ACTO TERCERO
Salen la
DUQUESA, CAMILA:, LEONELA, CLAUDIA,y
JULIA, criadas de la DUQUESA. Siéntanse todas en un
estrado, y la
DUQUESA en una silla, y CAMILA: a sus pies
DUQUESA: Tenéis de buenos casados
opinión notable.
CAMILA: Son
muy conformes los cuidados.
(¡A cuántos tiene
engañados Aparte
en el
mundo la opinión!)
DUQUESA:
Estaréis entretenidos
con
gusto. Y entre los dos
¿corren
celos?
CAMILA: Ni aun fingidos
los vemos, gracias a Dios.
DUQUESA: Ellos
pierden los maridos.
Yo,
que ya su esclava soy,
ni los
sufro ni los dejo.
CAMILA: Sin
ellos, señora, estoy,
que, tomando tu consejo,
ni los
tengo ni los doy.
LEONELA: Si
puede tener y dar
a su
gusto, mucho hace.
DUQUESA: Cuando
se puede pasar
el
querer sin el celar,
mucho agrada y mucho aplace.
Y el tiempo que sin
marido
estás
¿qué sueles hacer?
CAMILA: En mi
rincón encogido,
en mi
labor, suele ser,
si
gastado, no perdido,
y
estoy entre mis mujeres.
DUQUESA: Con tal
gusto y tal cuidado,
ejemplo de todas eres.
CLAUDIA: Donaire tiene extremado.
JULIA:
Prosigue el cuento, no esperes.
DUQUESA: Bien
haces, que siempre ha estado
a la
mujer la almohadilla
como la
espada al soldado.
Por ver
si te maravilla
quiero
mostrarte un bordado.
CAMILA:
Merced me harás si me enseñas
cosa
que será curiosa,
pues
que tú no la desdeñas.
DUQUESA:
Pareceráte graciosa,
por ser
de manos pequeñas.
CAMILA: ¿Son las de Belucha?
DUQUESA: Sí.
CAMILA: En tal
edad tal primor
asombra.
DUQUESA:
A Belucha di
que
venga con su labor.
JULIA: Ya ella
asoma por allí,
que
debe de haberte oído
y ya
presurosa viene
y su
labor ha traído.
CAMILA: Tiene
un gran donaire y tiene
un alma en cada sentido.
Sale BELUCHA con su almohadilla y llégase a
la
DUQUESA
CAMILA: ¿Qué
hacéis, Belucha?
BELUCHA: Aprisa
para mi
señora bordo
unos
pechos de camisa.
CAMILA: ¿Hay
tal lengua?
DUQUESA: La de un tordo
no da
tal gusto y tal risa.
CAMILA: Lindos son, a tus razones
parecen.
BELUCHA: Parecen hechos
de mis manos.
CAMILA: Sal les pones.
BELUCHA: He aprendido a bordar pechos
por granjear corazones.
CAMILA: Y ¿cuál es el granjeado?
BELUCHA Granjeo
el de mi señora.
DUQUESA: ¿Y no
has agora acertado?
¿Erró aquí?
CLAUDIA:
Verélo agora.
CAMILA: Donaire
tiene extremado.
A CAMILA
BELUCHA: Dice
el duque, mi señor,
que no
sepa mi señora
extremos de tu rigor.
CAMILA: Natural
embajadora
pareces
del niño Amor.
BELUCHA: Y
vos rigurosa estáis,
pues
que con tal acedía
a tan
gran amor pagáis.
CAMILA: ¿Hay
tal cosa, vida mía?
¡Qué
temprano comenzáis!
DUQUESA: ¿Qué
es Belucha?
BELUCHA: A preguntar
le
llegué, si de mi mano
puedo
en esto confïar,
y
respondió que temprano
he
comenzado a bordar.
CAMILA: ¿Viéronse tales extremos?
Notable
tiempo alcanzamos.
DUQUESA: Agora
al nacer sabemos,
y así
tan presto llegamos
al fin
para que nacemos.
CLAUDIA: El
duque viene.
CAMILA: (Y con él Aparte
viene
el alma de esta vida.
¡Ay, mi
Lotario!)
Sale el DUQUE, ANSELMO, LOTARIO, el CAMARERO y otros
DUQUE:
(¡Ay, crüel Aparte
y
bellísima homicida!)
ANSELMO: (¡Ay,
querida esposa fiel! Aparte
¡Ay,
soberanos depojos!)
LOTARIO: (¡Ay,
Camila de mi alma!) Aparte
CAMILA: (¡Ay,
Lotario de mis ojos!) Aparte
DUQUE: (¡Qué
ingratitud y qué calma!) Aparte
DUQUESA: (¡Qué
necio mirar, qué enojos! Aparte
No
puedo sufrillo.) Vete,
que me
duele la cabeza,
y
déjame en mi retrete
primero.
CAMILA:
Como tu alteza
me lo
manda, serviréte.
DUQUE: Tan
presto os váis?
DUQUESA: Sí, señor,
estoy
indispuesta.
DUQUE: ¡Ay, cielos,
Vanse, y queda el DUQUE y el CAMARERO
que me consume este ardor,
y de mi
mujer los celos
precipitaron mi amor!
Dame
consejo, Marcelo,
pues
sabes el mal que paso.
CAMARERO:
Quisiera darte consuelo.
DUQUE: Allí con
nieve me abraso,
y aquí
con brasas me hielo.
CAMARERO: Y es
lo peor que esa nieve
no es
para todos tan fría.
DUQUE: ¿Quién
la derrite o la bebe?
¿Quién
a mi pecho la envía?
¿Quién
por mis ojos la llueve?
CAMARERO:
Sosiégate y, con recato,
si
querrás, podrás saber
si es
cierto su injusto trato.
DUQUE: ¿Y
cómo, cómo ha de ser?
CAMARERO: Dando
licencia a Torcato,
que
ya en la sala la espera.
DUQUE: Entre
luego, venga luego.
Vase el CAMARERO
Si es
ansí, ¿quién tal creyera?
Si es
así, ¿quién estuviera,
como
yo, dos veces ciego?
Entran TORCATO y el CAMARERO
¡Torcato!
TORCATO:
¡Señor!
DUQUE: Amigo,
sin
recelo.
TORCATO:
Confïado
en esa
palabra, digo
que
como me vi obligado
a matar
un enemigo
que
viéndome sin espada,
cuando
conmigo riñó,
me dio
aquella cuchillada,
iba
preocupado yo
cómo
hacer una venganza honrada,
y
ansí en la calle rondando
de
Anselmo, en una ventana
de su
casa vi colgando
una
escala, y diome gana
de ver
el fin, y esperando,
vi
luego bajar por ella
un
hombre, y como le vi,
sin que
alumbrara una estrella,
de
lejos no conocí
quién
era, y volviendo a vella,
en
un punto la subieron
y
asombrado me dejaron.
DUQUE: Si
sombras no te engañaron,
mil veces dichosos fueron
pues
que por ella bajaron.
TORCATO: Si
tú gustas de salir
será
posible el saber
la
verdad.
DUQUE:
Así ha de ser.
Lo que
no puedo sufrir
aun no
visto, quiero ver.
Ven
a la hora que podría
ser
mejor.
TORCATO:
Si a las tres quieres,
será
buena.
DUQUE:
¡Ay, pena mía!
Mal
haya el hombre que fía
de honra y lealtad de mujeres.
Vanse. Salen CULEBRO y LEONELA
LEONELA:
¡Quién, con ocasión más llana,
de ti
pudiera gozar!
CULEBRO: La que
tengo es soberana.
¿Hay
tal gusto como hallar
aquí
puerta, allí ventana?
Buena hora es ésta.
LEONELA: No es mala,
entra a
esconderte y espera.
CULEBRO: ¿Qué
gusto al mío se iguala?
Subir
por una escalera
y bajar
por una escala.
Salen CAMILA y LOTARIO
LEONELA:
Vete, y razones ataja.
Sin ver a CULEBRO
CAMILA:
Lotario, amigo, señor.
CULEBRO: Otra
pareja. Ventaja
nos
lleva, porque es mayor.
Quiero meterme en baraja.
Vase CULEBRO
LOTARIO: ¡Ay,
Camila!, mal me trata
la
sombra de esta quimera,
a tus
glorias tan ingrata.
El
Duque, que persevera
en tus
amores, me mata,
que
después que oí en su boca
aquella
razón, me admira,
y con
pasión ciega y loca
celo al
sol porque te mira
y al
viento porque te toca.
CAMILA:
Cuando el sol y cuando el viento
traen
tu nombre a mis oídos,
y tu
gloria al pensamiento,
cuando
en todos mis sentidos
sólo a
ti, Lotario, siento,
cuando el gusto que te doy
se mide
con tu esperanza,
cuando
toda tuya soy,
¿con
tan poca confïanza
me
tratas? Corrida estoy
porque tú debes temer
de la
ligereza mía,
que el
honor de la mujer
con el mismo a quien le fía
la
opinión suele perder.
Y si
éstos tus celos son,
mal de mis cosas arguyes,
pues con tan poca razón
a mi
flaqueza atribuyes
la
fuerza de la ocasión.
LOTARIO:
Baste, mi bien, el rigor
de tu
enojo es temerario.
Ya fio
de tu valor,
que
aunque es tan fuerte el contrario,
es más
fuerte el defensor.
Y el celarte no es mostrar
que en
ti no estoy confïado;
mas
quien ama sin celar,
no da
apetito al cuidado,
o no
sabe qué es amar.
Mas pues arrojan tus cielos
tales rayos de venganza,
desterraré mis desvelos,
colgando en tu confïanza
a la
vergüenza mis celos.
CAMILA: Sois
mi gloria.
LOTARIO: Y mi bien vos.
LEONELA: ¡Señora! Dentro
CAMILA:
Leonela llama.
LEONELA: No hay
apartar a los dos.
CAMILA: ¿Dónde
está Anselmo? Dentro
LEONELA: En la cama.
Ve, que
es tarde.
CAMILA: Adiós.
LOTARIO: Adiós.
Vanse. Salen el
DUQUE, el CAMARERO y TORCATO
DUQUE: No
vi mayores nublados.
TORCATO: Éstas
las espaldas son
de la
casa, y un balcón,
también los hierros dorados,
del
antecámara es
donde
se toca y compone
Camila,
y en él se pone
la
escala.
DUQUE:
Dichosos pies.
¿Adónde podremos ver
y
esperar mi desventura?
Porque
noche tan obscura
no vi
en mi vida ¡Ah, mujer!
TORCATO: Bien
es estar apartados,
que si
de arriba nos ven,
no bajarán.
DUQUE: Dices bien.
¡Ay, soles, mal empleados!
¡Ay, apariencia
fingida,
sordo
mar, muda escopeta,
que con
pólvora secreta
me
habéis quitado la vida!
Sale LOTARIO
LOTARIO: ¡Qué
mal descansa con celos
un
amante! No he podido
sosegar.
DUQUE:
¿Oyes rüido?
Echan una escala y baja CULEBRO por ella
CULEBRO: ¿Viste
gente?
LEONELA:
Quedo.
LOTARIO: ¡Ay, cielos!
LEONELA: ¡Ay,
que es Lotario!
LOTARIO: ¡Ah, traidora!
LEONELA: Y más
gente. ¡Ay, Dios! ¿Qué haré?
LOTARIO: ¿Por
dónde, por dónde fue?
CAMARERO: ¡Tente!
LOTARIO: ¡Ay, de mí! ¿Qué haré agora?
DUQUE: ¿No
es Lotario?
CAMARERO: Sí, señor.
¿Matarémosle?
DUQUE:
Esperad,
que
corre mi autoridad
peligro, vení. ¡Ah, traidor!
TORCATO: ¡Que
bajase por la escala!
CAMARERO: Es sin
duda
DUQUE:
¡Oh, alevoso!
Tú eres
mil veces dichoso,
Camila
mil veces mala.
Vanse el DUQUE y los otros, y quédase LOTARIO
LOTARIO: ¿Qué
me ha pasado? ¿Qué es esto?
¿No
habló el camarero? Sí.
¿Y el
duque no conocí
en mi
daño tan dispuesto?
Él
bajó por la escalera,
y
esperándolo estarían
los dos que con él venían.
Muera,
pues, mi vida, muera.
Del
instrumento crüel
es bien
que me ahorque yo;
mas,
quien la ocasión me dio,
aun no
me deja el cordel.
Los palos y cordeles,
que son
gradas y grados de tu gloria,
no
fueron tan crüeles
al
cuello, como son a la memoria,
donde a
falta de soga
me
aprieta el palo y el cordel me ahoga.
¡Con
qué razón temía
de tal
competidor las ocasiones!
Yo,
ingrata, lo decía,
y tú,
tierna a mis quejas, ¿qué razones
mezclaste con tu llanto,
que
tanto afligen y engañaron tanto?
¡Qué
terrible congoja!
¡Qué
furioso mortal desasosiego!
¿Qué
haré? Todo me enoja,
todo
soy pena y llanto y todo fuego,
que
este agravio importuno
cuatro elementos ha juntado en uno.
¡Qué
venganza apercibo!
Viva el
duque sin alma y pierda el gusto,
pues
que sin alma vivo;
tema
Anselmo celoso el trato injusto
y
pondrá, si se abrasa,
cerrojos y candados a su casa.
No
le diré, estoy loco,
que he
ya gozado su villana esposa,
ni lo
que vi tampoco,
mas
dejaréle el alma temerosa
con
decir que la tengo
rendida, y que le aviso y le prevengo.
Tratará de cerrarla,
que ni
la mire el sol ni toque el viento,
y no
podrá gozarla
nadie,
ni aun yo. ¡Extraño pensamiento!
Que
cosa tan querida
más
bien está dejada que partida.
¡Pero qué divertido
me
tienen los rigores de estos celos!
El sol
recién nacido
tiende
su capa por los anchos cielos,
y yo en
la calle espero.
Voy a
matar, pues que rabiando muero.
Vase, y sale ANSELMO con dos CRIADOS, todos
vestidos de cazadores
ANSELMO:
¿Está todo apercebido?
CRIADO 1: Los
caballos con sus sillas,
los perros en sus traíllas.
¿Que Lotario no ha
venido?
CRIADO 2: No,
tarda.
ANSELMO:
Venir podría,
porque
el día no se pierda.
La caza
es locura cuerda
cuando es apacible el día.
Mas
si es áspero, y después
se
cierra la noche oscura,
sin
duda que la locura
más
necia del mundo es.
Sale LOTARIO
Lotario, ¿se os ha olvidado
el
concierto para hoy?
LOTARIO: En
otras cosas estoy
desde
anoche desvelado.
ANSELMO: ¿Qué
cosas?
LOTARIO:
Manda salir
los
criados.
ANSELMO: Salíos fuera.
Vanse
los CRIADOS
Decid.
LOTARIO:
Al cielo pluguiera
que
muriera sin decir.
Toda
la noche he dudado
si os
diría lo que os digo,
pero el
ser piadoso amigo
se ha rendido al serio honrado.
Sabed que vuestra mujer...
ANSELMO:
Lotario, espera, ¿qué siento?
Déjame
tomar aliento.
LOTARIO: También
lo he yo menester.
ANSELMO: Di.
LOTARIO:
Ya digo.
ANSELMO: ¡Ay, Dios! ¿Qué es esto?
No digas...
LOTARIO:
Tu gusto hago.
ANSELMO: Mas si
es de la muerte el trago,
mejor
es pasarlo presto.
Di,
amigo.
LOTARIO: Ya tu esposa
se ha
rendido a mis porfias.
Vila
andar algunos días
entre
amante y recelosa,
y
siempre te lo he callado,
por
pensar que era ilusión,
hasta ver su corazón
en tu
ofensa declarado.
Entre ciegos desvaríos
me ha
ofrecido sus despojos,
mas porque vean tus ojos
si se engañaron los míos,
pues ya te habrás despedido
para partirte a cazar,
mira si
tienes lugar
por
dónde ver escondido
cómo
me espera tu esposa
en tu
cama...
ANSELMO:
¡Ay, desventura!
LOTARIO: ...dando causa a su locura
tu
impertinencia curiosa.
Y
perdona si llegó
a esto
el mal que te condena,
que la
culpa de esta pena
tú la
tienes y no yo.
ANSELMO:
Lotario, tú has procedido
como
amigo tan honrado,
y yo --
¡ay, triste! -- he procurado
la
afrenta en que me he perdido.
Mas
yo mismo la he de ver
y
acabarme de matar.
LOTARIO: Pues di
que vas a cazar
y vete
luego a esconder.
ANSELMO: Yo voy, Lotario, yo voy
a morir en esta guerra,
si
antes no impide la tierra
los muertos pasos que doy.
Vase ANSELMO
LOTARIO: ¡Ay de mí, ya estoy cobarde
advirtiendo que estoy ciego!
Sale LEONELA
LEONELA:
Lotario, temblando llego
por
pensar que llego tarde.
Aunque no pienso de ti
que tan
crüel hayas sido,
que
tras haberte servido
en tus
amores de mí,
mis
servicios olvidados
le
hayas dicho a mi señor
mis
yerros, que son de amor,
aunque
no son tan dorados.
Lo que te suplico agora,
si es
que tan cuerdo anduviste,
es que
lo que anoche viste
no lo
sepa mi señora.
LOTARIO:
¿Cómo? ¡Ay, suerte rigurosa!
Sale CULEBRO
¿Qué
queréis, Culebro vos?
CULEBRO: Oye,
señor, a los dos,
que es
todo una mesma cosa.
De
tu discreción no siento
que
nunca de ver te alteres
desenvoltura en mujeres
y en
hombres atrevimiento.
Y
así no te habrá ofendido,
si
cuando amor nos desvela,
la
desenvuelta es Leoncla
y yo
soy el atrevido.
En
su aposento me esconde,
donde
al entrar puedo ir,
pero más tarde, el salir
por
fuerza ha de ser por donde
viste que anoche salía,
y por
la escala bajaba.
LOTARIO: ¿Tú
fuiste? ¡Desdicha brava!
Yo soy
el que no sería.
Yo estuve sin seso, ¡ay, cielos!
¡Oh,
celos, pena infernal!
¡Desventura general
de la
tierra son los celos!
LEONELA: ¿Qué
dices?
LOTARIO:
Perdido soy.
CULEBRO: ¿Qué tienes?
LOTARIO:
Muerto me hallo.
Que me
ensillen un caballo
di en
mi casa. Ve.
CULEBRO: Ya voy.
LOTARIO: Y yo
te diré después
a qué
efeto le prevengo.
CULEBRO: ¿Uñas pides? Uñas tengo
en las manos y en los pies.
LOTARIO: Pero
en la sala me espera,
que
viene Camila agora.
Sale CAMILA
CAMILA:
¡Lotario!
LOTARIO:
Mi bien, señora,
porque
rabiando no muera,
dame
una muerte piadosa.
Mátame
con este acero.
CAMILA: ¿Qué
dices? Mi bien, yo muero
de
verte.
LOTARIO:
Camila hermosa,
ya
no permiten los cielos
que haya remedio en mis daños.
Unos visibles engaños
me dieron mortales celos.
Ceguéme, tocó a rebato
en el
alma su rigor
y supo
Anselmo tu amor.
CAMILA: ¿Y ha sabido nuestro trato?
LOTARIO: Sólo
el amor ha sabido
que nos tenemos los dos.
LEONELA: ¡Guay
de mí!
CAMILA:
¡Válame Dios!
LOTARIO: Y en tu
retrete escondido
espera ver, desde allí,
lo que
yo le aseguré.
CAMILA: Gran
pensamiento encontré,
no te
aflijas.
LOTARIO:
¿Cómo así?
CAMILA:
Remediaré tus locuras
y mis
desdichas también.
LOTARIO: ¿De qué
suerte?
CAMILA:
Escucha, ven,
Leonela.
LOTARIO:
¿A qué te aventuras?
CAMILA: Dime
bien lo que ha pasado,
diréte
lo que has de hacer.
LEONELA: ¡Qué no
puede una mujer
cuando quiere!
LOTARIO:
¡Ah, desdichado!
Vanse y sale ANSELMO
ANSELMO: A
ver mi afrenta y mi daño
¿dónde
me podré esconder?
¡Qué
ciego voy! ¿Qué he de hacer?
Pero
aquí, si no me engaño,
hay
un hueco en la pared,
de una
de estas colgaduras
cubierta. Paredes
duras,
de enternecidas caed,
porque según llego a
verme
de
congoja y de dolor,
pienso
que fuera mejor
enterrarme que esconderme.
Mas ya en mis penas extrañas
las paredes sin sentidos,
para que les diese oídos
debieron de darme entrañas.
Salen CAMILA y LEONELA
LEONELA:
Señora, ¿que tal rigor
te
obliga y tal pensamiento?
Es
grande el atrevimiento.
CAMILA: También
es grande el valor.
Favor me da y no consejo.
Llama a Lotario.
ANSELMO: (Estoy loco.) Aparte
Todo lo dice ANSELMO aparte y escondido
LEONELA: Espera,
sosiega un poco.
CAMILA: Déjame
ya.
LEONELA:
Ya te dejo.
CAMILA: ¿Qué
ha visto Lotario en mí,
aunque
me adoró tres años?
Para
sus nuevos engaños,
¿qué
nueva ocasión le di?
¿Vióme liviana? ¿Soy loca?
¿Halló
puerta en mi enojos
el
hechizo de sus ojos
y el
encanto de su boca?
¿No
sabe el ser y el valor
de mi
esposo, a quien adoro?
¿Y no
ve que es su decoro
el
sagrado de mi honor?
ANSELMO:
(¡Ay, cielo!) Aparte
CAMILA:
¿En qué confïanza
ha su
locura fundado?
ANSELMO: (¡Cómo,
ya desesperado, Aparte
vuelvo
a tener confïanza!)
LEONELA: Con
todo es mucha crueldad.
¿El decírselo a tu esposo
no es
mejor?
CAMILA:
De este alevoso
es
hechizo la amistad,
y
tanto en ella y en él
confía
su pasión loca,
que no
pude con mi boca
acreditar un papel,
y si
otra vez se lo digo
me dirá
que son antojos.
LEONELA: Haz que
lo vean sus ojos.
CAMILA: ¿No
adviertes a qué le obligo?
¿Ponerle en tal ocasión,
si le
adoro, he de querer?
Por mi
mano he de romper
las
alas de un corazón
que
las dio a tan mal deseo.
A CAMILA
LEONELA: ¡Qué
bien finges! ¡di más, di!
ANSELMO: (A mi
desdicha creí Aparte
y a mi
ventura no creo.)
CAMILA:
Corre, llama a ese traidor,
vuela.
LEONELA:
Mira que te ciegas.
CAMILA: De las
romanas y griegas
hoy
escurezco el valor.
Ve y
llámale con presteza.
LEONELA: Habré
de seguir tu antojo.
Vase LEONELA
CAMILA: Porque
si pasa el enojo,
no
desmaye la flaqueza.
Hoy
mi esposo y enemigo
con
este acero han de ver,
escrito
en sangre, qué es ser
fiel
esposa y falso amigo.
Y
quitaré de este modo
a mi
Anselmo, en recompensa,
el
peligro de la ofensa
y el de
la venganza, y todo,
que
le adora el alma mía
y a
todo se ha de obligar.
ANSELMO:
(Acabábame el pesar
Aparte
y
acábame el alegría.)
Salen LOTARIO y LEONELA
LOTARIO: ¿Qué
suerte puede haber hecho
camino
por donde vaya?...
CAMILA: En
pasando de esta raya
tengo
de pasarte el pecho...
Hace la raya con la daga en el suelo
LOTARIO: ¿Qué
te ha podido ofender?
CAMILA: ...que
aunque aquí verás mejor,
en
materia de mi honor,
cuán
alta la puedo hacer,
escúchame desde ahí.
LOTARIO: ¿Qué te
escucho? ¿Cómo agora?
¿No me
llamaste, señora?
CAMILA: No te
turbes, oye.
LOTARIO: Di.
ANSELMO:
(Porque algún mal no suceda
Aparte
saldré.
Mas no puede ser,
porque
una flaca mujer
no hay
que temer que matar pueda.)
CAMILA:
Lotario, Anselmo ¿es tenido
por
honrado?
LOTARIO:
Así es verdad.
CAMILA: ¿Fue
fingida su amistad?
LOTARIO: La
mayor parte del mundo ha sido.
CAMILA: Y
yo, en él ¿no soy tenida
por
honrada?
LOTARIO:
Sí, señora.
CAMILA: ¿Dite
ocasión?
LOTARIO:
Sólo agora.
ANSELMO: (¡Ay,
Camila de mi vida!) Aparte
CAMILA:
¿Antes de ella tus antojos
no
hallaron de cuerda boca
desengaños en mi boca?
¿Pudo engañarte, en tus ojos?
Cuando no sirviera el
ver
lo que
a tu honor le obligaba
mi
marido, ¿no bastaba
el
serlo de tal mujer?
Mira si es bien que castigue, con
mano
justa y violenta,
quien
honrado amigo afrenta
y
honrada mujer persigue.
Para
esto pues te llamé.
Éstos
serán mis abrazos.
LOTARIO: ¡Señora!
CAMILA:
¡Suelta los brazos!
LOTARIO: Oye,
tente.
CAMILA:
¡Sueltamé!
Leonela, ayuda.
LOTARIO: Extrañeza
es la
tuya.
CAMILA:
Y tú eres vil.
¡Ah,
flaqueza mujeril,
sacad fuerzas de flaqueza!
ANSELMO: (¿Quién tal mujer ha tenido?) Aparte
LOTARIO: Tente.
A LOTARIO
CAMILA:
Llega, abrazamé.
Por
decir que te abracé
delante
de mi marido.
Ya
se cansaron los bríos,
¿que
dirán...
A CAMILA
LOTARIO:
Dulces abrazos.
CAMILA: ....que
me desmayo en tus brazos,
cuando
te matan los míos?
Déjame, y pues mi esperanza
no
logré, a mi corazón
le daré
satisfacción
de que
no tomé venganza.
Pues
para matarte a ti
mi
valor faltado ha,
mayor hazaña será
matarme
por ello a mí.
LEONELA:
¡Tente, señora!
LOTARIO: ¿Qué es esto?
¿Quién
tal imaginara?
Sale ANSELMO
ANSELMO: ¡Mi
bien! (Ella se matara Aparte
si no
llegara tan presto.)
CAMILA:
Anselmo, esposo, ¿aquí estás?
ANSELMO: Donde
bendigo a mi suerte.
CAMILA: ¿A mí
me excusas la muerte
y a
Lotario no la das?
Del
más infame contrario
pasa el
pecho con la espada.
ANSELMO: Para no
estar engañada,
tú
verás quién es Lotario.
Dame los brazos y el pecho,
y tú lo mesmo has de
hacer.
En esto
echarás de ver
si es
culpado en lo que ha hecho.
CAMILA: Y la
poca confïanza
veo,
que de mí tuviste.
LOTARIO: Y que a
mí traidor me hiciste.
ANSELMO: ¡Fue
con tan buena esperanza!
Queda en paz, Camila mía.
CAMILA: ¿Así me
quieres dejar?
ANSELMO: Con
Lotario celebrar
tus
alabanzas querría.
(¡Qué bien logrado deseo!)
Aparte
LOTARIO: (¡Qué
bien empleado engaño!) Aparte
CAMILA: (¡Qué buen remedio a mi daño!) Aparte
LEONELA (Yo lo
he visto y no lo creo.) Aparte
Vanse ANSELMO y LOTARIO
CAMILA: Ni
yo creyera que así
me
obligara tu cautela.
¿Has
visto, has visto, Leonela,
en qué
me he visto por ti?
Muerto tuve el corazón
y aun
tengo el alma en la boca,
que de
tu vergüenza poca
éstas
las reliquias son.
Villana, ¿a tu infame amigo
por mi
aposento has de entrar?
De vida
puedes mudar
si has
de pasarla conmigo.
No
hay pensar que sigas más
tan
afrentoso cuidado.
LEONELA: ¿Tan
buen ejemplo me has dado
que
tanta culpa me das?
¿Tú
ofendiendo a tu marido
no te
sabes conocer,
y en
quien mío lo ha de ser
tan
grande la ofensa ha sido?
CAMILA: ¡Oh,
villana mal nacida!
Dale un bofetón
Pondré
vergüenza en tu cara,
y si mi
honor no mirara,
yo te
quitara la vida.
LEONELA: Esta
merced esperaba
quien
tal señora servía.
CAMILA: Quien
de sus crïadas fia,
de
señora se hace esclava.
LEONELA: Pues
que tu cordura es tan poca,
sabré
decir mi razón.
CAMILA: Si
hablas, el corazón
te
sacaré por la boca.
Vase CAMILA
LEONELA: Tú
verás, pues soy mujer,
si mi
agravio sé vengar.
Sale ANSELMO
ANSELMO: No hay
más gusto que esperar,
ni más
glorias que tener.
LEONELA: Ya
tengo ocasión de hacello.
Furiosa
estoy, estoy loca.
ANSELMO: Pues al pescuezo la toca
y por
la espalda el cabello,
¿qué
tienes, que voces das?
LEONELA: Si me
aseguras primero,
la
verdad decirte quiero.
ANSELMO: Sí,
aseguro.
LEONELA:
¿Dónde vas?
ANSELMO: El
gran duque me ha llamado,
y con
priesa voy allá.
LEONELA: ¿Y tu
esposa dónde está?
ANSELMO: Con
Lotario la he dejado.
LEONELA:
Apenas habrás salido
de
casa, cuando los dos
te ofendan.
ANSELMO: ¡Válgame Dios!
¿Qué dices?
LEONELA:
Que fue fingido
cuanto viste en tu aposento.
Fue
traición y fue cautela.
ANSELMO: Mira
qué dices, Leonela,
si
adviertes bien lo que siento.
LEONELA:
Finge salir de tu casa,
si
crédito no me das,
y
vuelve luego y verás
adónde
tu honor se abrasa.
ANSELMO: Yo
voy ¿Qué hacer?
LEONELA: Por aquí.
ANSELMO: ¡Ay,
mudanzas de Fortuna!
LEONELA: Ésta es
la puerta.
ANSELMO: Ninguna
queda
abierta para mí.
Voy
sin alma, voy perdido.
LEONELA: ¡Qué
ciego va y qué turbado!
¡Jesús!
ANSELMO:
Pues he tropezado
en la
puerta, habré caído.
Vase ANSELMO Y sale CULEBRO
CULEBRO: ¿Qué
es esto, mi vida?
LEONELA: Ya
no hay "mi vida."
CULEBRO: ¿Qué ha pasado?
LEONELA: Todo
estaba remediado
y todo
perdido está.
Yo
fui causa de este efeto,
y ya
estoy arrepentida.
CULEBRO: ¿Cómo?
LEONELA:
Loca de ofendida
he
descubierto el secreto.
Dije
a Anselmo lo que pasa,
y que
se fue habrá fingido
de
casa, y si se ha escondido,
tiene
de arderse esta casa.
CULEBRO: ¿Qué
hiciste, Leonela? ¡Ay, triste!
Para
tanto mal conviene
remedio.
LEONELA:
Ninguno tiene.
CULEBRO: ¿Qué
hiciste, loca, qué hiciste?
LEONELA: Con
penas lo estoy pagando.
CULEBRO: ¿Podrá
remediarse agora?
LEONELA: ¿Cómo,
si ésta es la hora
que
quizá se están matando?
CULEBRO: No
sé lo que pueda hacer
debajo de las estrellas.
Alabardas son aquellas
el gran duque debe ser.
Quiero avisarle, y si puedo,
con
hacerlo daré modo
de que
no se pierda todo.
Vase CULEBRO
LEONELA: Muerta
me dejas de miedo.
Nunca ser me hubieran dado,
pues tan villana he nacido.
¡Que tan sin seso haya
sido
quien
tanto mal ha causado!
Hay ruido dentro de espadas y hablan ANSELMO,
LOTARIO y CAMILA dentro
CAMILA:
¡Jesús!
ANSELMO:
¡Amigo alevoso!
¡Y tú,
adúltera insolente!
CAMILA: ¡Jesús
mío!
LOTARIO:
¡Anselmo, tente!
¡El
defenderme es forzoso!
Sale CAMILA sin chapines y descompuesta cabello y ropa
CAMILA: ¡Ay,
infelice mujer!
¿Por
dónde podré escaparme?
¿De qué
ventana arrojarme
y en
qué profundo caer?
Salen los dos diciendo esto
ANSELMO:
Lotario, muerto me has,
pero
muerto he de matarte.
LOTARIO: No me sigas.
ANSELMO:
Alcanzarte
quisiera, y no puedo más
Mas...yo la culpa he tenido.
Cáese
LOTARIO: Ven,
Camila.
Salen el DUQUE, la DUQUESA, ALABARDEROS, y todos,
hombres y mujeres que hubiere, y el CAMARERO
DUQUE:
Tente.
CAMARERO: Tente.
DUQUE:
Matalde.
ANSELMO:
No, Duque mío,
oíd
primero.
DUQUE:
Prendedle.
ANSELMO: Era
Lotario mi amigo,
y,
celoso impertinente,
en la
ocasión que les di
despeñáronse. Afrentéme.
Que
Camila ni Lotario
no son bronce ni son nieve.
Fue siempre mi grande
amigo,
y el darme agora la muerte
fue la
mayor amistad
que en
su vida pudo hacerme.
Y, pues
mi culpa conozco,
y me
imagino de suerte
que por
el alma no salga,
me
importa apretar los dientes,
para
morir consolado
de
vuestras altezas. Denme
palabra
que han de cumplir
lo que
en su presencia ordene.
DUQUE: Yo la
doy.
DUQUESA:
Y yo también.
ANSELMO:
Cúmplase inviolablemente.
DUQUE: Yo lo
juro.
DUQUESA:
Y yo lo juro.
ANSELMO: Es,
señor, que de mi muerte
alcance
el perdón Lotario,
para
que después hereden
él y
Camila, casados,
como
mis gustos, mis bienes.
¿Dáisme
esa palabra?
DUQUE: Sí.
ANSELMO: Yo
muero. ¡Jesús mil veces!
Camila,
Lotario... adiós.
DUQUE: Ya es
muerto, no hay quien no quede
con
extraña admiración.
DUQUESA: Hasta
los cielos la tienen.
CAMILA: Mal
haya mil veces yo,
que
tuve culpa en su muerte.
LOTARIO: ¡Oh
amigo más verdadero
que se
ha visto entre las gentes,
quién
no te hubiera ofendido!
Mas la
culpa tú la tienes.
DUQUE: Y yo
quiero, en este punto,
para
que memoria quede
de este
suceso a los hombres,
que se
cumpla puntualmente
lo que
sobre mi palabra
ordenó
Anselmo que hiciese.
Dale a
Camila la mano.
LOTARIO: Pues ya
remedio no tiene,
yo la
doy.
CAMILA:
Y yo la tomo
porque
me anime y consuele.
LEONELA: Y tú y
yo, ¿nos casamos?
CULEBRO: Aunque
a todo el mundo pese.
Y aquí
la comedia acaba
del
Curioso impertinente.
FIN DE LA
COMEDIA
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