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Alfabética [« »] respondían 1 respondido 3 respondieron 1 respondió 151 responsabilidad 2 responsable 1 respuesta 13 | Frecuencia [« »] 157 ha 157 vos 151 hasta 151 respondió 150 habían 150 tiempo 147 mismo | Enrique Gil y Carrasco El Señor de Bembibre Concordancias respondió |
Cap.
1 1| descaminado vas en tus juicios -respondió el montero -, yo la conozco 2 1| buena acción ha hecho. -Sí -respondió Millán -, con tal que haya 3 1| ahogó el pobrecillo? -No -respondió Millán -, fue a salir un 4 2| Beatriz bajó los ojos y no respondió.~ ~ -¡Ah!, ¿conque es verdad? - 5 2| recobró casi repentinamente, y respondió: -Entonces pediría auxilio 6 2| de la desdicha. -Mirad -respondió ella señalando el ocaso -, 7 3| atención. -En todo eso -respondió por último - estoy viendo 8 3| nadie le es dado despojarte -respondió el maestre con voz grave 9 3| en rostro. -Así lo creo -respondió su sobrino. -Así lo creen 10 4| Nunca estuvo la honra -respondió el abad con vehemencia - 11 4| Cuando vea lo que me decís -respondió don Álvaro con reposada 12 5| nuestra casa. -Sí, señor -respondió ella con su voz dulce y 13 5| repente. -Si, padre mío -respondió ella con el mayor candor. -¿ 14 5| hombre. -Al claustro iréis -respondió don Alonso, fuera de sí 15 5| gesto muy expresivo, pero no respondió a su madre sino abrazándola 16 6| abandonarme? -No, señora -respondió el criado con resolución -, 17 7| Y quién sino yo - respondió él - vendría a buscar vuestra 18 7| No, a Dios gracias -respondió ella casi con alegría -, 19 7| suerte? -He imaginado - respondió él - que leíais en mi alma, 20 7| por todo? Don Álvaro no respondió y doña Beatriz continuó 21 7| ligaduras. -Gracias, don Álvaro -respondió ella enternecida -, veo 22 7| puedo jurároslo, señora -respondió el caballero -, porque ya 23 7| por entero. -Sí, señora -respondió la muchacha -, y venía a 24 7| Por mi honor lo juro -respondió don Álvaro. -Id, pues, con 25 8| haré tal, hermosa señora -respondió él cortésmente, porque vuestro 26 8| los amores! -Galán sois -respondió doña Beatriz -, y no esperaba 27 8| sinceridad más absoluta, respondió con firmeza y decoro: -Pero 28 8| digna de su noble energía, respondió: -Yo nunca podré amaros, 29 8| recobrándose prontamente, respondió no sin un ligero acento 30 8| con tanto énfasis hidalgo -respondió doña Beatriz sin inmutarse 31 8| suceder, la pasión dominante, respondió con templanza y con un acento 32 8| siquiera!... Pensado está -respondió don Alonso -, y el término 33 8| Atrévete, hija vil! -respondió el señor de Arganza fuera 34 9| Sosegaos, por Dios, señora -respondió la doncella consternada -, ¿ 35 9| y murallas? -No, yo no -respondió doña Beatriz -, porque me 36 9| la muchacha. - Ahora es -respondió ésta - cuando la madre tornera 37 9| verle. -¿Quién había de ser -respondió ella con la mayor congoja -, 38 9| la madre abadesa? -Aquí -respondió ésta, que había acudido 39 9| yegua torda. -En casa está -respondió Bruno, así se llamaba el 40 9| de un gran señor? -Mujer -respondió el intrépido Bruno -; ¿qué 41 9| Anda, que no te pesará -respondió la sutil doncella, moviendo 42 9| arado. - Pues por ahora - respondió el labriego - tu ama habrá 43 9| tierra? -Vamos, señor burlón -respondió ella -, enséñenos el camino 44 9| el convento. -Sí, señor -respondió ella -, porque como más 45 9| vivimos. -Dios lo haga -respondió la muchacha con un acento 46 9| de ser, pecadora de mí -respondió ella con el mayor enojo -, 47 10| mi castillo de Bembibre -respondió el caballero. -¡De Bembibre! - 48 10| mismo sabría decíroslo -respondió don Álvaro -, y sobre todo 49 10| pasado mañana. -Y tanta -respondió don Álvaro -, que esta misma 50 11| determinación. -¿Yo, eh? -respondió ella con malicia -. ¡Pues 51 11| mi flaqueza? -Perdonadme -respondió él -, porque cuando pienso 52 11| Altísimo. -Mozo atropellado -respondió el monje, que no respetas 53 11| sobre mí? -Doña Beatriz -respondió el abad con reposo - estaba 54 13| procurando reprimirse, le respondió: -Sí, hija de mi vida, aquí 55 14| Millán?~ ~ -Sí, señor -respondió éste, ¿qué me queréis?~ ~ - 56 15| aliviado, señor don Juan -respondió el herido -, gracias a vuestros 57 15| movimientos de su espíritu, respondió: -Los templarios se sujetarán 58 15| Muchas gracias, noble señor -respondió él rehusándolo -. Don Álvaro 59 16| su ama que, sin embargo, respondió: -Ya sé lo que me trae; 60 16| abandonado de todos aun de mí -respondió el escudero con una voz 61 17| descansada y dulce. -¡Madre mía! -respondió con efusión doña Beatriz -, 62 17| todo estoy dispuesta. -Sí -respondió la madre, pero de tu pleno 63 18| pero estás vivo? -Vivo, sí -respondió él -, aunque bien puede 64 18| dicho es la pura verdad -respondió doña Beatriz -; id con Dios, 65 18| mi ilusión os adornaba -respondió el sentido caballero -. ¿ 66 18| Carracedo? -Sí, me acuerdo -respondió ella. -¿Os acordáis de vuestra 67 19| nombre y semblante? -Soy -respondió él levantando la visera - 68 19| calumnias? -En este sitio yo -respondió el comendador descubriendo 69 19| deshonran esas sospechas -respondió ella con dulzura -, porque 70 19| generosa doña Beatriz -respondió el comendador -; este debate 71 19| tenido entre mis manos -respondió él, con frialdad -; no me 72 19| facciones del conde, que respondió: -Allí nos encontraremos, 73 19| tan terribles golpes, no respondió ya sino con sordos y ahogados 74 19| No, a fe de caballero -respondió él. Don Alonso se volvió 75 19| a encontrarnos! -Sí, sí -respondió ella con religiosa exaltación 76 20| energía y fortaleza. Así pues, respondió a don Juan:~ ~ -No es este 77 20| En eso no hay que dudar -respondió Lara con sosiego -; pero 78 20| un rato al cabo del cual respondió: -Os la doy. Lara entonces 79 20| Ya os lo dije otra vez -respondió don Álvaro con enojo -, 80 21| salido en verdad de ella -respondió Saldaña -, pero sinceras 81 21| Recobróse, no obstante, Lara, y respondió con rostro torcido: -Por 82 21| castigo. -No, don Juan -respondió el comendador, asiéndole 83 21| recobrándose prontamente, respondió con comedimiento: -Señor 84 21| nadie.~ ~ -Doña Beatriz -respondió Saldaña - ha dado su mano 85 21| hora del juicio. -Don Juan -respondió él -, veo que vuestro corazón 86 22| la muerte? -Tío y señor -respondió el joven con amargura -, ¿ 87 22| los intentos de su tío y respondió resueltamente: -Tío y señor, 88 22| humildad y de desengaño -respondió Saldaña como primer padrino. 89 22| preguntó sus deseos. Don Álvaro respondió: -Considerando que el Salvador 90 22| vuestros hombros jóvenes -respondió el maestre con voz reposada 91 22| pedirla a pesar de mis culpas -respondió el neófito. -¿Habéis pensado - 92 23| va conmigo, señor galán -respondió la muchacha un poco amostazada -, 93 23| lástima. -¡Vaya por Dios! -respondió Millán con un suspiro -, 94 23| dicen. -¿Qué sabes tú? -respondió él con un poco de aspereza -; 95 23| mientras yo viva. -No, Millán -respondió don Álvaro con reposo -, 96 23| lo conceda. -No, Millán -respondió don Álvaro -, yo sé que 97 24| tropiezos. -Padre mío -le respondió -, no os inquietéis por 98 24| En Villabuena, Beatriz? -respondió el viejo -, ¿y podrás resistir 99 25| meos. Don Álvaro sólo le respondió apretándole también la mano 100 25| mañana vienen. -Ya lo sé -respondió el joven -; oíd cómo clavan 101 25| pendiente? -Todo está previsto -respondió el anciano -, la escalera 102 26| ligado con Satanás -le respondió él con la boca llena de 103 26| celebrado hubiera sido hoy -respondió él -, porque a no ser por 104 26| mejor? -De manera, señor -respondió el montañés -, que a nadie 105 27| fratricida; pero el conde le respondió que sus órdenes eran terminantes 106 27| difícil lo tengo, señor -respondió el montañés dando vueltas 107 27| no hay atajo sin trabajo -respondió el animado Andrade, y no 108 27| sin las doscientas doblas -respondió Andrade, porque las ciento 109 27| Bien debí presumirlo -respondió el conde, pero la impaciencia 110 27| dé pena por eso, señor -respondió el montañés -, porque he 111 27| torreón del lado del naciente -respondió el cazador muy ufano. El 112 27| armas o de pasos. -¡Ah! -respondió el conde poniéndose en pie 113 27| valles. -Quizá no volváis -respondió el conde con una voz ahogada 114 27| que sois. El montañés le respondió con templanza pero valientemente: - 115 27| rendidos nunca agravian -respondió Cosme -; ahora nos tenéis 116 28| mande? -¿Eso dudáis, señor? -respondió el escudero -, ¿pues a mí 117 28| parece haberle visto entrar -respondió el caballero Carvajal. - 118 28| Bembibre con ojos encendidos le respondió: -El corazón me lo decía 119 28| calumnias. -Todavía no lo soy -respondió él desdeñosamente -. Cara 120 29| sorpresa. -¿Tan mudada estoy? -respondió ella, con melancólica sonrisa 121 29| Vuestro padre disfruta salud -respondió el abad -, pero vuestro 122 29| pasiones humanas. -Hija mía -respondió el abad conmovido a vista 123 29| Sí, como yo le perdono -respondió ella con acento firme, levantando 124 29| a la mía. -No, hija mía -respondió el religioso -, no es tan 125 30| merced de nuestros enemigos -respondió Saldaña procurando reprimir 126 30| todos. -¿Eres tú, Andrade? -respondió el comendador sorprendido -. ¿ 127 32| capítulo? -Y tan cierto -respondió Saldaña con una voz que 128 33| mí? -Pensaba, señor -le respondió ella, llevando su mano a 129 33| un sepulcro". -Hija mía -respondió el anciano -, ¿te acuerdas 130 33| para mí. -¡Oh, padre mío! -respondió la joven echándole los brazos 131 33| Óyeme todavía un poco más -respondió el anciano -, y dime todas 132 33| Ferreiros. -Vamos allá -respondió ella con despego -; siempre 133 33| qué ocho cuartos, mujer! -respondió él con su acostumbrada pachorra -, ¡ 134 33| ves? -Sí, sí, ya los veo -respondió la muchacha, que era toda 135 33| qué traerán? -¿Qué sé yo? -respondió Mendo -. ¡Toma! ¡Toma!, 136 35| Hija mía!, ¡hija mía! -le respondió el anciano -, no me destroces 137 35| hija con ademán resuelto respondió: -¡Yo, yo que te he perdido, 138 35| la marcha al instante -le respondió don Alonso -, pero quisiera 139 35| dolorosas? -Todo lo contrario -respondió el monje -, antes es preciso 140 35| sí, sin perder tiempo -respondió don Alonso llamando con 141 35| preguntó su amo. -No, señor -respondió el viejo con aire de taco -, 142 35| ha traído. -No importa -respondió don Alonso -, tráele inmediatamente 143 35| de Arganza. -¡Ah, señor! -respondió el hombre con el acento 144 35| ligera que el pensamiento -respondió el correo, muy alegre de 145 35| Eso creíais de nosotros? -respondió el abad -, ¡no permita el 146 35| Hace un momento que dormía -respondió don Alonso, si sueño puede 147 35| Qué ha de decir, hija mía -respondió el abad -, sino que el Señor, 148 35| duda y el abatimiento. -Sí -respondió don Alonso -, mañana mismo 149 36| Mi padre volverá tarde -respondió ella con acento profundo -, 150 37| vuestro pecho? -¡Valor! -respondió ella -. ¿Y pensáis que necesito 151 37| Arganza? -¡Ah, no, no! -respondió él con el acento de la desesperación -.