Cap.

 1      1|      Galicia. -No hace bien tal -repuso el juicioso montero -, porque,
 2      2|        Escuchadme, doña Beatriz -repuso él, procurando serenarse.
 3      3|    cábala tan ruin? -Pero señor -repuso don Álvaro -, ¿creéis que
 4      4|       Pobre paloma sin mancilla -repuso el abad con una voz casi
 5      4|      fiero y maldiciente? -¡Ah! -repuso el monje con el mismo calor,
 6      5|        No es ese conde el mismo -repuso doña Beatriz - que, después
 7      8|          vez habéis de perdonar -repuso el conde -. Cierto es que
 8      8|       por qué no?, doña Beatriz -repuso él con su fría y resuelta
 9      9|          señora en este estado? -repuso la abadesa. Doña Beatriz,
10      9|         Bembibre. -¿A Bembibre? -repuso el aldeano -, ¡tú estás
11      9|       con eso. -¡Qué!, no señor -repuso la astuta aldeana -, porque
12      9|       nos acomode. -En ese caso -repuso don Álvaro -, di a tu señora
13     10|           Y qué habéis pensado? -repuso volviéndose a don Álvaro. -
14     10|     esconderla en las cercanías -repuso don Álvaro - hasta que pasase
15     11|            Bien está, bien está -repuso la doncella -, pero andad
16     11|        no contestó, y don Álvaro repuso con impaciencia: -¿Qué hacéis? ¿
17     11|         lo habéis pensado bien? -repuso don Álvaro -. ¿No sabéis
18     11|       redil del consuelo. -Y yo -repuso doña Beatriz - renuevo aquí,
19     15|         mal aconsejado sois vos -repuso don Álvaro con impaciencia -,
20     16|         cierto? -¡Cómo!, ¡cómo! -repuso el comendador, recobrándose;
21     18|         trataba, a lo cual Mendo repuso, contestando palabra por
22     18|     recibir? -Necio eres, Mendo -repuso doña Beatriz -, ¿qué temores
23     18|   contigo. -Temed, doña Beatriz -repuso el caballero (porque como
24     18|   postrera será sin duda alguna -repuso él con el mismo acento -,
25     18|          Dejadle, noble anciano -repuso doña Beatriz -; razón tiene
26     19|    Ninguno de los míos se mueva -repuso don Alonso -, o le mandaré
27     19|          que acabo de escuchar? -repuso la desdichada mirándole
28     19|            y vuestra noble casa -repuso doña Beatriz -, vuestro
29     19|          comendador. -Verdad es -repuso el anciano conmovido -,
30     19|    vuestra caída. -No, hija mía -repuso don Alonso -, bien me lo
31     19|     Ojalá que no me viera a mí! -repuso el anciano, meneando la
32     19|      honra en lenguas del vulgo -repuso doña Beatriz con seriedad -. ¿
33     21|             Ah, don Juan Núñez! -repuso el comendador -, ¡y que
34     21|       Arránquemela en buen hora -repuso Lara desconcertado y fuera
35     21| perdonadme, noble don Gutierre! -repuso don Álvaro con voz dulce
36     22|       neófito. -¿Habéis pensado -repuso el maestre - que el mundo
37     23|         había de decirlo de ti? -repuso Millán cortésmente -; la
38     23|          en busca suya! -¡Pues! -repuso la muchacha tristemente;
39     23|      Sabes lo que digo, Millán? -repuso la muchacha -, es que debe
40     23|         nosotros. -Pero, hombre -repuso ella con dulzura -, ¿qué
41     23|         Ese será mi fiel Millán -repuso al punto don Álvaro -, ¿
42     25| barbacana. -¡Pobres montañeses! -repuso Saldaña, con una sonrisa
43     25|          a rebato. -Pero, señor -repuso don Álvaro -, ¿y podrán
44     25|        justicia. -Pues entonces -repuso don Álvaro -, más os agradeciera
45     27|          hora estuve escuchando -repuso el montañés, que ya comenzaba
46     28|        Yo también soy templario -repuso don Álvaro que apenas acertaba
47     29|         Tenéis razón, padre mío -repuso ella como avergonzada de
48     30|        Qué estáis ahí diciendo? -repuso don Álvaro cada vez más
49     30|        con eso no me sosiego yo -repuso Andrade, porque, según me
50     32|     comendador Saldaña. -Ya, ya -repuso el montañés casi avergonzado -,
51     35|           La carta!, ¡la carta! -repuso ella con ciega y obstinada
52     35|         Y necio de mí mil veces -repuso don Alonso -, que te dejé
53     35|        Qué queríais, padre mío? -repuso ella con dulzura -, mis
54     35|        el portador. -No importa -repuso don Alonso -, ahí tienes
55     35|    trance?... -No, no, hija mía -repuso el abad apresuradamente,
56     36|            Tomadla, sin embargo -repuso ella -, porque dentro de
57     37|          de la Providencia. -No -repuso ella gravemente; antes le
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