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Alfabética [« »] equipados 1 equivalía 1 equivalió 1 era 287 erais 4 eran 70 eras 3 | Frecuencia [« »] 335 tan 323 beatriz 309 es 287 era 274 si 271 porque 264 ya | Enrique Gil y Carrasco El Señor de Bembibre Concordancias era |
Cap.
1 1| los treinta y seis años, y era el reverso de la medalla, 2 1| más lujosamente ataviado, era un mozo de presencia muy 3 1| señalado sin dudar porque era el escudero o paje de lanza 4 1| conversación muy tirada, y como era natural, hablaban de las 5 1| asar la manteca. ¡Miren que era acomodo un señor de Bembibre! - 6 2| maestres al orden del Temple y era muy honrado y acatado en 7 2| decadencia, y su orgullo era verdaderamente insoportable 8 2| doña Blanca, cuyo corazón era todo ternura y bondad, no 9 2| harto conocía que don Álvaro era incapaz de abandonar en 10 2| aquel ruidoso proceso, no era imposible que su familia 11 2| logro de sus deseos. Tal era el estado de las cosas en 12 2| espléndidamente amueblado y alhajado. Era ella de estatura aventajada, 13 2| naturales atractivos. Don Álvaro era alto, gallardo y vigoroso, 14 2| pieles. En una palabra, era uno de aquellos hombres 15 2| cantaban melodiosamente, y era difícil imaginar una tarde 16 2| detrás del horizonte, y era preciso apartar de delante 17 2| jardín. Don Álvaro, como era natural, fue el primero 18 2| lleno de merecimientos. Era en mí demasiada soberbia 19 3| a todos se sobreponía. Era éste retar a combate mortal 20 3| la época de que hablamos era este castillo una buena 21 3| introdujo al aposento de su tío. Era este un anciano venerable, 22 3| demanda de un reino que no era de este mundo. Don Álvaro, 23 3| poderosa y unida, difícil era, y sobre todo a la inexperiencia 24 4| admitían tregua, ni les era lícito volver las espaldas 25 4| vedados, y su vida entera era un tejido de fatigas y abnegación. 26 4| se había apresurado, como era natural, a galardonar una 27 4| nuestros días. Su número era indudablemente reducido, 28 4| Temple, en último resultado, era una orden extranjera cuya 29 4| de su hermandad, difícil era separarlos de la responsabilidad 30 4| forasteros de distinción. Era ésta la misma donde la infanta 31 4| los cuales entró el abad. Era este un monje como de cincuenta 32 5| asunto que su conciencia era la primera a condenarle, 33 5| convencido de que su resolución era irrevocable, y harto celoso 34 5| que por su fe y su pureza era más digno de Dios, que no 35 5| que si amaba a don Álvaro era porque todo en un principio 36 5| principio parecía indicarle que era el esposo escogido por su 37 5| que quebrantaba su valor era el desconsuelo de su madre, 38 6| pesar que experimentaba, que era ausencia de pocos días y. 39 6| contrario su corazón, y era trabajo en balde el que 40 6| sabemos decir a punto fijo si era esto lo que más influía 41 7| firmes raíces había echado no era, a la verdad, el más a propósito. 42 7| instante de reposo. Esto era cabalmente lo que sucedía 43 7| augustas. Don Álvaro no era superior a su siglo, y en 44 7| reales que le cercaban si era descubierto, el riesgo que 45 7| deleitaba porque vuestra voz era la que escuchaba en ella; 46 7| acordar entonces de que era noble, de que penabais por 47 8| irrevocable resolución. Como este era un suceso que forzosamente 48 8| poderoso de toda Galicia, era un hombre a quien venía 49 8| público y ruidoso, de todos era conocida, tal vez no equivalía 50 8| secreto de sus acciones. Este era el hombre con quien debía 51 8| treinta años y su estatura era mediana; su semblante, de 52 8| corazón ya no es mío. Tal era en aquel tiempo el rigor 53 8| que a pesar de sus rigores era en todo extremo querido 54 9| prevención que le dejaba hecha no era ciertamente ociosa, porque 55 9| causadora de tal ruido. Era, ni más ni menos, que nuestra 56 9| inventado, su noble alma era incapaz de contribuir gustosa 57 9| lugar a donde se dirigían era Valtuille, muy poco distante 58 9| monasterio, porque de allí era Martina y allí tenía su 59 9| alejaron a paso acelerado. Era la torda animal muy valiente; 60 9| ojos de todos. Aquella luz era la del aposento de don Álvaro, 61 9| guardia, viendo que sólo era un hombre y una mujer, mandó 62 9| dicho más de una vez, no era de los que en las ocasiones 63 9| su natural curiosidad qué era lo que había ocurrido. -¿ 64 10| pero ahora su único deseo era llegar pronto al castillo 65 10| orden en aquella tierra. Era don Gutierre de Saldaña 66 10| como un abismo. Esta pasión era el amor a su orden y el 67 10| Beatriz y se la entregó. Como era tan breve, el comendador 68 10| allí comenzará para él la era nueva. -¿Habéis oído alguna 69 10| haciéndole ver que el golpe era de astucia y no de fuerza, 70 11| Beatriz, cuya situación era sin duda la más violenta 71 11| bendiciones de su madre, era para lo que llamaba a don 72 11| llamaba a don Álvaro. Aquel era su primer acto de rebelión, 73 11| la presencia de ánimo que era menester en tan apurado 74 11| más que la alegró, porque era señal de que aquella tremenda 75 11| decía el señor de Bembibre, era aquel demasiado infierno 76 11| sus acostumbrados paseos. Era la tarde purísima y templada, 77 11| a la meditación. Difícil era mirar sin enternecimiento 78 11| corazones llagados. Cierto era que con pocas alegrías podía 79 11| con malicia -. ¡Pues no era mala embajada! Mujer soy 80 11| protestas. Su índole natural era dulce y templada, y aquella 81 12| inventar planes y ardides. Era doña Beatriz su hija de 82 12| Villadepalos (pues la barca era del monasterio) también 83 12| cautivado su cariño, como era inevitable. Por otra parte, 84 12| carácter del Nuñez de Lara era tan enojadizo y revoltoso, 85 12| poseedor de él a la sazón. Era este pleito, muy ajeno y 86 12| disgustarse y desabrirse. Según era de esperar de sus fueros 87 12| saldría de una tierra donde era tan natural como el más 88 13| ardor de la calentura! Tal era, sin embargo, la tremenda 89 13| sus labios salían, pero era aquella especie de atención 90 13| raras y diversas: a veces era tranquilo y melancólico 91 13| escuchaba alguna vez, siempre era tapándose la cara con las 92 13| se serenó muy pronto, tal era el miedo que tenía a verse 93 14| mejor estado; la guarnición era valerosa y suficiente y 94 14| antes entre sus enemigos era donde pensaba servirle mejor, 95 14| rectitud de sus sentimientos era incapaz de entrar en ellas, 96 14| pero el número de éstos era ya tan grande y el aliento 97 14| la cabeza. El caballero era don Juan Núñez de Lara, 98 14| odioso, y su exterior tampoco era a propósito para granjearse 99 14| desconocidas, comprendió cuál era su suerte y no pudo reprimir 100 15| estaba sobre sí y donde era quizá más poderosa que en 101 15| ninguna otra nación, menester era emplear infinita destreza 102 15| su propia vida. Preciso era desconcertar su acción en 103 15| estaba madurando. Don Álvaro era el apoyo más firme de los 104 15| apartarse de sus banderas. No era el infante hombre que delante 105 15| acibaraban su pensamiento, fácil era calcular que su convalecencia 106 15| bolsillo, se tendió cuán largo era en una cama que para él 107 15| sabía que don Juan Núñez era absoluto en sus voluntades, 108 16| Lemus, que frecuentemente era huésped de la casa, penetrado 109 16| convencido de que otro era el camino que llevaba al 110 16| entre el padre y la hija era una especie de pesadilla 111 16| otra parte, su condición era de aquellas que nunca aciertan 112 16| quien tenía que combatir, era ciertamente harto más temible 113 16| anteriormente empleados. Tal era la situación de la familia 114 16| trenza. Toda explicación era inútil, porque ambas prendas 115 16| limosnas continuas y su caridad era verdaderamente inagotable. 116 16| valor porque, como noble, era amante de la gloria de su 117 16| pena agudísima. Don Álvaro era la única persona que había 118 17| había previsto, aunque no era sino muy natural, y que 119 17| cariñosas y sentidas. No era fácil cambiar un propósito 120 18| medio de tantos males, y era la esperanza de bajar temprano 121 18| parecía un poco más anciano, era sin duda un templario, pues 122 18| las divisas del Temple. Era aquel día el que la Iglesia 123 18| Sólo una cosa le afligía, y era ver que el alegre y vivo 124 18| de pronto, pero como no era la prontitud del ingenio 125 18| parte, el recado que traía era urgente, se contentó con 126 18| la sombra de don Álvaro era lo que así se le aparecía. 127 18| él mismo y no su espíritu era el que se aparecía) -, porque 128 18| levantado su visera y no era otro sino el comendador 129 18| Ah!, templo, y muy santo, era para mí vuestra alma, y 130 18| de su susto y viendo que era el señor de Bembibre, no 131 18| porque envilecéis mi amor que era la llama más pura de mi 132 19| necio apuro del caballerizo era la causa de este desagradable 133 19| más alto del soto. Pero era el caso que entre todos 134 19| valor como su señor, no era difícil que diesen en tierra 135 19| peligro que le amenazaba era de los inminentes después 136 20| figuran. Este caballero era don Juan Núñez de Lara.~ ~ 137 20| su alma, sin embargo, no era así don Juan Núñez: revoltoso, 138 20| la pared, vio que su cama era muy rica y blanda, y algunos 139 20| atenciones tan prolijas, era una especie de contradicción 140 20| esperanza racional, que era la de que el res, echase 141 20| su orgullosa alegría, que era el haberse pasado a sus 142 20| pues aunque su ambición era grande y su educación no 143 21| trabajaba sin cesar. Este hombre era el comendador Saldaña, a 144 21| parte de Valdeorras, y no era cosa de que faltase su brazo 145 21| Portador de tan aciagas nuevas era, que más de una vez se le 146 21| que don Hernando no sólo era su amigo, sino que la gran 147 21| guardaros tan rigorosamente no era más que el que ya conocéis, 148 21| desagravio de mi afrenta. Acerbo era el golpe que don Juan Núñez 149 22| temeraria determinación como era la de entrar en el Temple, 150 22| semejantes disposiciones era el rey don Dionís de Portugal, 151 22| sentir enteramente opuesto era el capítulo general de los 152 22| curso a los sucesos. Tal era el estado de las cosas, 153 22| que el deseo de vengarse era uno de los más poderosos 154 22| sentido simbólico y misterioso era hijo de una época más poética 155 22| fundamento. Una entre todas era particularmente chocante, 156 22| y cuya significación no era otra sino la rehabilitación 157 23| mira, según lo bueno que era no creí yo que fuese al 158 23| poco devoto que su amante era del Temple, gracias a la 159 23| don Álvaro pero como ya no era posible ocultarlo, tuvo 160 23| de mayo. El buen Millán era de una índole excelente, 161 23| toda clase. Muy de estimar era este sacrificio en un hombre 162 24| la retirada de otros, no era bastante ya a postrar aquel 163 24| remiso ni desmayado, tal era la codicia que en todos 164 24| España, porque como el empeño era igual en Aragón, por ambas 165 24| cuyo término y desastres no era fácil prever, porque si 166 24| Arganza, como Merino Mayor que era del Bierzo, recibió la orden 167 24| yerno el de Lemus. Honra era esta de que con gusto infinito 168 24| esposa, y por otra parte, no era decoroso ni prudente dejar 169 24| triste y aflictivo, como era de suponer, pues con él 170 24| indiferencia y fácil contentamiento era otra. ¿Qué podían importarle 171 24| tiempo para su yerno, y no era esta la menor de sus pesadumbres, 172 24| perteneciente a la guerra era muy penosa para su pundonoroso 173 24| Rodrigo. Aunque su carácter era duro y austero en demasía 174 25| ballesteros en general. El conde era además capitán muy hábil, 175 25| el conde en persona. Este era el peligro de más bulto 176 25| se diferenciaba algo, no era menor ni menos profundo 177 25| traza de estos serranos era viva, ágil y suelta: su 178 25| la época de que hablamos era mucho más pobre y ruin todavía. 179 25| movimiento de cabeza. La armadura era del mismo color y adornos 180 25| aquella parte el castillo era inexpugnable, porque la 181 25| Saldaña contestó, según era de esperar, que ninguna 182 25| la cara. Lo peor del caso era que su conciencia le repetía 183 25| necesarias; para apoderarse de él era para lo que ocurrían inmensas 184 25| venía a resultar, como era natural, que recibían más 185 26| poderosamente. Encamináronse, como era natural, contra la barbacana 186 26| afluencia de estos desgraciados era tal que la barbacana estaba 187 26| Entonces creyeron que ya era el conde dueño de él, y 188 26| caído en tus manos? -Yo no era el que mandaba, y de consiguiente 189 27| causa que defendían. No era la menor de las contrariedades 190 27| vasallos de Arganza, que era uno de los blancos a que 191 27| convencido de que Cornatel no era para ganado de una embestida, 192 27| de recordarle cuán ajeno era de la ley de la caballería 193 27| al punto conociendo que era imposible toda sorpresa 194 28| hacerse en tiempos de peligro era visitar de cuando en cuando 195 28| manera impensada y súbita, era segura la muerte o la prisión 196 28| resplandor de las hogueras, era sumamente pintoresca. La 197 28| precipicios y laderas de Cornatel era densísima. Así pues, hasta 198 28| sobresalía entre todas, y como era el que abría aquella marcha 199 28| necesario, pero como el campo era tan estrecho, poco tardó 200 28| otra cosa, porque el viejo era mucho más robusto y fornido. 201 28| encarecía el gran consuelo que era para ellos tenerle por mediador 202 28| pecho del buen cabreirés era terreno excelente para quien 203 29| que su lanza ya cascada, era un manantial continuo de 204 29| que volvió al monasterio era su libro más apreciado y 205 29| encerrarse su vida, y que tal vez era una profecía para lo venidero: 206 29| solitarius in tecto. Tal era el estado de doña Beatriz 207 29| su empeño con vigor y no era la menor de las zozobras 208 30| sangre de quien al cabo era su esposo? -Tal vez no - 209 30| fuerza de las circunstancias, era tan doloroso que el abad 210 30| le hizo señal de que así era. -Pues entonces, yo quiero 211 31| otra parte, que don Álvaro era un objeto de enemistad especial 212 31| para quienes su venida era como la visita de los ángeles 213 31| hacer se convirtió, como era natural, en daño suyo. Aquella 214 31| estado, pues sólo a sus ojos era dado ver los estragos de 215 31| y más hermoso que nunca, era como un ave de buen agüero, 216 31| Fatalidad y no pequeña era encontrar por todas partes 217 31| sereno comenzase una nueva era de salud, de esperanza y 218 31| su vida y de su suerte. Era éste un edificio con algunas 219 31| áridos y yermos. Lo restante era, y es todavía, un panorama 220 31| La imagen de don Álvaro era el centro adonde iban a 221 32| fallo tan solemne fuerza era ampliar aquel sumario, oír 222 32| de España, muy de temer era que en el de León, al abrigo 223 32| sabía cuán agudo cuchillo era para su vida el continuo 224 32| Beatriz. Por una parte, era urgentísimo sustanciar y 225 32| y buena prueba de ello era don Juan de Lara, para quien 226 32| como cabeza de la orden, era el blanco de todos los tiros, 227 33| que todavía le encendía, era incompatible con toda duda 228 33| había una expresión que no era de este mundo. De repente 229 33| y bien decías antes que era preciso aprovecharla. La 230 33| una impetuosidad que le era totalmente extraña: -¡Ahora 231 33| respondió la muchacha, que era toda ojos en aquel momento -. 232 33| presumirán nuestros lectores, era lo que acababa de recibir. 233 33| de buenas nuevas, que no era otro sino nuestro buen amigo 234 34| ocupación de sus bienes era tan precaria, volvió a las 235 34| las alegres nuevas de que era portador casi disiparon 236 34| presencial podía contar, era cosa averiguada que derramarían 237 34| portador de semejantes nuevas era trabajo de todo punto excusado, 238 34| correspondencia. En su alma era donde encontraba Andrade 239 34| con que entre los suyos era mirado, subió de punto y 240 34| castigo de los templarios, que era la corte de Castilla y la 241 34| reducirles al último abatimiento era privarles de aquellas alianzas, 242 34| la amargura del desengaño era la que le había llevado 243 34| propio corazón, de imaginar era, que no bien se le deparase 244 34| luchar, sin embargo, y no era el menor de todos ciertamente 245 34| aquel mal caballero. No era la cuestión de gobierno 246 34| de disminuir su poderío era impedir aquel enlace deseado. 247 34| remordimiento, y de todos ellos era quizá el más digno de compasión. 248 35| suavidad se imaginaban.~ ~ No era muy del agrado del cuerdo 249 35| sin embargo, mi ensueño era bien puro y bien hermoso, 250 35| al abad de Carracedo, que era el que llegaba acompañado 251 35| le dijese a gritos quién era el que delante tenía, se 252 35| una endecha muy triste. Era un sueño como todos los 253 35| sola idea la ocupaba, y era que no se vería privada 254 35| males de su cuerpo, pero era un bálsamo celestial para 255 36| comprendió al punto lo que era, y su semblante se cubrió 256 36| estaba en pie. Su palidez era extraordinaria, pues la 257 36| subir en brazos a la joven. Era ya anochecido y significó 258 36| y llanto?" Yo pensé que era la suya, pero después he 259 36| solo, y nadie sino Dios era testigo de su flaqueza; 260 37| que en ella iba quedando era el reflejo de aquel alma 261 37| tantos escombros y ceniza. Era realmente un infernal martirio 262 37| de aquellos alrededores era extraordinaria. Fatigábale 263 37| la falúa, cuyo movimiento era lo único que podía sobrellevar. 264 37| contestó don Alonso, porque él era en efecto -, tu padre que 265 37| góndola por los remeros era rapidísimo, tocó en la orilla, 266 37| ahogo y congoja. El deliquio era profundo; la noche comenzó 267 38| Capítulo XXXVIII~ ~ Deplorable era la situación de cuantos 268 38| muerte, pero la de don Alonso era más desastrada que la de 269 38| le dobló el contento. Tal era su ansiedad por llegar él 270 38| un esfuerzo de que sólo era capaz un alma de tan subido 271 38| le dijo cuán conveniente era que una confesión de ambos 272 38| dijo: -¡Pobre muchacha, que era más viva y alegre que el 273 38| vasallos que lejos de ellos, era la madre de los menesterosos 274 38| les encargó el silencio, era tal su ansiedad que no podían 275 38| se había llevado consigo era el bordón y sayal de peregrino 276 38| Palestina, otros que no era allí sino a Santiago de 277 38| y desdichada hija, como era de esperar de sus años y 278 Conc| aclaró todas nuestras dudas. Era el tal una especie de códice 279 Conc| celebraba el 15 de agosto y era concurridísima romería. 280 Conc| hasta treinta y dos años, era alto, bien dispuesto y de 281 Conc| doblaban la edad al parecer. Era muy austero y taciturno, 282 Conc| su valerosa resolución. Era esto a principios del otoño, 283 Conc| persona muy entendida, y era, por fin, como la luz de 284 Conc| día, según dejamos dicho, era la romería de Nuestra Señora, 285 Conc| enfermedad no muy lejana. Era una familia en cuya vista 286 Conc| Yáñez, señor de Bembibre que era el que allí muerto a la 287 Conc| procesión la santa imagen, según era costumbre, y diciendo muchas