Cap.

 1      1|         Valientes herejes y hechiceros exclamó entre dientes Mendo.~ ~ -¿
 2      1|          Gallardo lance, por vida mía -exclamó Mendo con un entusiasmo
 3      2|                 Ah!, ninguno, ninguno -exclamó doña Beatriz, retorciéndose
 4      2|              dulces alegrías? -Beatriz exclamó don Álvaro -, si me amáis,
 5      3|              parte. -Conque, es decir -exclamó don Álvaro -, que no me
 6      3|            alegría de toda la tierra! -exclamó con voz solemne, ¡en ti
 7      3|                 pero ¡que se guarden! -exclamó con voz de trueno -, allí
 8      5|                 Y yo, miserable mujer -exclamó doña Blanca haciendo los
 9      7|            seré suya. -¡Doña Beatriz! -exclamó de repente una voz detrás
10      7|                ella. -Jesús mil veces -exclamó acercándose involuntariamente
11     10|            Cedrón? -¡Qué sino confío! -exclamó el caballero con una voz
12     11|                 Es verdad, es verdad! -exclamó ella espantada y revolviendo
13     11|          contestó ella. -Doña Beatriz -exclamó don Álvaro con una voz que
14     13|               profundo suspiro y luego exclamó vivamente: ¡No importa,
15     13|              mi madre, mi pobre madre -exclamó con pesadumbre, ¡ah!, ¡yo
16     13|                la que podía suponerse, exclamó prorrumpiendo en llanto: -¡
17     15|               mayores. ¡Válgame Dios! -exclamó en voz imperceptible ¿y
18     16|          cuerpo! -Sí, sí, tenéis razón exclamó ella apartándola -; pero
19     18|             huesa. -¡Justicia divina! -exclamó ella con el acento de la
20     18|               y bajamente. -¡Ah!, ¡no! exclamó doña Beatriz juntando las
21     18|              conde de Lemus. -Beatriz -exclamó el caballero -, por vos,
22     18|                Ay, señora de mi alma! -exclamó Martina acongojada -, ¿qué
23     19|               cartera. -¡Ah, traidor! -exclamó el conde desenvainando la
24     19|          cuando el asunto de Monforte -exclamó el templario con amargura. -
25     19|           soplo de contrarios vientos, exclamó entonces fuera de sí con
26     19|               mi conciencia culpable! -exclamó el señor de Arganza, tapándose
27     20|              entregar. -¿Y es posible -exclamó el último - que un caballero
28     21|          caballeros, uno de los cuales exclamó al momento: -¿Dónde estáis,
29     21|        vilipendiarla así? -Don Álvaro -exclamó Lara interponiéndose, ¿es
30     23|                Ay, Millán de mi alma! -exclamó Martina, saliéndole al encuentro
31     23|               santísima de la Encina! -exclamó el escudero santiguándose ¿
32     23|          Cornatel. -¡Virgen purísima! -exclamó Millán cruzando las manos
33     23|                   Pero ¡válgame Dios! -exclamó como sorprendido -, ¡y yo
34     23|         decírselo: -¡Dios de mi alma! -exclamó el mozo consternado -, ¿
35     23|               Pero, señor, ¿es posible exclamó el escudero - que después
36     26|      desventuras, cielos despiadados? -exclamó él, levantando al cielo
37     27|          montañés enseguida y el conde exclamó entonces con irónica sonrisa: -¡
38     28|        respuesta. -¿Dónde está, pues? -exclamó con ansiedad. Entonces se
39     29|               Sois vos, doña Beatriz? -exclamó con el acento de la sorpresa. -¿
40     29|              muerto como había vivido -exclamó el abad sin poder enfrenar
41     29|            desgraciado, infeliz de él! exclamó doña Beatriz, juntando las
42     29|                es tarde, ya es tarde! -exclamó ella con un acento que partía
43     29|          tierra de mi sepultura. ¡Ah! -exclamó retorciéndose las manos
44     30|              sí. -¡Oh, noble Saldaña! -exclamó el joven, precipitándose
45     30|           empañaban sus cansados ojos, exclamó con una voz que parecía
46     32|        testigos. -¿Sois vos, Andrade? -exclamó Castro sorprendido con esta
47     32|               Con los tres haré campo -exclamó Beltrán en el mismo tono. -
48     33|                que, soltando un grito, exclamó con una impetuosidad que
49     33|               y para todos tus rocines exclamó enojada Martina -, calla,
50     33|             tardó mucho en comprender, exclamó entonces: -Gracias mil sean
51     35|               como el de una montaña! -exclamó pugnando por incorporarse
52     35|          lanzando un profundo suspiro, exclamó: -Y sin embargo, mi ensueño
53     35|            Arganza. -¡Él es!, ¡él es! -exclamó doña Beatriz con la mayor
54     35|               amargura! -¡Ah, señora! -exclamó él presentándose de repente,
55     35|      determinación sólo por amor mío? -exclamó ella clavando en su padre
56     36|           tengo ningunas!, ¡ningunas! -exclamó don Álvaro sin recogerla. -
57     37|                aparte de mi cabecera! -exclamó doña Beatriz mirándola con
58     37|             los brazos hacia la orilla exclamó: -¡Es mi padre!, ¡mi padre
59     37|                día! -¡In feliz padre! -exclamó el abad volviéndose hacia
60     37|                y corona de mis canas! -exclamó queriendo acercarse a ella,
61     37| convulsivamente el brazo de su amante, exclamó con voz ronca: -¡Ahí está!, ¡
62     38|               tiempos. -¡Hermoso día! -exclamó, en fin, con voz melancólica,
63     38|                 Oh, hija de mi dolor! -exclamó el anciano -, tú eras mi
64   Conc|               santísima de la Encina! -exclamó la mujer dando un descompasado
65   Conc|              Bembibre! -¿Quién decís? -exclamó el viejo atropellado por
66   Conc|          Beatriz mía, hija de mi alma -exclamó su madre alzándola en sus
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