IntraText Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText | Búsqueda |
Alfabética [« »] dijeron 5 dijese 2 dijimos 4 dijo 200 dijo- 1 díjole 1 díjose 1 | Frecuencia [« »] 216 señor 212 pues 210 ojos 200 dijo 198 aquella 191 poco 189 bien | Enrique Gil y Carrasco El Señor de Bembibre Concordancias dijo |
Cap.
1 1| hora comenzado. -Mendo -le dijo al picador -, has andado 2 1| sin pasión y sin enojo -dijo Millán metiendo baza -, ¿ 3 1| callar, desventurado? -le dijo Nuño en voz baja, tirándole 4 1| lo conoció se sonrió y me dijo: vamos hombre, bien está; 5 2| ojos bañados en lágrimas, y dijo con una voz tan dulce como 6 2| al cabo de los cuales le dijo con profunda emoción: -Siempre 7 3| ocultaba a su penetración, le dijo en voz bastante alta:~ ~ - 8 3| pensamientos; así es que le dijo con rostro torcido: -¿Quién 9 3| trama infernal... Millán -dijo enseguida, con un tono de 10 3| castillo de Ponferrada -dijo torciendo el caballo y mudando 11 3| creerás tal vez, hijo mío -le dijo -, que el poder de los templarios, 12 3| oración y del silencio -dijo el maestre, vete a recoger, 13 3| triste hasta la muerte y dijo: "Padre, si puede ser, pase 14 4| concluida por último, le dijo con su voz enérgica y sonora: - 15 4| sonreírse con algo de desdén, y, dijo: -Mucho será que a tanto 16 4| silencioso. -Miradlo bien -le dijo el monje -, mirad bien uno 17 4| se levantó entonces y le dijo: -Vos sois testigo de que 18 5| desventura eterna. -Hija mía -la dijo don Alonso -, ya sabes que 19 5| destine. -Vuestra es mi vida -dijo doña Beatriz -, y si me 20 5| abrazada. -Hija mía, hija mía -dijo, por fin, en cuanto su congoja 21 5| en la ribera! -Madre mía -dijo la joven enjugando los ojos 22 5| último, al despedirse le dijo. -Pero, hija de mi vida, ¿ 23 6| entrado en conversación, dijo al montero, que por respeto 24 7| voz le había causado, y le dijo con dulzura, pero con resolución. - 25 7| pues, que nos separemos -dijo doña Beatriz con un suspiro -; 26 8| diluvio de lágrimas, le dijo con la mayor angustia: -¡ 27 8| Beatriz. Sin embargo, le dijo con dulzura: -Hija mía, 28 8| extraordinaria intención, le dijo con voz ronca: -Yo no puedo 29 9| asombrada doncella, y la dijo atropelladamente: -¡Quieren 30 9| alguna idea nueva, y le dijo alborazada: - ¡Albricias, 31 9| torno. -Pero, muchacha -le dijo, por fin -, ¿quién ha sido 32 9| quedó como pensativa, y dijo a su marido con aire muy 33 10| bueno tan temprano? -le dijo abrazándole estrechamente. - 34 10| examinarle atentamente, le dijo: -¡Por el Santo Sepulcro, 35 10| recorrió de una sola ojeada, y dijo, frunciendo el entrecejo, 36 10| entonces al templario, y le dijo: -¿No confiáis en que los 37 10| mano de su compañero, le dijo con un acento casi enternecido. - 38 10| la mano del anciano y le dijo conmovido: -Dichoso el que 39 11| entonces a Martina y le dijo con ceño: -¿Y cómo, loca, 40 11| enternecida y enojada le dijo: -¡Vamos, vamos, que ese 41 11| volviéndose a su criada le dijo: -¿Lo oyes, Martina? Esa 42 11| volviéndose a su ama, le dijo: -Vamos, señora, porque 43 11| que parecía de hielo y la dijo: -Todo está dispuesto, señora; 44 11| posible sus recelos, le dijo con voz algo trémula: -Doña 45 11| una mirada casi feroz, le dijo con tono duro y casi sardónico: -¿ 46 11| lanzando sordos gemidos, y dijo: -Yo no obedeceré a mi padre. - 47 11| los ojos -, él mismo lo dijo. ¡Ah! -añadió enseguida 48 11| altivas son permitidos, y dijo con una frialdad irónica 49 11| desesperada violencia, le dijo con voz ronca: -¡Oh!, ¡no 50 11| Carracedo. -¡Cómo así -le dijo en tono áspero -, un señor 51 11| procurando serenarse le dijo: -Ya veis, padre abad, que 52 11| hechicera modestia y le dijo con su dulce voz: -No, padre 53 11| que sentía: -Don Álvaro -dijo -, doña Beatriz se quedará 54 11| cuando ésta se interpuso y le dijo con calma: -Deteneos, don 55 11| partiréis de ese modo -le dijo entonces -, no quiero que 56 11| Bien veis, venerable señor -dijo al abad -, que mi corazón 57 11| de un rey. -Doña Beatriz -dijo acercándose a ella y haciendo 58 11| besó entrambas cosas y la dijo: -La trenza la pondré dentro 59 12| interés, y al acabar le dijo: -Buen valedor has encontrado 60 12| nuestra orden! Don Álvaro dijo entonces a su tío que pensaba 61 13| ojos en su fiel criada le dijo en voz casi imperceptible: -¿ 62 13| y las manos al cielo, y dijo: -Gracias te sean dadas 63 15| Mal aconsejado rey! -dijo el de Lara. -El mal aconsejado 64 15| Por fin, levantándose, dijo a su prisionero. -Don Álvaro, 65 15| aquella poción con que le dijo que reconciliaría el sueño. 66 15| pero nada oyó. "Vamos, dijo para sí, de esta vez sus 67 15| él con ojos airados s le dijo: -¡Mira, desgraciado!, ¡ 68 15| condolido de su pena, le dijo: -Tú no has hecho sino obedecer 69 16| semblante de un difunto dijo, como sin saber lo que decía: - 70 16| exhalando un suspiro histérico, dijo con voz casi tranquila: - 71 16| herido de una idea súbita, dijo a Millán: -¿No has traído 72 16| atentamente le escuchaba le dijo entonces: -Cómo, señor, ¿ 73 17| Ya veis, madre mía -le dijo -, que no es esto una determinación 74 17| asiendo la mano de su hija, le dijo con voz apagada: -Hace muchos 75 17| íntimo de sus entrañas y dijo: -¡Venga el conde ahora 76 17| palabra, señor caballero -dijo la joven, apartándole a 77 17| dirigiéndose al abad, le dijo: -¿Qué dudáis, padre mío?, 78 18| fantasías. Bien oí yo lo que le dijo el abad de Carracedo, que, 79 18| Un caballero del Temple! -dijo ella como hablando entre 80 18| medianera. Que vengan al punto -dijo a Mendo -. ¡También la hora 81 18| quedaba su señora. "Pues, dijo éste, poco satisfecho de 82 18| alzó lentamente la celada y dijo con una voz sepulcral: -¡ 83 18| acercó a doña Beatriz y le dijo con un acento al parecer 84 18| la lengua con que me lo dijo y el corazón por las espaldas. 85 18| Escuchadme todavía -dijo don Álvaro interrumpiéndola 86 18| una tristísima mirada le dijo con voz interrumpida por 87 18| efusión de su corazón, le dijo: -Beatriz, por Dios santo, 88 18| Dejadlos que vengan -dijo don Álvaro, cuyos ojos al 89 18| Bien veis que ya es tarde -dijo entonces don Álvaro -, pero 90 19| gota. -¡Martina! ¡Martina! -dijo en cuanto llegó -; ¿y el 91 19| Beatriz con el dedo y le dijo en voz baja con cólera: -¡ 92 19| de las armas negras, le dijo: -¿Me perdonaréis, caballero, 93 19| se levantaba en su pecho, dijo al conde: -¿Es cierto lo 94 19| los encarnizados enemigos, dijo al conde con tranquila severidad: - 95 19| Y ahora, don villano -le dijo Saldaña con ira -, ¿qué 96 19| habemos de diferenciar -dijo don Álvaro -; pero tened 97 19| de tristeza y de ternura, dijo a don Álvaro: -Todo lo vais 98 19| espacio, hasta que don Álvaro dijo con un profundo suspiro: - 99 19| apacible y casi risueño, le dijo: -Vamos, señor, sosegaos. ¿ 100 19| Altísimo? -¿Qué queréis? -le dijo doña Beatriz -; vos buscabais 101 20| con visible empacho y le dijo: -Don Álvaro, sin duda os 102 21| que no tengo merecidas -le dijo don Juan, atajándole, por 103 21| turbia! ¡Venid, venid! -dijo levantándose con tremenda 104 21| repente a don Juan de Lara, le dijo con acento alterado: -¿No 105 21| de repente su caballo y dijo a Saldaña con voz profunda: - 106 22| agitación se recobró un poco, dijo a su sobrino con voz sentida: -¿ 107 22| obstáculos. -Hijo mío -le dijo con aparente tranquilidad -, 108 22| Considerando que el Salvador dijo: "el que quiera ser de mi 109 22| retiraron, tras de lo cual dijo el maestre: -Tu crimen es 110 23| es primero. Martina -le dijo después con seriedad -; 111 23| un conocido antiguo -le dijo al entrar -, con cuya vista 112 23| género de transporte, le dijo levantándole: -No así, pobre 113 25| apretándosela fuertemente, le dijo con los ojos alzados al 114 25| atentamente. -Don Álvaro -dijo por fin con mal disimulado 115 25| los ojos. -Don Álvaro -le dijo el anciano con severidad -, 116 26| puerta de la barbacana y dijo con alta voz: -¡Conde de 117 26| Sí, todavía hay más -le dijo Saldaña con voz de truene -, 118 26| vosotros, infelices -les dijo el comendador -, ¿qué suerte 119 26| castigo. Caballero Carvajal -dijo a uno de los suyos -, que 120 26| encasquetado hasta entonces, y dijo: -Agradezco el dinero y 121 27| y sagacidad. -Cosme -le dijo en cuanto le vio en su presencia -, ¿ 122 27| de borrar su liberalidad, dijo al cazador: -Doscientas 123 27| conde miró con ceño y le dijo ásperamente. -¿Estás loco, 124 27| iracundas disposiciones, le dijo rechinando los dientes y 125 27| al cabo de un rato y le dijo amigablemente: -Andrade, 126 27| morir. -Anda con Dios -le dijo el conde, y dispón todo 127 28| entraremos juntos. -Al cabo -dijo otro -, yo no sé bien por 128 28| mirándole de hito en hito, le dijo: -Millán, ¿quieres hacer 129 28| a caer bajo mi espada!" -dijo hablando entre sí, no bien 130 28| Virgen santísima, váleme! -dijo el infeliz cayendo por el 131 28| Soy yo, conde de Lemus -le dijo don Álvaro sosegadamente 132 28| Cómo así, villano! -le dijo don Álvaro encendido de 133 28| pues, tanto como sañudo, dijo a don Álvaro desenvainando 134 28| garganta. -¡Ah traidor! -dijo el conde con la voz ahogada 135 28| arrojando el escudo, le dijo: -Razón tenéis; ahora estamos 136 28| punto lo que podía ser, y dijo en voz alta: -Síganme doce 137 28| detuvo. -Don Álvaro -le dijo de nuevo Saldaña en cuanto 138 28| nuestro, mal caballero -dijo al conde -, veremos si ahora 139 28| mucho que huisteis de él -le dijo el comendador. -Mentís - 140 28| terrorífico silencio que reinaba, dijo a los sitiadores: -¡Ahí 141 29| imponderable felicidad cuando dijo:~ ~ ~ ~¡Oh honor!, fiero 142 29| Válgame Dios!, ¿qué será? -dijo para sí, después que salieron 143 29| alcanzar a contenerse, le dijo: -Doña Beatriz, sabe el 144 29| brillo de la enfermedad, le dijo con ansiedad: -¿Conque, 145 29| saliendo de su estupor, le dijo con acento suave y persuasivo: - 146 29| permiso para retirarme -dijo el religioso poniéndose 147 30| frenando su ira como pudo, le dijo con voz cortada y ronca: - 148 30| buen rato. -Don Álvaro -le dijo de nuevo el anciano -, ¿ 149 30| don Alonso. -Hijo mío -le dijo por último -, la venda ha 150 30| respeto como llaneza, le dijo: -Dios os guarde, señor 151 30| allí qué sé yo qué cosas dijo que iban a hacer con vosotros. 152 30| Andrade, porque, según me dijo el cura el otro día, los 153 31| hasta el último velo, le dijo: -Noble don Alonso, fuerza 154 31| exhaló un largo suspiro y dijo: -¡Dios no lo ha querido! - 155 32| Comendador Saldaña -le dijo el arzobispo de Santiago -, ¿ 156 32| cadáveres. -Señor caballero -le dijo gravemente el arzobispo 157 32| Sosegaos, Andrade -le dijo el obispo de Astorga -, 158 32| nacido". -Señor de Bembibre -dijo entonces el inquisidor general 159 32| confirmará. -No es necesario -dijo entonces el obispo de Astorga -, 160 32| Deudos del conde de Lemus -dijo en alta voz el arzobispo 161 32| pedir la del combate -le dijo Saldaña siempre con la misma 162 32| cara como de azufre, le dijo: -¡En cuanto os dieren por 163 32| tono. -Caballeros todos -dijo el inquisidor apostólico -, 164 33| que guardó silencio, le dijo con acento sentido: -Beatriz, 165 33| clavando en mí los ojos me dijo con una voz muy alta y dolorosa: ¡ 166 33| de un rato de silencio, dijo presentando la mano a su 167 33| ceño. -Martina, Martina -le dijo con gran prisa -, algo debe 168 33| buena gana me hubiera ido -dijo él -, pero el vejete de 169 33| amenazando con el puño cerrado, dijo con una gran voz: -¡Ah, 170 35| fuego de la calentura, le dijo: -¿Qué se hicieron la carta 171 35| amado tanto? -Doña Beatriz -dijo gravemente el religioso -, 172 35| juntando las manos, le dijo con el mayor encarecimiento: - 173 35| corazón. -Doña Beatriz -le dijo gravemente el religioso -, 174 35| nuevas has traído, amigo -le dijo el señor de Arganza. -¡Ah, 175 35| Millán. -¡Ah, padre mío! -le dijo el apesadumbrado señor arrojándose 176 35| un ímpetu de cólera -le dijo el abad bondadosamente. 177 35| huésped, sosegándose un poco, dijo a los recién venidos: -No 178 35| presentándose de repente le dijo: -Es un guerrero que me 179 35| los ojos. -¡Cosa extraña! -dijo después de un breve silencio -, 180 35| y Martina. Don Álvaro no dijo ni escuchó una sola palabra, 181 36| Enseguida llamó a Martina y dijo que quería levantarse. El 182 36| y entonces la joven le dijo asiéndole la mano: -Ahora 183 36| cartera de seda verde, y le dijo: -Os había comprendido, 184 36| habéis leído en mi alma! -le dijo con acento sentido y casi 185 36| Tomad esta cartera -le dijo enseguida alargándosela -, 186 37| brillantes aún que de costumbre, dijo con voz entera y gran rapidez: -¡ 187 37| alma para comprenderla, dijo al apenado caballero: -Don 188 37| se acercó al abad y le dijo al oído, pero no tan paso 189 37| Todo lo he oído! -le dijo con un acento que partía 190 37| Recobraos, por Dios santo! -le dijo el abad con ansia -, poned 191 37| tomando sus ideas otro curso, dijo por último, apartando la 192 38| asiendo la de su padre, le dijo con acento sosegado: -Esta 193 38| La desesperación! -le dijo ella como con asombro afectuoso -, ¿ 194 38| singular y, por fin, le dijo: -Leyendo estoy en ese corazón 195 38| ardiente exaltación, le dijo cuán conveniente era que 196 38| acertaba a contener, le dijo: -¡Pobre muchacha, que era 197 38| Beatriz. -¡Cuántas veces -le dijo a don Álvaro -, habrás comparado 198 38| verdadera. -¡Pobres gentes! -dijo conmovida -, ¡y cómo me 199 38| hacia él su lánguida mirada, dijo a su esposo: -¿Os acordáis 200 38| faltó, por último, quien dijo que la locura había vuelto