2. Marcelino Champagnat
Marcelino Champagnat perteneció al grupo de
seminaristas que se propuso, en 1816, fundar la Sociedad de María.
El objetivo de la Sociedad era contribuir a
una renovación de la vida cristiana en Francia, terminada la Revolución.
Marcelino fue una persona marcada por la
experiencia de sentirse amada por Dios –se sentía objeto del amor personal de
Jesús y María– abierta a los demás y muy sensible a las necesidades de su
tiempo.
Este modo de ser le hizo captar,
tempranamente, mientras ejercía el ministerio en La Valla, la necesidad
imperiosa de ofrecer enseñanza religiosa a los pobres del lugar, especialmente
a los niños y a los jóvenes.
Como hombre práctico que era, el contacto con
un joven moribundo que no sabía nada de Dios, le impulsó a plantearse
seriamente, en forma sistemática, cómo infundir en el corazón de los niños y de
los jóvenes el amor que Dios les tiene.
Con frecuencia decía: "No puedo ver a un
niño sin que me asalte el deseo de enseñarle el catecismo y decirle cuánto le
ama Jesucristo."
|