Cap.

 1      8|       la despensa; mandaba a la tienda por azúcar, pasas, pimienta,
 2     11|     roba los parroquianos de su tienda de quincalla, usted le aborrecerá
 3     15|    hablaba con el letrero de la tienda, pero el Magistral sintió
 4     15|       eso, eso, a comprar en mi tienda cálices, patenas, vinajeras,
 5     15|       el cuerpo. Se figuraba la tienda vacía, los anaqueles desiertos,
 6     15|         rato, a la puerta de la tienda de Barinaga, que era también
 7     15|          Entró don Santos en la tienda, que era como el Magistral
 8     16|      enteras, la de mancebos de tienda, la de los cajistas, por
 9     20|         servilletas en forma de tienda de campaña dentro de las
10     22|        los recibió abajo, en la tienda vacía, lloriqueando. Hablaron
11     22|      desmayada. La bajaron a la tienda, para librarla de los gritos
12     22|        la beata le detuvo en la tienda abandonada, fría, llena
13     22|            Nadie me entre en la tienda, que no me dejarán un copón...,
14     22|            ahí se pudrirá en la tienda... El Provisor les prohíbe
15     22|        calle de don Santos y la tienda se llenaban de gente, de
16     22|    tropezones por delante de la tienda triste y desnuda de Barinaga.
17     22|        bajaban, al pasar por la tienda abandonada echaban una mirada
18     22|        sobre el mostrador de la tienda vacía, a las diez. No volvió
19     22|        Magistral reunidos en la tienda, al pie del cadáver -. Esto
20     22|       larga, que al salir de la tienda se inclinó hacia adelante
21     27| recorren, como cobijados en una tienda de campaña, el bosque de
22     27|       que ya había instalado su tienda de campaña a la orilla del
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