JORNADA PRIMERA
Salen Don GUTIERRE y TADEO:, lacayo
GUTIERRE: ¿Fue un paje con el recado
a mi
hermana?
TADEO:
Bien, por Dios,
y a
importar que fueran dos,
el otro
fuera prestado,
o
fuera yo a la visita;
que soy, en talle y en traje,
siendo, entre lacayo y
paje,
un
crïado hermofradita.
GUTIERRE:
Entre necio y mentecato
eres más.
TADEO: No es maravilla.
Dame, dame esa ropilla;
¡qué
bien me asienta el zapato!
TADEO: Es
famoso encubridor
de los
juanetes lo romo.
¡Bella
usanza!
GUTIERRE:
Necio, y ¿cómo?
¿Téngolos yo?
TADEO: No, señor;
tiéneslos como la palma.
(Y tiene, grandes y tiesos, Aparte
en los pies más
sobrehuesos
que un
mal casado en el alma.)
GUTIERRE: De
molde vino el jubón,
bien
está.
TADEO:
Lo mismo digo,
pues te
hace hasta el ombligo
la
barriga de algodón;
que
vuelva la usanza temo
de
aquellos tiempos.
GUTIERRE: Así.
¿No
está muy bien?
TADEO: Señor, sí;
pero a
ser con el extremo
que
algunos, dijera mal
-- y no me hubiera engañado --
que el
ver un hombre preñado
no es
cosa muy natural.
GUTIERRE: Toma
el espejo; extremado
está el
cuello.
TADEO:
Y en ti puesto,
de
manera está compuesto,
que más
parece crïado.
GUTIERRE: Baja
más, ponle en el suelo;
bien el
calzón acomodo
con la
liga.
TADEO:
Canta todo.
GUTIERRE: ¡Oh
Madrid, tierra del cielo,
y
qué bien logrado es
en ti el talle y gentileza
que dio
la naturaleza
de la
cabeza a los pies!
¿Bien puesto el cabello va?
TADEO: En los cascos. (Así esté Aparte
lo que adentro no se ve
como lo
que afuera está.)
¿Bueno está el bigote?
TADEO: Bueno,
pero
sobrado le cuesta
al que,
como tú, se acuesta
como
braquillo con freno.
GUTIERRE: Dame
esa capa; el sombrero,
¿no es
muy a la usanza?
TADEO: Y es
flamante y del portugués.
GUTIERRE: Otra
vez mirarme quiero.
TADEO:
Gustarás mucho de verte.
GUTIERRE: ¿No ves
que cuando me veo
la
medida del deseo,
me
contenta con mi suerte?
TADEO: (Por los aires anda el seso.) Aparte
Sólo tú
estás bien con ella.
GUTIERRE: Tengo
yo felice estrella.
Recelo
algún mal suceso,
si
es verdad lo que se dice
de
aquel, ¿cómo se decía,
que dio
a la muerte más fría
la vida
más infelice;
pues
que se mató bebiendo,
y no
menos que agua pura,
perdido
por su hermosura
en la
fuente.
GUTIERRE: Ya te entiendo --
Narciso. Dudoso estoy
si esto
es verdad.
TADEO: Serlo puede.
GUTIERRE: Por lo
que a mí me sucede,
algún
crédito le doy.
TADEO:
Luego, ¿impulsos has tenido
de
Narciso?
GUTIERRE:
Y con razón,
pues
tengo tanta ocasión;
pero
soy más entendido.
TADEO:
Guardáraste de las fuentes
con
cuidado.
GUTIERRE:
Al menos dejo
muchas
veces el espejo
por
hüir de inconvenientes.
TADEO: (El
hombre está rematado.) Aparte
Y
¿sabrásme declarar
cómo un
hombre puede estar
de sí
mismo enamorado,
y
hecho de su fuego abismo,
por sí
mismo desvelarse,
descomponerse, abrasarse
y
apetecerse a sí mismo?
GUTIERRE: Eso
disparate fuera,
pero al
mirarme me holgara
si una
mujer alcanzara
que en
todo me pareciera.
TADEO:
¿Aunque fuera tan barbada
como
tú?
GUTIERRE:
Siendo mujer,
ya se
ve cuál ha de ser
la que
miro imaginada,
por
lo cual dije que dejo,
no
admitiendo la esperanza,
de
buscar mi semejanza,
al
cuidado y el espejo.
Quita y pon.
TADEO:
¿Hay tal locura?
GUTIERRE: ¿La
cadenilla?
TADEO:
Aquí está.
Ésta sí que llevará
más
ojos que tu hermosura.
GUTIERRE: Sin
ella fuera bastante
mi
talle: mas dame pena
verme
el cuello sin cadena,
y la
mano sin diamante.
TADEO: En eso
tienes razón;
que
entre el hablar y el sentir,
ese
brillar y lucir
grandes
llamativos son.
Mas
con brindis semejantes,
mira
que a dar te condenas
cada día
cien cadenas,
cada
hora cien diamantes,
o a
ser en Madrid tenido
por
avaro, pues dispones
otras
tantas ocasiones,
que no
te dejarán corrido.
GUTIERRE: No
haré tal, pues con tan buenos
gustos,
que toman verás
de mí
lo que siendo más,
saben
que me cuesta menos.
Y
así, con bríos ufanos,
de estas prendas los despojos
pienso dar a muchos ojos
y negar a muchas manos.
TADEO: ¡Oh,
qué gentil arrogancia!
Perecerá tu justicia,
que
vanidad y avaricia
hacen
grande repugnancia.
Sale don GONZALO
GONZALO: Primo, es hora de advertiros
que es
tarde; pero, ¿por qué
me
maravillo, pues sé
lo que
tardáis en vestiros?
Bravo estáis, por vida mía.
GUTIERRE: Quizá
recebís engaños.
GONZALO:
Cortesano de mil años
parecéis.
GUTIERRE:
Soylo en un día;
que
esto más puede y allana
de la Corte donde estamos
la
grandeza, pues llegamos
anoche,
y esta mañana,
casi
sin buscarlos, vi
en un
punto prevenidos,
sin
número, los vestidos,
como
hechos para mí,
y
compré dos, que me están
a
medida del deseo.
GONZALO: Y según
eso os veo
de
cortesano y galán,
cesará la competencia,
en la Corte, entre mí y vos,
que,
aunque tan primos los dos,
teníamos en Valencia.
GUTIERRE: Bien habéis hecho en rendiros
y mudar
de pensamiento,
donde
hay más conocimiento
de
galas.
GONZALO:
Gusto de oíros;
mas es soberbia por Dios,
y por ella, aunque no
importe,
habéis
de ver que en la corte
vuelvo
a competer con vos,
pues hice ya prevenciones.
TADEO: ¿Cuáles son? ¿Habláis de veras?
GONZALO: Entre
cuatro faltriqueras
repartidos mil doblones.
TADEO: Pese
a tal, a eso me ajusto.
GONZALO: Y
echando por el atajo,
pienso
con menos trabajo
comprar
no tan caro el gusto.
GUTIERRE: ¿Y
cómo gusto comprado
pensáis que lo puede ser?
TADEO: Es
amante mercader.
GONZALO: Debo
tenerle estragado;
pero
en la corte ver quiero,
de mí a
vos, cuál más conquista,
dando
galas a la vista,
o a la esperanza dinero;
pero han de ser excusados
entre los dos los enojos,
si en quien vos ponéis los ojos
envío yo los recados.
GUTIERRE: Sea
así, y un desegaño
veréis
presto en mi verdad.
TADEO: Yo
ayudo con la mitad,
si
apostáis. ¡Gracioso engaño!
Vencerá la parte tuya,
aunque
él sea un Cicerón,
y un
Narciso en la opinión
de
todos, como en la suya.
¡Qué
confianza tan loca!
¡Qué
locura tan notable!
En
Madrid oro y potable
desde
la mano a la boca,
los estados califica,
los corazones granjea,
los ánimos lisonjea
y las sangres purifica.
Es de las damas espejo,
triaca de la malicia,
tirano
de la justicia,
consejero del consejo.
Es ídolo de las gentes,
alivio
de los afanes,
oprobio
de los galanes,
cuchillo de los valientes,
vergüenza de los discretos
injuria
de los honrados,
suspensión de los cuidados
y causa
de los efectos.
Es
refulgente, es hermoso,
es
hidalgo, es bien nacido,
es
pujante, es atrevido,
es
valiente, es poderoso,
es piadoso y es crüel;
y ya
afable o ya importuno,
del Rey
abajo ninguno
es tan
bueno como él;
pero
tú, pues te acomodas,
rendirás más corazones
con el
son de dos doblones
que no
él con sus galas todas.
GUTIERRE:
Calla, necio, que infinito
me
enfadas; ello dirá.
GONZALO: Y yo
también, bueno está,
a las
obras lo remito.
GUTIERRE: ¿Ha sabido
que llegamos
nuestro
tío?
GONZALO:
Está enojado
de no
habernos apeado
en su
casa.
GUTIERRE:
Pues digamos
que
el llegar llenos de lodo
y tarde, la causa fue;
a mi
hermana le envié
un
paje.
GONZALO:
(Y mi alma y todo Aparte
la
llevo, por quien destierra
todas
las penas que pasa.)
GUTIERRE: ¿Si
habrá ya vuelto a su casa,
de su
consejo de guerra,
nuestro tío?
TADEO: Explorador
iré a ser, y mientras llego,
GUTIERRE: Ve
luego.
TADEO:
Y buen ánimo, señor;
que
en la competencia espero
que has
de probar como un Cid.
GUTIERRE: A las damas de Madrid
daré amor.
GONZALO:
Y yo dinero.
Vanse. Salen doña
BRIANDO y LUCÍA por
una puerta, y por otra el MARQUÉS
BRIANDA: Mira
por esa ventana
si
viene.
LUCÍA:
Está sin recelo.
MARQUÉS: Sal del
mundo, sol del cielo,
bien
divino en forma humana.
BRIANDA:
Aunque tuya, marqués mío,
la
misma desdicha soy.
MARQUÉS: ¿Por
qué, mi bien?
BRIANDA: Muerta estoy,
sin
fuerza en el albedrío,
sin
paciencia en el despecho,
sin valor en los agravios;
sin palabras en los labios,
sólo amor tengo en el
pecho.
Mis
dos primos han llegado,
y de mi
padre el intento
ya lo
sabes.
MARQUÉS:
Ya me siento
en ese fuego abrasado;
ya
estoy con ansia encogida
en ese
rigor perdido,
sin
seso para el sentido,
sin
alma para la vida,
sin
fuerza para el dolor,
de todo remedio ausente,
pues
como tú solamente
en el
pecho tengo amor.
¿Puede ser que me destruya
tu
cruel padre, pues desvía
el
llegar la mano mía
a ser
lazo de la tuya?
Fuera de no estar cubierto
delante
el rey, ¿ha llegado
ninguno
a tener estado
ni más
rico ni más cierto?
¿No
hubiera yo merecido,
siendo
tuyo, el ser tu esposo,
si
naciera tan dichoso,
como
nací bien nacido?
Pues, ¿por qué abate mi amor?
¿Por
qué me tiene en tan poco?
BRIANDA: No hace
tal, que no está loco;
antes recela, señor,
viendo la grandeza tuya,
que en
tu casa, en tu poder
fuera
cierto escurecer
los
blasones de la suya;
y
así, quiere darme a un hombre
que tenga estado menor,
en
quien conserve mejor
su
mayorazgo y su nombre.
En
esto sólo fundó
el
matarme con dejarte.
MARQUÉS: ¿Esposo
al fin quiere darte
que
valga menos que yo?
En
eso, mi bien, verás
lo que
desdichado he sido,
pues a
mí sólo han tenido
en
menos por valer más.
BRIANDA:
Muerta en mi desdicha estoy;
pero
ten seguridad
que,
aunque muera en su crueldad,
seré
tuya, pues lo soy;
que
cuando en tanta aspereza
no haya
remedio mejor,
aunque
le sobre rigor,
no ha
de faltarme firmeza.
MARQUÉS: Ya
con tal ofrecimiento,
no
solo, mi cielo hermoso,
no
estoy muerto de quejoso,
pero
estoylo de contento.
Ya
vivo en tu confïanza,
pues si
mi ventura ve
que no
te falta la fe,
será un
monte mi esperanza.
BRIANDA:
Habla paso.
Sale TADEO
LUCÍA:
Atrevimiento
es ése.
TADEO:
No hay que dudar.
LUCÍA: ¿Qué quieres hacer?
TADEO: Entrar
hasta
el último. aposento.
LUCÍA:
¿Estás loco? ¿Dónde vas?
TADEO: Bien
preguntas.
LUCÍA:
¿Qué hacer quieres?
TADEO: Después
de entrar.
LUCÍA: Di quién eres.
Di
quién eres. ¿Búrlaste?
TADEO: Pregunta más.
LUCÍA: ¿Qué
haces?
TADEO:
Pregunta.
LUCÍA: Ten;
esto de
locura pasa.
TADEO: Soy de
casa.
LUCÍA:
¿Y quién de casa?
TADEO: Bien
preguntas; oye quién.
Soy
lacayo del sobrino
cuyo
tío es, por ser suyo,
tan mi amo como tuyo.
Y esta
escalera imagino
con
bastantes escalones
para
subirme y entrar.
LUCÍA: ¿Qué es
aquéllo?
TADEO: Hasta el hablar,
me sabe
bien a empujones.
LUCÍA: Digo
que gastas humor
atrevido y extremado.
TADEO: Diómele
para el recado
don
Gutierre, mi señor.
BRIANDA: Temo
que lacayo sea
de mi
primo y de mi daño.
MARQUÉS: Pues,
¿qué haremos?
BRIANDA: No me engaño.
Pesárame que te vea;
no
estés con pecho cobarde.
MARQUÉS: ¿Cómo,
si te tengo en él?
BRIANDA: Tú
disimula con él;
que yo me voy.
MARQUÉS: Dios te guarde.
Vase doña BRIANDA
TADEO: Ya
estás menos ofendida
y
enojada.
LUCÍA:
Es cierta cosa,
pues
que me llamaste hermosa.
TADEO: Fue
palabra muy sentida.
LUCÍA:
Fueron las satisfacciones
muy
bastantes.
TADEO:
Yo me holgara
si,
como tu buena cara,
tuvieran buenas razones.
¿Quién es este caballero?
LUCÍA: Un
marqués que está esperando
a don
Pedro, mi señor.
TADEO:
Cansaráse de esperarlo;
que el
esperar es morir.
MARQUÉS: No me
enojo, aunque me canso;
pero
decidle, señora,
que yo
no pequeño rato
le
esperé para decirle
que
favorezca un soldado,
a quien
debo obligaciones,
y que
volveré de espacio.
LUCÍA: Serviré
a vueseñoría.
Vase LUCÍA
TADEO:
Y yo y
todo, porque gasto
buen
humor y buena prosa.
MARQUÉS: Y aun
el donaire no es malo.
¿De
dónde sois?
TADEO:
Debo ser
entre
español y gabacho;
de Francia a Valencia vine,
y vióme
de pocos años
la
plaza de la Olivera
atambor
y abanderado.
MARQUÉS: ¡Buenos
cargos!, ¿y os llamáis?
TADEO: Tadeo,
el primer lacayo
de mi nombre.
MARQUÉS:
Así lo creo;
y
¿servís?
TADEO:
Sigue mis pasos
don
Gutierre, mi señor,
caballero valenciano.
MARQUÉS: ¿Es
principal caballero?
TADEO: Así tuviera los cascos
como
los abuelos tuvo.
MARQUÉS:
¿Murmuráis de vuestro amo?
TADEO: Así el
hacerlo me toca
para
parecer crïado.
MARQUÉS: ¿Es
rico?
TADEO:
Pudiera serlo,
que es varón calificado;
señor es de seis aldeas,
pero con empeños tantos,
que los
vasallos se come,
crudos, cocidos y asados.
MARQUÉS: ¿Es liberal?
TADEO:
¿Liberal?
No
vieron ojos humanos
en su
casa pasajeros
y en su
mesa convidados.
MARQUÉS: ¿Tiene
caballos?
TADEO: No tiene;
pero
aunque muera rabiando
de hambre, no dejará
de
tener machuelo o macho.
Tiene
impulsos de arriero,
cuyas
causas le inclinaron
a
géneros de animales
transversales y bastardos.
Yo solo
le conocí
de poco
precio un caballo,
que le
sirvió pocos días,
y hubo
de venderlo manco;
porque
la carga de un necio
es
insufrible trabajo.
MARQUÉS: Pues,
¿en qué gastó su hacienda?
TADEO: Tiene
el humor más extraño
que
vieron las tres edades.
(Pienso
que me voy picando.) Aparte
MARQUÉS:
Proseguid, por vida mía;
¿cómo
se perdió?
TADEO:
Jugando
a la
pelota de viento
partidos disparatados;
y a los
trucos, sin saber
tomar
en la mesa el taco,
le vi
perder muchas veces
a mil y
a dos mil ducados;
y
fabricando vestidos
en mala
luna cortados,
pues
fue la de su cabeza,
ya
creciendo, ya menguando.
Una vez
le vi poner
sobre
un vestido de paño
más de seis mil quinientos
botones
abellotados.
Y
sucedióle después
de ser
excesivo el gasto,
ser
ridículo el vestido,
y
quedar él muy ufano.
Por
comprar una carroza
se
cargó diez violarios
que a
los censos de por vida
ansí en
Valencia llamamos
y dos
caballos frisones,
con un
cochero borracho,
desafïaron los vientos,
y por
una puente abajo
dieron
con todo al través,
y un
portalero mataron
a
lanzadas como moro,
y entre
puertas, como gato.
Gastó
también ciegamente
haciendo caminos largos
por ver
solo una mujer,
a quien
no tocó una mano,
por dar
a entender no más
que era
escogido y llamado
de una
mujer que en la corte
los príncipes celebraron.
MARQUÉS: Luego,
¿préciase de lindo?
TADEO: Aunque
gastara mil años
en
decir lo que hay en eso,
me
sobraran cuentos largos.
Un
Narciso en su opinión
es, tan
tierno enamorado
de sí
mismo, que a su sombra
suele
alargarle los brazos.
Con
estas satisfacciones,
muy
arrogante y muy falso,
de
cuantos ojos le miran,
torcidos o regalados,
piensan
que le arrojan fuego,
y que
deja enamorados
sus
dueños, que por ventura
su
locura celebraron;
y entre
confusas ideas,
pueden
tanto sus engaños,
que
cuenta por sucedidos
los
gustos imaginados;
así se
mira y se goza
más
contento que engañado,
pensando que hasta las bestias
se les
lleva los cuidados.
Y no es
patraña, por Dios.
Escucha
un cuento galano.
En
Valencia, yendo un día
por una
calle, encontramos
una
mula de un doctor
a la
puerta de un letrado;
la cual
volvió la cabeza
a la
que los dos pasamos,
mascando freno y espuma,
gruñendo y orejeando;
y él
dijo, muy en su seso,
"¡Ah, Tadeo! ¿No
has notado?
¡Hasta las mulas, por Dios,
me miran con ojos
claros!"
MARQUÉS: Donoso
extremo, a fe mía;
graciosamente has contado
los
milagros de su vida.
TADEO:
Quisiera ser un milagro
empleado en tu servicio,
mas
cuéntame por tu esclavo.
MARQUÉS: Amigos hemos de ser;
adiós. (Moriré si
falto Aparte
sin ver
mi gloria al salir.)
Vase
TADEO: Por lo
que me has escuchado
beso
mil veces tus pies;
que
parece que descanso
el
cozarón cuando cuento
disparates de mi amo.
Sale LUCÍA
LUCÍA:
Apercíbete a pedir
albricias; que ya se apea
mi amo.
TADEO:
En buen hora sea;
mas tú
volviste a salir
sólo
por volverme a ver.
LUCÍA: A lo
menos por oírte
solemnizarte y servirte.
TADEO: ¡Qué buen
gusto de mujer!
LUCÍA:
¿Luego imaginas que estoy
perdida
por tus amores?
TADEO: Repito
los borradores
de mi
amo, necio soy.
LUCÍA: De
la cabeza a los pies
eres bellaco.
TADEO: Y por ello
ya tuyo.
LUCÍA:
Veréme en ello,
adiós.
Vase LUCÍA
TADEO:
Juguetona es.
Sale don PEDRO, y CRIADOS con
él
CRIADO:
Quejábase aquel soldado
con razón.
PEDRO: Ansí es verdad.
Provea su majestad
mi plaza; que estoy
cansado
de
ver ya las cosas tales,
que vienen a ser mejores
los billetes de señores
que fees de los generales;
que, como toda mi vida
serví
en Flandes, en campaña,
sé lo
que luce una hazaña
y lo
que cuesta una herida;
y
oféndeme el ver tan llano
valer
con razón sucinta,
más que
la sangre la tinta,
por
venir de buena mano.
Con razón estos rigores
apuran muchas paciencias,
y no sé con qué
conciencias
los grandes y los señores
les quitan a los soldados
mercedes y honras sin tasa,
para pagar de su casa
los
servicios mal pagados.
Disculpados desatinos
dicen
los soldados.
TADEO: Voy.
PEDRO: ¿Quién eres?
TADEO: Lacayo soy
común de tus dos sobrinos
que anoche llegaron.
PEDRO: Ya
lo he
sabido.
TADEO:
Yo busqué
su
posada y no la hallé.
PEDRO: Para
que yo fuera allá;
del
no venirse apear
a esta
su casa me quejo.
TADEO: Por no
venir en bosquejo
se
quisieron retocar;
mas
por la falsa entraron
ahora,
y ellos darán
su
disculpa.
PEDRO:
Enmendarán
con su
vida lo que erraron.
TADEO: Mas
no porque van llegando
perderé
en esta ocasión
las
albricias.
PEDRO:
Ni es razón.
TADEO: Ya las
pido.
PEDRO: Yo las mando.
Salen
don GUTIERRE y don GONZALO
GUTIERRE: ¿Si
habrá ya llegado?
GONZALO: Él es.
PEDRO:
¡Sobrinos!
GUTIERRE:
¡Señor!
GONZALO: ¡Señor!
PEDRO: Hijos
dijera mejor.
GUTIERRE: Danos
la mano.
GONZALO:
Y los pies,
para
que así nos perdones
lo que
tardamos.
PEDRO: Llegad
el pecho y tomad, tomad
abrazos y bendiciones.
Llama a Brianda y Mencía,
vengan,
vengan al momento;
que es
muy grande este contento,
y
repartirle querría.
Va un CRIADO
¿Cómo venís?
GUTIERRE:
Los caminos
nos han
tratado muy mal;
con
fríos.
PEDRO:
¿Quién dice tal?
En
tales años, sobrinos,
cuando se anima la edad
con el
juvenil valor,
¿tienen frío, ni calor
los hombres?
GONZALO: Así es verdad;
y mi primo por sí
habló,
porque
yo no lo sentí.
GUTIERRE: Aunque
confieso que sí,
bien
pude pasarle yo.
TADEO: (Con
el fieltro y mascarilla, Aparte
que la
tez le conservara,
porque
piensa que es su cara
la flor
de la maravilla,
y es
un puro cordobán.)
PEDRO: Galanes venís y buenos;
vos, don Gutierre, a lo
menos,
tan del
todo estáis galán,
que
pueden pensar de vos
que
así, calzado y vestido,
de la
corte habéis nacido;
galán
sois.
GUTIERRE:
Débolo a Dios;
y yo
de serlo me precio
con
particular cuidado.
PEDRO: (Si
este mozo es confïado Aparte
y no es
loco, será necio.)
Si
así el acero os ponéis,
si así las armas jugáis,
como las galas lleváis,
gran caballero seréis.
GUTIERRE:
También sé blandir la espada
y sabré
terciar la pica;
que a
cualquiera cosa se aplica
mi
persona ejercitada;
bien
mis fuerzas acomodo
a todo.
PEDRO:
¿Así? Dios os guarde.
GONZALO: No hay
valenciano cobarde.
PEDRO: (En
todo el mundo hay de todo.) Aparte
GONZALO: (Ya
el humor le ha conocido Aparte
mi tío,
pues le ha mirado
entre
atento y admirado.)
TADEO: (¡Qué
falso está y qué engreído!) Aparte
Salen doña BRIANDO y doña
MENCÍA
PEDRO: Brïanda, tus primos tienes
ya en
tu casa, a verlos llega.
Mencía,
tu hermano y primo
logran
la esperanza nuestra.
BRIANDA: Sean
mis primos bien venidos.
MENCÍA: Tan
dichosamente vengan
como alegre los recibo.
GUTIERRE: Señora,
a tus pies merezca
tu
mano.
BRIANDA:
¡Primo, señor!
GONZALO: ¡Prima!
MENCÍA:
¡Primo!
GONZALO:
¡Ah, quién pudiera
apretar más este abrazo!
MENCÍA: Sirvan los ojos de lengua.
PEDRO: De don
Gutierre fue padre,
que
Dios en el cielo tenga,
don Alonso, hermano mío,
cuyo mayorazgo hereda.
GONZALO: Participe
yo también
de tu
mano.
BRIANDA:
Bueno fuera
no
darte también los brazos.
GUTIERRE:
¿Hermana?
MENCÍA:
Hermano, ¿que pueda
abrazarte? Aún no lo creo.
TADEO: (Ya los ojos se le lleva Aparte
su
prima.
PEDRO:
Y de don Gonzalo
fue mi
hermana doña Elena
madre y
gran hermana mía,
que ya
del cielo es estrella.
Sentémonos.
¡Hola, sillas!
Y luego
quiero que sepan
mis
sobrinos la ocasión
que los
trujo de Valencia.
Siéntanse y todos hablan
aparte
BRIANDA: Ya
comienzan mis temores.
MENCÍA: Ya mis
recelos comienzan.
GONZALO: En mi
prima tengo el alma.
GUTIERRE: ¡Qué
soberana belleza!
BRIANDA: ¡Qué
afectado caballero!
GUTIERRE: ¡Qué
declarada, qué tierna,
sus ojos puso en los míos
con igual correspondencia!
Ya pica
el pece, por Dios.
TADEO: Sin
duda mi amo piensa
que ya es suya, y atribuye
lo que es desaire a
terneza.
PEDRO: Yo,
como sabéis, sobrinos,
aunque
mayorazgo era
en la casa de mis padres,
pudieron sacarme de ella,
casi en
pueriles años,
sin su
gusto y con mi Estrella,
la
inclinación de las armas
y el
bullicio de la guerra.
Pasé a
Flandes, y probé
tan
dichosamente en ellas,
que fui
añadiendo blasones
a mi
heredada nobleza.
Llegué
a ser maese de campo
con la
misma ligereza
que yo tuve en dilatar
mi
opinión y mi experiencia.
Por mi
mujer merecí
a una
señora flamenca,
tan
principal como rica
y tan
casta como bella;
pero
llevósela el cielo,
habiendo sido en la tierra
tal, que solas sus memorias
hacen mis entrañas tiernas.
Dejóme a solo Brianda;
vine a
la corte con ella,
habiendo servido en Flandes
pasan
los años de treinta,
por lo
cual su Majestad,
así en honras como en rentas,
me hizo grandes mercedes,
aunque mayores promesas,
después de hacerme también
de su consejo de guerra.
Recién
llegado a Madrid,
porque
sola no estuviera
Brïanda, vino Mencía,
por mi
gusto, de Valencia,
que ha
ya dos años y más
que le
acompaña y consuela.
Y
ahora, viendo mi edad
tanto a
los tiempos sujeta,
que
parece que los años
a la
muerte lisonjean,
y
queriendo disponer
con mi voluntad postrera
de mi
alma, de mi hija,
de mi
estado y de mi hacienda;
aunque
a Brïanda me piden
con
aplauso y competencia,
en la
corte más señores
que su fama tiene lenguas;
temiendo en lo porvenir
que mi
nombre se escurezca,
si no entre hazañas mayores,
entre mayores grandezas;
y previniendo también
que en
mi patria no se pierdan
de mi
casa los blasones,
aunque
en la ajena florezcan,
quiero,
tomando consejo
de mi
madura experiencia
pues mi
mayorazgo vale
más de
doce mil de renta,
que se
conserve en mi nombre
y que
se logre en mi tierra,
volviendo a la sangre mía
lo que
he comprado con ella;
y así, envíe por los dos,
en quien tan iguales pesan
las obligaciones mías,
para que mi hija pueda,
haciendo elección del uno,
unir en
los dos mi herencia.
GUTIERRE: (¿Quién
duda que seré yo Aparte
el escogido por ella?)
MENCÍA: (Ya
está por mí prevenida.) Aparte
GONZALO: (Y
cuando no lo estuviera, Aparte
¿hay humanos intereses
por quien yo olvide tus
prendas?)
GUTIERRE: (Ya con
los ojos me nombra.) Aparte
BRIANDA:
(Confusiones me rodean
Aparte
el
alma.)
PEDRO:
¿Qué dices, hija?
BRIANDA: ¿Cómo
con tanta presteza
señor,
puedo resolverme?
Si gustas, dame licencia
para
pensarlo mejor.
GUTIERRE: (Ya me
ofende, pues lo piensa.) Aparte
Sale un PAJE del MARQUÉS
PAJE: Para
dar la bienvenida
a estos
señores, licencia
pide el
Marqués, mi señor.
PEDRO: Entre
el Marqués norabuena;
Saldréle yo a recibir.
PAJE: No es
menester; que ya entra.
Salen el MARQUÉS, un PAJE y CRIADOS
MARQUÉS: Esta
poca cortesía
de no
esperar el recado
perdone
vueseñoría,
pues en mí se habrá fundado
sobre amistad.
PEDRO:
Honra es mía
el
tratar mi casa así,
conozca
a mis valencianos.
MARQUÉS: Por servirlos vine aquí.
GUTIERRE: Para
darme a mí las manos.
GONZALO: Y darme los pies a mí.
TADEO: Pues
que somos.
PAJE: Sí seremos.
TADEO: ¿Oiga
voacé?
PAJE:
Bien, por Dios.
TADEO: Criados
a vela y remos,
coro
aparte, murmuremos
de
nuestros amos los dos.
PAJE: ¿Va
de juego?
TADEO: Va.
MARQUÉS: Señora,
vuesa
merced, ¿cómo está?
BRIANDA: La
salud que tengo agora
siempre
al servicio estará
de
vueseñoría.
MARQUÉS:
Y, ¿mejora
de
su gran melancolía
vuesa
merced?
MENCÍA:
Con tal contento
estoy
loca de alegría.
BRIANDA: ¿Cómo
está vueseñoría?
MARQUÉS: Algo
indispuesto me siento.
BRIANDA: En
el alma me pesó.
MARQUÉS: Ya
tengo salud entera.
GUTIERRE: Mil males
tomara yo,
si para
todos tuviera
el
milagro que os sanó.
BRIANDA:
Hasta tenerlos, quejoso
no
estéis, primo; aun es temprano.
PEDRO:
¿Sobrino?
GUTIERRE:
Yo soy dichoso.
PEDRO: Como
poco cortesano,
parece
que estáis celoso.
GUTIERRE: ¿Yo
celos? Ni aun de los cielos
no
hayáis miedo que los pida;
mal
conocéis mis desvelos,
un
hombre soy que en mi vida
ni tuve
envidia, ni celos;
porque siempre un hombre he sido
que
infinitos los he dado,
mas
nunca los he tenido.
BRIANDA: (¡Qué
necio tan confiado!) Aparte
PEDRO: (¡Qué
bachiller tan corrido!) Aparte
TADEO:
Sospecho que no se engaña
del
todo mi amo, pues
como el
Sol en la campaña,
los
ojos pone el Marqués
en su
prima.
PAJE: Es cosa extraña
lo
que adora a esta mujer
y ella
admite la esperanza.
TADEO: ¡Qué
bello decir y hacer
los
crïados a la usanza
de este
tiempo! Así han de ser,
pues deben al ser discretos
descubrir el primer lance
de sus
amos los secretos.
GONZALO: No
hayas miedo que te alcance
la
causa ni los efetos;
pues
el propio valor
suyo perderá primero el oro
que yo
deje de ser tuyo.
MENCÍA: A lo
mucho que te adoro
estas dichas atribuyo;
ya te doy mil parabienes.
GONZALO: Deja ocasiones de quejas
y dame causas de bienes.
MENCÍA: Muy sin recelo me dejas.
GONZALO: Y muy seguro me tienes.
GUTIERRE: Préciome yo de atrevido.
BRIANDA: Tú en tener tales recelos,
es sin duda que lo has
sido.
MARQUÉS: (¡Muero
de envidia y de celos!) Aparte
BRIANDA: Al
Marqués miró ofendido.
GUTIERRE: Oye.
BRIANDA:
Sabrélo después,
pues
tan poco va ni viene
en eso,
señor Marqués,
en que
agora se entretiene
mi
señora doña Inés.
MARQUÉS: Mi
hermana sólo en ser mía
tiene
por gusto y deporte.
BRIANDA: Rayos
de quejas me envía.
PEDRO: Dios la
guarde, es en la Corte
lo que
es el Sol para el día.
GUTIERRE: ¡Qué
hermana tiene tan bella!
MARQUÉS: Vendrá
a besarte las manos.
GUTIERRE: Mucho
me holgara de vella.
BRIANDA: Las
tuyas beso.
PEDRO:
Honráranos
esta
casa, pues en ella
le daremos ocasión
tan
presto.
MARQUÉS:
¿Cómo?
PEDRO: Se casa
mi
Brïanda.
MARQUÉS:
(¡El corazón, Aparte
desalado, se me abrasa!
PEDRO: Porque
sigue mi opinión,
con
el uno de mis dos
sobrinos.
BRIANDA:
(Del todo muerto Aparte
está mi
Marqués. ¡Ay, Dios!)
MARQUÉS: Y ¿está
del todo el concierto
ya
conclüido por vos?
PEDRO: Es
mía la voluntad;
sólo le
falta escoger
a cuál
quiere.
MARQUÉS: (¿Hay tal crueldad? Aparte
¡Ay, mudable!)
BRIANDA: ¿Qué he de hacer?
¿Diréle
que no es verdad?
MARQUÉS: Será
mil veces dichoso
el que
quedare elegido
por
ella.
GUTIERRE:
Más que glorioso
quedaré
siendo escogido.
GONZALO: Y yo
quedaré envidioso.
Esto
ha sido cumplimiento,
bien
mío.
MENCÍA:
Con todo, agora
con
toda el alma lo siento.
MARQUÉS:
Vuesamerced, mi señora,
gozará
de este contento
millares de años, contados
con los
minutos los bienes.
BRIANDA: Yo
agradezco esos cuidados;
pero
nunca parabienes
se
admiten adelantados,
porque suele suceder
derribar las esperanzas
la Fortuna.
MARQUÉS:
Puede ser,
pues
que para hacer mudanzas,
hasta
en el nombre es mujer;
y
porque pienso que es tarde,
será
bien daros lugar.
BRIANDA: (¡Qué
perdida, qué cobarde
Aparte
me
deja!)
PEDRO:
(Que sospechar Aparte
me
dejan.)
MARQUÉS:
El cielo os guarde.
PEDRO:
Todos te acompañaremos.
MARQUÉS: No, por
mi vida; ¿por qué
usáis
de tales extremos?
GUTIERRE: Yo solo
me quedaré.
MENCÍA: Porque
solas no quedemos.
MARQUÉS:
Muerto voy.
GUTIERRE: Seré despojos.
TADEO: Como en
su centro quedó.
BRIANDA: ¿Qué
disparates? ¿Qué antojos?
GUTIERRE: Parece
que me miró,
dándome
el alma en los ojos.
PAJE: Bravos ademanes son
los de tu amo he pensado...
TADEO: Pienso
que tienes razón.
PAJE: ...que
es un necio confïado.
TADEO: Y un
Narciso en su opinión.
Vanse unos por una puerta y otras por
otra
FIN DE LA
PRIMERA JORNADA
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