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Cap.
1 1| menos de carne, que entonces Martina te miraría con otros ojos, 2 6| desalentado, y su criada Martina, joven aldeana, rubia, viva 3 6| gracias, porque Mendo y Martina se le incorporaron en aquel 4 7| su puñal -. Ah, ¿eres tú, Martina? -añadió reconociendo a 5 9| hombres!, ¿no lo sabes, Martina? ¡Y mi padre me ha amenazado 6 9| impaciencia, viendo que Martina seguía callada -, ¿dónde 7 9| más ni menos, que nuestra Martina, que con gestos y ademanes, 8 9| las rentas del convento. Martina bien hubiera querido librarse 9 9| decir que el escudero de Martina estaba ya aguardando, porque 10 9| monasterio, porque de allí era Martina y allí tenía su familia; 11 9| las eras. Allí se volvió Martina al cobrador y dándole una 12 9| tan cuerda determinación. Martina por su parte, queriendo 13 9| primeros agasajos y cariños, Martina preguntó a su cuñado si 14 9| No está de sobra -replicó Martina -, porque esta noche tiene 15 9| el relato, la hermana de Martina se quedó como pensativa, 16 9| añadió dando un pellizco a Martina -, voy ahora mismo a aparejar 17 9| montó en ella poniendo a Martina delante, y después de decir 18 9| quienes no conoció hasta que Martina le dio un buen pellizco 19 9| agravaba no poco sus angustias. Martina le entregó silenciosamente 20 9| y empezó por preguntar a Martina si creía que hubiese algún 21 9| del chasco. El remiendo de Martina, aunque del mismo paño, 22 10| castillo muy poco después de Martina, y encaminándose a Ponferrada 23 10| enseguida le contó la visita de Martina y la traza concertada que 24 11| la amagaban, pero cuando Martina desapareció para llevar 25 11| atribulado espíritu. La vuelta de Martina, que con tanta prontitud 26 11| cielo, se volvió entonces a Martina y le dijo con ceño: -¿Y 27 11| retorciéndose las manos, y Martina entre enternecida y enojada 28 11| criada le dijo: -¿Lo oyes, Martina? Esa es la voz de Dios que 29 11| entraron en el convento, y Martina se fue a la celda de la 30 11| tenebrosos claustros la diligente Martina, y entonces, volviéndose 31 11| advenimiento. -Yo no tengo fuerzas, Martina -replicó doña Beatriz acongojada -, 32 11| sobrecogidas de terror, y Martina no pudo menos de decir a 33 11| desmayada entre los brazos de Martina y del caballero. -¿Y qué 34 11| prudente seguir los consejos de Martina, y acomodándola en su caballo 35 11| su caballo con ayuda de Martina y Millán salió a galope 36 11| entrar las fugitivas, y Martina casi en brazos condujo a 37 12| escapatoria de la discreta y aguda Martina, sin embargo, no llegó a 38 13| estaba tan atribulada como Martina, de cuyo lindo y alegre 39 13| imperceptible: -¿Eres tú, pobre Martina? ¿Dónde está mi madre?¡Me 40 13| mayor fervor. La abadesa y Martina imitaron su ejemplo, y cuando 41 13| alegró tanto de la vuelta de Martina, que no parecía sino que 42 13| murallas de Tordehumos, y que Martina volvía más interesante con 43 16| aposento. Al poco rato entró Martina precipitada, y con el semblante 44 16| ponerse al lado de su hija, y Martina se quedó a la puerta enjugándose 45 16| venían manchadas de sangre. Martina entonces rompió en sollozos, 46 16| quejaba de su desdicha; sólo Martina creía percibirle entre sueños 47 18| Echó, pues, con su fiel Martina por una calle de árboles 48 18| Aquí llegaba la buena Martina en sus reflexiones, cuando 49 18| palabra por palabra, como a Martina. -¡Un caballero del Temple! - 50 18| Soy, yo, doña Beatriz!~ ~ Martina dio entonces un tremendo 51 18| volvía a su silencio, cuando Martina, recobrada ya de su susto 52 18| señas que...~ ~ -Silencio, Martina -replicó su señora con energía -, 53 18| señora de mi alma! -exclamó Martina acongojada -, ¿qué es lo 54 19| por cada pelo una gota. -¡Martina! ¡Martina! -dijo en cuanto 55 19| pelo una gota. -¡Martina! ¡Martina! -dijo en cuanto llegó -; ¿ 56 19| seguidos de la pensativa Martina que con las escenas de aquella 57 23| por Arganza a dar cuenta a Martina del arreglo que iba poniendo 58 23| Millán de mi alma! -exclamó Martina, saliéndole al encuentro 59 23| palabra de doña Beatriz. -Martina -contestó el escudero, mirándola 60 23| de España! ¿Dónde está, Martina? ¿Dónde está?, ¡que aunque 61 23| don Álvaro que es primero. Martina -le dijo después con seriedad -; 62 23| infeliz? ¿Qué es de ella? Martina entonces le contó llorosa 63 23| oído nada por el camino. Martina, que sabía muy bien lo poco 64 23| que Dios quiera! Adiós, Martina. Y dándola un abrazo bajó 65 23| una madre anciana, y a más Martina, con lo cual sin duda vivirás 66 23| pero por lo que hace a Martina, que tenga paciencia y me 67 24| Villabuena. En cuanto a Nuño y Martina, sobrado enterados estaban 68 29| porque la compañía de su fiel Martina poco podía contribuir a 69 31| salió acompañada de su Martina y de sus antiguos criados. ¿ 70 31| por la tarde, apoyada en Martina y en su padre que apenas 71 31| la dejó en compañía de Martina. Dejémosla también nosotros 72 33| buen trecho sin el apoyo de Martina, y suelo dormir alguna que 73 33| menudas chispas y centelleos. Martina se había quedado en la quinta, 74 33| la alegría, la buena de Martina había perdido no poco de 75 33| templario y de su compañero. Martina, que desde aquella ocasión 76 33| con impaciencia y ceño. -Martina, Martina -le dijo con gran 77 33| impaciencia y ceño. -Martina, Martina -le dijo con gran prisa -, 78 33| con la noticia -replicó Martina, que no gustando de la compañía, 79 33| son ellos; míralos allá, Martina... Allá abajo, las encinas, 80 33| rocines exclamó enojada Martina -, calla, a ver si podemos 81 33| gritaban a más y mejor. Martina, que con los ojos arrasados 82 33| amorosos propósitos respecto a Martina, veía dar en el suelo toda 83 33| medrados habemos quedado. Martina, por su parte, bajó también 84 35| tierra, pero ya don Alonso y Martina la habían reclinado de nuevo 85 35| izquierdo del pecho. Entonces Martina, el monje y su padre la 86 35| Beatriz quiso responder, pero Martina, juntando las manos, le 87 35| detrás de don Alonso y de Martina, temeroso de producir con 88 35| cuerpos de su padre y de Martina para descubrir al que se 89 35| menos el anciano monje y Martina. Don Álvaro no dijo ni escuchó 90 36| Preguntó al punto por él, y Martina salió como en su busca, 91 36| tarde. Enseguida llamó a Martina y dijo que quería levantarse. 92 36| No he querido despertar a Martina, porque dormía sosegadamente, 93 37| entera y gran rapidez: -¡Martina! ¡Martina!, ¿dónde estás? - 94 37| gran rapidez: -¡Martina! ¡Martina!, ¿dónde estás? -Aquí, señora - 95 37| escalera casi en brazos de Martina y del señor de Bembibre. 96 37| embarcación para interrogarle, y Martina, por su parte, se sentó 97 38| mucho menos a la llorosa Martina que, sobradamente penetrada 98 Conc| de Bembibre, de la linda Martina, de Millán y de Nuño, nada 99 Conc| sido del señor de Arganza; Martina del Valle, camarera de su 100 Conc| larguezas, y se fue a vivir con Martina y Millán en cuya casa pasaba