JORNADA TERCERA
Sale RACIMO con un papel
RACIMO:
¡Cielos, que tenga yo un amo
de tan
extraño caletre,
que
siendo único Señor
de Tebas, adonde tiene
tabernas y bodegones
adonde a sus anchos puede
comer a
qué quieres boca,
beber a tente bonete,
a Creta
se haya venido
a
campar de pretendiente,
y con
el vino y amor
ande
obligando a que piensen,
viéndole Baco y amante,
que asomado
está dos veces!
Y
ahora, porque Lidoro
le ha
causado celos, quiere
que
este maldito papel
de
desafío le lleve
al
dicho príncipe yo;
pero mi
miedo, que tiene
su poco
de zahorí,
sin
haber nacido en viernes,
temiendo que el tal Lidoro
quiera,
por el porte, hacerme
merced
de ensayar conmigo
la
pendencia, me parece
que es
mejor buscar algún
paje
que el papel le lleve,
y antes que él me dé los tajos,
darle yo con los reveses.
Sale ATÚN
ATÚN: A darle
un recado a Fedra
vengo,
y temo que me encuentre
alguno;
pero no importa,
pues
conocerme no puede
alguno,
porque en palacio
es la
cosa mas corriente
que se
están viendo las caras
y no
pueden conocerse.
Y si
acaso me preguntan,
fácil
será responderles
que soy
uno de los que
son
entrantes y salientes,
sin que
sepan ellos mismos
por qué
van ni por qué vienen;
a los
cuales, un autor
de chistes y de sainetes,
no halló más definición,
que llamarles mequetrefes.
RACIMO: Hacia
acá viene un lacayo.
¡Oh,
quiera el cielo que acierte
a urdir
bien esta tramoya!
¿Oye,
hidalgo?
ATÚN:
¿Qué me quiere?
RACIMO: ¿Quién
es?
ATÚN:
Mequetrefe soy.
RACIMO: ¿Y a quién sirve?
ATÚN: A Mequetrefe.
RACIMO: ¿Quién es Mequetrefe?
ATÚN: Yo.
RACIMO: Miente.
ATÚN:
No miento.
RACIMO: Sí miente.
ATÚN: ¿Qué
haces, hombre? Mira que
ofendes
a mucha gente;
porque
es muy largo el linaje
de los Meques y los Trefes.
RACIMO: Yo sé
que sirve a Lidoro.
(Así le
obligo a que lleve Aparte
el papel.)
ATÚN: Así es verdad,
que le sirvo; no se
altere.
(¿Qué
mal puede estarme Aparte
a mí
que aquéste me Lidoree?)
RACIMO: En fin,
¿le sirve a Lidoro?
ATÚN: Como
cuatro y tres son siete.
RACIMO: Pues
llévele este papel;
que yo
sé que por él lleve
unas famosas albricias.
ATÚN: ¿Albricias? Pues que me tuesten,
si éste
no es de alguna infanta.
RACIMO:
(Inclinación de alcahuete
Aparte
tiene.)
Claro está, y no menos
que de
Fedra. (Así, al pobrete Aparte
le
obligo a la diligencia.)
Adiós.
Vase RACIMO
ATÚN:
Adiós. Lindamente
me ha
sucedido este caso;
mas
¿qué fuera que me diese
cualque
cadena o diamante,
por el
porte del billete?
Que a
los príncipes de Epiro,
alguno
quitar no puede
que, al
uso de los de España,
ensortijen y encadenen.
Voy a
buscar a Lidoro.
Sale TESEO
TESEO: Atún, ¿
qué papel es ése?
¿Viste
a Fedra? ¿Es suyo acaso?
ATÚN: (Es del
diablo, que me lleve, Aparte
pues
tan desgraciado soy.
Mas,
puesto que ya no tiene
remedio, diré que sí,
y que
escrito para él viene.
TESEO: ¿De qué
te turbas, Atún?
ATÚN: Estoy pensando si tienes
alguna
joya que darme
de
albricias, que las merece
el
papel.
TESEO:
Dame. La nema
está
tan fresca, que puede
abrirse
el billete, sin que
llegue
el papel a ofenderse.
Lee
"Príncipe, descubiertos ya los engaños,
con que
sirviendo a las dos Infantas me
ofendéis, con la una en el gusto y con
la otra
en el pundonor, no me queda a
qué
apelar, sino a la venganza. En el
parque
os espero.
Baco."
¿Qué es
esto que escucho?
¿Pues así, infame, tú te atreves
a burlarme?
Dale
ATÚN:
¡Ay de mis cascos!
Espera,
Señor, advierte
que soy
Atún y no pulpo,
que con
golpes se enternece.
¿Aquéstas son las albricias?
TESEO: Las que
tu traición merece
son,
villano. Pero, ¿cómo
mi
cólera se detiene,
que no
voy a castigar
al que
atrevido me ofende?
Vase TESEO
ATÚN: Allá
vas, y nunca tornes.
¿A quién, cielos, le sucede
buscar
vueltas de cadena
y
encontrarlas de puñetes?
Pues
sin duda alguna,
Fedra
expresaba claramente,
en él,
de Lidoro el nombre,
y con favores corteses
le
trataba; por lo cual
mi amo,
vuelto una sierpe,
quiere
que le pague yo
lo que
Lidoro le debe.
Pero el
papel está aqui,
que al
querer darme impaciente,
se le
debió de caer.
¡Oh
quién ahora supiese
leer,
para saber todas
las
locuras que contiene!
Pero
pues él a Lidoro
se
escribió, y está de suerte
que
puede otra vez cerrarse
sin que
llegue a conocerse,
¡vive
Dios! que he de llevarlo
a
Lidoro, que no siempre
tengo
de ser desgraciado;
que
bien puede sucederme
que,
pues del pan y del palo
todos
participar suelen,
y aquí
encontré con el palo,
allá
con el pan encuentre.
Vase ATÚN. Salen BACO y el rey MINOS
BACO: ¿Qué
es, Señor, lo que mandáis?
MINOS: Conozco
vuestra prudencia,
y un
cuidado fiaros quiero.
BACO:
(¡Cielos, que ahora me venga
Aparte
el Rey
a estorbar que vaya
donde
Lidoro me espera!)
¿Qué manda Tu Majestad?
Pues
sabe que es la respuesta
de la
voz de su precepto,
el eco
de mi obediencia.
(¡Quién
pudiera despedirse!) Aparte
MINOS: Sabed,
Príncipe, que apenas
tuve el
gusto de pensar
que
quedaba satisfecha,
en la
muerte de Teseo,
con mi
venganza, mi ofensa,
cuando
un confidente mío
que
tengo dentro de Atenas,
me
avisa que así que supo
de su
príncipe la nueva,
se
alteró el reino, de modo
que no
hubo persona exenta
que no
se alistase, haciendo
homenajes y promesas
de no
volver a la patria
sin
dejar antes a Creta,
o
convertida en cenizas
o
reducida a pavesas.
Y en
fin, que embarcados todos
en una
armada tan gruesa
que quedando el mar poblado,
queda
desierta la tierra,
navegan
ya; pero yo
prevenirme, de manera
que la
prevención, cordura
y no
recelo parezca,
quisiera,
porque los míos,
viéndome temer, no entiendan
que ya
empieza a ser vencido
quien a
recelarse empieza.
Mas
venid, veréis las cartas,
para
que mejor con ellas
confiramos
lo que hacerse
debe,
que aquestas materias
se han
de resolver despacio,
y
ejecutarse de priesa.
BACO: Vamos.
(¿Qué dirá Lidoro Aparte
de mi
tardanza? Mas fuerza
es
seguir al Rey ahora;
pues
aunque quede mal puesta
mi
opinión, sabrá después
volver
mi valor por ella.)
Vanse el rey MINOS y BACO. Sale TESEO
TESEO:
Cansado estoy de esperar
a que
venga mi enemigo,
que de
esperar me fatigo
aun más
que de pelear.
¡Válgame Dios! ¿Quién diría
a Baco
cuanto pasó;
que
Arïadna me libró
y que
Fedra me quería?
Pues... Pero acá un caballero,
si no
me engaño, llegar
veo;
justo es aguardar,
por si
no fuere el que espero.
Sale LIDORO con un papel
LIDORO:
Agora, de recibir
acabo
aqueste papel,
y a dar
la respuesta de él
quiere
mi valor salir.
Porque sin duda, pretende
Baco mi
juicio trocar,
pues me
llega a mí a acusar
de lo mismo en que él me ofende;
porque cuando él inconstante,
con
Fedra ofende mi amor,
me
acusa de que, traidor,
de
Arïadna soy amante.
Sin
duda, su engaño piensa,
fingiendo que le compito,
hacer
común el delito
por
hacer menor la ofensa.
Mas
pues yo no se la hice,
y él a
mí sí, morirá
por la
causa que me da,
y no por la que me dice.
Pero
mi vista previene
hacia
allí un bulto.
TESEO: ¿Quién va?
LIDORO: Sin
duda es Baco el que está.
TESEO: Sin
duda es Baco el que viene.
LIDORO: Príncipe.
TESEO:
¡Acabad, por Dios,
de
llegar! Reñir podéis,
que en
ver que quien soy sabéis,
conozco yo quien sois vos.
Riñen
los dos
LIDORO: ¡Qué valor!
TESEO: ¡Destreza rara!
LIDORO:
Valiente sois.
TESEO:
Tengo honor.
LIDORO: A no
tener mi valor,
pienso
que el vuestro envidiara.
TESEO: No
tenéis que envidiar, cierto;
que un Hércules en vos veo.
LIDORO: Cumplir
con quien soy deseo.
Mas, ¡ay de mí!, que me has muerto.
Cae
TESEO:
¡Cielos, mi peligro es fuerte
si
hallan que fui su homicida,
pues
sobre deber mi vida,
he
cometido otra muerte!
pienso que el mejor modo
de
enmendarlo, es apartarme;
pues
con sólo retirarme
queda
remediado todo.
Vase TESEO. Sale
BACO
BACO: ¡Qué cansado ha estado el Rey!
No sé
cómo lo he sufrido;
porque,
como eran tan otros
sus
cuidados de los míos
por más
que me consultaba
sus
políticos designios,
no pasaban sus razones
de
aquel exterior rüido
que no
pasa a la atención
aunque
llega a los oídos.
¿Pero
qué quietud es ésta?
A nadie
en el Parque miro.
¿Qué fuera que de cansado
de
esperarme, se haya ido
Lidoro? Pero ¿qué es esto?
A los
rayos mal distintos
de la
luna, miro un hombre
que en
mortales paroxismos,
da entre las muestras de muerto,
escasas
señas de vivo.
¿Quién
será? ¡Válgame el Cielo!
Dentro, una voz
VOZ: Hacia
el Parque fue el rüido.
Salen TEBANDRO y GUARDAS
TEBANDRO: Hacia
aquí dicen las voces;
y no
mal, cuando distingo
un
hombre embozado, y otro
a sus
pies, muerto o herido.
Llegad
a reconocerlos.
TODOS: Daos a
prisión.
BACO:
Mal reprimo
la cólera.
Descúbrese
Ved, Tebandro,
que soy
yo, y que a aqueste sitio
llegué
apenas, cuando en él
vi lo
que vos habéis visto.
TEBANDRO: Que vos
lo digáis, Señor,
me basta; pero es preciso
reconocerlo.
BACO:
Llegad.
TEBANDRO: ¿Qué es
esto, cielos divinos?
¿Qué es
lo que miran mis ojos?
¿No es
el príncipe de Epiro
Lidoro,
el que casi ya
en los
últimos suspiros,
está
haciendo de su sangre
infelices desperdicios?
BACO: Cielos,
¿cómo pudo ser?
TEBANDRO: Señor,
pues cuando vos mismo
habéis sido el agresor,
¿os admiráis?
BACO:
Pues me admiro,
claro
está que no fui yo;
que mal
pudiera mi brío
querer,
con negar la culpa,
hacer
bajeza el delito.
TEBANDRO: Ved,
Príncipe, que en palacio
estaban ya muy sabidos
los disgustos de los dos,
por causas que no
averiguo.
Y a un
hombre como Lidoro,
¿quién
hubiera que, atrevido,
osara
darle la muerte,
sino
vos?
Llega uno de los guardas con el papel
GUARDA:
Allí caído
estaba
aqueste papel,
que es factible que haya sido
de Lidoro, y que por él
saques
algo.
TEBANDRO:
Bien has dicho.
Quiero
ver lo que contiene.
Llega
la luz.
GUARDA:
Ya te sirvo.
Lee
"Príncipe, descubiertos ya los engaños,
con que sirviendo a las dos
Infantas me
ofendéis, con la una en el gusto y con
la otra
en el pundonor, no me queda a
qué
apelar, sino a la venganza. En el
parque
os espero.
Baco."
TEBANDRO: Veis,
Príncipe, cómo para
sustanciar este delito,
ya
sobran las evidencias
si
faltaban los indicios.
Mas,
supuesto que no soy
aquí yo más que un ministro,
que en
vos no puedo tener
jurisdicción ni dominio,
sólo me
toca dar cuenta
al Rey
de lo sucedido,
y si
por vos me pregunta,
decirle
que no os he visto;
aun
bien, que vos no sois hombre
que
puede estar escondido.
Vosotros ese cadáver
llevad.
Vanse y queda BACO
BACO:
¿Habrá sucedido
a
alguno tal confusión,
como
hallarse de improviso,
sin
haber tenido culpa,
convencido de un delito?
El
papel que yo a Lidoro
escribí
del desafío,
es el
que más me condena.
¿Quién
creerá, cielos divinos,
que la
culpa no es verdad
y que
es verdad el indicio?
¿Hase
visto igual aprieto
como
estar a un tiempo mismo,
por una
parte inocente,
por
otra parte convicto
del
delito que no tengo?
Decir
que yo vengativo
le di
la muerte, demás
de dar
fuerzas al peligro,
es mentira y es bajeza;
y es de mi valor indigno,
que una
bajeza cometa
por
complacer un delirio.
Si digo
que no, el papel
es tan
terrible testigo,
que
aunque yo escribirlo pude,
nunca podré desmentirlo.
Demás
de que no he de haceme
tanto
desaire yo mismo,
como
decir la verdad
donde
no he de ser creído.
Pues ya
que no tengo medio,
ni puede hallar el jüicio,
ni
pruebas para negarlo
ni
razón para decirlo,
irme de
Creta es mejor,
puesto
que tengo navíos
en que
poder embarcarme,
antes
que corra peligro
en
reino extraño mi vida,
o
sabiendo los de Epiro
de su
Príncipe la muerte,
hallando desprevenidos
a mis
estados, en ellos
se
venguen. Adiós, hechizo
de
Creta, que en este Alcázar
no hay
un solo Laberinto.
Vase. Salen
ARIADNA y ATÚN
ATÚN: Lo
que te digo ha pasado,
Señora,
y tengo por cierto,
que
Lidoro queda muerto
y el palacio alborotado.
ARIADNA: ¿Y es
Teseo quien le ha dado
la
muerte?
ATÚN:
No hay que dudar,
porque
yo al verle bajar
al
parque, armado y crüel,
bajé
escondido tras él
y se lo
vide matar.
Demás, que él ahora ha entrado
mostrando indicios no escasos
con
apresurados pasos
y con
aliento turbado,
el
acero ensangrentado,
el
rostro pálido y fiero,
el
labio mudo, parlero,
el
color tal, que pensara
cualquiera, que de la cara
se fue
la sangre al acero;
que
de esta manera ahora
allá
dentro lo dejé.
ARIADNA: ¿Y
sabes tú, por qué
fue la
pendencia?
ATÚN: No, Señora.
ARIADNA: ¡Ay de
aquélla que le adora,
y una
vida que advertida
guardó, ve casi perdida!
Pues si
le prenden, no queda
hilo ya
con que se pueda
restaurar el de su vida.
Temo
le prendan; porqué
entonces el duro filo
cortará
a su vida el hilo
que yo
con otro anudé;
y
porque mi industria fue
Laquesis, en mal tan fuerte,
¿qué
razón hay, si se advierte,
que al
mirarla combatida,
la Laquesis de su vida
sea
Atropos de su muerte?
Cuánto es mejor el crüel
lance huir, pues con huír,
a él lo libro de morir,
y a mí
de morir con él;
de
manera, que fiel
a los
dos soy este día,
pues de
su nobleza fía
mi
amor, que me restituya,
viendo
que libro la suya,
en él
la suya y la mía.
Parte, Atún, y dí a Teseo
que
venga a verme al momento.
ATÚN: Será
con mi movimiento
un
tullido tu deseo;
pues
sólo tu ingenio, creo,
que nos podrá dar favor,
sacando de tu labor
vida que darnos, y agudo
darla
en un dedal, quien pudo
darla
en un devanador.
Pero
si acaso ha salido
mi amo
fuera, ¿qué haré?
ARIADNA: Díle
que no entre, porqué
puede
de lo sucedido
resultar algún rüido,
y en
todo caso será
bien
que esté fuera; pues ya
no es
segura la prisión,
que yo
estaré en el balcón,
que al
parque cae.
ATÚN: Bien está.
Vase ATÚN
ARIADNA: Amo
a Teseo, y temo de manera
su
muerte, que me fuera más ligero
tormento si, muriendo yo primero,
los
riesgos de su vida no temiera.
Mil
veces mi temor lo considera
blandido sobre el cuello el duro acero,
y
tantas veces yo del susto muero
cuantas
presumo que él morir pudiera.
Y no
es el mayor daño, si se advierte,
estar
de tantos riesgos combatida,
que
otro mal tengo que temer más fuerte;
que
es pensar que con alma fementida,
en
algún tiempo puede darme muerte,
a quien
yo tantas veces doy la vida.
Vase ARIADNA.
Salen TESEO y FEDRA
FEDRA: ¿Qué
dices? ¿La muerte a Baco
le
diste tú?
TESEO:
Sí, Señora,
que lo
que atestigua el brazo,
mal lo
negará la boca.
Recibí
un billete suyo,
en que
su pasión celosa
brevemente se explicaba,
por
querer presuntüosa
remitir
la explicación
de su
cólera a las obras;
bien, que expresaba que yo,
por
gusto o por vanagloria,
a las dos os sirvo, y que
le ofendo en entrambas
cosas;
en la
opinión con la una,
y en el
gusto con la otra.
El cómo
llegar pudiese
él a
saber nuestra historia,
no me
toca averiguarlo,
aunque
sentirlo me toca.
Salí,
en fin, al desafío,
fue mi
espada más dichosa,
di la muerte; ya lo sabes
todo. Pues escucha ahora
a lo
que vengo. Bien sabes,
adorada
Fedra hermosa,
que
desde el primer instante
que te
vi, te entregué toda
el alma, tan sin reservas,
que aun mis ansias amorosas
no fueron mías, ni pude
merecer en las congojas;
porque a ninguno le
pueden
dar
mérito ajenas obras,
y siendo tuyas las mías
pareciera acción impropia
si
quisiera mi cariño
que te
obligaras de cosa
que era
tuya; de manera,
que
incapaz la vanagloria
quedó de
poder servirte,
pues
reducida a una sola
acción,
la mayor fineza
fue no poder hacer otra.
También sabes que
Arïadna,
o por
noble o por piadosa,
hizo
empeño de librarme
con
finezas tan heroicas,
con
industrias tan agudas
y
acciones tan generosas,
que a
hallarme con alma,
fuera
darle el alma paga corta;
pues
cuando tan soberanas
son las
prendas que la adornan,
obró
tan fina conmigo
como si
no fuera hermosa;
pues bien sabes que en los duelos,
que allá disputáis
vosotras,
ofende
a su punto quien
con
finezas enamora.
Y aun
juzgo que ésta es la causa
porque
de ingratas blasonan
todas
las hermosas, dando
a
entender presuntüosas,
que a
quien la beldad no falta,
todo lo
demás le sobra.
Y
siendo... Pero, ¿qué es esto,
que
parece que te enojas
porque
alabo su hermosura?
La
desatención perdona,
y no tengas
por delito,
cuando
el alma le es deudora,
que pues no puede en afectos,
en aprecios corresponda;
que muy
bien puede un amante
que en
esta duda zozobra,
ser
fino con la que quiere,
sin ser
grosero con otra.
Y si
todo esto no basta,
baste
el ver que vengo agora
a
rogarte que, supuesto
que ya
la traza ingeniosa
que conservaba
mi vida
se
acabó, pues tú no ignoras
que
quien se lo dijo a Baco
se lo
dirá a otras personas,
y
añadiéndose a este riesgo
el que
es muy factible cosa
que
sepan que fui yo quien
le
maté, con que se dobla
el
riesgo; pues quien le dio
a él de mis acciones todas
cuenta, no es mucho que
de él
supiese
que con celosa
resolución me retó,
y de
aquí infiera con poca
dificultad el suceso,
sin
quedar a mis congojas,
ni
consuelo que las temple
ni
asilo que las socorra.
Y no
pienses que es el riesgo
de mi
vida quien me asombra,
pues me
llamara feliz
a
peligrar ella sola;
pero
bien ves que Arïadna
y tú,
en las inquietas olas
zozobráis de los peligros
de la
vida y de la honra;
y por
evitar tan grande
riesgo,
discurro, Señora,
que
sólo puede la fuga
libertar nuestras personas.
Si es
verdad, hermosa Fedra,
el amor
de que blasonas,
si no
te ofenden mis ruegos,
si te
mueven mis congojas,
vamos a
Atenas, que allá
puestos, no es dificultosa
empresa
alcanzar perdón
de tu
padre, que aunque agora
se
muestra tan enemigo,
si una
vez las armas toma
mi
valor, yo sé que es fácil
conseguirlo; porque hay cosas
que se
niegan en la paz
y que
en la guerra se otorgan.
Pues
yéndote tú conmigo,
pensarán que tú, amorosa,
me
diste la libertad,
y con
eso de la sombra
de la
sospecha Arïadna
queda libre, y la corona
ceñirá
a solas de Creta,
y tú,
de Atenas Señora
serás,
y del alma, que es
posesión más generosa.
¿Qué
dices?
FEDRA:
Digo, Teseo,
que mi
vergüenza deudora
te
queda de la atención;
pues cuando son tan notorias
las razones que me obligan
a que la fuga disponga,
y que
casi me forzaran
a
decírtelo animosa,
con de
irlo tú me excusas
el que
yo te lo proponga;
porque
no sé qué se tiene
el
disponer amorosas
resoluciones, que suena
siempre mejor en la boca
del
galán que de la dama,
pues
para ostentar heroica
de
amante, conceder basta,
porque
proponer es cosa
en que
se aja la hermosura
o el
respeto se abandona.
Y la
que a su amante ruega,
aunque
sepa que él la adora,
sí no
queda desairada
no
quedará muy airosa;
que el
decoro de las damas
tiene tantas
ceremonias,
que
para cumplir con ellas
sin
agraviarse a sí propia,
ha
menester una dama,
aun
cuando amante se nombra,
dar a
entender que se vence,
mas no mostrar
que se postra.
Esto
supuesto, dispón
de mi
vida y mi persona,
que a
quien dice que te quiere,
todo lo
demás le sobra.
TESEO: Dulce
imán de mis sentidos,
deja
que a tus plantas ponga
mis
labios.
FEDRA:
Alza del suelo
que no
es razón, cuando gozas
todo el
dominio del alma,
que así
estés.
TESEO:
Si generosa
doblas los favores tú,
¿por
qué te admira si dobla
la
recompensa mi amor?
Adiós,
mi bien, que ya es hora
de
disponerme.
FEDRA:
Ven luego
que
alguna nave dispongas,
en que
nos podamos ir,
supuesto que hay tanta copia
en el
puerto siempre de ellas,
y no
dudo que entre todas,
haya
alguna de tu reino,
la cual
podrás con mis joyas
fletar;
pues con el disfraz
no es
fácil que te conozcan.
TESEO: Pues yo
voy.
FEDRA:
Y cuando vuelvas
no
entres, que yo cuidadosa
te
esperaré en esa puerta
del
parque, que así se logra
mejor
el no ser sentido.
TESEO: Pues
adiós, mi prenda hermosa;
y pues
eres deidad, manda
que se
anticipen las horas
que voy
a estar sin tu vista.
FEDRA:
Diligencia fuera ociosa,
a poder
ser, pues sin ti,
aunque
a un solo instante todas
se redujesen, sería
eternidad de congojas.
Vanse
TESEO y FEDRA. Sale BACO embozado
BACO: ¡Que
cuando de un delito convencido
me
miro, sin haberío cometido,
y
cuando en la desdicha de Lidoro
la
muerte sé y el agresor ignoro
que en
el parque matándolo primero,
impidió
la venganza de mi acero,
y
cuando por librarme
del
riesgo, deterrnino el ausentarme
de
Creta, a cuyo efecto prevenida
dejo
una nave en que salvar mi vida,
pueda tanto el amor de aquesta ingrata
que con
desdenes y belleza mata,
que
cuando a más no verla me resuelvo
segunda
vez a su palacio vuelvo,
a
despedirme de sus duras rejas,
que quizá más piadosas a mis quejas,
sus
hierros dar podrán, enternecidos,
a
yerros de mi amor gratos oídos!
Sale ARIADNA abriendo un balcón
ARIADNA:
Mientras más tarda Teseo,
más en
mí crece la angustia;
que si
esperar sólo, mata,
¿qué
hará quien espera y duda?
Mas si
la vista no miente
o me
engaña la confusa
sombra,
hacia acá viene un hombre,
BACO: Hacia
allí han abierto una
ventana, llegarme quiero.
ARIADNA: Pues se
llega, él es sin duda.
¿Sois
vos, Señor?
BACO: (Fingir quiero Aparte
que soy
por el que preguntan.)
Yo soy.
ARIADNA: ¿Pues cómo tan tarde
venís, Señor, cuando
turban
tantos
temores mi pecho,
después
que supe la injusta
muerte
que a Lidoro disteis?
BACO:
(¡Cielos! ¿Qué es esto que escuchan
Aparte
mis
oídos? La que habla
me
conoce, pues pronuncia
esto.
¿Quién será?
ARIADNA: Y aunqué
no sé
la causa, quién duda
que por el amor de Fedra
mi hermana, cuya
hermosura,
en
agravio de mi amor,
solicitáis, y en injuria
de mi
fe.
BACO:
(Viven los cielos, Aparte
que es
Ariadna, y me acusa
de
falso, porque quizá supo
aquella
necia industria
de
solicitar a Fedra.
Mas
¿cómo cuando sañuda,
por la
muerte de su amante
Lidoro,
mi amor la juzga,
sin
lamentar su desdicha,
celosamente me culpa?)
ARIADNA: Mas
supuesto que no es tiempo
de
celosas conjeturas,
sino
sólo del remedio
de los
riesgos que me asustan
-- pues veis que muerto Lidoro,
ninguna
industria asegura
vuestra
vida ni mi honor,
que
ondas de riesgos fluctúa --
hurtémonos a este riesgo,
huyamos
aquesta furia,
y lo
que el valor no puede
salvar,
sálvelo la fuga.
Naves
hay siempre en el puerto;
prevenid, Príncipe, alguna,
en que
nos podamos ir.
BACO:
(Cielos, ¿tan grande ventura
Aparte
es
posible que yo tenga?
¿Ariadna, que tan dura
fue, se
muestra tan amante
que a
seguirme se aventura?
¿Pues
yo de su misma boca
no
escuché que amaba -- ¡Oh, nunca
me
acordara! -- a mi enemigo?
¿Pues
cómo agora asegura,
que me
tiene amor a mí?
¿Mas
qué es lo que dificulta
mi
dolor? ¿A los principios
no me
trató con blandura,
y aun
dio indicios de quererme?
¿Pues
no puede ser que alguna
ocasión
la motivase
a lo
que vi; pues hay muchas,
que en
el crisol de los celos,
el oro de amor apuran?
Y en
fin, aunque esto no sea,
¿qué
indicio quedó de culpa
que
darle, a quien a seguirme
se
resuelve? Y aunque turba
mi
corazón el pensar
que lo quiso, es conjetura
necia;
pues aunque así sea,
galanterías tan justas
desazonan, mas no ofenden,
lastiman, mas no
deslustran.
Yo me
resuelvo a llevar
todo el
cielo en su hermosura;
pues
que ya muerto Lidoro,
ningún
recelo me asusta.)
ARIADNA: ¿Qué
piensas, que no respondes?
BACO: Señora,
en el puerto hay surtas
naves
-- la que yo previne
servirá -- la coyuntura
logremos, que prevenirla
no es
menester, que antes muchas
quieren
ya hacerse a la vela;
y si tú
ahora aventuras
el
poder salir, después
se puede ofrecer alguna
dificultad.
ARIADNA:
Pues espera,
que ya
bajo. ¡Noche oscura,
ampara
mi amor, pues siempre
empeños
de amor ayudas!
Vase ARIADNA y BACO se llega a la puerta por donde
sale FEDRA
FEDRA:
¡Válgame Dios, qué resuelto
y
valiente es el Amor,
pues a
una mujer obliga
a tan
temeraria acción,
como
que deje a su patria
y que abandone su honor
por
seguir a un hombre!
Pero ya
imagino que llegó
Teseo,
pues hacia acá
se
llega un hombre. ¿Sois vos,
Señor?
BACO:
Pues quién puede ser
sino
aquel que girasol
tan
fino es de vuestros rayos,
que aun
cuando su resplandor
con las
sombras se disfraza,
conoce
en la noche al sol.
FEDRA: Pues
vamos, antes que sepa
mi
padre que fuisteis vos
el
autor del homicidio.
BACO:
Seguidme, pues.
Vanse apartando y sale TESEO, llegándose a
la puerta
TESEO:
Ya quedó
en el
puerto prevenida
la
nave, porque el Amor
es
agente tan activo
que no
sufre dilación.
En esta
puerta me dijo
Fedra
que esperaba; yo
quiero
llegar.
Sale ARIADNA por la misma puerta que salió
FEDRÁ
ARIADNA:
¡Qué turbados
pasos
da mi confusión!
¡Qué
mucho, si va en mi culpa
tropezando mi temor!
Pero
acá se acerca un bulto,
si no
me engaña el horror
de la
noche; hablarle quiero.
¡Mas,
ay, que la turbación
me ha
dejado el sobresalto,
y se ha
llevado la voz!
TESEO: (¡Vive
Dios, que está esperando Aparte
a la puerta! ¿Qué valor
al suyo
iguala?) Señora.
ARIADNA: ¿Quién
es? ¡Ay de mí!
TESEO: Yo soy
el que
soy porque soy vuestro,
porque
mi ser, de mi amor
depende,
y a no ser vuestro,
pienso
que no fuera yo.
ARIADNA: Pues vamos, porque he sentido
en el palacio rumor,
y dudo
qué pueda ser.
TESEO: Vamos.
Sale ATÚN
ATÚN:
La respiración
me
falta ya de cansado
de
buscar a mi señor,
aqueste
príncipe duende,
que
cuando lo buscan no
parece,
y cuando se enfadan
se
aparece cual visión.
Avisaré del suceso
a
Arïadna, que al balcón
puesta
está al sereno; pienso
que por
templar el calor
que él
le causa. Pero allí
va un
hombre; no, sino dos,
y muy cabales por cierto,
pues por ir con
perfección,
cada
uno de su costilla
lleva
la transformación.
BACO: Hacia
nosotros dos bultos
vienen,
señora; mejor
es
retirarnos aquí
mientras pasan.
FEDRA: Sin mí voy.
Lléganse a un lado BACO y FÉDRA, y
pasan por delante de ellos ARIADNA y TESEO, y llégase
ATÚN a TESEO
ARIADNA: Camina
aprisa, Teseo.
ATÚN: (Teseo
dijo esta voz. Aparte
¿Mas si
éste fuese mi amo,
que
llegando antes que yo
haya
sacado a la infanta?
Que
como la descarnó
ya de
su padre, no es mucho
que sirva
de sacador.
Quiero
llegarme con tiento.)
¿Oyes?
¿Eres tú, Señor?
TESEO: Éste es
Atún. ¿Qué me quieres?
ATÚN: Di si
eres tú, que el temor,
hasta
ver si tú eres tú,
no dirá
si yo soy yo.
TESEO: Teseo
soy. ¿Quieres más?
FEDRA: (Teseo
dijo. ¿Pues no Aparte
es
Teseo quien me lleva?
ATÚN: Pues díme Señor, por Dios,
dónde has estado esta
noche,
que Arïadna
me envió
a
buscarte, y no te hallé.
BACO: (¿Quién
a Arïadna nombró?) Aparte
TESEO: A
solicitar si había
alguna
navegación
a
Atenas, al puerto fui;
porque
deje mi valor
a Creta
en tinieblas,
pues en
Fedra le llevo el sol.
ATÚN: ¿Luego es Fedra y no Arïadna
la que llevas?
ARIADNA:
(¡Ah, traidor! Aparte
¿Así te
equivocas? Bien
se ve
que en el corazón
tiene a
Fedra, pues a mí
me dice
Fedra. ¡Ah, rigor!
¡Qué
presto empiezo a pagar
mi
ciega resolución!)
BACO: (Que si
es Fedra, y no Arïadna Aparte
preguntan. ¡Qué confusión!)
FEDRA: (Si es
Fedra o es Arïadna Aparte
la que
llevan, preguntó.
¿Quién
será quien esto dice?)
ARIADNA: Vamos,
antes que el rigor
del Rey mi padre nos busque.
TESEO: Ven,
hermosa Fedra.
ARIADNA: Yo
Arïadna
soy, no Fedra.
No
segunda vez tu voz
mi
nombre equivoque ingrato.
BACO: (¿Qué
es esto, Cielos? Ya no Aparte
puedo
dejar de saberlo.
Tú,
Ariadna, mientras voy
a
reconocer quién pasa
espera.
TESEO:
Válgame Dios,
¿cómo
puede aqueso ser?
¿Que no eres Fedra?
ARIADNA: No soy,
sino
Arïadna.
BACO:
(¿Qué escucho? Aparte
¡Válgame el Cielo!)
FEDRA: (Ni yo Aparte
Arïadna, sino Fedra,
y pues
engañada voy
con
éste, que no sé quién
es, y
con el mismo error
lleva
Teseo a mi hermana,
déle
voces mi dolor.)
¡Teseo,
Señor, esposo,
mira
que aqueste traidor
robada
te lleva a Fedra!
TESEO: Pues,
¿qué espera mi valor?
¡Muere,
atrevido, a mis manos!
BACO: Muere
tú, pues escuchó
mi
honor, que engañada llevas
a
Arïadna.
ARIADNA:
(¡Qué rigor Aparte
de mi
estrella es éste!)
FEDRA: (Pues Aparte
aquél es Teseo, yo
quiero ponerme a su
lado.)
ARIADNA: (¡Ay de mí! Con el horror Aparte
de la noche, no se cuál
es
Teseo de los dos.)
Truécanse
las damas y sale RACIMO huyendo
RACIMO:
¿Adónde podré esconderme?
Que por
crïado de Baco
corre
esta vez el Racimo
peligro
de ser colgado.
Salen TEBANDRO y SOLDADOS
TEBANDRO: Matadlo
si se resiste,
que
esta orden el Rey ha dado.
RACIMO: ¿Quién
dice que es resistirse
el
correr más que de paso?
TEBANDRO: Pero
¿qué es esto? En el parque,
resueltos y temerarios
dos
hombres están riñendo.
¿Quién
sois vosotros que, osados,
os
atrevéis de este sitio
a
quebrantar el sagrado?
Daos a
prisión.
TESEO:
Mal conoces
mi
valor.
BACO:
Qué mal mis manos
conocéis.
TEBANDRO:
Pues mueran luego.
¿Qué
esperáis?
TESEO:
Si aquí alentado
no me
resisto, la vida
y a
Fedra pierdo.
BACO: Si osado
no me
defiendo, a Arïadna
pierdo, y la vida.
Riñen
FEDRA: Tirano
cielo,
acaba, con mi muerte,
vida
que te ofende tanto.
ARIADNA: Si
blanco infeliz mi vida
es de tus tiros airados,
y es el blanco el que te ofende,
acaba
de herir el blanco.
SOLDADO 1:
¿Resistencia a la justicia?
Sale el rey MINOS y acompañamiento
MINOS: ¿Qué es
esto? ¿En todo el palacio,
sólo se
escuchan pendencias;
sólo se
miran estragos?
TEBANDRO: Señor,
aquestos dos hombres
son,
que intentan obstinados
resistirse a la justicia.
MINOS: Pues
prendedlos o matadlos.
TEBANDRO: Con
estas damas, por quien
se estaban acuchillando,
según
juzgo.
MINOS: ¿Por mujeres?
Prendedlas.
TESEO: Ya es el librarnos
imposible; pues nos vemos
por todas partes cercados.
MINOS: Descubrid esas mujeres.
ARIADNA: ¡Cielos, hoy la vida acabo!
FEDRA: ¡Adiós,
infelice vida!
Descúbrelas TEBANDRO
MINOS: ¿Qué es
esto que estoy mirando?
¿Mis hijas? Mas no lo son,
pues obran -- ¡todo me abraso!
--
tan
bajamente. Pues, ¿cómo...
¡Volcanes del pecho exhalo!
¡Oh, si
al pronunciar mi afrenta!
¡Oh, si
al decir dolor tanto,
lo
articularan los ojos
y lo
ignoraran los labios!
Pues,
¿cómo, vuelvo a decir,
aleves
monstruos, ingratos
instrumentos de mi afrenta,
imágenes de mi agravio,
en tal
sitio -- ¡qué tormento! --
a las
dos -- ¡qué desacato! --
disfrazadas -- ¡qué indecencia! --
solas
con dos hombres hallo?
Hablad.
¿No me-respondéis?
Decid,
¿quién son los villanos
que dejándome la vida todo
el honor me han robado?
Hablad, aleves; no os
sirva
la
vergüenza de embarazo,
que a
quien le faltó al hacerlo,
no ha
de tenerla al contarlo.
ARIADNA:
Señor...(El temor, de hielo
Aparte
me ha
vuelto).
FEDRA:
Señor...
(En
mármol Aparte
me ha
transformado el temor.)
ARIADNA: Si por
mi culpa...
BACO: (¿Qué aguardo, Aparte
que no
me descubro, viendo
a
Arïadna en riesgo tanto?)
Descúbrese
Señor,
justo es que castigues
sólo al
que hallares culpado,
que soy yo; pues Arïadna,
vencida
de mis halagos,
convencida de mis ruegos
y
obligada de mi llanto,
me
sigue.
ARIADNA:
(¿Qué es lo que escucho?
Aparte
¿Yo, divinos cielos, cuándo
a Baco
seguí? Mas quiero
callar,
por si en riesgo tanto
su
industria salvarme puede.)
TESEO: (¿Qué
es esto? ¿Cómo está Baco Aparte
vivo,
si yo le di muerte?)
FEDRA: De
verle vivo me espanto.
MINOS: Luego,
príncipe, juzgué
que tú
eras el inhumano
autor
de la ofensa mía;
¿pues
quién se atreviera osado
a mi
honor, sino tú sólo,
que de
lo grande ha buscado,
para
volar bajamente,
las
alas de sér tan alto?
Mas yo
dejaré, en tu muerte,
ejemplo
a los temerarios,
vengando al muerto Lidoro,
y mi
honor desagraviando.
TESEO: (Cuando
a la muerte se entrega Aparte
él por
su dama, arrojado,
no será
bien que se piense
de mi
ardimiento bizarro,
que
cuando él se llega al riesgo,
yo del
peligro me aparto.)
Descúbrese
Señor,
si por Arïadna
se
entrega a la muerte Baco,
no será
bien que Teseo
no haga
por Fedra otro tanto.
FEDRA: ¡Ay de mí! ¿Qué es lo que has hecho?
ARIADNA: (¿Qué
miro? ¿Por Fedra osado Aparte
se
entrega a la muerte?
Muera,
que mi amor desengañado
de su
ingratitud, convierte
en odio
todo el agrado.)
BACO:
¡Cielos! ¿Con vida Teseo,
y de
Fedra amante, cuando
le
juzgué muerto? Sin duda
es ella
quien lo ha librado.
TEBANDRO: ¿Es
sueño lo que estoy viendo?
ATÚN: (Todos
se han quedado helados, Aparte
y más
que pudiera muerto,
espanta
resucitado.)
RACIMO: ¿Qué
fuera que con Lidoro
nos
sucediera otro tanto,
y
tuviéramos en Creta
el Día
de los Finados?
MINOS: De
suerte me ha suspendido
caso
tan inopinado,
que me
usurpa lo admirado
las
acciones de ofendido.
¿Que
estás con vida? ¿Que ha habido
tan
villana compasión
que
libertó tu traición?
En vano
el pecho respira,
si
cuando busco la ira,
topo
con la admiración.
Hidra que mi enojo incitas,
pues
cuando mi enojo piensa
matar
contigo una ofensa,
con
tantas me resucitas.
¿Por
qué mi cólera irritas?
¿No te
bastaba, traidor,
para
agravar mi dolor
cuando
tu industria me engaña,
haber
burlado mi saña,
sin
haber muerto mi honor?
¿Qué
más agravios intentas
a la
sangre hacer, que infamas,
si en
Atenas la derramas,
y en
Creta osado la afrentas?
¿Qué
engaños nuevos inventas
para
dejarla agraviada,
pues
llevándola robada,
a tu
intención homicida
no
bastó verla vertida,
hasta
mirarla afrentada?
Mas a todos el castigo
les
dará mi enojo grave,
que
como contigo acabe,
¿qué
importa acabar conmigo?
Y sea
el mundo testigo
de que
con mi sangre lava
mi honor su afrenta, y que acaba
con los
que agraviarle intentan,
y
mueran las que me afrentan,
pues ya
murió el que me honraba.
Todos perderéis la vida,
y hasta
Baco, que traidor,
de
Arïadna fue raptor
y de
Lidoro homicida.
Una es
la culpa atrevida
que
vuestras vidas condena
y así,
que muráis ordena
el
enojo a que me incito;
y pues
tenéis un delito,
llevad
una misma pena.
Llevadlos.
BACO:
¡Fiero rigor!
TESEO: ¡Con
qué pena el alma lucha!
ARIADNA: Nada su
crueldad escucha.
FEDRA: Nada
atiende su rigor.
MINOS:
¡Mueran, y viva mi honor,
pues lo
han querido agraviar!
TESEO: ¡Que
aquesto llego a escuchar!
RACIMO: ¡Que
esta pena llego a oír!
ARIADNA: ¡Penas, callar y morir!
FEDRA: ¡Amor, morir y callar!
(Tocan
cajas y salen asustadas CINTIA y LAURA y dos
SOLDADOS
SOLDADO l:
Señor, ¿cómo tan despacio
te
estás, cuando la rüina
de toda
Creta, al cercano
peligro
tuyo te avisa?
SOLDADO 2: Ocupado
tu Palacio
todo
está ya de enemigas
escuadras, que por la parte
que cae
hacia la marina,
tuvieron disposición
de
entrarse sin ser sentidas;
porque
Atenas, de la muerte
de su
príncipe ofendida,
viene
brotando venganzas.
Mas,
Señor, salva la vida,
que ya
llegan.
MINOS:
¡Ay de mí!
¿Quién
ha visto -- ¡suerte esquiva! --
que yo pague las ofensas,
y las ofensas reciba?
LAURA: El
alboroto y el susto
amenaza
mucha ruina.
CINTIA: Siendo
tan libre, sintiera
esta
vez verme cautiva.
Salen
LICAS, de general, y SOLDADOS atenienses
LICAS: Hasta
hallar al mismo rey,
no se
sosiegan mis iras,
para
vengar con su muerte
la
sangrienta tiranía
de la
muerte de Teseo.
TEBANDRO:
¡Cielos, notable desdicha!
Ya es
imposible la fuga.
LICAS: ¿Mas no
es el rey el que miran
mis
ojos? ¡Muere a mis manos!
FEDRA: ¡Teseo!
TESEO:
Nada me digas,
que no
es bien que por tu ruego,
deje la
acción de ser mía.
MINOS: ¿No hay
nadie que me socorra?
TESEO: Sí hay,
gran Señor. Tente, Licas,
que no
hay que vengar mi muerte,
cuando
me encuentras con vida.
Teseo
soy, ¿no lo ves?
Vivo
estoy.
LICAS:
¡Tan grande dicha
llego a
ver, Señor! ¿Pues cómo
te
hallo vivo?
TESEO:
Compasivas
me
libraron las infantas.
(No es
bien que Arïadna diga Aparte
sola,
mi voz, porque es dar
sospecha, y no es acción digna,
cuando
no puedo pagarlas,
blasonar de sus caricias.)
LICAS: Luego ¿no fue el rey el que
te
perdonó?
TESEO:
Fue su hija,
que es
lo mismo, pues él dio
el sér
a quien me dio vida,
y
cuando aquesta razón
no me
moviera, la misma
acción
hiciera, por dar
a
entender mi bizarría,
que
tiene más valor quien
perdona, que quien castiga.
Y así,
haz, Licas, recoger
la
gente.
MINOS:
¿Qué agradecida,
te
podrá el alma ofrecer,
Teseo,
cuando cautiva
de tu
razón mi venganza,
aun no
acierta, de corrida,
a
mirarte?
TESEO:
Aunque era justo
darse
por desentendida
mi
altivez del beneficio,
hay
razón que no permita
ese
garbo a mi valor
y así
la galantería
perdone, que hay ocasiones
en que es justa la codicia.
MINOS: ¿Pues
qué aguardas? Pide todo
el
reino.
TESEO:
Cosa más rica
pido,
Señor, que es a Fedra
cuya
hermosura divina
es sólo
el premio que quiero.
MINOS: Por mí
ya está concedida.
ARIADNA: (¿Con
Fedra se casa? ¡Ah, ingrato! Aparte
Murió
la esperanza mía.
Mas pues no tiene remedio,
pagar de Baco la fina
atención quiero.) Señor,
pues
mitigadas, tus iras
han
perdonado a mi hermana,
también
yo a tus pies rendida
pido
perdón, y te aviso
de que
no fue el homicida
Baco,
de Lidoro, sino
Teseo.
MINOS:
¿No ves que implica,
siendo
de Baco el papel?
ARIADNA: Quien
lo vio, Señor, lo afirma. -
Dílo
Atún.
ATÚN:
Aquí entro yo.
(¡Gracias
a Santa Lucía, Aparte
que
tengo lugar de hablar!)
Sí,
Señor, que mi codicia,
pensando que era de Fedra,
le
llevó el papel.
RACIMO: No digas
más, que también entro yo,
que
urdí toda la mentira
de
miedo. y se lo entregué
a éste.
ATÚN: Y yo por las albricias,
a Lidoro lo llevaba,
cuando
la desdicha mía
con mi
amo me encontró,
que
leyendo a toda prisa
el
papel, no pude oír
qué era
lo que contenía;
y
viendo que estaba fresca
la
nema, y que bien podía
cerrarse, volví a cerrarlo,
y a
Lidoro con la misma
ignorancia lo entregué;
el
cual, luego, echando chispas
bajó al
Parque; y con mi amo,
que
también fue...
MINOS: No prosigas.
Déle la
mano, Arïadna
a Baco.
Y tú, agradecida,
a
Teseo.
FEDRA:
Ésta es mi mano,
príncipe.
TESEO:
Ya a recibirla,
el alma, que es vuestra, sale.
ARIADNA: Y
aquésta, Baco, la mía.
BACO: En ella
me dais, Señora,
todo el
premio de mis dichas.
RACIMO: Cintia,
ya ves que no ha habido
lugar
de galanterías
de lacayos y fregonas;
pero,
si quieres ser mía,
dispensando de galán
las
amantes baratijas,
aquí
estoy.
CINTIA:
Y yo te admito,
porque
fuera bobería
perder
aquesta ocasión.
ATÚN: Laura,
no es bien que la envidia
nos
quede a nosotros.
LAURA: Tienes
razón;
no es bien que baldía,
cuando
se casan los otros,
quede
persona tan digna
como
yo; y así, mi mano
es
ésta.
TEBANDRO:
Y perdón, rendida,
os pide
la pluma que,
contra
el genio que la anima,
por serviros
escribió,
sin
saber lo que escribía.
FIN DE LA
COMEDIA