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Alfabética [« »] 15 1 1842 1 a 2731 abad 111 abadesa 18 abajo 10 abalanzaron 1 | Frecuencia [« »] 112 caballeros 112 gran 112 vuestra 111 abad 110 he 110 juan 110 mano | Enrique Gil y Carrasco El Señor de Bembibre Concordancias abad |
Cap.
1 3| entregarás una carta al abad de mi parte. Su carácter 2 4| plática que iba a tener con el abad de Carracedo pendían tal 3 4| en que solía recibir el abad a los forasteros de distinción. 4 4| cabo de los cuales entró el abad. Era este un monje como 5 4| sin mancilla -repuso el abad con una voz casi enternecida -; 6 4| buen rato, hasta que el abad, como hombre que adopta 7 4| Pues entonces -añadió el abad -, yo haré desistir a don 8 4| estuvo la honra -respondió el abad con vehemencia - en contribuir 9 4| vuestras máquinas de guerra. El abad le miró severamente, y sin 10 4| Álvaro, pero el ademán del abad y la ocasión en que le ponía 11 4| buen caballero -contestó el abad -, y os abra los ojos del 12 5| en su entrevista con el abad, todavía le causó sorpresa 13 5| fanatismo que en el alma del abad de Carracedo sofocaba un 14 7| la exacta comparación del abad de Carracedo, se asemejaba 15 11| con gran sorpresa suya al abad de Carracedo. -¡Cómo así - 16 11| Doña Beatriz -respondió el abad con reposo - estaba en una 17 11| le dijo: -Ya veis, padre abad, que todos los caminos de 18 11| profundo silencio que el abad interrumpió por fin con 19 11| doña Beatriz de manos del abad, usando si preciso fuese 20 11| romper en aquel instante. El abad, entonces, penetrado de 21 11| que el descubrimiento del abad y el inesperado cambio de 22 11| venerable señor -dijo al abad -, que mi corazón no se 23 11| de recibir un abrazo del abad, se alejó lentamente volviendo 24 11| mula delantera, montó el abad en su caballo, y emprendieron 25 11| habitación, en tanto que el abad daba la vuelta a Carracedo 26 12| tan a punto estuviese el abad de Carracedo para destruir 27 12| le movió a contárselo al abad, y éste, por las señas y 28 12| valedor has encontrado en el abad de Carracedo, y la desgracia 29 12| tormenta. Yo conozco al abad, y por mucha que sea la 30 16| consuelos religiosos del abad de Carracedo que acababa 31 17| mal a su extremidad, el abad de Carracedo, que como amigo 32 17| acentos, la enferma y el abad de Carracedo que estaba 33 17| trajo al noble huésped. El abad, mientras tanto, había estado 34 17| doncella, dirigiéndose al abad, le dijo: -¿Qué dudáis, 35 17| las sagradas palabras. El abad oyendo esto, aunque con 36 17| aquel sitio de dolor. El abad y don Alonso se quedaron 37 18| oí yo lo que le dijo el abad de Carracedo, que, por cierto, 38 18| voluntariamente delante del abad de Carracedo, que me dio 39 19| bien me lo predijo el santo abad de Carracedo, pero la venda 40 19| Beatriz y las amenazas del abad de Carracedo que tan tristemente 41 21| paredero de su sobrino. El abad le contestó manifestando 42 24| abrojos y sinsabores. El abad de Carracedo, que desde 43 25| sobrado a las fuerzas del abad de Carracedo y del señor 44 27| demanda la intervención del abad de Carracedo, justamente 45 29| pasaron recado de que el abad de Carracedo quería verla. 46 29| No fue tan dueño de sí el abad, pero la sorpresa de ver 47 29| disfruta salud -respondió el abad -, pero vuestro noble esposo 48 29| había vivido -exclamó el abad sin poder enfrenar su natural 49 29| pronunciadas estas palabras, el abad no fue dueño de su sorpresa. 50 29| Hija mía -respondió el abad conmovido a vista de tan 51 29| silencio, durante el cual el abad, mirándola de hito en hito, 52 29| colgada de las palabras del abad, fijos en él sus ojos que 53 29| ya es tarde! Quedóse el abad como de hielo al escuchar 54 30| era tan doloroso que el abad de Carracedo y don Alonso, 55 30| fue lo que sucedió con el abad y el señor de Arganza, que 56 30| Boeza y allí los dejó con el abad de Carracedo que los seguía 57 31| doña Beatriz recibió del abad y de su buen padre, acerca 58 31| vislumbre de felicidad que el abad le había mostrado. No desconocía, 59 32| que acudía al concilio el abad de Carracedo, y con ellas 60 33| cartas que recibimos del abad de Carracedo nos aseguran 61 34| unas cuantas lanzas del abad de Carracedo que volvían 62 34| a la quinta. El virtuoso abad le daba cuenta en ellos 63 34| le brindaba, más que el abad de Carracedo, y sus amigos, 64 34| descansaban las esperanzas del abad de Carracedo y las seguridades, 65 34| sólo las reclamaciones del abad y de los prelados, sino 66 34| semejante desenlace, pero la del abad, del maestre, de Saldaña 67 34| al Bierzo en compañía del abad no volvió a pronunciar una 68 34| salió de Salamanca con el abad de Carracedo, desamparado 69 34| consuelos y reflexiones del abad; bien es verdad que los 70 35| hombre vendría enviado del abad. El forastero, que vio la 71 35| que, no sólo debe venir el abad, sino don Álvaro también 72 35| carta muy encarecida al abad encargándole la pronta venida 73 35| y entregar esta carta al abad de Carracedo, que si la 74 35| entonces de la predicción del abad de Carracedo, y de tal manera 75 35| misma mano la puerta al abad de Carracedo, que era el 76 35| ímpetu de cólera -le dijo el abad bondadosamente. Más alta 77 35| nosotros? -respondió el abad -, ¡no permita el cielo 78 35| iluminase aquel semblante. El abad, después de haberla mirado 79 35| recata de mis miradas? El abad, poseído de los mismo temores, 80 35| hija mía -respondió el abad -, sino que el Señor, que 81 35| no, hija mía -repuso el abad apresuradamente, ni él ni 82 35| consuelo que le dirigieron el abad y su padre, se salieron 83 36| acompañando al viajero el abad y el señor de Bembibre un 84 36| al entrar don Álvaro y el abad la despertó el relincho 85 36| pero en su lugar entró el abad de Carracedo. Doña Beatriz 86 36| en su brazo y en el del abad, bajó doña Beatriz la escalera 87 36| postración de sus fuerzas. El abad, viéndola un poco más sosegada, 88 36| se ha secado del todo. El abad, que acabó entonces su rezo, 89 36| corazón la cartera verde, y el abad, por su parte, respetando 90 37| Don Álvaro y el venerable abad no dejaban de acompañarla 91 37| pasado! Don Álvaro y el abad, como si saliesen de un 92 37| pie delante de ella. El abad, que había sorprendido el 93 37| detenidamente, se acercó al abad y le dijo al oído, pero 94 37| feliz padre! -exclamó el abad volviéndose hacia don Alonso, 95 37| ella, y forcejeando con el abad y los remeros que le detenían -, ¿ 96 37| Dios santo! -le dijo el abad con ansia -, poned un freno 97 38| cumplir la palabra dada al abad de Carracedo y a los obispos 98 38| continuó volviéndose al abad -, ¡ved, ved como se cumple 99 38| Arganza -, y vos, reverendo abad, sabed que yo también quiero 100 38| la llama de mi vida. El abad, aunque poseído de consternación, 101 38| hizo entonces una señal al abad para que se apresurase a 102 38| significó a su padre y al abad por más extenso las mandas 103 38| noche despachó correos el abad a Carracedo y al monasterio 104 Conc| hilo de su vida. El buen abad tardó poco en seguirle colmado 105 Conc| llevasen a la cámara del abad, así lo hicieron. Largo 106 Conc| todos nosotros; pero el abad con quien, según oímos de 107 Conc| partió con consentimiento del abad a morar en la ermita, dejando 108 Conc| a su estrecha celda. El abad, viendo cómo decaían sus 109 Conc| tenían. En esto llegó el abad de esta santa casa vestido 110 Conc| confiado todas esas cosas al abad bajo secreto de confesión, 111 Conc| cuerpo a Bembibre, pero el abad no lo consintió, así por