Cap.

  1      1|            los treinta y seis años, y era el reverso de la medalla,
  2      1|             más lujosamente ataviado, era un mozo de presencia muy
  3      1|             señalado sin dudar porque era el escudero o paje de lanza
  4      1|       conversación muy tirada, y como era natural, hablaban de las
  5      1|           asar la manteca. ¡Miren que era acomodo un señor de Bembibre! -
  6      2|        maestres al orden del Temple y era muy honrado y acatado en
  7      2|              decadencia, y su orgullo era verdaderamente insoportable
  8      2|             doña Blanca, cuyo corazón era todo ternura y bondad, no
  9      2|          harto conocía que don Álvaro era incapaz de abandonar en
 10      2|             aquel ruidoso proceso, no era imposible que su familia
 11      2|              logro de sus deseos. Tal era el estado de las cosas en
 12      2| espléndidamente amueblado y alhajado. Era ella de estatura aventajada,
 13      2|      naturales atractivos. Don Álvaro era alto, gallardo y vigoroso,
 14      2|               pieles. En una palabra, era uno de aquellos hombres
 15      2|            cantaban melodiosamente, y era difícil imaginar una tarde
 16      2|               detrás del horizonte, y era preciso apartar de delante
 17      2|              jardín. Don Álvaro, como era natural, fue el primero
 18      2|               lleno de merecimientos. Era en mí demasiada soberbia
 19      3|                a todos se sobreponía. Era éste retar a combate mortal
 20      3|              la época de que hablamos era este castillo una buena
 21      3|      introdujo al aposento de su tío. Era este un anciano venerable,
 22      3|            demanda de un reino que no era de este mundo. Don Álvaro,
 23      3|             poderosa y unida, difícil era, y sobre todo a la inexperiencia
 24      4|               admitían tregua, ni les era lícito volver las espaldas
 25      4|             vedados, y su vida entera era un tejido de fatigas y abnegación.
 26      4|             se había apresurado, como era natural, a galardonar una
 27      4|              nuestros días. Su número era indudablemente reducido,
 28      4|          Temple, en último resultado, era una orden extranjera cuya
 29      4|              de su hermandad, difícil era separarlos de la responsabilidad
 30      4|             forasteros de distinción. Era ésta la misma donde la infanta
 31      4|             los cuales entró el abad. Era este un monje como de cincuenta
 32      5|              asunto que su conciencia era la primera a condenarle,
 33      5|       convencido de que su resolución era irrevocable, y harto celoso
 34      5|             que por su fe y su pureza era más digno de Dios, que no
 35      5|             que si amaba a don Álvaro era porque todo en un principio
 36      5|       principio parecía indicarle que era el esposo escogido por su
 37      5|              que quebrantaba su valor era el desconsuelo de su madre,
 38      6|          pesar que experimentaba, que era ausencia de pocos días y.
 39      6|               contrario su corazón, y era trabajo en balde el que
 40      6|         sabemos decir a punto fijo si era esto lo que más influía
 41      7|         firmes raíces había echado no era, a la verdad, el más a propósito.
 42      7|              instante de reposo. Esto era cabalmente lo que sucedía
 43      7|               augustas. Don Álvaro no era superior a su siglo, y en
 44      7|             reales que le cercaban si era descubierto, el riesgo que
 45      7|          deleitaba porque vuestra voz era la que escuchaba en ella;
 46      7|               acordar entonces de que era noble, de que penabais por
 47      8|     irrevocable resolución. Como este era un suceso que forzosamente
 48      8|             poderoso de toda Galicia, era un hombre a quien venía
 49      8|           público y ruidoso, de todos era conocida, tal vez no equivalía
 50      8|         secreto de sus acciones. Este era el hombre con quien debía
 51      8|            treinta años y su estatura era mediana; su semblante, de
 52      8|             corazón ya no es mío. Tal era en aquel tiempo el rigor
 53      8|            que a pesar de sus rigores era en todo extremo querido
 54      9|     prevención que le dejaba hecha no era ciertamente ociosa, porque
 55      9|               causadora de tal ruido. Era, ni más ni menos, que nuestra
 56      9|              inventado, su noble alma era incapaz de contribuir gustosa
 57      9|             lugar a donde se dirigían era Valtuille, muy poco distante
 58      9|            monasterio, porque de allí era Martina y allí tenía su
 59      9|            alejaron a paso acelerado. Era la torda animal muy valiente;
 60      9|            ojos de todos. Aquella luz era la del aposento de don Álvaro,
 61      9|              guardia, viendo que sólo era un hombre y una mujer, mandó
 62      9|              dicho más de una vez, no era de los que en las ocasiones
 63      9|             su natural curiosidad qué era lo que había ocurrido. -¿
 64     10|             pero ahora su único deseo era llegar pronto al castillo
 65     10|              orden en aquella tierra. Era don Gutierre de Saldaña
 66     10|           como un abismo. Esta pasión era el amor a su orden y el
 67     10|         Beatriz y se la entregó. Como era tan breve, el comendador
 68     10|             allí comenzará para él la era nueva. -¿Habéis oído alguna
 69     10|           haciéndole ver que el golpe era de astucia y no de fuerza,
 70     11|               Beatriz, cuya situación era sin duda la más violenta
 71     11|              bendiciones de su madre, era para lo que llamaba a don
 72     11|           llamaba a don Álvaro. Aquel era su primer acto de rebelión,
 73     11|             la presencia de ánimo que era menester en tan apurado
 74     11|             más que la alegró, porque era señal de que aquella tremenda
 75     11|           decía el señor de Bembibre, era aquel demasiado infierno
 76     11|             sus acostumbrados paseos. Era la tarde purísima y templada,
 77     11|              a la meditación. Difícil era mirar sin enternecimiento
 78     11|            corazones llagados. Cierto era que con pocas alegrías podía
 79     11|               con malicia -. ¡Pues no era mala embajada! Mujer soy
 80     11|          protestas. Su índole natural era dulce y templada, y aquella
 81     12|            inventar planes y ardides. Era doña Beatriz su hija de
 82     12|           Villadepalos (pues la barca era del monasterio) también
 83     12|             cautivado su cariño, como era inevitable. Por otra parte,
 84     12|            carácter del Nuñez de Lara era tan enojadizo y revoltoso,
 85     12|            poseedor de él a la sazón. Era este pleito, muy ajeno y
 86     12|       disgustarse y desabrirse. Según era de esperar de sus fueros
 87     12|           saldría de una tierra donde era tan natural como el más
 88     13|            ardor de la calentura! Tal era, sin embargo, la tremenda
 89     13|               sus labios salían, pero era aquella especie de atención
 90     13|             raras y diversas: a veces era tranquilo y melancólico
 91     13|         escuchaba alguna vez, siempre era tapándose la cara con las
 92     13|             se serenó muy pronto, tal era el miedo que tenía a verse
 93     14|           mejor estado; la guarnición era valerosa y suficiente y
 94     14|              antes entre sus enemigos era donde pensaba servirle mejor,
 95     14|          rectitud de sus sentimientos era incapaz de entrar en ellas,
 96     14|               pero el número de éstos era ya tan grande y el aliento
 97     14|               la cabeza. El caballero era don Juan Núñez de Lara,
 98     14|         odioso, y su exterior tampoco era a propósito para granjearse
 99     14|         desconocidas, comprendió cuál era su suerte y no pudo reprimir
100     15|               estaba sobre sí y donde era quizá más poderosa que en
101     15|         ninguna otra nación, menester era emplear infinita destreza
102     15|               su propia vida. Preciso era desconcertar su acción en
103     15|          estaba madurando. Don Álvaro era el apoyo más firme de los
104     15|         apartarse de sus banderas. No era el infante hombre que delante
105     15|      acibaraban su pensamiento, fácil era calcular que su convalecencia
106     15|        bolsillo, se tendió cuán largo era en una cama que para él
107     15|              sabía que don Juan Núñez era absoluto en sus voluntades,
108     16|             Lemus, que frecuentemente era huésped de la casa, penetrado
109     16|                convencido de que otro era el camino que llevaba al
110     16|              entre el padre y la hija era una especie de pesadilla
111     16|              otra parte, su condición era de aquellas que nunca aciertan
112     16|             quien tenía que combatir, era ciertamente harto más temible
113     16|          anteriormente empleados. Tal era la situación de la familia
114     16|              trenza. Toda explicación era inútil, porque ambas prendas
115     16|       limosnas continuas y su caridad era verdaderamente inagotable.
116     16|             valor porque, como noble, era amante de la gloria de su
117     16|            pena agudísima. Don Álvaro era la única persona que había
118     17|             había previsto, aunque no era sino muy natural, y que
119     17|              cariñosas y sentidas. No era fácil cambiar un propósito
120     18|              medio de tantos males, y era la esperanza de bajar temprano
121     18|          parecía un poco más anciano, era sin duda un templario, pues
122     18|               las divisas del Temple. Era aquel día el que la Iglesia
123     18|           Sólo una cosa le afligía, y era ver que el alegre y vivo
124     18|               de pronto, pero como no era la prontitud del ingenio
125     18|            parte, el recado que traía era urgente, se contentó con
126     18|               la sombra de don Álvaro era lo que así se le aparecía.
127     18|             él mismo y no su espíritu era el que se aparecía) -, porque
128     18|              levantado su visera y no era otro sino el comendador
129     18|             Ah!, templo, y muy santo, era para mí vuestra alma, y
130     18|              de su susto y viendo que era el señor de Bembibre, no
131     18|         porque envilecéis mi amor que era la llama más pura de mi
132     19|           necio apuro del caballerizo era la causa de este desagradable
133     19|               más alto del soto. Pero era el caso que entre todos
134     19|               valor como su señor, no era difícil que diesen en tierra
135     19|              peligro que le amenazaba era de los inminentes después
136     20|               figuran. Este caballero era don Juan Núñez de Lara.~ ~
137     20|              su alma, sin embargo, no era así don Juan Núñez: revoltoso,
138     20|             la pared, vio que su cama era muy rica y blanda, y algunos
139     20|              atenciones tan prolijas, era una especie de contradicción
140     20|               esperanza racional, que era la de que el res, echase
141     20|             su orgullosa alegría, que era el haberse pasado a sus
142     20|               pues aunque su ambición era grande y su educación no
143     21|      trabajaba sin cesar. Este hombre era el comendador Saldaña, a
144     21|             parte de Valdeorras, y no era cosa de que faltase su brazo
145     21|        Portador de tan aciagas nuevas era, que más de una vez se le
146     21|              que don Hernando no sólo era su amigo, sino que la gran
147     21|        guardaros tan rigorosamente no era más que el que ya conocéis,
148     21|      desagravio de mi afrenta. Acerbo era el golpe que don Juan Núñez
149     22|          temeraria determinación como era la de entrar en el Temple,
150     22|              semejantes disposiciones era el rey don Dionís de Portugal,
151     22|            sentir enteramente opuesto era el capítulo general de los
152     22|              curso a los sucesos. Tal era el estado de las cosas,
153     22|              que el deseo de vengarse era uno de los más poderosos
154     22|        sentido simbólico y misterioso era hijo de una época más poética
155     22|           fundamento. Una entre todas era particularmente chocante,
156     22|               y cuya significación no era otra sino la rehabilitación
157     23|              mira, según lo bueno que era no creí yo que fuese al
158     23|             poco devoto que su amante era del Temple, gracias a la
159     23|            don Álvaro pero como ya no era posible ocultarlo, tuvo
160     23|               de mayo. El buen Millán era de una índole excelente,
161     23|            toda clase. Muy de estimar era este sacrificio en un hombre
162     24|              la retirada de otros, no era bastante ya a postrar aquel
163     24|              remiso ni desmayado, tal era la codicia que en todos
164     24|         España, porque como el empeño era igual en Aragón, por ambas
165     24|           cuyo término y desastres no era fácil prever, porque si
166     24|        Arganza, como Merino Mayor que era del Bierzo, recibió la orden
167     24|              yerno el de Lemus. Honra era esta de que con gusto infinito
168     24|          esposa, y por otra parte, no era decoroso ni prudente dejar
169     24|              triste y aflictivo, como era de suponer, pues con él
170     24|   indiferencia y fácil contentamiento era otra. ¿Qué podían importarle
171     24|            tiempo para su yerno, y no era esta la menor de sus pesadumbres,
172     24|             perteneciente a la guerra era muy penosa para su pundonoroso
173     24|           Rodrigo. Aunque su carácter era duro y austero en demasía
174     25|      ballesteros en general. El conde era además capitán muy hábil,
175     25|             el conde en persona. Este era el peligro de más bulto
176     25|              se diferenciaba algo, no era menor ni menos profundo
177     25|               traza de estos serranos era viva, ágil y suelta: su
178     25|              la época de que hablamos era mucho más pobre y ruin todavía.
179     25|     movimiento de cabeza. La armadura era del mismo color y adornos
180     25|             aquella parte el castillo era inexpugnable, porque la
181     25|               Saldaña contestó, según era de esperar, que ninguna
182     25|             la cara. Lo peor del caso era que su conciencia le repetía
183     25|     necesarias; para apoderarse de él era para lo que ocurrían inmensas
184     25|                venía a resultar, como era natural, que recibían más
185     26|    poderosamente. Encamináronse, como era natural, contra la barbacana
186     26|       afluencia de estos desgraciados era tal que la barbacana estaba
187     26|              Entonces creyeron que ya era el conde dueño de él, y
188     26|            caído en tus manos? -Yo no era el que mandaba, y de consiguiente
189     27|               causa que defendían. No era la menor de las contrariedades
190     27|              vasallos de Arganza, que era uno de los blancos a que
191     27|         convencido de que Cornatel no era para ganado de una embestida,
192     27|              de recordarle cuán ajeno era de la ley de la caballería
193     27|               al punto conociendo que era imposible toda sorpresa
194     28|         hacerse en tiempos de peligro era visitar de cuando en cuando
195     28|            manera impensada y súbita, era segura la muerte o la prisión
196     28|           resplandor de las hogueras, era sumamente pintoresca. La
197     28|     precipicios y laderas de Cornatel era densísima. Así pues, hasta
198     28|        sobresalía entre todas, y como era el que abría aquella marcha
199     28|         necesario, pero como el campo era tan estrecho, poco tardó
200     28|            otra cosa, porque el viejo era mucho más robusto y fornido.
201     28|        encarecía el gran consuelo que era para ellos tenerle por mediador
202     28|              pecho del buen cabreirés era terreno excelente para quien
203     29|              que su lanza ya cascada, era un manantial continuo de
204     29|              que volvió al monasterio era su libro más apreciado y
205     29|     encerrarse su vida, y que tal vez era una profecía para lo venidero:
206     29|              solitarius in tecto. Tal era el estado de doña Beatriz
207     29|              su empeño con vigor y no era la menor de las zozobras
208     30|               sangre de quien al cabo era su esposo? -Tal vez no -
209     30|         fuerza de las circunstancias, era tan doloroso que el abad
210     30|              le hizo señal de que así era. -Pues entonces, yo quiero
211     31|            otra parte, que don Álvaro era un objeto de enemistad especial
212     31|                para quienes su venida era como la visita de los ángeles
213     31|              hacer se convirtió, como era natural, en daño suyo. Aquella
214     31|          estado, pues sólo a sus ojos era dado ver los estragos de
215     31|              y más hermoso que nunca, era como un ave de buen agüero,
216     31|                Fatalidad y no pequeña era encontrar por todas partes
217     31|            sereno comenzase una nueva era de salud, de esperanza y
218     31|               su vida y de su suerte. Era éste un edificio con algunas
219     31|          áridos y yermos. Lo restante era, y es todavía, un panorama
220     31|               La imagen de don Álvaro era el centro adonde iban a
221     32|              fallo tan solemne fuerza era ampliar aquel sumario, oír
222     32|               de España, muy de temer era que en el de León, al abrigo
223     32|             sabía cuán agudo cuchillo era para su vida el continuo
224     32|               Beatriz. Por una parte, era urgentísimo sustanciar y
225     32|                y buena prueba de ello era don Juan de Lara, para quien
226     32|              como cabeza de la orden, era el blanco de todos los tiros,
227     33|              que todavía le encendía, era incompatible con toda duda
228     33|            había una expresión que no era de este mundo. De repente
229     33|               y bien decías antes que era preciso aprovecharla. La
230     33|               una impetuosidad que le era totalmente extraña: -¡Ahora
231     33|            respondió la muchacha, que era toda ojos en aquel momento -.
232     33|         presumirán nuestros lectores, era lo que acababa de recibir.
233     33|              de buenas nuevas, que no era otro sino nuestro buen amigo
234     34|               ocupación de sus bienes era tan precaria, volvió a las
235     34|             las alegres nuevas de que era portador casi disiparon
236     34|              presencial podía contar, era cosa averiguada que derramarían
237     34|         portador de semejantes nuevas era trabajo de todo punto excusado,
238     34|           correspondencia. En su alma era donde encontraba Andrade
239     34|               con que entre los suyos era mirado, subió de punto y
240     34|        castigo de los templarios, que era la corte de Castilla y la
241     34|      reducirles al último abatimiento era privarles de aquellas alianzas,
242     34|             la amargura del desengaño era la que le había llevado
243     34|           propio corazón, de imaginar era, que no bien se le deparase
244     34|             luchar, sin embargo, y no era el menor de todos ciertamente
245     34|               aquel mal caballero. No era la cuestión de gobierno
246     34|               de disminuir su poderío era impedir aquel enlace deseado.
247     34|       remordimiento, y de todos ellos era quizá el más digno de compasión.
248     35|         suavidad se imaginaban.~ ~ No era muy del agrado del cuerdo
249     35|               sin embargo, mi ensueño era bien puro y bien hermoso,
250     35|             al abad de Carracedo, que era el que llegaba acompañado
251     35|              le dijese a gritos quién era el que delante tenía, se
252     35|               una endecha muy triste. Era un sueño como todos los
253     35|               sola idea la ocupaba, y era que no se vería privada
254     35|              males de su cuerpo, pero era un bálsamo celestial para
255     36|            comprendió al punto lo que era, y su semblante se cubrió
256     36|             estaba en pie. Su palidez era extraordinaria, pues la
257     36|           subir en brazos a la joven. Era ya anochecido y significó
258     36|               y llanto?" Yo pensé que era la suya, pero después he
259     36|               solo, y nadie sino Dios era testigo de su flaqueza;
260     37|              que en ella iba quedando era el reflejo de aquel alma
261     37|            tantos escombros y ceniza. Era realmente un infernal martirio
262     37|               de aquellos alrededores era extraordinaria. Fatigábale
263     37|             la falúa, cuyo movimiento era lo único que podía sobrellevar.
264     37|        contestó don Alonso, porque él era en efecto -, tu padre que
265     37|               góndola por los remeros era rapidísimo, tocó en la orilla,
266     37|          ahogo y congoja. El deliquio era profundo; la noche comenzó
267     38|        Capítulo XXXVIII~ ~ Deplorable era la situación de cuantos
268     38|         muerte, pero la de don Alonso era más desastrada que la de
269     38|             le dobló el contento. Tal era su ansiedad por llegar él
270     38|               un esfuerzo de que sólo era capaz un alma de tan subido
271     38|              le dijo cuán conveniente era que una confesión de ambos
272     38|           dijo: -¡Pobre muchacha, que era más viva y alegre que el
273     38|          vasallos que lejos de ellos, era la madre de los menesterosos
274     38|              les encargó el silencio, era tal su ansiedad que no podían
275     38|              se había llevado consigo era el bordón y sayal de peregrino
276     38|               Palestina, otros que no era allí sino a Santiago de
277     38|               y desdichada hija, como era de esperar de sus años y
278   Conc|          aclaró todas nuestras dudas. Era el tal una especie de códice
279   Conc|           celebraba el 15 de agosto y era concurridísima romería.
280   Conc|             hasta treinta y dos años, era alto, bien dispuesto y de
281   Conc|          doblaban la edad al parecer. Era muy austero y taciturno,
282   Conc|               su valerosa resolución. Era esto a principios del otoño,
283   Conc|              persona muy entendida, y era, por fin, como la luz de
284   Conc|             día, según dejamos dicho, era la romería de Nuestra Señora,
285   Conc|             enfermedad no muy lejana. Era una familia en cuya vista
286   Conc|          Yáñez, señor de Bembibre que era el que allí muerto a la
287   Conc|      procesión la santa imagen, según era costumbre, y diciendo muchas
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