Cap.

  1      1|       hombre, porque eso de dar la hija única y heredera de la casa
  2      1|         hace muy bien en no dar su hija a don Álvaro Yáñez, y en
  3      1|        yerno, y en permitir que su hija tratase a una persona que
  4      2|       había tenido dos hijos y una hija; pero de los primeros murió
  5      2|            venido a cifrarse en su hija doña Beatriz, que entonces
  6      2|          la crianza esmerada de su hija emplease su instrucción
  7      2|            casa y la ventura de su hija. Bien hubiera deseado don
  8      2|           no quería abandonar a su hija única en brazos de un hombre
  9      2|         ardientemente excusar a su hija los pesares que habían acibarado
 10      2|        propósito de violentar a su hija, si necesario fuese, para
 11      2|         nunca se dirá que la única hija de la casa de Arganza mancha
 12      3|        solicitud la criaba, que su hija había de ser el premio de
 13      3|          unión porque quiso que su hija te conociese antes de darte
 14      3|           donde quiere llevar a su hija. Yo no le hablaré sino como
 15      4|        Álvaro -, la paz de vuestra hija de penitencia, el amor que
 16      5|      afecto de don Álvaro hacia su hija, resolvió acelerar lo posible
 17      5|          de su desventura eterna. -Hija mía -la dijo don Alonso -,
 18      5|    satisfecho de la pregunta de su hija -, ¿y qué tenéis que decir
 19      5|            respetar tan siquiera. -Hija mía -contestó don Alonso
 20      5|          Lemus, que sin saberlo su hija venía a herir a su padre
 21      5|       enojo dejó solas a madre y a hija que, por un impulso natural
 22      5|           estrechamente abrazada. -Hija mía, hija mía -dijo, por
 23      5| estrechamente abrazada. -Hija mía, hija mía -dijo, por fin, en cuanto
 24      5|             En eso verá que soy su hija y que heredo el esfuerzo
 25      5|          La idea de la falta de su hija, que ni un solo día se había
 26      5|           que el que exigían de su hija, bien quisiera indicarla
 27      5|         despedirse le dijo. -Pero, hija de mi vida, ¿no sería mejor
 28      6|           echado en el ánimo de su hija aquella malhadada pasión
 29      6|          menos de parte de aquella hija, dechado hasta entonces
 30      6|           fue la consoladora de su hija y la que supo prestarle
 31      6|          partió a escondidas de su hija, desconfiando de su energía
 32      6|       contrapeso y mediación de su hija; y por otra parte, no se
 33      7|         arrancar del corazón de su hija el amor que tan firmes raíces
 34      7|    contornos puros y airosos de la hija de Ossorio. Más fácil le
 35      8|          don Álvaro hostigase a su hija, siguiendo en esto los consejos
 36      8|        Alonso entonces intimó a su hija su última e irrevocable
 37      8|            las disposiciones de su hija hubiesen variado, entró
 38      8|            a la conversación de su hija, y aunque no se atrevía
 39      8|     embargo, le dijo con dulzura: -Hija mía, ya es imposible volver
 40      8|           los altares. -¡Atrévete, hija vil! -respondió el señor
 41     11|        extendiendo sus brazos a su hija que no estaba allí para
 42     12|       ardides. Era doña Beatriz su hija de confesión, y todas las
 43     13|       dolencias, y de asistir a su hija; y don Alonso, temeroso
 44     13|            ella, sino a mí! ¡Es mi hija única! ¡Yo no tengo otra
 45     13|           única! ¡Yo no tengo otra hija! ¡Vedla, Señor, tan joven,
 46     13|         quedaban para asistir a su hija. Surtió este consejo el
 47     13|       tenía a verse separada de su hija.~ ~ En tal estado se pasaron
 48     13|          con verdadera pasión a su hija, oprimido por el doble peso
 49     13|         doña Blanca del lado de su hija la noche que debía morir;
 50     13|     reprimirse, le respondió: -Sí, hija de mi vida, aquí estoy;
 51     13|           Alonso volvió a ver a su hija, pero aunque no había renunciado
 52     16|   enfermedad y convalecencia de su hija. El dolor y la alegría sucesivamente
 53     16|     discordias entre el padre y la hija era una especie de pesadilla
 54     16|         llamaradas de juventud, su hija no acabase por agradecer
 55     16|       mismo debería acontecer a su hija. Por desgracia, todos estos
 56     16|     resolución que distinguía a su hija. Doña Beatriz jamás se hubiera
 57     16|          gran sillón de brazos. Su hija acababa de dejar y tenía
 58     16|            a ponerse al lado de su hija, y Martina se quedó a la
 59     16|          se colgó del cuello de su hija y deshecha en lagrimas le
 60     16|            lagrimas le decía: -No, hija querida, no manifiestes
 61     17|         bastantes para responder: -Hija mía, los días de mi vida
 62     17|       necesitaba el carácter de su hija. Comoquiera, a poco se había
 63     17|          no cesaba de dirigir a su hija miradas muy significativas
 64     17|      Blanca, asiendo la mano de su hija, le dijo con voz apagada: -
 65     17|         Eterno contento de vuestra hija? -Ya sabes -continuó la
 66     17|          labrado la desdicha de tu hija única. ¡La paz sea sobre
 67     19|          tan leal? Don Alonso y su hija, como si asistiesen a un
 68     19|        aquí; ¿es cierto que yo, mi hija, y todos nosotros somos
 69     19|        acompañaron las bodas de mi hija? -No, a fe de caballero -
 70     19|            se volvió entonces a su hija y mirándole con una mezcla
 71     19|    humillación vuestra caída. -No, hija mía -repuso don Alonso -,
 72     19|      hubieran movido a entregar su hija única en los brazos de un
 73     19|        obra. Conociólo su generosa hija, y acercándose a él, con
 74     19|       tinieblas de mi conciencia! ¡Hija mía!, ¡hija de mi dolor! ¿
 75     19|           conciencia! ¡Hija mía!, ¡hija de mi dolor! ¿Y soy yo el
 76     19|          Yo, parricida de mi única hija, ¿cómo encontraré perdón
 77     19|           quien nos la envía! -No, hija mía, no te esfuerces en
 78     19|      infinito descanso a padre y a hija en la angustia suma que
 79     24|         que había sembrado para su hija única. Y por colmo de desventura,
 80     24|            dichosa hubiera sido mi hija con nacer en una cabaña
 81     24|          estos valles!..." En fin, hija mía, tus deseos serán cumplidos
 82     24|      dejarlos. Encomendó, pues, su hija al cuidado de la abadesa
 83     24|       ahondado en el corazón de su hija y sólo arrancándolo con
 84     27|      presentaba de la suerte de su hija, con la que otra elección
 85     29|          de las pasiones humanas. -Hija mía -respondió el abad conmovido
 86     29|           semejante a la mía. -No, hija mía -respondió el religioso -,
 87     29|       claridad y de consuelo? -Sí, hija mía -contestó el monje,
 88     29|        sólo espero. -¿Por qué así, hija mía? -replicó el monje,
 89     31|            fuerza será que vuestra hija no vea durante algún tiempo
 90     31|           Él. Sin embargo, vuestra hija es joven todavía y por profunda
 91     31|       partió a los dos días con su hija. Algo mejor preparada ésta
 92     33|          columna de un sepulcro". -Hija mía -respondió el anciano -, ¿
 93     33|          sus frutos! Vuelve en ti, hija mía, y piensa que tú eres
 94     33|           presentando la mano a su hija: -La tarde está muy hermosa
 95     33|          hizo embarcar con él y su hija que también se adelantó
 96     34|        huésped y de su interesante hija, para volverse a sus nativas
 97     35|   seguridad en que se adormecía su hija, pero gracias a ella sus
 98     35|         guardáis, que no le veo? -¡Hija mía!, ¡hija mía! -le respondió
 99     35|           no le veo? -¡Hija mía!, ¡hija mía! -le respondió el anciano -,
100     35|           poniéndose delante de su hija con ademán resuelto respondió: -¡
101     35|            le pediré la vida de mi hija única. Mañana mismo partiré
102     35|         sobre el cuerpo de vuestra hija. ¡No os apartéis de mí en
103     35|            padre con mi desdichada hija, que va a quedar por algún
104     35|            con los tormentos de su hija única formaba la calma de
105     35|          nada nos decís de vuestra hija? -Hace un momento que dormía -
106     35|        mudanza? -¿Qué ha de decir, hija mía -respondió el abad -,
107     35|           este trance?... -No, no, hija mía -repuso el abad apresuradamente,
108     36|          muy temprano, y cuando su hija descansaba todavía, salió
109     36|    encargándoles el cuidado con su hija querida, y sobre todo que
110     36|           asimismo cierta flacura, hija de las desdichas y meditaciones.
111     36|          tierra los despojos de su hija única y morir después. Antes
112     36|     ventura; ¿pero qué esperaba su hija?, la paz de los muertos,
113     37|        querido! -Sí, tu padre soy, hija de mi alma -contestó don
114     37|            precipitándose hacia su hija se encontró bañado en su
115     37|          se cumpliría al fin? ¡Oh, hija mía, alegría de mi vejez
116     37|            agravar el estado de su hija, pero siguió sollozando
117     38|       intentado la violencia de su hija única, en Villabuena, y
118     38|           nueva a los brazos de su hija, que en cortísimo espacio
119     38|          los pies de la cama de su hija aguardaba, deshecho en llanto,
120     38|           apartarnos de vos? -¡Oh, hija de mi dolor! -exclamó el
121     38|           interesante y desdichada hija, como era de esperar de
122   Conc|           padre? -Sí, Beatriz mía, hija de mi alma -exclamó su madre
123   Conc|          del Valle, camarera de su hija doña Beatriz, y Millán Rodríguez,
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