Cap.

 1      4|       bandera del Temple, a cuya sombra llegaban a Jerusalén sin
 2      9|       vidrieras de colores y una sombra que de cuando en cuando
 3      9|     aposento de don Álvaro, y su sombra la que aparecía de cuando
 4     11| Carracedo, cuando de repente una sombra blanca y negra se atravesó
 5     12|          historia para servir de sombra y de contraste a la resplandeciente
 6     13|    apenas podían sujetarla. -¡La sombra!, ¡la sombra!, ¡ay! ¡yo
 7     13|     sujetarla. -¡La sombra!, ¡la sombra!, ¡ay! ¡yo he caído del
 8     13|       Añádase a esto que la mala sombra de Millán andaba lejos rompiéndose
 9     17|         ni vos os sentaréis a su sombra, ni veréis sus renuevos
10     18|          sin duda creería que la sombra de don Álvaro era lo que
11     18|     corazón:~ ~ -¡Ah!, ¿eres tú, sombra querida, eres tú? ¿Quién
12     24|      vida los días que pasé a la sombra de sus claustros y arboledas. ¡
13     25|         los del castillo, y a su sombra seguían las obras del cerco.
14     29|    Beatriz, a quien dejamos a la sombra del claustro de Villabuena
15     29|      atrás asombrado, como si la sombra de la heredera de Arganza
16     29|        voz que me llama y veo mi sombra que cruza los aires con
17     29|          la cabeza; y luego otra sombra vestida, una túnica rutilante
18     29|        yo doña Beatriz!" ¡y esta sombra es la suya! Entonces despierto
19     31|          tristezas eran como una sombra para aquellas santas mujeres,
20     34|        lo mismo sinceras, a cuya sombra pudieran intentar su restauración;
21     36|       con ánimo de sentarse a la sombra de un emparrado y cerca
22     37|    parecía más y más a la de una sombra, y lo único que en ella
23     37|         pasos medidos la callada sombra de la muerte, cuando la
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