JORNADA SEGUNDA
Salen don PEDRO y doña BRIANDA
PEDRO:
Brïanda, mal te aprovechas
del
valor, porque me pones
con dudas en ocasiones
de recelos y sospechas.
No de tu honor, cuyo brío
estriba en tan buen cimiento,
sino de
algún pensamiento
que se
encuentra con el mío;
resuélvete en escoger
para
esposo, de estos dos
el uno.
BRIANDA:
¿Tan presto? ¡Ay, Dios!
¿Cómo,
padre, puede ser?
Este
ñudo indivisible
del
casamiento, ¿no es,
ciego en los cuerpos, después
para las almas terrible?
¿No es tan crüel, no
es tan fuerte,
que
aunque la razón lo pida,
no le
desata la vida,
sino le
acaba la muerte?
Pues
¿cómo, padre, al compás
de la
prisa que hay en ti,
de dos
hombres para mí
mirar
el que vale más?
¿Podréles ver, por momentos
tan
llenos de pesadumbres,
el
valor en las costumbres
y el
alma en los pensamientos?
¿Podré ver con tal presteza
de cuál
se aplica el amor,
mi
sangre con más calor,
mi
gusto con más terneza?
Mira
que es justo.
PEDRO: No es justo
para quien echa de ver
que en
elección de mujer
las más
veces yerra el gusto,
y
así, esposos escogidos
entre
amorosos cuidados,
si no
mueren descuidados,
padecen
arrepentidos.
Pero
cuando elige esposos
la
paternal providencia,
en
premio de su obediencia,
las más veces son dichosos.
Y tú, a ser más bien
mirada,
más humilde, más sujeta,
más
prudente, más discreta,
más
dócil y más honrada,
porque de ti se tuviera
general
satisfacción,
fïaras
de mi elección
lo que
de la tuya era.
BRIANDA: Tú
eres padre y dueño mío,
pero en
la mujer ¿no ves
que en
esto sólo no es
la
libertad desvarío?
De
mi esposo...
PEDRO: Di.
BRIANDA: ...señor,
a ti no
te ha de tocar,
si es
flemático, el pesar;
si es
colérico, el temor;
si
es importuno, el enfado;
si es
vicioso, la costumbre;
si es necio, la pesadumbre;
la
afrenta, si no es honrado.
Y si
el pecho le desama,
tú,
señor...
PEDRO:
Di.
BRIANDA:
...¿mal forzoso
has de partir con mi esposo
una
mesa y una cama?
Pues si yo he de ser, ¿por qué
quieres elegir por mí,
ni
darme prisa?
PEDRO:
¿Así? ¿Así?
Nunca
tal imaginé;
mujer apenas, ¿no veis
lo que
entiende y lo que traza?
Atrevidilla rapaza,
¿tanta
libertad tenéis?
Pues
porque no la tengáis,
elegir
y obedecer
dentro de una hora ha de ser;
y
advertid que si os tardáis,
haré
yo vuestra elección,
con
diligencias no malas,
para
cortaros las alas
de tan
libre corazón.
No repliquéis; ¿hay tal cosa?
¡Hola,
hola!, ¿quién pensara
este
extremo de esa cara
tan
compuesta y vergonzosa?
Vase
BRIANDA:
Apenas tiene plumas el avecilla,
cuando
pone en los vientos el cuidado;
el más
menudo pez del mar salado
suele
atraverse a su arenosa orilla.
Deja
el monte la tierna cervatilla,
y
aunque con su peligro, pace el prado,
las útiles defensas del ganado,
pierde tal vez la mansa
corderilla.
Sube
al aire la tierra más pesada,
sale de
madre el más pequeño río,
el
cobarde mayor saca la espada;
la menor esperanza finge brío,
¡y
solamente la mujer honrada
tiene
sin libertad el albedrío!
Salen LUCÍA y el MARQUÉS
LUCÍA: Ya
de sus negocios trata
el
viejo, y puedes entrar.
MARQUÉS: Con quejas he de matar
a quien
con celos me mata.
¿Eso
es posible, señora?
BRIANDA:
Marqués, ¡qué atrevimiento!
MARQUÉS: ¡Que
tan mortal tormento
padezca
quien te adora!
BRIANDA: ¿Eso dices? ¡Ay, cielos!
MARQUÉS: Mira
mis ojos, que me abrasan celos.
BRIANDA: Cuando,
perdida y loca,
no hay
bien que no me huya,
cuando
por causa tuya
tengo
el alma en la boca,
que sales tras mis quejas,
¿de mí te ofendes y de mí
te quejas?
Quéjate
de mi suerte,
que
impide tu esperanza
sin
temer la mudanza
de
quien pide a la muerte
la
mayor aspereza que acredite
contigo
mi firmeza.
MARQUÉS: Angel
del alma hermoso,
¿quién
causa en ti ese extremo,
por
quien mi muerte temo?
BRIANDA: Un
padre riguroso,
que
pide, como injusto,
fuerza
a la voluntad y ley al gusto.
Sólo
una hora le ha dado
de
término a mi muerte,
o con
rigor más fuerte
resuelto y arrojado,
por
esposo importuno
de mis
dos primos quiere darme uno.
MARQUÉS: Desdichas inhumanas,
yo muero; mas, señora,
¿en esta casa agora
no hay
puertas, no hay ventanas?
Si por ellas no puedes,
derribaré a puñadas las paredes,
para que salgas de ella,
o
abrasarála el fuego
de...
BRIANDA:
Oye, ten sosiego,
escucha.
MARQUÉS:
¡Ay, prenda bella!
BRIANDA: Y eso
en mí, ¿qué sería?
Honra
soy de mi padre.
MARQUÉS: ¿Y no a la mía?
Menos
esta balanza
pesa en
tu pensamiento
asida a
tu belleza.
¿Esto
es fe? ¿Esto valor? ¿Esto firmeza?
BRIANDA: Y tal,
que en mis acciones
valerme
de ella espero;
pero
los medios quiero
de sus ejecuciones,
porque sean más buenos,
que de mi calidad
desdigan menos.
MARQUÉS: Ya por
ti los estimo,
ya
saberlos quería.
BRIANDA: Quiere
a doña Mencía
don
Gonzalo, mi primo,
tanto,
que es cierta cosa
el ser
su amante para ser su esposa.
Y si a
mi padre engaño
y digo
que a él le quiero,
de su
fineza espero
suspensión en mi daño,
siendo
de él no admitida;
pero al
segundo lance soy perdida.
Porque
mi padre, ciego
con sus
vanos antojos,
con mayores enojos,
en don Gutierre luego
querrá darme un marido,
de mí,
por confïado, aborrecido;
y quitarme la vida,
que en
ti depositada
tengo,
tan desdichada
como
favorecida
de tu
alma en mis ojos.
MARQUÉS: Pues
¿qué haremos, mi bien?
BRIANDA: Morir de enojos.
MARQUÉS: ¡Ay,
gloria ya no mía,
ponme
en tus brazos bellos,
para
que muera en ellos!
BRIANDA:
¿Posible no sería
con
algún modo extraño
sufrir
la pena y suspender el daño?
MARQUÉS: ¿Cómo,
si está el sentido
muerto
en el sentimiento?
Sale LUCÍA
LUCÍA: Señora,
pasos siento.
MARQUÉS: Vaste,
y quedo perdido.
BRIANDA: Vete, y
sin alma quedo.
Vase
MARQUÉS: En piedra
convertido, ¿cómo puedo?
¿Qué pasos darán los pies,
cuando pesan las
desdichas
tanto
en el alma, que apenas
dejan
fuerzas en la vida?
¿Qué valor habrá en el pecho,
donde las alas palpitan
de un corazón, por
amante,
ya
convertido en ceniza?
¿Qué
discursos puede hacer
una
cabeza vacía,
sin
seso por verse en mí,
por
levantada, caída?
Sale TADEO
TADEO: ¿Señor
Marqués?
MARQUÉS:
¡Oh, Tadeo!
TADEO:
Profunda melancolía
señalas, señor. ¿Qué tienes?
MARQUÉS: Esta
enfermedad maldita
no
tiene causa.
TADEO:
¡Oh, qué bien!
¿Por
qué de mí no la fías?
Ya he sabido tus cuidados.
MARQUÉS: ¿Quién los sabe y los publica?
TADEO: Quien los descubre en tus ojos;
y ¿por qué te maravillas,
si las paredes los oyen,
de que las piedras los digan?
MARQUÉS: Aunque
en humilde sujeto,
tu
discreción me convida
a que
por consuelo tenga
el
contarte mi desdicha.
TADEO: Tras las mercedes pasadas,
con ésta, señor, me
obligas
a ser
siempre esclavo tuyo.
MARQUÉS: ¡Ay,
Tadeo!, aunque la estimas,
no la
agradezcas; que son
tan
grandes las penas mías,
que en
mi corazón revientan,
y se salen ellas mismas
por la boca y por los ojos,
arrojadas de ofendidas.
Don
Pedro, don Pedro -- ¡ay, cielo! --
quiere
casar a su hija
con uno
de sus sobrinos,
siendo
el alma de esta vida;
de don
Gonzalo ya sé
que
solamente se inclina,
amante
de muchos años,
a sólo
doña Mencía;
y así,
de él estoy seguro;
pero
don Gutierre aspira
a ser
su esposo, juntando
confïanzas y porfías,
hoy
quiere casarla el viejo,
y yo
muriendo querría,
aunque haya de ser, siquiera
suspenderlo algunos días,
y no sé
el cómo, ¡ay de mí!
TADEO: Linda
traza, no te aflijas,
se me
ha ofrecido en un punto.
MARQUÉS: Dila,
amigo.
TADEO: Escucha.
MARQUÉS: Dila.
TADEO: ¿Tú no
tienes una hermana
con
tanta opinión de linda,
que es
un extremo en la corte?
MARQUÉS: Es así.
TADEO:
Pues ¿cómo harías
que don
Gutierre la vea
y que
piense que le mira
con
terneza y con amor?
Pues
por poco que lo finja,
pensará
que por él muere;
que en
los aires facilita
estas
cosas su opinión,
engañándose ella misma;
y es
tan vano y presumido,
que si
la ve, y se encapricha
en
alcanzarla, y tener
un
cuñado Señoría,
que me maten si en un punto
no se
ofende y no se olvida
de su
prima y de su tío.
MARQUÉS: Cosa
fuera peregrina;
mas
está mi hermana ausente,
porque
se fue con mi tía
a una de mis aldeas,
donde
estará algunos días;
y
aunque en Madrid estuviera,
¿cómo a
mi hermana podía
meterla
yo en esas cosas?
Son diligencias perdidas
cuantas hago.
TADEO:
¿En eso topas?
Busca
una hermana fingida,
pues no
tienes en tu casa
la
verdadera.
MARQUÉS:
Averigua;
que del
todo eres discreto;
pero ¿qué mujer podría,
con
discreción y hermosura
hacer
lo que facilitas?
TADEO: ¿Quién?
Ya lo sé; escucha, espera;
bien
tus cosas se encaminan.
Esta
crïada brïosa,
que entra, sale, bulle y brinca,
como
las culebras sabia
y como
las ascuas viva.
MARQUÉS: ¿Quién
dices?
TADEO:
Esta crïada,
que
para esto fue nacida.
MARQUÉS: ¿Es Lucía? Dices bien,
y para todo entendida.
¿Vióla
tu amo?
TADEO:
No pudo,
recién
llegado de un día.
MARQUÉS: Pues
¿cómo podrá salir
de esta
casa?
TADEO: No te impida;
eso a
mi cargo lo deja,
ya
corre por cuenta mía.
Vete, y
espera en tu casa
a que
yo, señor, te sirva
con
industria y lealtad,
vete
luego.
MARQUÉS:
De ti fía
no
menos que toda el alma,
quien
parte agora sin vida.
Cosas
soñadas parecen;
toma,
amigo, esta sortija,
que dos
mil ducados vale.
¡Oh, amor, tras qué fantasías,
tropezando con mis penas,
voy
siguiendo mis desdichas?
TADEO: Voto
al sol, con bravo enredo
del
marqués la justa queja
suspenderé; pero quedo,
que el
lobo está en la conseja;
caerá
en el lazo, si puedo.
Sale don GUTIERRE
GUTIERRE:
Cuando miro en mis pasadas
y
venideras memorias,
tiernamente imaginadas
tan
dulcemente las glorias
poseídas y esperadas,
aunque dudosa y segura
en mis
partes mi opinión,
ni
resuelve ni asegura
si las
debo a la razón
o las
hallo en la ventura.
TADEO:
Señor, ¿de qué tan ufano?
GUTIERRE: ¿No he
de estarlo pues me toca
en un
serafín humano
el sí
de tan dulce boca,
la fe
de tan bella mano?
TADEO: En
eso dices verdad,
si de
que a ti te eligió
tienes
ya seguridad.
GUTIERRE: ¿Eso
dices?
TADEO:
¿Por qué no?
GUTIERRE: ¡Oh,
qué gentil necedad!
TADEO: Tu
primo tiene esperanza
también.
GUTIERRE:
Con tal diferencia,
atrevido se abalanza,
¡qué
agraviada competencia!
(Y ¡qué
necia confïanza!) Aparte
GUTIERRE:
Fuera de tenerme amor,
mi
prima con gran ventaja
la
merezco.
TADEO:
Sí, señor.
(Quien
no corre la baraja, Aparte
¡qué
mal entiende la flor!)
GUTIERRE: ¿Qué
dices?
TADEO:
Que eres dichoso,
pues
que piensas que lo eres
en lo
galán y en lo hermoso.
GUTIERRE: Imán soy de las mujeres;
el confesarlo es forzoso.
TADEO: Pues
¿qué dirás en sabiendo...
GUTIERRE: ¿Qué,
Tadeo?
TADEO: ...alegre estás,
que
algunas que van saliendo
muy
alto, al olor no más,
van
picando y van cayendo?
Fui
en cas del Marqués y hablé...
GUTIERRE: ¿Con su
hermana? Y yo he caído
en la
cuenta.
TADEO:
Presto fue,
y como
el gato habrá sido,
porque
siempre cae en pie;
no morirás arrojado,
pues sabes caer tan bien.
GUTIERRE: Sácame
de este cuidado;
¿es muy
hermosa?
TADEO: Es en quien
verás
un cielo cifrado.
GUTIERRE: Y
¿qué te dijo?
TADEO: Amorosa,
con un
donaire encogido,
con una
voz tan melosa,
como
halagüeña al oído,
y en el
alma cosquillosa,
me
dijo, alzando una mano
de nieve -- pienso que agora
la miro -- , "Escuchad, hermano,
¿del
famoso valenciano
no sois
criado?" "Sí, señora,"
respondo. "Notables son
las
partes que Dios le ha dado."
Replico, "Pues con razón
en dos horas han ganado
muchos siglos de opinión
y en la corte por lo
menos."
Y
cuanto más en ti hablaba,
los ojos, de aplauso llenos,
me volvía, y me mostraba
más blandos y más serenos.
GUTIERRE: ¡Notable ventura mía!
¿Eso dijo?
TADEO: Y añadió,
"Con el alma
gustaría
de ver
a tu amo yo."
GUTIERRE: Antes
que amanezca el día
-- si no muero -- he de ir a vella.
TADEO: Haz tú
visita al marqués,
mientras yo a su hermana bella
pongo
plumas en los pies
para
salir a tenella.
GUTIERRE:
Luego al momento ha de ser.
TADEO: Allá
voy. (Poco cuidado Aparte
y jabón
fue menester.)
GUTIERRE: Galán
seré celebrado
de tan
hermosa mujer.
Vase TADEO: y sale doña MENCÍA
MENCÍA:
Hermano, ¿tan divertido?
Culparte puedo de ingrato,
pues
siendo tan recién venido,
ni aún
hablarte sólo un rato
ni has gustado ni he podido.
GUTIERRE: ¡Oh,
hermana!
MENCÍA: (Quiero alaballe; Aparte
que así
para mi intención
me
importará granjealle.)
GUTIERRE: Mis disculpas grandes son.
MENCÍA: ¡Qué
gentileza! ¡Qué talle!
En
dos años que ha que juntos
no
estamos, pienso que ha sido
el
mejorarse por puntos;
y así
en mi prima he tenido
de su
estimación barruntos;
y
pues tan en ello está,
no sé
el cómo nuestro primo
contigo
competirá.
GUTIERRE: Yo lo
agradezco y lo estimo;
pero,
hermana, bueno está;
voyme, que si el alma das
con los
ojos ocasiones,
tú con
más culpa errarás,
si en
el peligro te pones
que se
han puesto los demás.
MENCÍA: (Notable el capricho es Aparte
con que se estima y se
agrada.)
GUTIERRE: (De la
hermana del marqués Aparte
la
hermosura imaginada
me llena el alma en los pies.)
Vase don GUTIERRE. Sale don GONZALO
GONZALO:
¿Fuése ya?
MENCÍA:
Sí.
GONZALO: ¡Prima amada!
MENCÍA: ¡Primo,
primo de mi vida!
GONZALO: ¡Qué
hora tan esperada!
MENCÍA: ¡Qué
pena tan bien perdida!
GONZALO: ¡Qué
gloria tan bien lograda,
si
es que engaña el deseo!
¡Que la
miro, que la toco,
que la
alcanzo!
MENCÍA: Yo la veo
con el
sentido tan loco,
que la
gozo y no la creo,
aunque el verla con recelos
la
acredita.
GONZALO:
¿En qué razones
se
fundan, mi bien?
MENCÍA: ¡Ay, cielos!
Tan
precisas ocasiones
me
causan mortales celos.
GONZALO: Y
¿quién, señora, os los dio?
MENCÍA: La
razón los justifica
con mi
prima, que nació,
si no más vuestra, más rica
y más
dichosa que yo.
Veo
también a mi tío
con
causa más inclinado
a vos
que al hermano mío,
porque
pasa, confïado,
la
soberbia a desvarío;
y
aunque prevengo estos daños
animosa, porque hallé
entre
los dos sin engaños
un amor
de tanta fe,
y una
fe de tantos años,
con
todo, vengo a quedar
temerosa de perder
lo que
merecí ganar.
¡Ay, mi
gloria, que el temer
es muy
propio del amar!
GONZALO:
Supuesto que la belleza
vuestra
competir podía,
mi bien, con mayor riqueza,
y en un
alma vuestra y mía
es un
monte la firmeza,
agravio fue semejante
en vos
el haber dudado;
que con
valor inconstante
pareciera
interesado,
aunque
nunca fuera amante.
Pues
advertirlo mejor,
y
pensad que aunque no fuese
en mí
tan vuestro el valor,
por no
mostrar interese,
fingiera
el tener amor.
Tened mayor confïanza
de mi
dicha, que es inmensa,
o creed
que mi esperanza
que ha
de pasar esta ofensa
de
sentimiento a venganza.
Pero
si dudas ponéis
en mi
fe tal engaño,
llegad
a verme, y veréis
-- si es que en mis
ojos os veis --
en mi
alma el desengaño.
MENCÍA: Como
sin veros he estado,
casi
muerta en vuestro olvido
mi
esperanza, mi cuidado
está
agora prevenido,
de
entonces escarmentado;
y
aunque presente os volví
a mi
amor, recela el pecho
la
desdicha en que me vi;
efeto
propio, que en mí
tan
grande escarmiento ha hecho.
GONZALO: Si
con ausentes desvelos
recelastes mis mudanzas,
dando
quejas a los cielos,
culpando
en mis esperanzas
descuidos de mis consuelos;
pues
pasó vuestro disgusto,
ya de
mi amor satisfecho,
el
temer, prima, no es justo,
tan a
costa de mi gusto,
que
huya de mi provecho.
MENCÍA:
Señor, si estuve perdida
entre
ausencias y rigores,
olvidada y ofendida,
tan
cerca de mis temores
y tan
lejos de mi vida,
cuando así a tenerla vengo,
que aún
recelo que me engaño,
disculpa bastante tengo,
pues mi
remedio prevengo
con el
miedo de mi daño.
Yo
me voy, señor, que es tarde,
y
vendrá luego mi tío.
GONZALO: ¿Como
estás?
MENCÍA:
Ya no cobarde.
GONZALO: ¡Gloria
mía!
MENCÍA:
¡Señor mío!
GONZALO: Mi alma
os goce.
MENCÍA:
Mi fe os guarde.
Vanse y sale el MARQUÉS
MARQUÉS:
Confuso y desesperado
por lo
que mi suerte ordena,
tengo
de hielo la pena,
con ser
de fuego el cuidado,
................. [ -oso]
viendo
en mi dolor mortal
que,
sin duda, el mayor
mal es
tener el bien dudoso.
Sale TADEO
TADEO: Acá
estamos ya.
MARQUÉS: ¡Tadeo!
.................. [ -ido]
TADEO: Todo
hasta aquí lo he medido
con el
compás del deseo.
Ya
está en su puesto Lucía.
Y bien
vestida y tocada,
en tu
hermana transformada.
MARQUÉS: Y
¿parece hermana mía?
TADEO: Del
Papa lo puede ser,
pues de
suyo lo asegura,
y
tresdobla la hermosura
el
adorno en la mujer.
MARQUÉS:
¿Cómo tan presto has podido
venir?
TADEO:
Valióme la mano
de aquel ángel soberano
con
quien anduve atrevido.
Comuniquéle mi enredo;
al
principio se espantó,
pero
luego me creyó,
y de su
mano, en un credo,
aunque incierta en el cuidado
de lo
que hemos emprendido,
con un
bizarro vestido
y bien
compuesto un tocado,
trenzado el cabello y rizo,
sobre
nieve y arrebol
hizo de
Lucía un sol
que
puede servir de hechizo;
y
entrando, aunque claro el día,
en un
coche cautamente,
a tu
casa diligente
pude traerte a Lucía,
y entre tus dueñas de honor
está, a quien tú
preveniste
de
nuestro engaño.
MARQUÉS: ¿Y veniste
los dos
solos?
TADEO:
Sí, señor.
MARQUÉS: ¿Y
Tadeo?
TADEO: He procedido
limpiamente, te prometo.
MARQUÉS: Di
verdad.
TADEO:
Tuve respeto
al
tocado y al vestido.
Sale un PAJE
PAJE: Don
Gutierre, un caballero
que hoy
viste...
TADEO: A buen tiempo viene.
PAJE: ...pide
licencia.
MARQUÉS: Y la tiene.
Di,
volando, que le espero.
¿Cómo agora dispondré
tu
quimera?
TADEO:
Con dejarlla
a mi
cargo; espera y calla,
pues voy a servirte.
MARQUÉS: Ve.
Vase TADEO. Sale
don GUTIERRE
GUTIERRE: Déme
las manos.
MARQUÉS: Señor,
presto
las visitas paga
vuesa
merced.
GUTIERRE:
Es la paga
tanto a
la deuda inferior...
MARQUÉS:
Sillas, hola.
GUTIERRE:
...que supuesto
que es
tan corto mi caudal,
y es
cierto el pagarla mal,
es bien
que la pague presto.
Reciba vueseñoría
sólo el
deseo; señor.
MARQUÉS: Yo
vengo a quedar deudor.
Desempeñarme querría;
mas
esto agora dejemos
para
cuando más importe.
¿No es
bello lugar la corte
para
amorosos extremos?
GUTIERRE: Como
tan recién venido
mal
pude juzgarlos yo,
mas su
grandeza llegó,
si no a
la vista, al oído.
Y
así, que es lugar sospecho
donde
muchas causas dan
para
que pueda un galán
abrir animoso el pecho.
MARQUÉS: De hermosura y discreción
son sin número las damas,
y las lenguas de sus famas,
¿no os han dicho cuáles son?
GUTIERRE: Mi
señora doña Inés,
por
discreta y por hermosa,
es en
la corte famosa
más que
todas.
MARQUÉS:
Sí lo es,
o es
dicha que en tal se vea;
porque
si dan en tener
por
hermosa una mujer,
lo será
aunque no lo sea.
GUTIERRE: Mi
hermana y prima me han dado,
para
que dicho fuese,
un
recado que la diese
de su
parte.
MARQUÉS:
Habránla honrado.
GUTIERRE: Si
es que tú gustas, señor,
que yo,
aunque indigno de vella,
se lo
dé...
MARQUÉS:
Tendrálo ella
por muy notable favor. ¡Hola!
Sale un PAJE y habla al oído con el
MARQUÉS
PAJE:
¡Señor, [aquí está!]
Salen
TADEO: y LUCÍA, de dama. Los dos hablan
aparte
LUCÍA: ¿Estoy bien?
TADEO: ¡[Y] brava, por vida mía!
LUCÍA: ¿Mereceré Señoría?
TADEO: Y Paternidad también.
LUCÍA:
¿sabes si he de poder
disimular y fingir
sin turbarme y sin reír?
TADEO: Sería
echarlo a perder.
Buen
ánimo; que ya es hora.
LUCÍA:
Santíguome.
TADEO:
A Bercebú
te encomienda;
ve.
LUCÍA: ¡Ay, Jesú!
¿Quién
es?
MARQUÉS:
Hermana, señora,
llegad.
LUCÍA:
Creyendo, señor,
ver
sólo a vueseñoría,
no tan
compuesta venía,
que no
pudiera mejor.
MARQUÉS: A
bien tiempo habéis llegado
donde
esta silla ocupéis;
y así,
no os excusaréis
el
llegar a vuestro estrado.
GUTIERRE: Donde
licencia tenía
para
besaros las manos.
LUCÍA: ¿Es de
los dos valencianos
el uno?
MARQUÉS:
Sí, hermana mía;
y
¿en qué lo habéis conocido?
LUCÍA:
Viéndole tan gentil hombre,
el
crédito de su nombre
di por
la vista al oído.
TADEO:
(¡Oh, hi de puta taimada!
Aparte
con
esto remata el seso
de mi
amo!)
GUTIERRE:
¿Cómo a eso
podrá mi lengua turbada
responder, sino callando?
Aparte todos
¡Qué
soberanos despojos!
LUCÍA: Ya le
mato con los ojos.
TADEO: Ya va
cayendo y picando.
MARQUÉS: Ya
se tiene por dichoso.
LUCÍA: Ya
elevado se traspasa.
GUTIERRE: Ya
dulcemente me abrasa
este
serafín hermoso;
todo
el bien me viene junto.
Ya se
rinde.
Sale el PAJE
PAJE:
Aquel hidalgo...
MARQUÉS: Con
vuestra licencia salgo,
para
volver en un punto.
GUTIERRE: Acompañaréos.
MARQUÉS: Dejad
de hacer tal, por vida mía.
TADEO y LUCÍA hablan aparte
LUCÍA: ¿Y
agora?
TADEO: Agora, Lucía,
veremos
tu habilidad;
hazle favores mirlados.
LUCÍA: Y
¿dónde están las razones?
TADEO: Porque
es todo afectaciones
en los
necios confïados.
Don GUTIERRE ha acompañado al MARQUÉS hasta la puerta,
que
se fue con su paje, y vuelve a sentarse en la
silla
GUTIERRE: ¡Qué
dulce mirar! ¡Qué bella!
A LUCÍA
TADEO: Mira
más recio.
A TADEO
LUCÍA: Sí haré.
GUTIERRE: (¿Por
dónde comenzaré
Aparte
a
declararame con ella?)
LUCÍA:
Parece que habéis quedado
suspenso.
GUTIERRE:
Estoy divertido,
a la
dicha agradecido,
y con
la fama enojado.
Con
la fama, pues tomó
con
vuestros luceros claros
tanta
luz para pintaros,
y
ciegamente os pintó,
pudiendo hacerse inmortal,
pues le
dio en vuestra belleza
la
sabia naturaleza
tan
divino original;
y
así, en vuestro agravio infiel,
mil
maldiciones le ofrezco,
y a la
dicha le agradezco
el darme
mano y pincel
en
la ocasión y en la palma,
de
veros y contemplaros,
para
poder trasladaros
con los
ojos en el alma.
TADEO: (Ea,
Lucía, ¡Santïago, Aparte
cierra España!)
LUCÍA:
Aunque es antojo,
os
agradezco ese enojo,
y
esotra lisonja os pago,
aunque al oírme os asombre,
al
verme tan atrevida,
con deciros
que en mi vida
vi
galán tan gentil hombre,
y
que a la fama perdono
lo que
juzgáis que en mí hizo
pues mi
agravio satisfizo
lo que
dijo en vuestro abono;
porque, si no os alabara,
el
veros no apeteciera,
ni a
Tadeo ocasión diera
de que
en mi nombre os llamara.
TADEO:
(Como quien baja rodando,
Aparte
presto
acabó de bajar.)
GUTIERRE: ¡Quién
pudiera imaginar
lo que
os estoy escuchando!
¿Quién vio tan dichoso día?
¿Y a
quién dio naturaleza,
como la
vuestra, belleza,
ni
dicha como la mía?
Y
pues que mi gloria es
tal que
por vuestro me toca,
después
de besar mi boca
lo que
pisan vuestros pies,
dadme, señora, la mano;
que
como Reina os la pido.
LUCÍA: Primero
estad advertido
que
este favor tan temprano
no
ha sido en mí liviandad;
pero
vuestro casamiento,
hallando mi pensamiento
ya
firme en mi voluntad,
dio a mi esperanza este brío,
y entre
dudosa y cobarde
de que
no llegara tarde
a
vuestro cuidado el mío,
ligera de apasionada,
quise
declararme luego.
TADEO:
(Bravamente cerró el pliego;
Aparte
es discreta y es taimada.)
GUTIERRE:
Muriera desesperado
si
tarde hubiera venido
tal
merced. Milagro ha sido
porque
me hallara casado
si
tan presto no llegara,
que en
tu hermosura la viera,
y tan
bien no sucediera,
que tu
hermano nos dejara.
LUCÍA: Eso
algún misterio tiene.
TADEO: (¡Y
grande!) Aparte
GUTIERRE:
¿Cómo, señora?
TADEO: (Ella
le despeña agora.) Aparte
LUCÍA: Así al
marqués le conviene.
GUTIERRE:
Pues, ¿qué pretende el marqués?
LUCÍA: Ser
esposo de tu hermana;
y así, los pasos allana.
TADEO: (Ya
como si fueran pies Aparte
le
resbalan las razones.)
LUCÍA: (Por
desvanecerle más Aparte
lo
dije.)
GUTIERRE:
En un bien me das
tan
grandes obligaciones,
cielo divino, que al verlas,
como me
miro al gozarlas
sin
caudal para pagarlas,
vengo a
sentir el deberlas.
Pero,
¿qué digo, si en ti
merezco
tales despojos,
que
cuanto alcanzan tus ojos
son
tesoros para mí?
Pues
la tierra agradecida,
porque
pague estos favores,
me consuela
con sus flores,
con sus
frutos me convida.
Danle en el cielo, a quien das
segunda
causa a mis bienes,
a mi
estrella parabienes,
envidiosas las demás,
el sol.
TADEO:
Quedo, el Marqués para.
GUTIERRE:
Quisiera,...
TADEO:
(Tomado había
Aparte
corriente de más de un día,
si el
Marqués no la cortara.)
Sale el MARQUÉS
MARQUÉS:
Perdonad el detenerme.
GUTIERRE: Un
minuto ha parecido.
MARQUÉS:
Ocasiones he tenido
de
tardarme y de perderme.
De
vuestro tío un crïado
con
mucha prisa, os espera;
venid, vamos.
GUTIERRE:
¿Salís fuera?
MARQUÉS:
Apriétame otro cuidado;
quizá os querrá vuestro tío
alguna
importante cosa.
Vase el MARQUÉS
LUCÍA: ¿He de
quedar recelosa?
GUTIERRE: Dueño
sois de mi albedrío.
LUCÍA: A aquellas señoras mías
beso mil veces las manos.
GUTIERRE: ¡Ay, mis ojos soberanos!
Vase don
GUTIERRE
LUCÍA: ¡Ay, luz de mis alegrías!
TADEO: ¡Ay, majadero frisado,
por los aires persuadido!
LUCÍA:
Lindamente he procedido.
.................... [ -ado]
................... [ -asas];
que es
un demonio aquel viejo.
TADEO: Quítate
agora el pellejo,
y
veremos lo que pasas
después en coche y desnuda
de esas
ropas respetadas,
y las
cortinas cerradas.
LUCÍA: Para no
ponerlo en duda,
pondré un manto de dos suelas
en mi
cabeza, y después
seré un
viento, si en los pies
acomodo
unas chinelas,
pues, ¿qué pensaba?
TADEO: ¡Oh, traidora!
LUCÍA: Mamóla;
¡qué poco sabe!
TADEO: A lo
menos a lo grave
me harás un favor agora,
como si fueras hermana
del
Marqués, y señoría
te
diré.
LUCÍA:
Por cortesía
harélo
de buena gana.
TADEO:
Vueseñoría una mano
me dé,
que será una palma.
LUCÍA: La
mano, y también el alma.
TADEO: Ya la
beso.
LUCÍA:
Y yo la allano,
como
asegures los pies.
TADEO: Sabrosa
con tantas veras
me
supo, como si fueras
propia
hermana del Marqués;
que los gustos persuadidos,
de los ojos engañados
suelen ser imaginados,
lo mismo que sucedidos.
LUCÍA: Por
eso dichosas son
en tu
amo las quimeras.
TADEO: Por eso
tantas veras
es
Narciso en su opinión.
Vanse. Sale don
GONZALO
GONZALO: El
amor correspondido
es, a
ser sin disonancia,
una
dulce consonancia,
gloria
al alma en el sentido.
Es
un hijo de los cielos,
tanto
más casto y mejor
cuanto
es villano el amor
entre
sospechas y celos;
y
así yo, doña Mencía,
viendo
en tan igual belleza
un
ejemplo de firmeza,
tengo
un siglo de alegría;
y
concorde a mi cuidado
su mérito conocido.
Me da
el ser agradecido
más
glorias que el ser amado.
Sale don GUTIERRE
GUTIERRE:
¡Pudo darme la Fortuna
más
gustos y más contentos
que
conformes casamientos,
y ¡qué
dichosa fortuna!
Pues
con mi hermana casado
el
Marqués, yo con la suya,
es
imposible que huya
de uno
de los dos su estado.
GONZALO: ¿Qué
tiene ese hombre, que está
hablando consigo mismo?
GUTIERRE:
¡Notable dicha! Un abismo
de
inmensas glorias será.
GONZALO:
Primo, primo, ¿qué tenéis,
que tan
alegre os gozáis?
GUTIERRE: Llegad,
primo, y si escucháis,
todas mis glorias sabréis,
y aun las vuestras, pues que
ya
vuestra, para ser dichosa
pues yo
merecí otra esposa,
doña
Brïanda será.
Esta
hermana del marqués,
esta
mujer tan famosa,
es ya
mía.
GONZALO:
¡Extraña cosa!
GUTIERRE: Y con
segundo interés,
porque yo a doña Mencía
doy al
marqués por mujer.
GONZALO: (¿Cómo,
cómo puede ser?
Aparte
¿Es
posible, siendo mía?)
Pienso que os habéis burlado.
GUTIERRE:
¿Burlado? Bueno.
GONZALO: ¡Ah, traidora!
GUTIERRE: De su
casa vengo agora,
donde
quedó concertado;
queríanse ya los dos.
GONZALO: ¿El
marqués y vuestra hermana?
GUTIERRE: Sí, y
la suya soberana
sabiendo.
GONZALO:
(¡Válgame Dios!) Aparte
GUTIERRE: Sus
buenas partes dispuso
con el
marqués, y Mencía
lo que
para gloria mía
tan por
los aires compuso.
GONZALO:
Pienso que lo habéis soñado
como
soléis divertido.
GUTIERRE: No, por
Dios.
GONZALO:
(Yo soy perdido.) Aparte
GUTIERRE: Pues,
¿de qué os habéis turbado?
¿Qué
tenéis?
GONZALO:
Dejadme; ciego
estoy. (¡Ah, entrañas feroces! Aparte
por ir publicando a voces,
pues me abraso, fuego, fuego,
hasta que alcance a
Mencía
el que
yo tengo en la boca.)
GUTIERRE: (Que le
incita, y le provoca, Aparte
tendrá de la suerte mía
envidia, que entre los dos
nunca
falta. Éste es mi tío.
Sale don PEDRO
PEDRO: ¿Cómo
os va, sobrino mío?
GUTIERRE: Mi tío,
¿como con vos?
Que
no hay más que encarecer.
PEDRO: Otra
ocasión se os ofrece.
GUTIERRE: ¿Cómo,
señor?
PEDRO:
Me parece
que mi
Brïanda es mujer
y ha
de escoger lo peor;
a vos
os eligiera,
y no a don Gonzalo.
GUTIERRE: Ya en
ello estoy; mas, señor,
tengo yo...
PEDRO:
Decid, no es malo
el
dudar.
GUTIERRE:
...con otro intento
muy
diverso, el pensamiento.
PEDRO: ¿Qué
decís?
GUTIERRE:
Que en don Gonzalo,
porque de este gusto trate,
que
aparece con más brío,
renuncio el derecho mío.
PEDRO: ¡Oh,
qué gentil disparate!
¿Mi
hija tenéis en poco?
¿Mi
hacienda? ¡Gran desatino!
Andad. Del todo, sobrino,
o sois
necio o estáis loco.
GUTIERRE:
¡Señor!
PEDRO:
Dejadme, callad,
no repliquéis, que estoy ciego
de
enojo; gentil, don Diego,
andad,
salíos, caminad.
GUTIERRE: Verá
mi disculpa cuando
sepa las dichas mías.
Vase don
GUTIERRE. Sale doña
BRIANDA
BRIANDA: (¡Qué
dudosas alegrías
Aparte
voy
perdiendo y esperando!
Enojado está, ¡ay de mí!
¿Qué me
mandas, señor? (¿Qué haré?)Aparte
PEDRO:
Brïanda, yo te llamé
por ver
lo que tengo en ti:
la
vejez que quieres darme,
lo que
quieres complacerme
lo que
huyes de ofenderme
y lo
que gustas de honrarme.
Hasta agora que escogieras
el uno de mis sobrinos
te
rogué, y los desatinos,
confïanzas y quimeras
de
don Gutierre ofender
tan de
veras me han podido,
que el
dártele por marido,
aunque quieras, no ha de ser;
pero
en don Gonzalo mira
mil
partes que buenas son,
desnuda
de pasïón
que te
ciega y te retira;
y sé
tú misma el juez
de esta
causa, si te allanas
por mis
venerables canas,
por mi
cansada vejez,
a
que logre mi única hija
... con tan buena suerte
..................[ erte]
me consuele
y no me aflija.
BRIANDA: De
don Gonzalo sin miedo
siempre
estuve, y pues que soy
tan
dichosa, que lo estoy
de don
Gutierre, bien puedo
elegirle, y de este modo
a mi padre y a mi gusto
satisfaré, porque es justo
el
obedecerte en todo.
El
"sí" te ofrezco, empleado
en don
Gonzalo.
PEDRO: En abono
de lo
que haces, te perdono
lo que
en hacerlo has dudado.
Sale don GONZALO
GONZALO:
(Buscando voy sin sosiego
Aside
la
crüel que me condena,
por
matarla con mi pena
y
abrasarla con mi fuego;
pero
sabrá que he sabido
su
mudanza y su traición,
y en el
más hondo rincón
de la
casa se ha escondido;
pero
aunque muera, conviene
mis
penas disimular.)
PEDRO: A saber
y a celebrar
tal
dicha, a buen tiempo viene
don
Gonzalo.
GONZALO:
¡Ay ciego Amor!
PEDRO: Llegad;
que ya sois dichoso,
ya sois
de mi hija esposo.
Ya mi hijo, ya señor
de
mi hacienda y ya escogido
de
Brïanda.
GONZALO:
(El cielo agora, Aparte
de
Mencía que es traidora,
que me
vengue habrá querido.)
PEDRO: ¿Con
qué monte habéis topado?
¿Qué os
entretiene dudoso?
GONZALO: Tan
presto el ser tan dichoso,
¿a
quién no hubiera turbado?
Mas,
pues logras mi esperanza,
déjame besar tus pies.
(No pudiera el interés Aparte
lo que pudo la venganza.)
BRIANDA:
(¡Ay, triste!)
Aparte
PEDRO: De esta alegría
lograra
en mi pensamiento,
de este
gusto, este contento
quiero
que alcance a Mencía.
Y
luego, ¿quién ha de haber
en mi
casa para honrarla
sin
saberla y celebrarla?
Loco me
llena el placer.
Vase don PEDRO
BRIANDA:
(Hecha una brasa de hielo
Aparte
he quedado, he de morir.)
Primo, ¿qué has hecho?
GONZALO: Admitir
glorias que están en tu cielo.
BRIANDA:
Advierte que has admitido,
siendo
crüel, siendo injusto,
en una
mujer sin gusto,
una
piedra sin sentido,
un
gusto sin voluntad,
un seso
sin elección,
un
cuerpo sin corazón
y un
alma sin libertad.
GONZALO: Yo,
señora, no sabía
sino
que eras, siendo tal,
una
mujer principal
y una
honesta prima mía,
con valor y con belleza.
¿Tu
elección no me nombró
por
tuyo?
BRIANDA:
Sí, pero yo
confié
de tu firmeza,
sabiendo tus pensamientos,
en
nuestra prima empleados.
GONZALO: Es crüel, son sus cuidados
más veloces que los vientos.
Sale
doña MENCÍA
MENCÍA: (¿Mudable mi don Gonzalo Aparte
y crüel doña Brianda?
No es posible, no lo
creo,
aunque el dudarlo me mata.
Juntos están, ¡ay de mí!,
ciertas fueron mis
desgracias.)
¡Falso
amigo, ingrato amante!
¿No es
desdicha, no es infamia,
que con
minutos las horas
averigüen tus mudanzas?
¿Este
fruto han producido
tus lisonjeras palabras?
Y cuando no me las dieras,
¿en nuestro amor no
bastara
el
vernos en tu memoria
con iguales esperanzas,
nacidos
para una cuna,
crüados
en una casa,
para
apoyar tu firmeza
entre
obligaciones tantas?
Tú,
prima, ¿por qué me has muerto?
BRIANDA: No me
culpes, que me matas.
GONZALO: ¿Con
qué corazón te quejas?
¿Con
qué vergüenza te agravias?
Tú,
crüel, de estas desdichas,
¿no
fuiste primera causa?
En ti
el mudarte fue ofensa,
no en
mí el vengarme mudanza.
MENCÍA: Yo,
pues, ¿en qué te ofendí?
¿Qué
dices?
GONZALO:
¿No estás casada
con el
Marqués?
MENCÍA:
¿Quién lo dice?
GONZALO: Don Gutierre.
BRIANDA:
¡Hay tal desgracia!
MENCÍA: El
miente. ¿Que tú tal digas?
Mas
buena excusa te hallas
para
disfrazar tus culpas
y para
crecer mis ansias.
Sale el MARQUÉS
MARQUÉS: Ya sin
humanos respetos,
el
mongibel que me abrasa
ha de
sacar por la boca
hecho
pedazos el alma.
¡Ah,
crüel!
BRIANDA:
¡Oye, por Dios!
MARQUÉS:
¡Fingida, mudable, falsa,
espejo
de mis injurias,
naufragio de mis borrascas!
BRIANDA:
¡Escucha!
MARQUÉS: ¿Qué he de escucharte?
¿No rompiste tu palabra,
segundo
"sí" de tu boca
no diste? Verá cortadas
sus dos
manos quien la tuya
espera.
GONZALO:
A locuras tantas
respondo de esta manera.
Meten mano
BRIANDA: ¡Oye,
espera!
MENCÍA:
¡Tente, aguarda!
Tiene doña MENCÍA al MARQUÉS y doña
BRIANDA a don GONZALO y sale don GUTIERRE
GUTIERRE: ¿Contra
el Marqués, don Gonzalo?
GONZALO: Sí, que
se atreve a esta casa.
GUTIERRE:
Reportaos, primo, por Dios,
que
bien puede con mi hermana
estar
hablando el Marqués,
porque
entre los dos se tratan
cosas
para honestos fines.
GONZALO:
Vuestras locuras soñadas
en vos,
como sucedidas,
estas
desventuras causan.
GUTIERRE: Sois
descompuesto y sois loco.
MARQUÉS: Teneos, pues averiguarlas
es mejor en otra parte.
Sale TADEO
TADEO:
Envainad luego la espada,
que
viene el señor don Pedro.
MENCÍA: Confusa
estoy.
BRIANDA:
Yo, turbada.
Sale don PEDRO
PEDRO: ¿Qué es
esto? ¿Espadas desnudas,
y sin color en las caras?
¿Qué es esto? Marqués,
sobrinos,
hija,
decid. ¿Todos callan?
Mil
sospechas me enfurecen
y mil
dudas me acobardan.
¡Por
vida de, de..., por vida
del
Rey, si saco la espada,
que de
la sangre enemiga
aun le
quedan rojas manchas,
que he
de hacer un desatino!
MARQUÉS: Después
sabréis lo que pasa;
que
estáis colérico ahora.
Vase
GONZALO: (Verá
el Marqués si me espantan Aparte
señorías.)
Vase
GUTIERRE:
(De mi primo Aparte
castigaré la arrogancia.)
Vase
MENCÍA:
(Penando voy.)
Aparte
Vase
BRIANDA:
(Yo, muriendo...) Aparte
TADEO: (Pues con las cabezas bajas Aparte
te dejan con reverencias,
como
una imagen te tratan.)
Vase
PEDRO: Pondré
remedio en mis cosas
con
acuerdo y vigilancia;
que
esta cordura les debo
a la plata de estas canas.
FIN DE LA
SEGUNDA JORNADA
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