Cap.

 1     25|          aquel país, llamado Cosme Andrade, arquero y ballestero muy
 2     26|          Cuál es tu nombre? -Cosme Andrade -replicó él con firmeza. -¡
 3     26|            cien doblas al valeroso Andrade para que aprenda a tratar
 4     26|           a Cabrera, que allí está Andrade, y al que intente dañaros
 5     27|      llamar para esto al intrépido Andrade que, gracias a su serenidad
 6     27|      trabajo -respondió el animado Andrade, y no estaré mucho peor
 7     27|       doscientas doblas -respondió Andrade, porque las ciento que me
 8     27|       oriental del castillo paróse Andrade y comenzó a mirar atentamente
 9     27|         pero en cuanto se presentó Andrade a la entrada de la tienda
10     27|            con la puerta -contestó Andrade, pero está defendida y por
11     27|         ásperamente. -¿Estás loco, Andrade?, ¡ni los corzos y rebezos
12     27|        casa y de mis tierras, buen Andrade, que por quien soy, te lo
13     27|          la necesidad que tenía de Andrade y de los suyos, cambió de
14     27|            le dijo amigablemente: -Andrade, os otorgo la vida de esos
15     28|      conoció al punto al intrépido Andrade, y puso la mayor atención
16     28|       primero quiere ser -contestó Andrade, pero, Dios mediante, entraremos
17     28|            hemos de subir todavía. Andrade se lo explicó claramente,
18     28|         trepaban. La voz sonora de Andrade, por mucho cuidado que en
19     28| fundadamente, que el conde y Cosme Andrade con sus montañeses estaban
20     28|      castillo de Monforte -replicó Andrade -, bien podéis subir sin
21     28|          de un lado el determinado Andrade, y por el otro el conde.
22     28|         sufrir la misma suerte que Andrade, se apresuró a saltar dentro
23     28|      Cabrera con el valiente Cosme Andrade que no había muerto, como
24     30|          estamos todos. -¿Eres tú, Andrade? -respondió el comendador
25     30|            vivamente le contestó: -Andrade, lo que contigo hice lo
26     30|           no me sosiego yo -repuso Andrade, porque, según me dijo el
27     30|           Nada hay que temer, buen Andrade, vuélvete a tu montaña y
28     30|           santo propósito. El buen Andrade caminaba entre don Álvaro
29     32|      cohechando al cabreirés Cosme Andrade pudisteis tener noticia
30     32|            y testigos. -¿Sois vos, Andrade? -exclamó Castro sorprendido
31     32|           que las recibí -contestó Andrade candorosamente, porque se
32     32|        conde? ¿O piensas tú que es Andrade como tu amo maldecido, que
33     32|         del corazón.~ ~ -Sosegaos, Andrade -le dijo el obispo de Astorga -,
34     32|      Dijimos que cuando el honrado Andrade cayó despeñado del torreón
35     32|        verdadera la declaración de Andrade. -Por mi honor, juro que
36     32|              No sino a mí -replicó Andrade que he sido agraviado delante
37     33|           nuestro buen amigo Cosme Andrade. ~ ~ ~
38     34|          recomendaba eficazmente a Andrade y concluía diciéndole que,
39     34|          alma era donde encontraba Andrade el mejor galardón de sus
40     37|           se había aparecido Cosme Andrade como uno de aquellos ángeles
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