me parecía,
cuando
el daros intentaba,
que con
la una mano os daba
y con la otra os defendía.
En fin, no pude emplear
ejecución tan rüín,
hicísteme sangre al fin,
y no os
la pude sacar.
Y
así, como os pareciese
cosa
justa, imaginaba
que
pues el otro me daba
cien
ducados porque os diese,
que
me deis vos la mitad
para
que deje de daros;
que no
es poco el ahorraros
los cincuenta.
ANSELMO: Así es verdad,
y vos habéis procedido
como
piadoso y discreto,
y así
yo, no sólo aceto
tan
provechoso partido,
pero
si él os daba en plata
los cien ducados, en oro
os los doy. Tomad.
CULEBRO: Adoro
quien
tan bien procede y trata.
ANSELMO: Y
otros ducientos aquí
os
ofrezco en un papel,
si
volvéis a hacer en él
lo que
él quiso hacer en mí.
CULEBRO:
¿Pues a un hombre tan honrado
obligáis con interés
a esas
cosas?
ANSELMO:
Digo que es
el
español extremado.
CULEBRO: Tú,
pues riendo te estás,
poco
debes saber
qué es
tomar por no tener,
o tomar
por tener más.
Por
un ducado, sin nada,
haré
cualquier cosa vil,
y con
ciento, por cien mil,
no daré
una cuchillada.
Que
tomar, cuando venía
tan sin
blanca a esta ciudad,
fue
entonces necesidad,
y agora
vicio sería.
Mas
si por tu gentileza
quieres
que al mundo trabuque,
¡voto a
Cristo que al gran duque
le
cortaré la cabeza!
ANSELMO: Tu
donaire y tu valor
tanto
me obliga a estimarte,
que en
mi casa has de quedarte,
si es
que gustas.
CULEBRO: Sí, señor.
ANSELMO: Pero
dime, por tu vida,
pues son míos tus cuidados,
¿quién te daba cien
ducados
porque
me dieses la herida?
CULEBRO: ¡Por
Dios que se me olvidaba!
Díjome
que te dijese,
quien
mandó que te la diese,
que
Lotario te la daba.
ANSELMO:
¿Quién?
CULEBRO:
Lotario.
ANSELMO: ¿Quién?
CULEBRO: Lotario,
Lotario
mil veces digo.
ANSELMO: ¿Que mi
contrario es mi amigo?
¿Que mi
amigo es mi contrario?
¡Válgame Dios! ¿Y qué haré?
¡Válgame el cielo! ¿En qué he
dado?
¿Lotario de mí agraviado?
¿Lotario de mí ofendido?
¡Válgame, válgame Dios!
¿Quién
tal vio? ¿Quién tal pensara?
¿Cortar
me quiere la cara?
¿Si
piensa que tengo dos?
CULEBRO:
Señor, ¿qué es esto? ¿A quién digo?
¿Qué
tienes?
ANSELMO:
¡Ay, cielo santo!
Pero,
¿en esto dudo tanto?
Español, soldado, amigo,
toma, empuña dos espadas.
Lotario, pues tú lo quieres,
dame,
da donde quisieres
una y
muchas cuchilladas.
No
tienes en qué dudar,
podrásle después decir
que las quise recibir
porque
él me las quiso dar.
CULEBRO: Por
Dios, donoso presente
para
tal correspondencia.
ANSELMO: ¡Que
tanto puede el ausencia,
que no
es amigo el ausente!
Mas -- ¡ay Dios! ¿Yo soy honrado?
¿Yo soy su amigo? ¿Yo he
sido
quien
de su espada he temido
y en su amistad he dudado?
Con el primer
movimiento
pude
temer y dudar,
pero en dándole lugar
el
discurso, el pensamiento
Ya
considero, ya sé
que no
te han dicho verdad,
y que
ofendo su amistad
si
pongo en duda su fe.
Español,
Lotario es hombre
que no
le iguala ninguno.
Tú te
engañaste o alguno
se ha
valido de su nombre,
para
hacer esta traición.
CULEBRO: Eso
todo puede ser,
mas
para hacértelo ver
no nos
faltará ocasión.
¿Quién viene?
ANSELMO:
No sé quién sea,
pero el
gran duque será,
que en
esta iglesia querrá
ver
misa. Sí, ya se apea.
CULEBRO: De
hermosura y de valor
viene
bien acompañado.
ANSELMO: A esta
puerta y a este lado
podremos verlo mejor.
Salen LOTARIO y TORCATO delante, luego
acompañamiento, el DUQUE y DUQUESA, CAMILA, dama, y
LEONELA, su criada
TORCATO: ¿Que
Anselmo ha venido?
LOTARIO: Y yo
muero
por verle y hablarle.
Iremos
luego a buscarle.
TORCATO: (Si el
español lo encontró, Aparte
yo aseguro que lo emprenda,
dándole
mis señas luz.)
CULEBRO habla a un lado con ANSELMO
CULEBRO: Quien
te enviaba la cruz
y me
fio la encomienda
es
el uno de los dos.
ANSELMO: ¿Cuáles dices? ¿Dónde están?
CULEBRO: Los que
delanteros van.
ANSELMO: ¿Cuál
de ellos? ¡Válgame Dios!
CULEBRO:
Aquel del izquierdo lado.
ANSELMO: Eso sí,
que estuve muerto.
El otro
es Lotario.
CULEBRO: ¿Cierto?
¿Luego yo he sido engañado?
¡Pues por vida!
ANSELMO: Calla agora.
DUQUE: De esta
iglesia la portada
es
digna de ser mirada.
DUQUESA: ¿No es
muy bella?
CAMILA: Sí, señora.
ANSELMO: Y
este cielo puede ser
de la
tierra admiración.
LOTARIO: Bellos
ojos.
TORCATO:
Bellos son.
ANSELMO: ¿Si es
ángel o si es mujer?
LOTARIO: ¿No
es Camila muy hermosa?
ANSELMO: ¡Jesús,
qué extraña hermosura!
DUQUE: Es notable arquitectura.
DUQUESA: ¿No es muy extraña?
CAMILA: Es famosa.
(¡Ay, Lotario de mi alma!)
Aparte
LOTARIO: (¡Ay, Camila de mi vida!) Aparte
CULEBRO: ¡Ce!
TORCATO:
¡Amigo!
CULEBRO:
Ven.
TORCATO: ¡Brava herida!
Vanse todos, sino ANSELMO
ANSELMO: ¿Quién
me deja en esta calma?
Fuego es éste, rayo ha sido,
y puedo
haberlo pensado
en que
tan presto ha llegado,
y en
que del cielo ha venido.
¡Oh mujer! ¡Oh bellos ojos!
¡Oh ángel de nieve pura!
¡Oh soberana hermosura!
¡Oh celestiales despojos!
¿Qué hechizo es éste,
qué encanto
que me
tiene ciego y loco?
¿Y cómo
en tiempo tan poco
puede
un hombre querer tanto?
Mas
quiero volverla a ver.
Sale LOTARIO de la iglesia
LOTARIO: ¿Adónde
con tanto brío?
ANSELMO: Sólo
tú, Lotario mío,
me
pudieras detener.
LOTARIO: Mil
abrazos te prevengo.
ANSELMO: Mil
gracias doy a mi suerte.
LOTARIO: ¿Cómo
vienes?
ANSELMO:
Vengo a verte,
que es
decir que bueno vengo.
¡Qué
hambre traigo de hablarte!
LOTARIO: Yo la
tengo de servirte,
con mil
cosas que decirte
más
despacio en otra parte.
Mas
dime, ¿qué te llevaba
agora
con tanta prisa?
ANSELMO: En este
templo a ver misa
entraba...pero no entraba
sino
a ver...Pues que contigo
nunca
he tenido secreto,
escucha
un extraño efeto.
LOTARIO: Ya te
escucho, di.
ANSELMO: Ya digo.
Entre aquellas damas bellas
que la duquesa traía,
una vi
que al alma mía
pudo
parecerle, entre ellas,
como
entre estrellas la luna.
LOTARIO: ¿La que
junto a la duquesa
iba?
ANSELMO:
Sí.
LOTARIO:
(Camila es ésa.) Aparte
ANSELMO: Y yo
sospecho...
LOTARIO:
(¡Ay, Fortuna!) Aparte
ANSELMO:
...que en aquel punto reinaba
algún
planeta que en mí
pudo
tanto, que me vi
ciego y
loco.
LOTARIO:
¡Cosa brava!
ANSELMO:
Sentí gloria en los antojos
con
quien me entretuve al verla,
y quedé
muerto, al perderla,
no del
alma, de los ojos.
Y
entraba ciego y perdido
a
verla, cuando saliste,
y con
que te vi y me viste,
que era
el gusto pretendido,
estoy tal, que yo me espanto
de ver,
con mi ciego ardor,
que un disparate
de amor
en tan
poco pueda tanto.
LOTARIO: ¡Yo
soy muerto!
ANSELMO: ¿Qué ocasión
te ha
ofendido y te ha obligado?
¿Qué
tienes?
LOTARIO:
Hanse parado
las alas del corazón,
y
quiéroselas cortar,
pues
son de poco provecho.
ANSELMO: Pues
estando yo en tu pecho
¿se
pueden ellas parar?
LOTARIO:
Hanse parado por ti,
cansadas de estar batiendo.
¡Ay, Anselmo!
ANSELMO:
No te entiendo.
Habla
más claro. Di, di.
LOTARIO: Como
por tu dama hermosa
te vi,
ardiendo, quedar frío,
y tu
corazón y el mío
es todo
una misma cosa,
sentí, como era razón,
las
penas con que te hallas,
y
queriendo remediallas,
cubrióseme el corazón,
topando en inconvenientes
que ya tu amistad venció.
ANSELMO: ¿Cómo?
LOTARIO:
Escucha... (Y quede yo Aparte
con el
alma entre los dientes.)
¿Supiste de quién estás
enamorado? ¿Esa dama
conoces?
ANSELMO:
Sé que en su llama
vivo
ardiendo y no sé más.
LOTARIO:
Deuda de los duques es,
y es
Colona su apellido,
de
Nápoles ha venido
habrá
tres años y un mes.
(Yo
lo tengo bien contado, Aparte
¡ay de
mí!)
ANSELMO:
¿Qué te ha perdido?
¿Qué es
esto?
LOTARIO:
Un vaguido ha sido
que en
la cabeza me ha dado.
ANSELMO:
Quédese, quédese aquesto
agora.
LOTARIO:
No, amigo, no,
porque
para hacerlo yo
me
importa el pensarlo presto.
Digo, Anselmo, que esta dama
es de
tan grande valor,
que ha
llegado a ser mayor
que su
hermosura su fama.
Es
en el mundo un retrato
de la
misma castidad,
un sol
de la honestidad
y un
ejemplo del recato.
Es
un valor que enriquece,
es un
divino respeto,
es un
cielo, es, en efeto,
mujer
que no lo parece.
ANSELMO:
Bueno está, no digas más,
que
tanto más me enamoras,
y es perderme.
LOTARIO:
(En lo que ignoras Aparte
está la
gloria en que das.)
ANSELMO:
¿Cómo podré merecella
si ella
es tal, amigo, hermano?
LOTARIO: Si tú
gustas, de mi mano
quiero casarte con ella.
¿No
fiarás, sin temor,
que te
la dé mi amistad,
que
iguale a tu calidad
y que
diga con tu honor?
ANSELMO: ¿En
qué dudas? Bueno fuera
que eso
de ti no fïara,
pues
cuando no me agradara
por tu
gusto la quisiera.
LOTARIO: Pues
en tu casa me aguarda
confïado... (Muerto estoy.)
Aparte
ANSELMO: ¿Qué me
dices?
LOTARIO: Ve.
ANSELMO: Ya voy.
Vase ANSELMO
LOTARIO: ¿Qué me
anima y me acobarda?
¡Ay, amistad y amor! Visible
estrago,
fogoso brío, movimiento
lerdo,
que me
encoge dudando en lo que acuerdo
y me
anima pensando en lo que pago.
En
no perder a Anselmo, ¡qué bien hago!
Y en
perder a Camila, ¡qué bien pierdo!
¡Extraña competencia! Loco y cuerdo,
mil
quimeras fabrico y mil deshago.
Pero
perdona, Amor, si me enemisto
contigo, porque venza, aunque me pese,
la
amistad que en mi pecho se acrisola.
Que
bien podrá sin mengua, quien se ha
visto
tantas
veces rendido al interese
rendirse a la amistad una sola.
¿No
es éste Ascanio y es quien
iba a
hablar? ¡Estoy mortal!
Cuando
es para hacerme mal
todo se
concierta bien.
Sale ASCANIO, padre de CAMILA
ASCANIO: ¿No
es Lotario? Todo el día
te
busco para abrazarte
como
hijo.
LOTARIO:
Por pagarte
merced
que no merecía,
te
quiero. Escucha a este lado.
(¡Ay,
Camila!) Aparte
ASCANIO:
¿Qué has tenido?
Todo el color has perdido,
las lágrimas te han saltado.
LOTARIO:
¿Conoces a Anselmo?
ASCANIO: Sí.
¿Quién
no conoce su nombre?
LOTARIO: ¿Y
sabes...sabes que es hombre...
ASCANIO:
¿Túrbaste?
LOTARIO:
Perdona.
ASCANIO: Di.
LOTARIO: ...que
me iguala en calidad
y me
aventaja en riqueza?
Pues su
trato y gentileza
¿quién
lo ignora?
ASCANIO: Así es verdad.
LOTARIO: Pues
ése ha de ser esposo
de
Camila. (Cruel sentencia.) Aparte
ASCANIO: No hay
hombre en toda Florencia
tan
rico y tan poderoso,
ni
aun en Italia hay ninguno
más
rico y más principal.
Dicha
es grande.
LOTARIO: Siendo tal,
poco te
seré importuno.
ASCANIO: Por
su esposa te prometo
a mi
Camila.
LOTARIO:
Alto, pues.
(¡Ah,
poderoso interés, Aparte
y qué
presto hiciste efeto!)
ASCANIO: Mas
¿cómo se ha de tratar?
LOTARIO:: Como
estaba concertado:
a que
sea el desposado
le
llevaré en mi lugar.
ASCANIO:
Dices bien, por vida mía;
que aun
Camila no ha querido
saber
quién era el marido.
LOTARIO: (Es
porque ya lo sabía.) Aparte
ASCANIO: Pues
adiós, prevénle luego,
mientras que a prevenir voy
a los
duques.
LOTARIO: Muerto estoy,
ardo
helado y miro ciego.
¡Ay,
Camila! Tú dirás
que he
sido amante traidor,
mas
perdona, que el amor
de mi
amigo pudo más.
Vanse. Salen el DUQUE y su CAMARERO
CAMARERO:
Casada podrás tener
la que
hasta ahora no has tenido.
DUQUE: Y eso
¿cómo ha de ser?
CAMARERO: Con los
celos del marido
se
granjea la mujer.
Haz
que los tenga de ti
su marido, y atropella
su
decoro, y fía de mí,
que el
pedírselos a ella
será
interceder por ti.
DUQUE:
Daráselos mi cuidado
a su
esposo, y serán celos
los mayores que se han dado,
daré quejas a los cielos
y a
ella todo mi estado,
o a
mí me daré veneno
por no ofender a los dos.
Salen la
DUQUESA y ASCANIO
DUQUESA: Para
una infanta era bueno
tal
casamiento.
ASCANIO: De Dios
ha
venido cuanto ordeno.
DUQUESA:
Duque, apercebíos a honrar
a
Camila, a quien agora,
su
padre quiere casar.
DUQUE: (¡Ay
del alma que la adora!) Aparte
En todo
os he de agradar,
y
merece su nobleza
cuantos
favores le ofrece
vuestra
mano.
ASCANIO:
Vuestra alteza
con
mercedes favorece.
DUQUE: (¡Ay,
soberana belleza!) Aparte
Sale CAMILA
CAMILA: (Ya
llegó el dichoso día, Aparte
y
punto, de ser mi esposo
Lotario, que es alma mía.
Bien
dicen que no es dichoso
sino
quien sufre y porfia.)
Vuestras altezas me den
la
bendición y las manos.
DUQUE: Camila,
levanta.
DUQUESA: Ten.
ASCANIO: Y los
cielos soberanos
mil bendiciones te den.
CAMILA: Y a
ti te guarden los cielos.
DUQUE: (Para
sufrir tal mudanza...) Aparte
DUQUESA: (Para
no vivir con duelos...) Aparte
DUQUE:
(...bueno es tener esperanza.)
Aparte
DUQUESA: (...no
es malo quedar sin celos.) Aparte
Salen LOTARIO Y ANSELMO, galanes
ANSELMO:
(¡Que tal gloria he de alcanzar!)
Aparte
LOTARIO: (¡Que
tal bien he de perder!) Aparte
ANSELMO: (¡Que a
tal gusto he de llegar!) Aparte
Si los
puedo merecer,
pies y
manos me han de dar
Vuestras altezas.
DUQUESA: Alzad.
DUQUE: ¡Oh,
Anselmo! No estéis ansí,
lo que
os estimo, estimad.
ANSELMO: Dádmelos vos.
ASCANIO: Vos de mí
estos abrazos tomad.
CAMILA:
(¡Que a tan gran ventura llego!)
Aparte
LOTARIO: (¡Que
nunca llega mi muerte!) Aparte
ANSELMO: (Todo
es gloria.) Aparte
LOTARIO:
(Todo es fuego. Aparte
Ella me
mira y no advierte
que la
estoy mirando ciego.)
DUQUESA: Con
mi licencia podéis
darle a
Camila la mano.
ANSELMO: Tus pies beso.
LOTARIO: (Ojos, ¿qué véis?) Aparte
ANSELMO: Por ver
lo que en ella gano,
estimo
que me la deis.
CAMILA:
(¿Qué es esto, amante traidor?
Aparte
Duda CAMILA
¿Qué he
de hacer?... Mas yo nací
honrada.)
ASCANIO:
¡Hija!
CAMILA: Señor,
ya la
doy. (¡Ay, santo honor, Aparte
milagros hacéis en mí!)
Danse las manos
LOTARIO:
Vengo a darte el parabién,
agora
que te has casado,
¿sabes,
Anselmo, con quién?
ANSELMO: Con
mujer que tú me has dado,
que eso
basta.
LOTARIO:
Dices bien,
pues
que por mujer te di
la
misma que yo quería,
que en
el punto que la vi
en tu
pecho, no fue mía
sino
tuya.
ANSELMO:
¿Qué te oí?
Lotario... ¡No me dijeras
con qué
mujer me casaba!
LOTARIO: ¿Cómo,
Anselmo, la tuvieras?
Porque
tú no la quisieras,
viendo
que yo la esperaba,
y
como te vi perdido,
procuré
verte excusado
del
dolor que yo he sentido.
Llega a
tu cielo adorado,
goza tu
bien pretendido,
pues
te puedo asegurar
que a
darte una mujer vengo
que mil
mundos puede honrar,
de
quien sólo un "Padre tengo"
he
merecido escuchar.
ANSELMO: Ya,
Lotario, estoy vencido
de tu
amistad.
DUQUE:
¿Quién creyera
lo que
agora ha sucedido?
DUQUESA: Amistad
tan verdadera
no se
ha visto ni se ha oído.
Sale TORCATO herido en la cabeza y CULEBRO tras él
TORCATO:
¡Justicia!
CULEBRO:
Espera, traidor.
TORCATO: Líbreme
Dios de tus manos.
DUQUE: ¿Qué es
esto?
TORCATO:
Duque, señor
CULEBRO: Por
vida del Redemptor
de los
cautivos cristianos
que...
ANSELMO:
¡Tente! Pues en palacio
del
duque, ¿qué te obligó?
CULEBRO: Esas
cosas miro yo
sin
cólera y con espacio.
DUQUE: ¿Eres
loco?
CULEBRO:
Loco,no.
Perdóneme vuestra alteza,
que si
éste no desvïara
la
cara, con tal presteza,
cuando
le tiré a la cara
y le acerté a la cabeza,
no
entrara yo como entré,
ciego
de cólera aquí,
para
enmendar lo que erré.
TORCATO: ¡Señor,
justicia! ¡Ay de mí,
que me
ha muerto!
DUQUE: Bien a fe.
Prendedlo, prendedlo y puedes
mandarle ahorcar.
CULEBRO: Yo estoy
bueno
entre cuatro paredes.
ANSELMO: Pues
con tantas causas hoy
puedo pretender
mercedes,
suplícote que me des
el
preso, que yo le fío,
y
espero darle después
disculpa a su desvarío.
DUQUE: Sea así.
ANSELMO: Beso tus pies.
CULEBRO: De pensar en el cordel,
casi al
pescuezo le siento.
CAMILA:
(Casamiento tan crüel,
Aparte
que el
principio fue sangriento,
¿qué
fines se esperan dél?)
ANSELMO: (Mil
veces dichoso he sido.) Aparte
LOTARIO: (Mil
veces soy desdichado.) Aparte
DUQUE: (Agora
estoy más perdido.) Aparte
CAMILA: (¡Ay honra! ¿A qué has obligado?) Aparte
LOTARIO: (¡Ay
amistad! ¿Qué has podido?) Aparte
FIN DEL ACTO PRIMERO
|