Cap.

  1      1|         señor tan poderoso, como el conde de Lemus, sería peor que
  2      1|        Beatriz en más estima al tal conde que yo a un halcón viejo
  3      1|            el ascua a su sardina, y conde por señor nadie lo trueca. -
  4      1|          Pero mi amo, aunque no sea conde, es noble y rico, y lo que
  5      1|            sería capaz tu ponderado conde, de hacer por su mismo padre
  6      2|          acciones de don Alonso. El conde de Lemus había solicitado
  7      2|         ponzoñosos rumores sobre el conde de Lemus? ¿De cierto, de
  8      3|           retar a combate mortal al conde Lemus, y apartar de este
  9      3|        bastante alta:~ ~ -Señor, el conde no está ya en Cacabelos,
 10      3|            la vista de su padre. El conde de Lemus está ligado con
 11      4|          gran ventura en brazos del conde? -Pobre paloma sin mancilla -
 12      5|            más ardientes deseos. El conde de Lemus, señor el más noble
 13      5|             concedido. - ¿No es ese conde el mismo -repuso doña Beatriz -
 14      5|       apacible como una pradera. El conde de Lemus sin duda es poderoso,
 15      5|             no puedo ser esposa del conde de Lemus. -Alguna pasión
 16      6|            a llevar las armas de un conde, apenas podía contener las
 17      7|           tan mal caballero como el conde Lemus, y de ser el juguete
 18      7|    solicitaré una entrevista con el conde y le descubriré mi pecho
 19      8|        resolvía enviar un cartel al conde de Lemus. Ya imaginaba pedir
 20      8|          embargo, duró muy poco. El conde de Lemus volvió a presentarse
 21      8|        dejase hablar a solas con el conde, demanda a que no pudo menos
 22      8|          Pedro Fernández de Castro, conde de Lemus, y señor el más
 23      8|          superiora. La comitiva del conde, con don Alonso y algún
 24      8|            una ligera reverencia al conde se sentó en otro sillón
 25      8|           con la mayor seriedad. El conde se sentó no poco cuidadoso,
 26      8|       habéis de perdonar -repuso el conde -. Cierto es que no habían
 27      8|            Pero yo no os amo, señor conde, y creo bastante hidalga
 28      8|      voluntad de los padres, que el conde se pasmó al ver lo profundo
 29      8|         acato. Quedóse pensativo el conde un rato como si en su alma
 30      8|            nos volveremos a ver. El conde quiso replicar, pero le
 31      8|          comprendía el disimulo del conde, llegó a pensar que su discreción
 32      9|           como don Álvaro!, ¡pícaro conde! y otras por el estilo,
 33     11|             la frialdad de alma del conde, cuyos ruines propósitos
 34     11|             mi alma, jamás seré del conde... pero, escuchadme no me
 35     11|              cuando los criados del conde y del señor de Arganza fueron
 36     12|         vista de la insistencia del conde de Lemus, trataría tal vez
 37     12|            heredera de su padre, el conde don Lope, pero que, sin
 38     12|         indicado, los proyectos del conde de Lemus y las amarguras
 39     12|        nacían las persecuciones del conde que, lejos de venir a la
 40     13|              en términos que aun al conde, a pesar de la hospitalidad,
 41     13|          escapaban, y aunque el del conde se le escuchaba alguna vez,
 42     13|            prelado de Carracedo. El conde, por su parte, aunque momentáneamente,
 43     16|             proyectos favoritos. El conde de Lemus, que frecuentemente
 44     16|         principio había formado del conde se había ido desvaneciendo,
 45     16|         místicas y espirituales. El conde de Lemus, con su natural
 46     17|            Sin embargo, si el noble conde de Lemus no fuese ya tan
 47     17|         entrañas y dijo: -¡Venga el conde ahora mismo, y le daré mi
 48     17|          mía propia. ¿Dónde está el conde? Don Alonso hizo seña a
 49     17|             el enardecido monje. El conde de Lemus se llegó mesuradamente
 50     17|       instante, al cabo del cual el conde se inclinó profundamente
 51     18|            proponer a mi padre o al conde algún partido honroso para
 52     18|    asegurado que sois la esposa del conde de Lemus, y aun cuando no
 53     18|           verdad; soy la esposa del conde de Lemus. -Beatriz -exclamó
 54     18|        nosotras!, ¡es mi señor y el conde y todos los criados de la
 55     18|             ojos al sólo nombre del conde habían brillado con singular
 56     19|           tenía. Por casualidad, el conde y su suegro, a quienes no
 57     19|             reposada. Adelantóse el conde entonces con su altanera
 58     19|         asombro, al paso que la del conde manifestaba a un tiempo
 59     19|             Juan Núñez! -murmuró el conde en voz baja, víctima todavía
 60     19|      levantaba en su pecho, dijo al conde: -¿Es cierto lo que cuenta
 61     19|           de una trama infernal? El conde irritado ya con la ironía
 62     19|            Ah, traidor! -exclamó el conde desenvainando la espada
 63     19|              Defiéndete. -Deteneos, conde -le replicó don Alonso metiéndose
 64     19|               Esta bien -replicó el conde, conozco vuestro ardid,
 65     19|         pertenecían a la hueste del conde, y avezados a cumplir puntualmente
 66     19|      encarnizados enemigos, dijo al conde con tranquila severidad: -
 67     19|        Además, señora -prosiguió el conde como si no hubiese sentido
 68     19|           su devoción; en cuanto al conde, no se movió, porque aunque
 69     19|            siniestras facciones del conde, que respondió: -Allí nos
 70     19|            busca -, pues, aunque el conde las había dicho que los
 71     19|        quisieron aguardar a más. El conde, por su parte, deseoso de
 72     21|           impalpable. El implacable conde de Lemus juntaba ya gentes
 73     21|          perfidia del infante y del conde le habían reducido para
 74     21|        haciendo voto de desafiar al conde y al infante don Juan en
 75     21|        Saldaña - ha dado su mano al conde de Lemus, y esta es la verdad.~ ~ -¡
 76     21|            él la negra traición del conde y del infante. Por si algo
 77     23|             mi amo, y el alhaja del conde y todos en fin, hemos visto
 78     23|          Millán con la perfidia del conde y lo negro de la trama en
 79     24|      mostraba la perfidia negra del conde, la triste cuanto abundante
 80     24|             conocida la ruindad del conde, que desde su ausencia ni
 81     24|            la cuenta de que por muy conde y muy señor que fuese el
 82     24|       obligación de juntarse con el conde y concertar con él todo
 83     24|      entonces con eficacia entre el conde de Lemus, el señor de Arganza
 84     24|           Estos dos hombres eran el conde de Lemus y el señor de Bembibre.
 85     24|          para mayor humillación del conde, se había negado a hacer
 86     24|            con sangre su ofensa. El conde, de cuya memoria no se apartaba
 87     25|             toda Galicia juntaba el conde de Lemus en Monforte iban
 88     25|          ballesteros en general. El conde era además capitán muy hábil,
 89     25|       Cornatel, acaudillados por el conde en persona. Este era el
 90     25|       rencor que abrigaba contra el conde. La afición que había cobrado
 91     25|          sucesivamente y dejaron al conde dueño del campo con sus
 92     25|             todavía. Aquí asentó el conde sus reales rodeado del trozo
 93     25|     comunicación con Ponferrada. El conde apareció poco después, seguido
 94     25|            no habiéndose purgado el conde de la ruindad de Tordehumos,
 95     25|          almena más alta. Aunque el conde se esperaba semejante respuesta,
 96     25|             una inmensa colmena. El conde descansó poco en toda aquella
 97     25|            delante de la tienda del conde, sobre la cual estaba enarbolada
 98     25|          vuelta a la caballería del conde que creyéndonos de todo
 99     25|         Saldaña: -¿Y pensáis que el conde esté mañana con sus lanzas? -
100     26|     campamento de la caballería del conde de Lemus. Allí, cuidadosamente
101     26|          punto bajo sus enseñas. El conde Lemus salió de su tienda
102     26|            menos tenaz de lo que el conde aguardaba, así es que dieron
103     26|             tremolar la bandera del conde en la barbacana, prorrumpió
104     26| consternados y tomando la huida. El conde que, embarazado con tanto
105     26|     Entonces creyeron que ya era el conde dueño de él, y con loca
106     26|             grueso de la hueste del conde, picó en pos de ellos por
107     26|             matanza acertó a ver al conde que forcejeaba con sus hidalgos
108     26|            para volver al Puente. -¡Conde traidor! -le gritó el comendador -, ¿
109     26|    contienda, porque cuando los del conde vieron que se las habían
110     26|    barbacana y dijo con alta voz: -¡Conde de Lemus!, vuestra caballería
111     26|      Bembibre, tu enemigo! Lanzó el conde un rugido como un tigre,
112     26|         haceros guerra, el rey y el conde de Lemus, nuestros naturales
113     26|            hecho por mí; pero si el conde os hubiera quemado vivo,
114     26|             que debo a mi rey, y al conde mi señor -el comendador
115     26|            No, pues ahora excusa el conde de venir con que son mágicos
116     26|          esto pasaba a la vista del conde que, trepando por la agria
117     26|             algún amargo gemido. El conde mismo había perdido dos
118     27|           acabamos de describir, el conde mandó a pedir refuerzos
119     27|          otra vez florecieron en el conde sus antiguas y risueñas
120     27|      fealdades que le manchaban. El conde, conociendo harto bien la
121     27|          distancia cuanto porque el conde, escarmentado con el pasado
122     27|      capitulaciones honrosas con el conde. El anciano comendador dio
123     27|             el campo sitiador, y el conde no dejó de aprovecharlas
124     27|           lucha fratricida; pero el conde le respondió que sus órdenes
125     27|           tierra y de la corona. El conde, que en el fondo no desconocía
126     27|            del infierno. Frunció el conde el ceño con este importuno
127     27|          esto. Y enseguida contó el conde la escena de la poterna
128     27|             comendador. Mordióse el conde los labios de despecho al
129     27|       recibir las instrucciones del conde, se salió de su tienda,
130     27|           de las Médulas. Dormía el conde a la sazón, pero en cuanto
131     27|          montañés. Hízole sentar el conde y después de ofrecerle una
132     27|            presumirlo -respondió el conde, pero la impaciencia me
133     27|                Y cuál? -preguntó el conde con ansiedad. -El torreón
134     27|            el cazador muy ufano. El conde miró con ceño y le dijo
135     27|          pasos. -¡Ah! -respondió el conde poniéndose en pie con júbilo
136     27|             Quedóse como turbado el conde con tan extraña petición,
137     27|            no volváis -respondió el conde con una voz ahogada por
138     27|        monte con que sostenerla. El conde, aunque trémulo de despecho,
139     27|           Anda con Dios -le dijo el conde, y dispón todo lo necesario
140     27|             montañés enseguida y el conde exclamó entonces con irónica
141     28|           ofrecía el campamento del conde en medio de aquellas profundísimas
142     28|            un buen manojo, ¿pero el conde quiere ser de los primeros? -
143     28|            muy especialmente la del conde. La extraña configuración
144     28|     conjeturó, fundadamente, que el conde y Cosme Andrade con sus
145     28|           Andrade, y por el otro el conde. Millán entonces se levantó
146     28|          abrir y cerrar de ojos. El conde, temeroso de sufrir la misma
147     28|         rostros con las viseras, el conde les miraba atentamente,
148     28|             sus facciones. -Soy yo, conde de Lemus -le dijo don Álvaro
149     28|          vivamente el semblante del conde, que mirando al señor de
150     28|         escudero comenzó a mirar al conde fieramente, y no mostraba
151     28|  generosidad que tanto humillaba al conde sólo sirvió para encandecer
152     28|    conciencia satisfecha. Estaba el conde armado a la ligera, como
153     28|         poco tardó en alcanzarle al conde un tajo en la cabeza, del
154     28|                Ah traidor! -dijo el conde con la voz ahogada por la
155     28|           ahora estamos iguales. El conde, más aturdido que herido,
156     28|           aquí, lo tomo a mi cargo. Conde de Lemus, defendeos. -Yo
157     28|              mal caballero -dijo al conde -, veremos si ahora os valen
158     28|             de vosotros -replicó el conde con arrogancia -, mientras
159     28|    comendador. -Mentís -contestó el conde con una voz ronca y con
160     28|          ansiedad por la suerte del conde, se habían corrido por su
161     28|           brazo de Saldaña, como el conde le sobrepujaba en agilidad
162     28|             pero así, la espada del conde fue a dar en la muralla
163     28|         súbita acometida, aferró al conde de tal modo que casi le
164     28|           injustas pretensiones del conde. Por violenta que le pareciese
165     28|         finezas. Por lo que hace al conde, poco tardó también en partir
166     29|           ya la derrota primera del conde de Lemus, la gloriosa defensa
167     29|            noble padre y de...? del conde, quise decir. -Vuestro padre
168     29|            dueño de su sorpresa. El conde había traído males sin cuento
169     30|        desde antes de la muerte del conde de Lemus sin interrupción
170     30|           sea el haber arrancado al conde de vuestras manos, es la
171     30|         acabó tan miserablemente el conde de Lemus, en que le mandaba
172     31|           que sin cesar hablaba del conde, de su madre y de don Álvaro,
173     32|            un deudo muy cercano del conde murió al golpe de una piedra
174     32|            intimaciones del difunto conde, y sobre todo su muerte
175     32|             tratados como quería el conde de Lemus a quien respeto,
176     32|      acusación, la muerte del noble conde de Lemus... ¿Es cierto este
177     32|          expedición del desgraciado conde. -¡Mentís, Beltrán de Castro! -
178     32|          por los antojos de vuestro conde? ¿O piensas tú que es Andrade
179     32|      mediaron entre don Álvaro y el conde al principio, y luego lo
180     32|     acordándome de las mentiras del conde de Lemus y temiendo no les
181     32|           mis hermanos. -Deudos del conde de Lemus -dijo en alta voz
182     32|           Beltrán la caballería del conde en aquella ocasión, y envuelto
183     32|           sobre vos las ofensas del conde de Lemus. A mí me encontraréis
184     33|            proyectos de servir a un conde con la muerte del de Lemus,
185     34|        había roto con el enlace del conde de Lemus, y que entonces
186     36|            cuando me vio esposa del conde! Ella igualaba su corazón
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