Cap.

 1      1|            la garganta! Mientras el auditorio aguardaba en silencio, respirando
 2      2|           las orejas, arengaba a su auditorio, con un brazo extendido
 3      8|         cuando quería deslumbrar al auditorio, pero podía ser exacto,
 4     12|       escalofrío; sí, los sentía el auditorio al oír aquella palabra de
 5     12|           dignó saludar al católico auditorio. Su mirada escudriñó los
 6     12|         Excelentísimo, sí, católico auditorio, aquellos habitantes de
 7     12|            que se extendía sobre el auditorio. Describía el crujir de
 8     12|   suspendidos en la sombra sobre el auditorio, en medio de la nave. La
 9     12|             que eran la mayoría del auditorio. Eran los sollozos indispensables
10     12|           de Berlín hacía pensar al auditorio: «¡Pero aquellos desgraciados
11     14|        frase, y para exponerla a su auditorio con toda solemnidad se detuvo,
12     20|            La atención profunda del auditorio, el interés que se asomaba
13     20| entusiasmado, quiso deslumbrar a su auditorio con el contraste de aventuras
14     21|            que quedaban les faltaba auditorio. Don Santos Barinaga no
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