Cap.

 1      2|               y lo será también - añadió con voz trémula - que han
 2      3|       formas macizas y pesadas se añadió por los templarios un cuerpo
 3      3| separarnos. ¡Pobre doña Beatriz! -añadió con melancolía -, ¿quién
 4      4|         sus ojos. -Pues entonces -añadió el abad -, yo haré desistir
 5      4|           y paternal. ¡Oh dolor! -añadió levantando las manos y,
 6      4|     contestar palabra. -Hijo mío -añadió el monje, pensadlo bien
 7      6|            Nuño calló. - Piensa - añadió doña Beatriz - que se trata
 8      7|           Pero somos unos locos - añadió como recobrándose - en gastar
 9      7|           Ah, ¿eres tú, Martina? -añadió reconociendo a su fiel criada
10      8|           entrambos nos va mucho -añadió con la mayor seriedad. El
11      8| caballería española? Pues sabed - añadió con una mirada propia de
12      9|           la verdad. ¿Qué haces? -añadió con la mayor impaciencia,
13      9|       bien. Conque así, muchacha -añadió dando un pellizco a Martina -,
14     10|      Álvaro -, y sobre todo aquí -añadió echando una mirada alrededor. -
15     10|       pero vuestro tío se olvida -añadió con orgulloso entusiasmo -
16     10|         volveremos del destierro -añadió con un tono casi triunfante
17     11|         la lengua. Vamos, señora -añadió con impaciencia -; poco
18     11|           él mismo lo dijo. ¡Ah! -añadió enseguida con el mayor abatimiento -,
19     11|             Escuchadme, hijo mío -añadió el monje con más ternura
20     12|        verdad. Pero ¡Saldaña!... -añadió con pesadumbre -, uno de
21     14|          muy lejana. -Finalmente -añadió apretándole la mano -, no
22     16| comendador, recobrándose; y luego añadió con tristeza-: Y tan cierto
23     17|       sobre tus restos! Pero vos -añadió, volviéndose al señor de
24     18|          Álvaro -, pero sosegaos -añadió con sonrisa irónica -, que
25     19| tribunales del rey estos papeles -añadió, mostrando unos que se encerraban
26     19| tenazmente en su resolución, y él añadió: -No lloréis, porque mi
27     21| tristemente la cabeza, y el joven añadió con impaciencia: -Bien está,
28     23|           qué le hemos de hacer? -añadió después de un rato de silencio -, ¿
29     23|               Mal haya tu venta! -añadió mirando con ceño a su futura -;
30     24|            quisiera encomendaros -añadió con una inflexión de voz
31     25|      improviso. ¡Ah!, don Álvaro -añadió tristemente -, yo he peleado
32     26|          cabeza -. Pues entonces -añadió el montañés -, Dios os lo
33     27|          árbol y mandarme azotar -añadió mirándole de hito en hito -,
34     29|       mismo estado. Pero decidme -añadió clavando en él su mirada
35     30|           el mismo. Pero decidme -añadió olvidando su resentimiento
36     30|          rey y sus ricos hombres -añadió con amargura -, cuando se
37     33|       allí lo he perdido también -añadió señalando el castillo con
38     33|         me quedé. Vedlo, allí va -añadió señalando el lugar de la
39     35|     Dádsela y no la contradigáis -añadió el físico en voz baja -,
40     35|       también, noble don Álvaro? -añadió don Alonso yéndose para
41     37|         su promesa. ¡Mira, mira! -añadió sacando del seno una cartera
42     38|            gracias!... Padre mío -añadió dirigiéndose al señor de
43     38|        Otro tanto  decir de mí -añadió don Álvaro -, unos han sido
44     38|          Y vosotros, amigos míos -añadió dirigiéndose a los criados,
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