Cap.

 1      3|  todo, hijo mío -contestó el templario -. La vanidad y la ambición
 2     10| Álvaro. Acercóse entonces al templario, y le dijo: -¿No confiáis
 3     10|  existencia. -Sí -replicó el templario con amargura -, ese es el
 4     18|     anciano, era sin duda un templario, pues llevaba la cruz encarnada
 5     18|    la visera, y el que no es templario, viene con armas negras,
 6     18| acercando a ella seguido del templario. La señora, con ojos espantados
 7     18|    Álvaro echó una ojeada al templario que también había levantado
 8     18|   Álvaro! -le interrumpió el templario -; ¿cómo os olvidáis así
 9     19|      de Monforte -exclamó el templario con amargura. -Además, señora -
10     19|     porque desde mañana seré templario. Un relámpago de feroz alegría
11     19|      mejillas -. ¿Vos?, ¿vos templario? -¿Eso dudáis? -contestó
12     19|    que pasado mañana será ya templario? -¡Ese peso más sobre mi
13     21|      de que iba revestido el templario, y emprendieron con gran
14     23|     hombre!, ¡haberse metido templario!... ¡Pero, en fin, yo allá
15     23|    la de venir a servir a un templario en medio de los peligros
16     26|      empellón se fue para el templario determinado y ciego. Llegó
17     28|   defendeos. -Yo también soy templario -repuso don Álvaro que apenas
18     33|    de Arganza la llegada del templario y de su compañero. Martina,
19     34|  obispos para que declarasen templario a don Álvaro, y como tal
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