Cap.

 1      1|            Pajariel por leña, pero el pobre animal había dado tantos
 2      3|               artes para separarnos. ¡Pobre doña Beatriz! -añadió con
 3      4|         ventura en brazos del conde? -Pobre paloma sin mancilla -repuso
 4      5|             flaqueza irremediable del pobre corazón humano que sólo
 5      6|                 Otros peores vendrán, pobre Nuño, si los que me quieren
 6      9|             antes de que se muera? La pobre tornera seguía detrás como
 7      9|             de mi cuñado?, que iba el pobre sin aliento a Carracedo
 8      9|               del relato aquello de: ¡pobre señora!, ¡maldita vanidad!, ¡
 9      9|             cuando en la vidriera. El pobre caballero hacía días que
10     11|               sus ancianos padres. Su pobre madre en particular, tan
11     13|         Egipto"..., pero mi madre, mi pobre madre -exclamó con pesadumbre, ¡
12     13|             imperceptible: -¿Eres tú, pobre Martina? ¿Dónde está mi
13     15|               que habrá mirado por su pobre escudero de cuya fidelidad
14     16|                Y tan cierto como es, ¡pobre mozo! Millán, que había
15     17|           cadáver todavía caliente. -¡Pobre y angelical señora!, tu
16     18|             un verdadero descanso. La pobre muchacha no había querido
17     18|          desdeñosamente!; ¡yo soy una pobre mujer que no  lo que me
18     22| contradicciones y debilidades las del pobre corazón humano! La heredera
19     23|             dejó confuso y turbado al pobre Millán con la perfidia del
20     23|           dijo levantándole: -No así, pobre Millán, sino en mis brazos,
21     24|         aquella ocasión. Sin duda, el pobre palafrenero iba cayendo
22     25|            que hablamos era mucho más pobre y ruin todavía. Aquí asentó
23     27|       entonces con irónica sonrisa: -¡Pobre necio!, ¿y cuando yo los
24     28|              palabra se te escapa. El pobre Millán, aunque muy mohíno
25     32|         habitual -, no soy más que un pobre hidalgo montañés a quien
26     33|              una nereida del lago. La pobre muchacha, que con tanto
27     35|      melancólicamente, y replicó: -Mi pobre corazón ha recibido tantas
28     36|            contenta cerró los ojos mi pobre madre cuando me vio esposa
29     36|              al árbol de mi juventud! Pobre padre mío, qué terriblemente
30     37|             estuviese? -¡Siempre así, pobre muchacha, y sin que tu amor
31     37|      tinieblas mismas del sepulcro. -¡Pobre don Álvaro! -contestó ella
32     38|       acertaba a contener, le dijo: -¡Pobre muchacha, que era más viva
33     38|           llanto y los sollozos de la pobre niña se redoblaron entonces,
34   Conc|            pero aunque registraron su pobre ajuar no encontraron sino
35   Conc|            grito -, ¡la cartera de mi pobre y querida ama doña Beatriz
36   Conc|           entonces por su lealtad. El pobre montero, viejo ya y sin
Best viewed with any browser at 800x600 or 768x1024 on Tablet PC
IntraText® (VA2) - Some rights reserved by EuloTech SRL - 1996-2010. Content in this page is licensed under a Creative Commons License