Cap.

 1      2|           frágil existencia de una mujer, el de Yáñez estaba vinculado
 2      5|           que no de mí, desdichada mujer. Yo renunciaré a todos mis
 3      5|           ánimo. -¡Y yo, miserable mujer -exclamó doña Blanca haciendo
 4      8|            esto los consejos de su mujer y de la piadosa abadesa,
 5      8|        enemigo tan poderoso en una mujer tan suave y delicada en
 6      9|     sucesos de aquel día. Marido y mujer escuchaban la relación con
 7      9|    malquerencia de un gran señor? -Mujer -respondió el intrépido
 8      9|        diligencia, en tanto que la mujer, contagiada enteramente
 9      9|            y después de decir a su mujer que antes de amanecer estarían
10      9|           sólo era un hombre y una mujer, mandó bajar el puente y
11     11|          aliño de casa estaría, la mujer llorando por los rincones
12     11|         Pues no era mala embajada! Mujer soy y él un caballero de
13     11|         encontrará en el mundo más mujer que vos? -¡Ah! -contestó
14     11|          sin cesar, yo, desdichada mujer, abandonada de los míos,
15     11|      murieseis igualmente, ninguna mujer se llamaría mi esposa. -
16     12|       Consentir que atravesase una mujer los umbrales del Temple,
17     12|       Vizcaya, que pertenecía a su mujer doña María Díaz de Haro,
18     16|           extremos que pudiera una mujer, y sólo al cabo de un largo
19     18|           que aquella desventurada mujer, él mismo y no su espíritu
20     18| desdeñosamente!; ¡yo soy una pobre mujer que no  lo que me digo!
21     20|            y allá, a lo lejos, una mujer vestida de blanco, unas
22     20|      solitario monasterio. Aquella mujer, joven y hermosa siempre,
23     23|      cuando pienso en ella! -Pero, mujer, ¿qué es lo que ha sucedido? -
24     23|            porque no lo cato. -No, mujer; ¿quién había de decirlo
25     26|          al lado y asistido por su mujer. Así pues, señor caballero,
26     30|          nos gana ningún rey, y mi mujer, en cuanto se lo dije, se
27     33|      aldeanos ni qué ocho cuartos, mujer! -respondió él con su acostumbrada
28     34|          contento que recibiría su mujer con su vista, el favor que
29     34|         volver a ver la cara de su mujer y los enredos de sus hijos;
30     36|            vez os habéis dicho: la mujer a quien yo amaba ha sido
31     36|           por amor de esta infeliz mujer, y sólo ellas han podido
32     37|         fuente de donde yo, ¡flaca mujer!, bebo el aliento que me
33   Conc|          dos, muy gallardo; de una mujer como de veinticinco, rubia,
34   Conc|          de la Encina! -exclamó la mujer dando un descompasado grito -, ¡
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