Cap.

 1      3|                entraron en la plaza de armas. Todavía se conserva esta
 2      3|            extremo de la gran plaza de armas cuyos muros dan al río.
 3      3|            azules y transparentes. Las armas de los centinelas vislumbraban
 4      4| correspondientes soldados y hombres de armas.~ ~ Como quiera, el tiempo
 5      4|        compacta, su experiencia en las armas y su temible caballería,
 6      6|               de su amo y a llevar las armas de un conde, apenas podía
 7      7|               parte y tal vez sólo las armas podrán salvaros. Mirad que
 8      8|               frente de sus hombres de armas en mitad del día y con la
 9     10|               entre las almenas, y sus armas despedían a cada paso vivos
10     12|                los ricos hombres a las armas. La familia de los Laras,
11     12|             lugares, y proveyéndose de armas, víveres y pertrechos, se
12     12|              valor, su destreza en las armas, y la nombradía que había
13     14|              órdenes de los cabos; las armas y escudos despedían chispas
14     15|                no quisiesen soltar las armas. Por otra parte, nada tenía
15     15|           Francia; pero ni dejarán las armas ni se darán a prisión, ni
16     15|           acudieron algunos hombres de armas y criados y, por último,
17     15|        escoltado por cuatro hombres de armas que de cuando en cuando
18     15|               tantos otros hermanos de armas cuyos huesos blanqueaban
19     18|            mismo caballo, que eran las armas de la orden. A bastante
20     18|              quince o veinte hombre de armas también con las divisas
21     18|                es templario, viene con armas negras, que parece el mismo
22     18|         Beatriz, y el caballero de las armas negras, con un paso no muy,
23     19|               y dirigiéndose al de las armas negras, le dijo: -¿Me perdonaréis,
24     19|       semejante suceso. Los hombres de armas del Temple, superiores en
25     20|               siguiente Lara trajo sus armas al preso diciéndole que
26     20|             carreras de los hombres de armas y ballesteros y, finalmente,
27     20|              iba ya a echar mano a sus armas, se mantuvo a raya no poco
28     20|                oír el martilleo de las armas, los lamentos e imprecaciones
29     21|               cruzado el escudo de mis armas! Sí, sí, noble Saldaña,
30     21|            escalera y el crujir de las armas contra los escalones y paredes,
31     21|           inmediatamente a la plaza de armas del castillo, donde el gallardo
32     21|            comendador y sus hombres de armas, dejando en el pecho de
33     22|               filas de sus hermanos de armas. Don Rodrigo, atónito y
34     24|              sino por la fuerza de las armas. Sin duda los cimientos
35     24|             los ballesteros y gente de armas que pudiese e ir a juntarse
36     25|          contornos con el ruido de sus armas. A los dos o tres días los
37     25|                Sus lanzas y hombres de armas venían equipados con cierta
38     25|               becerro y de madera. Las armas en unos eran picas y en
39     25|         inclemencia de su clima; y las armas que usaban eran un gran
40     25|           tenían que temer de aquellas armas lanzadas a cierta distancia,
41     25|              sus gentes. Brillaban sus armas a la luz de las hogueras,
42     26|                aspirantes y hombres de armas lo repitieron en voz baja
43     26|               comenzaron a arrojar sus armas consternados y tomando la
44     26|              barbacana con un hacha de armas en las manos, cada golpe
45     27|             otro de sus castillos, las armas de toda aquella tierra concitadas
46     27|                 ni silbar, ni ruido de armas o de pasos. -¡Ah! -respondió
47     28|                 peleas mejorado en las armas y por eso me vences. Don
48     28|             continuo que despedían las armas heridas por el sol. Comprendió
49     30|               en la anchurosa plaza de armas del castillo caballeros,
50     30|              todavía un gran escudo de armas cuyos cuarteles están de
51     30|                se leen. Estas eran las armas del Temple, que desde entonces
52     33|             banderolas de seda con las armas del Temple. Entraron en
53     33|              Dígote que son hombres de armas, y que algo de nuevo traen. -
54     33|           descollar algunos hombres de armas a caballo; sin embargo,
55     35|               paraje, vio un hombre de armas que al trote largo se encaminaba
56     35|               Alonso un pliego con las armas de Carracedo. Abriólo rápidamente,
57     37|             Borrenes resplandecían sus armas, y al ruido de las yeguas
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