Cap.

 1      4|            largo que otras veces. La cuesta era ardua, el camino como
 2      4|            El esfuerzo que exigía la cuesta la excitaba; se sentía calenturienta;
 3      4|              camino del cielo por la cuesta arriba.~ ~ Después de un
 4      6|         Madrid se despabilaban. Caro cuesta, pero al fin se tocan los
 5     14|              la calle de la derecha, cuesta abajo; por la que más pronto
 6     14|       hubiera echado a correr por la cuesta arriba. «¿Para qué? Para
 7     15|           que no sacias siquiera, te cuesta la salvación» (y todos tus
 8     16|           había que hacerla subir la cuesta de la penitencia sin que
 9     17|         recordando la alegoría de la cuesta: «No quiere tanta pendiente;
10     18|               la Regenta no subía la cuesta, persistía en sus peligrosos
11     20|             es la duda... Se me hace cuesta arriba». Pero de todas suertes
12     22|           largo, y empezó a subir la cuesta que terminaba en el cementerio.
13     22|              espalda.~ ~ Se subía la cuesta a buen paso. La percalina
14     22| completamente solo, en lo alto de la cuesta. «A su espalda, a veinte
15     22|    inconveniente en emprender por la cuesta abajo un trote ligero, con
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