Cap.

 1      1|       toque soleta en busca de su madre gallega. -Cierto es que
 2      2|         doña Blanca de Balboa, su madre, santa señora cuya vida
 3      2|      conocido las caricias de una madre ni las dulzuras del hogar
 4      3|      quién le dijera a su piadosa madre cuando con tanto afán y,
 5      5|      Beatriz, sentada cerca de su madre, trabajaba en bordar un
 6      5|      canas y con el sosiego de mi madre. -No esperaba yo menos de
 7      5|          vista y de la de vuestra madre, la obediencia y el respeto
 8      5|     puerta con enojo dejó solas a madre y a hija que, por un impulso
 9      5|          era el desconsuelo de su madre, que no cesaba un punto
10      5|     gozarte segura en la ribera! -Madre mía -dijo la joven enjugando
11      5|          enjugando los ojos de su madre -, vos habéis sido toda
12      5|           hizo volver a la triste madre a todos sus extremos de
13      5|            pero no respondió a su madre sino abrazándola y deseándole
14      6|         Beatriz se despidió de su madre a solas y, en los aposentos
15      6|       entonces. El corazón de una madre suele tener en las ocasiones
16      7| pensamientos, a la manera que una madre suele mostrar predilección
17      7|          la separación de vuestra madre, y aunque en esta oscuridad
18      9|        respondió ésta - cuando la madre tornera va a preparar la
19      9|         sin padre! ¿Dónde está la madre abadesa que me  licencia
20      9|      pararse! ¿Pero dónde está la madre abadesa? -Aquí -respondió
21     11|         sin las bendiciones de su madre, era para lo que llamaba
22     11|         ancianos padres. Su pobre madre en particular, tan enferma
23     13|        Beatriz no conoció ya a su madre, aunque sus miradas se clavaban
24     13|           noche en que su tía, su madre y el buen religioso estaban
25     13|     Israel de Egipto"..., pero mi madre, mi pobre madre -exclamó
26     13|           pero mi madre, mi pobre madre -exclamó con pesadumbre, ¡
27     13|          tal, que la abadesa y su madre apenas podían sujetarla. -¡
28     13|           Martina? ¿Dónde está mi madre?¡Me pareció oír su voz entre
29     13|        prorrumpiendo en llanto: -¡Madre mía de mi alma! ¡Madre querida!
30     13|            Madre mía de mi alma! ¡Madre querida! Doña Blanca, fuera
31     16|           suceder, sino en sí; su madre comenzó a flaquear y al
32     16|           pensamientos de aquella madre tan cariñosa y con tanto
33     16|         llora en los brazos de tu madre! ¡Grande es tu pérdida! ¡
34     16|        los muchos lamentos que su madre empleaba adrede para excitar
35     17|         declaró doña Beatriz a su madre con voz muy serena y entera
36     17|          Villabuena:~ ~ -Ya veis, madre mía -le dijo -, que no es
37     17|         idea de los pesares de su madre, que en ningún tiempo había
38     17|      muerte descansada y dulce. -¡Madre mía! -respondió con efusión
39     17|      dispuesta. -Sí -respondió la madre, pero de tu pleno y entero
40     17|           de doña Beatriz y de su madre. -Una palabra, señor caballero -
41     17|       Beatriz en cuanto expiró su madre se aferró a su cuerpo con
42     18|      desasosiego. La muerte de su madre acababa de cerrar el círculo
43     18|         apenas cerrada de aquella madre que tanto había querido,
44     18|      señor, sí que la violentó su madre, y del peor modo posible,
45     19|           obedecisteis a su noble madre cuando el asunto de Monforte -
46     23|           y no será el hijo de mi madre quien se quede a servirle
47     23|         orden. Todavía tienes una madre anciana, y a más Martina,
48     23|        esta vida. -En cuanto a mi madre -replicó el escudero -,
49     24|           allí a doña Beatriz. Su madre quedaba sumida en el llanto;
50     24|         espacio de tiempo aquella madre cariñosa había pasado a
51     24|         Beatriz y la muerte de su madre se había extrañado de Arganza
52     31|           ventura, desaparecer su madre, perderse su libertad y
53     31|          tenían las cenizas de su madre, el deseo de acompañar a
54     31|          hablaba del conde, de su madre y de don Álvaro, quejándose
55     33|          lo he perdido, tenía una madre y la he perdido, tuve un
56     35|        ángel del cielo, o vuestra madre si la tuvierais. ¡Pensad
57     36|           cerró los ojos mi pobre madre cuando me vio esposa del
58     37|        algún día a los ojos de su madre adornada con la aureola
59     38|  grandezas; ¿quién le dijera a mi madre que había de seguirla tan
60     38|          yo con mis hermanos y mi madre os salga a recibir para
61     38|        que lejos de ellos, era la madre de los menesterosos y el
62   Conc|        tardaron en acompañarles. -Madre -preguntó la niña con ojos
63   Conc|       hija de mi alma -exclamó su madre alzándola en sus brazos -,
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